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lunes, 25 de noviembre de 2013

El Papa clausura el Año de la Fe: Que Cristo sea centro de nuestros pensamientos, palabras y obras

 


El Santo Padre indicó que así “nuestros pensamientos serán pensamientos cristianos, pensamientos de Cristo. Nuestras obras serán obras cristianas, obras de Cristo. Nuestras palabras serán palabras cristianas, palabras de Cristo. En cambio, la pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo”.

El Papa señaló que “la solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, señala también la conclusión del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, a quien recordamos ahora con afecto y reconocimiento por este don que nos ha dado”.

“Con esa iniciativa providencial, nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y hermanos en la Iglesia”.

Este camino, apuntó, “tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y en el que el Espíritu Santo nos purifica, eleva, santifica, para introducirnos en la felicidad que anhela nuestro corazón”.

“Dirijo también un saludo cordial y fraternal a los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas, aquí presentes. El saludo de paz que nos intercambiaremos quiere expresar sobre todo el reconocimiento del Obispo de Roma a estas Comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio”.

El Papa también se dirigió “a todos los cristianos que viven en Tierra Santa, en Siria y en todo el Oriente, para que todos obtengan el don de la paz y la concordia”.

Las lecturas bíblicas proclamadas hoy, indicó, “tienen como hilo conductor la centralidad de Cristo. Cristo está al centro. Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia”.

“El apóstol Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús”.

Francisco señaló que San Pablo presenta a Jesús “como el Primogénito de toda la creación: en Él, por medio de Él y en vista de Él fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio. Jesucristo, el Señor. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en Él todas las cosas sean reconciliadas. Señor de la Creación, Señor de la reconciliación”.

“Esta imagen nos ayuda a entender que Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras”.

El Santo Padre indicó que “además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, al centro de nosotros. Ahora está aquí, en la Palabra, y estará aquí, en el altar, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo”.

“Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el ‘hermano’ alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En Él nosotros somos uno: un solo pueblo; unidos a él, participamos de un solo camino, un solo destino. Solamente en Él, en Él como centro, tenemos la identidad como pueblo”.

Como último punto, el Papa dijo que “Cristo es el centro de la historia de la humanidad y también el centro de la historia de todo hombre”.

“A Él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy”.

El Santo Padre pidió que todos pensemos pensemos en nuestra historia y nuestro camino, pues “cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno de nosotros también tiene sus errores, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos oscuros”.

“Nos hará bien, en esta jornada, pensar a nuestra historia y mirar a Jesús y desde el corazón repetirle tanta veces, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: ‘¡acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino!’. ‘Jesús, acuérdate de mí, porque yo tengo ganas de ser bueno, tengo ganas de ser buena, pero no tengo fuerza, no puedo: ¡soy pecador, soy pecador! Pero acuérdate de mí, Jesús: ¡Tú puedes acordarte de mí, porque Tú estás al centro, Tú estás precisamente en tu Reino! ¡Qué bello! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, tantas veces. "¡Acuérdate de mí Señor, Tú que estás al centro, Tú que estás en tu Reino!’”.

El Papa señaló que “la promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la oración que la ha solicitado”. “El Señor siempre da más de lo que se le pide, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: ¡le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino! Jesús está precisamente al centro de nuestros deseos de alegría y de salvación. Vayamos todos juntos por este camino”, concluyó.

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