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jueves, 7 de noviembre de 2013

ALEJANDRO MAGNO

 


 

Alejandro MagnoAlejandro III de Macedonia, llamado el Grande (Alejandro Magno) fue rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte. Es considerado uno de los líderes militares más importantes de la Historia, por su conquista del Imperio Aqueménida.

Tras la unificación de múltiples ciudades-estado de la antigua Grecia bajo el dominio de su padre, Filipo II de Macedonia, Alejandro conquistó el Imperio Persa, incluyendo Anatolia, Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto, Bactriana y Mesopotamia, y amplió las fronteras de su propio imperio hasta la región del Punjab.

Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:

1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.

2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas... ), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...

3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

Alejandro le explicó:

1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte, el poder de curar.

2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.

3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.



Oración de Caro magno.

¡Oh Dios Todopoderoso que soportaste la muerte sobre el árbol del patíbulo de la cruz para expiar todos mis pecados.
¡Oh Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo!
aparta lejos de mi toda arma cortante.
¡Oh santa cruz de nuestro Señor Jesucristo derrama en mí todo el bien para que pueda salvar mi alma y ayudar a mi prójimo.
¡Oh santa cruz de nuestro Jesucristo!
aleja de mi alma el temor de la muerte y concédeme la vida eterna.
¡Oh santa cruz de nuestro señor Jesucristo!
Cuídame y haz que los espíritus malignos, tanto visibles como invisibles, huyan ante mí, desde hoy y por todos los siglos.
                                                                        Así Sea.

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