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martes, 29 de octubre de 2013

Canon Paraklitikòs a la Madre de Dios




Este canon compuesto alrededor del siglo IX es un texto devocional muy popular, de largo uso en el mundo ortodoxo, especialmente en la piedad personal. Es la parte esencial de la Paraklisis, breve oficio en honor a la Santísima Madre de Dios, utilizado “en los momentos de dificultad o de gran afición”.

 El canon Paraklitikos, del cual presentamos aquí los troparios, en el oficio completo está precedido por el salmo 50.

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
 cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio.
Lávame, quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
 que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre,
¡oh Dios, Dios, salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen,
si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
 Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
 reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocausto, sobre tu altar se inmolarán novillos.


I

Oprimido por muchas tentaciones, en Ti me refugio buscando salvación:
Oh Madre del Verbo y Virgen, sálvame de las desgracias y de los peligros.

Los ataques de las pasiones me perturban, llenando de gran angustia  mi alma:
pacifícame, oh Virgen purísima, con la paz de tu Hijo.

Oh Virgen que has engendrado al Dios Salvador, yo te ruego me liberes de la adversidad, y ahora, recurriendo a Ti, elevo mi alma y mi mente.

Oh divina Madre, haz digno a mi cuerpo enfermo y a mi alma de tu visita
y de tu providencia, como buena Madre de Aquel que es bueno.


II

Virgen Madre divina, yo te constituyo defensa y protección de mi vida.
Tú guíame a tu puerto, oh fuente de todo bien, sostén de los fieles y digna de toda alabanza.

Te suplico, oh Virgen, disipa la turbación de mi alma y la tempestad de mi desaliento:
Tú, Esposa divina, que has engendrado a Cristo, Príncipe de la paz, oh Purísima.

Tú que has dado a luz al Bienhechor, causa de todo bien,
derrama sobre nosotros la abundancia de tus gracias.
Todo lo puedes, oh Santísima, que has engendrado a Cristo, el Omnipotente.

Ayúdame, oh Virgen, porque estoy turbado por molestas enfermedades y por perversas pasiones. Te reconozco, oh Purísima, cual inagotable tesoro y dispensadora de curaciones.


III

Oh Esposa divina, que has dado a luz al Señor, Guía del mundo,
calma la agitación de mis pasiones y la multitud de mis pecados.

Tú que has engendrado al Misericordioso y al Salvador de cuantos te alabamos,
abre, a mi que te invoco, el abismo de tu misericordia.

Nosotros que te reconocemos cual verdadera Madre de Dios y que gozamos, oh Castísima, de tus favores, a Ti cantamos un himno de acción de gracias.

Oh dignísima de toda alabanza, nosotros que te tenemos como nuestra esperanza, nuestro sostén y defensa inquebrantable de nuestra salvación, seremos liberados por ti de toda adversidad.



IV

 Llena de exaltación mi corazón, oh Purísima, dándome tu incorruptible alegría,
oh Tú que has generado la Causa de nuestra alegría.

Libéranos de los peligros, oh pura Madre de Dios,
Tú que engendraste  la eterna Redención y la Paz que supera todo sentido.

Disipa las tinieblas de mis culpas, oh Esposa de Dios, con el esplendor de tu claridad,
Tú que engendraste la Luz divina y eterna.

Oh Purísima, hazme digno de tu visita y sana la enfermedad de mis pasiones.
Tu oración me obtenga mi sanación.


V

Oh Virgen, suplica a tu Hijo y Señor para que me liberare de la maldad de mis enemigos, que, entregándose a sí mismo a la muerte, ha salvado de la corrupción y de la muerte a mi naturaleza caída.

Te reconozco, oh Virgen, como protectora y segurísima defensa de mi vida.
Tú disipas las olas de las tentaciones y rechazas los asaltos de los enemigos,
y yo siempre te ruego que me liberes de la corrupción de mis pasiones.

Nosotros te tenemos, oh Virgen, cual Refugio y salvación universal de nuestras almas
y refresco en la angustia, y exultamos siempre tu esplendor.
También ahora, oh Señora, sálvanos de las pasiones y de los peligros.

Tendido en un lecho de enfermedad, sé salud para mi cuerpo.
Tú que engendraste al Salvador del mundo y al Médico de toda enfermedad,
te suplico, Oh Bondad, levántame de la desgracia de mis debilidades.



VI

Cuando, oh Salvador, quisiste conducirnos a la salvación,  
has permanecido en el seno de la Virgen, constituyéndola en Protectora del universo,
¡oh Dios de nuestros padres, seas bendito!

Madre Purísima, que has engendrado al verdadero Misericordioso,
ruégale que libere del pecado y de las manchas a las almas de cuantos con fe aclamamos,
¡oh Dios de nuestros padres, seas bendito!

Cual Tesoro de salvación, Fuente de incorruptibilidad, Torre de seguridad y Puerta de penitencia, tú mostraste a la que te ha engendrado a cuantos repiten,
¡oh Dios de nuestros padres, seas bendito!

Oh Madre de Dios, que has engendrado a Cristo Salvador,
dígnate sanar las enfermedades del cuerpo y del alma
a aquellos que con afecto recurren a tu divina protección.



VII

 Oh Virgen, no desprecies a los que suplican tu ayuda aclamando a ti,
oh Pura, y exaltándote por los siglos.

Derrama, oh Virgen, la riqueza de tus curaciones
sobre cuantos cantan y exaltan tu parto inefable.

Sana las enfermedades de mi alma y los dolores de mi cuerpo, oh Virgen,
para que yo te glorifique cual llena de gracia.

Aleja de nosotros, oh Virgen, los asaltos de las tentaciones y las insidias de las pasiones para que podamos aclamar a ti por todos los siglos.


VIII

No desprecies, oh Virgen, los torrentes de mis lágrimas, Tú que has engendrado a Cristo,
quien ha enjugado cada lágrima de todos los rostros.

Oh Virgen, colma de alegría a mi corazón, Tú que has recibido la plenitud de la alegría,
sacando la tristeza causada por el pecado.

Oh Virgen, sé puerto, protección, baluarte seguro,
refugio y gozo de cuantos recurren a ti.

Oh Virgen, ilumina con los rayos de tu luz, disipando las tinieblas de la ignorancia
a los que devotamente te proclaman Madre de Dios.

Oh Virgen, sáname, hazme pasar de la enfermedad a la salud,
porque estoy tendido y humillado en un lugar de sufrimiento.

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