miércoles, 4 de septiembre de 2013

Moisés, Santo

Profeta del Antiguo Testamento, 4 de septiembre
 
Moisés, Santo
Moisés, Santo

Profeta del Antiguo Testamento
Febrero 24


Salvado de las aguas. Criado junto al Faraón. Elegido para salvar a su pueblo. Instrumento de Dios en las plagas. Caudillo desde el mar Rojo. Y ya en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios, padre del pueblo, legislador, juez, guerrero, libertador...

Es el hombre fuerte como un titán que se resiste a aceptar las debilidades de su pueblo.

Dios permite su fracaso. Viendo ya la Tierra Prometida, muere con la esperanza incumplida de entrar en la tierra de Canaán.

El que extendió su mano en el mar y lo secó o hizo brotar agua de la roca en el desierto, o consiguió de Dios el maná y las codornices para quitar la hambruna no disfruta su máximo proyecto humano: entrar en la Tierra de Promisión.

El sinsabor de la derrota humana es permitido por Dios para que reconozcamos nuestra flaqueza. El fracaso en lo humano marca la dependencia del creador.
 Velas
24 de Febrero
San MoisésProfeta del Antiguo Testamento
Moises ante la Sarza ardiendoMoisés y Abraham son los dos personajes más famosos del Antiguo Testamento. Los dos más grandes amigos de Dios en la antigüedad.
Moisés fue libertador del pueblo de Israel.
La historia de Moisés se encuentra en el segundo libro de la S. Biblia, el Libro del Exodo, uno de los libros más hermosos y emocionantes de toda la literatura universal. Ningún buen cristiano debería quedarse sin leer el Exodo no sólo una vez sino muchas veces. Su lectura le hará un gran provecho a su alma.
Cuenta el libro del Exodo que empezó a gobernar a Egipto un faraón que no quería a los israelitas y dio una ley mandando que todo niño varón que naciera había que matarlo. Y un día nació una bellísimo niño de la tribu de Leví. Sus padres lo escondieron para que no lo fueran a matar los soldados del faraón, pero como el niño lloraba y podían oírlo desde la calle, dispuso entonces la madre echarlo entre un canasto, que ella había forrado con brea por fuera, y dejarlo flotando sobre las aguas del río Nilo.
Y sucedió que fue la hija del faraón a bañarse al río Nilo y al ver el canasto sobre el agua mandó un nadador a que lo sacara. Y allí encontró el hermoso niño que lloraba. Se compadeció de él y en ese momento llegó la hermanita del niño, que estaba escondido entre los matorrales de la orilla observando, y le propuso que ella lo podía conseguir una señora para que criara al niño. La hija del rey aceptó y fue llamada la mamá a quien la princesa le pagó para que criara al pequeñín, al cual le puso por nombre Moisés, que significa: salvado de las aguas.
La hija del faraón adoptó a Moisés como príncipe y lo hizo educar en el palacio del rey donde se educaban los que iban a ser gobernantes de la nación. Esta educación tan esmerada le sirvió mucho después para saber gobernar muy bien al pueblo de Israel.
Cuando Moisés fue mayor, un día vio que un egipcio atormentaba a un israelita y por defender al israelita hirió gravemente al egipcio. Lo supo el rey y lo iba a mandar matar, y entonces Moisés salió huyendo hacia el desierto.
En el desierto encontró a unas pastoras que no podían dar de beber a sus rebaños porque unos pastores muy matones se lo impedían. Como él era un buen luchador las defendió y les permitió dar de beber a sus ovejas. Las muchachas le contaron esto a su padre y el buen hombre mandó llamar a Moisés y lo encargó de cuidar sus rebaños en el desierto. Allí estuvo por siete años, dedicado a la meditación y a la oración, y ese tiempo le fue muy útil porque pudo conocer muy bien el desierto por donde más tarde iba a conducir al pueblo de Israel.
Moisés se casó con Séfora, la hija del dueño de las ovejas, y de ella tuvo dos hijos: Eliécer y Gerson.
Un día mientras cuidaba las ovejas en el desierto vio Moisés que un montón de espinas ardían entre llamaradas pero no se quemaban. Lleno de curiosidad se acercó para ver qué era lo que pasaba y una voz le dijo: "Moisés, Moisés, quítate las zandalias porque el sitio que estás pisando es sagrado".
Le preguntó: ¿Quién eres Tú Señor?
La voz le respondió: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído las lamentaciones de mi pueblo de Israel y he dispuesto bajar a ayudarlos. He dispuesto liberarlos de la esclavitud de Egipto y llevarlos a una tierra que mana leche y miel. Yo te enviaré al faraón para que los deje salir en libertad.
Moisés preguntó: ¿Señor, y si me preguntan cuál es tu nombre, qué les diré?
El Señor le respondió: Yo soy Yahvé. Yo soy el que soy. Irás a los israelitas y les dirás: "Yahvé, que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob me envía a vosotros". Luego reunirás a los ancianos de Israel, y con ellos irás al faraón a pedirle que deje salir libre al pueblo. El faraón se negará pero yo haré toda clase de prodigios para que los dejen salir".
Moisés dijo al Señor: ¿Y qué demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy de parte de Dios?
El Señor le respondió: Echa al suelo tu vara de pastor. Moisés lanzó al suelo su vara o bastón que se convirtió en serpiente.
Dios le dijo: Toma la serpiente por la cola.
La agarró y se volvió otra vez bastón.
Dios le dijo: esta será una de las señales con las cuales yo te voy a apoyar para que te crean.
Moisés le dijo a Nuestro Señor: "Yo tengo dificultad para hablar. ¿Por qué no mandas a otro?". El Señor le dijo: "Tu hermano Aarón, que sí tiene facilidad para hablar, te ayudará".
Moisés se volvió a Egipto y junto con su hermano Aarón reunió a los ancianos de Israel y les contó lo que le había mandado el Señor Dios. Y convirtió el bastón en serpiente para demostrarles que sí venía de parte de Dios.
Se fueron donde el faraón a pedirle que dejara salir en libertad al pueblo de Israel pero el faraón no quiso acepar sino que más bien esclavizó más a los israelitas y les puso trabajos más pesados, haciendo ladrillos. El pueblo clamó a Dios y Dios los escuchó y mandó las terribles diez plagas de Egipto.
La primera plaga consistió en que las aguas del Nilo se convirtieron en sangre, al ser tocadas por el bastón de Moisés. La segunda plaga fue una espantosa invasión de ranas por todas las casas. El faraón se asustó, pero apenas Moisés obtuvo que se acabara la plaga, ya no dejó salir al pueblo. La tercera, una nube inmensa de mosquitos que molestaban a todo el mundo. La cuarta, unos tábanos o abejones que picaban muy duro. La quinta plaga, una peste que mató el ganado. La sexta, úlceras por todo el cuerpo en la gente. La séptima plaga, una terrible granizada que destruyó los cultivos. La octava, las langostas que llegaron por millones y arrasaron con todo. La novena, tres días de tinieblas. Y la décima y más terrible, la muerte de todos los hijos mayores o primogénitos de las familias de Egipto. Ante esta calamidad, el faraón se asustó y dejó salir al pueblo de Israel.
Cuando el faraón asustado dio la orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde estaban como esclavos, todos ellos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y cuanto tenían dirigidos por Moisés. Pero al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a perseguirlos. Asustados clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a Moisés que tocara con su bastón el mar. Inmediatamente se abrieron las aguas en dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie por terreno seco hasta la otra orilla. El ejército del faraón quiso pasar también, pero por orden de Dios, Moisés tocó otra vez con su bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a todo el ejército perseguidor. En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y creyó en Moisés su profeta.
En el desierto faltó el agua y el pueblo se moría de sed. Moisés, por orden del Señor, golpeó con su bastón una roca y de ella brotó una fuente de agua en la cual bebió todo el pueblo y bebieron sus ganados.
La gente empezó a sufrir hambre y a protestar. Entonces Dios hizo llover del cielo un pan blanco y agradable. La gente al verlo decía: ¿Maná? (que en su idioma significa ¿Qué es esto?). Dios le dijo a Moisés: "Este es el pan con el cual los voy a alimentar mientras se encuentran en el desierto". Y así durante 40 años el maná fue el alimento prodigioso que los libró de morirse de hambre.
Moisés subió al Monte Sinaí y allí Dios le dio los diez mandamiento, escritos en dos tablas de piedra. Y prometió que quien los cumpla tendrá siempre sus bendiciones y su ayuda.
Moisés tuvo que sufrir mucho porque el pueblo era rebelde y muy inclinado al mal, pero Dios se le aparecía y hablaba con él como un amigo de mucha confianza. Inspirado por Nuestro Señor dio Moisés al pueblo unas leyes sumamente sabias que fueron después muy útiles para conservarlos en las buenas costumbres y preservarlos en la fe.
Cuando el pueblo pecaba y Dios se proponía castigarlo, Moisés oraba por el pueblo pecador y Dios los perdonaba. Cuando los enemigos venían a atacarlos, Moisés se iba al monte a rezar. Mientras él rezaba con las manos levantadas triunfaba el ejército de Israel. Pero cuando Moisés dejaba de rezar, era derrotado el pueblo de Dios. Por eso entre dos hombre le tenían los brazos levantados para que no dejara de orar mientras duraba la batalla. Es que por ser tan amigo de Dios, conseguía de El cuanto le pedía en la oración.
Dios lo hizo subir a un Monte desde donde pudo ver la Tierra Prometida. Y allí murió y lo enterraron los ángeles. Nunca más hubo otro hombre que hablara con Dios de tú a tú, como Moisés y que hiciera tantos milagros y prodigios. Hasta que llegó Nuestro Señor Jesucristo, nuevo Moisés, pero muchísimo más poderoso y santo que él, porque Jesús es a la vez Dios y hombre.
La Biblia dice que en la antigüedad no hubo un hombre tan humilde y tan manso como Moisés. Que este gran amigo de Dios nos consiga de Nuestro Señor la gracia de ser mansos y humildes, y de permanecer siempre amigos de Dios hasta el último momento de nuestra vida y después para siempre en el cielo. Amen.


Moisés

    
Moisés
מֹשֶׁה
موسىٰ
Guido Reni - Moses with the Tables of the Law - WGA19289.jpg
Moisés, obra de Guido Reni.
profeta
PadresAmram y Jocabed
Venerado enjudaísmo, cristianismo, islam y bahaísmo
Festividad4 de septiembre
Moisés es un personaje del judaísmo, el cristianismo, el islam y la fe bahá'í.
Según la Torá judía (el Antiguo testamento) era hijo de Amram y su esposa Jocabed. Es descrito como el hombre encomendado por Dios (Hashem) para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y como su máximo profeta y legislador.
No existen datos históricos que fundamenten la existencia real de Moisés, pues todas las referencias a él son muy posteriores, cuando ya se había formado el judaísmo.

 

Hipótesis sobre el origen de su nombre

Se cree que el nombre Moisés deriva de la supresión de una parte del nombre egipcio original que habría tenido este personaje, puesto que en el antiguo Egipto se colocaba el nombre de un dios antes de la palabra mses. Por ejemplo Ramsés significaba «engendrado por Ra», así que Moisés al huir de Egipto y renegar de su origen egipcio quedó solo como Mses.
Moisés significa ‘nacido de las aguas’ en egipcio antiguo.[1]
En Éxodo 2:10 se narra: «Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija del Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: “Porque de las aguas lo saqué”».[2]
En su libro Antigüedades judías (94 d. C.), el escritor judío Flavio Josefo (Yosef bar Mattityahu) da otra versión: mo: ‘agua’, uses: ‘salvado de’, que coincide con el sentido del nombre explicado por la Torá.

Hagiografía de Moisés según la tradición

La Torá narra como Moisés lideró junto a su hermano Aarón la salida de los hebreos de Egipto y recibió la Torá de manos de Yahveh —tras haberle sido dictada por inspiración divina— en el monte Sinaí. La Torá comprende la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta su muerte a la edad de 120 años, que según algunos cálculos exegéticos tuvo lugar en el año judío de 2488, que equivale a 1272 a. C.

Nacimiento

Poco antes de nacer Moisés, Faraón promulgó una ley que exigía que todos los recién nacidos israelitas fueran arrojados al Nilo. Iojebed, la tía paterna y esposa del levita hebreo Arman, dio a luz a un pequeño, y lo escondió durante los tres primeros meses. Cuando no pudo ocultarlo más, lo colocó en una cesta (embadurnada con barro en su interior y brea en el exterior para hacerla impermeable) y llevó ésta al Nilo, bajo el cuidado de Miriam, que siguió desde cerca dicha cesta. En dicho momento, la hija del Faraón se bañaba en el río, cuando encontró a Moisés dentro de la cesta. Miriam se acercó y consiguió que la princesa encargara el cuidado de Moisés a su propia madre.

Miembro de la familia del faraón

Cuando la princesa Batía escogió que una mujer hebrea cuidara de Moisés, la escogida fue nada más y nada menos que su madre biológica. Durante dos años lo amamantó y después fue entregado a la princesa. Cuenta la tradición oral (recopilada en la Mishná) que con tres años, Moisés estaba sentado junto a la familia del faraón y los ministros. Moisés bajó del regazo de Batía, caminó hacia el faraón, levantó su corona y la colocó sobre su propia cabeza. El consejero del faraón exclamó que se trataba de una acción profética y que Moisés le arrebataría el trono. Por tal motivo, otro ministro sugirió una prueba: sugirió colocar enfrente del pequeño un diamante y un trozo de carbón ardiendo para valorar la astucia del niño. Moisés no sólo agarró el carbón ardiente, también se lo llevó a su boca. Se quemó los labios y la lengua, dificultándole el habla (una característica que está mencionada en la Torá) y, por tal motivo, la tradición oral determina que el pueblo hebreo, a sabiendas de la incapacidad de Moisés para la oratoria, comprendió que su líder solo podía dirigirse a ellos por una influencia divina.
Cuando Moisés se hizo adulto, empezó a visitar asiduamente a los esclavos. Un día, al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo llamado Datán, Moisés mató al capataz egipcio y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, vio al joven que había salvado, peleando con su hermano e intentó separarlos. Los dos hermanos, enfadados por la intromisión de Moisés, lo delataron al faraón y Moisés tuvo que huir de Egipto.

Exilio personal

En una de sus exégesis, Najmánides señala que transcurrió un período prolongado entre la partida de Moisés de Egipto y su arribo a Madián.
Allí trabajó para Jetró (יִתְרוֹ, itró, ‘sacerdote’ en hebreo) de Madián, con cuya hija Séfora se casó más tarde. Allí trabajó durante cuarenta años como pastor, tiempo durante el cual nació su hijo Gershom.

Revelación en la zarza ardiente

Según se narra en la Biblia, en cierta ocasión Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y allí vio una zarza que ardía sin consumirse. Cuando se volvió a un lado para observar más de cerca aquella maravilla, el Dios Yahveh le habló desde la zarza, revelando su nombre (es decir su verdadero significado) a Moisés.
En la época del emperador Constantino, el monte Horeb fue identificado con el monte Sinaí, pero la mayoría de los expertos creen que se encontraba mucho más al norte[cita requerida].
De acuerdo con la tradición, Yahveh dijo a Moisés que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Moisés declaró a Yahveh que él no era el candidato para realizar dicha obra encomendada, dado que al parecer padecía de tartamudez. Yahveh le aseguró que le proporcionaría el apoyo para su obra entregándole las herramientas adecuadas.
Moisés obedeció y regresó a Egipto, donde fue recibido por Aarón, su hermano mayor, y organizó una reunión para avisar a su pueblo de lo que debían hacer. Al principio, Moisés no fue muy bien recibido; pero la opresión era grande y Moisés realizó señales para que su pueblo lo siguiera como un enviado de Yahveh.
Sin embargo, según el relato bíblico, lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. De hecho, estos no obtuvieron el permiso para partir hasta que Yahveh envió diez plagas sobre los egipcios. Estas plagas (palabra mal empleada, pues en el hebreo bíblico se habla más bien de «señales»), culminaron con la matanza de los primogénitos egipcios, lo cual causó tal terror entre los egipcios que ordenaron a los hebreos que se fueran.

Inicio del éxodo hebreo

La gran caravana de los hebreos se movía lentamente y tuvo que acampar hasta tres veces antes de dejar atrás la frontera egipcia, la cual se cree que estaba establecida en el Gran Lago Amargo. Otros han sugerido que como muy lejos estaría en la punta más septentrional del Mar Rojo (una mala traducción de la expresión hebrea yam Suf, que significa Mar de juncos). Mientras tanto el faraón cambió de opinión y salió tras la pista de los hebreos con un gran ejército. Atrapados entre el ejército egipcio y el Mar Rojo, los hebreos se desesperaron, pero Yahveh dividió las aguas del mar por mediación de Moisés, permitiendo a los hebreos cruzarlo con seguridad. Cuando los egipcios intentaron seguirlos, las aguas volvieron a su cauce ahogando a los egipcios.

La fecha del Éxodo

Aunque la Biblia no cita al faraón del Éxodo por su nombre, sí da la fecha exacta del Éxodo. En 1Reyes 6:1 se lee que Salomón comenzó a construir el Templo en el cuarto año de su reinado, 480 años después que los hijos de Israel salieron de Egipto. La mayoría de los estudiosos de la Biblia estiman que el cuarto año del reinado de Salomón fue hacia el año 966 a. C.[3] Según esto la fecha de Éxodo sería hacia el año 1446 a. C., cuando gobernaba Tutmosis III, sin embargo la biblia también nos dice que los esclavos hebreos partieron de Ramses hacia Sukkot [4] ciudades que no existían en esa época y que datarían el exodo en el siglo XII A. de C. Otras fechas han sido propuestas pero todas carecen de pruebas.

Experiencia en el monte Sinaí

 
Moisés con las tablas de la Ley, por Rembrandt.
Moisés suele ser representado con las tablas de los Diez mandamientos.Dios le dio estos Mandamientos directamente a Moisés en el monte Sinaí durante la travesía en el desierto de Sinaí (véase siguiente sección). Moisés subió al monte a recibir las tablas del pacto, y estuvo ahí 40 días. Dios le dio dos tablas de piedra escritas con Su dedo. (Deuteronomio 9:9-10, Éxodo 31:18). Aunque en Éxodo 20, parece como si fuera Yahveh quien le dicta.
Estas tablas de la ley recogían los diez mandamientos, unas leyes básicas de obligado cumplimiento para todo el pueblo hebreo. Además de ello, le dio una serie de Leyes menores que deberían ser también observadas. Cuando Moisés bajó a notificar a su pueblo, descubrió que en su ausencia habían fundido todo el oro y habían construido un becerro de oro, representación del dios egipcio Apis y le veneraban. Moisés montó en cólera, arrojó a su pueblo las Tablas de la Ley (que se rompieron) y quemó la estatua de oro. Este hecho provocaría la ira de Dios el cual los castigo haciéndolos vagar durante 40 años por el desierto.

Travesía en la península del Sinaí

La travesía por una serie de parajes inhóspitos de la gran masa de personas fue dura y muchos empezaron a dar rumores y a murmurar contra sus líderes (Moisés y Aarón), aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahveh los guiaba. Las manifestaciones divinas fueron pródigas.
Para alimentarlos, Yahveh hizo llover maná del cielo. Para beber, les dio múltiples fuentes de agua, como la fuente de agua amarga convertida en agua dulce, o la roca en la cual Moisés perdió el derecho de entrar en la Tierra Prometida, a causa de no alabar correctamente a Dios.
En su travesía por los desiertos, Israel lucha por primera vez contra los amalecitas, que eran un pueblo principal y vencen solo por la pujanza de Moisés. (Éxodo 17:8). Israel además vence a Arad, a los amorreos liderados por Sehón (Números, 21) y rodean tierras por donde no se les permite combatir ni se les da el paso, como es el caso de las tierras de Edom.
En el monte Sinaí, el pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdocio menor de Aarón. Se les inculca estatutos, mandamientos y por sobre todo el desarrollar fidelidad a los convenios con Yahveh. Esta historia es contada en el Levítico.
En el mismo monte, Yahveh entrega el Decálogo de los Diez Mandamientos, pero al bajar Moisés junto a Josué, encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro. Esta perversión a los ojos de Yahveh fue castigada con la muerte, así en el Éxodo se cuenta: «Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo: pasad y volved de puerta á puerta por el campo, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés: y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres».[5] Situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia Palestina.
Yahveh le volvió a dictar sus diez mandamientos y para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla.
Ya cerca de la tierra prometida, Moisés encomienda a 12 espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver, 10 de los 12 espías dan un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Yahveh. Esta historia es contada en el libro de Números.
Según esos textos, Yahveh ―al ver el miedo de su pueblo elegido― prohibió la entrada de todo varón de guerra (mayores de 20 años) a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés a quien solo se le permitió verla desde lo alto de un monte (Nebo). Hay que aclarar, sin embargo, que la prohibición no incluía a los levitas (tribu a la que pertenecía Moisés), quienes no estaban registrados para la guerra, ni tampoco a Josué y Caleb, quienes sí mostraron fe en las promesas divinas. A Moisés no se le permitió entrar por un incidente posterior en el que se atribuyó crédito personal por un milagro de Yahveh (Números capítulo 20)
Ya estando cerca de Moab, Balac, rey de los moabitas ve venir a Israel por el margen oriental y teme del pueblo de Israel, manda a llamar a Balaam, adivino de Mesopotamia (Números 22) para que maldiga al pueblo de Israel; pero Yahveh envía a un ángel a interponerse en el camino de Balaam hacia el monte de Bamot-Baal y es persuadido a bendecir al pueblo israelita y lo hace tres veces a pesar de los deseos de Balac.
Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos de aquella generación murieron en el desierto (Éxodo 16: 35; Números 14: 33, 34: Deuteronomio 1: 1-3; 2: 7; 8: 2, 4).
Una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegaron a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella guiados por Josué. Moisés, permaneció con aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué. Josué cruza el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1000 km (a razón de 25 km/años) desde que dejaron Pi-Ramsés en Egipto.
Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches.

Moisés en el judaísmo

Hay multitud de historias e información adicional sobre Moisés en las exégesis rabínicas conocidas como Midrásh, así como en los textos más importantes de la ley oral judía, del Mishná y del Talmud.
 
Moisés, estatua del escultor Miguel Ángel.

Moisés en el cristianismo

Para los cristianos, Moisés es a menudo un símbolo del contraste entre el judaísmo tradicional y las enseñanzas de Jesús. Los escritores del Nuevo Testamento comparan las palabras y los hechos de Jesús con los de Moisés para explicar la misión de Jesús. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, el rechazo de Moisés cuando los judíos adoraban al becerro de oro se compara con el rechazo a Jesús, también por parte de los judíos.
Moisés también figura en varios de los mensajes de Jesús. Cuando conoce al fariseo Nicodemo por la noche, en el tercer capítulo del Evangelio de Juan, compara el alzado de la serpiente de bronce en el desierto, que cualquier hebreo podía mirar para ser curado, con su propia ascensión a los cielos (tras su muerte y resurrección) de modo que la gente lo vea y ser curada. En el sexto capítulo, Jesús responde a sus seguidores que Moisés hizo que cayera el maná en el desierto diciendo que no había sido él, sino Yahveh, quien había obrado el milagro. Llamándolo el «pan de la vida», Jesús afirma que ahora es él quien alimenta al pueblo de Yahveh.
En la carta de Judas contiene una breve mención de una disputa entre el arcángel Miguel y el diablo por el cuerpo de Moisés.[6]
La iglesia católica lo venera como santo, como a todos los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento.

Moisés en el islam

En el Corán, el libro sagrado del Islam, la vida de Moisés (Musa) se narra y se recuerda más que la de cualquier otro profeta reconocido por los musulmanes. Aunque el Corán reitera que es una figura principalmente judía, se encuentran pocas diferencias.

Origen del «Pentateuco» de Moisés

Se ha asumido tradicionalmente que Moisés recibió de Yahveh y transcribió todos los textos de la Torá. Ésta sigue siendo la creencia de la mayoría de los cristianos y de la mayoría de los judíos ortodoxos. Sin embargo, los avances en la crítica textual han convencido a muchos expertos e historiadores de que estos textos, en la forma en que nosotros los conocemos actualmente, fueron tomados y adaptados de varias fuentes. Esta idea se discute en la hipótesis documental.
El islamismo, por su parte, está de acuerdo con los estudios de crítica textual y la hipótesis documental. El Corán afirma que Yahveh reveló personalmente el texto de la Torá a Moisés, tal y como creen judíos ortodoxos y muchos cristianos. Pero afirma también que el texto original de la Torá ha sido adulterado, manipulado y corrompido a lo largo de los siglos, por lo que hoy día, aunque aún contiene fragmentos de la revelación original, ya no es 100% revelación divina. En ese sentido, para los musulmanes la hipótesis documentaria y otros estudios hechos por eruditos bíblicos, que revelan que la Torá como la conocemos hoy día es el fruto del trabajo de varios autores a lo largo de varios siglos, es la confirmación de lo que dice el Corán al respecto, y por ello defienden la idea de que la Torá actual no es 100% confiable.

Historicidad de Moisés

Algunos de los historiadores sugieren que Moisés nunca existió como figura histórica, y que el Éxodo es un mito. Por otra parte, los documentos históricos están tan fragmentados que los textos extrabíblicos que pudieran hablar de Moisés pueden haberse perdido para siempre en tiempos remotos[cita requerida]. Por ejemplo, si el Éxodo tuvo lugar durante el fin de la era de los hicsos en Egipto, tal y como afirman algunos expertos (siglo XVI a. C.), entonces sus documentos sobre Moisés probablemente habrían sido destruidos deliberadamente cuando los egipcios los expulsaron[cita requerida].Si bién esta teoría plantea el problema que los Hicsos , conocían la escritura y que el hebreo fué inventado siglos mas tarde. Las primeras incripciones en proto-hebreo datan del siglo X A. de C.[7]
Las referencias adicionales sobre Moisés datan de muchos siglos después de la época en la que supuestamente vivió. Se desconoce si se basan únicamente en la tradición judía o si también han tomado aspectos de otras fuentes. Algunos como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Manetón hablan de él. También existen, por supuesto, los relatos antes mencionados en la Mishná y el Corán. En el siglo III a. C., Manetón, un cronista y sacerdote heleno-egipcio, afirmó que Moisés no era judío, sino un sacerdote egipcio resentido, y que el Éxodo fue en realidad la expulsión de una colonia de leprosos.
Incluso si Moisés se acepta como figura histórica, hay varios aspectos del relato bíblico que pueden ser reinterpretados. La hipótesis de Manetón de que Moisés era egipcio es absolutamente plausible. Se ha sugerido que pudo haber sido un noble o príncipe egipcio influido por la religión de Atón (véase la hipótesis de Freud más abajo), o simplemente un simpatizante de la cultura hebrea. Mosés es un nombre egipcio que significa ‘hijo’ y se utilizó a menudo en los nombres de los faraones (como por ejemplo TutMoses). Los hebreos pudieron haber creado la historia a partir de los relatos de Sargón de Acad (mesopotámico) o Edipo (griego) para legitimar su creencia. Por otra parte, antiguamente las clases más bajas abandonaban a veces a sus hijos, y Moshe es una palabra hebrea que significa ‘rescatado de las aguas’.



Poner fecha al Éxodo también ha sido un gran reto. Hay diferentes hipótesis, pero ninguna prueba histórica que lo confirme:
  • Alrededor del final de la era de los hicsos, tal y como se narra previamente;
  • Alrededor del 1420 a. C., puesto que existen documentos sobre la invasión de Canaán por parte de los habiru cuarenta años más tarde ―esta hipótesis casa bien con la idea actual de que el personaje histórico de Moisés era el décimo quinto príncipe del rey de Egipto del siglo XV a. C. llamado Ra-mose, que también desapareció de los expedientes egipcios alrededor de la época de la muerte de la reina Hatshepsut.
  • Durante el siglo XIII a. C., pues el faraón durante la mayoría de ese tiempo fue Ramsés II, el cual se considera habitualmente que fue el faraón con el cual se tuvo que enfrentar Moisés –conocido como «el faraón del Éxodo» o «el faraón opresor» de quien se dice haber obligado a los hebreos a construir las ciudades Pithom y Ramesés. Estas ciudades se conocen por haber sido construidas bajo Seti I y Ramsés II, haciendo a su sucesor Merenptah el posible «faraón del éxodo». Sin embargo, en la estela de Merenptah del 5.º año del citado faraón (1208 a. C.), se narra que «Israel está acabado, no queda ni la semilla». Además, en 1898 se descubrió la momia de Merenptah, pues no había perecido ahogado.
  • Una hipótesis más reciente y controvertida afirma que Moisés era un noble de la corte del faraón Akenatón. Muchos estudiosos, desde Sigmund Freud hasta Joseph Campbell sugieren que Moisés pudo haber abandonado Egipto tras la muerte de Akenatón (1358 a. C.) cuando las reformas monoteístas del faraón fueron rechazadas violentamente. Las principales ideas que apoyarían esta hipótesis serían que la religión monoteísta de Akenatón era la predecesora del monoteísmo de Moisés, y una colección contemporánea de las Cartas de Amarna,[8] escritas por los nobles para Akenatón, describen bandas asaltantes de habirus atacando territorios egipcios.[9]
  • Lo que si se ha datado es la redacción final del Pentateuco en el siglo VII A. de C. por el rey Josias[10] ,De todos es sabido que muchas de las historias biblicas han sido copiadas se la tradición Mesopotámica y Egipcia,siendo el Exodo un relato fundador del reino de Judea . Cabe señalar que las fronteras del del reino conquistado por Josué coinciden con las del reino de Juda/Judea ,en el siglo VII A, de C. Según las últimas teorias(cada vez mas aceptadas) el proceso hubira sido el siguiente:Cuando subió al trono en el 640 a.C, el rey Josías gobernaba una minúscula porción de la Tierra Santa, en el centro del país. La inmensa mayoría del territorio se había perdido, un siglo atrás, en manos de los asirios. Y los israelitas decían que eso se debía a sus pecados, y a que no habían sido fieles a las leyes divinas. Por eso Dios los había castigado quitándoles gran parte de la tierra.Pero hacia el año 620 a.C., el reino de Asiria empezó a debilitarse y a disminuir su control del país. Entonces se despertó en el rey Josías el sueño de recuperar militarmente los territorios perdidos. Y para animar al pueblo a esta empresa, hizo componer el libro de Josué, exponiendo cómo una vez la tierra ya había sido conquistada por Josué, de una manera rápida y fácil. Y no porque los israelitas fueran militarmente idóneos, sino porque ésa era la voluntad de Dios sobre el país: que perteneciera a Israel.[11]


Véase también

Notas

  1. Véase Ramsés (Ra-mosés): ‘engendrado por [el dios] Ra’.
  2. Éxodo 2:10, Versión Reina Valera 1960
  3. Se etima que Salomón accedió al trono hacia el año 970 a. C.
  4. Exodo 12-37
  5. Éxodo 32 26-28
  6. Judas 1:9
  7. Dominique Valbelle, p.2026 du Dictionnaire de l'Antiquité, éditions PUF 2005 ,ISBN 9782130589853
  8. Amarna es el nombre actual de la capital fundada por Akenatón, llamada Ajetatón.
  9. Joseph Campbell: Transformations of myth through time (pág. 87-90). Harper & Row.
  10. Silberman,Finkelstein (en inglés). La Biblia Desenterrada. ISBN 84-323-1124-3. 
  11. Alvarez Valdés, Ariel (2008). «¿Un exodo israelita de Egipto?». Amigos de la Egiptologia. //www.egiptologia.com/. 

Enlaces externos



Predecesor:
fundador
Guía del pueblo de IsraelSucesor:
Josué




San Moisés, santo del AT
fecha: 4 de septiembre
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Memoria de san Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la Ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión.

Moisés está, qué duda cabe, entre los más grandes personajes bíblicos; su figura es polifacética e inclasificable para la propia Biblia: fundador religioso, libertador, profeta, legislador, es difícil encontrar una de estas categorías que lo tengan con mayor presencia que las otras. Sin embargo, al menos para cierta tradición bíblica, la frase que posiblemente mejor define a Moisés, y que se repite como un estribillo en varios textos es «siervo de Yahvé». Y es que Moisés es eso: alguien que ha estado a disposición completa de Dios, incluso cuando no veía clara su misión, o cuando se le presentaban dudas y vacilaciones. Si desde el punto de vista humano puede hablarse de un genio religioso que ha creado una obra imperecedera, no es menos cierto que nunca se atribuye a sí ninguna clase de mérito en esa creación, sino sólo el repetir aquello que percibía como dicho por el propio Dios.
«No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé trataba cara a cara» (Dt 34,10) Con estas bellas palabras Deuteronomio borda el epitafio de Moisés. Pero esas mismas palabras nos tienen que advertir que lo que leemos sobre Moisés en la Biblia está teñido de la grandilocuencia propia de la leyenda y de la saga heroica. No hay sobre Moisés fuentes biográficas contemporáneas, ni directas ni indirectas, ni dentro ni fuera de la Biblia. Todo lo que leemos sobre él proviene de la Biblia, que, desde el punto de vista histórico, es un documento muy posterior al personaje, y donde esa posterioridad implica además, como ya he señalado, la conversión del personaje en «héroe». La Biblia es la mejor fuente para entender el significado que tiene Moisés para nuestra fe, pero no es la mejor fuente a la hora de enterarnos en concreto cómo nació, cómo vivió y cómo murió aquel hombre; esos datos elementales hay que más bien entresacarlos del texto por la fuerza, y no sin grandes dosis de hipótesis e imaginación.

Orígenes de Moisés


Comencemos por la época en que vivió: es muy difícil precisar una fecha. Su vida está ligada al éxodo, y este acontecimiento fundacional parece claramente situado en un momento del tiempo, a tenor de Ex 1,11, en la época de Ramsés II, que gobernó entre 1279 y 1213; sin embargo, la descripción del cambio de situación súbita de los semitas en Egipto, de pasar de tener un primer ministro de su raza a ser perseguidos y esclavizados parece corresponder más bien a los inicios del Imperio Nuevo, hacia el 1550, esto conciliaría muy bien con la afirmación de 1Reyes 6,1 de que Salomón comenzó la construcción del templo 480 años después de la salida de Egipto; la idea, en cambio, de un monoteísmo perseguido puede sugerir el fin de la Dinastía XVIII, luego de la revolución «monoteísta» de Akhenaton, es decir, finales del siglo XIV. La fecha comúnmente más aceptada es la primera, la que hace coincidir el éxodo (y por tanto la vida de Moisés) con los mediados del siglo XIII, sin dejar de señalar que es posible que el relato del éxodo, sobre todo el rápido pantallazo sobre la «esclavitud en Egipto» de Ex 1, incorpore recuerdos históricos muy vagos, que quizás remitan a varios siglos, y no al término estricto de la vida de Moisés.
Una nueva imprecisión nos encontramos en relación a la raza de Moisés, ¿es Moisés un israelita? Una pregunta que parece fuera de lugar... sin embargo, la caracterización de lo que debe ser llamado «israelita» en tiempos de Moisés es extremadamente difícil. En la conocida «estela de Merenptah», se encuentra la primera mención egipcia que tenemos de los israelitas; este faraón, hijo del ya mencionado Ramsés II, y que gobernó entre 1213 y 1203, es decir, en sincronía con la fecha probable del éxodo, declara algo sorprendente: «Israel está derribado y yermo, no tiene semilla» (es decir que no existe más) ¡Y nosotros que consideramos que con el éxodo más bien nace que desaparece Israel! Hay que aclarar sobre esta estela, de todos modos, que la mención de Israel es conjetural, y que los faraones eran, además, bastante fanfarrones, por lo que si el relato del éxodo no puede ser tomado al pie de la letra, tampoco la estela mencionada. Pero esto nos debe servir para darnos cuenta que lo que para nosotros es tan lógico: Israel estaba esclavo en Egipto, Moisés era un israelita con una posición privilegiada en el palacio del Faraón, y fue a sus hermanos y los liberó, e Israel pasó a ocupar la tierra de sus antepasados, aunque pueda ser un esquema histórico suficiente para formular los rasgos esenciales de la fe bíblica, no satisface en absoluto ni los datos disponibles, ni la complejidad de la historia que subyace al Éxodo y al propio Moisés.
Durante estos capítulos del Éxodo se utilizan dos términos que para nosotros son indistintos: se habla de los «israelitas» y de los «hebreos», y la costumbre, unida a la escasa lectura de detalle, nos puede hacer pensar que son exactamente sinónimos, y no es así en absoluto. Si en una concordancia bíblica del AT ponemos la palabra "hebre" (para que abarque masculino y femenino, singular y plural), nos encontraremos con que hay una concentración del uso en Génesis y Éxodo, y luego prácticamente desaparece, para reaparecer sólo en textos que pretenden precisamente ser arcaizantes, imitar el uso antiguo (como Jonás 1,9). Pero aun en esa concentración de Génesis y Éxodo debe notarse algo muy importante: sólo se usa el termino «hebreo», con cierto dejo peyorativo, cuando un extranjero que desconoce a Israel habla de ellos, o cuando un israelita se quiere dar a conocer ante un extranjero. En realidad no se sabe exactamente el significado de esa palabra, parece que proviene de una palabra semítica que designaba, muchos siglos antes de la «esclavitud» de Israel en Egipto, a unos invasores cananeos en Egipto, los «habiru»; la palabra parece que pasó al lenguaje corriente con un valor marcadamente negativo, para designar no sólo a las tribus semitas indiferenciadas, sino a cualquier género de bandoleros, incluyendo bandoleros que fueran egipcios. En época del éxodo, la palabra «hebreo» es posible que sólo significara, para el egipcio corriente, una persona de mal vivir. Por eso hay que tener cuidado cuando nos imaginamos que en Egipto vivía una n cantidad de personas israelitas, con su pasaporte en regla y lamentable e injustamente esclavizados... posiblemente en época del éxodo no haya existido más Israel que una tribu díscola de los confines de Egipto -aquellos a los que Merenptah se jacta de haber vencido-; los componentes del futuro Israel, mientras tanto, del Israel creado por Moisés, y que aun no existía, eran semitas de muchos orígenes distintos, incluso algunos de ellos quizás marginados egipcios, que tenían en común ser todos ellos «hebreos», algo así como despojos de la sociedad egipcia.

Relación con Egipto


Y Moisés, mientras tanto, más y más se nos escurre. Es muy difícil, sino imposible, trazar su origen y su pertenencia hebrea a la luz de los datos de los que disponemos. La Biblia recuerda sobre él dos cosas, bastante contradictorias entre sí: que perteneció al palacio del faraón, y que tuvo que huir y pasar a la marginalidad. Pero para hablarnos de estos dos hechos no se nos dan datos demasiado sólidos. Se nos dice que tuvo que huir por haber matado a un egipcio (Ex 2,11ss), pero parece una motivación un poco traída de los pelos: si Moisés pertenecía al palacio de Faraón (nada menos que hijo adoptivo de una de las princesas) es poco probable que tuviera demasiada importancia que matara uno o un par de soldados, así fueran egipcios... ciertamente que en Egipto no regían nuestras actuales constituciones «igualitarias», ¿quién le iba a pedir cuentas de la vida de un soldado a un miembro de Palacio?. El libro redobla la apuesta: es el propio Faraón quien lo busca para matarlo (Ex 2,15). Podemos pensar que con esto se supo que era hebreo y por tanto apareció la motivación para matarlo, pero debemos notar que en realidad nos movemos en círculo: «hebreo», como hemos visto, designaba al marginal, así que lo más correcto es afirmar que Moisés es hebreo porque lo persiguen, no que lo persiguen porque es hebreo... lástima que eso nos deja sin saber por qué, en realidad, lo persiguen. Sólo como hipótesis, aplicando una gran dosis de imaginación, y a la vista del desarrollo posterior de la historia, me animaría a decir que Moisés, miembro de Palacio, mostró en algún momento alguna tendencia religiosa que podía sonar revolucionaria y herética, y eso motivó su huída a Madián -quizás en la forma de un «retiro», que ayudó a reforzar sus ideas- vuelto de lo cual tenía ya todo un programa para confrontar con Faraón.
Quien piense que esto es demasiada hipótesis, debe tener presente que un monoteísmo de tipo igualitarista, y por lo tanto herético para la religión egipcia oficial, se había intentado en Egipto 100 años antes, y había terminado en el baño de sangre de una guerra civil, así que suponer que Moisés, por conocimiento de alguna tradición histórica o como fruto de su sensibilidad personal, hubiera desarrollado alguna tendencia de esa clase , que motivara tener que huir de palacio, no es nada fuera del contexto del momento histórico en el que vivió, y explica bastante bien por qué, si lo perseguía Faraón, luego aparece dialogando con él con la libertad con que lo hace al hablar en nombre de los «hebreos»

¿Pero qué hace Moisés en palacio? Eso sí que no lo sabemos en absoluto. La Biblia presenta sobre su nacimiento una historia enteramente convencional, que conocemos por el nacimiento de muchos héroes: el hijo de reyes que pasa por hijo de campesinos, o viceversa. Relato típico (nacimiento de Sargón, de Edipo, de Rómulo y Remo, etc etc etc...), que sólo pretende informarnos del significado del personaje y no implica ninguna clase de conocimiento histórico sobre los orígenes concretos de Moisés. Del momento en que caracterizamos a los «hebreos» no como un pueblo sino como un grupo sociológico, hablar de que «pertenecía a los hebreos y fue acogido por egipcios» cae por su base. De hecho, aunque la Biblia recurre a una etimología popular para explicar el nombre «Moisés» relacionándolo con el verbo mashah, «sacar», lo más probable y aceptado por la inmensa mayoría de especialistas es que el nombre Moisés es una palabra egipcia, la misma que podemos encontrar en nombres teofóricos, como RaMSeS o TutMoSiS. Semejante a la partícula española «ez» en «Pérez», «González», etc, «mss» significa «nacido de...», y supone adelante un nombre divino (como en el ejemplo de Ramses, «nacido de Ra»). ¡Sólo que a Moisés le falta el nombre divino adelante! Quizás -nuevamente una hipótesis, pero que encaja bien con los datos- el propio Moisés rechazó su nombre completo egipcio en cuanto comprendió que su misión estaba del lado de un Dios que no era como los dioses de los egipcios, un Dios cuyo Nombre está más allá de todo nombre, como se enseña en Éxodo 3,14.
Como se verá, cada palabra con la que nos acercamos al personaje abre más y más el fascinante panorama de preguntas y cuestiones que Moisés nos plantea. Como resumen, necesario pero no conclusivo, de esta importante cuestión del origen de Moisés podríamos decir lo siguiente:
-aunque estamos en completa ignorancia de los orígenes concretos, carnales, de Moisés, podemos entrever en las cuestiones que subyacen al texto bíblico, que la misión religiosa de Moisés fue decisiva para toda su vida, y determinó su relación con Egipto desde el principio. No llegó a ella de casualidad y por accidente, sino que esa motivación religiosa condujo desde la elección de su nombre hasta la etapa de Madián y la vuelta a la corte.
-No hay contradicción entre el dato histórico hipotético de un Moisés originario del palacio del Faraón que pierde, por sus ideas religiosas, su raíz en la corte y se «convierte» a los excluidos de Egipto, a los hebreos, y con ellos inicia esta gesta de crear un pueblo de y para Dios, misteriosamente guiado por Dios mismo; no hay contradicción, decía, entre esa imagen histórica, y la imagen teológica que da la Biblia, donde Moisés aparece como un «israelita de la tribu de Leví», categorías todas que son posteriores y sirven más bien para situar los orígenes de Moisés en el conjunto de lo que estos hebreos llegaron realmente a ser: un pueblo nuevo.

El exilio en Madián


El siguiente aspecto que se nos muestra sobre Moisés es su estancia en Madián. Como hemos visto, la motivación de la huida por razones policiales es poco sólida, así que habrá que pensar que esa huida tiene razones de otra clase, lo que en nuestra hipótesis son razones político-religiosas: huye en nombre de... y a la vez busca a ese Dios que lo enfrenta a sus orígenes. En Madián, nos dice la tradición bíblica, Dios se le revela como Yahvé, y le da la misión de liberar a su pueblo esclavo en Egipto. Este relato, que ocupa el capítulo 3 del Éxodo, es teológico en extremo, y centro y eje de la revelación bíblica. Los detalles históricos que subyacen a él ya se han perdido, pero nos queda cierta filigrana que nos orienta: se dice de Jetró, el suegro madianita de Moisés (quien recibe además otros nombres), que era sacerdote; se dice que moraban cerca de la montaña de Dios, esto es, en Horeb o Sinaí (el doble nombre responde a una doble tradición narrativa). La localización concreta del monte no es del todo segura, pero no cabe duda que estamos hablando de las fronteras exteriores de Egipto, un lugar apto para el intercambio, para el refugio de los marginales, y también para una experiencia religiosa por fuera de la «religión oficial». la palabra «Yah», una de las partículas que forma el nombre bíblico de Dios, Yahvé, estaba, según parece, en uso entre los clanes madianitas como nombre divino, por lo que da la impresión de que la tradición histórica subyacente al relato de revelación, que lo vincula al Sinaí y a los madianitas, ha conservado aquí un recuerdo genuino.
De todos modos, qué significa en concreto el nombre «Yahvé» para Moisés es muy difícil decirlo, la expresión misma «Soy el que soy» de Éxodo 3,14, apenas si consigue muy pálidamente hacer asomar, en nuestro idioma, la hondura de la expresión hebrea. Más allá del significado de las palabras nudas, evidentemente el nombre Yahvé representó para Moisés la concreción del Dios en nombre del cual había huido de Egipto: por fin ponía nombre a la experiencia que le había hecho rechazar los dioses de sus padres y buscar una realidad que lo convertía en un marginal, en un hebreo. A este respecto, hay un detalle interesante en la historia de Moisés entre los madianitas: cuando nace el hijo de Moisés él le pone Gersom, que significa «Soy forastero»; el contexto lo explica con claridad: efectivamente Moisés es extranjero entre esos madianitas... pero también es más extranjero de lo que el contexto sugiere: Moisés, a quien la hija de Jetró describe como «un egipcio (que) nos libró de las manos de los pastores, y además sacó agua para nosotras y abrevó el rebaño» (2,19), es egipcio para los madianitas, pero hebreo para los egipcios, y un perfecto desconocido, un don nadie, para los hebreos... un extranjero de todos, sólo conocido de Yahvé.

La figura de Aarón


A este extranjero de todos se le une en el capítulo 4 un hermano del que nada sabíamos hasta ahora: Aarón. Aparece en la historia desde la nada, como si fuera de lo más natural tener un hermano locuaz que aparece cuando uno más lo necesita. ¿Es hermano carnal de Moisés? es dudoso; más bien parece que el relator aprovecha un giro de la historia: Moisés dice a Jetró: «Con tu permiso, me vuelvo a ver a mis hermanos de Egipto...» (4,18), donde «hermanos» es sólo la metáfora para referirse a su pueblo, los suyos, y pocos versículos más abajo le aparece el hermano concreto (4,27). Dado que Moisés le habla a Aarón y Aarón lo transmite a los ancianos del pueblo (4,29-30), es perfectamente posible pensar que Moisés y los «israelitas», es decir, ese pueblo llano y marginal al que la misión de Moisés se dirige, no hablan el mismo idioma, o el mismo lenguaje. Aarón habría cumplido esa misión de enlace entre el egipcio cultivado, Moisés, portador de un mensaje de liberación... expresado en categorías extrañas y en parte ininteligibles, y el pueblo llano que hablaría, como siempre lo ha hecho el pueblo llano, el lenguaje del milagro y el prodigio, del «signo», como el propio relato lo indica (4,31). Poco a poco Moisés fue aprendiendo a hablar directamente con ese pueblo, y si bien Aarón no desapareció, parece que su misión se transformó, de traductor (profeta) de Moisés pasó a ser organizador del sacerdocio, y en parte también (a juzgar por el episodio del becerro de oro) rival.

El éxodo


De la huída de Egipto no hay nada histórico concreto que podamos sacar: el relato está interesado en los aspectos teológicos, y arrasa con todo lo demás. De hecho los israelitas tienen como excusa salir de Egipto a celebrar una fiesta, presumiblemente la Pascua... pero la Pascua será la fiesta que conmemore la salida de Egipto... nuevo círculo que nos muestra que los relatos no fueron hechos para satisfacer nuestros criterios históricos, sino para transmitir poética y litúrgicamente los valores esenciales del pueblo bíblico: el dominio de Yahvé en la historia, la voluntad salvífica de los más débiles a pesar de que parece «olvidarse» de su pueblo cada tanto, el rechazo de Dios a quienes creen ser poderosos, etc... todas verdades hondas para meditar, pero que poco nos dicen de cómo sucedieron en concreto las cosas. Buscarle equivalentes naturalistas a los relatos del éxodo para hacerlos potables a la mentalidad secularista nuestra es hacer trampa a la Biblia y perder de vista su significado profundo: si hay o no un fenómeno natural que hace que las aguas del Mar de las Cañas se abran cada tanto es completamente indiferente para el relato de la Biblia, lo que allí narra del cruce del Mar Rojo es un prodigio de Yahvé. Qué ocurrió «fenoménicamente» no lo sabremos nunca en esta vida, pero seguirá siendo cierto que en ese cruce prodigioso un pueblo que no existía pasó a existir, y que todo Israel estaba allí, porque llamamos Israel a eso que Moisés creó, con el poder de Yahvé, en medio del desierto. ¿Cuántos eran? posiblemente unos pocos, ¿cuántos se habrán animado a desafiar a los capataces egipcios y seguir a un loco que en nombre de un Dios de nombre incierto les ofrecía una tierra prometida? pero a la vez la metáfora bíblica lo dice: todo Israel esta allí. Como señala el historiador Bright: si pusiéramos en fila de cuatro en fondo todo el Israel que menciona el Éxodo, el último estaría saliendo de Egipto cuando el primero hubiera llegado a la tierra prometida. Las cifras del éxodo son artificiales, porque son simbólicas y teológicas, hablan de que todos los que Yahvé salvaba, el lector de este artículo y yo también, ya estábamos allí.
Y es así, en el desierto, como nos enfrentamos con la misión fundamental de Moisés: el legislador. ¿Dio Moisés un código concreto de vida a los israelitas en el desierto? Si dio un código detallado, se perdió en el camino, porque la legislación mosaica que transmiten los libros de la Ley -mezcla de leyes de vida social, culto, economía, etc.- no se remontan a la época de Moisés, posiblemente no se remontan mucho más allá del exilio babilónico. Israel elaboró gran parte de sus leyes históricas 600 o 700 años después de Moisés, en contacto con la civilización babilónica y como precipitado y resumen de su rica experiencia de vida. Pero por otro lado es cierto que esas leyes que israel fue descubriendo y formulando a lo largo de su historia provienen de alguna manera de la dirección inequívoca que les imprimió Moisés. Y en ese sentido Moisés dio realmente la Torah, la Ley en un sentido profundo; no las leyes particulares y concretas, que aunque la tradición religiosa se empeña en describirlas como inmutables, van variando de hecho todo el tiempo, adaptándose a cada época, sino la orientación fundamental de esas leyes, su significado profundo, aquello que ninguna ley particular puede dejar de decir si realmente será bíblica. Podriamos decir que esa Ley que Moisés grabó a fuego en el pueblo de Israel, y que no ha sido derogada por Jesús, sino al contrario, llevada a plenitud, se resume en una única: la pertenencia de esos hombres a Dios. Con razón el Deuteronomio pone en boca del gran legislador esta bella frase:
«Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo, pero a vosotros os tomó Yahveh y os sacó del horno de hierro, de Egipto, para que fueseis el pueblo de su heredad, como lo sois hoy.» (Dt 4,19-20).
Toda ley en la Biblia surge de ello, incluso la más grande todas las leyes, la ley del amor, que Jesús señala como quintaesencia de toda la ley divina, se desprende de la pertenencia de esos hombres concretos a ese Dios concreto. Aunque sepamos tan poco de la historia de Moisés, eso sólo lo hace tan grande como efectivamente fue: el haber puesto al pueblo de Yahvé en la firme dirección de su esencia, la pertenencia exclusiva e irrevocable a Dios.
Cumplida esa misión, aunque su estela no desaparece nunca, su persona sí lo hace. Moisés muere a lo 120 años, nos dice la Biblia. Cifra enteramente artificial y simbólica. pensemos que si el éxodo duró 40 años y él murió el día que termina el éxodo, eso supondría que comenzó semejante gesta a los 80 años... no sólo suena bastante poco probable, sino que la cifra de 120 es simplemente un clásico convencional para fijar la cantidad de vida de un héroe, y no tiene más historicidad que otras convenciones de la cultura bíblica. Fue un heroe, eso dice la cifra, y de eso no tenemos duda. Moisés no fue un lider militar ni un organizador institucional de la religión (aunque la Biblia retroproyecte en él y en Aarón toda la organización del culto), fue sobre todo el legislador de Israel, el que sacó a luz su esencia y la puso a rodar en la historia. No pisa la tierra prometida, y podemos encontrar algo de simbólico en ello: quien pisa la tierra necesariamente entra en compromisos con la historia, y Moisés no es hombre de compromisos sino de absoluto, de esencia. Su tarea es a todo o nada, y debía morir antes de que ese todo o nada se convirtiera en lo que necesariamente fue y es: la historia concreta de un pueblo que nunca termina de ser del todo de Dios, pero tampoco nunca termina de alejarse, sino que se mantiene a tientas, tras su Dios, y empujado por él.

Aunque largo, este artículo resulta necesariamente breve y esquemático para acercarse a un mínimo análisis de la figura de Moisés; cada relato, y en especial el de la revelación del Nombre, debería ser desmenuzado en páginas y páginas para poder sacarles mejor el jugo. Cualquier introducción al Antiguo Testamento y por supuesto cualquier historia de Israel se ocupa de la figura de Moisés más o menos extensamente. Para las tradiciones bíblicas sobre el personaje y el modo como se lo puede situar histórico-críticamente, ver Comentario Bíblico San Jerónimo, tomo I, introducción al Éxodo; sobre el sentido de las narracioens del Éxodo, muy recomendable, aunque difícil de hallar, «De la servidumbre al servicio», de Auzou; la Biblia del Peregrino, del P. Alonso Schökel ofrece sin duda de las mejores sugerencias sobre las narraciones, en especial sobre la del nacimiento. Un poco de novela: «Sinuhé el egipcio» (no la película, que es de lo peor que ha logrado hacer el cine, sino la novela), del teólogo y novelista finlandés Mika Waltari, es una buena aproximación, en clave de relectura del personaje Moisés (con muchos agregados fantasiosos, ya que no es una historia sino una novela), a los vínculos de un monoteísmo liberador como el bíblico con ese período tremendo que fue el monoteísmo egipcio de Akhenaton. Con todos los límites de lo novelado, estoy convencido de que las relaciones entre un monoteísmo y otro son efectivamente muy estrechas. No deben descartarse por provenir de quien provienen los tres ensayos sobre Moisés de Freud, que están llenos de intuiciones interesantes. Sobre el Nombre de Dios puede leerse, sólo como aproximación, un artículo mío en las Publicaciones. Siempre valiosa, la Historia de Israel de John Bright, mencionada en el texto, contiene una interesante aproximación a la figura de Moisés.
la iconografía es inmensa, tanto la dedicada a su persona, como a las anécdotas bíblicas concretas, como el encuentro en las aguas, la hendidura de la roca, el maná, etc. He seleccionado tres «lecturas» de su figura y sobre todo de su rostro:
-Guido Reni, Moisés con als tablas de la Ley, c. 1624, Galleria Borghese, Roma
-Miguel Ángel, Moisés, 1515, San Pietro in Vincoli, Roma
-Matthias Grünewald, Moisés, c. 1511, Staatliche Museen, Berlín.




 

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