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jueves, 5 de septiembre de 2013

Despedida de Doña Esperanza Jorquera Cuevas Mi Mamita







                                                Esperanza del Carmen Jorquera Cuevas.


                                                                               1922 – 2013

Cuando el silencio del ocaso cerró tus

Ojos, los Ángeles junto con los Santos

Abrieron las puertas del cielo para

recibir una hija de Dios.

 

Gracias mamá por consagrar tu

Vida a tus a Jesús y María,

Con tu legado nos entregaste

Principios, valores éticos, morales

Y principalmente espirituales,

Los cuales nos fortalecen y

Llevaremos con mucho orgullo en

Nuestras familias, amigos y trabajos.

 

Nuestro amor por ti no tiene

Límites ni barreras, el que ama lo

Calla todo, perdona y olvida, más

Borra todo dolor y todas las

Lágrimas vertidas sólo por amor.

 

El recuerdo de un sentimiento puede

Durar una vida, el de nosotros,

Tus hijos, toda la eternidad.

 

Solo te decimos un hasta pronto

Y un próximo momento de

Nuestras vidas nos reuniremos

En el cielo Mamá………………………..

Se despiden tus hijos, nietos y bisnietos.


 



EUCARISTÍA DE

Exequias


 


De

 

   Esperanza del Carmen Jorquera Cuevas.

Sábado 31 de

Agosto.

2013.

 

 

En la huella de una Madre

 

Lema: Todo lo que soy y espero ser, se lo debo a mi santa madre. Jamás podrá ser pobre el hombre cuya madre sea una mujer de feAbraham Lincoln.

 

En la huella de una Madre

 

 celebración de las exequias:

De Doña Esperanza Jorquera Cuevas.

Mt 5, 1-12ª.

 

La señora Esperanza vuelve a la casa del Padre.

 

 (1922-20)

Domingo 21 de septiembre de 2007

(16.30 P.M.)

 

 

 

 

 

 

 

Preside:

Lugar: Melipilla

Ubicación: Iglesia Nuestra Señora de la Merced.

Ubicación: Pardo esquina con Merced.  

                                                  

Materiales

         Amplificación.

         Flores.

         Hostias

         Vino.

         Implementos litúrgicos.

        

 

ORDINARIO DE LA SANTA MISA DEL MISAL ROMANO.

 

CELEBRADA CON PARTICIPACIÓN DEL PUEBLO

 

Ritos iniciales

ANTÍFONA DE ENTRADA
DE PIE

Recibimos al sacerdote de pie, que se acerca al altar y lo besa. En el ara o altar hay reliquias de santos y representa el lugar donde se hacían los sacrificios. En el Antiguo Testamento se sacrificaban animales, pero desde la venida de Cristo, en el Nuevo Testamento, son incruentos. Si no se hubiera entonado canto alguno, se recita la antífona de entrada.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan.

- Amén.


 

Padre:________________________________________

En el Nombre del Padre X  

que ha creado el mundo por amor

y nos llama a amarlo y conocerlo,

 

En el Nombre del Hijo, X  

que nos ha restablecido en la paz con Dios,

y nos abre por la fe el acceso al mundo de la gracia,

 

En el Nombre del Espíritu SantoX  

que se nos regala,

y derrama El amor en nuestros corazones.

 

El pueblo responde:

 

Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


Todos se santiguan.
- Amén.

El Señor esté con ustedes.


O bien:


La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.


- Y con tu espíritu.

Si se está en Tiempo Pascual sería:


El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes.


- Y con tu espíritu.

El sacerdote lee la 'Antífona de entrada' de ese día.



 

4.            El sacerdote, el diácono, u otro ministro idóneo, puede hacer una mo­nición muy breve para introducir la misa del día.

Acto penitencial.


 

5.            A continuación se hace el Acto penitencial: El sacerdote invita a los fieles al arrepentimiento:

 

 

 

·      RITO PENITENCIAL.

 

ACTO PENITENCIAL
El sacerdote invita a los fieles al arrepentimiento:


Hermanos: Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados. 

 

O

 

El Señor Jesús,

que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía,

nos llama ahora a la conversión.

Reconozcamos, pues, que somos pecadores

he invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.


Tras un breve silencio, todos reconocen sus pecados con la oración:


Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.


Llevando la mano al pecho, dicen:


Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.


Luego prosiguen:


Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor.

El sacerdote concluye con la absolución:


Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

El pueblo responde:


- Amén.

KYRIE
6.       Siguen las invocaciones de desagravio que rezan alternadamente el sacerdote y los fieles:

 

Señor ten piedad.
- Señor ten piedad.
Cristo ten piedad.
- Cristo ten piedad.
Señor ten piedad.
- Señor ten piedad.

O bien:


Tú que has enviado a sanar los corazones afligidos:


Señor ten piedad.
- Señor ten piedad.


Tú que has venido a llamar a los pecadores:
Cristo ten piedad.
- Cristo ten piedad.


Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros:
Señor ten piedad.
- Señor ten piedad.


GLORIA


7
.-     A continuación, si la liturgia del día lo prescribe, se canta o se dice, Si es festivo, acto seguido todos rezan El Gloria:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre. Amén.



8.-        Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:

Oremos.

 

El sacerdote concluye con la siguiente plegaria:

 

Dios todopoderoso

tenga misericordia de nosotros,

perdone nuestros pecados

y nos lleve a la vida eterna.

 

El pueblo responde:

 

Amén.

 

 

        8       acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:

 

        Oración Colecta

 

        Y todos, juntos con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos.

       Después el sacerdote, con las  manos extendidas, dice la oración colecta.

        La colecta termina siempre con la conclusión larga:

 

El sacerdote reza a Dios en nombre de todos los fieles.

 

Oración de la Colecta del Día:

 

Oh Dios siempre dispuesto a la misericordia y al perdón. Escucha la oración que te dirigimos por tu hijo/a N. Esperanza Jorquera Cuevas, cuya fe sólo tú conociste. Acógelo en tu Reino para que goce contigo de la alegría eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,

y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

O

 

Dios todopoderoso y eterno,

Jesús se entregó voluntariamente a la muerte por nosotros;

concede en tu bondad a nuestra hermana N. Esperanza Jorquera Cuevas

participar con él en la admirable victoria de su Resurrección.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,

y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

O bien:

 

        Señor, que resumiste todos los mandamientos de la sagrada ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos que observando tus preceptos podamos alcanzar la Vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Amén.

 

 

O bien: Si la oración se dirige al Padre.

 

                Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
         Que vive y reina contigo
         En la unidad del Espíritu Santo y es Dios
         Por los siglos de los siglos
 
Amén.
 

 

O bien: Si la oración se dirige al Padre, pero al final de ella se menciona al Hijo.

 
                Él que vive y reina contigo
         En la unidad del Espíritu Santo y es Dios
         Por los siglos de los siglos.
 
Amén.
 
 

                

O bien: Si la oración se dirige al Hijo:

 

Tú que vives y reinas con el Padre

En la unidad del Espíritu Santo y eres Dios

Por los siglos de los siglos.

 

        Al final de la oración el pueblo aclama:

        Amén

 

 

 

 

Segunda parte.

 

Liturgia de la Palabra.

 

PRIMERA LECTURA.

 

9.      El lector va al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.

   

                                                                  La edad madura, una vida intachable.

 

Lectura del libro de la Sabiduría                   4, 7 - 15(____________________)

 

7 El justo, aunque tenga un fin prematuro, gozará del reposo.

8 La vejez honorable no consiste en vivir mucho tiempo ni se mide por el número de años:

9 los cabellos blancos del hombre son la prudencia, y la edad madura, una vida intachable.

10 Porque se hizo agradable a Dios, el justo fue amado por él, y como vivía entre los pecadores, fue trasladado de este mundo.

11 Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia ni el engaño sedujera su alma.

12 Porque el atractivo del mal oscurece el bien y el torbellino de la pasión altera una mente sin malicia.

13 Llegado a la perfección en poco tiempo, alcanzó la plenitud de una larga vida.

14 Su alma era agradable al Señor, por eso, él se apresuró a sacarlo de en medio de la maldad. La gente ve esto y no lo comprende; ni siquiera se les pasa por la mente

15 que los elegidos del Señor encuentran gracia y misericordia, y que él interviene en favor de sus santos.

 

                                                                                Al terminar, el lector dice: ¡Palabra de Dios!

 

Todos respondemos: ¡Te alabamos Señor!

 

 

10.-   SALMO RESPONSORIAL

El Salmista o el cantor proclama el salmo, y el pueblo intercala la respuesta, a no ser que el salmo se diga seguido sin estribillo del pueblo.

 

Salmo  (_______________________)

 

 

Lector:      

Respondamos a esta lectura con el Salmo 26:

 

SALMO 26

R/.El Señor es mi luz y mi salvación.

1 De David.

El Señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es el baluarte de mi vida,

¿ante quién temblaré?

R/.El Señor es mi luz y mi salvación.

4 Una sola cosa he pedido al Señor,

y esto es lo que quiero:

vivir en la Casa del Señor

todos los días de mi vida,

para gozar de la dulzura del Señor

y contemplar su Templo.

R/.El Señor es mi luz y mi salvación.

7 ¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,

apiádate de mí y respóndeme!

Yo busco tu rostro, Señor,

9 no lo apartes de mí.

R/.El Señor es mi luz y mi salvación.

13 Yo creo que contemplaré la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.

14 Espera en el Señor y sé fuerte;

ten valor y espera en el Señor.

R/.El Señor es mi luz y mi salvación.

 

11.- Si hay segunda lectura, se lee en el Ambón, como la primera.

Para indicar el fin de la lectura, el lector dice:

 

Palabra de Dios.

Todos aclaman:

Te alabamos, Señor.

 

SEGUNDA LECTURA CARTA DEL APÒSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANO DE CORINTO.

SEGUNDA LECTURA 4, 14 --- 5,1                       (_______________________)

 

Hermanos:

Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes.

15 Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.

16 Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día.

17 Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida.

18 Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.

1 Nosotros sabemos, en efecto, que si esta tienda de campaña –nuestra morada terrenal– es destruida, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.

 

                                                                                Al terminar, el lector dice: ¡Palabra de Dios!

 

Todos respondemos: ¡Te alabamos Señor!

 

 

 

Aleluya

12.-      Sigue el Aleluya o, en tiempo de cuaresma, el canto antes del evangelio.

Evangelio.

13.-      Mientras tanto, si se usa incienso, el sacerdote lo pone en el incensario.

Después el diácono (o el concelebrante que ha de proclamar el evangelio, en la misa presidida por el obispo), inclinado ante el sacerdote, pide la bendición, diciendo en voz baja.

Padre dame tu bendición.

El sacerdote en voz baja dice:

El Señor esté en tu corazón y en tus labios,

Para que anuncies dignamente su Evangelio;

En el nombre del Padre, y del HijoX,

Y del Espíritu Santo.

El diácono o el celebrante responde:

Amén.

____________________________________________________________________________________________________________________

Si el mismo sacerdote debe proclamar el evangelio; inclinado ante el altar, dice en secreto:

Purifica mi corazón y mis labios,

Dios todopoderoso,

Para que anuncie dignamente tu Evangelio.

_______________________________________________________________________________

14.-      Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, acompañado eventualmente por los ministros que llevan el incienso y los cirios; ya en el ambón dice:

El Señor esté con vosotros

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote):

Lectura del santo Evangelio según san N.

Y mientras tanto hace la señal de la cruz X, sobre el libro y sobre su frente, labios y pecho.

El pueblo aclama:

Gloria a ti, Señor

El diácono (o el sacerdote), si se usa, incienso, inciensa el libro.

Luego proclama el Evangelio.

15         Acabado el evangelio, el diácono (o el sacerdote) dice:

Palabra del Señor.

Todos aclaman:

Gloria a ti, Señor Jesús.

_______________________________________________________________________________

Si la aclamación es cantada puede usarse otras respuestas de alabanza a Jesucristo, por ejemplo:

Tu palabra, Señor, es la verdad,

Y tu ley nuestra libertad.

O bien:

Tu palabra, Señor,

Es lámpara que alumbra nuestros pasos.

O bien:

Tu palabra, Señor

Permanece por los siglos.

_______________________________________________________________________________

Después el diácono lleva el libro al celebrante, y éste lo besa, diciendo en secreto:

Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

O bien el mismo diácono besa el libro, diciendo en secreto las mismas palabras.

 

EVANGELIO

 

Los deseos de vida para siempre, las ansias de felicidad del corazón humano no quedarán defraudadas. Son ya realidad gozosa en Cristo resucitado.

Los que escuchan la palabra del Señor y creen en El, poseen ya la vida eterna.

Acojamos con fe la promesa que Jesús nos hace hoy en el evangelio.

Mt. 5, 1 – 12ª

 

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños”. (Mt 11,25)

 

 

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo.

 

Capítulo 5

1 Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

2 Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

3 «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

4 Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

5 Felices los afligidos, porque serán consolados.

6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

7 Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

8 Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

9 Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

10 Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

11 Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

12 Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo.

 

Palabra del Señor.

R. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

 

 

 

HOMILÍA.

 

16.-      luego tiene lugar la homilía; ésta es obligatoria todos los domingos y fiestas de precepto y se recomienda en los restantes días.

 

+

Homilía para la celebración de las exequias:

De Doña Esperanza Jorquera.

Mt 5, 1-12ª.

 

La señora Esperanza vuelve a la casa del Padre.

 

                                                                Queridos hermanos y hermanas nuestra Madre solo está dormida su cuerpo yace aquí pero su alma ya está con Dios y mientras esté en nuestro corazón viva estará con nosotros al igual que nuestro padre Manuel.

 

Hoy celebramos una gran alegría, fiesta, gozo de alegría porque nuestra hermana Esperanza nació para el cielo allá la estaban esperando todos los que la amaban.

 

Habéis venido a acompañar a Nuestra hermana Esperanza Jorquera a su última morada. Nosotros la familia os lo agradece y os felicito por ello. Es un gesto de amistad, de estima, de respeto. Permitidme ver en ello también un gesto de fe. Vuestra presencia en nuestro Templo Parroquial en torno al féretro de Nuestra hermana Esperanza para mí el signo de la presencia de Dios cerca de cada uno de nosotros en nuestra muerte.

 

No habéis querido dejarlo (a) solo (a) en su partida. Esta reacción sencilla es para mí, repito, expresión de la fe; nosotros creemos que en la muerte no marchamos hacia lo terriblemente desconocido. Alguien está ahí para acogernos al final del camino de nuestra vida. Aunque el azar, la casualidad, tenga un lugar importante en el mundo y en nuestras existencias, nosotros no creemos que el azar sea la explicación última de la realidad. "Dios es Amor". Y el amor ha sido, es y será la explicación suprema de la vida. Al principio está Dios; un Dios Padre, que da la vida. Al final está también Dios; un Dios que acoge, un Dios que nos recibe en Él. Dios nos ha creado por amor y nos salva en Cristo también por amor. "Él nos amó primero y entregó a su Hijo por nosotros para que tengamos vida y la tengamos en abundancia".

 

·                                                      (La vida de Nuestra hermana Esperanza estuvo marcada por el amor a su familia, por su trabajo, por los esfuerzos para procurar lo necesario para los suyos en lo material y en lo espiritual, en la formación y educación de sus hijos. Una buena persona, con sus defectos, fruto de la condición humana (que yo desconozco), pero con un gran corazón que ha puesto de manifiesto también a lo largo de toda su existencia.)

 

Necesitamos personas que nos animen a tener menos miedo al dolor, al sufrimiento. Porque Nuestra hermana Esperanza tuvo un buen Maestro y supo tomar la Cruz y seguir al Señor. Y necesitamos personas que, como él (o ella), nos hagan cercanas la paz y la alegría de la fe, de su creencia en el buen Dios que dio su vida por nosotros. "Ánimo, soy yo, no tengáis miedo", le dijo también a Pedro cuando le invitó a seguirle caminando sobre las aguas".

 

"¿Vosotros también queréis marcharos?”... "¿Y adónde vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna". "Hombres de poca fe ¿Por qué dudáis?". No nos agobia incluso el que en algunos momentos no hayamos sido del todo fieles a nuestra vocación de cristianos. Recordemos juntos aquellas preguntas de Jesús, después de la Resurrección, al Apóstol Pedro: ¿Pedro, me amas más que éstos?... "Señor, Tú sabes que te quiero" Al final, somos juzgados por el amor.

 

Acercarse a las Bienaventuranzas produce siempre alguna inquietud porque parece imposible compartir, de obra, la claridad de Cristo al pronunciarlas con toda rotundidad. Por eso, resulta esperanzador escuchar al mismo tiempo que existe una multitud incontable de santos anónimos que, a pesar de ser como nosotros, débiles e inseguros, han logrado su túnica blanca del gozo de la presencia de Dios para siempre.

 

Las personas pobres de espíritu, que viven sencillamente y no corren angustiadas tras la riqueza, el poder y la gloria ni ponen el placer y el bienestar como metas supremas de la vida.

 

Las personas sufridas, no violentas, que tienen criterios cristianos y los mantienen, pero no los imponen a gritos ni con las armas porque saben que todos los seres humanos hemos nacido del mismo Padre Dios.

 

Las personas limpias de corazón y de mirada limpia que como no tienen doblez en sus vidas no creen que exista en la del prójimo. Que no se mueven por la envidia u orgullo. Y son fieles a su propia conciencia.

 

Las personas misericordiosas, dispuestas siempre a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, al juicio misericordioso.

 

Las personas que han llorado sin que las lágrimas hayan dejado rencores en su vida.

 

Las personas que tienen hambre y sed de justicia y que, por eso, no les gusta su mundo pero, como es el suyo, no lo odian sino que lo aman e intentan cambiarlo. Y trabajan voluntariamente por el bien de los demás.

 

¡Qué bien recoge el espíritu de las bienaventuranzas la hermosa oración de San Francisco de Asís!:

 

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Donde haya odio, que yo ponga amor.

Donde haya ofensa, que yo ponga perdón.

Donde haya discordia, que yo ponga unión.

Donde haya error, que yo ponga verdad

Donde haya duda, que yo ponga fe.

Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza.

Donde haya tiniebla, que yo ponga luz.

Donde haya tristeza, que yo ponga alegría

Haz que yo no busque tanto

El ser consolado como el consolar,

El ser comprendido como el comprender,

El ser amado como el amar.

Porque dando es como se recibe.

Olvidándose de si mismo

Es como se encuentra a sí mismo.

Perdonando es como se obtiene perdón.

Muriendo es como se resucita para la vida eterna.

 

Junto al dolor, elevamos nuestra acción de gracias por Nuestra hermana Esperanza ¡Cuánto no ha dejado ¡Cuánto le debemos!. Mucho de él (o de ella) ha quedado grabado en nuestras vidas Y permanecerá como huella imborrable. ¡Cuántas sonrisas compartidas a lo largo de la vida, más o menos prolongada! ¡Cuántas lágrimas derramadas por su ausencia!

 

Celebramos la victoria definitiva del amor, de la vida y de la misericordia de Dios. Porque la santidad se construye casi siempre sobre muchas cicatrices que se han tenido que curar, sobre ruinas, pequeñas o grandes, que ha habido que reparar.

 

Por eso no nos desanimamos: "Nuestro auxilio es el nombre del Señor".

 

·                                                      "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?. Estas palabras pronunciaron aquellos ángeles que anunciaron la Resurrección del Señor: "No está aquí Ha resucitado” "Si hemos muerto con Cristo, sabemos que también viviremos con Él”. "¿Por qué surgen dudas en vuestros corazón?... "Le reconocieron al partir el pan”.

 

"En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz para todo hombre" (San Juan).

 

Escucha, Señor, nuestra oración y escucha también todo aquello que nuestro corazón no sabe decir. Pronuncia sobre todos tu hijos tu palabra bendita, que redime y que libera. Haz que te recuerde sin cesar el nombre de todos los suyos, como lo hace tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Nuestra Madre solo está dormida.

 

 

 

 

17.- Acabada la homilía, si la liturgia del día lo prescribe, se hace la profesión de fe:

 

Credo in unum Deum

Patrem omnipotentem,

factorem cœli et terrae,

visibilium omnium et invisibilium;

et in unum Dominum Iesum Christum,

Filium Dei unigenitum,

et ex Patre natum ante omnia sæcula;

Deum de Deo, lumen de lumine,

Deum verum de Deo vero;

genitum, non factum,

consubstantialem Patri,

per quem omnia facta sunt:

qui propter nos homines

et propter nostram salutem descendit de cœlis,

et incarnatus est de Spiritu Sancto

ex Maria virgine,

et homo factus est:

crucifixus etiam pro nobis

sub Pontio Pilato,

passus,

et sepultus est:

et resurrexit tertia die

secundum Scripturas,

et ascendit in cœlum,

sedet ad dexteram Patris,

et iterum venturus est cum gloria

iudicare vivos et mortuos;

cuius regni non erit finis:

et in Spiritum Sanctum,

Dominum et vivificantem,

qui ex Patre Filioque procedit;

qui cum Patre et Filio

simul adoratur et conglorificatur;

qui locutus est per prophetas:

et unam sanctam catholicam

et apostolicam ecclesiam.

Confiteor unum baptisma

in remissionem peccatorum:

et expecto resurrectionem mortuorum

et vitam venturi sæculi.

Amen.

 

 

 

 

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra,

de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,

Hijo único de Dios,

nacido del Padre antes de todos los siglos:

Dios de Dios, Luz de Luz.

Dios verdadero de Dios verdadero,

engendrado, no creado,

de la misma naturaleza del Padre,

por quien todo fue hecho;

que por nosotros, los hombres,

y por nuestra salvación, bajó del cielo;

En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.

y por obra del Espíritu Santo

se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.

Y por nuestra causa fue crucificado

en tiempos de Poncio Pilato;

padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras,

y subió al cielo,

y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,

y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,

Señor y dador de vida,

que procede del Padre y del Hijo,

que con el Padre y el Hijo,

recibe una misma adoración y gloria,

y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,

que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

Confieso que hay un solo Bautismo

para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos

y la vida del mundo futuro.

Amén.

 

 

Credo:

Para utilidad de los fieles, en lugar del símbolo niceno – constantipolitano, la profesión de fe se puede hacer, especialmente en el tiempo de Cuaresma y en la Cincuentena pascual, con el siguiente símbolo llamado “de los apóstoles”

 

-acabada la homilía, si la liturgia del día lo prescribe, se hace la profesión de fe:

 

Creo en Dios Padre Todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo,

su único hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia

del Espíritu Santo.

Nació de Santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilatos,

fue crucificado, muerto y sepultado.

Descendió a los infiernos,

al tercer día Resucitó entre los muertos,

subió a los cielos, y está sentado a la derecha

de Dios Padre Todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar

a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

en la Santa Iglesia Católica,

la Comunión de los Santos,

el perdón de los pecados,

la Resurrección de la carne,

y la Vida Eterna.

Amén.

 

ORACION DE LOS FIELES.

 

18.-   Después se hace la plegaria universal u oración de los fieles, que se desarrolla de la siguiente forma:

 

Invitatorio.

 

El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.

 

Intenciones:

 

Las intenciones son propuestas por un diácono o, en su defecto, por un lector o por otra persona idónea.

 

El pueblo manifiesta su participación con una invocación u orando en silencio.

 

La sucesión de intenciones ordinariamente debe ser la siguiente:

a)      Por las necesidades de la Iglesia.

b)     Por los gobernantes y por la salvación del mundo entero.

c)      Por aquellos que se encuentran en necesidades particulares.

d)     Por la comunidad local.

 

Conclusión:

 

El sacerdote termina la plegaria común con una oración conclusiva.

 

 

Sacerdote:

 

Oremos a Dios nuestro Padre que es fuente de vida para todos. (Para vivos y muertos)

Al Padre, rico en misericordia, cuya generosidad se eleva infinitamente sobre nuestros criterios, dirijámosle humildemente nuestras peticiones.

 

 

 

 

1.            Por la Iglesia de Dios, para que con su testimonio de vida, enseñe a los hombres de hoy el mensaje de fe y esperanza en la victoria final. Roguemos al Señor.

2.            Señor Jesús, haz que nuestra hermana que ha pasado ya de este mundo a tu reino se alegre con júbilo eterno en tu presencia y se llene de gozo en la asamblea de los santos.

Roguemos al Señor.

3.            Por nuestro/a hermano/a - N. Esperanza Jorquera Cuevas  para que reciba la vida eterna prometida por Cristo.

Roguemos al Señor.

4.            Por los familiares y amigos de N. Esperanza Jorquera Cuevas Para que apoyados en la Palabra de Dios y en nuestra compañía, encuentren el consuelo que necesitan en estos momentos de dolor. Roguemos al Señor.

5.            Que tu bondad y tu misericordia la acompañe eternamente, y que habite en tu casa por años sin términos.

Roguemos al Señor.

6.            Por todos nosotros, para que nuestra fe en la Vida Eterna sea un estímulo constante para mejorar esta tierra.

Roguemos al Señor.

 

Conclusión

 

El sacerdote termina la plegaria común con una oración conclusiva.

 

   Escucha, Padre, nuestras peticiones  y ayúdanos a caminar por este mundo que pasa, confiando siempre en ti. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

 

Respondemos: Amén

 

 

 

 

LITURGIA EUCARÍSTICA.

 

Presentación de las ofrendas.

 

19.- Acabada la Liturgia de la palabra, los ministros colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el misal; mientras tanto puede ejecutarse un canto adecuado.

 

20.- Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la eucaristía, bien aportando otros dones para la necesidades de la Iglesia o de los pobres.

 

Presentación del pan y del vino.

 

21.- El sacerdote se acerca al altar, toma la patena con el pan y , manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice en secreto.

 

Bendito seas, Señor, Dios del universo,

Por este pan,

Fruto de la tierra y del trabajo del hombre,

Que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;

Él será para nosotros pan de vida.

 

 

Después deja la patena con el pan sobre el corporal.

 

Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar.

 

 

Bendito seas por siempre, Señor.

 

22.-El diácono, o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:

 

El agua unida al vino

Sea signo de nuestra participación en la vida divina

De quien ha querido compartir nuestra condición humana.

 

23.-Después el sacerdote toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:

 

Bendito seas, Señor, Dios del universo,

Por este vino,

Fruto de la vid y del trabajo del hombre,

Que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;

Él será para nosotros bebida de salvación.

 

Después deja el cáliz sobre el corporal.

 

Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:

 

Bendito sea por siempre, Señor.

 

A continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:

 

Acepta, Señor, nuestro corazón contrito

Y nuestro espíritu humilde;

Que éste sea hoy nuestro sacrificio

Y que sea agradable en tu presencia,

Señor, Dios nuestro.

 

24.- Y, si se juzga oportuno; inciensa las ofrendas y el altar. A continuación el diácono o un ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.

 

Lavabo.

 

25.- Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:

 

Lava del todo mi delito, Señor,

Limpia mi pecado.

 

Oración sobre las ofrendas:

 

Invitación:

 

26.-  Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice una de las siguientes fórmulas:

 

Orad hermanos,

Para que este sacrificio, mío y vuestro,

Sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.

 

O bien:

 

En el momento de ofrecer

El sacrificio de toda la Iglesia,

Oremos a Dios, Padre todopoderoso.

 

O bien:

 

Orad, hermanos,

Para que llevando al altar

Los gozos y las fatigas de cada día,

Nos dispongamos a ofrecer el sacrificio

Agradable a Dios, Padre todopodesroso.

 

El pueblo responde:

 

El Señor reciba de tus manos este sacrificio,

Para alabanza y gloria de su nombre,

Para nuestro bien

Y el de toda su santa Iglesia.

 

Oración

 

 

Prefacio Dominical

 

SANTO

 

Canto: Santo  Nº 9

 

 

 

 

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

 

31.    El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

 

Cuadro de texto: Cele- branteSanto eres en verdad, Padre,

 y con razón te alaban todas tus criaturas,

ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,

con la fuerza del Espíritu Santo,

das vida y santificas todo,

y congregas a tu pueblo sin cesar,

para que ofrezca en tu honor

un sacrificio sin mancha

desde donde sale el sol hasta el ocaso.

 

32.    Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

 

Cuadro de texto: Concele- 
brantes
Por eso, Padre, te suplicamos

que santifiques por el mismo Espíritu

estos dones que hemos separado para ti,

 

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjunta­mente, diciendo:

 

de manera que sean

Cuerpo y X Sangre de Jesucristo,

Hijo tuyo y Señor nuestro,

 

Junta las manos.

 

que nos mandó celebrar estos misterios.

 

33.    En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronun­ciarse con claridad, como lo requiere la naturaleza de éstas.

 

Porque él mismo,

la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan,

y dando gracias te bendijo,

lo partió

y lo dio a sus discípulos, diciendo:

 

Se inclina un poco.

 

Tomad y comed todos de él,

porque esto es mi Cuerpo,

que será entregado por vosotros.

 

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.

 

34.          Después prosigue:

 

Del mismo modo, acabada la cena,

 

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

 

tomó el cáliz,

dando gracias te bendijo,

y lo pasó a sus discípulos, diciendo:

 

Se inclina un poco.

Tomad y bebed todos de él,

porque éste es el cáliz de mi Sangre,

Sangre de la alianza nueva y eterna,

que será derramada por vosotros

y por todos los hombres

para el perdón de los pecados.

 

Haced esto en conmemoración mía.

 

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora

haciendo genuflexión.

 

35.       Luego dice una de las siguientes fórmulas:

 

1

 

Cuadro de texto: Cele-
brante
Éste es el Sacramento de nuestra fe.

 

 

Y el pueblo prosigue, aclamando:

 

Anunciamos tu muerte,

proclamamos tu resurrección.

¡Ven, Señor Jesús!

 

2

 

Aclamad el Misterio de la redención:

 

Y el pueblo prosigue, aclamando:

 

Cada vez que comemos de este pan

y bebemos de este cáliz,

anunciamos tu muerte, Señor,

hasta que vuelvas.

 

3

 

Cristo se entregó por nosotros.

 

Y el pueblo prosigue, aclamando:

 

Por tu cruz y resurrección

nos has salvado, Señor.

 

36.          Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

Cuadro de texto: Concele-
brante

Así, pues, Padre,

al celebrar ahora el memorial

de la pasión salvadora de tu Hijo,

de su admirable resurrección y ascensión al cielo,

mientras esperamos su venida gloriosa,

te ofrecemos, en esta acción de gracias,

el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,

y reconoce en ella la Víctima

por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,

para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo

y llenos de su Espíritu Santo,

formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

 

Canto: Cantar En ti Señor hemos puesto nuestra fe entre Plegaria Eucarística

 

Cuadro de texto: Concele-
brante
primero
Que él nos transforme en ofrenda permanente,

para que gocemos de tu heredad

junto con tus elegidos:

con María, la Virgen Madre de Dios,

los apóstoles y los mártires,

[san N.: santo del día o patrono]

y todos los santos, por cuya intercesión

confiamos obtener siempre tu ayuda.

 

 

Canto: Cantar En ti Señor hemos puesto nuestra fe entre Plegaria Eucarística

Cuadro de texto: Concele-
brante segundo
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación


traiga la paz y la salvación al mundo entero.

Confirma en la fe y en la caridad

a tu Iglesia, peregrina en la tierra:

a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N.,

 

Puede hacerse también mención de los Obispos coadjutores o auxiliares y, en las concelebraciones, del Obispo que preside la celebración.

 

 

El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:

a mí, indigno siervo tuyo,

 

Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:

 

a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N.,

a mí, indigno siervo tuyo,

 

 

al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,

y a todo el pueblo redimido por ti.

 

Atiende los deseos y súplicas de esta familia

que has congregado en tu presencia.

Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,

a todos tus hijos dispersos por el mundo.

 

Canto: Cantar En ti Señor hemos puesto nuestra fe entre Plegaria Eucarística

 

A nuestros hermanos difuntos

y a cuantos murieron en tu amistad

recíbelos en tu reino,

donde esperamos gozar todos juntos

de la plenitud eterna de tu gloria,

 

Junta las manos.

 

por Cristo, Señor nuestro,

por quien concedes al mundo todos los bienes.

 

37.    Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

 

Cuadro de texto: Cele- 
brante 
o 
concele- 
brantes
Por Cristo, con él y en él,

a ti, Dios Padre omnipotente,

en la unidad del Espíritu Santo,

todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

 

 

El pueblo aclama:

 

Amén.

 

Después sigue el rito de la comunión.

 

 

RITO DE LA COMUNIÓN.

 

38.          Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:

 

Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,

signo de reconciliación

y vínculo de unión fraterna,

oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

 

Animador:

  Unamos nuestras manos para formar una sola gran familia

 

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

 

(Padre Nuestro cantado)

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. 

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

 

39.          El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:

 

Líbranos de todos los males, Señor,

y concédenos la paz en nuestros días,

 

para que, ayudados por tu misericordia,

vivamos siempre libres de pecado

y protegidos de toda perturbación,

mientras esperamos la gloriosa venida

de nuestro Salvador Jesucristo.

 

Junta las manos.

 

El pueblo concluye la oración, aclamando:

 

Tuyo es el reino,

tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

 

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:

 

Señor Jesucristo,

que dijiste a tus apóstoles:

«La paz os dejo, mi paz os doy»,

no tengas en cuenta nuestros pecados,

 

sino la fe de tu Iglesia

y, conforme a tu palabra,

concédele la paz y la unidad.

 

Junta las manos.

 

Tú que vives y reinas

por los siglos de los siglos.

 

El pueblo responde:

 

Amén.

 

(Se posterga el Saludo de la Paz para el final de la Eucaristía)

 

40.          El sacerdote, extendiendo y juntando las manos, añade:

 

La paz del Señor esté siempre con vosotros.

 

El pueblo responde:

 

Y con tu espíritu.

41.          Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:

 

En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,

daos la paz como signo de reconciliación.

 

Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz.

El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.

 

42.          Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:

 

El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,

unidos en este cáliz,

sean para nosotros alimento de vida eterna.

 

43.          Mientras tanto se canta o se dice:

 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

danos la paz.

 

Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse va­rias veces.  La última vez se dice: danos la paz.

 

 

44.          A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto una de las dos oraciones siguientes:

 

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,

que por voluntad del Padre,

cooperando el Espíritu Santo,

diste con tu muerte la vida al mundo,

líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,

de todas mis culpas y de todo mal.

Concédeme cumplir siempre tus mandamientos

y jamás permitas que me separe de ti.

 

45.          El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sostenién­dolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:

 

Éste es el Cordero de Dios,

que quita el pecado del mundo.

Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade:

 

Señor, no soy digno

de que entres en mi casa,

pero una palabra tuya

bastará para sanarme.

 

46.          El sacerdote dice en secreto:

 

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.

 

Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.

Después toma el cáliz y dice en secreto:

La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

 

Y bebe reverentemente la sangre de Cristo.

 

Animador:

  Jesús se nos da como alimento y remedio saludable. Disponemos todo nuestro ser para acoger a Cristo que nos ha concedido la gracia de ser trabajadores de su viña en medio del mundo

 

47.          Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:

 

El Cuerpo de Cristo.

 

El que va a comulgar responde:

Amén.

 

 

Y comulga.

El diácono y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.

Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en su lugar.

48.          Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el can­to de comunión.

 

Cantos: (según las necesidades de los fieles) Nº 12 El Misionero; Nº 13 Pescador de hombres; Nº 14 Peregrino de Emaús; Nº 15 Siembra; Nº 16 Jóvenes Cristos jóvenes; Nº 17 Cristo te necesita para amar

 

 

49.          Acabada la comunión, el diácono, el acólito, o el mismo sacerdote, purifica la patena sobre el cáliz y también el mismo cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia después de la misa.

 

Si el sacerdote hace la purificación, dice en secreto:

 

Haz, Señor,

que recibamos con un corazón limpio

el alimento que acabamos de tomar,

y que el don que nos haces en esta vida

nos aproveche para la eterna.

 

50.          Después el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pue­den guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.

 

Canto de Reflexión: Nº 18 Dios está aquí.

 

51.          Luego, de pie en la sede o en el altar, el sacerdote dice:

 

Oremos.(Después de la comunión)

 

Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.

 

52.               Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.

 

Señor, concede benigno tu ayuda a quienes alimentas con tus sacramentos, para que por la celebración de estos misterios y por la practica de la vida cristiana alcancemos el fruto de la salvación, Por Jesucristo nuestro Señor.

La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.

Si la oración se dirige al Padre:

Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:

 

Él, que vive y reina

por los siglos de los siglos.

 

Si la oración se dirige al Hijo:

 

Tú que vives y reinas

por los siglos de los siglos.

 

 

 

 

El pueblo aclama:

 

Amén.

 


RITO DE CONCLUSIÓN.

 

53.          En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.

 

BENDICIÓN Y ENVÍO

 

 

54.          Después tiene lugar la despedida.  El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:

 

El Señor esté con vosotros.

 

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:

Inclinaos para recibir la bendición y después de cada invocación decimos todos amén.

 

Jesucristo, el Señor,
esté siempre a vuestro lado para defenderos.
R. Amén.

Que él vaya delante de vosotros para guiaros
y vaya tras de vosotros para guardaros.
R. Amén.

Que él vele por vosotros, os sostenga
y os bendiga.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:


Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo
y Espíritu Santo.
R. Amén.


El pueblo responde:

 

Amén.

 

 

55.          Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, des­pide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:

 

La alegría del Señor sea nuestra fuerza.

Podéis ir en paz.

 

El pueblo responde:

 

Demos gracias a Dios.

 

Saludo de la Paz del Diácono (que se postergó anteriormente)

Canto final: Ave María  Nº 19

 

 

56.          Después el sacerdote besa con veneración el altar, como al comien­zo, y, hecha la debida reverencia con los ministros, se retira a la sacristía.

57.          Si sigue inmediatamente otra acción litúrgica, se omite el rito de despedida.

 

 

 

 









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