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miércoles, 31 de julio de 2013

"La mejor herramienta para evangelizar a los jóvenes, son otros jóvenes"

El pasado domingo en la noche, el papa Francisco concluyó su viaje apostólico a Brasil y la Jornada Mundial de la Juventud. A la nostalgia da paso la esperanza de un futuro mejor con la semilla sembrada en buena tierra: la vida de los jóvenes.

Un joven de "setenta y seis años", fue capaz de reunir en una playa a tres millones y medio de un jóvenes.
Lo hizo en sus propias palabras, pero sobre todo con los signos de su humanidad y espiritualidad.
Francisco estuvo acompañado de un inusual frío y lluvia para la ciudad de Río de Janeiro, pero como bien dijo que el arzobispo de Río de Janeiro en el discurso de despedida, este evento atmosférico se llama lluvia "criadera" porque hace florecer los brotes, ayuda a que la tierra sea más fecunda...
El regreso del sol, de la luz y del calor en este fin de semana, tal vez sea ese crecer de respuestas internas que los jóvenes han encontrado en la oración, la catequesis, en el acercamiento a los sacramentos.
Este es el fruto de la Jornada Mundial de la Juventud, este es el resultado del balance altamente positivo que el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, ha revelado en sus últimas conferencias de prensa a los periodistas.
En una entrevista con Gerson Camarotti para la TV Globo, la primera entrevista de su pontificado, el papa Francisco respondió a la pregunta acerca de por qué hay una disminución de los católicos en Brasil, a diferencia de los evangélicos.
Dijo que la Iglesia es como una madre, y que no solo puede comunicar a través de documentos escritos. Se necesita la proximidad. Hay que abrazar, besar, tocar, estrechar a un hijo o una hija.
Y es lo que papa Francisco hizo desde su llegada.
Es por esta razón que el domingo por la mañana un joven ha mostrado un cartel en Copacabana, en el que había escrito: "Papa Francisco, soy evangélico, pero te amo y también quiero escucharte".
Los jóvenes tienen la utopía y eso es bueno. La utopía es respirar y mirar hacia adelante. Este es el sentido de ir contra la corriente, de lo que ha hecho varias referencias el papa.
Ir, sin miedo, para servir. Esta es la acción, la calidad y el propósito de aquellos que son llamados por Cristo a ser discípulos más allá de toda frontera de seguridad humana y geográfica.
Las JMJ son un buen evento, pero no es suficiente si al regresar al hogar no se es evangelizadores, cristianos vivos, capaces de transmitir su fe a los demás.
"El Evangelio es para todos y no para algunos. No es solo para aquellos que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todo el mundo", dijo Francisco.
"La mejor herramienta para evangelizar a los jóvenes son otros jóvenes"; por eso durante la homilía también mencionó al glorioso hermano José Anchieta, el beato jesuita que fue enviado en una misión a Brasil, ¡él que era español y con solo 19 años!
Cuando se está con el Señor, no se puede tener miedo; para seguir al Señor, no se puede tener reservas.
Servir, por último, es la condición propia de quien sigue a Cristo, que vino entre los hombres, no para ser servido, sino para servir".
El joven, si es amado, escuchado, guiado, contagia juventud. Y de esto está agradecido Francisco con sus "Papaboys".
Al final del viaje apostólico a Brasil, se extrañará por las calles de Río de Janeiro aquel hombre vestido de blanco, recordado con “saudade” (nostalgia, añoranza ndt), como dijo monseñor Orani Tempesta.
El papa Francisco, quien no oculta su nostalgia prematura de Río, por lo cálida que fue la bienvenida, a su vez será gratificado por la respuesta de los jóvenes que, como primer resultado de la Jornada Mundial de la Juventud, harán en el Campus Fidei en Guaratiba, un nuevo barrio para los pobres, construido con los propios recursos de los jóvenes, a favor de otros jóvenes, familias o cónyuges que están sin tierra, sin hogar.
La cita para la próxima JMJ vuelve a Europa, en la ciudad polaca de Cracovia.
Quizás allí también, gracias a los peregrinos argentinos pueda beber sobre la marcha, con la bombilla en la calabaza, su infusión de hierba mate.
Esa bebida nacional, que más allá de sus propiedades medicinales, es un ritual de bienvenida, de compartir, de fraternidad: esto es lo que el papa Francisco ha recibido, es lo que el papa Francisco dio en la maravillosa ciudad, gracias a una juventud que sabe cómo sorprender.

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