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martes, 4 de junio de 2013

Nicéforo, Santo


Patriarca de Constantinopla, 2 de junio
 
Nicéforo, Santo
Nicéforo, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En el Bósforo, en la Propóntide, en la actual Turquía, muerte de san Nicéforo, obispo de Constantinopla, que, tenaz defensor de las tradiciones, se opuso con decisión al emperador iconoclasta León el Armenio, sosteniendo el culto de las sagradas imágenes. Expulsado de su sede, fue relegado largo tiempo en un monasterio, donde entregó su alma a Dios. ( 828)
Patriarca de Constantinopla (806-815), nacido cerca del 758; fallecido el 2 de junio del 829. Este campeón de la opinión ortodoxa en la segunda contienda por la veneración de las imágenes pertenecía a una notable familia de Constantinopla. Fue hijo del secretario imperial Teodoro y de su piadosa esposa Eudoxia. Eudoxia era partidaria estricta de la Iglesia y Teodoro haba sido desterrado por el emperador Constantino Coprónimo (741-775) debido a su inquebrantable apoyo a la enseñanza de la Iglesia en lo concerniente a las imágenes. Siendo aún joven, Nicéforo fue llevado a la corte, donde se convirtió en secretario imperial. Junto con otros dos oficiales de alto rango, representó a la emperatriz Irene en el 787 en el segundo Concilio de Nicea (el séptimo concilio ecuménico), el cual declaró la doctrina de la Iglesia con respecto a las imágenes. Poco después, Nicéforo buscó la soledad en el Bósforo tracio, donde fundó un monasterio. Allí se dedicó a las prácticas ascéticas y al estudio profano de gramática, matemáticas y filosofía, así como a las Escrituras. Luego fue llamado a la capital y allí se le encargó un gran hospital. A la muerte del Patriarca Tarasio (25 de febrero del 806), hubo gran división entre el clero y los altos oficiales de la corte en cuanto a quién escoger como sucesor de aquél. Finalmente, con el asentimiento de los obispos, el emperador Nicéforo (802-11) nombró patriarca a Nicéforo. Aunque seguía siendo laico, todo mundo sabía que era muy religioso y muy docto. Recibió las Sagradas órdenes y fue consagrado obispo el 12 de abril del 806, domingo de Pascua. La elevación directa de un laico al patriarcado, como había ya sucedido en el caso de Tarasio, despertó oposición en el partido eclesiástico entre el clero y los monjes. Los líderes eran los abades Platón de Sacadio y Teodoro de Studita, y el hermano de Teodoro, el Arzobispo José de Tesalónica. Por esta oposición, el abad Platón estuvo encarcelado veinticuatro días por orden del emperador.
Nicéforo pronto dio otros motivos para un mayor antagonismo. En el 795, un sacerdote llamado José había celebrado el ilegítimo matrimonio del emperador Constantino VI (780-797) con Teodota, cuando todavía vivía María, la legítima esposa del emperador, a quien haba repudiado. Por este acto, José fue depuesto y desterrado. El emperador consideró que era importante resolver este asunto y, a deseo suyo, el nuevo patriarca, junto con la concurrencia de un sínodo compuesto de un número pequeño de obispos, perdonó a José y, en el 806, lo restauró en su cargo. El patriarca cedió a los deseos del emperador a fin de evitar un mal más grave. El partido eclesiástico estricto consideró que su acción fue una violación de la ley eclesiástica y un escándalo. Antes que la cuestión fuera resuelta, Teodoro había escrito al patriarca rogándole que no restituyera en su cargo al sacerdote culpable, mas no recibió respuesta. Aunque la cuestión no se debatió abiertamente, él y sus seguidores prácticamente ya no mantenían comunión con Nicéforo ni el sacerdote, José. Pero, mediante una carta escrita por el Arzobispo José, el modo de proceder que él y el partido estricto habían seguido se volvió asunto público en el 808 y causó furor. Teodoro expuso, en discurso y por escrito, las razones de la acción del partido estricto y mantuvo firmemente su posición. Al defenderse contra la acusación de que él y sus compañeros eran cismáticos, declaró que había guardado silencio en lo posible, que no había censurado a ningún obispo y que siempre incluyó el nombre del patriarca en la liturgia. Reafirmó su amor y adherencia al patriarca, y dijo que retiraría toda oposición si el patriarca reconocía la violación de la ley destituyendo al sacerdote José. El emperador Nicéforo tomó ahora medidas violentas. Ordenó al patriarca que convocara un sínodo, que fue celebrado en el 809, e hizo que Platón y varios monjes comparecieran forzosamente ante él. Los oponentes del patriarca fueron condenados, el Arzobispo de Tesalónica fue depuesto, los abades Platón y Teodoro, junto con sus monjes, fueron desterrados a las islas vecinas y echados a varias prisiones.

Esto, sin embargo, no desalentó a los decididos oponentes de la “herejía adulterina”. En el 809, Teodoro y Platón, a través del archimandrita Epifanio, enviaron un memorial al Papa León III; Teodoro luego colocó la cuestión nuevamente ante el Papa en una carta, en la que rogó al sucesor de san Pedro conceder una ayuda al Oriente de manera que no fuera ahogado por las olas de la “herejía adulterina”. El Papa León envió una respuesta alentadora y consoladora a los confesores resolutos, y estos le volvieron a escribir a través de Epifanio. León no había recibido comunicación de parte del patriarca Nicéforo y, por tanto, no estaba completamente informado en la cuestión; también deseó ahorrarle al emperador oriental en lo posible. Consiguientemente, por un tiempo no tomó más medidas en el asunto. El emperador Nicéforo continuó persiguiendo a todos los adherentes de Teodoro de Studita, y, además, oprimió a los que tenía por sospechosos, ya fueran del clero o dignatarios del imperio. Por otra parte, favoreció a los paulicianos heréticos y a los iconoclastas y agotó al pueblo con impuestos opresivos, de manera que fue odiado universalmente. En julio del 811, el emperador fue muerto en una batalla con los búlgaros. Su hijo, Stauracio, quien había sido herido en la misma batalla, fue proclamado emperador, pero fue depuesto por los hombres principales del imperio porque seguía el mal ejemplo de su padre. El 2 de octubre del 811, con la aprobación del patriarca, Miguel Rhangabe, cuñado de Stauracio, fue elevado al trono. El nuevo emperador prometió, por escrito, defender la fe y proteger tanto al clero como a los monjes, y fue coronado con mucha solemnidad por el patriarca Nicéforo. Miguel tuvo éxito en la reconciliación entre el patriarca y Teodoro de Studita. El patriarca volvió a deponer al sacerdote José y retiró sus decretos contra Teodoro y sus partidarios. Por el otro lado, Teodoro, Platón y la mayora de sus adeptos reconocieron al patriarca como el cabeza legítimo de la Iglesia bizantina, y trataron de traer a los rebeldes de regreso a la obediencia. El emperador también había recurrido al papado en relación con estas riñas y obtenido una carta de aprobación de León. Por otra parte, el patriarca ahora envió al Papa la tradicional notificación por escrito de su instalación en el cargo (Synodica). En ella trató de justificar el retraso con la tiranía del anterior emperador, entretejió una intrincada confesión de fe y prometió notificar a Roma en el momento apropiado en lo referente a todas las cuestiones importantes.

El emperador Miguel era un hombre honorable de buenas intenciones, pero débil y dependiente. Por consejo de Nicéforo, mandó matar a los heréticos y sediciosos paulicianos y trató de suprimir a los iconoclastas. El patriarca intentó por todos los medios establecer una disciplina monástica entre los monjes, y suprimir los monasterios dobles, que habían sido prohibidos por el séptimo concilio ecuménico. Tras su total derrota, el 22 de junio del 813, en la guerra contra los búlgaros, el emperador perdió toda autoridad. Con la aprobación del patriarca, renunció y entró en un monasterio con sus hijos. El general del pueblo, León el Armeno, se convirtió en emperador el 11 de julio del 813. Cuando Nicéforo exigió la confesión de fe, antes de la coronación, León la postergó. No obstante esto, Nicéforo lo coronó, pero luego León de nuevo renunció a hacer su confesión. En cuanto el nuevo emperador había asegurado la paz del imperio con la derrota de los búlgaros, sus verdaderas opiniones comenzaron a aparecer gradualmente. Entró en relación con los oponentes de las imágenes, entre los cuales se hallaba un número de obispos; poco a poco se volvió más evidente que estaba preparando un nuevo ataque contra la veneración de las imágenes. Ahora, con intrépida energía, el patriarca Nicéforo procedió contra las maquinaciones de los iconoclastas. Llevó a juicio a varios eclesiásticos opuestos a las imágenes ante un sínodo y forzó a un abad llamado Juan y también al obispo Antonio de Sileo a la sumisión. La aquiescencia del obispo Antonio fue meramente simulada.

En diciembre del 814, Nicéforo tuvo una larga conferencia con el emperador acerca de la veneración de imágenes, pero no se llegó a ningún acuerdo. Luego el patriarca envió a varios obispos y abades doctos para convencerlo de la verdad de la posición del patriarca en cuanto a la veneración de las imágenes. El emperador deseó un debate entre los representantes de las opiniones dogmáticas opuestas, pero los adeptos de la veneración de las imágenes rehusaron participar en dicha conferencia, puesto que el séptimo concilio ecuménico ya había resuelto la cuestión. Entonces Nicéforo convocó una asamblea de obispos y abades en la iglesia de santa Sofía, lugar donde excomulgó al obispo Antonio de Sileo, quien haba perjurado. Un gran número de laicos también estuvo presente en esta ocasión, y el patriarca junto con el clero y el pueblo permaneció en la iglesia toda la noche orando. El emperador después citó a Nicéforo, y el patriarca fue al palacio imperial acompañado de abades y monjes. Nicéforo primero tuvo una conversación larga y en privado con el emperador, en la cual inútilmente intentó por todos los medios disuadir a León de su oposición a la veneración de imágenes. El emperador reicibió a los que habían acompañado a Nicéforo, entre ellos a siete metropolitanos y al abad Teodoro de Studita. Todos repudiaron la interferencia del emperador en cuestiones dogmáticas y una vez más rechazaron la proposición de León de celebrar una conferencia. El emperador luego ordenó a los abades a guardar silencio sobre el asunto y les prohibió llevar a cabo reuniones. Teodoro declaró que el silencio con esas condiciones sería traición y expresó simpatía por el patriarca, a quien el emperador prohibió llevar a cabo servicio público en la iglesia. Nicéforo enfermó; cuando se recuperó, el emperador lo citó para defender su modo de proceder ante un sínodo de obispos que simpatizaba con el iconoclasma. Mas el patriarca no reconocería el sínodo e hizo caso omiso a las citaciones. El conciliábulo ahora ordenaba que ya no se le llamara patriarca. Su casa fue rodeada de multitudes de enfadados iconoclastas, que le gritaron amenazas e improperios. Fue vigilado por soldados y no se le permitió realizar ningún acto oficial. Protestando contra este modo de proceder, el patriarca notificó a León que juzgaba necesario renunciar a la sede patriarcal. Acto seguido, fue arrestado a medianoche en marzo del 815 y desterrado al monasterio de san Teodoro, que había construido en el Bósforo.

León ahora elevó al patriarcado a Teodoto, un laico casado y analfabeto que favorecía el iconoclasma. Teodoto fue consagrado el 1ero de abril del 815. El exiliado Nicéforo perseveró en su oposición y escribió varios tratados contra el iconoclasma. Tras el asesinato del emperador León, el 25 de diciembre del 820, Miguel el amoriano ascendió al trono, y los defensores de la veneración de imágenes fueron ahora tratados con mayor consideración. Sin embargo, Miguel no consentiría a una restauración propiamente dicha de las imágenes, como le exigía Nicéforo, pues declaró que no deseaba interferir en asuntos religiosos y dejaría todo como estaba. En consecuencia, las medidas hostiles del emperador León no fueron revocadas, aun cuando la persecución cesó. Nicéforo recibió permiso para regresar del exilio si prometía permanecer callado. Él, no obstante, no aceptaría y permaneció en el monasterio de san Teodoro, donde continuó defendiendo, por discurso y por escrito, la veneración de las imágenes. Los tratados dogmáticos que escribió, principalmente sobre este tema, son los siguientes: una Apología para la Iglesia católica en lo concerniente al recién surgido cisma en relación a las sagradas imágenes (Migne, P.G., C, 833-849), escrita en el 813-814; un tratado más largo en dos partes; la primera es una Apología para la fe pura y no adulterada de los cristianos en contra de quienes nos acusan de idolatría (Migne, loc. Cit., 535-834); la segunda parte contiene el Antirrhetici, una refutación de un escrito del emperador Constantino Coprónimo sobre las imágenes (loc. Cit., 205-534). Nicéforo añadiá a su segunda parte setenta y cinco extractos de escritos de los Padres [editados por Pitra, Spicilegium Solesmense, I (Pars, 1852), 227-370]; en otros dos escritos, que aparentemente van juntos, se examinan y explican pasajes de escritores antiguos que habían sido usados por los enemigos de las imágenes para sostener sus opiniones. Ambos tratados fueron editados por Pitra; el primero Epikisis en Spicilegium Solesmense, I, 302-335; el segundo Antirresis en el mismo, I, 371-503, y IV, 292-380. Estos dos tratados hablan de pasajes de Macario Magno, Eusebio de Cesarea y de un escrito equivocadamente atribuido a Epifanio de Ciro. Pitra editó otra obra que justificaba la veneración de imágenes titulada Antirrheticus adversus iconomachos (Spicil. Solesm., IV, 233-291). Un último y, al parecer, especialmente importante tratado sobre esta cuestión no ha sido publicado. Nicéforo también dejó dos pequeñas obras históricas; una conocida como el Breviarium, la otra como Chronographis; ambas fueron editadas por C. De Boor, Nicephori archiep. Const. Opuscula historica, en la Bibliotheca Teubneriana (Leipzig, 1880). Al final de su vida fue venerado y tras su muerte fue considerado santo.

En el 874, sus huesos fueron trasladados a Constantinopla con mucha pompa por parte del Patriarca Metodio y fue enterrado el 13 de marzo en la Iglesia de los Apóstoles.

Su fiesta se celebra en este día tanto en la iglesia griega como en la romana.


San Nicéforo de Constantinopla, obispo y confesor
fecha: 2 de junio
fecha en el calendario anterior: 13 de marzo
n.: c. 758 - †: 828 - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En el Bósforo, en la Propóntide, muerte de san Nicéforo, obispo de Constantinopla, que, tenaz defensor de las tradiciones, se opuso con decisión al emperador iconoclasta León el Armenio, sosteniendo el culto de las sagradas imágenes. Expulsado de su sede, fue relegado largo tiempo en un monasterio, donde entregó su alma a Dios.

El padre de San Nicéforo era secretario y apoderado del emperador Constantino Copronymus, pero cuando el tirano se declaró perseguidor de la fe ortodoxa, aquél la defendió y mantuvo el honor que se debía a las sagradas imágenes, con tanto celo, que fue despojado de sus dignidades, azotado, torturado y desterrado. El joven Nicéforo creció con el ejemplo de un padre que lo animaba a confesar audazmente su fe, en tanto que una excelente educación desarrollaba su inteligencia excepcional.

Después de que Constantino IV y la emperatriz Irene restablecieron la costumbre de venerar las imágenes sagradas, Nicéforo les fue presentado y, bien pronto, el joven obtuvo su favor, a causa de sus relevantes cualidades. En la corte se distinguió por su oposición a los iconoclastas y fue secretario en el segundo Concilio de Nicea, así como comisionado imperial. Aunque era orador brillante, filósofo, músico y reunía todas las cualidades propias de un estadista, siempre tuvo marcada inclinación por la vida religiosa, apartada y oscura y, no obstante estar ocupado en asuntos públicos, había construido un monasterio en un lugar solitario, cerca del Mar Negro. Después de la muerte de Tarasius, patriarca de Constantinopla, no se encontró a nadie más apto para sucederlo que Nicéforo. Como era seglar, algunos objetaron su elección, calificándola de contraria a los cánones y, sólo a instancias expresas del emperador, pudo ser persuadido para que se ordenara sacerdote y aceptara el cargo. Durante su consagración, sostuvo en la mano el tratado que había escrito en defensa del culto a las imágenes y, al finalizar la ceremonia, lo dejó a un lado del altar, como prenda de que siempre defendería la tradición de la Iglesia. No transcurrió mucho tiempo sin que el nuevo patriarca tuviera que luchar otra vez con los rigoristas hostiles. A petición del emperador, Nicéforo, con el consentimiento de un pequeño sínodo de obispos, restituyó en su cargo a un sacerdote llamado José, quien había sido destituido y desterrado por haber celebrado el matrimonio entre el emperador Constantino VI y Theodota, cuando aún vivía la emperatriz María, legítima esposa. No hay duda de que Nicéforo actuó en esa forma para evitar mayores daños, pero el grupo encabezado por San Teodoro el Estudita rehusó tener tratos o siquiera estar en comunión con el patriarca y con los que toleraban lo que ellos llamaban la "Herejía Espuria" y llegaron al grado de apelar al Papa. San León III, les respondió favorablemente, pues habiendo sido mal informado acerca de todo el asunto y sin recibir ninguna comunicación del arzobispo Nicéforo, no tomó posteriores medidas. Sin embargo, después de un tiempo, hubo una reconciliación entre el patriarca y San Teodoro (quien mientras tanto había estado preso y sus monjes se habían dispersado). Fue hasta entonces cuando Nicéforo envió al Papa una carta, comunicándole su nombramiento para la sede de Constantinopla y excusándose por su demora en hacer la notificación de rigor. Al mismo tiempo, en vista de los ataques que se lanzaron contra su ortodoxia, añadió una prolija confesión de fe y prometió que en lo futuro informaría a Roma sobre cualquier asunto importante que se presentara.

San Nicéforo fue un administrador celoso y se dedicó, con paciente determinación, a mejorar la moral y restaurar la disciplina en los diferentes monasterios bajo su gobierno, así como entre el clero en general, con el apoyo de San Teodoro. Pero León el Armenio llegó a emperador en 813. Era un iconoclasta, aunque al principio no expresó sus opiniones y evadió la confesión de fe que Nicéforo trató de obtener de él antes de su consagración. Sólo hasta que consideró su posición asegurada, permitió que sus puntos de vista llegaran a conocerse. Intentó, mediante insinuaciones astutas, atraerse a Nicéforo para que apoyara su proyecto de destruir las imágenes que habían vuelto a colocarse en las iglesias, después de que su uso había sido vindicado y autorizado por el segundo Concilio de Nicea. El patriarca no se dejó atrapar y sostuvo ante el emperador su decisión de "mantener la tradición, honrar a las imágenes sagradas, el libro de los Evangelios y el signo de la cruz." León, sin embargo, no sólo persistió en su antagonismo, sino que empezó a propagarlo sin dejar ver sus intenciones. Ocultamente, indujo a unos soldados para que insultaran una imagen de Cristo crucificado que estaba en la "Puerta de Bronce" de Constantinopla y, cometida la infamia, ordenó que la cruz fuera quitada para evitar nuevas profanaciones. Poco después, el emperador, que había reunido en su palacio a ciertos obispos iconoclastas, hizo comparecer al patriarca y a sus dignatarios. Estos rogaron a León que dejara el gobierno de la Iglesia a sus pastores. Uno de los dignatarios observó: "Si este es un asunto eclesiástico, discutámoslo en la iglesia, no en el palacio." El emperador se encolerizó y mandó que todos se fueran de su presencia. Más tarde, los obispos heterodoxos celebraron una asamblea y citaron al patriarca. A sus requerimientos, éste contestó: "¿Quién os ha dado esta autoridad? Si fuera aquél que guía la nave de la antigua Roma, estoy listo a responder. Si fuera el sucesor alejandrino del evangelista Marcos, estoy pronto. Si fuera el patriarca de Antioquía o el de Jerusalén, no me opongo. Pero ¿quiénes sois vosotros? En mi diócesis, vosotros no tenéis ninguna jurisdicción." Entonces les leyó el canon que declara excomulgados a aquellos que pretendan ejercer cualquier acto de jurisdicción en las diócesis de otro obispo. Ellos, por su parte, procedieron a dictar contra el obispo una sentencia de destitución. Tras de aquella funesta asamblea, San Nicéforo fue víctima de varios atentados contra su vida, hasta que el emperador lo desterró. Los quince años que le quedaron de vida los pasó en el monasterio que había construido en el Bósforo.

Aunque el sucesor de León, Miguel el Tartamudo, no restituyó el culto a las imágenes sagradas, no fue un perseguidor y se mostró dispuesto a devolver el puesto al patriarca, a condición de que éste guardara silencio sobre la disputa, pero Nicéforo no quiso comprar su cargo a costa de su conciencia, pensando que su silencio equivalía a su consentimiento. En el destierro, siguió defendiendo sus principios y escribió obras notables que perduran hasta la fecha.

Sus obras principales fueron una Apología para la enseñanza ortodoxa en relación con las sagradas imágenes, y otro extenso tratado en dos partes: la primera fue una defensa de la Iglesia contra la acusación de idolatría y la segunda, conocida como la "Antiherética", fue una refutación a los escritos de Constantino V sobre las imágenes. Además de varios otros tratados, la mayoría sobre la iconoclastia, dejó dos trabajos históricos, conocidos como el Breviarium y la Cronografía; la primera es una historia breve del reinado, desde Mauricio hasta Constantino e Irene, y el otro, una crónica de sucesos desde los comienzos del mundo. En la recopilación de los concilios pueden aún encontrarse los diecisiete cánones de Nicéforo, en el segundo de los cuales declara ilícito viajar en domingo sin necesidad. En 846, por orden de la emperatriz Teodora y en el patriarcado de San Metodio, el cuerpo de San Nicéforo fue llevado de la isla de Prokenesis a Constantinopla, donde se depositó en la iglesia de los Apóstoles, este traslado se realizó el 13 de marzo, por lo que en esa fecha el antiguo Martirologio Romano conmemoraba al santo.

La principal fuente de información sobre la vida de San Nicéforo, es una biografía del diácono Ignacio. En la actualidad ha sido editada por De Boor, pero también puede hallarse en el Acta Sanctorum, marzo, vol. II. Existe un relato acerca de aquel período de disturbios en Kirchengeschichte, de Hergenrother, vol. I, y en el artículo titulado Nicéforo en Kirchenlexikon; así como los compendios de la controversia iconoclasta, en Byzantium, de Baynes y Monss (1948), pp. 15-17, 105-108, Cf. Histoire des Conciles, de Hefele-Leclercq, vol. III, p. 2 (1910), p. 741 ss.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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