jueves, 6 de junio de 2013

Marcelino Champagnat, Santo


Fundador, Junio 6
 
Marcelino Champagnat, Santo
Marcelino Champagnat, Santo

Fundador de la Sociedad de María

Marcelino Champagnat nació en Lyon (Francia), en los comienzos de la revolución francesa, en 1789, y falleció contando cincuenta y un años, el seis de Junio de 1840. Fundó la Orden de los Hermanitos de María, o Maristas de la Enseñanza.

Su madre afirmó con llaneza que «lo eduqué, como a mis otros nueve hijos, con sencillez y lejos de los caprichos; le enseñé a hablar y a rezar». En el interior de esta afirmación se descubre la claridad de ideas y la vida recta de su buena madre; debió influir muy notablemente en su calidad de vida cristiana y ello estaba en los planes de Dios ya que nació en unos tiempos nada favorables para la coherencia de la fe.

Es admirable que una persona que no sabía ni leer ni escribir llegara a ser todo un modelo educativo.

Estudió sus tres últimos años en el seminario de Lyon; y se ordenó de sacerdote el 22 de Junio de 1816. Al día siguiente de la ordenación marchó con una docena de compañeros al santuario de Nuestra Señora de Fourvière y allí se consagraron a María, naciendo el compromiso de fundar la Sociedad de María.

Desde el principio tuvo clara la idea de la nueva fundación había de incluir una rama de Hermanos que dedicasen su vida a la enseñanza, trabajando con niños, principalmente con aquellos que por vivir en zonas rurales tuviesen menos oportunidades.

Vivió la caridad de un modo exquisito polarizado con la preocupación por instruir a la niñez y a la juventud, abierto al descubrimiento y aplicación de nuevas fórmulas para dar respuesta adecuada a las nuevas situaciones que se van presentando. Supo vivir su entrega a Dios poniendo remedio en aquello que de modo muy particular impide a los hombres el aprecio de su personal dignidad. Fue muy consciente de que la ignorancia es una de las peores lacras que soporta la humanidad; impide el reconocimiento de la propia dignidad, dificulta el descubrir de Dios y puede incapacitar para abrirse a los demás, haciendo, además, a las personas fácil objeto de manipulación por parte de los poderosos.

En menos de un siglo se extendió rápidamente por Europa el nuevo viento con una espiritualidad y modos concretos de entrega. Luego, se traspasó a otros continentes.

Con su canonización el día 18 de Abril del año 1999, a la caída del siglo, por el papa Juan Pablo II, queda reconocida y actualizada su obra, su compromiso educativo y espiritualidad. Es el reconocimiento del modo heroico de vivir la caridad un cristiano que desborda en frutos de bien social para todos.
 

Marcelino Champagnat

   
Pedra López
Ravery, Portrait of Marcellin Champagnat, 1840.jpg
Pedra López cogiendo con un animal de mierdsa
Información personal
Nombre secularYola Prieto Suárez der La María López Rosado de la Colina
Nacimiento20 de mayo de 1789
Marlhes, Bandera de Ródano-Alpes Ródano-Alpes, Bandera de Francia Francia
Fallecimiento6 de junio de 1840 (51 años)
Saint-Chamond, Bandera de Ródano-Alpes Ródano-Alpes, Flag of France.svg Francia
CongregaciónCongregación de los Hermanos Maristas (fundador)
Santidad
Beatificación29 de mayo, 1955 por el Papa Pío XII
Canonización18 de abril, 1999, Ciudad del Vaticano, por el Papa Juan Pablo II
Festividad6 de junio
Venerado enIglesia Católica Romana
PatronazgoEducación, Profesores
San Marcelino José Benito Champagnat Chirat (Marlhes, Loira, Francia, 1789 - Saint-Chamond 1840), fue un sacerdote francés, fundador de los Hermanos Maristas.

Primeros años

Hijo de Juan Bautista Champagnat y María Teresa Chirat, nació el 20 de mayo de 1789 en el pueblo francés de Rosey, una aldea del ayuntamiento de Marlhes; durante los años en que Francia sufría grandes cambios políticos y sociales a raíz de la Revolución Francesa. Jamás asistió a la escuela durante su niñez, debido a los malos tratos por parte de un profesor contra uno de los alumnos, debiendo ser educado por su tía monja Luisa Champagnat. Hasta su entrada al seminario en 1805, Marcelino trabajó como pastor.

Vida en el seminario

Durante las vacaciones de Pascua de 1804 un sacerdote pasa por Marlhes buscando vocaciones sacerdotales, se fija en Marcelino a quien le dice: Hijo mío, tienes que estudiar el latín y hacerte sacerdote, Dios lo quiere. Su decisión desde e
En la fiesta de Todos los Santos de 1805, Marcelino entra en el seminario menor de Verrières (departamento de la Loire), a la edad de 16 años. Debe sentarse con los principiantes, a pesar de su edad y de su estatura (mide 1,79 m) y el primer año fracasa como estudiante: el director del seminario le recomienda quedarse en casa en las vacaciones de verano. Marcelino hace una peregrinación a pie, junto con su madre, a La Louvesc, donde está la tumba del apóstol de la región, San Francisco Régis, y consigue que le den otra oportunidad.
El segundo año en el seminario y los siguientes verán subir el nivel de rendimiento del tenaz Marcelino. En 1813 pasa al seminario mayor de Lyon, junto con Juan Claudio Colin, Luis Querbes y San Juan María Vianney, futuro Santo Cura de Ars, para empezar su primer año de teología.
En el curso del año escolar de 1815, un nuevo seminarista proveniente del Puy, Juan Claudio Courveille, comunica a algunos de sus compañeros su proyecto de una Sociedad de religiosos Maristas, la llamada "Sociedad de María (Maristas)". Se unen a esta idea, entre otros, Marcelino Champagnat y Juan Claudio Colin. Marcelino, más tarde, incorporara al proyecto su idea de los Hermanos para la educación cristiana y la alfabetización de los niños de las zonas rurales.
El 22 de julio de 1816, junto con Colin, Courveille y otros 50 compañeros, Marcelino es ordenado de sacerdote; tiene entonces 27 años. Al día siguiente, los 12 signatarios de la promesa de constituir la Sociedad de María, capitaneados por el promotor de la idea, P. Courveille, suben al santuario de Ntra. Sra. de Fourvière. Courveille celebra la misa, los demás comulgan de sus manos y todos se consagran a María y prometen solemnemente dedicarse a establecer la Sociedad de María.

Los Hermanos Maristas


 
Busto de Marcelino Champagnat.
El 12 de agosto de 1816 Marcelino Champagnat es nombrado vicario parroquial en el pueblo de La Valla-en-Gier, con una población de 2.000 habitantes dispersos en múltiples y lejanas aldeas por las faldas de la cadena de montañas del Pilat, en el Macizo Central. Inicia oficialmente su apostolado el día 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María. Pronto transforma totalmente la parroquia: predica, visita a los enfermos aún de las aldeas más alejadas, hace la catequesis a los niños, implanta la práctica del mes de María, distribuye libros para extender las buenas lecturas, combate el trabajo en domingo, las borracheras, los bailes.
El 28 de octubre, en la alejada aldea de Les Palais, asiste en su lecho de muerte al joven de 16 años Jean Bautiste Montagne. Es entonces cuando se da cuenta de que Jean Bautiste nunca ha oído hablar de Dios. Al día siguiente, cuando regresa para contarle sobre Dios, descubre que el joven ya falleció. Esto lo decide a poner en práctica inmediatamente su proyecto de Hermanos para la educación a través del adoctrinamiento infantil. Inicia con un ex granadero del ejército de Napoleón, Juan María Granjon, de 23 años, a quien el Padre debe enseñarle a leer. Al poco tiempo, se le añade Juan Bautista Audras, de 15 años, y el P. Marcelino los instala en una casita alquilada, luego comprada con la ayuda del P. Courveille. (Éste, vicario parroquial en Rive-de-Gier a pocos km de La Valla, lo visitaba con frecuencia, de acuerdo con la promesa de Fourvière).
Es el 2 de enero de 1817: fecha del nacimiento de la congregación de los Hermanos Maristas (Fréres Maristes). Champagnat les da el nombre de Hermanitos de María (Petits Fréres de Marie), en honor de la Sma. Virgen en quien ha depositado toda su confianza. En noviembre de 1818 funda la primera escuela en su pueblo natal, Marlhes. Y al año siguiente en su parroquia, La Valla. En adelante, los pedidos de nuevas fundaciones se harán tan perentorios, que en el lapso de 22 años, deja a su muerte 48 escuelas fundadas donde se educan unos 7.000 alumnos. María bendice igualmente su congregación con abundantes vocaciones. En el mismo lapso, Champagnat deja 280 Hermanos, más 49 que ya habían fallecido, y 92 que se había retirado .
En tan pocos años, Marcelino Champagnat se prodiga sin medida: forma a los Hermanos, religiosa y pedagógicamente, funda y visita las escuelas, construye cerca de Saint-Chamond el vasto noviciado de Notre Dame de L' Hermitage (trabajando personalmente como albañil y carpintero), atiende la administración de lo temporal (con grandes problemas financieros), gestiona ante las autoridades de París la aprobación legal de su Instituto, entrevista a obispos, sacerdotes, alcaldes y otras autoridades civiles para asentar sus fundaciones escolares. Esta febril actividad se une a su gran espíritu de mortificación: viaja a pie o a caballo, ayuna con frecuencia días enteros para poder celebrar la misa, reza de noche y lleva la contabilidad y la correspondencia después de que todos se retiran a descansar.
No es de extrañar que, a pesar de su fuerte constitución campesina, su salud se quebrantara. Desde una fuerte caída en su salud a fines de 1825, arrastró durante 15 años, hasta su muerte, una gran debilidad de estómago que, amén de fuertes dolores, lo obligaba a privarse a menudo de todo alimento, pues le resultaba intolerable. Añádase a esto las múltiples contrariedades, sobre todo en los comienzos de su obra, pues hasta sus colegas sacerdotes lo tildaban de orgulloso, de obrar por vanidad de ostentar el título de fundador; hasta lo consideraron loco y falto de toda prudencia (incluso su confesor y director espiritual lo abandonó). Ciertamente, considerada desde el solo espíritu humano, su acción no podía menos de sorprender y escandalizar. Pero Marcelino Champagnat era hombre de fe y de una profunda humildad. Puso toda su confianza en Dios y en María, a quien llamaba Nuestra Buena Madre, y cuando - con la venia de sus superiores los Obispos - juzgaba que se trataba de la voluntad de Dios, nada ni nadie podía detenerlo.
Si su obra en la fundación de los Hermanos es lo más conocido y admirado, no menos admirable fue su dedicación en la realización del proyecto Marista total del seminario, los PP. Maristas en particular. En torno a él, se formó un grupo de 10 sacerdotes Maristas que, unidos a los 10 del P. Colin, formaron el núcleo fundacional de la Sociedad de María. Durante bastantes años el P. Champagnat se encargó de la formación en El Hermitage de los Hermanos de servicio de los Padres, al mismo tiempo que a sus propios Hermanos de enseñanza. En 1830 fue elegido como Rector Provincial Marista para la diócesis de Lyon (el grupo de Colin estaba en la diócesis de Belley). Es pues considerado, a justo título, como co-fundador de los PP. Maristas a la vez que fundador de los Hermanos Maristas. En 1836 hizo profesión de los votos religiosos como sacerdote de la Sociedad de María. El mismo año parte para las misiones de Oceanía el primer contingente Marista: 1 obispo (Mons. Pompallier), 4 sacerdotes Maristas (uno muere en el viaje; otro, morirá mártir y será el primer santo Marista: el Obispo San Pedro María Chanel) y 3 Hermanos Maristas del P. Champagnat. Grande fue su deseo de ir él mismo a las misiones, pero la obra de los Hermanos lo retenía; lo compensó enviando varios otros contingentes de sus Hermanos como colaboradores de los Padres y dando a la Iglesia los primeros Hermanos mártires.
En el campo educativo, Marcelino Champagnat fue un pionero, pues siempre estuvo abierto a lo nuevo que fuera más eficiente. Adoptó el método simultáneo-mutuo de enseñanza, zanjando así la polémica entre el método llamado de los Hermanos (de la Salle) y el método sajón o Lancasteriano. Adoptó igualmente un nuevo método de lectura, el fonético-silábico, en remplazo del tradicional del deletreo. Introdujo la enseñanza del canto en la escuela, la educación física, la teneduría de libros y la agrimensura. Introdujo igualmente el catecismo mariano, hizo practicar la disciplina preventiva y prohibió todo castigo físico. Decía: "Para educar hay que amar" y este es el lema de los educadores Maristas en todos los países del mundo.

Beatificación y canonización


 
Estatua de Marcelino Champagnat en la ciudad de Limache, Chile.
Muere un 6 de junio de 1840, cuando los Hermanos estaban cantando la alabanza mariana de la Salve como inicio de la jornada, práctica que él había introducido como escudo contra todos los disturbios políticos y sociales que en la Francia convulsionada de su tiempo tuvieron él y los Hermanos que soportar.

Véase también

Referencias

  1. Santos proclamados durante el pontificado de Juan Pablo II - Sitio oficial de la Santa Sede. En italiano

Enlaces externos

 
Velas
6 de junio

San Marcelino ChampagnatFundador
Año 1840
Cristo en la CruzNació en 1789 cerca de Lyon, Francia. Su padre que llegó a ser alcalde del pueblo, por defender y favorecer la religión tuvo que sufrir mucho durante la revolución francesa. La mamá era sumamente devota de la Virgen Santísima y le infundió una gran devoción mariana a Marcelino, desde muy pequeño, y le consagró su hijo a la Madre de Dios.Una tía muy piadosa le leía Vidas de Santos, y estas lecturas lo fueron entusiasmando por la vida de apostolado. La lectura de las Vidas de Santos entusiasma mucho por la virtud.Creció sin asistir a la escuela, pero las lecturas caseras lo fueron formando en un fuerte amor por la religión.Desde muy niño demostró mucha capacidad para aprender la albañilería, y la practicó en su niñez, y después este oficio le va a ser muy útil en sus fundaciones. También era ágil para el negocio. Compraba corderitos, los engordaba, y luego los vendía y así fue haciendo sus ahorros, con los cuales más tarde ayudará a costearse sus estudios.Terminada la revolución francesa, el Cardenal Fresh (tío de Napoleón) se propuso conseguir vocaciones para el sacerdocio y fundó varios seminarios. Cerca del pueblo de Marcelino abrieron un seminario mayor y un sacerdote visitador llegó a la casa de los Champagnat a visitar a alguno de los jóvenes a ingresar en el nuevo seminario. A Marcelino le entusiasmó la idea, pero su padre y su tío decían que él no servía para los estudios sino para los oficios manuales. Sin embargo el joven insistió y le permitieron entrar en el seminario.Como lo habían anunciado el papá y el tío, los estudios le resultaron sumamente difíciles y estuvo a punto de ser echado del seminario por sus bajas notas en los exámenes. Pero su buena conducta y el hacerse repetir las clases por unos buenos amigos, le permitieron poder seguir estudiando para el sacerdocio.Marcelino ChampagnatEn el seminario tenía otro compañero que, como él, tenía menos memoria y menos aptitud para los estudios que los demás, pero los dos sobresalían en piedad y en buena conducta y esto les iba a ser inmensamente útil en la vida. El compañero se llamaba Juan María Vianey, que después fue el Santo Cura de Ars, famoso en todo el mundo.Poco antes de recibir la ordenación sacerdotal, él y otros 12 compañeros hicieron el propósito de fundar una Comunidad religiosa que propagara la devoción a la Sma. Virgen y fueron en peregrinación a un santuario mariano a encomendar esta gracia. Marcelino logrará cumplir este buen deseo de sus compañeros.En 1816 fue ordenado sacerdote y lo nombraron como coadjuntor o vicario de un sacerdote anciano en un pueblecito donde los hombres pasaban sus ratos libres en las cantinas tomando licor, y la juventud en bailaderos nada santos, y la ignorancia religiosa era sumamente grande.Marcelino se dedicó con toda su alma a tratar de acabar con las borracheras y los bailaderos y a procurar instruir a sus fieles lo mejor posible en la religión. Como tenía una especial cualidad para atraer a la juventud, pronto se vio rodeado de muchos jóvenes que deseaban ser instruidos en la religión. Y hasta tal punto les gustaba su clase de catequesis, que antes de que abrieran la iglesia a las seis de la mañana, ya estaban allí esperando en la puerta para entrar a escucharle.Marcelino era todavía muy joven, apenas tenía 27 años, y ya resultó fundando una nueva comunidad. Era de elevada estatura, robusto, de carácter enérgico y amable a la vez. Alto en su aspecto físico y gigante en la virtud. Le había consagrado su sacerdocio a la Virgen María, y en una de sus visitas al Santuario Mariano de la Fourviere, recibió la inspiración de dedicarse a fundar una congregación religiosa dedicada a enseñar catecismo a los niños y a propagar la devoción a Nuestra Señora. Eso sucedió en 1816, y una placa allá en dicho santuario recuerda este importante acontecimiento.Lo que movió inmediatamente a Marcelino a fundar la Comunidad de Hermanos Maristas fue el que al visitar a un joven enfermo se dio cuenta de que aquel pobre muchacho ignoraba totalmente la religión. Se puso a pensar que en ese mismo estado debían estar miles y miles de jóvenes, por falta de maestros que les enseñaran el catecismo. Lo preparó a bien morir, y se propuso buscar compañeros que le ayudaran a instruir cristianamente a la juventud.El 2 de enero de 1817 empezó la nueva comunidad de Hermanos Maristas en una casita que era una verdadera Cueva de Belén por su pobreza. Sus jóvenes compañeros se dedicaban a estudiar religión y a cultivar un campo para conseguir su subsistencia. El santo los formaba rígidamente en pobreza, castidad y obediencia, para que luego fueran verdaderamente apóstoles.Pronto empezaron a llegar peticiones de maestros de religión para parroquias y más parroquias. Marcelino enviaba a los que ya tenía mejor preparados, y la casa se le volvía a llenar de aspirantes. Siempre tenía más peticiones de parroquias para enviarles hermanos catequistas, que jóvenes ya preparados para ser enviados. Y como su casa se llenó hasta el extremo, él mismo se dedicó ayudado por sus novicios, y aprovechando sus conocimientos de albañilería, a ensanchar el edificio.Ante todo, las labores de sus religiosos estaban todas dirigidas a hacer conocer y amar más a Dios y a nuestra religión. El método empleado era el de la más exquisita caridad con todos. Marcelino no podía olvidar cómo una vez un profesor puso en público un sobrenombre humillante a un alumno y entonces los compañeros de ese pobre muchacho empezaron a humillarlo hasta desesperarlo. Por eso prohibió rotundamente todo trato humillante para con los alumnos. Quitó los castigos físicos y deprimentes. Le dio mucha importancia al canto como medio de hacer más alegre y más eficaz la catequesis. Fue precursor de la escuela activa, en la cual los alumnos participan positivamente en las clases. Cada religioso debía dedicar una hora por día a prepararse en catequesis, y en pedagogía para saber enseñar lo mejor posible.La quinta esencia de la pedagogía de San Marcelino era su gran devoción a la Virgen Santísima. Repetía a sus religiosos: "Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llevar hacia Jesús". Y les decía: "Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo".Marcelino murió muy joven, apenas de 51 años el 6 de junio de 1840. Los últimos años había sufrido de una gastritis aguda, y un cáncer al estómago le ocasionó la muerte. Al morir dejaba 40 casas de Hermanos Maristas. Ahora sus religiosos son más de 6,000 en 870 casas, en muy diversos países.Marcelino Champagnat fue proclamado santo por el Papa Juan Pablo II el 18 de abril de 1999.


 
San Marcelino Champagnat
Fundador de los Hermanos Maristas
Año 1840

Fiesta: 6 de Junio

Página de los Maristas. Excelente y completa información sobre el santo, la orden, carisma, misión, etc.


Nació en 1789 cerca de Lyon, Francia. Su padre que llegó a ser alcalde del pueblo, por defender y favorecer la religión tuvo que sufrir mucho durante la revolución francesa.
La mamá era sumamente devota de la Virgen Santísima y le infundió una gran devoción mariana a Marcelino, desde muy pequeño, y le consagró su hijo a la Madre de Dios.
Una tía muy piadosa le leía Vidas de Santos, y estas lecturas lo fueron entusiasmando por la vida de apostolado. La lectura de las Vidas de los Santos entusiasma mucho por la virtud.
Creció sin asistir a la escuela, pero las lecturas caseras lo fueron formando en un fuerte amor por la religión.
Desde muy niño demostró mucha capacidad para aprender la albañilería, y la practicó en su niñez, y después este oficio le va a ser muy útil en sus fundaciones. También era ágil para el negocio. Compraba corderillos, los engordaba, y luego los vendía y así fue haciendo sus ahorros, con los cuales más tarde ayudará a costearse sus estudios.
Terminada la revolución francesa, el Cardenal Fresh (tío de Napoleón) se propuso conseguir vocaciones para el sacerdocio y fundó varios seminarios, Cerca del pueblo de Marcelino abrieron un seminario menor y un sacerdote visitador llegó a la casa de los Champagnat a invitar a alguno de los jóvenes a ingresar en el nuevo seminario. A Marcelino lo entusiasmó la idea, pero su padre y su tío decían que él no servía para los estudios sino para los oficios manuales. Sin embargo el joven insistió y le permitieron entrar en el seminario.
Serias dificultades con los estudios.
Como le habían anunciado el Papá y el tío, los estudios le resultaron sumamente difíciles y estuvo a punto de ser echado del seminario por sus bajas notas en los exámenes, Pero su buena conducta y el hacerse repetir las clases por unos buenos amigos, le permitieron poder seguir estudiando para el sacerdocio
En el seminario tenía otro compañero que, como él, tenia menos memoria y menos aptitud para los estudios que los demás, pero los dos sobresalían en piedad y en buena conducta y esto les iba a ser inmensamente útil en la vida. El compañero de Marcelino se llamaba Juan María Vianney, que después fue el Santo Cura de Ars, famoso en todo el mundo.
Poco antes de recibir la ordenación sacerdotal, él y otros 12 compañeros hicieron el propósito de fundar una Comunidad religiosa que propagara la devoción a la Stma. Virgen y fueron en peregrinación a un santuario mariano a encomendar esta gracia. Marcelino logrará cumplir este buen deseo de sus compañeros.
Ordenación y primeros oficios.
En 1816 fue ordenado sacerdote y lo nombraron como coadjutor o vicario de un sacerdote anciano en un pueblecito donde los hombres pasaban sus ratos libres en las cantinas y tomando licor, y la juventud en bailaderos nada santos. La ignorancia religiosa era sumamente grande.
Marcelino se dedicó con toda su alma a tratar de acabar con las borracheras y los bailaderos y a procurar instruir a sus fieles lo mejor posible en la religión, Como tenía una especial cualidad para atraer a la juventud, pronto se vio rodeado de muchos jóvenes que deseaban ser instruidos en la religión. Y hasta tal punto les gustaba su clase de catequesis, que antes de que abrieran la iglesia a las seis de la mañana, ya estaban allí esperando en la puerta para entrar a escucharle.
Fundador.
Marcelino era todavía muy joven, apenas tenía 27 años, y ya resultó fundandor de una nueva comunidad. Era de elevada estatura, robusto, de carácter enérgico y amable a la vez. Alto en su aspecto físico y gigante en la virtud. Le había consagrado su sacerdocio a la Virgen María y en una de sus visitas al Santuario Mariano de la Fourviere, recibió la inspiración de dedicarse a fundar una congregación religiosa dedicada a enseñar catecismo a los niños y a propagar la devoción a Nuestra Señora. Esto sucedió en 1816, y una placa en dicho santuario recuerda este importante acontecimiento,

La causa inmediata.
Lo que movió inmediatamente a Marcelino a fundar la Comunidad de Hermanos Maristas fue que al visitar a un joven enfermo se dio cuenta de que aquel pobre muchacho ignoraba totalmente la religión. Se puso a pensar que en ese mismo estado debían estar miles y miles de jóvenes, por falta de maestros que les enseñaran el catecismo, Lo preparó a bien morir, y se propuso buscar compañeros que le ayudaran a instruir cristianamente a la juventud.
Humildes comienzos.
El 2 de Enero de 1817 empezó la nueva comunidad de Hermanos Maristas en una casita que era una verdadera Cueva de Belén por su pobreza. Sus jóvenes compañeros se dedicaban a estudiar religión y a cultivar un campo para conseguir su subsistencia. El santo los formaba estrictamente en pobreza, castidad y obediencia, para que luego fueran verdaderos apóstoles.
Admirable expansión.
Pronto empezaron a llegar peticiones de maestros de religión para parroquias y más parroquias, Marcelino enviaba a los que ya tenía mejor preparados, y la casa se les volvía a llenar de aspirantes. Siempre tenía más peticiones de parroquias para enviarles hermanos catequistas, que jóvenes ya preparados para ser enviados. Y como su casa se llenó hasta el extremo, él mismo se dedicó a ayudar a sus novicios y aprovechando sus conocimientos de albañilería, a ensanchar el edificio.
Su método de enseñanza.
Ante todo, las labores de sus religiosos estaban todas dirigidas a hacer conocer y amar más a Dios y a nuestra religión. El método empleado era el de la más exquisita caridad con todos. Marcelino no podía olvidar como una vez un profesor públicamente puso un sobrenombre humillante a un alumno y entonces los compañeros de ese pobre muchacho empezaron a humillarlo hasta desesperarlo. Por eso prohibió rotundamente todo trato humillante para con los alumnos. Quitó los castigos físicos y deprimentes. Le dio mucha importancia al canto como medio de hacer más alegre y más eficaz la catequesis. Fue precursor de la escuela activa, en la cual los alumnos participan positivamente en las clases. Cada religioso debía dedicar una hora por día a prepararse en catequesis y en pedagogía para saber enseñar lo mejor posible.
Devoción Mariana
La quinta esencia de la pedagogía de San Marcelino era su gran devoción a la Virgen Santísima. Repetía a sus religiosos: "Todo en honor de Jesús, pero por medio de María . Todo por María, para llevar hacia Jesús". Y les decía, "Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben de estar dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo".
Muerte joven
Marcelino murió muy joven, apenas de 51 años el 6 de Junio de 1840. Los últimos 15 años había sufrido de una gastritis aguda, y un cáncer al estómago le ocasionó la muerte. Al morir dejaba 40 casas de Hermanos Maristas. Ahora sus religiosos son más de 6,000 en 870 colegios, en muy diversos países.
Beatificado el 29 de mayo de 1955 por el Papa Pío XII
Canonizado por su Santidad Juan Pablo II el 18 de Abril de 1999 por el Papa Juan Pablo II. En esa ocasión el Papa resaltó su fe inquebrantable así como su fidelidad a Cristo «incluso en las dificultades, en medio de un mundo que con frecuencia había perdido el sentido de Dios». «San Marcelino anunció el Evangelio con un corazón ardiente. Mostró sensibilidad a las necesidades espirituales y educativas de su época, especialmente a la ignorancia religiosa y al abandono que experimentaba particularmente la juventud».

Bibliografía
Salesman, Eliecer, Pbro., Vida de los Santos, segunda edición.

San Marcelino Champagnat, presbítero y fundador
fecha: 6 de junio
n.: 1789 - †: 1840 - país: Francia
canonización: B: Pío XII 29 may 1955 - C: Juan Pablo II 18 abr 1999
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Saint-Chamond, en el territorio de Lyon, en Francia, san Marcelino Champagnat, presbítero de la Sociedad de María, que fundó el Instituto de Hermanos Maristas de la Enseñanza, para la formación cristiana de los niños.

Juan Bautista Champagnat, un agricultor y molinero de la aldea de Rosey, en el municipio de Marlhes (Loira), tuvo con su mujer, María, diez hijos; el octavo, Marcelino-Benito-José, nació el 20 de mayo de 1789 y fue bautizado al día siguiente. Creció sin asistir a la escuela y estaba siempre con una tía suya religiosa, refugiada en casa de su padre, que le contaba las vidas de los santos y lanzaba anatemas furiosos contra la Revolución. El pequeño Marcelino, que no había experimentado los efectos de la conflagración, no sabía si se trataba de una persona mala o de una bestia feroz. Hizo su primera comunión en la primavera de 1800. Desde muy joven, ayudó a su padre y, como era muy diestro, aprendió numerosos oficios, en particular el de albañilería. Tenía también el sentido de los negocios: habiéndole regalado su padre dos o tres corderos, los crió y los vendió, con ganancias, las que usó para comprar otros, hasta que logró reunir, rápidamente, un capital de 600 francos.

Tan bien dotado como estaba para los negocios y para los oficios manuales, cierto día oyó una proposición para seguir un camino muy diferente. Cuando fue promovido al arzobispado de Lyon el cardenal Fresch, tío de Napoleón, se preocupó por reclutar a sus seminaristas y, con el objeto de despertar vocaciones, envió sacerdotes al campo. Uno de ellos pasó por Marlhes y habló de vocación a los hijos de Champagnat. Marcelino se decidió al punto: sería sacerdote. Su padre no se oponía, en principio, pero tenía sus dudas, porque sabía que su hijo no tenía facilidad para aprender. Su padre murió el 3 de junio de 1804. Su viuda, más optimista, decidió valientemente ayudar a su hijo a realizar sus esperanzas; lo confió a su yerno, Amoldo, maestro en Saint-Sauveur, quien, elogiando la aplicación de su discípulo, declaró en breve que no tenía la capacidad para emprender largos estudios. Ni Marcelino, ni su madre aceptaron con docilidad la declaración de Amoldo y partieron a La Louvesc, donde Marcelino solicitó su admisión en el pequeño seminario de Verriéres, cerca de Montbrison. Ahí ingresó, en octubre de 1805. El dinero que había ganado criando ovejas le permitió adquirir su ajuar, sin ser gravoso para el presupuesto familiar.

El pequeño seminario de Verriéres era una de esas escuelas eclesiásticas, improvisadas después de la Revolución por sacerdotes llenos de buena voluntad y de confianza en Dios. Allí, los jóvenes aprendían a ejercitar la piedad, estudiaban el francés y el latín. Mal alojados, casi sin calefacción, alimentados como espartanos, obedecían un reglamento bastante vago, que dejaba mucho lugar a lo imprevisto. Los comienzos de Marcelino fueron dolorosos. De mayor edad que sus condiscípulos, tenía menos memoria que ellos, y el superior, que le estimaba por su piedad y su virtud, le anunció que se vería obligado a despedirlo por su ineptitud para los estudios. Se salvó de la expulsión por su obstinado esfuerzo para aprender y la ayuda de un amigo suyo muy querido: Juan-Luis Duplay, que, como él, había tardado para seguir su vocación. El 24 de junio de 1810, Marcelino tuvo el dolor de perder a su madre, que le había sostenido tan valerosamente. No por eso dejó sus estudios ni disminuyó en su aplicación. Principió sú curso de filosofía en Verriéres, junto con dos condiscípulos que habrían de ser ilustres: Juan Claudio Colin, que ostentaba, brillantemente, el primer lugar de su clase, y Juan María Vianney, quien aparecía menos apto que Marcelino para los estudios y no pudo entrar con él al gran seminario de Lyon, en octubre de 1813.

Las necesidades urgentes de la Iglesia parecían justificar los estudios rápidos. El 6 de enero de 1814, el cardenal Fesch confirió a Marcelino Champagnat la tonsura, las órdenes menores y el subdiaconato. Fue ordenado diácono el 23 de junio de 1815, y presbítero el 22 de julio de 1816. Había doce seminaristas que, durante sus años de estudio, acariciaban el proyecto de fundar una congregación bajo el patrocino de María, con la aprobación del director. Tan pronto como aquellos doce, entre los que se encontraba Marcelino, recibieron su ordenación, hicieron el pacto de realizar el proyecto, si era posible.

Marcelino fue nombrado vicario de La Valla, cerca de Saint Chamon (Loira). El párroco del lugar, de edad avanzada e incapaz de hablar en público, se sintió muy contento con la llegada de un auxiliar para el gobierno de la extensa parroquia, situada entre montañas y en un estado moral análogo a la de Ars, cuando fue nombrado para ella Juan María Vianney: los feligreses gustaban de pasar las noches en las tabernas, los jóvenes se reunían para bailar de manera no siempre conveniente, los adultos y sus niños sabían muy poco de religión y experimentaban cierto recelo hacia los sacerdotes. Marcelino Champagnat se dedicó a solucionar todos estos problemas a la vez: organizó el catecismo, primero en la iglesia parroquial y después en los poblados vecinos; aparecía bruscamente en medio de los bailes, poniendo en fuga a los danzantes; hacía reuniones para la gente principal y les prestaba libros, cambiándoselos por las difundidas ediciones impías del siglo XVIII. Un día, el vicario fue llamado para asistir a un niño de doce años que estaba gravemente enfermo. Queriendo confesarlo, tuvo el dolor de constatar que el pobre chiquillo moribundo ignoraba todo acerca de la religión. Lo instruyó en dos horas sobre los principales misterios para poder prepararlo a la muerte, que no tardó en sobrevenir. Este incidente trágico hizo sentir hondamente a Marcelino el abandono en que vivían los campesinos.

Dos jóvenes de la parroquia deseaban llevar vida religiosa; el padre Champagnat compró una casa y los instaló en ella, el 2 de enero de 1817, sin asignarles ninguna función apostólica, ni explicarles siquiera lo que él se proponía. Ante todo quería darles una formación sólida. Les trazó un reglamento austero: en la mayor pobreza y en el más perfecto recogimiento, alternaban las oraciones con los trabajos manuales. El cultivo de un huerto y un sembrado de especies les aseguró su subsistencia. Otros jóvenes vinieron a reunirse con los dos primeros. Todos estaban animados por la misma buena voluntad. El padre Champagnat, que quería hacerlos maestros, descubrió a un profesor, el cual durante algunos meses les dio lecciones. Muy pronto, ellos mismos pudieron abrir una escuela elemental que recibió a los niños del pueblo y recogió a algunos huérfanos.

Las necesidades eran tantas y la buena voluntad de los nuevos profesores tan manifiesta, que el éxito fue completo e inmediato, al grado de que el fundador llegó a temer que se les subiera a la cabeza a sus hermanos y que se disiparan con perjuicio para la vida religiosa. Para evitar este relajamiento, se instaló él mismo en la casa y los vigiló de cerca. Apenas se abrió la escuela de La Valla, cuando comenzaron a llegar al padre Champagnat solicitudes para el envío de hermanos. El primero que dejó la casa fue al poblado de Bessat, el más distante de la iglesia parroquial, a enseñar catecismo a sus habitantes desheredados. Después, el párroco de Marlhes solicitó hermanos, y el padre Champagnat se sintió feliz de poder beneficiar a su parroquia natal. Desgraciadamente, el párroco de Marlhes no tuvo confianza en su antiguo feligrés: después de haber intentado retener al hermano Luis contra la voluntad de su superior, que lo llamaba, se obstinó en mantener la escuela en una casa en ruinas, sin importarle el enojo de los padres de los alumnos y arriesgándose a que se resintiera la salud de éstos y la de sus profesores. Ante esta mala voluntad, el fundador no quiso transigir y llamó a todos sus hermanos. Nunca tuvo peligro de verlos sin trabajo: durante toda su vida recibió más demandas de las que podía satisfacer. El día de Todos los Santos de 1820, inauguró una escuela en Saint-Sauveaur-en-Rue, después otras en la gran población de Bourg-Argental; en Saint Symphorian-le-Cháteau, en Beaulieu, Vanóse, etc.

Y todas estas partidas de hermanos parecían atraer más vocaciones. Muy pronto la casa madre fue demasiado pequeña. Siempre desprovisto de dinero, el padre Champagnat se transformaba en arquitecto y en albañil para agrandar él mismo la casa, sin otra ayuda que la de sus novicios. El incidente de Marlhes no fue sino un signo precursor de oposiciones más feroces. Todos los sacerdotes de los alrededores sabían que el padre Champagnat no era precisamente una lumbrera en temas de seminario. Que él hubiera tenido la audacia de fundar una congregación de enseñanza para los labriegos sin educación, era original; pero que hubiera llegado a tener éxito en la empresa, era una insolencia. El párroco de La Valla, tan favorable al principio, se puso a la cabeza de la corriente de oposición: contradecía a su vicario en público, introducía cantos para obligarlo a suspender sus sermones, discutía el valor teológico de sus enseñanzas. Los sacerdotes se lamentaban de la conducta del padre Champagnat, que degradaba la dignidad sacerdotal al trabajar como un albañil, y que conducía a esos desgraciados jovencitos hacia el desastre. La campaña de oposición llegó a su fin, a raíz de una denuncia dirigida pérfidamente a un gran vicario de Lyon, que también era fundador de una congregación de hermanos maestros, M. Bochard. Fue intolerable para este alto personaje el descubrir a un rival en un insignificante vicario de aldea, por lo que no omitió nada para acabar con él. Felizmente, el padre Champagnat había dejado un recuerdo excelente entre sus antiguos directores de seminario, quienes se opusieron a las maniobras del gran vicario. Bien pronto, la situación de la diócesis cambió: monseñor de Pins, nombrado administrador apostólico, quedó favorablemente impresionado por el sacerdote Champagnat, en tanto que M. Bochard no le inspiraba ninguna confianza.

La Valla se convirtió para el fundador en un sitio inhabitable. El aumento de los hermanos exigía su presencia continua, lo cual era incompatible con sus otras funciones. La casa era ya, definitivamente, muy pequeña y tenía que ser reemplazada por otra. Marcelino escogió un terreno cerca de Saint-Chamond, lo compró y emprendió, esta vez con la ayuda de albañiles de oficio, la construcción de la gran casa de Notre-Dame-de-l'Hermitage. El día de Todos Santos de 1824, Marcelino dejó definitivamente La Valla. Tenía ahora una casa nueva, llena de hermanos y de novicios. Todo marchaba a las mil maravillas. Dos sacerdotes lo ayudaban. Desgraciadamente llegó un tercero. Desde que se hicieron en el seminario los proyectos de la fundación de la congregación de María, el padre Courville había desempeñado el papel de portavoz, y se le consideraba más o menos como el jefe del grupo. Después llegó al sacerdocio; en el que no había obtenido gloria, sino algunos éxitos de poca monta, por lo que tenía deseos de ensayar sus talentos en otra parte. Juzgó que era el momento oportuno para tomar la dirección de los hermanos reunidos por el padre Champagnat, a quien él consideraba como su inferior, y vino a establecerse al Hermitage. Ahí fue bien recibido, porque el padre Champagnat no se había olvidado de él, ni de los proyectos del seminario; no deseaba otra cosa sino vivir humildemente en obediencia. El padre Courville no tuvo ningún reparo en adjudicarse para sí el primer lugar de la casa, aunque se sintió un poco contrariado al ver que los hermanos no abandonaban a su verdadero padre. Inmediatamente quiso reformar la casa a su gusto y se mostró altanero y displicente. Por entonces el padre Champagnat enfermó gravemente, y su casa cayó en un desorden descomunal: los acreedores se inquietaron; los dos sacerdotes auxiliares del fundador, partieron; muchos de los más antiguos hermanos dejaron el instituto, y otros más pensaban seriamente en imitarlos. Ante tal tempestad, monseñor de Pins se preguntaba si debía dejar que continuara una tan triste experiencia. Apenas convaleciente, el padre Champagnat tuvo que prodigarse excesivamente para restablecer la paz a su grey dispersa.

Las consecuencias de esta crisis duraron mucho tiempo. La carencia de la autoridad había dejado crecer un relajamiento solapado. El fundador siempre había castigado duramente los desvíos y jamás había dudado en despedir a los individuos que no tenían el suficiente espíritu religioso. No podía ahora, a pesar de la reputación de excesiva severidad que le crearan los sacerdotes de los alrededores, dejar que su instituto se derrumbara: hizo frente, atacando sobre todo los abusos en el trato con la gente del mundo e imponiendo la práctica de la pobreza. Sus consignas fueron mal recibidas. Muy pronto se formó un verdadero grupo de oposición con miras a provocar un cambio; los cabecillas lanzaron el ataque con críticas y acusaciones sobre tres puntos que, a su parecer, bastaban para demostrar el autoritarismo arbitrario del fundador: la ropa remendada, la sotana con desgarrones y el empleo de un método nuevo para enseñar a leer a los niños. Pero, de hecho, se trataba de otra cosa: ¿Los hermanos eran religiosos o simples maestros? Ante la inminencia del peligro, el padre Champagnat organizó una manifestación de fidelidad que terminó con la expulsión de los dos principales culpables.

Para garantizar a sus hermanos una mayor seguridad, el padre Champagnat quiso obtener para su congregación la autorización legal. Los primeros pasos emprendidos no tuvieron éxito, a causa de la Revolución de julio de 1830. Su anticlericalismo no afectó, sin embargo, al instituto, en donde las vocaciones continuaron floreciendo. La autorización legal tenía por efecto exceptuar a los religiosos del servicio militar y el padre Champagnat no quería pasarse sin este privilegio, por lo que reiteró sus demandas por carta. No habiendo obtenido ninguna respuesta, se decidió, en enero de 1838, a ir a París. Multiplicó sus visitas, solicitó y obtuvo numerosos apoyos. Cuando salió de París, en mayo, no había podido vencer la resistencia del ministro de Educación Pública. Un acuerdo con el padre Mazelier, fundador de los Hermanos de Saint-Paul- Trois-Cháteaux, congregación mucho menos floreciente que la suya, pero que tenía la autorización legal, permitió que los hermanos del padre Champagnat no tuvieran que alistarse en el servicio militar. Esta negación de autoridad dio un pretexto a los consejeros infatigables para que sugirieran a M. Champagnat la fusión de su congregación con alguna otra. Él siempre se rehusó a ello y, después de su muerte, su congregación fue la que absorbió a otras muchas.

Llegado a fundador sin haberlo buscado, M. Champagnat no había olvidado los proyectos formados en 1816, en el seminario de Lyon. El pseudo jefe del grupo, el padre Courville, después de haber fracasado en sus intentos para demoler su obra, hizo otras tentantivas ridiculas; pero entretanto, el padre Colin, en silencio, había conseguido fundar la Asociación de María en la diócesis de Belley y, venciendo muchas dificultades, la había establecido también en Lyon. El padre Champagnat contribuyó a su extensión, dirigiendo hacia la nueva institución a nueve sacerdotes que el arzobispo administrador le había dado sucesivamente como auxiliares. El mismo fue admitido en la Sociedad de María y aceptó, de buen grado, no ser ya la cabeza de sus hermanos, sino el delegado del superior general. Sin que este hecho disminuyera su amistad, el padre Colin había comprendido que las dos fundaciones eran tan diferentes, que nunca podrían ser fusionadas enteramente. El padre Champagnat enviaba como auxiliares a las casas de los padres maristas, a los hermanos que no eran capaces de enseñar, pero esta solución no daba los resultados esperados y el padre Colin, después de haber tomado el consejo de sus religiosos, creó una nueva rama de hermanos. El padre Champagnat se apenó por ello; no sin amargura veía que los hermanos maestros aumentaban en el seno de la Sociedad de María y pensaba que, con esto, se acercaban a una separación total. El quería permanecer marista y su ferviente deseo era sincero, pero no era lógico: considerando que el Instituto de los hermanos no podía contentarse con la dirección oral de los comienzos de la congregación, redactó e hizo imprimir, en 1837, la Regla de los Pequeños Hermanos de María. No veía en esto una pretenciosa conducta de superioridad. Tuvo el gozo de morir marista, pero la Santa Sede exigió más tarde al superior general de los maristas el abandono de toda autoridad sobre los hermanos. El padre Champagnat no era todavía viejo, pero estaba muy acabado. Después de su enfermedad grave de 1825, sufrió de una gastritis crónica, cuyas crisis lo debilitaban bastante. Los exámenes clínicos mostraron que padecía un cáncer estomacal. Era tan humilde y tan desligado de todo, que no se enorgullecía de su obra y aceptó dócilmente preparar a su sucesor.

El padre Colín reunió a los 99 hermanos profesos y les hizo elegir un superior general, escogido de entre ellos. Los votos recayeron sobre el hermano Francisco, uno de los primeros discípulos del fundador, a quien éste quería mucho. El hermano Francisco empleó su autoridad para mantener la congregación en su línea original, tanto antes como después de la muerte del padre. Legalmente propietario de los inmuebles del Instituto, el padre Champagnat los hizo transferir, por acta notarial, a los hermanos del consejo. La perpetuidad de su obra estaba asegurada. No le quedaba sino dar a sus «Pequeños Hermanos» los consejos de vigilancia y de paciencia en los crueles sufrimientos. El 8 de mayo de 1840, celebró la misa por última vez; el 11, pidió la extremaunción. Una cierta mejoría alentó las esperanzas, pero los vómitos se repitieron con'tanta violencia, que no le pudieron dar la comunión. El 4 de junio, una leve mejoría le permitió, por última vez, recibir el santo viático. Murió en la mañana del sábado 6 de junio de 1840. Marcelino Champagnat fue beatificado por Pío XII, el 29 de mayo de 1955, y canonizado por SS Juan Pablo II el 18 de abril del año 1999.


Acta apostolicae Sedís, vol. XLVII, 1955, pp. 439-444. Vie de Joseph Benoit-Marcellin Champagnat, prétre fondateur de la Société des Petits Fréres de Marie por uno de sus primeros discípulos, 2 vol., Lyon, 1856. Laveille, Marcellin Champagnat (1789-1840), París, 1921. G. Chastel, Marcellin Champagnat, París, 1939. Masson, R., Marcelino Champagnat. Las paradojas de Dios (Madnd 1999). Mesonero Sánchez, M, Espiritualidad de San Marcelino Champagnat. A partir del estudio crítico de su biografía (Madrid, 2003).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



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