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lunes, 3 de junio de 2013

Justino, Santo

Mártir, Junio 1
Justino, Santo
Justino, Santo

Mártir

Martirologio Romano: Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165)

Etimológicamente: Justino = Aquel que obra con justicia, es de origen latino.
Filósofo cristiano y cristiano filósofo, como con razón fue definido, Justino (que nació a principios del siglo II en FIavia Neápolis—Nablus—, la antigua Siquem, en Samaria, de familia pagana) pertenece a ese gran número de pensadores que en todo período de la historia de la Iglesia han tratado de hacer una síntesis de la provisional sabiduría humana y de las inalterables afirmaciones de la revelación cristiana. El itinerario de su conversión a Cristo pasa a través de la experiencia estoica, pitagórica, aristotélica y neoplatónica. De aquí el desemboque casi inevitable, o mejor providencial, hacia la Verdad integral del cristianismo.

El mismo cuenta que, insatisfecho de las respuestas que le daban las diversas filosofías, se retiró a un lugar desierto, a orillas del mar, a meditar, y que un anciano al que le había confiado su desilusión le contestó que ninguna filosofía podía satisfacer al espíritu humano, porque la razón es incapaz por sí sola de garantizar la plena posesión de la verdad sin una ayuda divina.

Así fue como Justino descubrió el cristianismo a los treinta años; se convirtió en convencido predicador y, para proclamar al mundo este feliz descubrimiento, escribió sus dos Apologías. La primera se la dedicó en el año 150 al emperador Antonino Pío y al hijo Marco Aurelio, y también al Senado y al pueblo romano. Escribió otras obras, por lo menos unas ocho. Entre ellas la más importante es la titulada Diálogo con Trifón, y se la recuerda porque abre el camino a la polémica antijudaica en la literatura cristiana. Pero las dos Apologías siguen siendo el documento más importante, pues gracias a estos escritos sabemos cómo se explicaba el cristianismo en ese tiempo y cómo se celebraban los ritos litúrgicos, sobre todo la administración del bautismo y la celebración de la Eucaristía. Aquí no se encuentran argumentos filosóficos, sino testimonios conmovedores de vida en la primitiva comunidad cristiana, de la que Justino está feliz de pertenecer: “Yo, uno de ellos...”. Semejante afirmación podía costarle la vida. Y, en efecto, Justino pagó con la vida su pertenencia a la Iglesia.

Había ido a Roma, y allí fue denunciado por Crescencio, un filósofo con quien Justino había disputado mucho tiempo. El magistrado que lo juzgó, Rústico, también era un filósofo estoico, amigo y confidente de Marco Aurelio. Pero para el magistrado, Justino no era más que un cristiano, igual a sus compañeros, todos condenados a la decapitación por su fe en Cristo. Todavía hoy se conservan actas auténticas del martirio de Justino.
San Justino, mártir
fecha: 1 de junio
fecha en el calendario anterior: 14 de abril
†: c. 165 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo y la confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido al prefecto Rústico, ante quien se declaró cristiano, siendo condenado a la pena capital.
patronazgo: patrono de los filósofos.
refieren a este santo: Santos Pedro y Pablo, San Pío I
oración:
Señor, tú que has enseñado a San Justino a encontrar en la locura de la cruz la incomparable sabiduría de Cristo, concédenos, por intercesión de tu mártir, la gracia de alejar los errores que nos cercan y de mantenernos firmes en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Uno de los más distinguidos mártires del reinado de Marco Aurelio fue san Justino. A pesar de que era laico, fue el primer apologeta cristiano cuyas obras principales han llegado hasta nosotros. Sus escritos ofrecen detalles muy interesantes sobre los primeros años del santo y las circunstancias de su conversión. El mismo Justino cuenta que era samaritano, ya que había nacido en Flavia Neápolis (Nablus, cerca de la antigua Siquem); no conocía el hebreo, pues sus padres eran paganos, probablemente de origen griego. Justino recibió una excelente educación liberal, que aprovechó muy bien, y se consagró especialmente al estudio de la retórica y a la lectura de los poetas e historiadores. Más tarde, su sed de saber le movió a estudiar filosofía. Durante algún tiempo profundizó el sistema de los estoicos, pero lo abandonó al comprender que no tenían nada que enseñarle sobre Dios. Recurrió entonces a un maestro peripatético, pero el interés de éste por el dinero, le decepcionó muy pronto. Los pitagóricos le dijeron que, para empezar, necesitaba conocer la música, la geometría y la astronomía. Finalmente, un discípulo de Platón le ofreció enseñarle la ciencia de Dios. Un día en que paseaba por la playa, tal vez en Éfeso, reflexionando sobre uno de los principios de Platón, vio que le seguía un venerable anciano; al punto empezó a discutir con él el problema de Dios. El anciano despertó su interés, diciéndole que él conocía una filosofía más noble y satisfactoria que cuantas Justino había estudiado; Dios mismo había revelado dicha filosofía a los profetas del Antiguo Testamento y su punto culminante había sido Jesucristo. El anciano exhortó al joven a pedir que se le abrieran las puertas de la luz para llegar al conocimiento que sólo Dios podía dar. La conversación con el anciano movió a Justino a estudiar la Sagrada Escritura y a informarse sobre el cristianismo, aunque ya desde antes se había interesado por la religión de Jesús: «Aun en la época en que me satisfacían las enseñanzas de Platón -escribe-, al ver a los cristianos arrostrar la muerte y la tortura con indomable valor, comprendía yo que era imposible que hubiesen llevado la vida criminal de que se les acusaba». A lo que parece, Justino tenía unos treinta años cuando se convirtió al cristianismo; pero ignoramos el sitio y la fecha exacta de su bautismo. Muy probablemente tuvo éste lugar en Éfeso o en Alejandría, pues consta que Justino estuvo en esas ciudades.

Aunque ya había habido antes algunos apologetas cristianos, los paganos conocían muy poco de las creencias y las prácticas de los discípulos de Cristo. Los primitivos cristianos, la mayor parte de los cuales eran hombres sencillos y poco instruidos, aceptaban tranquilamente las falsas interpretaciones para proteger los sagrados misterios contra la profanación. Pero Justino estaba convencido, por su propia experiencia, de que muchos paganos abrazarían el cristianismo, si se les presentaba en todo su esplendor. Por otra parte -citemos sus propias palabras- «tenemos la obligación de dar a conocer nuestra doctrina para no incurrir en la culpa y el castigo de los que pecan por ignorancia». Así pues, tanto en su enseñanza como en sus escritos, expuso claramente la fe y aun describió las ceremonias secretas de los cristianos. Ataviado con las vestimentas características de los filósofos, Justino recorrió varios países, discutiendo con los paganos, los herejes y los judíos, En Roma tuvo una argumentación pública con un cínico llamado Crescencio, en la que demostró la ignorancia y la mala fe de su adversario. Según parece, la aprehensión de Justino en su segundo viaje a Roma se debió al odio que le profesaba Crescencio. Justino confesó valientemente a Cristo y se negó a ofrecer sacrificios a los ídolos. El juez le condenó a ser decapitado. Con él murieron otros seis cristianos, una mujer y cinco hombres. Desconocemos le fecha exacta de la ejecución.

Los únicos escritos de Justino mártir que nos han llegado completos son las dos Apologías y el Diálogo con Trifón. La primera Apología, de la que la segunda no es más que un apéndice, está dedicada al emperador Antonino, a sus dos hijos, al senado y al pueblo romanos. En ella protesta Justino contra la condenación de los cristianos por razón de su religión o de falsas acusaciones. Después de demostrar que es injusto acusarles de ateísmo y de inmoralidad insiste en que no sólo no son un peligro para el Estado, sino que son ciudadanos pacíficos, cuya lealtad al emperador se basa en sus mismos principios religiosos. Hacia el fin, describe el apologeta el rito del bautismo y de la misa dominical, incluyendo el banquete eucarístico y la distribución de limosnas. El tercer libro de Justino es una defensa del cristianismo en contraste con el judaismo, bajo la forma de un diálogo con un judío llamado Trifón. Parece que san Ireneo utilizó un tratado de Justino contra la herejía.

Las actas del juicio y del martirio de san Justino son uno de los documentos más valiosos y auténticos que han llegado hasta nosotros. El prefecto romano, Rústico, ante el que comparecieron Justino y sus compañeros, los exhortó a someterse a los dioses y a obedecer a los emperadores. Justino replicó que no era un delito obedecer a la ley de Jesucristo:
Rústico:
¿En qué disciplina estás especializado?
Justino:
Estudié primero todas las ramas de la filosofía; acabé por escoger la religión de Cristo, por desagradable que esto pueda ser para los que se hallan en el error.
Rústico:
Pero, debes estar loco para haber escogido esa doctrina.
Justino:
Soy cristiano porque en el cristianismo está la verdad.
Rústico:
¿En qué consiste exactamente la doctrina cristiana?
Justino le explicó que los cristianos creían en un solo Dios, creador de todas las cosas y que confesaban a su hijo, Jesucristo, anunciado por los profetas, quien había venido a salvar y juzgar a la humanidad. Rústico preguntó entonces dónde se reunían los cristianos.
Justino:
Donde pueden. ¿Acaso crees que todos nos reunimos en el mismo sitio? No. El Dios de los cristianos no está limitado a un solo lugar; es invisible y se halla en todas partes, así en el cielo como en la tierra, de suerte que los cristianos pueden adorarle en todas partes.
Rústico:
Está bien. Pero dime entonces, dónde te reuniste tú con tus discípulos.
Justino:
Siempre me he hospedado en casa de un hombre llamado Martín, junto a los baños de Timoteo. Este es mi segundo viaje a Roma y nunca me he alojado en otra parte. Todos los que lo desean pueden ir a verme y oírme en casa de Martín.
Rústico:
Así pues, ¿eres cristiano?
Justino:
Sí, soy cristiano.
Después de preguntar a los otros si eran también cristianos, Rústico dijo a Justino:
Rústico:
Dime, tú que eres elocuente y crees poseer la verdad, si yo te mando torturar y decapitar, ¿crees que irás al cielo?
Justino:
Si sufro por Cristo todo lo que dices, espero recibir el premio prometido a quienes guardan sus mandamientos. Yo creo que todos los que cumplen sus mandamientos permanecen en gracia de Dios eternamente.
Rústico:
¿De suerte que crees que irás al cielo a recibir el premio?
Justino:
No es una simple creencia, sino una certidumbre. No tengo la menor duda sobre ello.
Rústico:
Está bien. Acércate y sacrifica a los dioses.
Justino:
Ningún hombre sensato renuncia a la verdad por la mentira.
Rústico:
Si no lo haces, te mandaré torturar sin misericordia.
Justino:
Nada deseamos más que sufrir por nuestro Señor Jesucristo y salvarnos. Así podremos presentarnos con confianza ante el trono de nuestro Dios y Salvador para ser juzgados, cuando se acabe este mundo.
Los otros cristianos ratificaron cuanto había dicho Justino. El juez los sentenció a ser flagelados y decapitados. Los mártires murieron por Cristo en el sitio acostumbrado. Algunos de los fieles recogieron, en secreto, los cadáveres y les dieron sepultura, sostenidos por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Como es natural, existe una literatura muy abundante sobre un apologeta, cuya vida y escritos plantean tantos problemas. Recomendamos a este propósito la excelente bibliografía que da G. Bardy en su artículo Justin en DTC, vol. vm (1924), ce. 2228-2277. Fuera del hecho de su martirio, todo lo que sabemos acerca de San Justino se reduce a lo que él mismo nos cuenta en su «Diálogo con Trifón». San Ireneo, Eusebio y san Jerónimo, mencionan a san Justino, pero apenas añaden algún dato nuevo. El texto de las actas de su martirio se halla en Acta Sanctorum (junio, vol. I). En casi todas las colecciones modernas de actas de los mártires, se encuentran las actas de san Justino. Es curioso que en Roma no se conserve ninguna huella del culto a san Justino; su nombre no se halla ni en el calendario filocaliano ni en el Hieronymianum.
N.ETF: Además de las actas del martirio, cuyo extracto se lee en el Oficio de Lecturas del oficio del santo, en la liturgia de las horas se utilizan dos lecturas más de sus obras, por demás preciosas: de la I Apología, sobre el bautismo cristiano, y de la misma obra, sobre la celebración eucarística. También es posible leer aquí algo más de material del autor traducido al castellano. Testimonios tan preciosos de la Iglesia inmediatamente post apostólica se consiguen fácilmente en la red para ser leídos enteros en inglés, en alemán, y en otros idiomas, menos, naturalmente, en zulú y en español. Hay edición española de los textos en BAC, «Padres apologetas griegos», 1954, por Daniel Ruiz Bueno. SS Benedicto XVI dedicó en 2007 una de sus catequesis sobre los Padres a presentar a san Justino.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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