Páginas

viernes, 28 de junio de 2013

EN LA VIGILIA DE LOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO



LAS TRES AYUDAS QUE RECIBIMOS DE LOS SANTOS

1. El hombre espiritual debe velar en las vigilias de los santos, si quiere celebrar sus solemnidades en espíritu de verdad. Los primeros preparan unos festejos muy brillantes y unas mesas muy delicadas. Y con frecuencia, en estas vigilias, hacen cosas indignas: se gozan haciendo el mal y se alegran de la perversión. Pero a vosotros no fue esta instrucción que os dieron sobre Cristo. Le habéis seguido, lo habéis dejado todo y debéis hacer realidad las vigilias, estando bien despiertos.
 Para esto son las vigilias: para despertar si estamos dormidos en el pecado o en la tibieza, y permanecer en presencia de los santos con nuestras alabanzas. No así los malvados: son valientes para beber vino y atrevidos para embriagarse; pero acaban dormidos en sus crímenes y delitos. No olvidéis que los que duermen, duermen de noche, y los borrachos se emborrachan de noche. Para ellos eso de las vigilias santas es una tontería: prefieren dormir a estar en  vela. Vosotros, en cambio, no vivís en la noche ni en las tinieblas, sino en la luz y en pleno día: por eso tenéis en gran estima el día natalicio de los santos y deseáis prepararos.
2. Tres cosas debemos considerar atentamente en las fiestas de los santos: la ayuda que nos dan, su ejemplo y nuestra confusión. Su ayuda, porque si fueron poderosos en la tierra, mucho más lo serán en el cielo, ante el Señor su Dios. Si cuando vivían aquí se compadecían de los pecadores y oraban por ellos, ahora intercederán con más interés por nosotros ante el Padre: porque conocen mucho mejor nuestras miserias, y en aquella patria, la caridad, en vez de desaparecer, aumenta. Son incapaces de padecer, pero no de compadecerse. Rebosan ternura entrañable, porque viven en la fuente misma de la misericordia. 
 Existe otro motivo que obliga a los santos a estar solícitos de nosotros. Y es que, en frase del Apóstol, Dios preparó algo mejor para nosotros, y no quiso llevarlos a la meta sin nosotros. O como dice el salmista: los justos me esperan hasta que me devuelvas tu favor. 
 También debemos fijarnos en su ejemplo, porque mientras estuvo y vivió entre los hombres no se desvió a la derecha ni a la izquierda, sino que siguió el camino más recto, hasta unirse con el que dijo: Yo  soy el camino, la verdad y la vida. Fijaos en la humildad de sus obras y en la autoridad de sus palabras, y veréis cómo brillaron ante los hombres por sus obras y palabras, y qué ejemplos nos dejaron para que les imitemos. Como dice el Profeta: la senda del justo es recta, es recto para caminar el sendero del justo. 
3. Afinemos aún más nuestra atención y sintámonos abochornados. Eran hombres débiles como nosotros, del mismo barro que nosotros. ¿Por qué, pues, nos parece difícil e imposible hacer lo que hicieron e imitar sus ejemplos? Llenémonos de confusión y temor ante esta realidad: tal vez la vergüenza nos reporte gloria y el temor sea fuente de gracia. Estos que nos precedieron eran hombres, y recorrieron tan admirablemente el camino de la vida, que casi dudamos de que fueran humanos.
 Por eso, la fiesta de los santos nos regocija y nos confunde. Nos regocija porque ya tenemos intercesores; y nos humilla porque nos vemos incapaces de imitarlos. Pero así es siempre nuestro gozo en este valle de lágrimas: es tan inseparable del pan de las lágrimas, que siempre, de principio a fin, está impregnado de llanto. Es cierto que tenemos grandes motivos para alegrarnos; pero son mayores aún los que nos hacen sufrir. Me acuerdo de Dios, grita el justo, y me regocijo. Pero añade inmediatamente: Me siento desfallecer, y la agitación no me deja hablar. 
4. Sí. Debemos considerar todo esto en las vigilias de cualquier santo, ¿Cuánto más en la solemnidad de los santos y preclaros apóstoles? Me refiero a Pedro y a Pablo. Bastaría la fiesta de uno de ellos para llenar de regocijo a toda la tierra. Pero se ha unido la de los dos para que el gozo sea ilimitado. Se amaron en vida y no se separaron en la muerte. Fueron los más poderosos en la tierra: a uno se le confiaron las llaves del reino de los cielos, y al otro el magisterio de los gentiles. Uno dio muerte a Ananías y Zafira con la fuerza de su palabra, y el otro da todo en nombre de Cristo, y cuando se siente débil entonces es fuerte.
 Si tan poderosos son en la tierra, ¿ cómo serán en el cielo? Nos han dejado ejemplos insuperables: sufrieron hambre y sed, frío y desnudez, y todo lo que nos cuenta Pablo. Y al final alcanzaron el reino de los cielos con un glorioso martirio. ¡Qué motivo de vergüenza, confusión para nosotros, que apenas nos atrevemos a mirarlos, y menos aún a imitarlos! Supliquémosles que nos hagan propicio a su amigo y a nuestro juez, el Dios bendito por siempre.

RESUMEN

Debemos vivir la vigilia de los santos y despertar de nuestra tibieza, en lugar de permanecer en el sueño de la ignorancia y el pecado.
En la vigilia de los santos debemos considerar tres cosas: su ejemplo, su ayuda y nuestra confusión. No se desviaron ni a la derecha ni a la izquierda, sino que siguieron un camino recto. No padecen, pero nos compadecen, puesto que sufrieron nuestras tribulaciones. Por último nos esperar para compartir el favor celestial.
 Sentimos confusión, porque el regocijo nos invade y lo comparamos con nuestras escasas fuerzas que nos llevan a desfallecer. Tomemos ejemplo de nuestros santos que eran hombres como nosotros.
 Esta celebración conjunta aumenta nuestra alegría. Uno abre el camino del más allá y el otro nos ilumina con sus enseñanzas. Pidamos a nuestro Cristo la capacidad para imitarlos y vivir en su amistad, superando nuestra confusión y vergüenza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario