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viernes, 28 de junio de 2013

EN LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO. SEGUNDO SERMÓN




EN LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

SERMÓN SEGUNDO

1.Hoy se ha convertido Pablo; mejor, es Saulo quien se acaba de convertir en Pablo. Sucedió algo parecido a aquel niño del evangelio al que aludió el Señor: Si no os convertís y os hacéis como este niño, no entraréis en el reino de los cielos. Quizá hablaba de sí mismo ese Señor infinitamente grande, muy digno de alabanza, el niño que se nos ha dado. Por el momento se muestra pequeño, no grande, para hacerse así un modelo grato y eficaz de la imprescindible pequeñez.
Por tanto, tu conversión apunta hacia este niño, para aprender a ser niño, para que te hagas niño mientras te estás convirtiendo. Porque fíjate qué claro te manifiesta ese niño la forma de conversión, y te propone sus matices más característicos cuando te dice: Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón. La humildad es pequeñez interior; la sencillez es externa. Más no son dos virtudes insignificantes, pues ese niño tan grande hace de ellas su único mensaje.
Hoy Pablo se ha convertido. Hoy ha dejado de ser Saulo. Hoy se ha vuelto sencillo y humilde. La confesión de sus labios demuestra su humildad de corazón cuando exclama: Señor, ¿qué quieres que haga? Pero lo prueba aún más ese mismo cúmulo de gracia que se le otorga, pues la abundancia de gracia estuvo en conexión con su profunda humildad.
2.Por lo demás, la sencillez, que, como he dicho, es la pequeñez externa, porque se exterioriza, nos insinúa la conversión bajo un triple aspecto. Bajo tres aspectos, por tanto, se afronta nuestra sencillez: desde las palabras injuriosas, desde el abuso de las cosas y desde la lesión corporal. Aquí se manifiestan la cumbre de la paciencia y la conquista de la mansedumbre. Ninguno de estos tres frentes puede derrocar la virtud realmente acendrada.
Considerad la actitud de Pablo, cómo fue probado inmediatamente en su misma conversión y cómo con su comportamiento se transformó en el Pablo auténtico, sencillo y humilde Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Peor para ti si das dos coces contra el pincho. Recriminación áspera, palabra increpadora y cargada de amenaza. Corporalmente fue abatido y derribado por tierra. ¿Le aconteció algún daño? Sí, y considerable. Perdió la vista, como está escrito; y, aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Experimentó y practicó en estos tres aspectos la paciencia de Job, a quien Dios propuso como modelo sin par de esta virtud.
Pero dejamos a vuestra agudeza la consideración de todo este tema. Basta con indicarnos que el proceso de la conversión estriba, sobre todo, en esa mansedumbre, para que se sonrojen quienes deberían haberse convertido, pero que de hecho viven aún pervertidos y enajenados por la lesión corporal, por el abuso de las cosas y, lo que es peor, por las palabras injuriosas.

RESUMEN
 
Debemos hacernos niños durante nuestra conversión. Dotarnos de humildad ( que es pequeñez interior ) y de sencillez (es externa). La sencillez se exterioriza bajo un triple aspecto: las palabras injuriosas, desde el abuso de las cosas y desde la lesión corporal. Así llegamos a la mansedumbre y la paciencia de Job.

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