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miércoles, 29 de mayo de 2013

Visitación de la Virgen

Fiesta, 31 de mayo
 
Visitación de la Virgen
Visitación de la Virgen

Fiesta Litúrgica

Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.

Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.

Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.

Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.
 
Visitación de la bienaventurada Virgen María
fecha: 31 de mayo
fecha en el calendario anterior: 2 de julio
hagiografía: Abel Della Costa
Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, con motivo de su viaje al encuentro de su prima Isabel, que estaba embarazada de un hijo en su ancianidad, y a la que saludó. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres, el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor, que aún estaba en el seno de Isabel, y al responder María al saludo de su prima, exultante de gozo en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del Magníficat.
oración:
Dios todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Los evangelios son catequesis, la catequesis de la primera Iglesia, fijada y puesta como norma de toda transmisión de la fe para los tiempos futuros, como son los nuestros. Si bien cabe la posibilidad de centrar nuestra atención en los detalles «biográficos» de la vida de Jesús y de los suyos, y para ello no tengamos otro remedio que leer los evangelios como recuerdos histórico-biográficos (ya que son nuestra única fuente primaria, o al menos la más completa en este punto), lo cierto es que leyéndolos así los desnaturalizamos y empequeñecemos. Y no porque la historia, «lo que pasó», no sea importante -¡en definitiva, somos seres históricos, heredamos historia, hacemos historia, y dejamos historia en herencia!-, sino porque en los evangelios, como catequesis que son, «lo que pasó» está al servicio de anunciar lo permanente, algo que no va a caducar ni cambiar (como lo hacen los hechos de la historia): la buena noticia de quién es Jesús.

Tal ocurre con esta escena de la Visitación. podríamos pasarnos horas y días tratando de reconstruir «lo que pasó», incluso podríamos partir de la historia de la Visitación para admirarnos de cómo «movida por la caridad, María no se detuvo ante las dificultades y peligros del viaje desde Nazaret de Galilea hasta el sur de las montañas de Judea...» (Butler) o ditirambos semejantes; pero, ¿le haríamos justicia a lo que san Lucas nos enseña en este pasaje? Y cuando la liturgia nos propone la Visitación como centro de la meditación orante de la Iglesia, ¿le hacemos justicia quedándonos en una vaga evocación biografista de lo singular que fue que la Virgen emprendiera semejante viaje?

A través del «elogio» de la fecha, el Martirologio (y con él la liturgia del día) pone su acento en lo que realmente estamos celebrando, en lo que de verdad evocamos en esta fecha:
Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, con motivo de su viaje al encuentro de su prima Isabel, que estaba embarazada de un hijo en su ancianidad, y a la que saludó. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres, el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor, que aún estaba en el seno de Isabel, y al responder María al saludo de su prima, exultante de gozo en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del Magníficat.

Ese «con motivo de» marca el tono peculiar de esta fiesta: no es el viaje como tal el centro, no es el esfuerzo de la Virgen, no es la lejanía del lugar, no es ni siquiera el encuentro de las dos mujeres el centro, sino que el centro está en que «al encontrarse gozosas ... el Redentor santificó a su precursor», y que «al responder María ... glorificó a Dios». El centro de toda esta fiesta está puesto en dos focos: el Redentor y Dios, rodeados, evocados, celebrados en María.

Los exégetas bíblicos están en general de acuerdo en que el modo como san Lucas narra esta escena no sólo no tiene ningún punto casual o meramente anecdótico, sino que cada pequeña expresión está al servicio de evocar algún aspecto del Antiguo Testamento, según el modo propio de la catequesis de la primera Iglesia, en la que el Antiguo Testamento mostraba el modelo (el «typos») de la actuación de Dios en la historia, y por lo tanto, comprender cualquier personaje, situación o significado de la Nueva Alianza -incluido al propio Jesús- equivalía a encontrar en el Antiguo Testamento un modelo para ello.

Y así, por ejemplo, el «Magnificat» es, si se me permite el retruécano, un magnífico cántico, pero lo es más todavía no por su originalidad, sino precisamente porque no es del todo original, sino que quiere ser una evocación de muchos textos del AT, pero principalmente del «Cántico de Ana» de 1Samuel 2,1-10. Es posiblemente difícil para nosotros, ávidos de novedad y que incluso juzgamos que algo tiene más valor precisamente y porque es «nuevo» y «original», vibrar con esta pasión de la Biblia por la «repetición»: ésa es, para la catequesis bíblica, la mejor garantía, el sello de Dios: que lo que ocurre ya ha ocurrido, y se realiza así en nuestra cambiante historia la permanencia de Dios. Por eso es tan difícil partir de la Biblia para conocer la historia, porque cuando nosotros nos preguntamos «qué pasó», en realidad queremos decir: «¿qué tuvo este hecho de diferente a todos los demás hechos de la historia?», mientras que la Biblia se empeña en mostrarnos lo que es, a través de y en el prisma de lo que fue una vez, y otra vez, y otra vez.

Podemos gozar mucho de lo que transmite la historia de la Visitación si la leemos, por ejemplo, a través del prisma de 2 Samuel 6. Posiblemente el versículo 9 de esa historia sea uno de los motores generadores de ésta. Se pregunta David: «¿Como voy a llevar a mi casa el arca de Yahveh?»; se pregunta Isabel: «¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?». No se trata de una mera repetición (incluso están invertidas, llevar-venir) sino de una repetición tipológica: en el arca de la Alianza la primera Iglesia vio anunciado el misterio de cómo Dios se presenta en medio de su pueblo, a la vez patente y oculto: Dios está, pero hay que hacer algo para poder verlo. «¡Bendita tú entre las mujeres!», dice Isabel; y con sólo esa frase, san Lucas abre un espejo en el cual contemplamos la densidad tipológica de María en el Antiguo Testamento; la misma frase la encontramos en Jueces 5,24 y sobre todo la alabanza de Judith (es decir, «la Judía» por antonomasia): «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos.» (Judit 13,18). «Cortar las cabezas», ¡qué feo suena!, pero de eso trata la Visitación, como nos lo anuncian sus relatos-espejo: en lo oculto de Jesús se ha dado ya el golpe mortal al poder y la soberbia, a la suficiencia que traen las riquezas, se ha inaugurado por fin el auténtico reinado de los pobres de Dios: en Jesús, oculto en María pero visible a los que se dejan inundar por el Espíritu, Dios «derribó a los poderosos de su trono».

Y concluye esta visita, para que no queden dudas de que comprender la Visitación consiste en escudriñar las promesas antiguas, con un festivo «...como había anunciado a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.». Y al igual que «El arca de Yahveh estuvo en casa de Obededom de Gat tres meses, y Yahveh bendijo a Obededom y a toda su casa» (2Samuel 6,11), así también María estuvo en casa de Isabel tres meses antes de volver a su tierra.

Bibliografía: lo mejor es sentarse con una buena Biblia que tenga referencias marginales (como Biblia de Jerusalén o cualquier otra similar) e ir siguiendo en el Antiguo Testamento los trazos de la escena. Se puede profundizar en el valor y los límites de la tipología de esta escena a través de, por ejemplo, «El nacimiento del Mesías», de Raymond Brown. Cualquier comentario bíblico a Lucas (el viejo o el nuevo «Comentario Bíblico san Jerónimo», por ejemplo) trata los puntos de contacto del Magnifiocat y de toda la escena con los libros de Samuel.
 

Visitación

   
Visitación es el término con el que se designa en el cristianismo a la visita realizada por la Virgen María, embarazada de Jesús, a su pariente Isabel, embarazada a su vez de Juan el Bautista. Se trata de un pasaje único del Evangelio de Lucas (1:39-56).
El pasaje contiene expresiones muy apreciadas por diferentes denominaciones cristianas. Entre ellas se cuentan las palabras de Isabel incluidas hoy en el «Ave María», oración mariana por antonomasia del catolicismo, y la respuesta de María a modo de cántico, conocida como el «Magníficat».

Contenido y análisis del pasaje evangélico

El Evangelio de Lucas 1:39 refiere que María, luego de la Anunciación, fue «con prontitud» a una ciudad de Judá situada en la región montañosa. Hoy en día, esta ciudad es preferentemente identificada con Ain Karim, 6 km al oeste de Jerusalén.[1]
 
Visitación, obra del escultor y ceramista Luca della Robbia, ca. 1425. Iglesia de San Juan Extramuros, Pistoya.
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»[1]
Evangelio de Lucas 1:39-45
La finalidad de la visita de María habría sido para asistirla y, al mismo tiempo, recibir consejo.[2] La traducción del texto griego meta spoudēs puede significar «con prontitud», «con prisa», pero también «muy solícitamente»[2] o «con impaciencia» [3] De allí que se suele interpretar la actitud de María como un ejemplo de servicio y entrega a los demás.

Festividad

La fiesta de la Visitación se celebra el 31 de mayo. Hasta la reforma actual del Calendariam Romanum (decretada por Pablo Vl el 14 de febrero de 1969) se celebraba el 2 de julio (fecha calculada haciendo un cómputo desde el nacimiento de San Juan) y en muchas localidades donde es su fiesta patronal se sigue celebrando en su antigua fecha.

Representación iconográfica

Esta escena ha sido representada en el arte a lo largo de la historia, entre otros por Fray Angélico, habitualmente se encuentran las dos mujeres solas y en algunos casos acompañadas de familiares. En ocasiones se añade una Filacteria con las primeras palabras del magnificat.[4]

Véase también

Referencias

  1. a b Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, p. 1458.
  2. a b Stuhlmueller (1972). Evangelio según san Lucas, p. 315.
  3. Hospodar, B. (1956). ««Meta spoudēs» in Lk 1, 39». Catholic Biblical Quarterly 18:  pp. 14-18. 
  4. Monreal y Tejada, Luis. Iconografía del cristianismo. Acantilado. ISBN 84-95359-28-6. 

Bibliografía

  • Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (Edición Española). Bilbao (España): Desclée de Brouwer. ISBN 84-330-0022-5. 
  • Stuhlmueller, Carroll (1972). «Evangelio según san Lucas». En Brown, Raymond E.; Fitzmyer, Joseph A.; Murphy, Roland E.. Comentario Bíblico «San Jerónimo». III. Madrid (España): Ediciones Cristiandad. p. 315. 

Enlaces externos




Vida de Jesús: Visita a Isabel
Previo
Anunciación del nacimiento de Jesús
Nuevo Testamento
Eventos
Posterior
Natividad de Jesús
 
 

La Visitación de la Virgen María
La Visitación de l
V
irgen María a su prima 
S
anta Isabel
Esta fiesta ya la celebraban los Franciscanos en el siglo XIII. El Papa Bonifacio IX la introduce en el calendario oficial de la Iglesia.  Notemos cómo las fiestas de la Virgen son también celebraciones del misterio de Cristo.
 
Himno
La Virgen santa, grávida del Verbo, en alas del Espíritu camina; la Madre que lleva la Palabra, de amor movida, sale de vista.
Y sienten las montañas silenciosas, y el mundo entero en sus entrañas vivas, que al paso de la Virgen ha llegado el anunciado gozo del Mesías.
Alborozado Juan por su Señor, en el seno, feliz se regocija, y por nosotros rinde el homenaje y al Hijo santo da la bienvenida.
Bendito en la morada sempiterna aquel que tu llevaste, Peregrina, aquel que con el Padre y el Espíritu, al bendecirte a ti nos bendecía.

Amén.
Oración
Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
 
La Visitación de la Santísima Virgen María 
31 de Mayo
 
1. Reflexiones, Escritos, Homilías etc. (a páginas internas) 
2. Enlaces (sitios externos y PDF )
 
La Visita de la Virgen a Isabel
Lucas 1, 39-45. Adviento. La presencia de María llena nuestra casa de amor y alegría.
 
La Visita de la Virgen a Isabel
La Visita de la Virgen a Isabel
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

Oración introductoria

Padre mío, gracias por este día que me has dado. Al contemplar las maravillas que obraste en la vida de María y de Isabel, deseo imitar sus actitudes y convicciones, para poder, así, transformar mi vida y corresponder con mi amor y alegría a tantos dones que he recibido de Ti.

Petición

María, me siento orgulloso de tenerte como madre. Dame la gracia de ser instrumento de paz.

Meditación del Papa

Queridos hermanos, hoy alabamos a la Virgen Santísima por su fe y con santa Isabel le decimos también nosotros: "Bienaventurada la que ha creído". Como dice san Agustín, María concibió antes a Cristo por la fe en su corazón que físicamente en su vientre; María creyó y se cumplió en ella lo que creía. Pidamos nosotros al Señor que nos aumente la fe, que la haga activa y fecunda en el amor. Pidámosle que sepamos como ella acoger en nuestro corazón la palabra de Dios y llevarla a la práctica con docilidad y constancia. La Virgen María, por su papel insustituible en el misterio de Cristo, representa la imagen y el modelo de la Iglesia. También la Iglesia, al igual que hizo la Madre de Cristo, está llamada a acoger en sí el misterio de Dios que viene a habitar en ella. Queridos hermanos, sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su País, y en este tiempo de la historia, la Iglesia refleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres. La Iglesia, cuerpo vivo de Cristo, tiene la misión de prolongar en la tierra la presencia salvífica de Dios, de abrir el mundo a algo más grande que sí mismo, al amor y la luz de Dios. Benedicto XVI, 27 de marzo de 2012.

Reflexión

Este evangelio es un regalo especial de Dios. Se trata de un retrato hermosísimo de la Santísima Virgen. Está pintado con sencillez, pero con un vivo colorido, magistralmente esbozado en breves y seguras pinceladas. Resaltan los rasgos divinamente humanos de nuestra Madre.

Qué bella es María siempre pronta a servir. Ayudar a otros no es de almas pequeñas, sino de corazones gigantes. Ese servir nos cuesta a todos, como le costó a María. Ella no salió y tomó el taxi. Tuvo que recorrer enormes distancias, por caminos polvorientos hacia las montañas.

María es hermosa en su educación. Elegante como una princesa. No llega esperando atenciones y recibimientos solemnes. Se adelanta a su prima y ella es la que saluda primero. Es la belleza de una persona que piensa siempre en los demás. Qué gracia tiene la jovencita María, la llena de gracia.

La presencia de María llena la casa de amor y alegría. Juan no resiste y salta lleno de alegría al escuchar su voz. "La encantadora voz de la Madre de mi Señor". Ella debe ser la causa de nuestra alegría. Sabemos que la sonrisa sincera es expresión de la felicidad vivida. Qué bella sería la sonrisa de María.

Una sonrisa para sus padres, cuando le mandaban a la fuente. Una sonrisa bondadosa para el ángel Gabriel. Una sonrisa llena de confianza para José. Una sonrisa cordial para los que murmuran de su maternidad. Una sonrisa consoladora para el pobre que le pide de lo poco que tenía. Una sonrisa que fue capaz de cautivar al mismo Dios. Una sonrisa que fue la primera imagen captada por las pupilas húmedas del bebé Dios.

En un hogar cristiano no puede faltar la Hermosa Virgen Santísima, que llena los corazones de amor y verdadera alegría; que suscita sonrisas en todas las almas y que perfuma con su inocente belleza este peregrinar hacia el Padre.

Propósito

Aceptar con paciencia y fe cualquier contrariedad o aflicción, creyendo, firmemente, que todo edifica para la salvación, si se vive en la clave del amor.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, María e Isabel supieron maravillarse y alabarte. También fueron testigos de tu llegada como Mesías y se convirtieron en tus misioneras. Confío en que, con tu gracia, cuando vengas a mi corazón en la próxima Navidad, lo encontrarás más preparado, más transformado, porque me esforzaré por adquirir las virtudes humanas que más necesito para aspirar a la santidad.
 

Visita también Dos mujeres excepcionales

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