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lunes, 27 de mayo de 2013

Sábado de la séptima semana del tiempo ordinario

sábado 25 Mayo 2013


San Gregorio VII,  San Pedro Esqueda Ramírez



Leer el comentario del Evangelio por
San León Magno : “Dejad que los niños se acerquen a mí”

Lecturas

Eclesiástico 17,1-15.

El Señor sacó al hombre de la tierra, y allá lo hace volver.
Para cada uno determinó el tiempo de su venida y el número de sus días; les dio poder sobre las cosas de la tierra.
Los revistió de fuerza semejante a la suya, haciéndolos a su imagen.
Hizo que todo ser animado los temiera, y que fueran amos de las fieras salvajes y de las aves.
[…]
Les dio para que percibieran la realidad una conciencia, una lengua y ojos, oídos y entendimiento.
Los llenó de saber y de inteligencia, y les enseñó el bien y el mal.
Puso en ellos su ojo interior, haciéndolos así descubrir las grandes cosas que había hecho,
[…]
para que alabaran su Nombre Santísimo y proclamaran la grandeza de sus obras.
Les reveló además un saber, y los dotó de una Ley de vida.
Concluyó con ellos una alianza eterna y les enseñó sus decretos.
Sus ojos contemplaron su gloria majestuosa, sus oídos oyeron su voz poderosa.
Les dio mandamientos con respecto a su prójimo, diciéndoles: «Eviten cualquier injusticia».
El comportamiento del hombre está siempre ante sus ojos, no pueden escapar a su mirada.


Salmo 103(102),13-14.15-16.17-18a.

Como la ternura de un padre con sus hijos es la ternura del Señor con los que le temen.
El sabe de qué fuimos formados, se recuerda que sólo somos polvo.
El hombre: sus días son como la hierba, él florece como la flor del campo;
un soplo pasa sobre él y ya no existe y nunca más se sabrá dónde estuvo.
Pero el amor del Señor con los que le temen es desde siempre y para siempre; defenderá a los hijos de sus hijos,
de aquellos que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus ordenanzas.



Marcos 10,13-16.

Algunas personas le presentaban los niños para que los tocara, pero los discípulos les reprendían.
Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Jesús tomaba a los niños en brazos e, imponiéndoles las manos, los bendecía.


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

San León Magno (?-c 461), papa y doctor de la Iglesia
Sermón 7º para la Epifanía, 3 4 ; SC 22 bis, PL 54, 258

“Dejad que los niños se acerquen a mí”

Cristo ama la infancia que al principio él mismo asumió tanto en su
alma como en su cuerpo. Cristo ama la infancia que enseña humildad, que es
la norma de la inocencia, el modelo de la dulzura. Cristo ama la infancia,
hacia la que orienta la conducta de los adultos, hacia la que conduce a los
ancianos y llama a imitar su propio ejemplo a aquellos que deseen alcanzar
el reino eterno. Pero para entender cómo es posible realizar tal
conversión, y con qué transformación él nos revierte a una actitud de
niños, dejemos que san Pablo nos instruya y nos lo diga: “Para aquel que
tenga sentido común, no se debe ser un niño pequeño en cuanto a vuestros
pensamientos, sino un niño pequeño en lo que respecta a la malicia”
(1Corintios 14,20). Por lo tanto, no debemos volver a nuestros días de
infancia, ni a las torpezas del inicio, sino tomar alguna cosa que
pertenece a los años de madurez; es decir, apaciguar rápidamente las
agitaciones interiores, encontrar rápido la calma, olvidar totalmente las
ofensas, ser completamente indiferente a los honores, amar y reencontrarse
juntos, guardar la igualdad de ánimo como un estado natural. Es un gran
bien no saber cómo dañar a otros y no tener gusto por el mal...; no
devolver a nadie el mal por el mal (Pablo a los Romanos 12,17), es la paz
interior de los niños, la que le conviene a los cristianos... Es esta forma
de humildad la que nos enseña el Salvador cuando era niño y fue adorado por
los magos.


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