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miércoles, 29 de mayo de 2013

Mariano de Roccacasale, Beato


Religioso, 31 de mayo
 
Mariano de Roccacasale, Beato
Mariano de Roccacasale, Beato

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En el pueblo de Bellegra, en los alrededores de Roma, Italia, beato Mariano de Roccacasale, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que, cumpliendo el oficio de portero, abrió la puerta del convento a los pobres y a los peregrinos, a quienes con suma caridad atendía en todo. ( 1866)

Fecha de beatificación: 3 de octubre de 199 por el Papa Juan Pablo II.
Nació el 14 de junio de 1778 en Roccacasale, pueblo de la provincia de L´Áquila (Italia). En su bautismo recibió el nombre de Domingo. Sus padres, Gabriel De Nicolantonio y Santa De Arcángelo, agricultores y pastores, profundamente creyentes, educaron a sus hijos en los valores cristianos. Domingo fue precisamente el que se quedó con sus padres, después de que los demás se casaron. Le tocó cuidar el rebaño. La soledad de los campos y majadas formó el temperamento del joven Domingo para la reflexión y el silencio, haciendo resonar en él la voz del Señor: comprendió que el mundo no era para él. Tenía entonces veintitrés años. No podía resistir a esta fuerza interior. Y decidió dedicarse con más radicalidad al seguimiento de Cristo.

El 2 de septiembre de 1802 vistió el sayal franciscano en el convento de Arisquia y tomó el nombre de fray Mariano de Roccacasale. Terminado el año de noviciado se consagró definitivamente a Cristo con la profesión de los votos. Permaneció en ese convento doce años.

Su vida se puede resumir en dos palabras: oración y trabajo; eran como dos cuerdas en las que vibraba su existencia. Cumplía escrupulosamente los múltiples encargos que se le confiaban: carpintero hábil y valioso, hortelano, cocinero y portero.

Pero su aspiración a la santidad no encontraba en Arisquia el ambiente favorable, no por culpa de los compañeros o de los superiores, sino porque aquella época no era propicia para la vida religiosa y los conventos.

En 1814, tras el regreso del Papa a Roma, la vida conventual pudo rehacerse lentamente en medio de dificultades sin número. Hicieron falta varios años para que todos los religiosos regresaran a sus conventos, y la vida de oración y de apostolado volviera a florecer con regularidad en los claustros.

En ese momento llegó a los oídos de fray Mariano el nombre del Retiro de San Francisco en Bellegra. La fama de la vida regular y austera que desde hacía tiempo se había instaurado en ese convento por obra de santos religiosos ya corría por los alrededores. Fray Mariano acogió aquella voz como una invitación del Señor. Los superiores aceptaron su petición de dirigirse a Bellegra en peregrinación. Así fray Mariano dejó el convento de Arisquia por el Retiro de Bellegra. Tenía treinta y siete años.

Poco tiempo después, recibió del superior el encargo de la portería, oficio que desempeñó durante más de cuarenta años y que se convirtió en su medio de santidad. Abrió la puerta a muchos pobres, peregrinos y viandantes, y convirtió muchos corazones, cerrados hasta entonces a la gracia divina. Para todos tenía una sonrisa, que acompañaba siempre con el saludo franciscano: «¡Paz y bien!»; les besaba los pies, los instruía en las verdades de la fe y rezaba con ellos tres avemarías; después se ocupaba del cuerpo: les lavaba los pies; si hacía frío, les encendía el fuego y les distribuía la sopa, mientras les daba consejos. Jamás se lamentaba del trabajo ni daba signos de cansancio; siempre sereno, afable, sonriente. La fuente de tanta virtud era, sin duda, la oración. Todo el tiempo que le quedaba libre de sus ocupaciones lo dedicaba a la adoración eucarística y a la participación en la misa. Era también muy devoto de la pasión del Señor.
 
Beato Mariano de Roccacasale, religioso
fecha: 31 de mayo
n.: 1778 - †: 1866 - país: Italia
otras formas del nombre: Domingo Di Nicolantonio
canonización: B: Juan Pablo II 3 oct 1999
hagiografía: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
En el pueblo de Bellegra, en los alrededores de Roma, beato Mariano de Roccacasale, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que, cumpliendo el oficio de portero, abrió la puerta del convento a los pobres y a los peregrinos, a quienes con suma caridad atendía en todo.

Nació el 14 de julio de 1778 en Roccacasale, Aquila, Italia. Bautizado con el nombre de Domingo, hijo de Gabriel De Nicolantonio y Santa De Arcángelo, agricultores y pastores profundamente creyentes. Después de que se casaron sus hermanos, permaneció con sus padres, cuidando el rebaño. La soledad de los campos y majadas formó el temperamento del joven Domingo para la reflexión y el silencio, haciendo resonar en él la voz del Señor: comprendió que el mundo no era para él. Tenía entonces 23 años. No podía resistir a esa fuerza interior y decidió dedicarse con más radicalidad al seguimiento de Cristo.

Tomó el hábito franciscano el 2 de septiembre de 1802 en el convento de Arisquia, con el nombre de Fray Mariano de Roccacasale. Hecha la profesión religiosa permaneció allí doce años. Su vida se puede resumir en dos palabras: oración y trabajo: eran como dos cuerdas en las que vibraba su existencia. Cumplía escrupulosamente los múltiples encargos que se le confiaban: carpintero hábil y valioso, hortelano, cocinero, portero. Pero su aspiración a la santidad no encontraba en Arisquia el ambiente favorable, no por culpa de los compañeros, o de los superiores, sino porque aquella época no era propicia para la vida religiosa y los conventos. Tras el regreso del Papa a Roma en 1814, la vida conventual pudo rehacerse lentamente en medio de dificultades sin número. Hicieron falta varios años para que todos los religiosos regresaran a los conventos y la vida de oración y de apostolado volviera a florecer con regularidad en los claustros.

En ese momento llegó a oídos de Fray Mariano el nombre del Retiro de San Francisco en Bellegra, donde santos religiosos habían logrado instaurar una vida regular y austera, pidió a los superiores ser enviado allí, a la edad de 37 años. Poco después fue encargado de la portería, que desempeñó por más de cuarenta años y que se convirtió en su medio de santidad.

Abrió la puerta a muchos pobres, peregrinos y viandantes, y convirtió muchos corazones, cerrados hasta entonces a la gracia divina. Para todos tenía una sonrisa, que acompañaba siempre con el saludo franciscano: “Paz y Bien”; les besaba los pies, los instruía en las verdades de la fe y rezaba con ellos tres avemarías; después se ocupaba del cuerpo: les lavaba los pies; si hacía frío les encendía el fuego y les distribuía la sopa, mientras les daba consejos. Jamás se lamentaba del trabajo ni daba signos de cansancio; siempre afable, sonriente. La fuente de tanta virtud era, sin duda, la oración. Todo el tiempo que le quedaba libre de sus ocupaciones lo dedicaba a la adoración eucarística y a la participación en la misa. Era también muy devoto de la pasión del Señor. Falleció el 31 de mayo de 1866, fiesta del Corpus Christi. Fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.

fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
 
 

Falleció el 31 de mayo de 1866, jueves del «Corpus Christi».

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