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lunes, 1 de abril de 2013

Sábado Santo - En la noche: Santa Vigilia Pascual

sábado 30 Marzo 2013
Sábado Santo - En la noche: Santa Vigilia Pascual
Santa Irene Macedonia

Leer el comentario del Evangelio por
Cardenal Joseph Ratzinger [Benedicto XVI : “La luz brilla en las tinieblas” (Jn 1,5)
Lecturas
Exodo 14,15-31.15,1.

Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.
Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.
Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros.
Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros".
El Angel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás,
interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron,
y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos.
Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto".
El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros".
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.
Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar,
y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: "Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.

Exodo 15,1b-2.3-4.5-6.17-18.

Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:
"Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.
El Señor es un guerrero, su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.
El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo.
Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
¡El Señor reina eternamente!".

San Pablo a los Romanos 6,3-11.

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios.
Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Lucas 24,1-12.

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.
Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro
y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.
Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea:
'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'".
Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás.
Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles,
pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por
Cardenal Joseph Ratzinger [Benedicto XVI, papa desde 2005 a 2013]
Homilía del 07/04/2012 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
“La luz brilla en las tinieblas” (Jn 1,5)
En la Vigilia Pascual, la Iglesia comienza escuchando ante todo la
primera frase de la historia de la creación: “Dijo Dios: 'Que exista la
luz” (Gn 1,3). Como una señal, el relato de la creación inicia con la
creación de la luz... El que Dios haya creado la luz significa que Dios
creó el mundo como un espacio de conocimiento y de verdad, espacio para el
encuentro y la libertad, espacio del bien y del amor. La materia prima del
mundo es buena, el ser es bueno en sí mismo. Y el mal no proviene del ser,
que es creado por Dios, sino que existe sólo en virtud de la negación. Es
el “no”. En Pascua, en la mañana del primer día de la semana, Dios
vuelve a decir: “Que exista la luz”. Antes había venido la noche del Monte
de los Olivos, el eclipse solar de la pasión y muerte de Jesús (Mt 27,45),
la noche del sepulcro. Pero ahora vuelve a ser el primer día, comienza la
creación totalmente nueva. “Que exista la luz”, dice Dios, “y existió la
luz”. Jesús resucita del sepulcro. La vida es más fuerte que la muerte. El
bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La verdad
es más fuerte que la mentira. La oscuridad de los días pasados se disipa
cuando Jesús resurge de la tumba y se hace él mismo luz pura de Dios.
Pero esto no se refiere solamente a Él, ni se refiere únicamente a la
oscuridad de aquellos días. Con la resurrección de Jesús, la luz misma
vuelve a ser creada. Él nos lleva a todos tras él a la vida nueva de la
resurrección, y vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios,
que vale para todos nosotros. Pero, ¿cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede
llegar todo esto a nosotros sin que se quede sólo en palabras sino que sea
una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y
la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a
través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor
dice a aquel que lo recibe: ... “que exista la luz”. El nuevo día, el día
de la vida indestructible llega también para nosotros. Cristo nos toma de
la mano. A partir de ahora él te apoyará y así entrarás en la luz, en la
vida verdadera.

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