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lunes, 1 de abril de 2013

Jueves Santo en la Cena del Señor

jueves 28 Marzo 2013
Jueves Santo en la Cena del Señor
San Sixto Papa

Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa del Niño Jesús : "Este es mi cuerpo, entregado por vosotros" (1Co 11,24)
Lecturas
Exodo 12,1-8.11-14.

Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:
Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año.
Digan a toda la comunidad de Israel: El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia.
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito.
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman.
Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.

Salmo 116(115),12-13.15-16.17-18.

¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.

1 Corintios 11,23-26.

Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,
dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía".
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.

Juan 13,1-15.

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Oración para obtener la humildad (Obras Completas, Monte Carmelo 1984)
"Este es mi cuerpo, entregado por vosotros" (1Co 11,24)
“Oh Jesús, cuando erais peregrino en la tierra dijisteis: “Aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis el descanso de vuestras
almas.” (Mt 11,29) Si, poderoso Monarca de los cielos, mi alma halla el
descanso al ver cómo os abajáis, vistiendo forma y naturaleza de esclavo,
hasta lavar los pies de vuestros apóstoles. Entonces me acuerdo de estas
palabras que pronunciasteis para enseñarme a practicar la humildad:
“Ejemplo os he dado, para que lo que yo he hecho lo hagáis también
vosotros. No es mayor el discípulo que el Maestro...Si comprendéis estas
cosas, seréis felices practicándolas.” Comprendo, Señor, estas palabras,
salidas de vuestro corazón manso y humilde, y con la ayuda de vuestra
gracia quiero practicarlas...
Nadie tenía, Amado mío, este derecho respecto a vos, y sin embargo,
obedecisteis, no solo a la Santísima Virgen y a san José, sino también a
vuestros verdugos. Ahora os veo colmar la medida de vuestros anonadamientos
en la Hostia. ¡Con qué humildad, oh divino Rey de la gloria, os sometéis a
vuestros sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que os aman y
los que son, por desgracia, fríos y tibios en vuestro servicio! ...Estáis
siempre pronto a descender del cielo a su llamada...
Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de
practicar la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas
faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el
desaliento es también orgullo. Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi
esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo podéis, dignaos hacer nacer en mi
alma la virtud que deseo. Para obtener esta gracia de vuestra infinita
misericordia, os repetiré muchas veces: “Jesús manso y humilde de corazón,
haced mi corazón semejante al vuestro.”

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