San Pedro Canisio (1521-1597) es conocido como el segundo
apóstol de
Alemania. Es
Doctor de la iglesia. Su nombre original es Pieter Kanijs. Fue un teólogo
jesuita nacido en
Holanda.
Fue llamado el "Martillo de los herejes" por la claridad y elocuencia con que criticaba las posiciones de los protestantes, entre los iniciadores de la prensa católica. Aún en la lucha por defender la
Iglesia católica aconsejaba Pedro: "No hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma".
San Pedro Canisio fue el segundo importante apóstol en llevar la fe católica a
Alemania, siendo el primero de estos
San Bonifacio, se le considera el haber iniciado la prensa católica y fue uno de los primeros jesuitas.
Vida
Nace en
Nimega,
Holanda en
1521 que en aquel entonces pertenecía a la
Diócesis de
Colonia. Hijo del noble Jakob Kanis. A los 19 años de edad recibió el título de maestro en artes.
Estudió derecho canónico pero abandonó la carrera para dedicarse a la teología movido por la predicación del jesuita
Pedro Fabro, en Colonia realiza los ejercicios espirituales de
San Ignacio de Loyola, se dedicó a la oración, al estudio, a visitar a los enfermos y a instruir a los ignorantes tras haber prometido a Dios el entrar a la
Compañía de Jesús.
Se le considera por su predicación un elemento clave en la preservación de la fe católica en
Friburgo Suiza
Recorrió 30,000 km en sus afanes de evangelización. Fundó el Colegio Jesuita de Praga y el Colegio Jesuita de Friburgo, que luego se convirtió en la
Universidad de Friburgo.
Escribió un Catecismo que aún en vida, del santo tuvo 200 ediciones y fue traducido a 15 idiomas. Se usó para contrarrestar el catecismo de
Martín Lutero.
San Pedro Canisio fue canonizado y declarado doctor de la Iglesia en 1925.
Bibliografía
- Butler. Vida de los santos.
- Sálesman, Eliecer. Vidas de los santos # 4.
- Sgarbossa, Mario; Giovannini, Luigi. Un santo para cada día.
Enlaces externos
San Pedro
Canisio (1521-1597)
Doctor de la Iglesia
Fiesta:
21 de diciembre
Pedro Kanjis (latín: Canisius),
teólogo jesuita holandés,
predicador, escritor, Doctor de la Iglesia, llamado "el segundo
evangelizador de Alemania" (el primero siendo San Bonifacio), llamado también
"Martillo de los herejes" por la claridad con que demolía los errores
de los protestantes, entre los
iniciadores de la prensa Católica.
Devoto del Corazón de Jesús Uno de los primeros jesuitas devotos al Corazón de Jesús, se sintió impulsado a buscar a Cristo en
el Santísimo Sacramento luego de sus últimos votos y a agradecerle al Cristo
presente por la gracia que había recibido de Su Sagrado Corazón de posibilitarle
continuar su misión en Alemania.
"no hieran,
no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma".
Historia-Adaptada de La Vida de
los Santos de Butler.
San Pedro Canisio, el segundo apóstol de Alemania, despues
de San Bonifacio. Se le venera como uno
de los creadores de la prensa católica. Además, fue el primero del numeroso ejercito
de escritores jesuitas.
Nació en 1521, en Nimega de Holanda, que dependía entonces de la
arquidiócesis alemana de Colonia. Era el
hijo mayor de noble Jacobo Kanis. Aunque
Pedro tuvo la desgracia de perder a su madre cuando era todavía pequeño, su
madrastra fue para él una segunda madre. El joven creció en el temor de Dios. Cierto que él mismo se acusa de haber perdido
el tiempo, de niño, en juegos inútiles; pero, dado que a los diecinueve años
obtuvo el grado de Maestro en Artes, en Colonia, resulta difícil creer que haya
sido muy perezoso.
Por complacer a su padre, Pedro estudió algunos meses el derecho
canónico en Lovaina; pero, al caer en la cuenta de que ésa no era su verdadera
vocación, hizo voto de castidad y volvió a Colonia a enseñar teología. La predicación del Beato Pedro Fabro, miembro
del grupo original de jesuitas, había despertado gran interés en las ciudades
del Rin. Bajo su dirección, Canisio hizo
los Ejercicios de San Ignacio, en Mainz y durante la segunda semana prometió a
Dios ingresar en la Compaña de Jesús. Entró en el noviciado y pasó varios años en
Colonia, consagrado a la oración, al estudio, a visitar a los enfermos y a
instruir a los ignorantes. El dinero que
recibió como herencia a la muerte de su padre lo dedicó en parte a los pobres y
en parte al mantenimiento de la comunidad. Fue el octavo jesuita en hacer los votos
solemnes.
Canisio había empezado ya a escribir. Su primera publicación había sido la edición
de las obras de San Cirilo de Alejandría y San León Magno. Después de su ordenación sacerdotal, comenzó a
distinguirse en la predicación. Había
asistido a dos sesiones del Concilio de Trento, una en Trento y otra en
Bolonia, como teólogo del
cardenal Truchsess y consejero del Papa. Se distinguió por la profundidad de su cultura
teológica, por su celo y actividad, pero también por el espíritu
conciliador. De ahí le llamó San Ignacio
a Roma, donde le retuvo cinco meses, en los que Canisio dio pruebas de ser un
religioso modelo, dispuesto a ir a cualquier parte y a desempeñar cualquier
oficio. Fue enviado a Mesina a enseñar en la primera escuela de los jesuitas de
la que la historia guarda memoria, pero al poco tiempo volvió a Roma a hacer su
profesión religiosa y a desempeñar un cargo más importante.
Recibió la orden de volver a Alemania, pues había sido elegido para
ir a Ingolstadt con otros dos jesuitas, ya que el duque Guillermo de Baviera
había pedido urgentemente algunos profesores capaces de contrarrestar las
doctrinas heréticas que invadían las escuelas. No sólo tuvo éxito Canisio en la reforma de la
Universidad, de la que fue nombrado primero rector y luego vicecanciller, sino
que, con sus sermones, consiguió la renovación religiosa, en la que también
colaboró con su catequesis y su campaña contra la venta de libros
inmorales. Grande fue el duelo general
cuando el santo partió a Viena, en 1552, a petición del Rey Fernando, para
emprender una tarea semejante. La
situación en Viena era peor que en Ingolstadt. Muchas parroquias carecían de atención
espiritual, y los jesuitas tenían que llenar las lagunas y enseñar en el colegio
recientemente fundado. En los últimos
veinte años no hubo una sola ordenación sacerdotal; los monasterios estaban
abandonados; las gentes se burlaban de los miembros de las órdenes religiosas;
el noventa por ciento de la población había perdido la fe y los pocos
católicos que quedaban, practicaban apenas la religión. San Pedro Canisio empezó por predicar en
iglesias casi vacías, en parte por el desinterés general, o bien porque su
alemán del Rin resultaba muy duro para los oídos de los vieneses. Pero, poco a poco, fue ganándose el cariño del
pueblo por la generosidad con que atendió a los enfermos y agonizantes durante
una epidemia. La energía y espíritu de
empresa del santo eran extraordinarios; se ocupaba de todo y de
todos, lo mismo de la enseñanza en la universidad, que de visitar en las
cárceles a los criminales más abandonados.
El Rey, el nuncio y el mismo Papa hubiesen querido nombrarle
arzobispo de la sede vacante de Viena, pero San Ignacio sólo permitió que
administrase la diócesis durante un año, sin el título ni los emolumentos de
arzobispo. En vez del cardenalato que el papa le ofreció Pedro Canisio
prefirió el humilde servicio a la comunidad, empleando el tiempo en la oración y
en la penitencia.
Pionero
de la prensa católica
Se le
reconoce como pionero de la prensa católica, siento el primero del numeroso
ejército de escritores jesuitas. Por
aquella época, San Pedro empezó a preparar su famoso catecismo o "Resumen
de la Doctrina Cristiana", que apareció en 1555. A esa obra siguieron un "Catecismo Breve" y un
"Catecismo Brevísimo", que alcanzaron enorme popularidad. Dichas obras serían para la contrarreforma
Católica lo que los catecismos de Lutero habían sido para la Reforma
Protestante. Fueron reimpresos más de doscientas veces y traducidos a quince
idiomas (incluyendo el inglés, el escocés de Braid, el hindú y el japonés) en
vida del autor. Ayudó a formar varias
editoriales católicas.
El
santo nunca trató a los protestantes con falta de caridad. Se limitó a
clarificar sus errores para el bien de todas las almas. Supo ser caritativo
y amable con los herejes y al mismo tiempo incisivo y claro contra las
herejías. Su recomendación a los sacerdotes: "no hieran, no humillen, pero
defiendan la religión con toda su alma".
En Praga, a donde había ido a fundar
un colegio, se enteró con gran pena de que había sido nombrado provincial de una
nueva provincia, que comprendía el sur de Alemania, Austria y Bohemia. Inmediatamente escribió a San Ignacio:
"Carezco absolutamente del tacto, la prudencia y la decisión necesarias para
gobernar. Soy orgulloso y apresurado por
temperamento, y mi falta de experiencia me hace totalmente inepto para el oficio
de provincial". Pero San Ignacio
sabía lo que hacía. En los últimos años
que pasó en Praga, Pedro Canisio devolvió la fe a gran parte de la ciudad, y el
colegio que fundó era tan bueno, que aun los protestantes enviaban a él a sus
hijos. En 1557, fue invitado a Worms a
tomar parte en la discusión entre teólogos católicos y protestantes. Asistió a dicha conferencia, aunque estaba
convencido de que ese tipo de reuniones provocaban disputas que no hacían más que ensanchar el
abismo que separaba a los cristianos. Es
imposible escribir aquí los numerosos viajes de su provincialato y sus múltiples
actividades. El P. Brodrick calcula que,
entre 1555 y 1558, recorrió diez mil kilómetros a pie y a caballo y que, en
treinta años, anduvo cerca de treinta mil kilómetros por Alemania, Austria, Holanda e Italia. Para responder a quienes decían que
trabajaba demasiado, solía decir: "Quien
tenga demasiado qué hacer será capaz de hacerlo todo con la ayuda de Dios",
otras veces decía: "Descansaremos en el cielo".
Además de los colegios que fundó o inauguró, dispuso la
fundación de muchos otros. En 1559,
a instancias del rey Fernando, fue a residir a Augsburgo durante seis años. Ahí reavivó una vez más la llama de la fe,
alentando a los fieles, tendiendo la mano a los caídos y convirtiendo a muchos
herejes. Además, convenció a las
autoridades para que abriesen de nuevo las escuelas públicas, que habían sido
destruidas por los protestantes. Al mismo
tiempo que hacía todo lo posible por impedir la divulgación de los libros
inmorales y heréticos, divulgaba en cuanto podía los libros buenos, ya
que comprendía, por intuición, como aumentaba la importancia de la
prensa. En aquella época recopiló y
editó una selección de las cartas de San Jerónimo, el "manual de los Católicos",
un martirologio y una revisión del Breviario de Augsburgo. En Alemania se reza todavía, los domingos, la
oración general compuesta por el santo. Al fin de su provincialato, San Pedro residió
en Dilinga de Baviera, donde los jesuitas tenían un colegio y dirigían la
universidad. Además, ahí residía también
el cardenal Otón de Truchsess, que desde hacía largo tiempo era íntimo amigo de
San Pedro Canisio. El santo se dedicó
sobre todo a la enseñanza, a oír confesiones y a escribir los primeros libros
de una colección que había comenzado por orden de sus superiores. Dicha obra tenía por fin responder a una
historia del cristianismo, muy anticatólica, que habían publicado recientemente
los escritores protestantes, conocidos con el nombre de "Centuriadores de
Magdeburgo". Canisio continuó su obra
mientras desempeñaba el cargo de capellán de la corte en Innsbruck y sólo la
interrumpió en 1577, a causa de su mala salud.
Sin embargo, seguía tan activo como siempre, pues predicaba, daba
misiones, acompañaba al provincial en sus visitas y aun desempeñó, durante algún
tiempo, el puesto de viceprovincial.
En 1580 se hallaba en Dilinga, cuando recibió la orden de ir a
Friburgo de Suiza. Dicha ciudad, que se
hallaba situada entre dos regiones muy protestantes, quería que se fundase desde
hacía mucho tiempo un colegio católico, pero, además de otros obstáculos que
oponían a la empresa, carecía de fondos suficientes para realizarla. En pocos años venció San Pedro Canisio esos
obstáculos y consiguió dinero, eligió el sitio y supervisó la erección del
espléndido colegio que es en la actualidad la Universidad de Friburgo, aunque
nunca fue rector ni profesor en él. Además del interés con que seguía los
progresos del colegio, su principal actividad, durante los ocho años que pasó en
Friburgo, fue la predicación; los domingos y días de fiesta predicaba en la
catedral y, entre semana, visitaba los pueblos del cantón. Se puede afirmar sin temor a equivocarse, que
a San Pedro Canisio se debe el que Friburgo haya conservado la fe en una época
tan crítica. Al final, la debilidad de
su cuerpo obligó al santo a renunciar a la predicación. En 1591, un ataque de parálisis le puso a las
puertas de la muerte, pero se rehizo lo suficiente para seguir escribiendo, con
la ayuda de un secretario, hasta poco antes de su muerte. Depués de haber rezado
el Santo Rosario con varios jesuitas en Friburgo, el 21 de diciembre de 1597, de
pronto exclamó lleno de alegría y emoción: "Mírenla, ahí está. Ahí está". Y murió.
Era la Virgen Santísima que había llegado a llevárselo para el cielo.
San Pedro Canisio fue canonizado y declarado doctor de la
Iglesia en 1925.
Una de las principales lecciones de su vida es el espíritu y el
estilo de sus controversias religiosas.
El mismo San Ignacio había insistido en la necesidad de dar "ejemplo de
caridad y moderación cristiana en Alemania".
San Pedro Canisio advertía que era un error "citar en una conversación
los temas que antipatizan a los protestantes . . . , como la confesión, la
satisfacción, el purgatorio, las indulgencias, los votos monásticos y las
peregrinaciones, pues, como algunos enfermos, tienen el paladar estragado, son
incapaces de apreciar esos manjares.
Necesitan leche, como los niños; sólo poco a poco es posible llevarles
a aceptar los dogmas sobre los que no estamos de acuerdo con ellos".
San Pedro Canisio se mostraba duro con los que propagaban la
herejía y, como la mayor parte de sus contemporáneos, estaba dispuesto a emplear
la fuerza para impedírselo. Pero su
actitud era muy diferente con quienes habían nacido en el luteranismo o habían
sido arrastrados a él. El santo pasó toda
su vida oponiéndose a la herejía y tratando de restaurar la fe y la vida
católicas. Sin embargo decía, hablando de
los alemanes: "Es cierto que muchísimos de ellos abrazan las nuevas sectas y
yerran en la fe, pero su manera de proceder demuestra que lo hacen más por
ignorancia que por malicia. Yerran, lo
repito, pero sin intención, sin deseo y sin obstinación". Según San Pedro Canisio, no había que
enfrentarse ni siquiera a los más conscientes y peligrosos de los herejes "con
aspereza y descortesía, pues ello no sólo es el reverso del espíritu de Cristo,
sino que equivale a quebrar la rama desquebrajada y a apagar la mecha que humea
todavía".
El caso del Padre
CouvillonEl Padre Couvillon era muy duro y hostil y estaba alienando a
sus compañeros y estudiantes. Pedro Canisio, siendo su superior, no permitió que
ese defecto evidente del P. Couvellon le cegara ante los talentos que poseía. En
vez de marginar a Couvillon le pidió que se quedara de maestro y lo nombro su
secretario. Le dio buena dirección invitándolo a preocuparse menos de si mismo y
mas de la oración y el trabajo. Así el buen padre logro hacer mucho bien.
Nota: No se ha probado que él haya
sido el editor de los sermones de Juan Taulero, publicados en Colonia en
1543.
Bibliografía
Butler; Vida de los Santos
Sálesman, Eliecer; Vidas de los
Santos # 4
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini - Un Santo para Cada Día
Oración:
San Pedro Canisio, que descubriste lo bueno de
las personas mas difíciles. Tu encontraste sus talentos y los utilizaste.
Ayúdame a ver mas allá de lo que me molesta para amarlos como Jesús y junto con
ellos poder servirle. Amen
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