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New Age y Cristianismo |
En la actualidad, la cultura occidental, seguida por muchas otras
culturas, ha pasado de un sentido casi instintivo de la
presencia de Dios a lo que a menudo se llama
una visión más "científica" de la realidad. Todo debe ser
explicado según nuestras experiencias diarias. Cualquier cosa que lleve a
pensar en los milagros resulta inmediatamente motivo de sospecha. Así,
todos los gestos y los objetos simbólicos, conocidos como sacramentales,
que antes formaban parte de la praxis religiosa diaria de
todo católico, son hoy, en el panorama religioso, mucho menos
evidentes que antes.
Las razones de ese cambio son muchas y
diversas, pero entran todas en el ámbito del cambio cultural
general de formas tradicionales de religión a expresiones más personales
e individuales de lo que ahora se llama "espiritualidad". Al
parecer, son tres los motivos que han dado origen a
ese cambio. El primero es la sensación de que las
religiones tradicionales o institucionales no pueden dar lo que antes
se creía que podían dar. Algunas personas, en su visión
del mundo, no logran encontrar espacio para creer en un
Dios trascendente personal; y a muchos la experiencia los ha
llevado a preguntarse si este Dios tiene poder para realizar
cambios en el mundo o incluso si existe.
Hay otra razón
para explicar cierta inquietud y cierto rechazo con respecto a
la Iglesia tradicional. No olvidemos que en la antigua Europa
las religiones paganas precristianas eran muy fuertes y a menudo
se producían lamentables conflictos vinculados al cambio político, pero inevitablemente
calificados como opresión cristiana de las antiguas religiones. Uno de
los pasos más significativos en lo que se podría llamar
el ámbito "espiritual" en el siglo pasado, más o menos,
fue una vuelta a las formas precristianas de religión. Las
religiones paganas contribuyeron en gran medida a sostener algunas de
las ideologías racistas más violentas de Europa, consolidando así la
convicción de que ciertas naciones desempeñan un papel histórico de
alcance mundial hasta el punto de que tienen derecho a
someter a otros pueblos, y eso ha implicado, casi inevitablemente,
un odio hacia la religión cristiana, a la que se
ve como una novata en la escena religiosa. La compleja
serie de fenómenos conocidos con el término de religiones "neopaganas"
pone de manifiesto la necesidad, que sienten muchos, de inventar
modos nuevos para "contraatacar" al cristianismo y volver a una
forma más auténtica de religión, vinculada más íntimamente a la
naturaleza y a la tierra. Por eso, se debe reconocer
que en la religión neopagana no hay sitio para el
cristianismo. Guste o no, se produce una lucha para conquistar
la mente y el corazón de la gente en la
relación entre el cristianismo, las antiguas religiones precristianas y sus
"primas" de origen más reciente.
La Nueva Era se presenta como
una falsa utopía para responder a la sed profunda de
felicidad del corazón humano, sometido al dramatismo de la existencia
e insatisfecho ante la infelicidad profunda de la felicidad moderna.
La Nueva Era se presenta como una respuesta engañosa a
la esperanza más antigua del hombre, la esperanza de una
Nueva Era de paz, armonía, reconciliación consigo mismo, con los
demás y con la naturaleza. Esta esperanza religiosa, tan antigua
como la humanidad misma, es una llamada que brota del
corazón de los hombres especialmente en tiempos de crisis.
El tercer
motivo de un desengaño generalizado con respecto a la religión
institucional deriva de una creciente obsesión en la cultura occidental
por las religiones orientales y los caminos de sabiduría. Cuando
ha resultado más fácil viajar fuera del propio continente, muchos
europeos aventureros han comenzado a explorar lugares que antes sólo
conocían repasando las páginas de textos antiguos.
La atracción de lo
exótico los ha puesto en contacto más estrecho con las
religiones y las prácticas esotéricas de varias culturas orientales, desde
el antiguo Egipto hasta la India y Tibet. La creciente
convicción de que existe cierta verdad de fondo, un núcleo
de verdad en el centro de toda experiencia religiosa, ha
llevado a la idea de que se pueden y deben
captar los elementos característicos de las diversas religiones para llegar
a una forma universal de religión. Una vez más, en
ese ámbito hay poco espacio para las religiones institucionales, en
particular, el judaísmo y el cristianismo.
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