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Jacobo de Persia, Santo |
El gran mártir Jacobo el Persa (conocido como “el amputado”)
nació en el siglo IV en el seno de una
piadosa familia cristiana, conocida por su riqueza y su honorabilidad.
Su
esposa era cristiana, ellos juntos formaron a sus niños en
la piedad, inspirándolos en el amor por la oración y
por la lectura de las Sagradas Escrituras.
Jacobo ocupó una muy
importante posición en la corte del emperador persa Izdegerd (399-420)
y en la de su sucesor Barakhranes (420-438). Pero en
una de las campañas militares, Jacobo, seducido por la beneficencia
del emperador, tuvo miedo de negar su fe en Cristo
y de tener que ofrecer sacrificios a los ídolos y
al emperador.
Sabiendo sobre esto, la madre y la esposa
de Jacobo le escribieron una carta, en la que lo
llaman a arrepentirse. Cuando recibió la carta, Jacobo se dio
cuenta de la gravedad de su pecado. Y enfrentando el
horror de ser separado de su familia y de Dios
mismo, comenzó a llorar, pidiendo a Dios el perdón.
Los soldados
que lo acompañaban, escuchándolo orar al Señor Jesús, contaron esto
al emperador. Y habiendo sido interrogado, San Jacobo confesó su
fe en el Verdadero Dios. Ninguna cantidad de dinero pudo
hacerle cambiar su fe, entonces el Emperador ordenó que fuera
muerto.
Comenzaron amputando sus dedos uno por uno, luego sus manos
y sus pies, sus brazos y sus piernas. Durante esta
prolongada tortura, San Jacobo ofrecía oraciones de agradecimiento al Señor,
quien le había permitido la posibilidad de la redención por
sus pecados soportando esas torturas.
Por ultimo, el mártir fue decapitado.
Los cristianos se unieron alrededor de las piezas de su
cuerpo y las enterraron con gran reverencia.
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