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Isabel de la Trinidad, Beata |
Virgen
Martirologio Romano: En Dijon, en Francia, beata Isabel de
la Santísima Trinidad Catez, virgen, de la Orden de las
Carmelitas Descalzas, que desde niña anheló buscar en lo profundo
de su corazón el conocimiento y la contemplación de la
Trinidad, y afligida por muchos sufrimientos, todavía joven continuó caminando,
como siempre había soñado, «hacia el amor, hacia la luz
y hacia la vida». († 1906)
Etimológicamente: Isabel = "juramento de
Dios". Viene de la lengua hebrea.
Una mañana del 18 de Julio de 1880
nace en un campo militar de Avor, cerca de Bourges
(Francia). Su familia está inquieta porque los médicos han dicho
que el bebé no podrá salvar su vida. María Rolland,
su mamá, espera su primera hija. Todos rezan y se
ofrecen misas por la nueva criatura. En contra de todos
los pronósticos la niña llega a este mundo “muy hermosa
y vivaracha”. Cuatro días después, el 22 de julio, es
bautizada con el nombre de Isabel Josefina.
La señora Catez se
ha dado cuenta del talento musical de su hija. La
inscribe en el Conservatorio a los siete años. Isabel pasa
muchas horas en el piano. No va a la escuela
porque las instituciones del estado son demasiado laicas, en cambio
recibirá la formación más elemental en casa.
El 19 de abril
de 1891 es la Primera Comunión. Sus cartas nos revelan
la experiencia de ser amada y darse. “Este gran día
nos hemos dado por completo el uno al otro” (C
178). Gozo, alegría, saciedad, plenitud, belleza, música interior…son las realidades
que siente en su corazón.
También los santos tienen vacaciones. Estamos
en el verano de 1894, las Catez marchan a Carlipa,
allí visitan a sus tías. Isabel siempre recodará el espectáculo
cósmico de los Pirineos:”¿Te acuerdas de nuestros paseos por la
sierra durante la noche, a la luz de la luna,
mientras escuchábamos las alegres campanadas? ¡Oh, tía, qué bello estaba
el valle a la luz de las estrellas, esa inmensidad,
ese infinito, todo me hablaba de Dios” (C 139).
Así era
Isabel humana y divina, centrada en el interior y viviendo
las alegrías de la vida. Con frecuencia participaba en veladas
y bailes que organizaban las familias militares. En estos lugares
la joven Isabel quiere ser como el sol que irradia
su luz.
El 2 de agosto de 1901 entra en el
Carmelo. Una vida dedicada por entero a la oración. Una
comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa.
Una sencillez en el uso de las cosas y en
el trato con las personas. Un ideal apostólico que amplía
sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de una
forma maravillosa sus primeras impresiones. “No encuentro palabras para expresar
mi dicha”, “aquí ya no hay nada, sólo Él…Se le
encuentra en todas partes, lo mismo en la colada que
en la oración” (C 91).
El 11 de enero de 1903,
domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana
de Dijon, Isabel pronuncia sus votos religiosos. Se siente invadida
por Dios, por su abundante gracia, un derroche.
Sus experiencias religiosas
son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un
lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas
de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”.
Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido
una influencia considerable en el camino de la unión con
Dios.
El año 1904 es muy significativo. El 21 de noviembre
Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la noche redacta
una oración, que es expresión de su entrega al Dios
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:
“¡Oh, Dios mío,
Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme
en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera
ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz,
ni hacerme salir de vos, ¡mi Inmutable!, sino que cada
minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro misterio.
Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada
amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os
deje allí jamás solo, sino que esté allí toda entera,
completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada
a vuestra acción creadora”.
Ella ha descubierto su vocación en la
Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria” (Ef 1,6).
Hasta tal punto que esta mística francesa lo toma como
un nombre simbólico, laudem gloriae, “alabanza de gloria”.
Los días
7 y 8 de noviembre está en silencio. Las últimas
palabras que le oyeron sus hermanas de comunidad fueron: “Voy
a la Luz, al Amor, a la Vida”. En el
amanecer del 9 de noviembre de 1906, deja de respirar,
la ciudad de Dijon está tranquila. Las que estaban allí
presentes se dan cuenta que Isabel ha emprendido el viaje
a la Trinidad que tanto amó en la tierra y
como un profeta nos llama a cada uno a disfrutar
de su Presencia en lo cotidiano de la vida.
Fue beatificada
el 25 de noviembre de 1984.
ORACIÓN Oh Dios, rico en misericordia,
que descubriste a la Beata Isabel de la Trinidad el
misterio de tu presencia secreta en el alma del justo
e hiciste de ella una adoradora en espíritu y verdad, concédenos,
por su intercesión, que también nosotros, permaneciendo en el amor de
Cristo, merezcamos ser transformados en templos del Espíritu Santo de
amor, para alabanza de tu gloria.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Si
tiene información relevante para la canonización de la Beata Isabel,
escriba a: Carmel de Dijon Flavignerot
21160 Marsannay-la-Côte, FRANCIA.
¡Felicidades a las que llevan este nombre!
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