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lunes, 19 de noviembre de 2012

El Cristo Interior



“Y a ustedes, ¿quién les va a hacer daño si se esfuerzan por hacer el bien?  Dichosos si sufren por causa de la justicia!  No teman lo que ellos temen, ni se dejen asustar.  Más bien honren en su corazón a Cristo como Señor.  Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes”      
(1 Pedro 3:13-15)

´Honren en su corazón a Cristo...´  El mundo en que vivimos pasa. Todos lo sabemos, los reinados suben, tienen períodos de poder y luego se caen.  Y la lección de la historia es que cuando se caen, se caen muy rápido.  La sabiduría, en este caso, es tener la habilidad de identificar lo que dura, comprender lo que perdura y lo que es verdaderamente importante.  Las primeras comunidades Cristianas comprendieron muy claramente que cada uno de nosotros poseemos, y lo poseemos en este momento, en esta vida, un principio eterno, algo en nuestro corazón que perdura para toda la eternidad – Nuestro Señor Jesucristo.  Por eso debemos “honrar a Cristo en nuestro corazón”.

Para poder vivir nuestras vidas bien no debemos deprimirnos al ver que el mundo pasa, que las civilizaciones se caen.  No debemos molestarnos cuando vemos que en el mundo hay un gran caos.  Todos lo sabemos – hay mucha confusión.  Hay mucha gente confusa y también podemos ver que también en nuestras vidas tenemos períodos de confusión y de caos.  Pero el reto que cada uno tenemos, y que cada ser humano debe finalmente enfrentar, es el poder encontrar en el mundo real, en este mundo caótico y que pasa, la paz verdadera, el orden y la armonía adecuada y que permitirá dar sentido a las voces que compiten por nuestra atención. 
De nuevo, las primeras comunidades Cristianas veían esto con mucha claridad, pues lo sabían por
su propia experiencia que Jesús mismo es el camino al orden, a la armonía y a la paz.  Ellos sabían que El es el camino que nos lleva a la armonía resonante de la misma Trinidad, al orden, al supremo orden que está basado en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El camino de la meditación no es un camino de escape.  Sobre todo, no es un camino a la ilusión.  No estamos tratando de escaparnos de un mundo con fines desordenados o principios caóticos ni tampoco estamos tratando de construir un mundo alternativo de ilusiones de nosotros mismos.  Lo que Jesús nos promete es que si nos afianzamos en El, en reverencia en nuestro corazón, si creemos en El y en Aquel que lo envió, entonces todo el caos y la confusión del mundo dejan de tener poder sobre nosotros.  Las tensiones, las cadenas, los retos, están ahí pero sin que puedan destruirnos, pues hemos encontrado la roca que es Cristo.  Esta es la tarea real.  Este es el reto real que cada uno de nosotros debemos de enfrentar para entrar a la realidad de Cristo, la roca en la que debemos construir nuestras vidas, con la absoluta seguridad de que El nos ama con nuestros errores, con nuestros cambios de corazón y de mente y en todo momento de nuestras vidas, hasta el último momento de nuestra vida, porque El es el Amor supremo.

Es por eso que San Pedro nos dice qué importante es honrar a Cristo en nuestro corazón. Arraigados en El, entonces nos arraigamos en el principio de la vida, en la misma realidad, y fundados en El, nada tiene poder sobre nosotros, ni siquiera la muerte.  El reto es encontrar el camino hacia El,  encontrando el camino hacia nuestro corazón y que lo podamos honrar desde ahí.  El camino de la meditación es
consecuentemente un camino para aprender a morir a la ilusión, a la irrealidad, y así de esta manera aprendemos a resucitar con Cristo, a resucitar más allá de nosotros mismos y de nuestras limitaciones a la vida eterna.  Es aprender esto ahora, hoy mismo, y dejar de posponer la vida eterna para cuando nos vayamos al cielo.  

El Reino de los Cielos está aquí entre nosotros, y debemos abrirnos a ello porque, como lo dice San Pedro, debemos estar vivos en el Espíritu y estar totalmente vivos en la vida de Dios.  Como Cristianos, no debemos conformarnos con menos. 
Nuestra vida cristiana no es cuestión de solamente pasar por la vida.  Cada palabra del Nuevo Testamento nos dice que es de suprema importancia  vivir nuestras vidas en una continua expansión, expansión del corazón, expansión del Espíritu, creciendo en el amor y arraigándonos cada vez más en Dios.  Cada uno de nosotros debemos entender nuestro potencial, que estamos expandiendo nuestro
universo, por lo que cada uno de nosotros posee el potencial de energía-expansión que es nada menos que infinita.

En la misma carta de San Pedro él nos dice que debemos vivir una vida de orden, fundada en la oración y nos dice además que nos amemos unos a otros con toda nuestra fuerza.  Este es el camino de la meditación – tocar la fuente de la vida, la fuente de la energía y del poder, para que así podamos vivir nuestras vidas en plenitud.  Y lo hacemos honrando al Señor en nuestro corazón.  Mira de nuevo lo que dice San Pedro:

“Y a ustedes, ¿quién les va a hacer daño si se esfuerzan por hacer el bien?  Dichosos si sufren por causa de la justicia!  No teman lo que ellos temen, ni se dejen asustar.  Más bien honren en su corazón a Cristo como Señor....  Por esto también se les predicó el Evangelio aún a los muertos para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu...  así que para poder orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada.  Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados”.  (1 Pedro 3:13-15; 4:6, 7-8)

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