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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Confidencias de Jesús a un SacerdoteMons. Ottavio Michelini


EL TERCER CAMINO
Hijo, ¡cuántas veces no he pedido la conversión de muchos sacerdotes míos arrastrados por una visión errada de la vida sacerdotal! Pero principio de toda conversión es la humildad.
La soberbia es un muro infranqueable que se erige entre el alma y Dios; se necesita abajarse para poder después elevarse hasta Dios.
La soberbia tiene lejos de Mí a muchos sacerdotes y cosecha entre ellos muchas víctimas para el Infierno. Aunque la opinión de bastantes no concuerde con esta mi afirmación, la realidad irrefutable es ésta.
Se ha dicho que son dos los caminos que llevan a la salvación: la inocencia y la penitencia.
Pero Yo te digo que hay otro, un tercero más breve y no menos seguro que los dos primeros, y es el del Amor.
El camino de la inocencia está frecuentado por la muchedumbre de angelitos humanos: son los niñitos sorprendidos por la muerte antes de que la culpa los haya tocado.
Con ellos hay también otras almas que la humildad y correspondencia perseverante y generosa a los impulsos de mi gracia, han conservado y preservado de cualquier contagio del mal llegando, al término de su camino terreno, con todo el esplendor y el candor inmaculado de la nieve.
En el Paraíso todas estas almas forman un coro celestial que cantan hosannas a Dios tres veces Santo.
Está después el segundo camino de la penitencia, necesaria para todos aquellos que desgraciadamente, en medida diferente han pasado por la dura y amarga experiencia del pecado: "Si no hacéis penitencia no entraréis en el Reino de los Cielos".
Muchísimos son los pecadores, pero no todos entran al camino de la penitencia. El porqué de esto vosotros no lo sabéis y no lo entendéis porque solo Dios escruta los abismos insondables del corazón humano.
Ninguna criatura humana, ni aún la más extraviada es totalmente negativa, en todos los hombres en proporción diversa hay siempre el bien y el mal. La gracia suficiente para salvarse, Yo, Dios la doy a todos.
No todos sin embargo la saben acoger, no todos la  saben apreciar como un tesoro.
Pero hay otras razones para que esto suceda así y mis sacerdotes no las pueden ignorar sin traicionar su vocación.
 ¿No son los sacerdotes mis corredentores? ¿Ignoran este punto fundamental de la vida sacerdotal? ¿Han olvidado quizá mi infinito sufrimiento por las almas? ¿No saben ya posar su mirada en Mí Crucificado? ¿No saben tal vez que si no me siguen en el camino de la Cruz, es decir de penitencia interior y exterior anulan su fecundidad espiritual?
 ¿No piensan muchos sacerdotes en el bien que ha faltado a tantas almas perdidas? ¿No piensan que para ellos es un deber de justicia y de caridad obrar santamente para salvar almas?
No tienen tiempo para arrodillarse ante Mí Crucificado para hacer un serio examen de conciencia, para escuchar mi voz... si lo hicieran ¡cuánta luz en sus almas!
Recientemente te he hablado de la Comunión de los Santos, otra realidad sublime, otra fuente de gracia y de gracias para quien cree en ella y de ella vive.
Los frutos de Mi Redención pasan y deben circular en todo Mi Cuerpo Místico, es decir, la Iglesia triunfante, purgante y militante. Pero pasan en medida y proporción de la cual sabéis y os queréis valer. 
El Camino del Amor
Ahora falta decirte unas palabras sobre el tercer camino, el más breve y corto para el Paraíso que ha sido escogido por tantas almas privilegiadas: es el camino del amor.
No es que haya sido abierto a las almas sólo en estos últimos tiempos. Siempre ha existido, igual que los otros dos.
María Magdalena escogió este camino y después de ella muchas otras almas. Pero en estos últimos tiempos ha sido redescubierto. Fue preferido y transitado por muchas almas y entre éstas Teresita del Niño Jesús.
Yo, hijo mío, me he inmolado a fin de que vosotros fuerais una cosa sola entre vosotros y Conmigo,  como Yo lo soy con el Padre y el Espirita Santo.
El amor tiene dos dimensiones, la vertical que tiende hacia Dios y la horizontal que tiende hacia el prójimo. Así es en Mí, así debe ser en vosotros.
Este amor debe estar por encima de todos los problemas de vuestra vida y si no fuera así no estaríais en el camino correcto. El amor une, el amor robustece.
Padre, Hijo y Espíritu Santo son Tres en Uno, el amor equivale por tanto a unidad, a unión.
El amor que une al alma a Dios y a los hermanos es fuego que purifica y que hace arder las escorias de la fragilidad humana. Mi espíritu es espíritu de amor que calienta, que ilumina y que vivifica: disuelve las sombras de la debilidad humana que se posan en el alma.
Pero el amor es también fuerza y potencia, como el hierro, fundido con el cemento; esas dos naturalezas se funden y se transforman en un único e irrompible bloque contra el que en vano choca la fuerza de quien lo quisiera despedazar.
Así, amor divino y humano fundidos juntos unen las almas a  Dios y entre sí para formar un único bloque tan compacto que inútilmente  chocan contra él las fuerzas del Mal.
Hijo, esfuérzate en figurarte Mí Cuerpo Místico como debería de ser: un poderoso bloque formado por todos sus miembros unidos a la Cabeza, al que ninguna fuerza terrestre o infernal pudieran causarle ni un rasguño.
La Iglesia purificada y regenerada del futuro siglo será este cuerpo granítico al que ninguno podrá romper, es más, ni hacerle ni un rasguño.  Los caminos de Dios y los planes de Dios son muy diferentes de vuestros planes y de vuestros caminos.
Hacer callar los egoísmos
Insisto en la necesidad de echar mano a la segur.
Las diferentes iglesias locales si quieren aprovechar con sabiduría los signos de los tiempos deben revisar todo y reorganizarse en las dos dimensiones del amor.
Es tiempo de hacer callar los egoísmos, las ambiciones, y las envidias, los celos; es tiempo de salir de las nubes que os envuelven, de sacudir el polvo de las mantas.
Es tiempo de desembarazarse del pesadísimo fardo del materialismo, sea ello marxista o capitalista: tanto uno como otro son venenosos y mortíferos. Es tiempo para muchos sacerdotes míos contagiados por este veneno del materialismo, de reflexionar y convertirse si no quieren perecer.
Los caminos entonces, para llegar a Dios, para realizar la finalidad de la Creación y de la Redención, y para mis sacerdotes y para mis almas consagradas en general, también el fin de su Vocación, son tres; los tres son válidos y óptimos porque en los tres está siempre presente el elemento esencial: el amor, si bien con colores y matices diferentes.
Hijo mío, hazlo saber a todos mis sacerdotes que no hay más tiempo que perder.
Para los buenos es un deber impuesto por la caridad rezar y ofrecer por los más tibios y por los más alejados.
Ellos se debaten entre las insidias y las seducciones de un mundo que no es mío sino de Satanás, y los remordimientos de su conciencia, la cual, aún encallecida, se rebela porque está oprimida por un peso que no quisiera llevar.
Te bendigo, ámame mucho.

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