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Bernardino Amici de Fossa, Beato |
Sacerdote de la Primera Orden (1420‑1503). Su culto fue aprobado por
León XII el 26 de marzo de 1828.
Bernardino Amici, predicador
y escritor franciscano, nació en 1420 en Fossa, cerca de
Aquila. No se conocen sus padres ni su procedencia
social.
Se laureó en jurisprudencia en Perusa, allí ingresó entre
los Hermanos Menores en 1445 en el convento de Monterípido,
en Perusa. Vivió en Gubbio, en Stroncone y en otros
conventos de la Umbría, luego pasó a los Abruzzos, y
residió especialmente en Aquila.
Fue Ministro provincial de su región en
los años 1454‑1460 y 1472‑1475. Estuvo en Bohemia y en
Dalmacia en los años 1464‑1467; luego fue Procurador general de
la Orden en la curia romana de 1467 a 1469.
Participó
en el Capítulo general de la Orden en Aquila en
1452, en Asís en 1455, en Milán en 1457, en
Roma en 1458 y en Mantua en 1467. Varias veces
rechazó el Obispado de Aquila.
Fue célebre también como predicador, se
recuerda su cuaresma en Sebenice en Dalmacia en 1465. En
los últimos años de su vida se dedicó a difundir
sus escritos de carácter teológico e histórico. La mayor parte
de ellos sin embargo permaneció inédita.
Hijo auténtico del Seráfico Pobrecillo,
ardiente ministro de Cristo, Fray Bernardino se propuso seguir las
huellas del amable San Bernardino de Siena, a quien varias
veces había oído predicar y por quien había quedado fascinado,
especialmente cuando en 1438 en la plaza de Santa María
de Collemaggio de Aquila predicó sobre la Asunción de María
en cuerpo y alma al cielo. La inmensa multitud, entre
la cual se encontraba también el Beato Bernardino, admiró en
el cielo una estrella luminosa, cuyo resplandor superaba al del
sol. También tuvo la alegría de conocer a San Juan
de Capistrano.
De San Bernardino el Beato logró copiar el espíritu
de fe y de recogimiento, la prudencia, la humildad, la
modestia, el celo ardiente por la gloria de Dios. Lo
vemos recorrer ciudades y más ciudades para predicar la palabra
de Dios, suscitando por todas partes el entusiasmo y obteniendo
conversiones.
Durante ocho meses estuvo postrado en cama en medio de
terribles sufrimientos que soportó con gran resignación. Un día se
le apareció su patrono San Bernardino de Siena, quien le
obtuvo del Señor la completa curación.
Libre de los compromisos que
la Orden le había confiado, regresó a los Abruzzos y
prosiguió sus andanzas apostólicas con renovado fervor.
Su predicación era docta
y popular al mismo tiempo y suscitaba gran entusiasmo y
muchas conversiones. Fundó nuevos conventos, entre ellos el de San
Angel d’Ocre en su región natal, donde él mismo habitó
hasta avanzada edad.
Dios selló su santidad con el don de
los milagros. Cansado por las fatigas apostólicas y por las
penitencias se retiró al convento de San Julián cerca de
Aquila, y pasó los últimos años revisando sus escritos teológicos
e históricos, que más tarde fueron publicados, como la Chronica
Fratrum Minorum Observantiae (Roma 1902), Funerale (32 sermones, Venecia 1572),
Sermón sobre la Virgen según las palabras de Dante (L’Aquila
1856), y se preparó para el encuentro con la hermana
muerte, que le sobrevino el 27 de noviembre de 1503.
Tenía 83 años. Fue un digno hijo de San Francisco
y fiel imitador del Santo de Siena.
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