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martes, 2 de octubre de 2012

San Eleuterio de Nicomedia, mártir


fecha: 2 de octubre
†: s. III/IV - país: Turquía
canonización: pre-congregación
En Nicomedia, de Bitinia, san Eleuterio, mártir.

Cuando el palacio de Diocleciano en Nicomedia fue incendiado, se atribuyó falsamente el delito al santo soldado y mártir Eleuterio y a muchos otros. Todos ellos fueron condenados a muerte por orden del cruel emperador. Algunos fueron decapitados, otros perecieron quemados y los demás fueron arrojados al mar. Eleuterío era el principal de ellos. La prolongada tortura a que fue sometido, no hizo más que poner de relieve su valor, y el santo consiguió la corona del martirio acrisolado en el fuego como el oro. Con estas palabras presentaba el Martirologio Romano anterior a nuestro santo, atribuyendole relación con el incendio que menciona. En realidad, como señalan todos los especialistas modernos y recoge el Martirologio actual, lo único que sabemos sobre él es su nombre y el sitio en que padeció. El dato más importante es que el Breviarium sirio del siglo V dice el 2 de octubre: «En Nicomedía, Eleuterio», de donde el Hieronymianum tomó la noticia, todo lo demás es una pintoresca muestra del habitual crecimiento espontáneo de la leyenda cuando se carace de datos ciertos. Según Dom Quentin, en Les Martyrologes historiques (pp. 615-616), la asociación de este mártir con el incendio del palacio de Diocleciano es simplemente una invención del martirologio de Ado.


San Eleuterio de Tournai, Obispo y Mártir


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Reliquias de San Eleuterio, obispo y mártir,
veneradas en la Catedral de Tournai
Sucesor de San Remigio
Este santo, muy  popular en el norte de Europa, vivió en un periodo sumamente difícil en la  historia de Francia: probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.
Es la época en que la Galia, ya meta de varias  migraciones bárbaras, como la de los Burgundes y la de los Visigodos –  convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la herejía  arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos del rey Clodoveo.  A la conversión de estos contribuyeron la esposa cristiana, Clotilde, venerada  como santa, el obispo de Reims, San Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de  Tournai en el 484, cuando Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino,  antes de emprender la conquista de la región parisiense.
Una biografía  atribuida a San Medardo, coetáneo y hasta compañero de juegos en la infancia,  cuenta muchas anécdotas de la vida de San Eleuterio y sobre sus contactos con  el rey pagano Clodoveo. El mismo San Medardo le predijo que un día llegaría a ser  obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de vida difícil, incluyendo el  martirio.
Los pueblos  bárbaros, que de las regiones orientales se iban trasladando hacia las verdes  colinas de Francia, no conocían otra autoridad sino la de su rey. Al obispo de  Tournai le correspondió la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un pueblo  rudo e idólatra, los Francos, que en el 506 recibirán en masa el bautismo,  siguiendo el ejemplo de su rey, después de la victoria contra los germanos de  Tolbiac.
Pero el honor de esta  abundante mies le corresponderá a San Remigio. En la catedral de Tournai, meta  de numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el humilde e  infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de trabajo la nueva  frontera del cristianismo, representada por los pueblos bárbaros.
Fue atacado por un grupo de arrianos y murió a causa de las heridas recibidas pocos días después. El martirologio romano celebra su fiesta el 20 de febrero
Fuentes: varias.
Los errores de Arrio y sus consecuencias
A fin de ilustrar sobre la naturaleza y peligrosidad de la secta arriana, reproducimos un texto con a información resumida sobre el caso.
  El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después  obispo libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no hay tres personas en Dios  sino una sola persona, el Padre. Jesucristo  no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su Plan. El Hijo es, por  lo tanto, criatura y el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo  tanto, un tiempo en que él no existía. Al sostener esta teoría, negaba la  eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. A Jesús se le puede  llamar Dios, pero solo como una extensión del lenguaje, por su relación íntima  con Dios.
  Admitía la existencia del Dios único, eterno e  incomunicable; el Verbo, Cristo, no divino sino pura creatura, aunque más  excelsa que todas las otras y escogido como intermediario en la creación y la redención del mundo. Aunque Arrio se ocupó  principalmente de despojar de la divinidad a Jesucristo, hizo lo mismo con el  Espíritu Santo, que igualmente lo percibía como creatura, e incluso inferior al  Verbo.   
  Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus  ideas en Alejandría, dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca  un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el se excomulga  a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía continúa  expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones,  que el Emperador Constantino el Grande se  vio forzado a intervenir para encontrar una solución. Fue el Concilio de Nicea, el 20 de  mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano bajo la guía de San Atanasio, diácono de  Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousion (consustancial, de la misma  naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo:    
  ««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor  Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia  del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,  engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Manual de Doctrina Católica  Denzinger - Dz 54).
  Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto  él como sus seguidores desterrados, entre ellos Eusebio de Nicomedia. Aunque no era arriano, Constantino  gradualmente relajó su posición anti-arriana bajo la influencia de su hermana,  quien tendía simpatías arrianas. A Eusebio y a otros se les permitió regresar y  pronto comenzaron a trabajar para destruir lo hecho en el Concilio de Nicea.  Por los manejos de Eusebio de Nicomedia, Constantino intento traer a Arrio de  regreso a Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que  llegara. Aprovechando la nueva situación, el partido arriano fue ganando  terreno y logró el exilio de San Atanasio, quien ya era obispo de Alejandría, y  de Eustaquio de Antioquía.  Avanzaron aún más durante el reinado del sucesor de Constantino en Oriente,  Constancio II (337-361), quien dio un apoyo abierto al arrianismo.
  En el año 341 se celebró un Concilio en Antioquía, el cual  no fue reconocido como concilio ecuménico y fue encabezado por Eusebio de  Nicomedia. Este Concilio aceptó varias afirmaciones heréticas sobre la  naturaleza de Cristo. La oposición fue tal en Occidente, que Constancio II, emperador de  Oriente, y Constante, de  Occidente, convinieron en convocar unConcilio en Sárdica en el 343, donde se logró el regreso  de Atanasio y su restauración como obispo de Alejandría, así como la deposición  de sus sedes de muchos obispos arrianos.
  Tras la muerte de Constante y el advenimiento de  Constancio como único emperador en el año 350, los arrianos recuperaron mucho  de su poder, generándose persecuciones anticatólicas en el Imperio. Durante  este período se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía arriana  con la unificación de los diversos partidos en el interior del arrianismo en el  año 359 y su máximo triunfo doctrinal en los concilios  de Seleucia y Arimino. 
  Cuando parecía humanamente que la fe católica se  perdía, las cosas se volvieron en contra del arrianismo. Constancio murió en el  año 361, dejando al arrianismo sin su gran protector. Más adelante los  semiarrianos, escandalizados por la doctrina de sus copartidarios más  radicales, empezaron a considerar la posibilidad de algún arreglo. 
  Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375),  el cristianismo ortodoxo fue restablecido en Oriente y Occidente, y la ejemplar  acción de los Padres  Capadocios (San Basilio y San  Gregorio Nacianceno) condujo  a la derrota final del arrianismo en el Concilio  de Constantinopla en el año 381.
  La herejía no moriría aun por siglos y crecería  en algunas tribus germánicas que habían sido evangelizadas por predicadores  arrianos, las cuales la traerían de nuevo al Imperio en el siglo V con la  invasión de Occidente. Aunque todavía se encuentran grupos de  cristianos-arrianos en el Oriente Medio y el Norte de África, el arrianismo  profesado como tal desapareció hacia el siglo VI.    
Como ocurre con otras herejías, hay siempre  quienes, sin definirse herejes, sostienen todavía esos errores. Se trata de una  batalla por la verdad en la que el espíritu del error no se da por vencido. 
Los semiarrianos,  también llamados homousianos,  ocupan un lugar intermedio entre los arrianos radicales o anomeos que predicaban una clara  diferenciación entre el Padre y el Hijo, y la fe ortodoxa del Concilio de  Nicea. Ellos asumen el término homoiousios, pero en el sentido de similitud y no  de consustancialidad. Resaltan, pues, simultáneamente similitudes y diferencias  entre el Padre y el Logos.         
Nótese que los pueblos bárbaros con frecuencia llevaron las doctrinas arrianas a varios lugares del Imperio Romano que fueron conquistanto (entre ellos a España) y a pesar de las condenas estas doctrinas fueron un flagelo para los cristianos durante varios siglos. Particularmente por la violencia con que perseguían a los católicos. En la Península Ibérica, el martirio de San Hermenegildo puso fin a las persecuciones a los católicos hispano-romanos y selló la unidad entre los bárbaros y la población anterior a las invasiones, dando origen a la Cristiandad medieval española.


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