sábado 06 Octubre 2012
Sábado de la vigésima sexta semana del tiempo
ordinario
San Bruno Colonia
Leer el
comentario del Evangelio por
San Francisco de Asís : “Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra”
Lecturas
Job 42,1-3.5-6.12-16.
Job respondió al
Señor, diciendo:
Yo sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es
irrealizable para ti.
Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me
sobrepasan y que ignoro.
Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han
visto mis ojos.
Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la
ceniza.
El Señor bendijo los últimos años de Job mucho más que los
primeros. El llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas
de bueyes y mil asnas.
Tuvo además siete hijos y tres hijas.
A la
primera la llamó "Paloma", a la segunda "Canela", y a la tercera "Sombra para
los párpados".
En todo el país no había mujeres tan hermosas como las
hijas de Job. Y su padre les dio una parte de herencia entre sus hermanos.
Después de esto, Job vivió todavía ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y
a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación.
Salmo
119(118),66.71.75.91.125.130.
Enséñame la
discreción y la sabiduría,
porque confío en tus mandamientos.
Me hizo bien sufrir la
humillación,
porque así aprendí tus preceptos.
Yo sé que tus juicios son
justos, Señor,
y que me has humillado con razón.
Todo subsiste hasta hoy conforme
a tus decretos,
porque todas las cosas te están sometidas.
Yo soy tu
servidor: instrúyeme,
y así conoceré tus prescripciones.
La explicación de tu palabra
ilumina
y da inteligencia al ignorante.
Lucas 10,17-24.
Los setenta y
dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos
someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo
como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y
escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá
dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les
sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu
Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber
ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los
pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por
mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién
es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:
"¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos
profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que
ustedes oyen y no lo oyeron!".
Extraído de la Biblia, Libro
del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio
por
San Francisco de Asís (1182-1226), fundador de los Hermanos
menores
Regla Primera, § 17
“Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra”
Por lo que, en la caridad que es Dios
(cf. Jn 4,16), ruego a todos
mis hermanos, predicadores, orantes,
trabajadores, tanto clérigos como
laicos, que procuren humillarse en
todo, no gloriarse ni gozarse en sí
mismos, ni exaltarse interiormente de
las palabras y obras buenas, más aún,
de ningún bien que Dios hace o dice
y obra alguna vez en ellos y por ellos,
según lo que dice el Señor: Pero
no os alegréis de que los espíritus os
estén sometidos (Lc 10,20).
Y tengamos la firme convicción de que a
nosotros no nos pertenecen sino
los vicios y pecados...El espíritu del
Señor, en cambio, quiere que la
carne sea mortificada y despreciada, tenida
por vil y abyecta. Y se afana
por la humildad y la paciencia, y la pura, y
simple, y verdadera paz del
espíritu... Y restituyamos todos los bienes al
Señor Dios altísimo y
sumo, y reconozcamos que todos son suyos, y démosle
gracias por todos
ellos, ya que todo bien de El procede. Y el mismo
altísimo y sumo, solo
Dios verdadero, posea, a El se le tributen y El
reciba todos los honores
y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones,
todas las acciones de
gracias y la gloria, suyo es todo bien; sólo El es
bueno (cf. Lc 8,19).
Y, si vemos u oímos decir o hacer mal o
blasfemar contra Dios,
nosotros bendigamos, hagamos bien y alabemos a Dios
(cf. Rom 11,21), que
es bendito por los siglos (Rom 1,25).
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