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Raimundo de Capua, Beato |
Biógrafo de Catalina de Siena
Martirologio Romano: En Nüremberg, de Baviera,
beato Raimundo delle Vigne o de Capua, presbítero de la
Orden de Predicadores, que fue prudente moderador espiritual de santa
Catalina de Siena, de la cual compuso una fiel biografía
(1399).
Fecha de beatificación: 15 de mayo de 1899 por
el Papa León XIII.
Fue un
religioso italiano, entró en la Orden de Predicadores (Dominicos) en
1350, en Bolonia. Fue el director espiritual de Santa
Catalina de Siena, también fue profesor y superior de varios
conventos. Ejerció los cargos de provincial en Lombardía en
1380 y Maestro General de la Orden.
Primeros tiempos en la
Orden
Nació en Capua en 1330. Hijo de una de
las familias más prominentes de Bolonia, conoció la Orden de
Predicadores siendo estudiante universitario, a la que ingresa en 1350,
tiempo más tarde contaría que en un sueño, el mismo
Santo Domingo de Guzmán lo habría motivado a dar ese
paso. Una de sus primeras obligaciones fue la de
ser director espiritual de varios conventos de monjas en la
región de Montepulciano. Fue uno de los primeros biógrafos
de Santa Inés de Montepulciano, que había fallecido unos cincuenta
años antes.
En 1367 fue llamado a Roma a fin de
ser el superior del convento de Minerva. Enseñó en
Santa María Novella, en Florencia, hasta que en 1374 fue
enviado a Siena por el Maestro General de la Orden.
Allí vivía Santa Catalina de Siena, la gran mística,
a quien las autoridades de la Orden estaban lógicamente interesadas
en servir, siendo Raimundo nombrado su director espiritual y confesor.
Con
Catalina
Raimundo fue un hombre cuidadoso y modesto a pesar de
haber sido nombrado para acompañar a una de las mujeres
más celebres de ese tiempo. Al principio no demostró
gran entusiasmo por su nueva misión, más el trato cotidiano
le hizo ver que estaba conociendo a una verdadera santa.
Una de sus primeras decisiones fue permitirle recibir la
comunión diaria (una práctica muy poco concedida a laicos en
ese entonces). Con la llegada de la peste negra
a la región, los dos se volvieron incansables compañeros, apoyando
y confortando a los enfermos y sus familias. Él
mismo cayó enfermo, más con los cuidados y sobre todo
las oraciones de Catalina se restableció cuando todos ya lo
daban por perdido. Acompañó a Catalina en los últimos
seis años que a ella le restaban, fruto de su
acción, Catalina le enviaba diariamente docenas de personas para que
se confesaran y se convirtieran, lo que le dejaba totalmente
exhausto y sin tiempo para nada más. La Orden
designó dos monjas para que los ayudaran con esa labor.
El
Cisma
Cuando Catalina consiguió convencer al Papa Gregorio XI de regresar
a Roma, terminando los setenta años de cautiverio en Avignón,
este falleció al poco de su llegada, dando paso a
la confusa elección de Urbano VI, algunos cardenales elegirán a
Clemente VII. Todo el país, la Iglesia y la
propia Orden se dividirán en varias facciones, apoyando a un
bando o al otro. Catalina y Raimundo apoyarán al
Papa legítimo, Urbano VI. Raimundo fue enviado por éste
ante el rey de Francia para establecer negociaciones, pero fue
impedido por soldados y populacho que apoyaban a la facción
contraria. Catalina lo criticó duramente por haberle faltado el
coraje y bravura suficientes para poder realizar aquella misión tan
importante ante la cual poco valor tenía la propia vida.
Maestro
y reformador
Pocas semanas después de la muerte de Catalina, en
1380, Raimundo fue electo Maestro General de la Orden, por
lo menos por aquellos que apoyaban a Urbano VI.
Su mandato, en tales circunstancias fue obviamente muy complejo y
difícil. Trató de reunir nuevamente a la dividida Orden,
intentando restaurar el sistema de la observancia, una reforma religiosa
que apenas pudo triunfar con Santa Teresa de Ávila.
Además fue criticado por descuidar el estudio como factor
primordial en el carisma dominico, sin embargo su estrategia de
introducir en cada provincia al menos un convento reformado, resultó
vencedora.
Falleció en Nurembega, en 1399, cuando estaba promoviendo la reforma,
siendo posteriormente trasladado a Nápoles. En el quinto centenario
de su muerte, el papa León XIII lo beatificó.
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