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María Francisca de las Cinco Llagas de Jesús, Santa |
María Francisca de Nápoles
Martirologio Romano: En Nápoles, de la Campania,
santa María Francisca de las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo
(Ana María) Gallo, virgen de la Tercera Orden Regular de
San Francisco, que fue admirable por soportar muchas y continuas
pruebas, mostrando una gran paciencia, penitencia y amor a Dios
y a las almas (1791).
Fecha de canonización: Fue beatificada
el 12 noviembre de 1843 por el Papa Gregorio XVI
e canonizada el 29 junio de 1867 por el Sumo
Pontefice Pio IX, primera santa napolitana de la Iglesia.
Nació en Nápoles, Italia en 1715. Su
padre era un tejedor, hombre de terrible mal genio, y
la madre era una mujer extraordinariamente piadosa. Desde muy pequeñita
fue obligada por su padre a trabajar muchas horas cada
día en su taller de hilados, pero la mamá aprovechaba
todo rato libre para leerle libros piadosos y llevarla al
templo a orar. El párroco, admirado de su piedad y
viendo que se sabía de memoria el catecismo, la admitió
a los 8 años a la Primera Comunión, y al
año siguiente la encargó de preparar a varios niños.
Como
era hermosa, el papá le consiguió un novio de clase
rica. Pero María Francisca le dijo que ella había prometido
a Dios conservarse soltera y virgen para dedicarse a la
vida espiritual y a ayudar a salvar almas. El padre
montó en cólera y la castigó serveramente; sin embargo, gracias
a las influencias y mediación de un padre franciscano, el
papa de la santa aceptó dejarla en libertad para que
ella siguiese su vocación religiosa. El 8 de septiembre de
1731 recibió el hábito de Terciaria franciscana y siguió viviendo
en su casa, pero con comportamientos de religiosa.
Frecuentemente mientras
estaba en oración entraba en éxtasis. La Virgen se le
aparecía y le traía mensajes. Tras la muerte de su
madre, la santa decidió abandonar su hogar y mudarse a
una casa cural donde permaneció los últimos 38 años de
su vida, siempre en constante oración, penitencia y sufrimiento que
los ofrecía por las almas del purgatorio y la conversión
de los pecadores.
Poco después, le aparecieron las cinco llagas
o heridas de Jesús en su cuerpo. Su salud era
muy defectuosa y las enfermedades la hacían sufrir enormemente. El
6 de octubre de 1791 murió santamente. Y el 29
de Junio de 1867 el Sumo Pontífice Pío IX la
declaró santa.
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