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El cansancio y la vida cotidiana |
Se llega cansado a la casa. El cansancio es legítimo.
El malhumor, no. Conviene recordar que el hombre cansado es
propenso al mal genio, ya que tiene las defensas bajas
y los nervios menos templados.
El cansancio tiende al hermetismo. No
es comunicativo.
Es preciso dar al cansado un tiempo para decantar
los afanes y preocupaciones de un día de trabajo. Hay
que permitir al guerrero dejar sus armas, desensillar y recomponerse.
Busca
deshacerse cuanto antes de su mercadería. Interrumpe cuando no debe,
tiene más prisa cuanto más debe esperar. Es la hora
heroica de los padres.
El cariño de los niños vale más
que el agotamiento
Al llegar a casa, ningún padre puede abrir
la puerta y decirse: "Misión cumplida". Si se cree que la
casa es el lugar de las compensaciones egoístas, se ha
perdido a un padre de familia. La recompensa verdadera es
la de verse rodeado por afecto.
El cariño de los hijos
no es un cariño abstracto, Teórico. Es tangible. Se percibe.
Se toca. Los ojos de los niños están diciendo: "sé mi
padre. Tú eres fuerte, mas fuerte que el cansancio".
Segregarse de
los niños al llegar a casa es decirles: "ustedes no
me interesan". Un padre siempre cansado o que pide que se
le trate como a un hombre cansado, es un padre
enfermo. La casa no es una clínica de reposo, donde
se cuida religiosamente el silencio para no alterar a los
pacientes.
El lugar donde descansa el papá no es "zona de
hospital", como tampoco el living debiera llevar el letrero de
"niños jugando".
Cuando los hijos son pequeños son como juguetes del
padre. Si se está de buen humor, se les da
cuerda. Cuando el juego cansa o aburre, se les guarda
o se les archiva. En muchos casos, la televisión sirve,
lamentablemente, de archivo. Si se considera a los hijos un estorbo
porque perturban el descanso del padre, se exige a la
madre que los haga evaporarse para que no creen problemas.
El
guerrero considera que ya ha tenido suficientes en su trabajo,
oficio o negocio.
Cultivar la vida familiar
La vida familiar debe cultivarse
a riesgo de que se vuelva un campo abandonado. Se
abona con la conversación, con las celebraciones; con ritos familiares,
con tradiciones, con un lenguaje que tiene puntos de referencia
comunes. Sin vida de familia, se pasa del trabajo al trabajo
como por un túnel. Agradezcamos que la jornada se interrumpa
para estar con los que se ama.
El cansancio de una
jornada dura se recupera en la vida de familia. La
gracia del hijo pequeño hace cambiar la vista cansada. Ahí
no se nos acepta por nuestra eficacia ni por nuestro
rendimiento: se nos acoge con cariño. Y la vida de
familia es más amable cuando se enfrenta con amabilidad, cuando
no impacienta la avidez de un hijo por contar sus
cosas, la del otro que asalta con peticiones, la de
un tercero... El hogar no es un monasterio donde se
oye el silencio. Los niños no son objetos inmóviles que
forman parte de la decoración. La casa no es casa
de reposo para enfermos de los nervios. El cariño hace
amables hasta las interrupciones
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