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Cirilo Beltrán, Inocencio de la Inmaculada y 8 compañeros; Santos |
9 Lasallistas y 1 Pasionista
Martirologio Romano: En la localidad de
Turón, en la región española de Asturias, santos mártires Inocencio
de la Inmaculada (Manuel) Canoura Arnau, presbítero de la Congregación
de la Pasión, y ocho compañeros, de los Hermanos de
las Escuelas Cristianas, que, durante la revolución, en odio a
la fe fueron asesinados sin juicio previo, alcanzando así la
victoria (1934). Sus nombres son: santos Cirilo Bertrán (José) Sanz
Tejidor, Marciano José (Filomeno) López López, Victoriano Pío (Claudio) Bernabé
Cano, Julián Alfredo (Vilfrido) Fernández Zapico, Benjamín Julián (Vicente) Alonso
Andrés, Augusto Andrés (Román) Martín Fernández, Benito de Jesús (Héctor)
Valdivieso Sáez y Aniceto Adolfo (Manuel) Seco Gutiérrez.
La Iglesia eleva
hoy a la gloria de los altares a nueve Hermanos
de las Escuelas Cristianas (Lasalianos) y a un Padre Pasionista.
Ocho Hermanos dirigían una escuela en Turón, un pueblo situado
en el centro de un valle minero de la región
asturiana, en el nordeste de España y fueron martirizados en
1934. El noveno Hermano es de Cataluña y murió cerca
de Tarragona en 1937. El Padre Pasionista prestaba asistencia sacramental
a la escuela de Turón. Se trata de la glorificación
de diez personas que llevaron la fidelidad de sus vidas
consagradas hasta dar su sangre en testimonio y en defensa
de su fe y de su misión evangelizadora. En consecuencia,
esa solemne decisión eclesial redunda en la glorificación de la
hermosa tarea de educar cristianamente a los niños de todos
los tiempos.
La mayoría de estos religiosos se hallaban en plena
juventud: cuatro de ellos tenían menos de 26 años y
el mayor 46. Sus nombres son:
Hno. CIRILO BERTRÁN (JOSÉ SANZ
TEJEDOR), director de la comunidad, nació en Lerma, provincia de
Burgos, el 20 de marzo de 1888. Los padres eran
humildes trabajadores: de ellos aprende la austeridad y el espíritu
de sacrificio. Ingresó en el Noviciado de los Hermanos en
Bujedo e hizo su primera profesión religiosa en agosto de
1905. En su vida apostólica se muestra comprometido y celoso.
Nombrado director de la escuela de Turón, a donde llega
en 1933, su actitud prudente y serena es de gran
ayuda para los Hermanos de la comunidad. En el verano
de 1934 participa en un retiro de un mes en
Valladolid: será la mejor preparación para su encuentro con el
Señor en el martirio que tendrá lugar dentro de unos
meses.
Hno. MARCANO JOSÉ (FILOMENO LÓPEZ LÓPEZ), nació en El Pedregal,
provincia de Sigüenza Guadalajara, el 17 de noviembre de 1900.
Pertenece a una familia de trabajadores y aprende desde niño
a soportar las molestias del trabajo y afrontar con ánimo
las dificultades de la vida. A sugerencia de un tío
suyo ingresa en el Instituto de los Hermanos de La
Salle, pero una enfermedad en el oído le obliga a
regresar a su familia. Pronto será admitido de nuevo, pero
a condición de dedicarse a trabajos manuales. Se halla en
la comunidad de Mieres (Asturias) cuando acepta sustituir a un
Hermano de Turón, asustado por las tensiones de ese momento.
Esto ocurría en el mes de abril de 1934, seis
meses antes del sacrificio supremo que el Señor le pedirá.
Une así su destino al de sus compañeros de comunidad,
a la que siempre ha prestado sus servicios con bondad
y cariño.
Hno. VICTORIANO PÍO (CLAUDIO BERNABÉ CANO), nació en San
Millán de Lara, provincia de Burgos, el 7 de julio
de 1905. Sus padres, labradores, le inculcaron desde los primeros
años las virtudes de laboriosidad y espíritu de servicio. Ingresó
en el Instituto de los Hermanos de La Salle en
Bujedo en 1918. Las leyes de 1933, obligan a los
Hermanos, por prudencia, a cambiar frecuentemente de residencia y él
es trasladado del Colegio de Palencia a la escuela de
Turón. Le costó mucho el cambio, pero lo aceptó con
espíritu de sacrificio y obediencia. Llevaba solamente diez días en
Turón cuando el Señor le pidió un sacrificio mayor, el
sacrificio de su vida.
Hno. JULIÁN ALFREDO (VILFRIDO FERNÁNDEZ ZAPICO), nació
en Cifuentes de Rueda, provincia de León, el 24 de
diciembre de 1903. Los buenos consejos de sus padres y
la influencia de un tío sacerdote con el cual fue
obligado a vivir durante algún tiempo después de la muerte
prematura de su madre, hacen crecer su piedad natural y
lo inclinan muy joven a la vida religiosa. A los
17 años ingresa en el noviciado de los Capuchinos de
Salamanca. Pero a causa de una inesperada enfermedad regresa a
su casa. Tiene 22 años cuando Dios le da a
conocer a los Hermanos de La Salle y en 1926
ingresa en el noviciado de Bujedo. Muestra gran madurez y
piedad que suscita la admiración de sus compañeros más jóvenes.
En su labor educativa manifiesta asimismo una dedicación extraordinaria, sobre
todo al preparar a los niños a la primera comunión.
En el verano de 1933 es destinado a la comunidad
de Turón. El año anterior había hecho su profesión perpetua
sellando su compromiso definitivo con el Señor. Cuando Dios le
llama al sacrificio de su vida, se encuentra preparado para
responder sin vacilación.
Hno. BENJAMÍN JULIÁN (VICENTE ALONSO ANDRÉS), nació en
Jaramillo de la Fuente, provincia de Burgos, el 27 de
octubre de 1908. Muy joven ingresa en el Instituto de
los Hermanos de La Salle. Tuvo que vencer algunas dificultades
en los estudios debido a su falta de preparación inicial.
La misma decisión manifestó en los avatares de su itinerario
religioso. Cuando el 30 de agosto de 1933 emitió sus
votos perpetuos con plena madurez y decisión, recogía el fruto
de su tesón y de su generosidad. Cuando recibió la
orden de cambiar de la escuela de Compostela, tanto los
alumnos como las familias lo sintieron mucho y querían impedirlo
a toda costa, pero él con generosa disponibilidad, aunque con
mucha nostalgia, aceptó y se trasladó a Turón. Los que
pasaron por aquel lugar nunca olvidarían su alegría y el
optimismo que mostraba en sus comentarios y juicios sobre la
situación en aquellos momentos. Tanta sencillez y fortaleza sólo podían
proceder de un corazón saturado de Dios, quien lo eligió
para su encuentro con El.
Hno. HÉCTOR VALDIVIELSO (BENITO DE JESÚS).
sus padres se trasladaron a Buenos Aires unos años antes
de su nacimiento, que tuvo lugar el 31 de octubre
de 1910. Fue bautizado en la iglesia de San Nicolas
de Bari, que se encontraba en la zona donde se
alza actualmente el Obelisco de la Avenida 9 de Julio.
Cuando sus padres, a causa de dificultades financiarias, se vieron
obligados a regresar a España, estableciéndose en Briviesca (Burgos), conoció
y entró en el centro de formación de los Hermanos
de La Salle en Bujedo. Después hizo el Noviciado Misionero
que los Hermanos tenían en Lembecq-lez-Hal, Bélgica, movido del deseo
de realizar un día el apostolado en la tierra donde
había nacido, la Argentina. En espera de poder realizarse sus
sueños, los Superiores lo destinaron a la escuela de Astorga
(León). En septiembre de 1933 fue destinado a Turón. En
el corto tiempo que permaneció en la cuenca minera, se
mostró como siempre, plenamente entregado a la clase y a
las asociaciones juveniles de la Cruzada Eucarística y la Acción
Católica. Su dedicación a los jóvenes le convirtió, él joven,
en candidato predilecto para el martirio, cosa que no tardó
en realizarse. Es el primer Santo Argentino.
Hno. ANICETO ADOLFO (MANUEL
SECO GUTIÉRREZ), el benjamín de la comunidad, había nacido en
Celada Marlantes, provincia de Santander, el 4 de octubre de
1912. Aunque quedó pronto huérfano de madre, la piedad de
su padre era tal que fueron tres los hijos que
entregó a Dios en el Instituto de S. Juan Bautista
de La Salle. Entró en el Noviciado en 1928 y
emitió sus primeros votos en 1930. En medio de su
trabajo, su mayor preocupación era el cultivo de su vida
espiritual. Ella le movía a preocuparse intensamente por los demás,
sobre todo en lo referente al cumplimiento del deber y
a la entrega generosa a Dios. Después de permanecer un
año en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes en
Valladolid, fue destinado a Turón en agosto de 1933. La
sonrisa serena y atractiva que adornaba permanentemente su rostro, tuvo
que impresionar sin duda a los mismos asesinos que, a
sus 22 años, le condujeron a la eternidad.
Hno. AUGUSTO ANDRÉS
(ROMÁN MARTÍNEZ FERNÁNDEZ) nació en Santander el 6 de mayo
de 1910. Heredó de su padre, militar de profesión, el
sentido de la precisión y del orden; y de su
madre, piadosa y sencilla, la gentileza que tanto admiraban sus
profesores, sus compañeros y después sus alumnos. Cuando manifestó la
intención de hacerse religioso -era el hijo mayor y el
único varón en casa cuando su padre murió- su madre
no se resignaba. Pero una enfermedad del joven doblegó la
resistencia materna. Prometió a la Virgen que aceptaría los deseos
de su hijo si sanaba y, habiendo obtenido la curación,
autorizó el ingreso en los Hermanos de La Salle. En
1922 finalizó su noviciado y emitió con decisión sus primeros
votos religiosos. Se hallaba en el colegio de Palencia en
1933, cuando la dispersión le llevó al que había de
ser su postrer destino, la comunidad de Turón. Su valor
y decisión fueron llamativos en los últimos momentos de su
existencia, pues él fue quien dirigió las últimas palabras a
sus verdugos. Fueron palabras llenas de entereza y de aceptación
del martirio, propias de un corazón totalmente entregado a Dios.
PRESBÍTERO
INOCENCIO DE LA INMACULADA (MANUEL CANOURA ARNAU), nació en el
Valle del Oro, provincia de Mondoñedo, el 10 de marzo
de 1887. Ingresó en la Congregación de los Pasionistas a
la edad de 14 años. Recibió el Subdiaconado en Mieres
en 1910 y el Diaconado en junio de 1912. El
20 de septiembre de 1920 fue ordenado sacerdote. Desde entonces
empezó para este Padre instruido y celoso, una vida de
intenso apostolado sacerdotal, en el que cabe resaltar su dedicación
a la enseñanza de la filosofía, de la teología, de
la literatura en las diversas casas a las que fue
destinado. Su último destino fue de nuevo Mieres, a comienzos
de septiembre de 1934. La causa de que se hallara
con los Hermanos en Turón fue que había sido requerido
su servicio sacramental, al que se había ofrecido de buen
grado cuando le pidieron que fuera a confesar para preparar
a los niños a celebrar el primer viernes de mes,
que coincidía con el 5 de octubre.
El martirio de estos
Hermanos no llegó de modo inesperado. La situación que vivía
España era difícil: la masonería y el comunismo luchaban por
el poder y por hacer desaparecer la tradición religiosa. Se
habían programado una serie de iniciativas contra la Iglesia, los
sacerdotes y los religiosos. Se promovió una campaña de odio
y violencia que en ciertos lugares llegó a crueles desenlaces,
incluso más allá de las previsiones de los grupos dirigentes.
Asturias era una región minera con gran cantidad de inmigrados
cuyo régimen de vida era duro y se sentían desarraigados
de sus mejores tradiciones. La campaña contra la burguesía y
contra la Iglesia encontró allí un terreno especialmente preparado. Así
sucedió que el 5 de octubre un grupo de rebeldes
arrestó a los ocho Hermanos que trabajaban en la escuela
de Turón y al sacerdote pasionista que estaba con ellos.
Los nueve religiosos fueron concentrados en la "casa del pueblo"
a la espera de la decisión que había de tomar
el "Comité revolucionario".
Bajo la presión de algunos extremistas, el Comité
decidió la condena a muerte de estos religiosos que tenían
una notable influencia en la localidad, ya que gran parte
de las familias mandaban sus hijos a su escuela. La
decisión se tomó en secreto: los religiosos serían fusilados en
el cementerio del pueblo, poco después de la una de
la madrugada, el 9 de octubre de 1934. Los asesinos
fueron reclutados de otros lugares porque en el pueblo de
Turón no encontraron quienes estuvieran dispuestos a perpetrar semejante crimen.
Las víctimas comprendieron de inmediato las intenciones del Comité y
se prepararon generosamente al sacrificio con la oración, la confesión
y el perdón que otorgaron a sus asesinos. A la
hora prevista por el Comité, caminaron juntos y serenos al
cementerio. En el centro del mismo estaba preparada una fosa
delante de la cual alinearon a los religiosos. Fueron muertos
con dos cargas de fusilería y rematados a tiros de
pistola. La serenidad y valentía con la que los Hermanos
y el P. Pasionista aceptaron el martirio impresionó a los
mismos asesinos como más tarde ellos mismos declararían. Pocos meses
después de su muerte sus cuerpos fueron exhumados y trasladados
con grandes manifestaciones de adhesión al mausoleo donde reposan en
Bujedo, en la provincia de Burgos.
El Hno. JAIME HILARIO (MANUEL
BARBAL COSÍN) nació el 2 de enero de 1898 en
Enviny, diócesis de Urgel, provincia de Lérida. Vivió en un
ambiente profundamente cristiano, en los trabajos del campo y ruda
labor de un pueblo de alta montaña. A sus trece
años entró en el Seminario de La Seo de Urgel.
Pero, debido a una enfermedad del oído que será una
cruz a lo largo de su vida, tuvo que abandonar
los estudios eclesiásticos. En 1917 decidió entrar en el noviciado
de los Hermanos de La Salle. El 24 de febrero
del mismo año, en Irún, tomó con el hábito religioso
el nombre de Hno. Jaime Hilario. Un año más tarde
iniciaba su misión de educador y catequista. Fue en Mollerusa,
en Pibrac, cerca de Toulouse (Francia), en Calaf, su tierra
natal. En este período se hizo patente su capacidad literaria,
colaborando en revistas en la difusión de los valores cristianos.
En adelante su sordera le impedirá seguir su labor educativa.
Tuvo que trasladarse a Cambrils (Tarragona) para ocuparse de las
labores del campo. El 18 de julio de 1936 estalla
la guerra civil española. El Hno. Jaime Hilario se refugia
en una casa amiga de Mollerusa, en donde permanece en
régimen de libertad vigilada. Después es trasladado a la cárcel
de Lérida y, puesto que procedía de Cambrils, es conducido
a Tarragona y encarcelado en el barco " Mahon "
con otros sacerdotes y seglares cristianos. El 15 de enero
de 1937 se celebró su juicio sumarísimo. No quería abogado
defensor porque iba a decir siempre la verdad. Por obediencia
aceptó la defensa del Sr. Juan Montañés, pero no permitió
que se disimulase su condición de religioso. El Tribunal Popular
de Tarragona lo condenó a muerte. Aceptó el veredicto con
serenidad admirable y allí mismo envió a sus familiares una
carta en la que expresaba su alegría de morir mártir.
El abogado tramitó la solicitud de gracia, que fue concedida
a las otras 24 personas que habían sido juzgadas con
él; pero él, el único religioso del grupo, fue ejecutado.
El 18 de enero de 1937, a las 3,30 de
la tarde, el Hno. Jaime Hilario fue fusilado en el
bosquecillo del Monte de la Oliva, junto al cementerio de
Tarragona. Con asombro del piquete, el mártir siguió en pie
después de dos descargas sucesivas. El grupo arrojó las armas
y se dio a la fuga. El jefe del pelotón,
furioso, se acercó a la víctima y disparó en la
sien del héroe. Sus últimas palabras a los que iban
a fusilarle fueron: -¡Amigos, morir por Cristo es reinar!
Estos mártires
(los nueve de Turón y el Hno. Jaime Hilario) fueron
beatificados juntos por el Papa Juan Pablo II el 29
de abril de 1990. Además desde el 21 de noviembre
de 1999 la Iglesia honra su fe y su sacrificio,
declarándolos Santos y proponiéndolos como ejemplo al pueblo cristiano.
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