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Bartolo Longo, Beato |
Laico, Fundador de la Congregación de las Hijas del Rosario de
Pompeya
Martirologio Romano: En Pompeia, cerca de Nápoles, en Italia, beato
Bartolo (o Bartolomé) Longo, que, hombre de leyes, preocupado por
el culto a María y la formación cristiana de los
campesinos y de los niños, fundó el santuario del Rosario,
en el valle de Pompeya, y también una congregación de
Hermanas con el mismo título, con los bienes que, generosamente,
le dio su piadosa esposa (1926).
Fecha de beatificación: 26 de
octubre de 1980 por el Papa Juan Pablo II.
Graduado en leyes. Edificó el Santuario de
Nuestra Señora del Rosario de Pompeya en 1876
Fue Beatificado
por Juan Pablo II el 26 de Octubre de 1980.
El Papa Juan Pablo II lo cita muchas veces en
su Encíclica sobre el Rosario: Rosarium Virginis Mariae
Bartolo Longo
nació en Latiano, en las cercanías de Brindisi, ubicada en
el tacón de Italia, el 10 de Febrero de 1841.
Sus padres fueron Bartolomé (médico) y Antonia Luparelli (hija de
un magistrado). Desde niño se manifiesta muy ingenioso, vivo y
de carácter ardiente. A los seis años fue llevado a
un internado de los Padres Escolapios, en Francavilla Fontana. Allí
hizo toda su primaria y secundaria (11 años). El resto
de sus estudios lo realizó en Lecce y Nápoles. Aquí
termina sus estudios de derecho en 1864, a los 23
años. Era de temperamento apasionado, su estructura o lo conducía
al cielo o al infierno; jamás a un lugar intermedio.
Era elegante, buen mozo e inteligente.
En la Universidad se
enreda en la moda anticristiana de la época y se
dedica a la política, a las supersticiones y al espiritismo:
llegó a ser “medium” de primer rango y sacerdote espiritista.
Fue su tiempo de alienación juvenil, de búsqueda desenfrenada. El
estudio, las diversiones, la música (tocaba piano) y los amigos
llenaban su días. No sobraba tiempo para la oración. Y
Dios fue desapareciendo de día en día. Por otro lado,
la filosofía de Hegel y el racionalismo de Renán lo
tenían totalmente atrapado. Empezó a odiar a la Iglesia, organizando
conferencias contra ella y alabando a los que criticaban al
clero.
Esta experiencia paradójicamente le sirvió de peldaño para redescubrir
la fe definitivamente. En este proceso, fueron instrumentos de Dios
especialmente dos personas: un profesor amigo (Vincenzo Pepe) y un
sacerdote dominico (el Padre Alberto Radente).
Su conversión, acaecida el
día del Sagrado Corazón de Jesús de 1865, en la
Iglesia del Rosario de Nápoles, le llevó a tomar decisiones
radicales: abandonó la vida forense y se dedicó a obras
de caridad y al estudio de la religión. Incluso renunció
a propuestas muy ventajosas para la vida matrimonial.
Dios quiso
elegir a este hombre pecador como instrumento para propagar su
gloria con la construcción de un santuario dedicado a la
Santísima Virgen María, que más tarde se llamaría Santuario de
Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. Allí, otros pecadores irían
a encontrar perdón y paz.
En 1872 se radica en
Pompeya por motivos profesionales: la condesa De Fusco le confió
la administración de sus propiedades. Le impactó profundamente la miseria
humana y religiosa de los pobres campesinos. A raíz de
una inspiración especial decide dedicarse al catecismo y a la
difusión del Santo Rosario.
En 1876, bajo sugerencia del Obispo
de Nola, inicia la “campaña de un ´sueldo mensual´” para
construir un templo en Pompeya. Como resultado de la cooperación
humana y la intercesión prodigiosa de María surge un hermoso
Santuario. Y en torno a esta construcción nace una ciudad
mariana, enriquecida con numerosos institutos de caridad.
El “milagro de
Pompeya” es producto de cincuenta años de trabajo incansable, ardiente
e inteligente. Miles de niños abandonados recibieron ayuda, un hogar.
Miles de personas se dieron a la oración, gracias a
los escritos de San Bartolo Longo. Millones de peregrinos visitaron
a la Virgen en su nuevo Santuario.
En 1885, siguiendo
los consejos de amigos y superiores, San Bartolo Longo contrae
matrimonio con la condesa De Fusco, que así se convierte
en su colaboradora fiel y generosa. El 9 de Febrero
de 1924 muere Mariana De Fusco a los 88 años
de edad, siguiéndola el santo italiano, dos años después, el
5 Octubre de 1926.
En 1934 se inicia el proceso
canónico para la beatificación; en 1947 Roma emite el decreto
de introducción de la causa del Siervo de Dios; y
el 26 de Octubre de 1980 Juan Pablo II lo
proclama Beato. “Sobre todo puede decirse de él sin exagerar
–afirma el Papa en esa oportunidad– que toda su vida
fue un servicio permanente a la Iglesia, en nombre de
María y por amor a Ella... El Rosario en sus
manos, nos dice también a nosotros cristianos del S. XX:
"¡Ojalá vuelva a despertarse tu confianza en la Santísima. Virgen
del Rosario... Santa, venerada Madre, te traigo todas mis preocupaciones,
en ti deposito toda mi confianza, toda mi esperanza!”.
Su
espíritu
Gabriel de Rosa, Profesor de la Universidad de Roma y
Director del Centro de estudios de historia del “Mezzogiorno”, considera
que San Bartolo Longo fue un verdadero precursor de la
influencia de los laicos en la Iglesia. “Su construcción –Santuario,
Confraternidad, nueva ciudad– fue la respuesta más robusta y solemne
que un laico católico podía dar a la cultura filantrópico
de la época ...”. “Figura indudablemente excepcional de laico católico,
que no se dejó distraer por la grandiosidad de sus
empresas, por el clamor, el consenso y el disenso que
éstas suscitaban; y cuyas resistencias a las insidias y a
los ricos del mundo alimentó constantemente con ejemplos nacidos de
su propia espiritualidad”.
Un rasgo resaltante de su personalidad fue
su profundo amor filial a la Madre de Dios. Quizá
pueda considerarse este aspecto como punto de partida y fuente
de su fecundidad apostólica. Por las innumerables gracias recibidas, que
él atribuye todas a María, siente el irresistible deseo de
corresponder “amándola y alabándola, y hacer que otros la amen
y alaben”.
Consagró toda su vida a su servicio y
a la difusión de su culto, especialmente el Santo Rosario.
Empezó fundando una Confraternidad del Rosario, erigiendo un simple altar
donde reunía a los campesinos, los instruía y les habituaba
al rezo del Rosario. Como vio que Dios bendecía el
lugar en abundancia, le surgió la idea de construir allí
un templo a la Santísima Virgen, que atrajera a muchos
fieles. "Ni yo podía obstaculizar los designios del Señor, cuando
me ví en medio de tantos prodigios insólitos, que no
sabía ni podía explicar racionalmente... No vi mejor camino que
seguir y secundar lo que la Providencia por sí sola
estaba obrando".
El santo italiano llega a Pompeya el 10
de Octubre de 1872. Ese mismo mes tuvo una experiencia
espiritual extraordinaria: salió a pasear por los alrededores, y en
un lugar denominado Arpaia (donde actualmente existe un pequeño monolito
recordatorio), envuelto en una profunda quietud, absolutamente solo, recuerda las
palabras de su confesor, el P. Alberto Radente: “Si quieres
salvarte, propaga el Rosario. Es promesa de María”.
San Bartolo
Longo, transportado interiormente, levanta el rostro y las manos hacia
el cielo y grita a María: "Si es verdad que
tú has prometido a Santo Domingo que quien propaga el
Rosario se salva, yo me salvaré, porque no saldré de
esta tierra de Pompeya sin haber propagado aquí tu Rosario”.
En ese momento sonó a lo lejos una campana, era
la hora del Angelus del medio día. El santo se
postró, oró y lloró. Ese saludo fue para él la
respuesta esperada. Pompeya era entonces un lugar abandonado e ignorado.
Aún no se habían hecho excavaciones realmente científicas de las
ruinas de la Pompeya pagana. La zona era temida por
los viandantes, dado que allí se guarecían ladrones y malvivientes.
Cuando San Bartolo llegó por primera vez, fue escoltado desde
la estación hasta la casa por dos hombres armados con
fusil. No había comisaría en el lugar. Lo único importante
era una pequeña iglesia parroquial en muy mal estado. Conociendo
lo que posteriormente surgió allí, cabe la frase latina “Opera
Dei ex nihilo”. Dios crea siempre de la nada. El
simple altar se iría a convertir posteriormente en un Santuario
célebre, que pronto adquirió carácter internacional; puesto bajo la inmediata
jurisdicción del Papa, se torna Basílica Pontificia (a fines del
S. XIX).
San Bartolo Longo organiza la primera fiesta del
Rosario en el Valle de Pompeya, al año siguiente de
su llegada a esas tierras (Oct. 1873). Había visto la
pobreza en que vivían los pobladores de la zona y
quiso hacer algo por ellos. Por eso, empezó a visitarlos,
así se percató de su profunda piedad y respeto a
los muertos (su fe en la inmortalidad), vio que éstos
eran enterrados sin oraciones y miserablemente. Entonces, pensó que debía
comenzar por allí y se le ocurrió hacer una gran
rifa de ochocientos premios: rosarios, medallas, estampas de la Virgen
del Rosario y centenares de crucifijos. A través de estos
premios entraron María y Jesús en esas pobres casas.
Además,
con una Confraternidad del Rosario, se ocuparía de prestar asistencia
y medicina a los enfermos, ayudar a casarse a jóvenes
pobres y dar sepultura a los muertos, acompañándolos y recitando
el Rosario. Se consiguió en Nápoles todo lo necesario (de
unas damas pías), preparó fuegos artificiales, juegos y una banda
de músicos; elementos muy típicos de una fiesta patronal.
Lo
central debía ser una misa cantada por el Párroco, y
una prédica sobre el Santo Rosario, a cargo de su
amigo y confesor, el dominico Padre Alberto Radente.
Como en
el pueblo no se veneraba ninguna imagen, expuso una de
la Virgen del Rosario a la veneración pública y así
esperó la mañana del 3er. domingo de Octubre.
Llegó el
domingo tan anhelado, pero cargado de una lluvia torrencial. No
hubo fiesta. “Comenzamos mal –pensó san Bartolo–, parece no le
agrada a la Señora lo que hago”. Pero luego recapacitó:
“De parte mía no debo hacer otra cosa que propagar
el Rosario. Veremos si la Señora de parte suya mantiene
la promesa hecha a Santo Domingo...”.
Es sabido que el
santo italiano no escribió ningún tratado sistemático de mariología. No
existe una “mariología de B. Longo”, pero sí toda una
catequesis, una devoción y espiritualidad de índole popular. Allí María
es presentada no como un simple personaje del pasado, sino
como una persona actualmente activa, viva, dotada de sentimientos, fuerte
y maternal a la vez: “La Súplica le dice ´augusta,
bendita, buena, querida, coronada, omnipotente por gracia´ y la invoca
como “Reina de la paz y del perdón, Madre de
los pecadores, nuestra abogada y nuestra esperanza...”. María es para
B. Longo lo que él ha experimentado en su vida:
una fuerza salvífica, una protagonista en el plan de Dios,
una realidad que obra en la historia. En sintonía con
la piedad popular, san Bartolo exprime esta realidad viviente de
María describiendo los miembros de su cuerpo... las manos, los
ojos, los brazos, el corazón... Como persona “viva María actúa,
salva, ilumina, perdona”.
Con extraordinaria visión pastoral, san Bartolo se
percató al año siguiente (la fiesta había resultado) que, fiesta,
prédica, rifa, etc. eran como humareda que pasaba... Pero, ¿cómo
inducir a la gente al amor y a la fraternidad?
Se le ocurrió hacer una misión. Y la misión se
hizo a fines de 1875: “todos se reconciliaron con Dios
y entre sí, y se adhirieron a la Confraternidad del
Rosario” (fundada propiamente el 13.11. 1876).
En una página de
“I Quindici Sabati” (Quince Sábados) exprime san Bartolo Longo con
simplicidad un método de pastoral popular, de la llamada mariología
tipológica: “... como dos amigos que andan juntos frecuentemente llegan
a asemejarse incluso en sus costumbres, así nosotros, conversando familiarmente
con Jesucristo y con la Virgen, al meditar los misterios
del Rosario y formando juntos una misma vida en la
comunión, podemos llegar a asemejarnos a ellos, en cuanto la
bajeza humana nos permita, y aprender... el vivir humilde, pobre,...
paciente y perfecto”. El pueblo imita a la persona que
ama.
Ese mismo año llega a Pompeya por primera vez
el Obispo de Nola, para suministrar la Confirmación al término
de la misión. B. Longo le expresa su deseo de
construir un pequeño altar en honor de la Virgen del
Rosario, a lo que el Obispo respondió: “Yo propongo que
hagamos, en vez de un altar, una iglesia”. Y desde
un balcón del primer piso de la casa de la
Condesa de Fusco, señaló: “Aquél es el lugar donde debe
ser edificando el templo en Pompeya”. Quince años después el
templo estaba construido, inconcluso aún, pero ya consagrado. Posteriormente el
Papa León XIII lo declara patrimonio pontificio (1894).
Longo afirma
que Pompeya es obra de Dios y no del hombre.
El personalmente jamás hubiera edificado tal Santuario sin la palabra
autorizada del Obispo y el apoyo incesante de María Santísima.
¿Y la imagen de gracia?
Fue un obsequio del Padre Alberto
Radente, que se la compró a un revendedor callejero por
sólo 3,40 Liras. Estaba abandonada en un convento de monjas
de la Tercera Orden de Santo Domingo, en Nápoles. Cuando
Bartolo Longo llegó en la mañana del 13 de Noviembre
de 1875 casi desesperado (porque al día siguiente concluía la
misión y debía presentarse la imagen al pueblo), en busca
de un cuadro pintado al óleo, la Providencia le salió
al paso: estaba a punto de comprar un pequeño por
400 Liras, cuando inesperadamente se topa con el Padre Radente
en la plaza, que al enterarse de la búsqueda, le
ofrece el suyo.
A pesar de no ser del gusto
de San Bartolo Longo, pero presionado por las circunstancias y
por insistencia de la religiosa que lo guardaba, sin saber
qué hacer con él, lo puso en un carro de
abono y lo envió a Pompeya (esto nos recuerda muchas
de las historias y leyendas sudamericanas de imágenes de María
transportadas en carros a sus actuales centros de veneración).
La
sencillez de este comienzo humilde contrasta con la magnitud de
los frutos sobrenaturales del lugar santo, habiendo atravesado inmensas dificultades
hasta llegar a su desarrollo pleno.
Esto puede ser signo
de una correcta interpretación de la voluntad de Dios, que
de esa manera quiso “besar esa tierra” para consagrarla al
servicio de los hombres. Dios renueva así originalmente su pacto
salvifico con los hombres en un lugar y en un
tiempo determinado, a través de instrumentos simples escogidos por El.
Ya en época de Bartolo Longo esta imagen atrajo a
miles de peregrinos de todas partes: Madrid, Liverpool, Coblenza, Bruselas,
Varsovia, Viena, Suiza, Africa, Oceanía, y toda Italia.
La primera
gracia sucede en Nápoles, en el palacio de la calle
Tribunali n° 62. Una joven sufría de epilepsia central con
fortísimas convulsiones, que se repetían cada tres o cuatro días.
A través de la Condesa de Fusco llegaron a enterarse
los familiares de la iglesia en construcción, dedicada a la
Virgen del Rosario y de lo que Dios ya venía
obrando en el Valle. La tía de la joven promete
una peregrinación a Pompeya y su colaboración en la obra,
si sanaba la sobrina. La niña sanó totalmente y quedó
libre para siempre del mal que la aquejaba, a partir
del 13 de Febrero de 1876. Dos médicos, que asistían
a la joven, fueron testigos del hecho.
A este primer
acontecimiento de gracia sucedieron varios otros con el correr del
tiempo. El 18 Julio de 1914 acontece en Alemania un
hecho, que sumado a otros, daría origen a un gran
Movimiento Internacional Schönstatt. Su Fundador, el P. José Kentenich (1885-1968)
lee ese día un artículo de Cyprian Froehlich publicado en
Die allgemeine Rundschau (núm. 19, 521 ss) sobre san Bartolo
Longo y su creación predilecta: el Santuario de Pompeya. J.
Kentenich interpretó este hecho como una señal de la Providencia
y meditó largamente sobre él: ¿No podría suceder algo semejante
también en Schönstatt (Vallendar)? El quería depositar toda la responsabilidad
de la formación de los jóvenes seminaristas en manos de
María. Era entonces Director Espiritual del Seminario Menor de los
PP. Palotinos. Los signos del tiempo, especialmente la segunda guerra
mundial, exigían de ellos (seminaristas y superiores) el máximo: la
santidad. ¿No estaría en los planes de Dios –se preguntaba–
que María, tal como había sucedido en Pompeya, fuese atraída
a la pequeña capilla abandonada de San Miguel, del valle
de Schönstatt, para establecer allí su trono de gracia y
mostrarse como educadora, obrando milagros de transformación interior? Tres meses
después nace Schönstatt, hoy difundido en Europa, Asia, África, América
y Australia. Es norma de la Providencia Divina valerse de
lo pequeño e insignificante para realizar grandes obras en la
historia de la salvación. La experiencia de Pompeya sirvió de
inspiración y una capilla abandonada llegaría luego a convertirse en
un lugar de peregrinación.
El 15 de Agosto de 1877
sale a luz el primer devocionario “I Quindici Sabati” (Los
Quince Sábados). A un siglo de distancia (1981) se publica
la 75a. edición, con 745.000 ejemplares. Bartolo Longo no se
imaginaba que esta obra suya tendría tanta penetración popular.
La
“devoción de los Quince Sábados” consiste en prometerle a Dios
un rezo por 15 sábados consecutivos, en memoria de los
15 misterios del Rosario, con el fin de honrar a
la Santísima Virgen y obtener por su mediación alguna gracia
especial.
Esta devoción se basa en una experiencia francesa semejante;
tiene una dinámica propia muy acertada: a) la perfecta devoción
a María es la imitación de sus virtudes; b) para
ello se medita su vida, por orden, un misterio cada
sábado; c) se procura conformar la propia acción al contenido
de cada misterio, y así; d) se busca santificar todo
el día. Con esta práctica san Bartolo buscó unir contemplación
con acción. El punto clave radica en la meditación de
los misterios. Se pretende evitar así la repetición mecánica de
las Avemarías. Puede rezarse en cualquier tiempo, pero especialmente antes
de la fiesta del Rosario (1er. domingo de Oct.) y
antes del 8 de Mayo, fiesta de la Virgen de
Pompeya.
Se aplica el siguiente esquema: una meditación (que siempre
consta de tres partes) sobre el misterio correspondiente (ej. primer
misterio gozoso, la Anunciación a María, Lc 1,26-55); se resalta
una virtud de María (ej. la humildad); se recomienda un
propósito en la misma línea; sigue luego una jaculatoria para
repetirla durante el día y poder así recordar el propósito.
Luego se proponen algunas oraciones a la Virgen de Pompeya
y a Jesús, para antes y después de la comunión.
Se incluyen algunos ejemplos de santos que encarnaban especialmente la
virtud meditada en el día. Finalmente se narran breves historias
de gracias concedidas por la Virgen del Rosario de Pompeya.
El devocionario “Los quince sábados” contiene además un apéndice con
varias oraciones (Misa con María Santísima, el Rosario en forma
breve, Novena a la V. del Rosario, oraciones a Santo
Domingo y a Santa Catalina de Siena, Súplica a la
Reina del Santo Rosario de Pompeya y una oración final
dedicada a san Bartolo Longo).
Como todos los fundadores de
la Iglesia, Bartolo Longo no pudo eximirse de las pruebas,
que Dios quiso enviarle para forjar en él un verdadero
espíritu de fundador y para purificarlo de criterios muy humanos
en su actuar.
En una primera época de la construcción
del templo, dada la necesidad material para cubrir los costos,
B. Longo se vio obligado a recurrir a la nobleza
napolitana. La dependencia era considerable, por ser prácticamente la única
fuente de entrada.
En Mayo de 1877 se dio un
primer hecho purificador, que le ocasionó muchos dolores de cabeza:
aparece en el escenario de Pompeya un fenómeno, la “Virgen
Liberadora de las plagas” (Madonna liberatrice dai flagelli), simplemente conocida
por “Madonna dei Flagelli”, abandonada en una capillita de un
villorrio denominado Boscoreale, de la Diócesis de Nola, a 4
Km. de Pompeya. Supuestamente esta Madonna, según comentarios del pueblo,
habría hecho un estrepitoso milagro. La noticia corrió de boca
en boca, come es costumbre a nivel popular. Y pronto
empezaron a caer miles y miles de peregrinos portando velas
y dinero para la “Madonna dei Flagelli”. Estas caravanas de
peregrinos pasaban por Pompeya sin interesarse del nuevo templo en
construcción y ante los ojos de Bartolo Longo, completamente confundido.
Como si esto fuera poco, cuando iba a hacer su
colecta acostumbrada golpeando las puertas de los nobles de Nápoles,
algunos le preguntaban: ¿Va Ud. ahora a Pompeya? Llévese por
favor esto (y se sacaban sus joyas: pendientes, brazaletes, anillos,
etc.) a la “Madonna dei Flagelli”; me ha hecho una
gracia especial.
Como si esto aún fuera poco todavía, el
Obispo de Nola (Mons. Formisano) protestó que hubiera más salidas
que entradas en la construcción, se desentendió de la obra
dejando solo a san Bartolo, y... para colmo, escribe una
carta pastoral al clero y al pueblo de su Diócesis
para motivarlos a hacer donaciones para una nueva iglesia dedicada
a la “Madonna dei Flagelli” de Boscoreale.
Estocada profunda en
el corazón de Bartolo Longo, que no decae en su
espíritu de fundador. Como hombre de Dios saca provecho de
esas pruebas. Años después escribe estas recomendaciones a todas aquellas
personas llamadas por Dios a salvar almas, a construir iglesias,
a fundar órdenes, comunidades religiosas y obras de beneficencia: “No
se desanimen ante las primeras contradicciones y no dejen la
obra de Dios a causa de mortificaciones y contrariedades que,
con toda certeza, vendrán de parte de los hombres y
del demonio. Continúen mas bien confiando siempre en el socorro
divino, teniendo como lema, que cuanto más aceptada sea la
obra de Dios, tanto mayor serán las oposiciones y las
tentaciones que han de soportarse, pero que al final el
Señor triunfará”.
Las obras de Pompeya
Los institutos pompeyanos son, por
así decir, la corona del Santuario de Pompeya. El amor
a María se expresa en amor a los hombres. La
fe se proyecta en obras. “La Virgen no quiere en
ustedes, la fe sin la obra de caridad... En este
sentido pensamos completar cada acto de fe nuestra con una
obra de caridad... Es esto, podemos decir, el pálpito más
íntimo de nuestro corazón”.
Fe y caridad se integran y
se iluminan; son para Bartolo Longo un binomio indisoluble: “Las
obras de la fe han sido siempre una inspiración para
obras de caridad, y las obras de caridad, a su
vez, han sido siempre preludio de nuevas manifestaciones de religión
y de culto”.
El objeto predilecto de las obras de
Pompeya son los niños y jóvenes, huérfanos e hijos de
encarcelados. No hay límite de permanencia en los Institutos. Una
administración central que distribuye equitativamente las ofrendas del Santuario (única
fuente de entrada) se encarga del mantenimiento.
Antes de entrar
a enumerar las obras de Pompeya, sintetizamos los puntos resaltantes
del proyecto de promoción humana de Bartolo Longo:
§ La
fuente: “La caridad de Cristo, que es fuego vivo, busca
expandirse sobre la tierra y no tiene horizontes”. § La
Mediadora: “La Reina de la Misericordia... que introdujo en mi
corazón la santa resolución de unir al culto la beneficencia”.
§ Humilde realismo: “Un voto secreto del alma, que hacía
tiempo guardábamos celosamente en el corazón con una perplejidad, a
veces dolorosa, la cual nace del deseo ardiente de realizarlo,
y de la evidente insuficiencia, y, diría casi, imposibilidad de
los medios ...”. § Los destinatarios: “Los niños más abandonados
(hijos de encarcelados)... que viven en condiciones peores que los
huérfanos... que llevan sin culpa la marca de la infamia...
sin educación y sin freno... que de a poco se
darán al vicio y luego al delito”. § La finalidad:
“La educación moral y civil de los hijos de encarcelados”.
§ La idea central: Los positivistas afirman que estos niños
nacen y están fatalmente destinados a recorrer (como sus padres)
el camino de la delincuencia, que ninguna prevención, ninguna educación
puede sustraerles de ese trágico fin. A esto contesta san
Bartolo Longo: “Nosotros no creíamos en la omnipotencia del mal;
creíamos más bien en la fuerza redentora del bien y
en la eficacia renovadora de la educación”. § La novedad:
“Esta es una obra cristiana totalmente nueva... que no existe
en Francia, ni en Bélgica ni en otras naciones católicas.
Italia sería la primera en poseerla”.
San Bartolo Longo resalta
cuatro medios pedagógicos en la formación de la niñez y
la juventud, que se encuadran hacia un fin moral y
espiritual:
§ El trabajo: “El trabajo, según nuestra escuela, es
esencialmente educador: refrena el instinto del bagabundeo, educa a la
paciencia, a la obediencia, al respeto a los superiores y
a la autoridad; emancipa al hombre de la esclavitud y
del servilismo; hace que el hombre sea verdaderamente libre”. “Concuerdo
con que el mero trabajo no es medio que pueda
educar: yo asocio el trabajo con la oración; elevo el
trabajo a oración”. “Además, el trabajo es fuente de bienestar
social: suprime la plaga social de la mendicidad; la familia
del hombre que trabaja es honesta; en cambio el hombre
que no trabaja se apoltrona en el ocio, y el
ocio es el padre de los vicios. El trabajo es
causa de economía doméstica; es fuente de paz y de
unión en el hogar. El trabajo ennoblece al hombre”. §
El estudio: no tanto como adorno intelectual, “para instruir mentalmente,
sino para armonizar la cultura de la mente con la
del corazón, el sentimiento del deber y la ley del
trabajo; todo sostenido y vivificado por la religión ...”. §
La música: “En mi método educativo es momento muy importante
coordinar la fatiga..., o el ejercicio del arte mecánica con
el estudio de la música, o con el aprendizaje de
instrumentos musicales... En general la música es para mí un
elemento de los más relevantes para la educación de esta
clase de niños”. § La educación física: coordinada con las
otras actividades.
Esto constituye el núcleo de toda su concepción
educativa. Pero como elemento esencial de su pedagogía permanece la
caridad, el amor noble, puro, divino. Como en toda la
tradición cristiana, insiste en el encuentro de dos voluntades libres,
unidad en un amor recíproco y en un amor común
a Cristo: "Ama a tu educador, porque al educarte te
ama, y porque representa a la persona de Jesucristo. Ama,
instruye y salva al pobre y al abandonado, porque representa
la persona de Jesucristo ".
Bajo esta perspectiva han de
ser contempladas las obras de Pompeya, que pasamos a enumerarlas
en orden de aparición.
1 - La revista “Il Rosario
e la Nuova Pompei”, fundada por B. Longo en 1884.
En la primera página se afirma lo siguiente: Es un
obsequio de B. Longo a los devotos de la Virgen
del Rosario de Pompeya, a los amigos y sostenedores de
sus obras. Es el órgano formativo e informativo del Santuario.
2 - El Orfanato Femenino. Es el primero de los
institutos de beneficencia surgido a la sombra del Santuario. Su
fecha de fundación (8.V.1887) coincide con la primera coronación de
la Virgen del Rosario. Por una inspiración sobrenatural, B. Longo
decidió crear al lado del monumento a la fe (el
Santuario) un monumento a la caridad: ese día acogió a
la primera huérfana.
3 - El Instituto Masculino de B.
Longo. Acoge a unos 300 jóvenes, bajo la orientación de
los Hnos. de la Escuela Cristiana. Su origen se remota
al año 1891.
4 - Las “Hermanas. Hijas del Rosario
de Pompeya”. Fundadas por B. Longo en 1897, según las
reglas de la Tercera Orden de Sto. Domingo, para dedicarse
al cuidado de los niños y las jóvenes. Es uno
de los pocos casos en la historia de la Iglesia,
donde un laico deviene fundador de una comunidad religiosa. Son
actualmente más de 100.
5 - El Instituto Femenino “Sagrado
Corazón”. Es la última promesa del Beato B. Longo convertida
en realidad. Data del año 1922.
6 - El Seminario
“Bartolo Longo”. Allí se forman los futuros sacerdotes para la
asistencia religiosa de millones de peregrinos y la formación cristiana
de los alumnos de los diversos Institutos. Surgió en 1949.
7 - La Fundación “Mariana De Fusco-Longo”. Lleva el nombre
de la esposa de B. Longo y fue inaugurada en
1965. Su objetivo es acoger a mujeres solas que deciden
vivir en Pompeya los últimos años de su existencia.
Carisma
de Pompeya
Sin lugar a dudas tiene una doble vertiente: el
culto a María y las obras de misericordia, íntimamente unidos.
Lo primero se expresa, por sobre todo, en la devoción
del Rosario, no como oración cualquiera, sino como fundamento de
la búsqueda particular del hombre de la intercesión de la
Madre de Dios. Ello trae consigo la conversión, el espíritu
de oración y las obras de caridad.
Respecto a las
obras de misericordia, parecieran ser lo más típico de Pompeya.
No existe prácticamente algo semejante en otros centros europeos de
peregrinación. El binomio fe y caridad, culto y misericordia, es
carisma específico transmitido por Bartolo Longo y que, para bien
de tantos hombres, perdura en Pompeya.
Si usted tiene información
relevante para la canonización del Beato Bartolo, contacte a:
Santuario B. Vergine 80045 Pompei (AN), ITALY
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