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Zacarías, Santo |
Profeta del Antiguo Testamento
Martirologio Romano: Conmemoración de san Zacarías, profeta,
vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra
de promisión, anunciando al mismo tiempo que un rey pacífico,
Cristo el Señor, entraría triunfante en la Ciudad Santa de
Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.
Zacarías es uno de los profetas menores, a quien
se atribuye el libro que lleva su nombre. Su nombre
significa Yaveh Ha Recordado. Zacarías se llama a sí mismo
hijo de Berekías hijo de Idó (Zac 1:1,7) pero en
otros pasajes se omite el nombre de Berekías. Probablemente nació
en algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética
empezó tan solo diecisiete años después del regreso del exilio,
y es razonable pensar que para entonces tenía más de
diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.
Yahveh se valió
de Zacarías y Ageo para animar a Zorobabel, al sumo
sacerdote Jesúa y a los exiliados que habían regresado a
terminar la reconstrucción del templo de Yaveh, aun cuando todavía
estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía
de Zacarías contiene mensajes que pronunció con ese fin durante
un período de dos años y un mes.
Una de las
profecías que recoge el libro de Zacarías en el capitulo
11 y versículos 12 y 13 hace referencia directa al
precio (treinta piezas de plata) que los principales de los
sacerdotes ofrecieron a Judas por entregarles a Jesús. Ver el
evangelio de San Mateo en el capítulo 26 y versículo
15.
Zacarías (profeta)
Zacarías "el grande" ( Hebreo: זְכַרְיָה Zekjar·yáh) es uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre. Su nombre significa Yaveh Ha Recordado. Zacarias "el grande" se llama a sí mismo hijo de Berekías hijo de Idó (Zac 1:1,7) pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekías. Probablemente nació en fer algún lugar de Babilonia,
puesto que su actividad profética empezó tan solo diecisiete años
después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para entonces
tenía más de diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.
Yahveh se valió de Zacarías y Hageo para animar a Zorobabel,
al sumo sacerdote Jesúa y a los exiliados que habían regresado a
terminar la reconstrucción del Templo de Dios, aun cuando todavía estaba
en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía de Zacarías
contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un período de dos
años y un mes.
Una de las profecías que recoge el libro de Zacarías en el capitulo
11 y versículos 12 y 13 hace referencia directa al precio (treinta
piezas de plata) que los principales de los sacerdotes ofrecieron a
Judas por entregarles a Jesús. Ver el evangelio de San Mateo en el
capítulo 26 y versículo 15.
En otra de las profecías de Zacarías (capítulo 14 versículos 4 a 5
sobre la llegada del día del Señor) se dice que el monte de los Olivos
se separaría en dos y se allanaría el valle del Hinón como se allanó por
un terremoto que ocurrió en tiempos de Ozías (o Azarías), rey de Judá que reinó desde el 809 al 759 a.e.c. En el registro de terremotos anteriores al siglo 20
cristiano, hay uno datado en octubre del 759 a.e.c. en Israel, y tal
año es precisamente el último año del reinado de Ozías en Judá. En fecha
hebrea era el año 3002 de la Era Hebrea que comenzó un 7 de octubre, el mismo día y mes de ese terremoto en Israel.
Véase también
Profeta Zacarías
< En el
octavo mes del año segundo de Darío fue dirigida la palabra de Yahveh al
profeta Zacarías, hijo de Iddó...> (Zacarías 1, 1 - 2).
En la pared de entrada, el profeta está
representado como un viejo barbudo con el busto de perfil mientras lee
un libro. Zacarías, que vivió alrededor del año 500 a.C., se esforzó en
dar apoyo con la palabra de Dios a los Israelitas de regreso a Jerusalén
tras el exilio a Babilonia, desilusionados por la falta de señales de
bendición frente a las dificultades afrontadas. En la primera parte de
su libro (Zacarías caps.1-6) se describen ocho visiones que preanuncian
la venida del Mesías, con las que el profeta trató de dar valor a su
desanimado pueblo. En los capítulos siguientes el profeta promete que un
día llegará la recompensa (Zacarías, 8, 1-23) y que Israel será
restaurado, no sin antes pasar por guerras y calamidades (Zacarías,
caps. 9-14) al no haber reconocido al Mesías ( Zacarías 9, 9-10).
Las palabras de Zacarías, que anuncian al Mesías, se citan en el
Evangelio de Mateos para demostrar la venida mesiánica de Cristo ( Mateos 21,4-7).
Zacarías
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(En hebreo zekharyahu y zekharyah; que significa, "Yahweh recuerda",
en los Setenta, Zacharia y Zacharias), hijo de Baraquías, hijo
de Iddo, un profeta que surgió en Israel en el octavo mes del
séptimo año del reinado de Darío, 520 antes de
Cristo (Zac., 1,1) sólo dos meses después de que Ageo
comenzara a profetizar (Ag., 1,1). Las incitaciones de los dos profetas
produjeron la construcción del segundo templo (1 Esd., 5 y
6). Iddo fue uno de los sacerdotes principales que, en el primer año
del reinado de Ciro (538 antes de Cristo), volvieron con Zorobabel
de la cautividad (II Esd., 12, 4). Dieciséis años después,
durante el sumo sacerdocio de Joaquín (versículo 12),
Zacarías, de la familia de Iddo (versión hebrea del
versículo 16), consta como sacerdote principal. Este Zacarías
es muy probablemente el profeta y autor del libro canónico
del mismo nombre. No es nada probable que fuera al profeta Zacarías
al que se refiriera Cristo (Mat., 23, 35; Lucas, 11, 51) como habiendo
sido muerto por los judíos en el Templo; ese Zacarías
era hijo de Joiada (II Par., 24, 20). Además, los judíos
del tiempo de Zorobabel obedecieron al profeta Zacarías (Zac.,
6, 7); ni hay, en los Libros de Esdras, huella alguna de crimen tan
atroz perpetrado en el atrio del Templo.
La profecía de Zacarías es uno de los libros admitidos
tanto por los judíos como por los cristianos en su canon de
las Sagradas Escrituras, como uno de los Profetas Menores. Este artículo
tratará de su contenido e interpretación, su canonicidad,
autor, época, lugar, y ocasión.
I. CONTENIDO E INTERPRETACIÓN
A. Parte primera (Capítulos 1-8)
Introducción. La finalidad del libro, la vuelta del pueblo
a Yahweh (1, 1-6).
(1) Las ocho visiones del profeta, en la noche
del vigésimo cuarto día del undécimo mes del
segundo año del reinado de Darío en Babilonia (1, 7-
6, 8).
. Los jinetes en el bosquecillo de mirtos (1, 7-17).
Sus monturas son de color castaño, bayo, y blanco. Traen noticias
de todas partes; todos los países están en paz, no hay
signo alguno de inminente cataclismo de las naciones como el que debe
preceder a la liberación de Israel de la esclavitud. Y aun
así Yahweh confortará a Sión, reconstruirá
la ciudad y el Templo.
. Los cuatro cuernos y los cuatro herreros (1,18-21). Los primeros
son las naciones que han lanzado a los vientos a Judá e Israel
y Jerusalén; los segundos son las potencias que a su vez derribarán
a los enemigos de Israel
. El hombre con la cuerda de medir (2, 1-13).No intenta medir Jerusalén.
La nueva Jerusalén no tendrá necesidad de muros, el
propio Yahvé será para ella un muro de fuego. Morará
en ella. La visión se hace ahora mesiánica, se extiende
mucho más allá del futuro inmediato, y representa a
todas las naciones del mundo alrededor de la nueva Jerusalén.
. El sumo sacerdote Josué ante el ángel de Yahweh (3,
1-10). Vestido con sucias ropas, acusado por Satán, el sumo
sacerdote aparece avergonzado. Se le quita su vergüenza. Se le
ponen vestidos limpios. Se hace la promesa de la rehabilitación
del sumo sacerdote en el templo que va a construir Zorobabel; y se
pronuncia la promesa mesiánica del germen (en hebreo, çémáh
), el siervo de Yahweh (cf. Is., 4,2; Jer., 22, 5; 23, 15), que será
enviado en medio del sacerdocio levítico.
. El candelabro de los siete brazos del templo(4, 1-14). Un olivo
a cada lado alimenta el candelabro. Las siete lámparas y sus
luces son los siete ojos de Yahweh que van por toda la tierra de un
extremo a otro (versículo 10). Los olivos son "los dos
hijos del aceite", el ungido sacerdote Josué y el rey
Zorobabel. La imagen es la de la providencia de Yahweh y sus dos agentes
en el gobierno teocrático de la Jerusalén restaurada;
esta providencia es un símbolo de la economía de la
gracia en el reino mesiánico. Los versículos 6b-10a
parecen estar fuera de lugar y pertenecer más bien al final
del capítulo o ir después de 3, 10; esta última
es la opinión de Van Hoonacker, "Les douze petits prophètes"
(París, 1908).
. El rollo de pergamino volante (4, 1-14). En él está
la maldición de Yahweh que entra para consumir la casa de todos
los ladrones y perjuros. La escena de la visión profética
ha retrocedido varios cientos de años a los días de
las fulminaciones y denuncias de Isaías, Amós, y Oseas;
desde ese distante punto de vista se ven los efectos de los pecados
de Israel y de las maldiciones de Yahweh - el exilio de Babilonia.
. La mujer en la efá (5, 5-11). Es introducida por la fuerza
en la medida, se cierra la tapa, enseguida se le pone un peso de plomo;
es llevada a la tierra de Sennaar. La imagen es símbolo de
la iniquidad de Israel transportada por la fuerza a Babilonia.
. Los cuatro carros (6, 1-8). Portando la ira de Yahweh, son conducidos
a las cuatro esquinas de la tierra; y el que va al norte asume la
venganza de Yahweh contra las naciones del Norte que han tenido en
cautividad a su pueblo elegido. Ha de subrayarse que esta serie de
ocho visiones empieza y termina con imágenes similares - los
caballos de diversos colores cuyos jinetes traen como resultado que
toda la tierra está en paz y cuyos conductores, de similar
manera, son portadores del mensaje de Yahweh.
(2) Secuela de la ocho visiones
Como una secuela de las ocho visiones, especialmente de la cuarta
y la quinta, Yahweh ordena a Zacarías que tome el oro y la
plata traído de Babilonia por una delegación de judíos
de la cautividad, y con ello haga una corona; que coloque esa corona
sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, y luego la cuelgue
como una ofrenda votiva en el Templo (6, 9-15). Los críticos
generalmente insisten en que era Zorobabel y no Josué quien
iba a ser coronado. Yerran al ignorar el simbolismo profético
de la acción. Es el sumo sacerdote más que el rey el
que es símbolo del sacerdote del reino mesiánico, "el
hombre cuyo nombre es Germen" (texto hebreo), el que construirá
el Templo de la Iglesia y en quien se unirán los oficios de
sacerdote y rey.
(3) La profecía del cuarto día del
noveno mes del cuarto año del reinado de Darío en Babilonia
(7 y 8)
Casi dos años después de las ocho visiones, el pueblo
preguntó a los sacerdotes y a los profetas si era preciso aún
mantener los ayunos del exilio. Zacarías da la respuesta que
se le ha revelado; deben ayunar del mal, mostrar misericordia, ablandar
sus corazones endurecidos; hacer abstinencia del fraude y no de alimentos
es el servicio que Yahweh pide. Como motivo para este verdadero servicio
de Dios, les pinta las glorias y las alegrías de la Jerusalén
reconstruida (7,1-9).El profeta termina con una predicción
mesiánica de la reunión de las naciones en Jerusalén
(8, 20-23).
B. Parte segunda (Capítulos 9-14): Los dos
oráculos
Muchos años han transcurrido. El templo de Zorobabel está
construido. El culto de Yahweh, restaurado. Zacarías se asoma
en el remoto futuro y habla del reino mesiánico.
(1) Primer oráculo, en Hadrach (9-11)
. La venida del rey (9-10). Las naciones de alrededor serán
destruidas; las tierras de los sirios, fenicios, y filisteos caerán
en manos de los invasores (9, 1-7). Israel será protegido
en consideración a su rey, que llegará a ella "humilde
y montado en un asno". Aquel al que se llamó el Germen
(3, 8; 6,12) será para la nueva Jerusalén tanto sacerdote
como rey (3, 8; 6, 3).
. Los pastores de las naciones (11).Los significados, literal y
simbólico, de este pasaje son muy oscuros, e interpretados
diversamente por los comentaristas. La ruina del orgullo del Jordán,
la destrucción de la tierra desde los cedros del Líbano
a las encinas de Basán, al sur del Mar de Galilea (versículos
1-3) parecen referirse a un acontecimiento pasado hace mucho tiempo
- la pérdida de la independencia del estado judío
en 586 antes de Cristo -- en la misma forma que lo hace Jer., 22,
6,7. La alegoría de los tres pastores despedidos en un mes
(versículos 4-8) es notablemente similar a la de Jer., 22
y 23. Probablemente esos gobernantes inicuos sean: Sellum, que fue
deportado a Egipto (Jer., 22, 10-12); Joaquín, hijo de Josías,
que fue "enterrado con el entierro de un borrico" (ibíd.,
12-19); y su hijo Jeconías que fue arrojado a la tierra del
extranjero (ibíd., 24-30). El pastor necio (versículos
15-17) es probablemente Sedecías. En los versículos
9-14 tenemos a Zacarías asumiendo el papel del pastor de
Judá e Israel, intentando ser un buen pastor, siendo arrojado,
vendido por treinta monedas de plata, y en todo esto simbolizando
al Buen Pastor del reino mesiánico.
(2) Segundo oráculo, la visión
apocalíptica del futuro de Jerusalén (12-14)
. Las naciones se congregarán contra Jerusalén (12,
1-3); pero Yahweh les golpeará en su poder, por medio de
la casa de David (versículos 4-9); y los habitantes de Jerusalén
se lamentarán como uno se lamenta por su hijo único
(versículos 10-14). Las plegarias del pueblo de Jerusalén
a Yahweh, que dice que "me mirarán a mí, a quien
han traspasado", y su dolor por los males que le han hecho
son símbolos del reino mesiánico. Yahweh es el símbolo
de Jesús, las plegarias y lamentaciones de Jerusalén
son el símbolo de las plegarias y lamentaciones que Jesús
inspirará a la Iglesia cuando sus miembros contemplen a Aquel
a quien han traspasado (cf. Juan, 19, 37). Como resultado de la
victoria de Yahweh sobre las naciones, la idolatría será
extirpada de Judá (13, 1-6).
.El tema de los pastores es retomado otra vez. El pastor de Yahweh
será herido; las ovejas se dispersarán; dos tercios
de ellas perecerán; un tercio será reunido, para ser
purificado como la plata y probado como el oro (13, 7-9). La escena
profética cambia de repente. Zacarías pinta vívidamente
los detalles de la destrucción de Jerusalén. En la
primera parte de su oráculo, había pronosticado el
traspaso de la Ciudad Santa de los Seleúcidas a los Ptolomeos
y de nuevo la vuelta de los primeros, la helenización y paganización
del judaísmo bajo Antioco Epifanes (168 antes de Cristo),
la profanación del templo por Pompeyo y su saqueo por Craso
(47 antes de Cristo). Ahora, después de arrojar al pastor
de Yahweh, la ciudad está de nuevo en poder del enemigo;
pero después "el Señor será rey sobre
toda la tierra: en ese día habrá un solo Señor,
y su nombre será único". El castigo del enemigo
será terrible (versículos 8-19). Todas las cosas serán
santas para Yahweh (versículos 20-21).
II. CANONICIDAD
Zacarías está incluido en los cánones tanto
de Palestina como de Alejandría; los judíos y todos
los cristianos lo aceptan como inspirado. El libro se encuentra entre
los Profetas Menores en todas las listas canónicas hasta las
de Trento y el Vaticano. Los escritos del Nuevo Testamento a menudo
se refieren a las profecías del Libro de Zacarías como
cumplidas. Mateo (21, 5) dice que en la entrada triunfal de Jesús
en Jerusalén el Domingo de Ramos, los detalles tuvieron lugar
para que se cumpliera lo que Zacarías (9, 9) había predicho;
y Juan (12, 15) lo trae como testigo. Aunque en 27, 9 Mateo menciona
sólo a Jeremías-aun así se refiere al cumplimiento
de dos profecías, la de Jeremías (32, 6-9) sobre la
compra del campo del alfarero y la de Zacarías (11, 12-13)
sobre las treinta monedas de plata, el precio puesto al símbolo
del Mesías. Juan (19, 37) ve en la Crucifixión el cumplimiento
de las palabras de Zacarías "mirarán al que traspasaron"
(12, 10). Mateo (26, 31) cree que el profeta (13, 7) predijo la dispersión
de los discípulos del Señor.
III. AUTOR
En el análisis precedente del contenido de Zacarías,
hemos determinado el autor, época, lugar y ocasión del
libro. El autor de toda la profecía es Zacarías. La
época de la primera parte es el segundo y el cuarto años
del reinado de Darío en Babilonia (520 y 522 antes de Cristo).
La época de la segunda parte es probablemente hacia el final
del reinado de Darío o el comienzo del de Jerjes (485 antes
de Cristo). El lugar de toda la profecía es Jerusalén.
La ocasión de la primera parte es llevar a efecto la construcción
del segundo Templo; la de la segunda parte es quizá la proximidad
de la muerte del profeta. La opinión tradicional sostenida
por los exegetas católicos sobre la unidad de autoría
del libro se debe en parte al testimonio de todos los manuscritos
del texto original y de las diversas versiones; esta unanimidad muestra
que tanto en el Judaísmo como en la Iglesia nunca hubo seria
duda sobre la unidad de autoría de Zacarías. Son necesarias
razones sólidas, y no meras conjeturas, para debilitar la confianza
en esta opinión tradicional. No se dispone de tales razones
sólidas. Se apela a la evidencia interna; pero la evidencia
interna no favorece a la teología crítica. Más
bien al contrario; el objetivo y el estilo son únicos en la
profecía.
A. Unidad de objetivo
Toda la profecía tiene el mismo objetivo; está por
todas partes impregnada de idéntico anuncio mesiánico.
El reino y sacerdocio del Mesías se pintan oscuramente en la
primera parte; vívidamente en los dos oráculos de la
segunda parte. Ambas secciones insisten en la venganza que se obrará
contra los enemigos de Judá (cf. 1, 14 y 6, 8, con 9, 1 y s.);
el sacerdocio y el reino unidos en Cristo (cf. 3, 8 y 6,12 con 9,
9-17); la conversión de los gentiles (cf. 2, 11; 6, 15 y 7,
22, con 14, 16,17); la vuelta de Israel de la cautividad (cf. 7, 8
con 9, 11-16; 10, 8 y s.); la santidad del nuevo reino (cf.3, 1, y
5,1 y s. con 13,1); su prosperidad (cf.1, 17; 3, 10; 7, 3 y s. con
11,16; 14, 7 y s.).
B. Unidad de estilo
Cualquier ligera diferencia que haya en el estilo de las dos secciones
puede explicarse fácilmente por el hecho de que las visones
están en prosa y los oráculos en verso. Podemos comprender
que un mismo escritor muestre diferencias en la forma y modo de expresión,
si, después de un periodo de treinta y cinco años, reproduce
en forma poética exultante y exuberante el tema que, mucho
antes y bajo muy diversas circunstancias, había expuesto en
lenguaje más pausado y molde de prosa. Para contrarrestar estas
ligeras diferencias estilísticas, tenemos la indudable evidencia
de la unidad de estilo. En ambas partes se presentan modos de expresión
que son distintivos de Zacarías. Tales son, por ejemplo: la
oración, llena de significado "y la tierra quedó
devastada detrás de ellos sin quedar quien fuese ni viniese"-en
hebreo me'ober umisshab (7, 14 y 9, 8); el uso del Hiphil of'abar
en el sentido de "borrar la iniquidad" (3, 4 y 13, 2); la
metáfora del "ojo de Dios" por su Providencia (3,9;
1,10 y 9,1); las designaciones del pueblo elegido, "casa de Judá
y casa de Israel", "Judá, Israel, Jerusalén",
"Judá y Efraím", Judá y José"
(cf. 1, 2,10; 7, 15, etc., y 9, 13; 10, 6; 11,14, etc.). Además,
versículos y partes de versículos de la primera parte
son idénticos a versículos y partes de versículos
de la segunda parte (cf. 2, 10 y 9, 9; 2, 6 y 9, 12,13; 7, 14 y 9,
8; 8, 14 y 14, 5).
C. Crítica divisoria
Generalmente se admite que Zacarías es el autor de la primera
parte de la profecía (capítulos 1-8). La segunda parte
se atribuye por los críticos a otro u otros autores. Joseph
Mede, un inglés, comenzó con la cuestión, en
sus "Fragmenta sacra" (1653), 9.
Deseando salvar del error a Mateo, 27, 9,19, atribuyó la parte
final de Zacarías a Jeremías. En esta exégesis,
fue secundado por Kidder, "La demostración del Mesías"
(Londres, 1700), 199, y Whiston, "Un ensayo de restauración
del verdadero texto del Antiguo Testamento" (Londres, 1722),
92. De esta manera se engendró la idea del Deutero-Zacarías.
La idea creció tan fuerte como prolífica. A su debido
tiempo, la crítica divisoria encontró muchos autores
diferentes para 9-14. A fines del Siglo XVIII, Flugge, "Die Weissagungen,
welche den Schriften des Zacharias beigebogen sind" (Hamburgo,
1788), había descubierto nueve profecías dispares en
estos seis capítulos. Un único o múltiple Deutero-Zacarías
es defendido también por Bauer, Augusti, Bertholdt, Eichorn
(4ª. ed.), De Wette (aunque no después de la 3ª ed.),
Hitzig, Ewald, Maurer, Knobel, Bleck, Stade, Nowack, Wellhousen, Driver
etc. Los críticos no se ponen de acuerdo, sin embargo, sobre
si los capítulos discutidos son anteriores o posteriores al
exilio. Los estudiosos católicos de la Biblia están
casi unánimemente en contra de esta opinión. Los argumentos
en su favor se dan por Van Hoonacker (op. cit., pp. 657 y s.) y contestan
de manera convincente.
La profecía de Zacarías ha sido interpretada
por S. EFRAÍN Y S. JERONIMO; cf. los comentarios sobre los
Profetas Menores por RIBERA (Amberes, 1571, etc.); MONTANO (Amberes,
1571, 1582); DE PALACIO (Colonia, 1588); MESSAN (Amberes, 1597); SANCTIUS
(Lyon, 1621); DE CASTRO (Lyon, 1615, etc.); DE CALANO (Palermo, 1644);
MAUCORPS (París, 1614); SCHOLZ (Francfort, 1833); SCHEGG (Ratisbona,
1854 y 1862); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París,
1886); GRIESBACH (Lille, 1901); LEIMBACH en Bibl. Volksbucher, IV
(Fulda, 1908), PATRIZI (Roma, 1852) trataron las profecías
mesiánicas de Zacarías. Los comentarios protestantes
han sido mencionados en el curso del artículo. Los autores
católicos de introducciones generales son de utilidad respecto
a la autoría de Zacarías; cf. CORNELY; KAULEN, GIGOT.
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San Zacarías, santo del AT
fecha: 6 de septiembre canonización: bíblico
Conmemoración
de san Zacarías, profeta, vaticinador de la vuelta del pueblo
desterrado a la tierra de promisión. Anunció al mismo tiempo que un rey
pacífico, Cristo el Señor, iba a entrar triunfante en la Ciudad Santa de
Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.
La noticia que nos trae el Martirologio Romano sobre el profeta
Zacarías está redactada con bastante descuido, al menos en su versión
castellana: «vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra
de promisión», nos dice, pero el propio libro de Zacarías comienza con
estas palabras: «En el octavo mes del año segundo de Darío fue dirigida
la palabra de Yahveh al profeta Zacarías», es decir, en el año 520...
cuando el pueblo desterrado ya había vuelto a la tierra de promisión:
nada más fácil que vaticinar lo que ya pasó. Bromas aparte, el problema
sólo lo tiene el Martirologio, porque el libro de Zacarías no engaña, ni
siquiera como ficción literaria, respecto de la época en que fue
escrito: el pueblo ya ha ido volviendo de Babilonia, y se enfrenta al
desafío de reconstruir la vida comunitaria luego de la amarga -pero muy
fecunda- experiencia del destierro. Tanto Zacarías como su contemporáneo
Ageo,
con su predicación buscarán interpretar para el pueblo el sentido de
los acontecimientos que están viviendo, la importancia de reconstruir el
templo, la profundización en la fidelidad a la Ley, en definitiva, la
consolidación de los rasgos que van a ir creando, en el término de poco
más de un siglo, lo que conoceremos luego como el judaísmo clásico.
Dentro de «Los Doce», es decir el conjunto de doce pequeños libros
proféticos que en la Biblia hebrea forman una unidad, Zacarías es uno de
los extensos, junto con Oseas y Amós. Y no sólo es mediano en longitud,
sino tan rico en imágenes, que nos lo encontraremos citado o aludido
abundantemente en el Nuevo Testamento, sobre todo en Apocalipsis. El
elogio del Martirologio Romano evoca una de esas citas: «Anunció al
mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, iba a entrar
triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a
cumplimiento», se refiere a Zacarías 9,9: «¡Exulta sin freno, hija de
Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu
rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino,
cría de asna.» Gracias a los relatos de la Pasión, es posiblemente uno
de los versículos de los profetas que más se conocen popularmente. Sin
embargo el libro no se agota en esa imagen.
Respecto de la persona del profeta, poco sabemos: en 1,1 dice que es
«hijo de Berekías, hijo de Iddó»; esto permite identificarlo con el
profeta Zacarías «hijo de Iddó» del que habla Esdras 5,1, que menciona a
Zacarias y a Ageo como profetas de la reconstrucción del templo: «Los
profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los
judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba
sobre ellos. Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de
Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en
Jerusalén: los profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles.» (Esd
5,1) la identificación está fuera de toda duda, aunque lamentablemente
el versículo 1,1 de Zac no dice «hijo de Iddó» sino «hijo de Berekías,
hijo de Iddó», lo que en general se entiende en la actualidad como
error de algún copista, que se le ha mezclado este Zacarías profeta,
hijo de Iddó, con el «Zacarías, hijo de Beraquías» que menciona Isaías
8,1, y que nada tiene que ver con el nuestro. «Zacarías, hijo de Iddó»
es, entonces, lo correcto, y de hecho las ediciones críticas de la
Biblia ponen la expresión «hijo de Beraquías» entre paréntesis.
Una segunda identificación podría hacerse, aunque es menos segura: en
la lista de sacerdotes de Nehemías 12,1ss, en el versículo 16, se habla
de un sacerdote llamado también Zacarías, hijo de Iddó. Si se trata del
mismo, entonces sabemos que además de profeta era sacerdote.
Lamentablemente, carecemos de más noticias como para poder afirmarlo con
certeza; es verdad que el libro de Nehemías pertenece al mismo
contexto, pero precisamente por eso, es posible que si hubiera querido
mencionar al profeta, suficientemente conocido, lo habria señalado. En
todo caso, no todos aceptan que Zacarías haya sido, además de profeta,
sacerdote. Ningún otro dato poseemos, no sabemos, por ejemplo, si era
joven o viejo, aunque sí podemos saber que su ministerio lo ejerció por
dos años: del año segundo de Darío, al año cuarto, esto es, desde el 520
aC hasta el 518. Por tanto no sabemos si llegó a ver el templo
terminado y su consagración, en el 515.
En cuanto al libro, los especialistas están de acuerdo en que hay una
marcada diferencia entre la primera parte del escrito, los capítulos 1 a
8, y la segunda parte, del 9 al 14. Hasta tal punto que se suele
hablra, como en el caso del libro de Isaías, de dos profetas distintos:
el Zacarías de la vuelta del destierro, que ya hemos presentado
sumariamente, y un profeta (o una escuela) anónimo posterior, que
desarrolla el pensamiento de Zacarías, pero no con su estilo, y que a
falta de otro nombre simplemente se denomina Déutero-Zacarías, o Segundo
Zacarías. Stuhlmüller señala así las diferencias entre el primero y el
segundo Zacarías:
1-8
Claras alusiones históricas. Fechas exactas. Preocupación por la reconstrucción del templo por Josué y Zorobabel. Prosaico, redundante, confuso. Influido indirectamente por el pensamiento de Ezequiel. Mesianismo centrado en Jerusalén y resurgimiento de la dinastía davídica.
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9-14
Alusiones oscuras o no históricas. Falta de fechas. No se menciona la reconstrucción del templo, ni a Josué ni Zorobabel. Poético, directo, sencillo. Citas o alusiones directas a Os, Is, Dt, Jr, Ez, Joel, Job. Mesianismo centrado en Judá, con alusiones secundarias a Jerusalén y a la dinastía davídica.
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Aunque podemos, entonces, hablar de un desarrollo doctrinario entre
una y otra parte, al leer Zacarías debemos tener en cuenta este dato de
que estamos leyendo realmente dos libros. De todos modos, todo el
conjunto está dominado por el surgimiento de un nuevo tipo de profecía,
que de a poco se va a ir imponiendo: la profecía "apocalíptica". No es
casual que precisamente sean el libro y los fragmentos apocalípticos del
Nuevo Testamento los que más imágenes hayan tomado prestadas de
Zacarías; es que realmente podemos considerar a Zacarías omo uno de los
precursores de ese estilo que se va a hacer tan habitual en la vida del
pueblo bíblico en los siglos inmediatamente anteriores a Jesús, que
incluso pasará a confundirse la profecía con la «futurología»
apocalíptica, confusión que permanece popularmente hasta hoy.
Una excelente introducción,
separada en dos partes, una a Zac 1-8 y otra a 9-14, la encontramos en
Los Profetas, tomo II, pp. 1141ss y 1176ss, respectivamente, del P.
Alonso Schökel, con análisis del texto en su perspectiva narratológica;
Carroll Stuhlmueller tiene una interesante introducción, además del
análisis del texto en perspectiva histórico-crítica, en C.B. San
Jerónimo, tomo II, pp 142ss. Una buena introducción, menos técnica que
las anteriores, pero muy sólida: Los ultimos profetas, de Samuel Amsler,
cuaderno bíblico nº 90 de la serie de Verbo Divino, 1996. En el
artículo correspondiente a Ageo,
en este mismo santoral, se encuentra una introducción un poco más
detallada a la situación histórica de ese profeta, pero que es
completamente válida para Zacarías. El libro de Zacarías puede leerse en
la sección de Biblia de ETF
en distintas versiones. Cuadro: detalle de Zacarías, fresco de Miguel
Ángel perteneciente a la serie de los profetas, en la Capilla Sixtina,
1509
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