22 de septiembre
(Fecha desconocida)
(Fecha desconocida)
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Focas moraba junto a la puerta
de la muralla de Sinope, una ciudad de Paflagonia, sobre las costas del Mar
Negro. Su medio de vida era el cultivo de un pequeño huerto y, entregado a su
humilde y duro trabajo, imitaba las virtudes de los santos anacoretas. Así era
tan completamente feliz como nuestros primeros padres en el Paraíso. Desde que
ellos pecaron, la tierra dejó de rendir sus frutos por sí sola y requirió el
sudor de la frente del hombre, sin embargo, para Focas no había delicia mayor que
la de cuidar su jardín y podar sus árboles, porque consideraba que no podía
haber tarea más útil, necesaria y natural, ni otra que mejor se adapte a
mantener en el hombre el vigor de la mente y la salud del cuerpo, que la
labranza. No puede haber un campo mejor para
la contemplación que el de un jardín en flor, donde nuestras almas se eleven
necesariamente a Dios con preces de alabanza y de amor, y donde se estimula
nuestro fervor al ver la generosidad con que paga nuestros trabajos y multiplica
la semilla que recibe, al tiempo que nos
incita a derramar lágrimas por nuestra ingratitud hacia Dios. San Focas pensaba
en todo esto, unía la plegaria al trabajo y su huerto era para él como un
libro abierto y una inagotable fuente de meditación. Su casa siempre estaba
abierta para todos, incluso para los desconocidos y peregrinos que no
encontrasen lugar donde hospedarse. Y al cabo de varios años de haber repartido
liberalmente los frutos de su trabajo entre los pobres, fue digno también de
dar su vida por Cristo.
Repentinamente estalló en Paflagonia una cruel persecución
contra la Iglesia. A Focas se le señaló como cristiano, se le privó de las
formalidades de un juicio y se mandó a una partida de soldados para que le
matasen en el mismo lugar donde le encontraran. Cuando los soldados llegaron a
Sinope, no pudieron entrar porque estaban cerradas las puertas y pidieron asilo
en el huerto de Focas sin saber que era él. Como de costumbre, el santo los
recibió amablemente y los invitó a cenar. Cuando todos estaban sentados
a la mesa, los soldados revelaron a su anfitrión los pormenores de la tarea que
les había sido encomendada y le pidieron que les informara dónde podrían
encontrar a Focas. El bondadoso jardinero les dijo que conocía perfectamente a
Focas y que, a la mañana siguiente, les daría
informaciones sobre su paradero. Al caer la noche, cuando todos se habían
retirado a dormir, Focas cavó en el jardín su propia sepultura y, terminada la
tarea, se arrodilló a orar a fin de preparar su alma para la hora postrera
de su vida. Así le sorprendió el amanecer y
entonces se levantó y fue a la casa en busca de sus huéspedes para anunciarles
que ya había encontrado a Focas, el que quedaría en su poder tan pronto como
ellos quisieran aprehenderle. Los soldados preguntaron dónde
podían hallarlo. "Aquí lo tenéis", repuso el mártir extendiendo
los brazos. "Yo soy ese hombre que buscáis." En el primer momento,
los soldados quedaron paralizados por el asombro; Juego comenzaron a moverse sin
saber qué hacer ni qué decir ante aquel
hombre que tan generosamente les había acogido y que ahora se les entregaba
resueltamente para que lo mataran. Focas, al advertir su confusión, los alentó
a cumplir con su deber, puesto que él consideraba su propia muerte como el
beneficio más grande que pudieran hacerle.
Al cabo de algunas vacilaciones y sin que se pronunciara una sola palabra, los
soldados sacaron a Focas al jardín y le cortaron la cabeza. Con el correr del
tiempo, los cristianos de Sinope construyeron una magnífica iglesia que llevó
su nombre. Alrededor del año 400, San
Asterio, obispo de Amasea, pronunció el panegírico de este mártir, con ocasión
de su festividad en una iglesia que se ufanaba de poseer parte de sus reliquias,
y dijo que "Focas, desde el momento de su gloriosa muerte, se
convirtió en un pilar de las iglesias de este mundo. A todos los hombres los
llama a su casa y ahí los recibe siempre con grandes beneficios; los caminos
están transitados de continuo por los peregrinos que acuden de todas las
comarcas a orar donde él elevaba sus
plegarias. La magnífica iglesia que conserva sus restos, es el sitio donde los
afligidos encuentran alivio y consuelo los enfermos salud y los necesitados
abundantes provisiones en sus bodegas. Y cualquier lugar donde se conserven y
veneren sus reliquias, aunque sea una mínima
parte de ellas, como en esta iglesia, se convierte en el recinto donde más
desean morar los cristianos." San Asterio agregó en su panegírico que los
navegantes de los mares del Euxino, el Egeo, el Adriático y los océanos,
cantan himnos en su honor y, con mucha frecuencia, el santo mártir los ha
socorrido y salvado de innumerables peligros.
El relato que escribió Alban Butler sobre San Focas fue
insertado arriba, con algunas omisiones y alteraciones verbales, porque debe
resultar conmovedor para los amantes de la jardinería, el campo y la labranza
de las tierras. Sólo agregaremos que nada más puede decirse con certeza sobre
el santo de Sinope, aparte de que vivió en aquella ciudad, fue martirizado y
ampliamente venerado. Hay infinidad de datos
falsos e inventados, y el nombre de Focas figura en los calendarios en muy
diversas fechas. En el Martirologio Romano aparece San Focas, mártir de Antioquía,
el 5 de marzo, y San Focas, obispo de Sinope y mártir durante la persecución
de Trajano, el 14 de julio. Posiblemente,
ambos sean derivados de Focas el Jardinero. Antioquía, la ciudad de Vienne en
Francia, y muchas otras partes del oriente de Europa afirman poseer porciones de
sus reliquias.
El panegírico de San Asterio se halla impreso
en Acta Sanctorum, septiembre, vol. VI, así
como en Migne, PG., vol. XL, cc.
300-313. Los investigadores del folklore han discutido mucho la historia de San
Focas, ansiosos de aclarar el motivo de su popularidad y de la devoción que le
profesan los marineros; es posible que la explicación se encuentre en su nombre
de "foca", del griego, que es el de un animal marino. Ver Archiv
fur Religionswissenschaft, vol. VIII (1904), pp.
445-452. Por otro lado, los investigadores E. Mass, O. Kern y Jaisle, ofrecen soluciones
que difícilmente pueden sostenerse en pie. En el Synaxarium
Constantinopolitanum (ed. de
Delehaye), cc. 67-68, hay una amplia nota sobre San Focas el 22 de septiembre; véase
el CMH., pp. 128, 374-375.
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