Felices los que aman
a María.
No es propiamente
una bienaventuranza enunciada por Jesús en el Evangelio, pero es realmente una
gran bienaventuranza, que vuelve feliz a quien la practica.
Efectivamente la
Iglesia llama a María Santísima: “Causa de nuestra alegría”, y verdaderamente es
así, pues María trae la felicidad y la alegría a nuestras vidas, a nuestras
familias, al mundo entero.
Porque el primer
milagro que hizo Jesús fue el de convertir el agua en vino, y lo hizo por pedido
expreso de su Madre, la Virgen. Y sabemos muy bien que el vino es símbolo de la
alegría espiritual, porque el beber un poco de vino alegra el espíritu. Por eso
aquí el Evangelio nos quiere decir que por medio de María viene la alegría al
mundo, a los hombres.
También cuando María
fue a visitar a su prima Santa Isabel, le llevó la alegría, puesto que al
escuchar Isabel a la Virgen, el niño que llevaba en su seno saltó de alegría en
su vientre.
Estos pasajes de la
Escritura no están colocados por casualidad, sino que nos quieren dejar bien en
claro que María Santísima es causa de alegría, y quien la ama, será feliz ya en
este mundo, porque María no sólo es la alegría de los hombres, sino que es la
alegría de Dios, pues Dios es infinitamente feliz porque tiene a María, como
Jesús lo ha revelado en la Obra de María Valtorta.
Y si María da
alegría a Dios, ¡qué alegría nos dará a nosotros, si la amamos!
Hagamos como el
Apóstol San Juan, que desde el Calvario, llevó a María a su casa, y fue feliz ya
en la tierra.
Entonces un secreto
para ser feliz, tal vez el mayor secreto, es amar a María, tener devoción a
Ella, honrarla, invocarla, rezarle, ¡y preparémonos a ser inundados de gozo
espiritual, de dones y de toda clase de favores de todo tipo! El que no lo crea
así, que haga la prueba y verá lo que son milagros.
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