Monja Mártir, 9 de agosto | |||||||||||||||||||||||||||||||
Nació en Breslavia -hoy Wroclaw- capital de la Silesia, una región de
Alemania que pasó a Polonia después de la Segunda guerra mundial, el
12.10.1891. |
"El camino de la fe nos da más que el camino del pensamiento filosófico: nos da a Dios, cercano como Persona, a Dios que ama y se compadece de nosotros, y os da esa seguridad que no es propia de ningún otro conocimiento natural. Pero el camino de la fe es oscuro"(Endliches und ewiges sein,58). Edith Stein recurrió este camino oscuro, sin retroceder, segura como un niño que se abandona en las manos de su padre. Y por el camino oscuro de la fe llegó "a la perfección más elevada del ser, la que al mismo tiempo es conocimiento, don del corazón y acción libre"(ibid.,421).
Nacida en Breslau el 12 de octubre de 1891, día del Kippur, día festivo pare los hebreos, fue la última entre siete hermanos, estudió filosofía, primero en su ciudad natal, y luego se trasladó a Gottinga para seguir a Edmund Husserl, genio filosófico e iniciador de la fenomenología. En su escuela, Edith tampoco se interesaba ya por la religión. Del hebraismo practicado en su infancia apenas le quedaba la huella moral. A través de los estudios de fenomenología empezaba gradualmente a descubrir las dimensiones del mundo religioso, del cristianismo, hasta llegar a hacerse católica. Decisiva para este paso fue la lectura de la autobiografía de Santa Teresa de Avila. En la noche misteriosa de junio de 1921, cuando era huésped en casa de una amiga filósofa, llegaba a una profunda intuición de Dios-Verdad. Todo entonces pare ella se convirtió en luz: recibiría el bautismo el 1 de enero de 1922, y entonces también iba a comprender que estaba llamada al Carmelo.
Sin embargo, transcurren doce años de espera, de aprendizaje, de viajes para dictar conferencias, de estudios y de maduración interior, antes de entrar en el Carmelo de Colonia. Y tal vez no hubiera logrado hacerse religiosa, si la situación política misma de Alemanía con sus crecientes medidas antisemíticas no le hubieran hecho imposible la continuación de su seguimiento del Instituto de Pedagogía Cientifica de Munster.
A pesar de la oposición de la familia, Edith se hace carmelita con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Muy pronto va a sentir el peso de esta "Cruz" sobre sus espaldas. Después de descubierto su origen no ario, ya no hay seguridad pare ella tras los muros del monasterio. En la noche de Año Nuevo de 1939 se refugía en el Carmelo de Echt, en Holanda. Parece un lugar tranquilo. Sin embargo algo le hace presentir que no escapará al destino de su pueblo. Efectivamente, mientras escribe su libro sobre la doctrina de san Juan de la Cruz, significativamente titulado Scientía crucis, dos of iciales de las fuerzas de ocupación llegan al monasterio. Tiene que salir y seguirlos, junto con su hermana Rosa, también ella convertida, que había venido a Echt.
Antes de la deportación a Auschwitz, Edith pudo todavía enviar un par de mensajes al Carmelo. Luego, con el convoy que las llevo a Auschwitz, las hermanas Stein entraron en la sombra de la muerte El holocausto de Edith se consumó el 3 de agosto de 1942 en las cámaras de gas. E1 Papa Juan Pablo, quien ya en 1987 II reconoció la santidad de esta hija de la Santa Madre Teresa y el martirio de esta hija del pueblo hebreo vuelta al seno de la Iglesia, procedió a su canonización en Roma el 11 de octubre de 1998.
Esta rápida mirada biográfica nos permite ver que en la vida de Edith Stein hay tres etapas distintas, la primera de las cuales abarca la infancia, la adolescencia, el estudio y el trabajo filosófico como asistente de Husserl. Treinta años importantes también por el desarrollo humano y religioso que culmina con la conversión. La segunda etapa comprende doce años de intensa vida cristiana, de maduración interior e intelectual, de preparación paciente y escondida en el Carmelo, en absoluta fidelidad a la gracia de la vocación. Con su entrada en el Carmelo de Colonia iniciaba la tercera etapa que a través del sufrimiento, la conformación con Cristo hasta llegar a las cumbres de una mística de la cruz, culmina con la ofrenda suprema, en la "casa blanca" del campo de exterminio, de su vida por la Iglesia, por la salvación del pueblo hebreo. Estas tres etapas están marcadas en ella por un gran deseo de totalidad, por una profunda exigencia de absoluto, por una búsqueda constante y apasionada de la verdad -de Dios-, motivo por el cual cada paso suyo hacia adelante en sus investigaciónes y en su acercamiento a la fe ha incluido casi por necesidad también una orientación hacia las opciones más radicales del cristianismo: la vida monástica, para vivirla a la luz de las aspiraciones más atrevidas.
1. La búsqueda de la verdad
A pesar de la educación religiosa de su infancia, Edith pierde bien pronto su fe hebrea bajo el influjo de la enseñanza racional de la escuela. Es un hecho que se nota también en otros jóvenes hebreos, como en Simon Weil y en Franz Rosenberg, y no ha de atribuirse solamente a dificultades encontradas en el seno de la familia. La religión hebrea se le presentaba tan solo en forma de idealismo ético, hasta el extremo de creerse con derecho a demostrar sus defectos y debilidades. Semejante posición critica lleva a Edith a la neutralización del pensamiento de Dios y al rechazo de toda práctica religiosa. A1 mismo tiempo se concentra en la búsqueda de principios y valores intelectuales, considerados por ella más elevados que los de la fe hebraica. Esta búsqueda, que llevó adelante sola, creaba dentro de ella un estado de tensiones crecientes, de fatigas angustiosas para llegar a soluciones en torno a los cuestionamientos e interrogantes existenciales que rodean todos los años de su estudio hasta el momento de la conversión.
En este difícil camino encuentra a Edmund Husserl. Al leer sus "Logische Untersunchungen" (Investigaciones lógicas), entrevé en la ciencia fenomenológica el sistema filosófico más válido y conveniente que le iba a sostener en su búsqueda de la verdad, abriéndole nuevos horizontes de conocimiento a los que jamás se cerró. La veremos en Gottingen formándose en la escuela del gran filósofo alemán. Pronto se convertirá en su alumna más dotada, y luego de haber terminado brillantemente los estudios con el doctorado summa cum laude él la tomará como su asistente y colaboradora.
La adquisición del método fenomenológico incidió positivamente en sus investigaciones acerca de la esencia de las cosas, liberándola de preconceptos de estrechez y llevándola a una actitud de libertad de prejuicios ("voraussetzungslosigkeit" ), sin la cual no hubiera podido abrirse al pensamiento de Dios con esa indispensable objetividad de juicio que le es tan característica. Con todo, no fue la actividad mental de la joven la que la llevó, a descubrir el mundo de la fe ese "mundo perfectamente nuevo" que le había quedado 'totalmente desconocido", como ella escribe. Y no fue el ambiente, ni tampoco los amigos y compañeros del círculo husserliano: Max Scheler y Adolf Reinach, convertidos hacía poco tiempo. Dice ella de Scheler:
"no me llevó, sin embargo, a la fe; tan sólo me abrió un nuevo campo de fenómenos frente a los cuales no podía permanecer insensible. No por nada se había repetido tanto ( en la escuela de Husserl ) que era preciso contemplar cualquier cosa sin preconceptos, arrojando fuera todas las lentes: así caerían las barreras de los prejuicios racionalistas en medio de las cuales había crecido sin saberlo, y el mundo de la fe se abría improvisamente ante mí". (Aus dem Leben einer judischen Familie, 57 ).
Pero el nuevo conocimiento suscita en Edith interrogantes acosadores. Era desea llegar a la claridad en la problemática religiosa, quiere entender cuál es la relación que puede haber (que debe haber) entre ella y Dios. Leerlo en clave de ideas le resulta absurdo a su naturaleza cada vez más inclinada a referirlo todo a la realidad concreta. ¿Imaginarlo como una relación idealista o romántica? Esto había que descartarlo a priori en ella, sedienta siempre de llegar a la posesión de la esencía más profunda de las cosas, fuera de la cual nada tenía valor para ella. Pero entonces, no sería más fácil proseguir en la línea de la ausencia de Dios? Edith no era la persona que buscara los caminos más fáciles. Su programa vital incluía siempre la opción de los caminos más arduos.
En medio de luchas, crisis nerviosas, contradicciones, rupturas, y hasta momentos dramáticos y señalados por padecimientos interiores, Edith empezaba a evaluar tres aspectos posibles para vivir su fe: el hebraismo, el protestantismo y el catolicismo, confrontándolos rigurosamente, sometiéndolos a selección, buscando cómo desligarlos de los impulsos externos del círculo de los amigos.
El hebraismo
Una conocida de Edith, la señora Filomena Steiger de Friburgo, recuerda haberla visto
llevando en sus manos el Antiguo Testamento, en el cual, sobre todo en los libros de los
Profetas, buscaba la respuesta a una fuerte inquietud interior. También su amiga la
filósofa hebrea Gertrud Koebner, recuerda los serios esfuerzos de Edith para acercarse a
la religión de sus padres. Pero sopesándolo todo, Edith se convence de que el hebraismo
no es la dimensión conveniente a su espíritu. Sin embargo, no lo rechazaría nunca, como
fácilmente solía acaecer con otros hebreos convertidos al cristianismo. Seguiría
respetándolo siempre.
El protestantismo
Edith entró en contacto con el protestantismo no solamente por la amistad con Adolf
Reinach y con Edvige Conrad Martius, en cuya casa se reunían los colegas del círculo
huserliano, sino también cuando vivió en Gottingen, pequeña ciudad con numerosas
iglesias evangelicas y con gente que no ocultaba su credo luterano. Además, la
predilección de Edith por la música religiosa de Bach hubo de crear en ella alguna idea
acerca del sentimiento y del misticismo protestante. Pero mucho más importante es su
encuentro con la actitud cristiana frente al dolor, a las atrocidades de la guerra del
1914-1918, y la constatación de la fuerza de la esperanza cristiana nacida de la cruz de
Cristo. En 1917 se encontraba en Friburgo, como asistente de Husserl. Un día cualquiera le llegó la noticia de la muerte de Adolf Reinach, caído en el campo de batalla. Su esposa y otros amigos le pidieron a Edith que viniera a poner en orden lo que había dejado -sus diversos escritos filosóficos- el finado. Edith vacila. Teme que no será capaz de decir cosa que pueda consolar a la viuda, creyéndola desesperada por la pérdida de su compañero. Se encuentra con la joven viuda Reinach. Al verla, queda impresionada de su comportamiento resignado, casi sereno, en el que inmediatamente intuye la fuerza de la fe cristiana. De repente se le abre la puerta de un reino hasta ahora desconocido: el reino de la esperanza cristiana. Cuando refiriò esta experiencia al jesuita P Hirschmann muchos años después, confesaba:
"Fue mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que ella comunica a quien la lleva. Por primera vez vi delante de mí a la Iglesia, nacida del dolor del Redentor, en su victoría sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que se hizo pedazos mi incredulidad y brilló la luz de Cristo, Cristo en el misterio de la Cruz".
Son palabras dichas años más tarde, cuando Edith sintió todo el peso de la cruz sobre su pueblo perseguido. En 1917 Edith había tenido ante todo la experiencía de que todos sus argumentos racionales, ateos, son nada en comparación con la fe cristiana. Al situarse a sí misma frente a esta mujer profundamente cristiana, comprendió que el cristianismo le podía ofrecer valores-guías esenciales en la búsqueda de la verdad. Intuyó cuánta es la importancia que asume en la vida la fe en Dios para liberar al hombre de las angustias existenciales, pare experimentar aquella "paz trascendental", que en la fenomenología husserliana deriva de manera exclusiva de la acción de Dios en el alma. La viuda Reinach le había enseñado con su actitud serena y confiada que esta "paz trascendental" se identifica en la fe cristiana con la fuerza de la cruz de Cristo aceptada en la esperanza de resucitar a la vida inmortal. Sólo el contacto con Cristo muerto en la cruz permite al hombre encontrar la paz interior y sublimar el sufrimiento.
Sin embargo, Edith no llega a una decisión. Se ha iniciado un largo período de luchas, de crisis que comprometen al máximo su inteligencía y Su voluntad, hay momentos dramáticos de conflicto con el pasado y con sí misma, hasta el punto de sentir que se hunde en un ''silencio de muerte" . A veces trata de rehuir a la acción del Espíritu Santo. "Puedo adherir a la fe, buscarla con todas mis fuerzas, sin que sea necesario que yo la practique" ( Psychische Kausalitat, 43 ) . Por lo demás, está convencida: "Cuando un creyente recibe una orden de Dios -bien sea inmediatamente en la oración, o bien a través del representante de Dios-, debe obedecer" (Untersuchung uber den Staat, 401).
El catolicismo.
Durante unos tres o cuatro años Edith encuentra todas sus fuerzas intelectuales en una profunda reflexión. Lee numerosos libros de espiritualidad cristiana, libros de santos y de autores católicos. Tratando de encontrar un camino liberador en su interior o también por interés pedagógico y cultural. Así se compra un día el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Empieza a sumergirse en los "ejercicios" por puro interés psicológico. Pero al cabo de algunas pocas páginas se da cuenta de la imposibilidad de una lectura de esta suerte. Acaba por "hacer" los Ejercicios, ella, todavía atea, pero sedienta de Dios, como refiere el padre Erich Przywara que la había atendido en los últimos años de 1922-1930. Pero tampoco Ignacio logra darle la última seguridad, por más que no pueda excluirse su influjo positivo en el sentido de que la condujo hacia una dirección interior y espiritual capaz de orientar todo el ser de manera consciente, vital, como arrojándole una primera luz para su decisión. Esta, efectivamente, la tomó Edith luego de la lectura de la autobiografía de Santa Teresa de Avila.
En junio de 1921 se dirigió a Bergzabern, a la casa de la amiga Edvige Conrad-Martius, donde se reunía a menudo el grupo de ex-alumnos husserlianos. No iban a Friburgo, donde Husserl enseñaba en la universidad, porque sentían a su vez que lo seguían en su viraje hacia el "idealismo trascendental" En la biblioteca de la amiga Edith descubrió el Libro de la Vida de la gran mística española. La lectura de las páginas autobiográficas la afectaron profundamente.
Cerró el libro y exclamó: "Aquí esta la verdad", esa "verdad" que ella tan apasionadamente iba buscando por años.
Se dice que en una sola noche Edith había leído y asimilado todo el texto teresiano. Mas siempre resulta poco probable, aun para una inteligencia elevada como la de Edith, que en el espacio de pocas horas logre penetrar con una fuerza tan intuitiva en el mundo espiritual y en todo el itinerario ascensional de la Santa, como para poder reaccionar inmediatamente y decidir su conversión al catolicismo. Quizás es más verosímil que en esa noche culminó una precedente lectura del Libro de la Vida con particular sensibilidad con respecto a los capítulos teresianos referentes a la experiencia de Dios .
Con la afirmación "Dios es verdad" como punto terminal de largos sufrimientos en el camino de la búsqueda de Dios, Santa Teresa de Avila enriqueció efectivamente a la Stein con la dimensión esencial de la existencia humana, tan intensamente buscada: todo viene a concentrarse en el "andar un alma en verdad delante de la misma Verdad.(V. 40,3). En aquella noche Edith finalmente pudo decir con la Reformadora del Carmelo: "Esta verdad que digo se me dio a entender es en sí misma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad". (V.40,4). Su conversión al catolicismo es la plena y consciente aceptación de la única Verdad, experimentada místicamente por Santa Teresa y buscada por ella en una large lucha dentro de su inconsciente.
Inmediatamente la Santa española empezó a ser para Edith el modelo de su nueva vida de fe, y quiso seguirla, con la intención de hacerse carmelita. En su auténtica necesidad de encaminarse siempre por los caminos más radicales, la opción por el Carmelo parece la única respuesta que podía satisfacer su deseo de totalidad. Tenía treinta anos, llena de energía, de entusiasmo, quería constituir a la fe como parte integral de su vida. Así, su camino de fe coincidía prácticamente con su camino vocacional.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Virgen y Martir. Edith Stein nació en Breslavia, capital de la Salesia prusiana, el 12 de Octubre de 1891, undécima hija de una familia judio-alemana profundamente religiosa.
Desde
la infancia Edith manifiesta una inteligencia brillante y vivaz. Aunque
criada en los valores del judaismo, a los catorce años abandona la fe
de sus padres y se declara atea. En 1911 se inscribe para estudiar Psicología e Historia en la Universidad en Cottinga. Descubre la corriente fenomenológica y en 1913 entra
a estudia con el propio Edmundo Husserl, fundador de la Fenomenologia.
Con su fama de filósofa brillante, Edith se convierte en la asistente de
Russerl en su cátedra en la universidad de Friburgo. La amistad que
anuda en Gottinga con los filósofos Maz Scheler (católico) y Adolfo
Reinach (protestante) le sacude el mundo de sus prejuicios
racionalistas. En 1921, tras leer la autobiografia de Santa Teresa de Avila, se convierte al cristianismo, recibiendo el bautismo en 1922. De 1923 a 1931 enseña filosofía en Speyer. En 1933 es
llamada a enseñar en el Instituto Pedagógico de Munster. actividad que
al año tiene que suspender debido a las leyes raciales de la Alemania de
entonces.
En 1933 entra como novicia al Carmelo Descalzo de Colonia y, al hacer sus votos religiosos, toma el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.
Dado que en los libros de la policia hitleriana aparece como "no aria",
la presencia de Sor Teresa Benedicta en el Carmelo de Colonia pone en
peligro a todas las demás hermanas, por lo que sus superiores deciden
enviarla a Echt, en Holanda, ciudad en la que las Carmelitas Descalzas
tienen un monasterio. Sor Teresa Benedicta parte de Alemania el 31 de
DIciembre de 1938 en plena noche. Pero ni siquiera en Holanda está segura. En la tarde del 2 de Agosto de 1942 dos
agentes de la Gestapo llamaban al portón del Carmelo de Echt en busca
de Sor Edith Stein. Primero la llevaron al campamento de Westerbork en
el norte de Holanda, y luego la trasladaron al campo de exterminio de
Auschwitz-Birkenau. El 9 de Agosto, junto a otros deportados, sor
Edith Stein-Teresa Benedicta de la Cruz cruzaba el umbral de la cámara
de gas y sellaba la propia vida con el martirio.
Un
puñado de cenizas y tierra oscura pasada a fuego en los hornos
crematorios de Auschwitz es todo lo que queda de Sor Edith Stein,
entrerrado en el pavimento de la iglesia de San Miguel de Breslavia (hoy
Wroclaw), confiada a los salesianos, a pocos pasos de la mansión de la
calle San Miguel, numero 38, que fuera la casa de la familia Stein.
En Mayo de 1987 fue proclamada beata, canonizada el 11 de Octubre de 1998 y en 1999 declarada
co-patrona de Europa juntamente con Santa Brigida de Suecia y Santa
Catalina de Siena. Judia, filósofa, feminista, atea, religiosa, teóloga,
mistica y mártir, el Papa Juan Pablo II dejó dicho de ella que "lleva
en su intensa vida una síntesis dramática de nuestro siglo".
MISA DE
CANONIZACIÓN DE LA BEATA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Plaza de San Pedro
Domingo 11 de octubre de 1998
Domingo 11 de octubre de 1998
1. «En cuanto a mí, ¡Dios
me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!» (Ga
6, 14).
Las palabras de san Pablo a los Gálatas, que acabamos de
escuchar, reflejan bien la experiencia humana y espiritual de Teresa Benedicta
de la Cruz, a quien hoy inscribimos solemnemente en el catálogo de los santos.
También ella puede repetir con el Apóstol: «En cuanto a mí ¡Dios me libre de
gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!».
¡La cruz de Cristo! En su constante florecimiento, el árbol de
la cruz da siempre nuevos frutos de salvación. Por eso, los creyentes
contemplan con confianza la cruz, encontrando en su misterio de amor valentía
y vigor para caminar con fidelidad tras las huellas de Cristo crucificado y
resucitado. Así, el mensaje de la cruz ha entrado en el corazón de tantos
hombres y mujeres, transformando su existencia.
Un ejemplo elocuente de esta extraordinaria renovación
interior es la experiencia espiritual de Edith Stein. Una joven en búsqueda
de la verdad, gracias al trabajo silencioso de la gracia divina, llegó a
ser santa y mártir: es Teresa Benedicta de la Cruz, que hoy, desde el cielo,
nos repite a todos las palabras que marcaron su existencia: «En cuanto a mí
¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!».
2. El día 1 de mayo de 1987, durante mi visita pastoral a
Alemania, tuve la alegría de proclamar beata, en la ciudad de Colonia, a esta
generosa testigo de la fe. Hoy, a once años de distancia, aquí en Roma, en la
plaza de San Pedro, puedo presentar solemnemente como santa ante todo el mundo
a esta eminente hija de Israel e hija fiel de la Iglesia.
Como entonces, también hoy nos inclinamos ante el recuerdo de
Edith Stein, proclamando el inquebrantable testimonio que dio durante su vida
y, sobre todo, con su muerte. Junto a Teresa de Ávila y a Teresa de Lisieux,
esta otra Teresa se añade a la legión de santos y santas que honran la orden
carmelitana.
Amadísimos hermanos y hermanas, que habéis venido para esta
solemne celebración, demos gracias a Dios por la obra que realizó en Edith
Stein.
3. Saludo a los numerosos peregrinos que han venido a Roma y,
de modo particular, a los miembros de la familia Stein, que han querido
estar con nosotros en esta feliz circunstancia. Un saludo cordial va también a
la representación de la comunidad carmelitana, que se convirtió en la «segunda
familia» para Teresa Benedicta de la Cruz.
Doy mi bienvenida, asimismo, a la delegación oficial de la
República federal de Alemania, encabezada por el canciller federal
saliente Helmut Kohl, a quien saludo con cordialidad y deferencia. Saludo,
igualmente, a los representantes de los estados del norte del Rin Westfalia y
Renania-Palatinado, así como al alcalde de la ciudad de Colonia.
También de mi patria ha venido una delegación
oficial guiada por el primer ministro Jerzy Buzek, a la que saludo
cordialmente.
Quiero reservar una mención especial a los peregrinos de
las diócesis de Wrocław, Colonia, Münster, Espira, Cracovia y Bielsko-Żywiec,
aquí presentes junto con sus cardenales, obispos y sacerdotes. Se unen a
la gran multitud de fieles que han venido de Alemania, de Estados Unidos y de
mi patria, Polonia.
4. Queridos hermanos y hermanas, Edith Stein, por ser judía,
fue deportada junto con su hermana Rosa y muchos otros judíos de los Países
Bajos al campo de concentración de Auschwitz, donde murió con ellos en la
cámara de gas. Hoy los recordamos a todos con profundo respeto. Pocos
días antes de su deportación, la religiosa, a quienes se ofrecían para
salvarle la vida, les respondió: «¡No hagáis nada! ¿Por qué debería ser
excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir
el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda
destruida».
Al celebrar de ahora en adelante la memoria de la nueva santa,
no podremos menos de recordar, año tras año, la shoah, ese plan cruel
de eliminación de un pueblo, que costó la vida a millones de hermanos y
hermanas judíos. El Señor ilumine su rostro sobre ellos y les conceda la
paz (cf. Nm 6, 25 ss).
Por amor a Dios y al hombre, una vez más elevo mi apremiante
llamamiento: ¡Que nunca más se repita una análoga iniciativa criminal
para ningún grupo étnico, ningún pueblo, ninguna raza, en ningún rincón de la
tierra! Es una llamada que dirijo a todos los hombres y mujeres de buena
voluntad; a todos los que creen en el Dios eterno y justo; a todos los que se
sienten unidos a Cristo, Verbo de Dios encarnado. Todos debemos ser solidarios
en esto: está en juego la dignidad humana. Existe una sola familia
humana. Es lo que la nueva santa reafirmó con gran insistencia: «Nuestro amor
al prójimo .escribió. es la medida de nuestro amor a Dios. Para los
cristianos, y no sólo para ellos, nadie es .extranjero.. El amor de Cristo no
conoce fronteras».
5. Queridos hermanos y hermanas, el amor a Cristo fue el
fuego que encendió la vida de Teresa Benedicta de la Cruz. Mucho antes de
darse cuenta, fue completamente conquistada por él. Al comienzo, su ideal fue
la libertad. Durante mucho tiempo Edith Stein vivió la experiencia de
la búsqueda. Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar.
Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final, fue
premiada: conquistó la verdad; más bien, la Verdad la conquistó. En efecto,
descubrió que la verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el
Verbo encarnado fue todo para ella. Al contemplar, como carmelita, ese período
de su vida, escribió a una benedictina: «Quien busca la verdad, consciente o
inconscientemente, busca a Dios».
Edith Stein, aunque fue educada por su madre en la religión
judía, a los catorce años «se alejó, de modo consciente y explícito, de la
oración». Quería contar sólo con sus propias fuerzas, preocupada por afirmar
su libertad en las opciones de la vida. Al final de un largo camino, pudo
llegar a una constatación sorprendente: sólo el que se une al amor de
Cristo llega a ser verdaderamente libre.
La experiencia de esta mujer, que afrontó los desafíos de un
siglo atormentado como el nuestro, es un ejemplo para nosotros: el mundo
moderno muestra la puerta atractiva del permisivismo, ignorando la puerta
estrecha del discernimiento y de la renuncia. Me dirijo especialmente a
vosotros, jóvenes cristianos, en particular a los numerosos monaguillos que
han venido durante estos días a Roma: Evitad concebir vuestra vida como una
puerta abierta a todas las opciones. Escuchad la voz de vuestro corazón.
No os quedéis en la superficie; id al fondo de las cosas. Y cuando
llegue el momento, tened la valentía de decidiros. El Señor espera que pongáis
vuestra libertad en sus manos misericordiosas.
6. Santa Teresa Benedicta de la Cruz llegó a comprender que el
amor de Cristo y la libertad del hombre se entrecruzan, porque el amor y la
verdad tienen una relación intrínseca. La búsqueda de la libertad y su
traducción al amor no le parecieron opuestas; al contrario, comprendió que
guardaban una relación directa.
En nuestro tiempo, la verdad se confunde a menudo con la
opinión de la mayoría. Además, está difundida la convicción de que hay que
servir a la verdad incluso contra el amor, o viceversa. Pero la verdad y el
amor se necesitan recíprocamente. Sor Teresa Benedicta es testigo de ello.
La «mártir por amor», que dio la vida por sus amigos, no permitió que nadie la
superara en el amor. Al mismo tiempo, buscó con todo empeño la verdad, sobre
la que escribió: «Ninguna obra espiritual viene al mundo sin grandes
tribulaciones. Desafía siempre a todo el hombre».
Santa Teresa Benedicta de la Cruz nos dice a todos: No
aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada
que carezca de verdad. El uno sin la otra se convierte en una mentira
destructora.
7. La nueva santa nos enseña, por último, que el amor a Cristo
pasa por el dolor. El que ama de verdad no se detiene ante la
perspectiva del sufrimiento: acepta la comunión en el dolor con la persona
amada.
Edith Stein, consciente de lo que implicaba su origen judío,
dijo al respecto palabras elocuentes: «Bajo la cruz he comprendido el destino
del pueblo de Dios. (...) En efecto, hoy conozco mucho mejor lo que significa
ser la esposa del Señor con el signo de la cruz. Pero, puesto que es un
misterio, no se comprenderá jamás con la sola razón».
El misterio de la cruz envolvió poco a poco toda su vida,
hasta impulsarla a la entrega suprema. Como esposa en la cruz, sor
Teresa Benedicta no sólo escribió páginas profundas sobre la «ciencia de la
cruz»; también recorrió hasta el fin el camino de la escuela de la cruz.
Muchos de nuestros contemporáneos quisieran silenciar la cruz, pero nada es
más elocuente que la cruz silenciada. El verdadero mensaje del dolor es
una lección de amor. El amor hace fecundo al dolor y el dolor hace profundo
al amor.
Por la experiencia de la cruz, Edith Stein pudo abrirse camino
hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
Padre de nuestro Señor Jesucristo. La fe y la cruz fueron inseparables para
ella. Al haberse formado en la escuela de la cruz, descubrió las raíces a las
que estaba unido el árbol de su propia vida. Comprendió que era muy importante
para ella «ser hija del pueblo elegido y pertenecer a Cristo, no sólo
espiritualmente, sino también por un vínculo de sangre».
8. «Dios es espíritu, y los que lo adoran, deben adorarlo en
espíritu y verdad » (Jn 4, 24).
Amadísimos hermanos y hermanas, estas palabras las dirigió el
divino Maestro a la samaritana junto al pozo de Jacob. Lo que donó a su
ocasional pero atenta interlocutora lo encontramos presente también en la vida
de Edith Stein, en su «subida al monte Carmelo». Ella percibió la profundidad
del misterio divino en el silencio de la contemplación. A medida que, a lo
largo de su existencia, iba madurando en el conocimiento de Dios, adorándolo
en espíritu y verdad, experimentaba cada vez más claramente su vocación
específica a subir a la cruz con Cristo, a abrazarla con serenidad y
confianza, y a amarla siguiendo las huellas de su querido Esposo: hoy se nos
presenta a santa Teresa Benedicta de la Cruz como modelo en el que tenemos que
inspirarnos y como protectora a la que podemos recurrir.
Demos gracias a Dios por este don. Que la nueva santa sea para
nosotros un ejemplo en nuestro compromiso al servicio de la libertad y
en nuestra búsqueda de la verdad. Que su testimonio sirva para hacer
cada vez más sólido el puente de la comprensión recíproca entre los judíos
y los cristianos.
¡Tú, santa Teresa Benedicta de la Cruz, ruega por nosotros!
Amén.
Ver Página:
Edith Stein
Fiesta: 9 de agosto
Fiesta: 9 de agosto
Ver también sus escritos: Cartas y documentos -Ed. Monte Carmelo
El Misterio de la Navidad -Edith Stein
Cruz: única esperanza
Libro recomendado
El Misterio de la Navidad -Edith Stein
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Consideró su conversión a la fe católica como una conversión también hacia una mas profunda identificación con su identidad judía.
Su testimonio ilustra dos temas inseparables: La unidad entre el judaísmo y la fe católica y el valor del sufrimiento."Sta.
Edith Stein vio en el holocausto un aspecto del sufrimiento
expiatorio... un valor redentivo para todo el mundo (y) un vínculo
específico entre su sacrificio y la gracia especial necesaria para
propiciar la conversión de los judíos" Salvation is from the Jews, de Roy Schoeman. La santa murió con un grupo compuesto casi enteramente de judíos bautizados.
Teresa Benedicta de la Cruz,
(Edith Stein)- Biografía
Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).
Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos.
Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la rodean.
En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el mundo para servir a la humanidad".
Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"
Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la “medalla al valor".
Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en ella.
El Momento de la ConversiónEn el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Ana Reinach, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más.
Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Reinach, Edith tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la verdad".
La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.
Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.
Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la prueba.”
El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.
Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la obediencia".
Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.
Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.
Su FamiliaEn este momento, sería oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.
Entrada al Convento de ColoniaEl 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción.”
Y también: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”
El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.
Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser Finito y Eterno. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.
Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.
Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La Ciencia de la Cruz. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del sufrimiento.
Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”
El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:
“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.
Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
(Edith Stein)- Biografía
Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).
Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos.
Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la rodean.
En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el mundo para servir a la humanidad".
Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"
Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la “medalla al valor".
Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en ella.
El Momento de la ConversiónEn el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Ana Reinach, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más.
Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Reinach, Edith tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la verdad".
La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.
Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.
Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la prueba.”
El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.
Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la obediencia".
Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.
Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.
Su FamiliaEn este momento, sería oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.
Entrada al Convento de ColoniaEl 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción.”
Y también: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”
El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.
Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser Finito y Eterno. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.
Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.
Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La Ciencia de la Cruz. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del sufrimiento.
Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”
El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:
“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.
Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
En
1942 empiezan las deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y
católicos acuerdan leer el mismo día un texto conjunto de protesta en
sus servicios religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades
cristianas de Holanda con extender la orden de deportación a los judíos
conversos a sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha
atrás, pero Pío XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en
todas las iglesias católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días
mas tarde. Las SS invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a
dos monjas judías conversas: Edith y Rosa Stein.
No era la primera vez que la Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de
1939, la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había
leído desde todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y
católicos comprometidos habían sufrido graves consecuencias.
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler.
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler.
Esta
vez las fuerzas Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones
de los obispos católicos de Holanda en contra de las deportaciones de
los judíos, declaran a todos los católicos-judíos “apartidas”. A la
vista de los graves peligros que corren en Holanda, la comunidad del
Carmelo comienza los trámites para que Edith y Rosa puedan emigrar a
Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2 de agosto del año 1942,
miembros de la SS se presentan en el convento y apresan a la Hermana
Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas al campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!” Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho antes pero con la misma dedicación y determinación:
“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”
En la Cima de la CruzAl ser tomadas del Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.
En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.
Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la santa:
“Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”
Otro dice:
“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”
Y finalmente otro:
“Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”
Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su vida, entregándose por todos, por amor...
Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”
Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Su último testamento:El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: "No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza".
Sta. Teresa Benedicta de la Cruz... Ruega por nosotros!
“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”
En la Cima de la CruzAl ser tomadas del Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.
En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.
Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la santa:
“Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”
Otro dice:
“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”
Y finalmente otro:
“Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”
Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su vida, entregándose por todos, por amor...
Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”
Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Su último testamento:El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: "No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza".
Sta. Teresa Benedicta de la Cruz... Ruega por nosotros!
De los escritos espirituales de Santa Teresa Benedicta de la Cruz(Edith Stein Weke, II. Band, Verborgenes Leben ‘Vida Escondida’ Freiburg-Basel-Wien 1987, S. 124-126)
Ave Crux, spes unica“Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.
El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.
Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz.
Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.
Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena.
Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.
El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo.
Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad.
El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra.
Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.
El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!
RESPONSORIO 1Co 1, 24b
R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban hasta el Señor. * Pero para los llamados.
Ave Crux, spes unica“Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.
El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.
Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz.
Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.
Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena.
Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.
El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo.
Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad.
El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra.
Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.
El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!
RESPONSORIO 1Co 1, 24b
R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban hasta el Señor. * Pero para los llamados.
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