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Sor Anne Sophie M |
En mi nueva novela les hablo de mi gran amiga
sor Anne Sophie M., una consagrada norteamericana que vive en
Texas, donde ha fundado una Congregación llamada La Sociedad del
Cuerpo de Cristo, desde donde se entrega al prójimo hasta
el agotamiento. Sus amigos más amados son indiscutiblemente los moribundos,
los no nacidos, los ancianos y los abandonados.
Maltratada desde
niña por sus padres biológicos, fue violada en varias ocasiones
desde los cinco hasta los 15 años, edad en la
que tras el último ultraje quedó embarazada. Todos los adultos
la convencieron de que “lo que llevaba en el vientre
no era más que un tejido sin vida”, por lo
que abortó cuando el bebé que llevaba en su seno
había alcanzado los seis meses y medio de vida. “Cuando
entré por fin en quirófano, mi bebé comenzó a patear
con fuerza”, me relataba clavándome sus ojos verde uva con
infinito arrepentimiento. Me asusté mucho y comprendí que lo que
mi seno albergaba no era un tejido muerto, sino un
ser vivo”. Fue entonces cuando suplicó, lloró y pidió al
doctor que la dejara marchar, que deseaba quedarse con ese
bebé fruto de una violación. Pero nadie la hizo caso;
la durmieron y despertó dos horas más tarde con un
vientre plano y con una hemorragia brutal que casi la
llevó a la tumba. Desde entonces su vida entró en
una espiral de miedo, tristeza y promiscuidad que la condujeron
a jugar con un intento de suicidio, que, por pura
misericordia de Dios, no pudo consumar.
Con el corazón cargado de
amor hacia los demás, y sin entender por qué sus
padres biológicos y las familias de acogida por las que
tuvo que pasar la despreciaban y maltrataban, acabó siendo, por
fin, adoptada por una familia “normal” de quienes ha tomado
el apellido y cuyos padres considera hoy como verdaderos. Fue
su madre adoptiva quien la llevó de peregrinación a la
Basílica de Guadalupe en México, donde bajo la Tilma de
Nuestra Madre Morena experimenta una profunda conversión que la colma
hasta el día presente.
Toma los hábitos hace 17 años, y
funda la Congregación de las Hermanas de la Sociedad del
Cuerpo de Cristo. Es hoy un alma perdidamente enamorada de
Cristo, de sus enseñanzas y su ternura. Sólo desea cuidar
del prójimo y lo demuestra con una intachable entrega que
la está haciendo muy conocida en la ciudad de Corpus
Christi (Texas), en donde mucha gente la respeta y llama
ante cualquier adversidad (hospitales, centros de acogida, familias privadas, autoridades
policiales, etc.). No tengo palabras para describir la incomprensible sensación de
paz y ternura que se desprende de ella, amor que
recae sobre el oyente de sus palabras de una manera
absolutamente sobrenatural. Después de trabajar en la novela basada en
su vida durante el último año y medio, la conozco
bien…
Indiscutiblemente afirmo que Cristo vive en su corazón, en
su alma y en su cuerpo. No obstante su camino
es difícil y sus necesidades infinitas. No es fácil ser
santo, y mucho menos escribir sobre uno de ellos cuando
se es tan pecadora como yo.
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