|
Juan Felton, Beato |
Mártir Laico
Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beato Juan Felton,
mártir, que fijó en público la sentencia de excomunión lanzada
por el papa san Pío V contra la reina Isabel
I y, por este motivo, fue despedazado cruelmente junto a
la iglesia de San Pablo, mientras invocaba el nombre del
Salvador, consumando así gloriosamente su martirio (1570).
El santoral encierra sus sorpresas. Muchas veces tenemos la
idea de que es sólo un monótono e interminable desfile
de religiosos y religiosas que se santificaron entre las cuatro
paredes de su convento. Pero de vez en cuando nos
encontramos con que figuran en los altares, expuestos a la
veneración de los fieles, quienes, mientras estuvieron en la tierra,
participaron de nuestro mismo género de vida y como nosotros
contrajeron un día matrimonio y vieron alegrado su hogar con
la sonrisa de un nuevo ser.
Así, por ejemplo, nos
ocurre en este día 8 de agosto. El Beato Juan
Felton es un ejemplar de santidad seglar, de hombre que
en medio del mundo, sin apartarse de él, cultiva las
virtudes domésticas, crea un hogar cristiano y sabe luchar con
viril entereza por la fe católica que profesa.
Juan Felton
pertenecía a la nobleza inglesa, era gentilhombre de una vieja
familia de Norfolk, en la costa sudeste de Inglaterra, pero
vivía en Southwark, cerca del monasterio cluniacense de Bermondsey. Cuando
llegó la hora de formar un nuevo hogar, Juan puso
sus miradas en una mujer también noble, unida con personal
amistad a la reina Isabel de Inglaterra. Lejos estaban los
dos novios, cuando contrajeron matrimonio, de pensar que poco tiempo
después Juan habría de ser cruelmente inmolado a causa de
aquella reina que tanta simpatía demostraba por la joven esposa.
La vida del matrimonio se desarrollaba plácida. Ambos, íntimamente compenetrados,
vivían la paz de su hogar, cultivando las virtudes cristianas.
Dios les bendijo enviándoles un niño, a quien pusieron el
nombre de Tomás, y que un día habría de imitar,
soportando también el martirio, a los veinte años de edad,
el precioso ejemplo que le había dado su padre.
Pero...
llega el año 1570 y la angustia que con algunas
alternativas habían venido sintiendo los católicos ingleses desde la triste
separación que Enrique VIII impuso a Inglaterra respecto a la
Iglesia, llegó a su colmo. Contra los consejos de moderación
que, pese a la leyenda, consta históricamente que Felipe II
dio insistentemente, el enérgico papa San Pío V se decidió
a dar el paso definitivo: por la bula Regnans in
excelsis, promulgada el 25 de febrero de 1570, lanzaba la
excomunión "contra Isabel, pretendida reina de Inglaterra, y contra sus
partidarios". El problema de la fidelidad a su reina y
de la fidelidad, al mismo tiempo, a la Iglesia quedaba
en rojo vivo para todos los católicos ingleses.
La historia
nos da a conocer el furor de la reina al
saber esta decisión del Papa. Preludiando lo que tantas veces
habría de intentarse, en las más diversas épocas y en
los más diferentes países, la reina intenta por todos los
medios impedir que la bula sea conocida.
Se produce entonces
un gesto de audacia. El 25 de mayo de aquel
año alguien, antes de que amanezca, se atreve a clavar
la bula en la puerta del obispo de Londres. El
audaz católico que tal gesto de valentía tuvo se llamaba
Juan Felton.
No estaba solo. Le había ayudado en su
empresa un tal Lorenzo Webb, doctor en ambos Derechos. Pero
Webb supo desaparecer a tiempo. En cambio, a Felton le
esperaba el tremendo castigo por su atrevimiento.
En efecto, los
policías dirigieron sus pasos hacia la casa de un hombre
de leyes, bien conocido como católico, que habitaba en Lincoln´s
Inn, un barrio del Londres de entonces. Un registro a
fondo les permitió encontrar una copia de la bula. Puesto
en interrogatorio el dueño de la casa, consiguen arrancarle el
nombre de quien se la proporciono: Juan Felton. Rápidamente vuelan
a su casa de Bermondsey y le detienen.
Desde el
primer momento se intentó dar al asunto un giro político.
Querían a toda costa que Juan confesara que había actuado
bajo la influencia política de España, pues bien sabido es
que el protestantismo inglés tuvo en su nacimiento una verdadera
obsesión antiespañola. Por tres veces fue interrogado, y por tres
veces contestó Juan con heroica firmeza que en manera alguna
había actuado por otro móvil que no fuera el estrictamente
religioso.
Por fin, el 8 de agosto fue entregado al
verdugo. Mientras caminaba hacia el lugar de la ejecución, iba
recitando los salmos penitenciales. Pronto dieron vista al patíbulo, que
había sido levantado precisamente en la misma puerta en la
que él había puesto la bula el 25 de mayo.
El mártir no pudo contener un estremecimiento al contemplar el
patíbulo, pero inmediatamente se rehizo y declaró rotundamente:
—Sí, he
sido yo quien puso ahí la carta del Papa contra
la pretendida reina. Y ahora estoy dispuesto a morir por
la fe católica.
Tuvo un gesto verdaderamente magnífico. Frente al
empeño que tenían sus verdugos de hacer de aquel asunto
algo puramente político, él quiso separar rotundamente los dos aspectos:
moría por la fe católica, y nada tenía contra la
reina, fuera de su actitud religiosa. Por eso, con gesto
elegante, de auténtico noble, se quitó de su dedo un
anillo y rogó que se lo llevaran a la reina
como un regalo suyo, personal.
Hecho esto, se arrodilló y
rezó el Miserere, encomendando su alma a Dios. Después quedó
a disposición del verdugo.
Conocida es la inaudita crueldad que
Inglaterra usó con los católicos. A Juan Felton le correspondió
el ser descuartizado. Entonces se produjo algo que hemos oído
muchas veces en labios de los santos como si fuera
una amplificación poética, pero que en este caso tuvo una
realidad, testificada por quienes presenciaron el tormento. A medida que
le iban descuartizando, Juan continuaba su oración. Y en el
momento en que le arrancaban el corazón se le oyó
invocar el nombre de Jesús.
Había muerto Juan cual corresponde
a un modelo y espejo de hombre católico; ejercitando de
una parte la virtud de la fortaleza, no sólo en
su valentía al atreverse a dar publicidad de aquella manera
a la bula de San Pío V, sino también en
la serenidad y valor sobrehumano demostrado en su atroz martirio.
Y ejercitando también otra virtud auténticamente viril: la grandeza de
ánimo, con la que fue capaz de enviar un obsequio,
desde el patíbulo, a la misma reina que le condenaba.
Quedaban en la tierra su viuda y su hijo. Como
hemos dicho, Tomás, que al morir su padre contaba dos
años, murió dieciocho años después también mártir por su fidelidad
a la Santa Sede.
El Beato Juan Felton fue objeto
de culto y, por fin, beatificado "equivalentemente", es decir, confirmado
su antiguo culto por el papa León XIII en 1886.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario