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Jacinto de Polonia, Santo |
Patrono de Polonia
Martirologio Romano: En Cracovia, en Polonia, san Jacinto,
presbítero de la Orden de Predicadores, que fue designado por
santo Domingo para propagar la Orden en aquella nación y,
teniendo por compañeros al beato Ceslao y a Enrique Germánico,
predicó el Evangelio en Bohemia y Silesia (1257).
Etimológicamente: Jacinto
= Aquel que se parece a un Jacinto (tipo de
flor), es de origen griego.
La
Iglesia está en plena era feudal propia de la época.
Los obispos y abades son grandes señores con mucho poder
e influencia incluso en las decisiones políticas de los nobles
y reyes. También un Francisco de Asís habla a las
aves y un Domingo está convirtiendo herejes. Roma ha conseguido
centralizar la disciplina y liturgia y se ve en la
obligación de atender a todos los asuntos; hace mucho por
arreglar las complicadas cosas de los reinos y algunas se
escapan a su control.
Jacinto en hijo de los condes de
Konskie; nació en el castillo de Lanka, fortaleza que domina
la villa polaca de Gross-Stein. Estudió en Praga, hizo derecho
en Bolonia y cursó teología en París. Con tal curriculum
es nombrado canónigo de Cracovia.
Un viaje a Roma va a
influir de modo decisivo en su vida. Iba a la
Ciudad Eterna acompañando con otros clérigos a su tío Yvon
Odrowaz, entonces obispo de Cracovia, para hacer visita reglamentaria al
Papa; ésta es la ocasión para conocer a Santo Domingo
de Guzmán que está allí cumpliendo encargos de Honorio III.
El encuentro del buen obispo con el santo fundador tuvo
lugar con ocasión de un milagro reciente. Y el motivo
fue la súplica y el ruego esperanzado de conseguir religiosos
misioneros para Cracovia que estaba necesitada de sacerdotes y de
instrucción. No cuenta Domingo con predicadores polacoparlantes. Pero cuatro de
los acompañantes del obispo polaco se muestran dispuestos a ser
recibidos por el fundador entre los dominicos; como son ya
sacerdotes, reciben una formación específica intensiva: corto noviciado, retoques de
espíritu y ¡a predicar y fundar conventos!. Han aprendido unas
normas sencillas: alabar a Dios, dar doctrina y estar dispuestos
a sellar con su sangre su verdad.
Cracovia está situada en
una planicie ondulada, bañada por el Vístula y cercada de
bosques de pinos. La ciudad está defendida por fuertes murallas.
El día de todos los santos del 1222 llegó Jacinto
ya dominico y misionero. Se va haciendo conocer por los
labriegos y artesanos. Tiene fama de taumaturgo. Construye un primer
convento de madera y luego le llegan donaciones hasta que
Cracovia se llega a convertir en cuna de predicadores del
norte de Europa.
La frontera oriental limita con Prusia, aún un
país pagano, semibárbaro e idólatra. Allí va Jacinto a ser
su misionero. Y le sigue la fama de los milagros.
Luego será la gran Rusia, con sus estepas heladas y
desiertas, la que recorrerá Jacinto, llegando hasta Kiev. Por aquellas
tierras sí que conocen las gentes a Jesús; pero son
cismáticos quienes han predicado el Evangelio. La Iglesia católica occidental
que obedece a Roma no tiene nada que hacer; pero
una curación milagrosa de la ceguera de la hija del
príncipe Wladimiro le abre la posibilidad de fundar el primer
monasterio occidental en Rusia.
Vienen las invasiones tártaras con Batou, hijo
de Gengis-Kan, al frente de sus implacables y demoledoras huestes
que llegaron a las mismas puertas de Hungría, Polonia y
Austria, haciendo temblar a todo el occidente; hicieron que Jacinto
hubiera de interrumpir sus quehaceres apostólicos y replegarse al interior
del continente hasta que pudiera volverse a reemprender la siembra.
La
leyenda áurea lo hace fundador de conventos en Noruega, Suecia,
Finlandia, Escocia, Irlanda, Bulgaria, Hungría y no se sabe por
cuántos sitios más. No se dispone de datos históricos con
los que puedan apoyarse todas estas correrías del santo. Más
bien parece que son producto de la imaginación o que
intentan afirmar que fueron sus inmediatos discípulos quienes llegaron a
hacer lo que materialmente él no pudo.
Muere Jacinto (o Jacek,
como debió ser su genuino nombre) en su convento de
Cracovia, el 15 de Agosto de 1257, dejando sembrada Polonia
de innumerables conventos y de frailes. No extraña por ello
que los polacos lo tengan como patrón principal. Hizo irradiar
el Evangelio hasta los confines de Europa con éxitos apostólicos
en ocasiones no muy duraderos, pero que afianzaban la fe
en su patria, siempre que la proyectaba hacia el exterior
de sus fronteras.
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