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El drama de nuestros jóvenes: incapaces de contraer matrimonio |
Creo que Dios, o si lo prefieren Vds. la Naturaleza,
hace bien las cosas. Cuando hace años empezaron en lo
sexual esas teorías de lo políticamente correcto me hizo gracia
leer que en una universidad sueca, habían hecho un estudio
en el que habían llegado a la conclusión que lo
mejor para un niño es nacer en una familia estable
y en la que los padres se aman. En aquel
momento pensé que para ese viaje no se necesitan alforjas.
Para mí es indudable que el niño, cualquier niño, tiene
derecho a nacer, a vivir, a crecer sano y feliz
en una familia estable y amorosa., siendo el hogar familiar
el mejor ámbito para la acogida de los hijos y
para darles seguridad afectiva. Y lo que pienso yo lo
piensa mucha gente, pues la familia suele ser la institución
más valorada en muchas encuestas.
Pero con lo sexualmente
políticamente correcto parece ser que de lo que se trata
es incapacitar a nuestros jóvenes con el objetivo de conseguir
que no puedan contraer matrimonio. Recuerdo cuando me venían a
clase los de Sanidad a dar una educación sexual que
no pasaba de ser una instrucción a fin que supiesen
ponerse un preservativo y tratar así de prevenir embarazos y
evitar enfermedades venéreas, porque con el pretexto de neutralidad se
evitaba cualquier educación en valores y en concreto sobre todo
la palabra castidad, que no es otra cosa sino el
dominio de la sexualidad por la razón para aprender a
respetarse a sí mismo y a los demás, era cuidadosamente
evitada Su enseñanza, nos decían, era objetiva, neutral y científica,
es decir con una total ausencia de valores y una
gran presencia de errores, como muestra su rotundo fracaso a
la hora de prevenir embarazos no deseados, pues con una
instrucción así el número de abortos ha ido en progresión
constante.
A mí me llamó especialmente la atención la afirmación
que les merecía tanto respeto un chico que se acostase
como uno que no lo hiciera, lo que no deja
de ser falso porque por ejemplo no me merece el
mismo respeto el buen estudiante que el malo, y tampoco
opino que merece la misma estima un joven que tiene
valores que uno que no los tiene. Desde luego si
da lo mismo, para mí está claro que el que
no tiene relaciones sexuales es tonto. Eso dicho a
adolescentes me parecía gravísimo y entonces yo ya tenía claro
que si se empieza a ir a la cama a
los quince años, para la edad del matrimonio ya se
han acostado con una media de cinco a seis personas
y como el matrimonio no cambia sustancialmente las personas después
de la boda seguirían las infidelidades y la ruptura de
los matrimonios. Para muchos el único principio moral que han
recibido es me apetece o no me apetece.
Desgraciadamente el
tiempo ha confirmado mi pesimismo. Recuerdo el asombro de tantos
jóvenes de ambos sexos cuando les decía que la causa
de sus repetidos fracasos en el noviazgo era que de
entrada se iban a la cama sin ningún esfuerzo por
madurar humanamente y mucho menos cristianamente, con lo cual a
muchos se les está pasando hasta la edad de casarse.
Debo decir que hasta a los curas nos da apuro
hablar de castidad y por ello una generación en la
que muchos han sido educados sin valores no es extraño
que fracase rotundamente.
Es cierto que no es la
única causa, las cifras del paro juvenil son también muy
elocuentes, pero quien renuncia a dar valores y aquí hay
que hacer un llamamiento a padres y educadores, no se
extrañen que luego no se recoja lo que no se
ha sembrado. El problema no está en cuántos lo hacen,
sino qué es lo realmente mejor, y aunque aparentemente el
irse a la cama y la convivencia previa parece que
debería llevar a una mayor estabilidad de la pareja, al
saber ambos lo que es una vida en común, el
alejarse de Dios, que es el autor e inventor del
Amor, con la realización de actos que en sí son
pecado, no llevan al éxito de esta realización de la
persona ni de la pareja.
Una encuesta del
CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) titulado “Encuesta sobre fecundidad y
familia” de 1995, confirmado por otros trabajos y estadísticas de
Francia, Suecia y Estados Unidos, señala que entre las mujeres
nacidas a finales de los años sesenta, se han separado
en los primeros cinco años de matrimonio entre las que
cohabitaron previamente, una cuarta parte, y de las que se
casaron directamente, sin cohabitación previa, algo menos del cuatro por
ciento.
Es decir, las relaciones sexuales previas no ayudan
a poder fundar una familia estable, sino todo lo contrario.
La solución: volver a una educación sexual seria donde estén
presentes los valores humanos y porqué no, cristianos. Una auténtica
educación para el amor.
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