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Bernardo, Santo |
Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Bernardo, abad
y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado con
treinta compañeros en el nuevo monasterio del Cister, fue después
fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux (Claraval), dirigiendo
sabiamente a los monjes por el camino de los mandamientos
del Señor, con su vida, su doctrina y su ejemplo.
Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz
y la unidad e iluminó a la Iglesia con sus
escritos y sabios consejos, hasta que descansó en el Señor
cerca de Langres, en Francia (1153).
Etimológicamente: Bernardo = corazón
de oro. Viene de la lengua alemana
Fecha de canonización: Fue
canonizado el año 1170 por el papa Alejandro III, y
posteriormente el papa Pío VIII lo proclamó Doctor de la
Iglesia.
En orden cronológico, o sea
en cuanto al tiempo, San Bernardo es el último de
los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia es
uno de los que más han influido en el pensamiento
católico en todo el mundo.
Nace en Borgoña, Francia (cerca de
Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos
y a todos los formaron estrictamente haciéndoles aprender el latín,
la literatura y, muy bien aprendida, la religión.
La familia que
se fue con Cristo
Esta familia ha sido un caso único
en la historia. Cuando Bernardo se fue de religioso, se
llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un tío,
dejando a su hermana a que cuidará al papá (la
mamá ya había muerto) y el hermanito menor para que
administrara las posesiones que tenían. Dicen que cuando llamaron al
menor para anuanciarle que ellos se iban de religiosos, el
muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse
el cielo, y a mí me dejan aquí unicamente en
la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo
después, también él se fue de religioso. Y más tarde
llegaron además al convento el papá y el esposo de
la hermana (y ella también se fué de monja). Casos
como este son más únicos que raros.
La personalidad de Bernardo
Pocos
individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como
San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que
pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva
y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía
de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno
de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros para
su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se
enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo
mundano y lo sensual. Pero todo esto lo llenaba de
desilusiones. Las amistades mundanas por más atractivas y brillantes que
fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de
cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo
y de sus placeres.
A mal grave, remedio terrible
Como sus pasiones
sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el
hielo hasta quedar casi congelado. Y el tremendo remedio le
trajo mucha paz.
Una visión cambia su rumbo: una noche de
Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se
quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en
Belén en brazos de María, y que la Santa Madre
le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y
lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día
ya no pensó sino en consagrarse a la religión y
al apostolado.
Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra
Bernardo
se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y
pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con
gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que
no llegaban religiosos nuevos.
Bernardo volvió a su familia a contar
la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían
que esto era desperdiciar una gran personalidad para irse a
sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de
ninguna manera.
Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente
que este hombre tenía para convencer a los demás e
influir en ellos y ganarse su voluntad. Empezó a hablar
tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la
vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro
hermanos mayores, a su tío y casi a todos los
jóvenes de los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó
al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de
religiosos. Pero antes en su finca los había preparado a
todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían
comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112,
a la edad de 22 años, se fue de religioso
al convento.
El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la
hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser
recibidos como religiosos.
Formidable poder de atracción. En toda la historia
de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya
sido dotado por Dios de un poder de atracción tan
grande para llevar gentes a las comunidades religiosas, como el
que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su
novio hablara con el santo, porque lo mas probable era
que se iría de religioso. En las universidades, en los
pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de
las excelencias y ventajas de la vida en un convento,
se iban en numerosos grupos a que él los instruyera
y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más
de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran
santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador
de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900
monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador de Claraval. En el convento del
Císter demostró tales cualidades de líder y de santo, que
a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue
enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un
sitio sumamente árido y lleno de bosques donde sus monjes
tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder
cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que
significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina
fuerte todo el día.
Supo infundir del tal manera fervor y
entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con
sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos;
de este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros
63 conventos.
La oratoria de santo. Después de San Juan Crisóstomo
y de San Agustín, es difícil encontrar otro orador católico
que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San
Bernardo. Lo llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo)
porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina
llena de sabrosura, para los que la escuchaban. Su inmenso
amor a Dios y a la Virgen Santísima y su
deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas
y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego
como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de
grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar
a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a
volverse mejor.
Su amor a la Virgen Santísima.
Los que quieren progresar
en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen
que leer los escritos de San Bernardo, porque entre todos
los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño
y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran
santo. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la
Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y
repetía la bella oración que dice: "Acuérdate oh Madre Santa,
que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya
acudido, sin tu auxilio recibir".
El pueblo vibraba de emoción cuando
le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora
e impresionante. "Si se levantan las tempestades de tus pasiones,
mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad
de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu,
levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella,
invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados
quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada
a la Estrella del cielo y rézale a la Madre
de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola
no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al
Puerto Celestial". Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de
varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
Viajero incansable. El
más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su
convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero
el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes
le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba
siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera
ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros
años de religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas
penitencias y se le daño la digestión) recorrió toda Europa
poniendo la paz donde había guerras, deteniendo fuertemente las herejías,
corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender
la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos.
Exclamaba:
A veces no me dejan tiempo durante el día ni
siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan
necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que
es necesario atenderlas (ya en las noches pararía luego sus
horas dedicado a la oración y a la meditación).
De carbonero
a Pontífice. Un hombre muy bien preparado le pidió que
lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su
virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y
el otro lo hizo de muy buena voluntad. Después llegó
a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado
Sumo Pontífice: Eugenio III. El santo le escribió un famoso
libro llamado "De consideratione", en el cual propone una serie
de consejos importantísimos para que los que están en puestos
elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse
solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación.
Y llegó a decirle: "Malditas serán dichas ocupaciones, si no
dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a
la meditación".
Despedida gozosa. Después de haber llegado a ser el
hombre más famoso de Europa en su tiempo y de
haber conseguido varios milagros (como por ej. Hacer hablar a
un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin
perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios
con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para
que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros
años más, exclamaba: "Mi gran deseo es ir a ver
a Dios y a estar junto a Él. Pero el
amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos.
Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor
le parezca". Y a Dios le pareció que ya había
sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso
eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y
se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de
agosto del año 1153. Solamente tenía 63 años pero había
trabajado como si tuviera más de cien. El sumo pontífice
lo declaró Doctor de la Iglesia.
¡Felicidades quienes lleven este nombre!
San Bernardo de Claraval (en francés: Bernard de Clairvaux) —nacido en Castillo de Fontaine-lès-Dijon ( Borgoña) en 1090 y fallecido en el Monasterio de Claraval el 20 de agosto de 1153— fue un monje cisterciense francés y abad del monasterio de Claraval.
Con él, la orden del Císter
se expandió por toda Europa y ocupó el primer plano de la influencia
religiosa. Participó en los principales conflictos doctrinales de su
época y se implicó en los asuntos importantes de la Iglesia. En el cisma
de Anacleto II se movilizó para defender al que fue declarado verdadero papa, se opuso al racionalista Abelardo y fue el apasionado predicador de la segunda Cruzada.
Es una personalidad esencial en la historia de la Iglesia católica y la más notable de su siglo. Ejerció una gran influencia en la vida política y religiosa de Europa. 1
Sus contribuciones han perfilado la religiosidad cristiana, el canto gregoriano, la vida monástica y la expansión de la arquitectura gótica. 2
La Iglesia católica lo canonizó en 1174 y lo declaró Doctor de la Iglesia en 1830.
Biografía
Casa natal de Bernardo
en Fontaine-les-Dijon.
Nació como Bernardo de Fontaine en el castillo de Fontaine-les-Dijon, en Borgoña, Francia en el año 1090. Fue el tercero de siete hermanos. Su padre era caballero del duque de Borgoña y lo educó en la escuela clerical de Châtillon-sur-Seine. Después de la muerte de su madre, entró en la Orden del Císter. 3
Esta orden había sido fundada pocos años antes por el abad Roberto bajo la regla de san Benito, sólo tenía un monasterio, y por la dureza de la vida que llevaban, tenía pocos miembros. 4 Este monasterio se encontraba cercano a su casa paterna 5 , siendo Odón, duque de Borgoña, su benefactor, habiendo contribuido a su construcción y donando tierras y ganados. 6
Cuando a los 23 años, en el año 1113, ingresó como novicio en la
orden del Císter, le acompañaban 4 hermanos, un tío y algunos amigos
(hasta 30 personas según otras fuentes). Previamente los había probado
durante seis meses, asegurándose de su lealtad y formando un grupo muy
unido. 7
El convencer a tantos fue una labor ardua, especialmente a su hermano
Guido, que estaba casado y tenía dos hijas, y que finalmente dejó a su
familia y entró en la orden. 8 Posteriormente entrarían en la orden su padre y su hermano menor. 3
El año 1115, Esteban Harding, el abad de Císter, ante el doble
problema de la masiva presencia del clan de los Fontaine y el repentino
hacinamiento que habían provocado en su monasterio, decidió enviar a
Bernardo a fundar el monasterio de Claraval, una de las primeras
fundaciones cistercienses. Fue designado abad del nuevo monasterio, puesto que desempeñó hasta el final de su vida. 7 Fue el obispo de Chalons-sur-Marne, el filósofo Guillermo de Champeaux quien le ordenó sacerdote y le bendijo como abad. 2
El inicio de Claraval fue muy duro. El régimen impuesto por Bernardo era muy austero y afectó su salud. 5
Guillermo de Champeaux debió intervenir, delegado por el capítulo
general del Císter, para vigilar la salud de Bernardo suavizando la
falta de alimentación y la mortificación implacable que se imponía a sí
mismo. Este se vio obligado a dejar la comunidad y trasladarse a una
cabaña que le servía de enfermería y donde era atendido por unos
curanderos. 9
A lo largo de su vida fundó 68 monasterios distribuidos por toda Europa. Los inicios fueron lentos. En los 10 primeros años sólo se establecieron tres nuevas fundaciones: Tres Fontanas (1118), Fontenay (1119) y Foigny (1121). A partir de 1130 se extienden las primeras abadías por Alemania, Inglaterra y España ( Moreruela, 1132). 10
Espiritualmente fue un místico y se le considera uno de los fundadores de la mística medieval. Tuvo una gran influencia en el desarrollo de la devoción a la Virgen María.
Bernardo fue un inspirador y organizador de las órdenes militares, creadas para acoger y defender a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa y para combatir el Islam. 11 Así, tuvo gran influencia en la creación y expansión de la Orden del Temple, redactó sus estatutos e hizo reconocerla en el Concilio de Troyes, en 1128.
En 1130, el Cisma del antipapa Anacleto lo apartó de la vida monástica en clausura y comenzó una intensa actividad pública en defensa de Inocencio II. 12 Estuvo movilizado de 1130 a 1137 e hizo del abad uno de los políticos más influyentes de su tiempo. 13
Participó en las principales controversias religiosas de su época. Sostenía que el conocimiento de las ciencias profanas es de escaso valor comparado con el de las ciencias sagradas. Sus sentimientos frente a los dialécticos se revelaron en los enfrentamientos que mantuvo con Gilberto de la Porré y Pedro Abelardo.
La predicación en la Iglesia medieval era esencial y Bernardo fue uno de sus grandes predicadores. Reclamado constantemente por la clerecía local, realizó numerosos viajes por el sur de Francia, Renania y otras regiones. 14
También predicó las excelencias espirituales de la vida monástica y
convenció a muchos para que ingresasen en la orden cisterciense. 15 Se le conocía como Doctor melifluo (boca de miel).
Se desplazaba habitualmente a pie, acompañado de un monje, que hacía
de secretario y escribía a su dictado durante los desplazamientos. 13
Bernardo predicó en el Languedoc en 1145 a los cátaros o albigenses, siendo elogiado, pero en Verfeil, cerca de Toulouse,
se le abucheó. Años después de la muerte de Bernardo, en 1209, los
cátaros fueron declarados herejes, y varios cistercienses se pusieron al
frente de la cruzada que reprimió este movimiento. 16
En 1145, Eugenio III fue nombrado papa. Es el primer papa cisterciense y discípulo de Bernardo. Había coincidido con él en uno de sus viajes y le siguió desde Italia
hasta Claraval. Allí pasó 10 años de vida monástica. En 1140, Bernardo
lo había enviado a Italia como abad de Tres Fontanes, la 34 fundación de
Claraval. 17
Su mayor y más trágica empresa fue la Segunda Cruzada,
cuya predicación fue por completo obra de Bernardo. Allí apareció con
toda su fuerza y con toda su debilidad su ideal religioso. 17
Su fracaso afectó negativamente a su influencia y a su figura
carismática, excepcional hasta entonces tanto con el poder religioso
como político.
En 1153, enfermó del estómago -no retenía la comida y las piernas se le hinchaban-, quedó muy débil y murió. 18
Fue canonizado el 18 de junio de 1174 por el papa Alejandro III, siendo declarado Doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830. Su fiesta litúrgica se celebra el 20 de agosto en el aniversario de su muerte, siendo el patrón de Gibraltar, de los trabajadores agrícolas y del Queen’s College de Cambridge. Sus atributos iconográficos son la pluma, el libro, el perro, el dragón, la colmena y la figura de la Virgen María.
Principales intervenciones públicas
Organización de la Orden del Temple
En el año 1099, los cruzados recuperaron Jerusalén y los lugares santos de Palestina. Los peregrinos eran atacados y robados en los caminos. Algunos caballeros decidieron prolongar su voto y dedicar su vida a la defensa de los peregrinos. En 1127, Hugo de Payens solicitó al papa Honorio II el reconocimiento de su organización.
Recibieron el apoyo del abad Bernardo, sobrino de uno de los nueve
Caballeros fundadores y a la postre quinto Gran Maestre de la Orden, André de Montbard. Así, se reunió un concilio en Troyes para regular su organización. 19
En el concilio, solicitaron a Bernardo que redactase su regla, que
fue sometida a debate y con algunas modificaciones fue aprobada. 20 La regla del Temple fue pues una regla cisterciense,
pues contiene grandes analogías con la misma; no podía ser de otra
forma ya que el abad era su inspirador. Era típica de las sociedades
medievales, con estructuras jerarquizadas, poderes totalitarios, regula
la elección de los que mandan y estructura las asambleas para asistirlos
y, en su caso, controlarlos. 21 Después de esta primera redacción, hubo una segunda debida a Esteban de Chartres, Patriarca de Jerusalén, denominada «regla latina» y cuyo texto se ha mantenido hasta nuestros días. 20
Bernardo escribió en 1130, el Elogio de la nueva milicia templaria,
que asoció a los lugares de la vida de Jesús con infinidad de citas
bíblicas. Intentó equiparar la nueva milicia a una milicia divina: 11
Aspira esta milicia a exterminar a los hijos de la
infidelidad...combatiendo a la vez en un doble frente: contra los
hombres de carne y hueso y contra las fuerzas espirituales del mal.
Elogio de la nueva milicia templaria. 11
Intervención en el cisma del antipapa Anacleto en defensa de Inocencio II
Fallecido el papa Honorio II,
se produjo una doble elección papal. La mayoría de los cardenales
apoyaron al cardenal Pietro Pierleoni que adoptó el nombre de Anacleto II; mientras que una minoría de cardenales se decantaron por Gregorio Papareschi (Inocencio II).
La aparición de dos papas provocó el cisma
y enfrentó a media cristiandad que apoyaba a Anacleto II con la otra
media, que defendía a Inocencio II. Este último contaba con el apoyo de
Bernardo, que se recorrió Europa desde 1130 a 1137, explicando sus
puntos de vista a monarcas, nobles y prelados. 22
Su intervención fue decisiva en el concilio de Estampes, convocado por rey francés Luis VI. Así mismo, la influencia de Bernardo favoreció la confirmación de Inocencio II, consiguiendo los apoyos de Enrique I de Inglaterra, el emperador alemán Lotario II, Guillermo de Aquitania, los reyes de Aragón, de Castilla, Alfonso VII, y las repúblicas de Génova y Pisa. Finalmente, Anacleto fue rechazado como papa y fue excomulgado. 3
Controversia con Abelardo
Abelardo, uno de los primeros escolásticos, se había iniciado en la dialéctica y mantenía que se debían buscar «los fundamentos de la fe con similitudes basadas en la razón humana». Así argumentaba:
Me dispuse a explicar los fundamentos de nuestra fe mediante
similitudes basadas en la razón humana. Mis alumnos me pedían razones
humanas y filosóficas y me reclamaban aquello que pudiesen entender y no
aquello sobre lo que no pudiesen discernir. Decían que no servía de
nada pronunciar muchas palabras, si no se hacia con inteligencia; que no
se podía creer nada que previamente no se hubiese entendido; y que es
ridículo que alguien predique nada que ni él ni sus alumnos no puedan
abarcar con el intelecto.
Pedro Abelardo, Historia calamitatum
Estas nuevas ideas de Abelardo fueron rechazadas por los que pensaban
de forma tradicional, entre ellos el abad. Así en 1139, Guillermo de
Saint-Thierry encontró 19 proposiciones supuestamente heréticas de Abelardo y Bernardo de Claraval las remitió a Roma para que fuesen condenadas. En el sínodo de Sens
le exigieron a Abelardo retractarse y al no hacerlo, el papa confirmó
al sínodo de Sens y lo condenó por hereje a perpetuo silencio como
docente.
Bernardo en carta a Inocencio II (Contra errores Petri Abaelardi), refutó los supuestos errores de Abelardo, pues consideraba que la fe sólo debe ser aceptada: 23
Puesto que estaba dispuesto a emplear la razón para explicarlo todo,
incluso aquellas cosas que están por encima de la razón, su presunción
estaba contra la razón y contra la fe. Porque, ¿hay algo más hostil a la
razón que tratar de trascender la razón por medio de la razón? y ¿qué
hay más hostil a la fe que negarse a creer lo que no puede alcanzarse
con la razón?
Contra quaedam capitula errorum Abaelardi. 24
Para Bernardo, la verdad que hay tras la creencia en Dios es un hecho
directamente infundido por la divinidad y por lo tanto incuestionable.
Contra la pretensión de los racionalistas de que la teología debía
apoyarse en pruebas, afirmó en un argumento muy conocido: 24
La conocemos [la Verdad]. Pero ¿cómo pensamos que la comprendemos? La
disquisición no la comprende, pero sí la santidad, si de algún modo es
posible comprender lo incomprensible. Pero si no pudiese ser
comprendida, el apóstol no habría dicho... «y fundados en la caridad,
podáis comprender en unión de todos los santos». Los santos, por tanto,
comprenden. ¿Queréis saber cómo? Si sois santos, comprenderéis y
sabréis. Si no, sed santos y sabréis por experiencia.
Tractatus de laudibis Parisius. 24
La opinión de Bernardo, acerca del mal empleo que hacía Abelardo de
la razón, se ganó el apoyo de místicos e irracionalistas, que estuvieron
de acuerdo con él. 25 }}
Predicación de la Segunda Cruzada
Bernardo de Claraval predicando la Segunda Cruzada en Vézelay en 1146.
En la Segunda Cruzada, asumió el papel político más importante de su
vida, al convertirse en el predicador de la nueva guerra santa. El
fracaso de la misma le supuso el declinar de su influencia política. 13
Cincuenta años antes, durante la Primera Cruzada se estableció en Palestina un reino feudal gobernado por nobles franceses. En 1144, los ejércitos del Islam tomaron la ciudad cristiana de Edesa. En 1145, Luis VII de Francia
propuso la cruzada y pidió a Bernardo que la predicase. Este respondió
que solo el papa le podía encargar esa predicación. El rey realizó la
petición al papa. 26 Fue entonces, cuando el papa Eugenio III,
que había sido monje en Claraval y discípulo de Bernardo, pidió al
Santo que predicase la cruzada y las indulgencias que de ella se
derivaban. 27
El Bernardo que predicó la Cruzada mostró una personalidad diferente a
lo que había sido hasta entonces. Él entendía la vida interior como
unión del alma humana con Dios e identificaba la vida interior con la
vida de toda la iglesia, de todo el «cuerpo místico», siendo su
concepción de la cruzada básicamente mística. Consideraba que la Iglesia Católica
podía llamar a las armas a las naciones cristianas para salvaguardar el
orden establecido por Dios. Parece que no tuvo necesidad de comprender
el Islam.
Según él, si Dios juzgaba necesario que los ejércitos defendieran su
reino, si el mismo papa le ordenaba predicar la Cruzada, estaba claro
para él que se trataba de una misión divina. Por tanto transmitió a los
cristianos que se trataba de una guerra santa, pues así la concebía él. 28
En un escrito posterior al papa, así reflexionó sobre la cruzada: «Me
lo ordenasteis y obedecí. La autoridad del que me mandaba hizo fecunda
mi obediencia. Abrí mis labios, hablé y se multiplicaron los cruzados,
de suerte que quedaron vacías las ciudades y castillos, y difícilmente
se encontraría un hombre por cada siete mujeres». 29
La predicación realizada en Alemania, lo fue en contra de la voluntad del papa, y ganó para la causa al emperador Conrado III
y a numerosos príncipes. Según Maschke, «Bernardo es mucho más fogoso
como predicador que como hombre de Estado y como político de la Iglesia,
electriza a los pueblos de Occidente, infundiéndoles la sola voluntad
de acudir a la Cruzada». 30
Los cruzados fueron derrotados por el Islam, lo que provocó un gran
pesimismo en toda la cristiandad. San Bernardo, que había sido el
principal animador y el que había encendido a los pueblos, fue llamado
embaucador y falso profeta. 27
El fracaso de la segunda Cruzada dañó profundamente la confianza en el
pontificado y se habló abiertamente de que la fe cristiana había sufrido
un duro revés. 30
Bernardo quedó muy afectado, sin embargo pensó que por lo menos había sido criticado él y no Dios. Así lo escribió en De Consideratione, dirigido al papa Eugenio III. 27
Su Orden del Císter
Abad del Císter
A los 23 años, en el año 1113, ingresó en la orden del Císter. Dos
años después, Esteban Harding, el abad de Císter, le envió a fundar una
de las primeras fundaciones cistercienses, el monasterio de Claraval,
del que fue designado abad, puesto que ocupó hasta el final de su vida.
La orden, entonces, estaba en formación. Esteban Harding era el tercer abad que tenía la orden, y en 1119 dotó al Císter de una regla propia, la Carta de caridad,
en la que se establecían las normas comunitarias de total pobreza, de
obediencia a los obispos y de dedicación al culto divino con dejación de
las ciencias profanas.
Bernardo participó personalmente en la formación del espíritu
cisterciense y fue el artífice de la gran difusión de la orden
cisterciense, pasando del único monasterio cuando ingresó a 343 cuando
murió, de los que 168 pertenecían a la filiación de Claraval y 68 fueron
fundados por él mismo. 31
La enorme influencia que alcanzaron los cistercienses se debió a Bernardo que trascendió ampliamente a la orden. 32 Ha sido la figura más destacada de la Orden y es venerado como fundador. 23
Císter fue una concepción de la vida monástica medieval totalmente distinta a Cluny. La regla cisterciense era, en la práctica, una crítica de la de Cluny. 31 Esta crítica a los cluniacenses, la concretó Bernardo en 1124, en su escrito Apología a Guillermo:
La iglesia relumbra por todas partes, pero los pobres tiene hambre.
Los muros de la iglesia están cubiertos de oro, pero los hijos de la
iglesia siguen desnudos. Por Dios, ya que no os avergonzáis de tantas
estupideces, lamentad al menos tantos gastos.
A partir de la Apología a Guillermo, la regla cisterciense apareció como una reacción contra los excesos cluniacenses. 22 Si durante el siglo XI
los monjes cluniacenses habían asumido un gran protagonismo dentro de
la iglesia, ocupando sus más altos cargos y ejerciendo su influencia
sobre el poder civil, en el siglo XII ese papel les correspondió desempeñarlo a los cistercienses.
Inspirador de la arquitectura cisterciense
Su Apología a Guillermo estableció también los criterios
teóricos que luego se emplearían en la construcción de todas las abadías
cistercienses. En este escrito, Bernardo criticó duramente la
escultura, la pintura, los adornos y las dimensiones excesivas de las
Iglesias de los cluniacenses. Partiendo del espíritu cisterciense de
pobreza y ascetismo riguroso, llegó a la conclusión de que sus monjes,
que habían renunciado a las bondades del mundo, no precisaban de nada de
esto para reflexionar en la ley de Dios. La crítica la desplegó sobre
dos ejes. En primer lugar, la pobreza voluntaria: las esculturas y
adornos eran un gasto inútil: despilfarran el pan de los pobres. En
segundo lugar, rechazaba también las imágenes porque distraían la
atención de los monjes, los apartaban de encontrar a Dios a través de la
Escritura.
Cuando, en 1135, tenían unas 90 abadías y aumentaban a un ritmo de 10
nuevas por año, Bernardo debió pensar que la orden estaba consolidada y
con un crecimiento desmedido siendo urgente un modelo de abadía que
garantizase la uniformidad de la Orden. También debió reflexionar que la
orden no podía seguir con las efímeras construcciones de madera y
adobe, precisando monasterios en piedra que sirviesen a las generaciones
futuras de monjes.
Ello lo concretó en la construcción en piedra de las dos primeras
abadías, Claraval II (a partir de 1135) y Fontenay (comenzada en 1137),
que se construyeron de forma simultánea. En las dos intervino de forma
decisiva, ya que de Claraval era su abad y Fontenay era filial suya. Él
fue el inspirador de ambas construcciones y de sus soluciones formales.
Para él, la arquitectura cisterciense debía reflejar el ascetismo y la
pobreza absoluta llevada hasta un desposeimiento total que practicaban a
diario y que constituía el espíritu del císter. Así terminó definiendo
una estética de simplificación y desnudez que pretendía transmitir los
ideales de la orden: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza.
Estas primeras abadías se construyeron en estilo románico borgoñés, que había alcanzado toda su plenitud: ( bóveda de cañón apuntada y bóveda de arista). Posteriormente, cuando en 1140, surgió el estilo gótico en la benedictina abadía de san Denis,
los cistercienses aceptaron rápidamente algunos conceptos del nuevo
estilo y empezaron a construir en los dos estilos, siendo frecuentes las
abadías donde conviven dependencias románicas y góticas de la misma
época. Con el paso del tiempo, el románico se abandonó.
Al prescindir de todo lo superfluo, el estilo cisterciense consiguió
unos espacios desnudos, conceptuales y originales que lo hace plenamente
identificable.
Influencia en el papa cisterciense Eugenio III
Eugenio III era hijo espiritual de Bernardo. 34
Como se ha explicado, antes de ser elegido papa, estuvo 10 años en
Claraval siendo monje bajo la autoridad espiritual de su abad Bernardo.
Después, durante otros 5 años, fue abad de un monasterio filial de
Claraval, por lo tanto, seguía manteniendo esa relación de dependencia
espiritual.
Ya siendo papa, mantenían frecuente correspondencia entre ellos,
pidiéndole Eugenio, que le escribiera un tratado sobre las obligaciones
de ser papa. El abad así lo hizo y escribió el tratado De Consideratione
en 5 libros. El primero lo escribió en 1149, el segundo en 1150, el
tercero después del desastre de la cruzada en 1152 y los dos últimos a
continuación. 35
Es su tratado más conocido y aunque lo escribió para el papa Eugenio,
en la práctica, lo estaba haciendo también para todos los papas
posteriores. 36 De hecho, se conoce la importancia que muchos papas han dado a este texto.
Bernardo seguía sintiéndose su padre espiritual, así lo manifestó repetidamente en el prólogo de De Consideratione:
«el amor que os profeso no os considera como Señor, os reconoce por
hijo suyo entre las insignias y el esplendor de vuestra excelsa
dignidad...Os amé cuando eras pobre, igual os he de amar hecho padre de
los pobres y de los ricos. Porque bien os conozco, no por haber sido
hecho padre de los pobres dejáis de ser pobre de espíritu». 37
En este escrito, insiste en la necesidad de la vida interior y de la
oración para aquellos que tienen las mayores responsabilidades de la
Iglesia. Escribió sobre el peligro de dejarse llevar por los asuntos de
Estado y descuidar la oración y las realidades de lo alto. 38
Sobre los poderes del papa, le escribió defendiendo la supremacía del
poder espiritual y el derecho de la Iglesia a emplear los ejércitos
seglares 39 Se basaba en las palabras que los apóstoles dijeron a Jesús cuando lo apresaron, recogidas en el Evangelio de san Lucas, que él interpretó para fundamentar de nuevo «la doctrina de las dos espadas», presente en el pensamiento cristiano desde los inicios de la Edad Media: 40
Si la espada material no perteneciese a la Iglesia, el Señor no
habría replicado «Es bastante» a los apóstoles cuando le dijeron «Aquí
hay dos espadas», sino «Es demasiado». Por tanto, de la Iglesia son la
espada espiritual y la espada material, pero esta ha de ser manejada
para la Iglesia, y aquella, por la Iglesia.
También le escribió que el poder del papa no es ilimitado: 41
Yerras si, como creo, piensas que tu poder apostólico es el único
instituido por Dios (dice el apóstol:) «No hay poder que no proceda de
Dios...Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores». No
dice «la autoridad superior», como si se refiriese a una, sino «las
autoridades superiores», como si se refiriese a varias. Por tanto, tu
poder no es el único que procede de Dios, también proceden de «Él», el
poder de los medianos y de los pequeños.
Estaba convencido de que todos los cargos de la Iglesia procedían directamente de Dios y así lo escribió al papa: 42
Reflexiona que la santa Iglesia romana no es la señora, sino la madre
de las iglesias. Vos no sois el señor de los obispos, sino uno de
ellos.
Su doctrina
Misticismo
Fue el primero que formuló los principios básicos de la mística,
contribuyendo a configurarla como cuerpo espiritual de la Iglesia
católica. 44
Su devoción a la humanidad del Redentor se trató de una innovación basada en el Cristo de los Padres y de san Pablo. 45 Su forma de relacionarse con Cristo, llevó a nuevas formas de espiritualidad basadas en la imitación de Cristo. 46
Su teología mística tuvo como fin principal mostrar el camino de la unión espiritual con Dios. 47 Su doctrina de búsqueda de unión a Dios se inspiró en el estudio de las escrituras y de los padres de la Iglesia, 48 así como en su propia experiencia religiosa. 49 El esquema de la mística bernardiana propone ascender desde lo más profundo del pecado original hasta lo más elevado del amor, la unión mística con Dios. En este ascenso enumeró 4 grados de amor, descritos en su tratado Del amor de Dios: 50
...En primer lugar, pues, se ama el hombre a sí por sí mismo, pues es
carne, y no puede gustar nada fuera de sí...más, cuando ve que no puede
subsistir por sí, comienza a buscar a Dios por la fe, y a amarle, como
que le es tan necesario. Ama, pues, en el segundo grado a Dios, pero por
sí, no por Él mismo. Ya después que comenzó, con ocasión de la propia
necesidad, a reverenciarle y frecuentarle, meditando, orando,
obedeciéndole, poco a poco en virtud de este género de familiaridad, se
da a conocer Dios y consiguientemente se hace también más dulce, y
así... pasa al grado tercero, para amar a Dios no ya por sí, sino por Él
mismo... en este grado se está mucho tiempo...y desde entonces,
juntándose a Él será con Él un espíritu...cuando se entra en estas
grandezas espirituales y divinas habría de ser despejado de todas las
enfermedades de la carne...
Conocemos tres venidas del Señor… hay una venida intermedia… oculta,
sólo la ven los elegidos, en sí mismos…pero, para que no pienses…que… la
venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: «El que me
ama guardara mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él
nuestra morada»…gracias a esta venida, nosotros que somos imagen del
hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial...
Sermón 5 en el Adviento52
La influencia del pensamiento de Bernardo sobre misticismo y devoción
mariana en las órdenes religiosas europeas fue muy importante.
Obsérvese los cuadros de devoción de este artículo que corresponden a
encargos de franciscanos, capuchinos y cartujos de Italia y España,
alguno de ellos realizado casi quinientos años después de su muerte.
Devoción mariana
En el occidente cristiano y a partir de finales del siglo XI, se
desarrolló masivamente el culto popular a la Virgen María. Bernardo tuvo
un papel importante en la propagación de ese culto mariano. Su teología
sobre María fue rápidamente aceptada por los fieles y sus sermones se
difundieron por toda la cristiandad. El más conocido, es Del acueducto53 :
...tan grande acueducto...sobrepasase los cielos y pudiese llegar a
aquella vivísima fuente de las aguas que está sobre los cielos...¿Cómo
llegó este nuestro acueducto a aquella fuente tan sublime? [...] Según
está escrito: la oración del justo penetra en los cielos...¿Quién será
justo, si no lo es María, de quien nació para nosotros el sol de
justicia? [...] Sea lo que fuere aquello que dispones ofrecer, acuérdate
de encomendarlo a María, para que vuelva la gracia, por el mismo cauce
por donde corrió, al dador de la gracia...aquello que deseas ofrecer,
procura depositarlo en aquellas manos de María... a fin de que sea
ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa...
La figura de María no se entendía como hoy. Así el abad mostró sus dudas sobre la Inmaculada Concepción: ...con
toda certeza, sólo la gracia hizo limpia a María del contagio
original... La fiesta de la Inmaculada Concepción es una fiesta que
desconocen los ritos de la Iglesia, ni recomienda la tradición antigua.55 No se puede afirmar que patrocinara la Asunción de María (en esto coincidía con la corriente antiasuncionista que entonces predominaba).56
Las fuentes de su doctrina
Un manuscrito español del siglo XIII de sermones de Bernardo de Claraval.
Sus fuentes fueron fundamentalmente las Sagradas Escrituras y también
las fuentes de la tradición cristiana. Ambas fueron siempre sus grandes
argumentos. 57
Bernardo creía en «la revelación verbal» del texto bíblico. Esta
creencia, considerada hoy errónea por la teología católica, la heredó de
Orígenes, su maestro en Exégesis.
Así, en cada palabra de la Biblia buscaba interpretaciones y sentidos
desconocidos y ocultos. Cuando no comprendía unas frases o un sentido
del texto, se humillaba y pedía a Dios que le iluminara, pues entendía
que si Dios había puesto esa palabra o esa frase y no otra, lo hacía por
una razón concreta. Esta fe en la revelación verbal le originó
importantes periodos místicos que quedaron recogidos en sus escritos. 58
Su búsqueda de la interpretación del texto sagrado, sin limitarse al
sentido pretendido por el escritor sagrado, para obtener de él la
justificación de sus experiencias personales, profundiza en la reflexión
y en la contemplación de la misma forma que la Iglesia primitiva y
siguiendo la tradición mística de los padres griegos de la Escuela catequística de Alejandría. 59
Resulta esclarecedor lo que pensaban de él los dos principales artífices de la Reforma Protestante. Martín Lutero dijo que «Bernardo supera a todos los demás Doctores de la Iglesia» y el fanático Juan Calvino lo alabó: «El abad Bernardo habla el lenguaje de la misma verdad». 60
Los libros de la Biblia que más citó y por lo tanto con los que más se identificaba son: el libro de los Salmos 1519 veces; las cartas de Pablo 1388 veces; el Evangelio de Mateo 614 veces; el Evangelio de Juan 469 veces; el Evangelio según san Lucas 465 veces; el Libro de Isaías 358 veces y el Cantar de los Cantares 241 veces. 61
La segunda fuente para él era la Tradición. En su tiempo había dos
escuelas teológicas contrarias: la escuela antigua o tradicional, de la
que él era el principal exponente, y la escuela moderna, patrocinada por
Abelardo, basada en especulaciones y en la crítica filosófica de las
ideas. Bernardo consideraba estéril la filosofía, pues argumentaba que
en nada sirve al hombre para alcanzar su fin último. Despreciaba a Platón y Aristóteles.
En cierta ocasión dijo: «Mis maestros son los apóstoles, ellos no me
han enseñado a leer a Platón ni a ejercitarme en las disquisiciones de
Aristóteles». 62
Sin embargo, tenía una concepción neoplatónica del alma humana, que
consideraba estaba creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una
unión perfecta con Él. 63
Los Padres de la Iglesia que más seguía, eran los que entonces se
consideraban los maestros más autorizados de la Iglesia: se declaró fiel
discípulo de san Ambrosio y de san Agustín, los llamó las dos columnas de la Iglesia y escribió que difícilmente se apartaría de su parecer (en el Tratado sobre el bautismo). En moral, su referencia era Gregorio Magno. 62 Copió, sin citarlo, con frecuencia a Casiodoro en sus comentarios sobre los Salmos. Muchos bellos pensamientos que describió Bernardo, en realidad son de Casiodoro. 62 Entre los Padres griegos, citó a menudo a Orígenes (le encantaba su exégesis alegórica) y a Atanasio. Tenía una gran devoción a Benito de Nursia y a su única obra, la Régula monasteriorum (la regla de los monjes). Esta obra era la maestra de su corazón y de su intelecto, y estaba convencido que, como la Biblia, era un libro directamente inspirado por Dios. 64
Cuatro de sus obras tienen similitudes con otras de la literatura patrística:
- Los sermones sobre el «Cantar de los cantares». En el Concilio de Sens, Berenguer de Escocia le recriminó haber copiado descaradamente a Orígenes, Ambrosio, Rexio de Autun y Beda el Venerable.
- Los 17 sermones sobre el salmo 90 están copiados de la doctrina de san Agustín
- Las 4 homilías de alabanzas de la Virgen María tienen plagios de Ambrosio y de san Agustín
- Sobre la gracia y el libre albedrío es un resumen de la doctrina de san Agustín.65
Escritos
Sus escritos no son numerosos, ocupan solo los tomos 182 y 183 de la Patrología latina de Migne
(compilación de los escritos de los Padres de la Iglesia y de otros
escritores eclesiásticos publicados entre 1844 y 1865). Esta cifra es
pequeña comparada con otros Padres de la Iglesia.
Sus numerosas actividades no le permitieron un trabajo extenso. Por lo
general, son obras de ocasión, rápidas, solicitadas por terceros. 66 Muestran al hombre de acción, al renovador del Císter, a un reformador de la sociedad laica y religiosa y defensor del papado, también reflejan la seguridad de la personalidad religiosa más influyente del siglo XII, como san Agustín en el siglo V o Santo Tomás en el siglo XIII. 67
Dejó una producción de unas 500 cartas, del orden de 350 sermones y varios tratados doctrinales.
Sus escritos más conocidos son los sermones —el sermón en los monasterios de la Edad Media tenía mucha influencia en la formación religiosa e intelectual del monje 68
—. Después los tratados, breves pero de enorme valor espiritual para la
Iglesia católica, desarrollando una doctrina precisa y coherente. 49
Empleó un elegante latín y fue de los escritores más notables de su época, junto a Pedro Abelardo y Gilberto de la Porée. 69
Iconografía de san Bernardo
Premio lácteo a san Bernardo
Alonso Cano, Museo del Prado.
El santo arrodillado recibe un chorro de leche de los pechos de una estatua de la Virgen. 70
No se sabe cómo era san Bernardo, no existen retratos reales. Sí hay
multitud de representaciones figuradas, que corresponden habitualmente a
cuadros de piedad y devoción.
En este artículo se presentan cinco ejemplos.
El cuadro, denominado Premio lácteo a san Bernardo, fue pintado por Alonso Cano entre 1646 y 1650 para los capuchinos de Toledo. 70 Existe otro cuadro parecido, que no se representa aquí, pintado por Murillo y también en el Museo del Prado, donde se aparece la Virgen a san Bernardo para ofrecerle leche de sus pechos como premio por su defensa mariana. 71
La leyenda de la lactatio debió ser muy conocida en España, estando incluida en el Cancionero de Úbeda. Un motivo similar mencionó el rey Alfonso X el Sabio en sus Cantigas de Santa María (54 y 93), «narrando el prodigio de la resurrección de un monje cisterciense, que obró la Virgen dándole leche de su seno». 72
El cuadro de Francisco Ribalta, Cristo abrazado a san Bernardo, fue pintado entre 1625 y 1627 para la cartuja italiana de Portocoeli, para la cual trabajó Ribalta en sus últimos años. 43
Notas y referencias
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Enlaces externos
Lippi, Fra. Filippo: Aparición de la Virgen a San Bernardo
|
San Bernardo de Claraval (Clairvaux) Fiesta: 20 de agosto (1090-1153)Abad Cisterciense, Doctor de la Iglesia Etim. de Bernardo: "Batallador y valiente". (Bern=batallador; Nard=valiente)
Nacido en Borgoña, Francia. Llamado
"Mellifluous Doctor" (boca de miel) por su elocuencia. Famoso por su
gran amor a la Virgen María. Compuso muchas oraciones marianas. Fundador
del Monasterio Cisterciense del Claraval y muchos otros.
En esta página Biografía Dichos de San Bernardo A la Virgen Otras de nuestras páginas:
De sus sermones:En la plenitud de los tiempos vino la plenitud de la divinidad EpifaníaAmo porque amo, amo por amar Dios. Vendrá a nosotros el Verbo de DiosGracia. Si creció el pecado, más desbordante fue la graciaMaría. Todo el mundo espera la respuesta de MaríaMaría. Sobre las excelencias de la Virgen Madre María. La Madre estaba junto a la cruzMaría. Conviene meditar los misterios de salvaciónSabiduría. Hay que buscar la sabiduría Castidad. La castidad sin la caridad no tiene valor Angeles custodios. Que te guarden en tus caminos.
Santos. Apresurémonos hacia los hermanos que nos esperan
Biografía
San
Bernardo, abad es, cronológicamente, el último de los Padres de la
Iglesia, pero uno de los que mas impacto ha tenido. Nace en Borgoña,
Francia (cerca de Suiza) en el año 1090. Con sus siete hermanos recibió
una excelente formación en la religión, el latín y la literatura.
Personalidad de Bernardo
Bernardo
tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo. Amable,
simpático, Inteligente, bondadoso y alegre. Todo esto y vigor juvenil
le causaba un reto en las tentaciones contra la castidad y santidad. Por
eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse
hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y
brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de
cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.
A grandes males grades remedios.
Como
sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó
sobre el hielo hasta sufrir profundamente el frío. Sabía que a la carne
le gusta el placer y comprendió que si la castigaba así, no vendrían tan
fácilmente las tentaciones. Aquel tremendo remedio le trajo liberación y
paz. S
Una visión cambia su rumbo:
Una
noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el
templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en
brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo
amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó
sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que
arrastra con todo lo que encuentra, Bernardo se fue al convento de
monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior,
San Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía
15 años que no llegaban religiosos nuevos.
La familia que se fue con Cristo.
Bernardo
volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los
amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para ir
a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna
manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y
cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a
sus cuatro hermanos mayores, a su tío y 31 compañeros. Dicen que
cuando llamaron a Nirvardo el hermano menor para anunciarle que se iban
de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a
ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo puedo
aceptar". Y un tiempo después, también él se fue de religioso.
Antes
de entrar al monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que
deseaban entrar al convento para prepararlos por varias semanas,
entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos
fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en el
monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el
monasterio su padre. Su hermana y el cuñado, de mutuo acuerdo
decidieron también entrar en la vida religiosa. Vemos en la historia la
gran influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.
En
la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya
sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar
gentes a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo. Las muchachas
tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las
universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle
hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban
en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como
religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e
hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el
cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900
monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador
de Claraval. En el convento del Cister demostró tales cualidades de
líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue
enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio
apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de
su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval,
que significa valle claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el
día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos
de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros a los pocos
años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval salieron monjes a
fundar otros 63 conventos.
La Predicación de santo.
Lo
llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a
Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a
estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego
como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes
penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San
Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen Santísima.
Los
que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente
tienen que leer los escritos de San Bernardo por la claridad y el amor
con que habla de ella. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de
la Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y repetía
la bella oración que dice: "Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó
decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir". El pueblo
vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz
sonora e impresionante.
Si
se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca
a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu
espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a
María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de
la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a
la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola
no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto
Celestial.
Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
Viajero incansable
El
más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento
dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los
obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera
a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera
que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los
primeros años de religioso se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se
le dañó la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había
guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo errores, animando
desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión
católica. Era el árbitro aceptado por todos. Exclamaba: A veces no me
dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero
estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les
habla, que es necesario atenderlas (ya en las noches pasaría luego sus
horas dedicado a la oración y a la meditación).
De carbonero a Pontífice
Un
hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en su monasterio de
Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a
transportar carbón, lo cual hizo de muy buena voluntad. Llegó a ser un
excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Honorio III.
El santo le escribió un famoso libro llamado "De consideratione",
en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los
que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de
dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la
meditación. Y llegó a decirle:
"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación".
Despedida
gozosa. Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa
en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por Ej., Hacer
hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar)
y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos
fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios
la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba:
"Mi
gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia
mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios
haga lo que a Él mejor le parezca".
Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se
merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos
fieles, y se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de agosto del año
1153. Tenía 63 años. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
San
Bernardo: gran predicador, enamorado de Cristo y de la Madre Santísima:
pídele al buen Dios que nos conceda a nosotros un amor a Dios y al
prójimo, semejante al que te concedió a ti. Quiera Dios que así sea.
Nota interesante: San Bernardo escribió la vida de San Malaquías quién murió en sus brazos camino a Roma.
1. ...
Como hay varias sabidurías, debemos buscar qué sabiduría edificó para
sí la casa. Hay una sabiduría de la carne, que es enemiga de Dios, y una
sabiduría de este mundo, que es insensatez ante Dios. Estas dos, según
el apóstol Santiago, son terrenas, animales y diabólicas. Según estas
sabidurías, se llaman sabios los que hacen el mal y no saben hacer el
bien , los cuales se pierden y se condenan en su misma sabiduría, como
está escrito: Cogeré a los sabios en su astucia;
Perderé la sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los
prudente. Y, ciertamente, me parece que a tales sabios se adapta digna y
competentemente el dicho de Salomón: Vi una
malicia debajo del sol: el hombre que se cree ante sí ser sabio. Ninguna
de estas sabidurías, ya sea la de la carne, ya la del mundo, edifica,
más bien destruyen cualquiera casa en que habiten. Pero hay otra
sabiduría que viene de arriba; la cual primero es pudorosa, después
pacífica. Es Cristo, Virtud y Sabiduría de Dios, de quien dice el
Apóstol: Al cual nos ha dado Dios como sabiduría y justicia,
santificación y redención.
2. Así, pues, esta sabiduría, que era
de Dios, vino a nosotros del seno del Padre y edificó para sí una casa,
es a saber, a María virgen, su madre, en la que talló siete columnas.
¿Qué significa tallar en ella siete columnas sino hacer de ella una
digna morada con la fe y las buenas obras? Ciertamente, el número
ternario pertenece a la fe en la santa Trinidad, y el cuaternario, a las
cuatro principales virtudes. Que estuvo la Santísima Trinidad en María
(me refiero a la presencia de la majestad), en la que sólo el Hijo
estaba por la asunción de la humanidad, lo atestigua el mensajero
celestial, quien, abriendo los misterios ocultos, dice: "Dios, te salve, llena de gracia, el Señor es contigo"; y en seguida: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra".
He ahí que tienes al Señor, que tienes la virtud del Altísimo, que
tienes al Espíritu Santo, que tienes al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo. Ni puede estar el Padre sin el Hijo o el Hijo sin el Padre o sin
los dos el que procede de ambos, el Espíritu Santo, según lo dice el
mismo Hijo: "Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí". Y otra vez: "El Padre, que permanece en mí, ése hace los milagros" . Es claro, pues, que en el corazón de la Virgen estuvo la fe en la Santísima Trinidad.
3. Que poseyó las cuatro principales virtudes como cuatro columnas, debemos investigarlo. Primero veamos si tuvo la fortaleza.
¿Cómo pudo estar lejos esta virtud de aquella que, relegadas las pompas
seculares y despreciados los deleites de la carne, se propuso vivir
sólo para Dios virginalmente? Si no me engaño, ésta es la virgen de la
que se lee en Salomón: ¿Quién encontrará a la mujer fuerte? Ciertamente,
su precio es de los últimos confines. La cual fue tan valerosa, que
aplastó la cabeza de aquella serpiente a la que dijo el Señor: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, tu descendencia y su descendencia; ella aplastará tu cabeza" Que fue templada, prudente y justa,
lo comprobamos con luz más clara en la alocución del ángel y en la
respuesta de ella. Habiendo saludado tan honrosamente el ángel
diciéndole: "Dios te salve, llena de gracia",
no se ensoberbeció por ser bendita con un singular privilegio de la
gracia, sino que calló y pensó dentro de sí qué sería este insólito
saludo. ¿Qué otra cosa brilla en esto sino la templanza? Mas cuando el
mismo ángel la ilustraba sobre los misterios celestiales, preguntó
diligentemente cómo concebiría y daría a luz la que no conocía varón; y
en esto, sin duda ninguna, fue prudente. Da una señal de justicia cuando
se confiesa esclava del Señor. Que la confesión es de los justos, lo
atestigua el que dice: Con todo eso, los Justos confesarán tu nombre y
los rectos habitarán en tu presencia. Y en otra parte se dice de los
mismos: Y diréis en la confesión: Todas las obras del Señor son muy
buenas .
4. Fue, pues, la bienaventurada Virgen María fuerte en
el propósito, templada en el silencio, prudente en la interrogación,
justa en la confesión. Por tanto, con estas cuatro columnas y las tres
predichas de la fe construyó en ella la Sabiduría celestial una casa
para sí. La cual Sabiduría de tal modo llenó la mente, que de su
Plenitud se fecundó la carne, y con ella cubrió la Virgen, mediante una
gracia singular, a la misma sabiduría, que antes había concebido en la
mente pura. También nosotros, si queremos ser hechos casa de esta
sabiduría, debemos tallar en nosotros las mismas siete columnas, esto
es, nos debemos preparar para ella con la fe y las costumbres. Por lo
que se refiere a las costumbres, pienso que basta la justicia, mas
rodeada de las demás virtudes. Así, pues, para que el error no engañe a
la ignorancia, haya una previa prudencia; haya también templanza y
fortaleza para que no caiga ladeándose a la derecha o a la izquierda.
NO ERES MAS SANTO PORQUE NO ERES MAS DEVOTO DE MARÍA. (San Bernardo)
San Bernardo de Claraval
(Clairvaux)
Fiesta: 20 de agosto
(1090-1153)
Cisterciense, Doctor de la Iglesia
Fue el gran
impulsor y propagador de la Orden Cisterciense y el hombre más importante del siglo XII
en Europa.
Fundador del
Monasterio Cisterciense del Claraval y de muchos otros.
Nació en Borgoña
(Francia) en el año 1.090, en el Castillo Fontaines-les-Dijon. Sus padres eran los
señores del Castillo y fue educado junto a sus siete hermanos como correspondía a la
nobleza, recibiendo una excelente formación en latín, literatura y religión.
San Bernardo es,
cronológicamente, el último de los Padres de la Iglesia, pero es uno de los que más
impacto ha tenido en ella.
Fue declarado Santo
en 1.173 por el Papa Alejandro III. Posteriormente, fue declarado Doctor de la Iglesia.
Su
personalidad
Bernardo tenía un
extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo.
Amable, simpático,
inteligente, bondadoso y alegre, incluso muy apuesto, pues sabemos que su hermana
Humbelina le llamaba cariñosamente con el apelativo de "ojos grandes". Durante
algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las
amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno
de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus
placeres.
La visión que
cambió su trayectoria
Una noche de
Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, se quedó dormido y
le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le
ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este
día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que
arrastra con todo lo que encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos
llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban Harding lo aceptó con
gran alegría.
Toda su familia
ganada para Cristo.
Bernardo volvió a
su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era
desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. La familia no
aceptaba de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas
y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro
hermanos mayores, a su tío y 30 compañeros de la Nobleza que dejaron todo para unirse a
Cristo . Dicen que cuando llamaron a Nirvardo el hermano menor para anunciarle que se iban
de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Con que ustedes se van a
ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo puedo
aceptar". Y un tiempo después, también él se hizo religioso del Cister.
Antes de entrar al
monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que deseaban entrar al convento para
prepararlos durante varias semanas, entrenándolos acerca del modo de cómo debían
comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años,
entra en el monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el
monasterio su padre. Su hermana Humbelina y su cuñado, de mutuo acuerdo decidieron
también entrar en la vida religiosa. Posteriormente llegó también su hermana Humbelina
a la gloria de los altares. Vemos en la historia la gran influencia de las relaciones
tanto para bien como para mal.
En la historia de
la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de
atracción tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el que recibió
Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las
universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las
excelencias y ventajas espirituales de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos
a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300
conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo
llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que
900 monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador de
Claraval. En el convento del Cister demostró tales cualidades de líder y de santo, que a
los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo
convento. Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar
el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que
significa "valle claro" ya que allí el sol ilumina fuerte todo el
día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que
habiendo comenzado con sólo 20 compañeros, a los pocos años tenía 130 religiosos. De
este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos. (Trois Fontaines,
Fontenay, Foigny, etc.,).
Su Predicación.
Le llamaban
"El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a
Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas
y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de
mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar
a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen
Santísima.
Fue el gran
enamorado de la Virgen Santísima. Se adelantó en su tiempo a considerarla medianera de
todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su Hijo Nuestro Señor . A San
Bernardo se le deben las últimas palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh
piadosa, oh dulce Virgen María"., así como la bellísima oracion del "Acordaos"
cuyo texto íntegro reproducimos en otro apartado de este texto). Tal era su Amor a la
Virgen que teniendo costumbre de saludarla siempre que pasaba ante una imagen de ella con
las palabras "Dios te Salve María", la
imagen un día le contestó "Dios te salve, hijo mío Bernardo".
Los que quieren
progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de
San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. El pueblo vibraba de
emoción cuando le oía hablar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante:
Si se levantan las tempestades de
tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María.
Si la sensualidad de tus sentidos
quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella,
invoca a María.
Si el recuerdo de tus muchos
pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella
del cielo y rézale a la Madre de Dios.
Siguiéndola, no te perderás en el
camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al
Puerto Celestial.
Sus bellísimos
sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran
provecho.
Así como también
de entre sus numerosísimos libros y textos se halla el de unas reflexiones de gran
importancia llamado "La Consideración" leído por
varios Papas, entre ellos el Papa Juan XXIII.
En él propone una
serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados, no vayan a
cometer el gravísimo error de descuidar la humildad y/o dedicarse solamente a actividades
exteriores descuidando la oración y la meditación. En una de sus reflexiones, comenta:
"Malditas
serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la
meditación".
Las dos ideas
fundamentales que nos transmite San Bernardo son:
1.- La mediación universal de la
Virgen
2.-
La necesidad filial de invocarla en todas las circunstancias.
Viajero
infatigable
El más profundo
deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la
meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le
pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su
ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los
primeros años de religioso se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le dañó el
aparato digestivo) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo
las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para
defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos. Exclamaba:
"A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar.
Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es
necesario atenderlas" (ya en las noches pasaría luego sus horas dedicado
a la oración y a la meditación).
Despedida gozosa.
Después de haber
llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios
milagros (como por ejemplo hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que
tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con
religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la
gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba:
"Mi gran
deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me
mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le
parezca". Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante, y que
se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo
llevó a su eternidad feliz, el 20 de agosto del año 1153. Tenía 63 años.
ANÉCDOTA
Le sucedió a San
Bernardo, siendo muy joven, cuando todavía no había entrado en la vida monástica.
Bernardo era muy guapo, de porte elegante y alto.
En cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la
noche, por lo que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa. La dueña los recibió
bien, e insistió en que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada.
Durante la noche, la mujer se presentó en la habitación con intenciones deshonestas.
Bernardo, en cuanto se dio cuenta de lo que se avecinaba, fingió con gran presencia de
ánimo creer que se trataba de un intento de robo, y con toda su fuerza empezó a gritar:
-¡Ladrones, ladrones! La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el
grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario
ladrón, pero Bernardo, contestó con toda tranquilidad:
-No fue ningún
sueño. El ladrón entró indudablemente en la habitación, pero no para robarme el oro y
la plata, sino algo de mucho más valor."
ORACIÓN
Acordaos, oh
piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han
acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, reclamando vuestra asistencia,
haya sido desamparado de Vos.
Animado por esta
confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes; y gimiendo bajo el peso de mis
pecados, me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas;
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Sermón: EL ESPÍRITU SANTO ACTÚA EN NOSOTROS DE CUATRO MANERAS
1. Cristo nos ofrece una doble realidad:
por una parte, lo que no logramos conocer, como su generación divina,
de la cual se dice: ¿Quién puede explicar su nacimiento? Y por
otra parte, todo lo que podemos conocer de sus obras divinas. Y lo mismo
nos sucede con el Espíritu Santo: nuestros sentidos no perciben cómo
procedel del Padre y del Hijo siendo igual y coeterno al Padre y al
Hijo. En cambio, nos resulta evidente porque él nos ha enseñado cómo
actúa su gracia en nosotros.
Las obras del Espíritu Santo tienen un
doble enfoque: unas son para nuestro bien y otras para el del prójimo.
Lo que hace para nosotros mismos es, en primer lugar, fomentar la
compunción borrando nuestros pecados; en segundo lugar suscita el
fervor, ungiendo y sanando las heridas; en tercer lugar nos da capacidad
de conocer, y con ese pan nos sustenta y robustece; y en cuarto lugar
nos embriaga de vino, aumentando todos estos dones e infundiendo el
amor.
Otros carismas, como la sabiduría, la
ciencia, el consejo, etcétera, nos los concede para bien del prójimo.
Por eso el Apóstol, al hablar de los diversos dones, no dice solamente: Este recibe del Espíritu la sabiduría, y aquel la ciencia; sino que añade: palabras de sabiduría, palabras de ciencia, y así indica que estos dones se conceden para los otros, es decir, para edificar a los demás.
2. En estas obras es preciso evitar dos
peligros: compartir con el prójimo lo que se nos da para nosotros, y
reservarnos lo que se nos concede para los demás. Pues si nos apropiamos
lo que recibimos para bien de los demás, faltamos a la caridad y se nos
dice: ¿Para qué valen la sabiduría escondida y el tesoro oculto? Y
si damos a conocer a los hombres los dones que recibimos de Dios en vez
de agradecérsele a él en lo íntimo del corazón, perdemos la humildad y
merecemos aquel reproche: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido?
En ambos casos nos ponemos en
peligro: en el primero perdemos la humildad y en el segundo la caridad.
¿Y es preciso salvarse sin humildad y sin caridad?
En consecuencia, el orden adecuado de
nuestro progreso es éste: aprovecharnos en primer lugar de esos dones
como la compunción y otros semejantes; y la la gracia del Espíritu Santo
suscita otros, como la sabiduría o la ciencia, procuremos compartirlos
con el prójimo. De esta manera, si nos reservamos lo que nos conviene a
nosotros y repartimos generosamente entre todos lo que se nos da para
bien del prójimo, alcanzaremos ese don del Espíritu Santo que llamamos
descreción de espíritus.
RESUMEN:
El Espíritu Santo nos da unos dones para nosotros y otros para los demás.
Para nosotros nos otorga, en primer
lugar, fomentar la compunción borrando nuestros pecados; en segundo
lugar suscita el fervor, ungiendo y sanando las heridas; en tercer lugar
nos da capacidad de conocer, y con ese pan nos sustenta y robustece; y
en cuarto lugar nos embriaga de vino, aumentando todos estos dones e
infundiendo el amor.
Otros carismas, como la sabiduría, la ciencia, el consejo, etcétera, nos los concede para bien del prójimo.
En estas obras es preciso evitar dos
peligros: compartir con el prójimo lo que se nos da para nosotros, y
reservarnos lo que se nos concede para los demás. De no ser así
faltaremos a la humildad y a la caridad. En cualquier caso procuraremos
empezar por utilizar los dones que, generosamente, nos da para nosotros
mismos.
Sermón: EL BESO DEL ESPÍRITU SANTO
1. Que me bese con el beso de su boca.
La boca del Padre es el Hijo, pues al Hijo lo conoce sólo el Padre, y al
Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere
revelar. Pero todos los que reciben esta revelación sobre el Padre o el
Hijo, es obra del Espíritu Santo. Por eso, cuando Pedro dijo al Señor:
Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, él le respondió: ¡Dichoso tú,
Simón, hijo de Jonás!-que significa hijo de la paloma-, porque eso no te
lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo.
Lo confirma también el Apóstol. Viene
diciendo que ojo nunca vio, ni oreja oyó, ni hombre alguno ha imaginado
lo que Dios ha preparado para los que le aman. Y añade: Pero Dios nos lo
ha revelado por medio de su Espíritu. Según esto, parece que la esposa
tiene la gracia del Espíritu Santo, y de eso modo comprende que el Hijo
es igual al Padre. Pues no dice: "Que me bese con su boca" con lo cual
se referiría al beso único del Padre, inaccesible a toda criatura por
ser imposible igualarse al Padre. Sino que dice: Con el beso de tu boca.
Sabemos que el beso es común al que lo da y lo recibe. Por eso, si el
Padre y el Hijo se besan mutuamente, ese ósculo es, sin lugar a dudas,
es Espíritu Santo.
2. Ese beso ansía la esposa al exclamar:
Que me bese con el beso de su boca. Y ese es el beso que ha recibido,
como lo atestigua Pablo: Como sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones es Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba, Padre! Ese beso
prometía también el Salvador al exhortar a sus discípulos a cosas buenas
a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu
bueno a los que se lo pidan?
Al estamparte ese beso, el Verbo esposo
concede al alma racional el conocimiento de Dios y el amor de la
virtud, y los dos labios que le besan son la virtud y la sabiduría de
Dios. Sí, la sabiduría otorga conocimiento y el amor es fruto de la
virtud. El alma, por su parte, también posee dos labios para besar a su
esposo: son el entendimiento y la voluntad. La inteligencia capta la
sabiduría y la voluntad la virtud. Si es únicamente la inteligencia
quien percibe el conocimiento de la sabiduría, y la voluntad carece del
amor a la virtud, el beso no es perfecto; y al contrario, si la voluntad
recibe el amor y la inteligencia está vacía de conocimiento, el beso
tampoco es perfecto. Unicamente es total y perfecto cuando la sabiduría
ilumina la inteligencia y la virtud impulsa la voluntad.
RESUMEN
El Espíritu Santo es el beso que une al
Padre y al Hijo. Los creyentes no podemos captar el contacto físico sino
el beso, independiente como algo etéreo. Para captar ese beso hace
falta entendimiento y voluntad. La carencia de uno de estos dos labios
hará que el beso se incompleto e imperfecto.
Sermón: ¡CUIDADO CON LOS APLAUSOS HUMANOS!
Si encuentras miel como lo justo, no
sea que te hartes y la vomites. Podemos traducir con mucha propiedad la
palabra miel por el halago de los aplausos humanos. Y con toda razón se
nos recomienda no abstenernos completamente de este alimento, sino de
tomarla con exceso. Porque a veces nos resulta provechoso recibir
alabanzas humanas, esto es, cuando actuamos por amor fraterno y el bien
de los demás, pues de este modo nos resulta más llevadero. Manteniendo
esta sobriedad, no peligra el uso moderado de esta miel. Todo lo que
pasa de ahí es malo y pernicioso.
Efectivamente, come demasiada miel
quien se vuelva a ella con ansiedad y se hincha, se ceba y satura de los
halagos y gloria mundana. El Profeta santo pide al Señor que le libre
de ello, expresando este favor humano no con la metáfora de la miel,
sino con otra muy semejante, la del aceite. Que el ungüento del impío no perfume mi cabeza.
¿Quieres saber cuándo vomita
este desenfrenado devorador de miel lo que ha comido hasta saciarse y
sin moderación? Cuando oiga que otro cualquiera recibe alabanzas, él se
retorcerá de envidia; y entonces esos aplausos que tragaba sin otra
finalidad que la de regodearse en la lisonja humana, los vomitará con
una angustia semejante al horrendo placer con que los devoró. El
espíritu que se entrega a la vanidad y que se hincha de arrogancia, sólo
ve desprecios en las alabanzas que reciben los demás.
RESUMEN
Las alabanzas (la miel) no son negativas
pues nos estimulan en nuestra labor. La señal de que no son adecuadas,
es cuando las alabanzas que reciben los demás nos produce envidia. Esa
sensación hace de la ingesta, y del rechazo de la alabanza ajena, algo
parecido al vómito.
Orden del Císter
La orden cisterciense (en latín: Ordo cisterciensis, o.Cist.), igualmente conocida como orden del Císter o incluso como santa orden del Císter ( Sacer ordo cisterciensis, s.o.c.) es una orden monástica católica reformada, cuyo origen se remonta a la fundación de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes en 1098. Esta abadía se encuentra donde se originó la antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia.
La orden cisterciense desempeñó un papel protagonista en la historia religiosa del siglo XII. Su influencia fue particularmente importante en el este del Elba donde la orden hizo «progresar al mismo tiempo el cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras». 1
Como restauración de la regla benedictina inspirada en la reforma gregoriana, la orden cisterciense promueve el ascetismo, el rigor litúrgico dando importancia al trabajo manual. Además de la función social que ocupó hasta la Revolución francesa,
la orden ejerció una influencia importante en los ámbitos intelectual o
económico, así como en el ámbito de las artes y de la espiritualidad.
Debe su considerable desarrollo a Bernardo de Claraval ( 1090- 1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcionales. Su influencia y su prestigio personal hicieron que se convirtiera en el cisterciense más importante del siglo XII, pues, aun no siendo el fundador, sigue siendo todavía hoy el maestro espiritual de la orden. 2
En nuestros días, la orden cisterciense está formada por dos órdenes
diferentes. La orden de la «Común Observancia» contaba en 1988 con más
de 1.300 monjes y 1.500 monjas, repartidos respectivamente en 62 y 64
monasterios. La Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia,
también llamada O.C.S.O., comprende hoy en día cerca de 2.000 monjes y
1.700 monjas, comúnmente llamados trapenses porque provienen de la
reforma de la abadía de la Trapa, repartidos en 106 monasterios masculinos y 76 femeninos. 3 4 Las dos órdenes cistercienses actualmente mantienen vínculos de colaboración entre ellas.
Su hábito es túnica blanca y escapulario negro, retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la tradicional cogulla monástica, de color blanco. De hecho, se los llamó en la Edad Media «monjes blancos», en oposición a los «monjes negros» que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación «monjes bernardos» o simplemente «bernardos», por el impulso que dio a la orden Bernardo de Fontaine.
Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos. Fue en el IV Concilio de Letrán en 1215 cuando la palabra «benedictino» apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna orden centralizada, 5 por oposición a los cistercienses.
Abadía de Pontigny, fundada en 1114, segunda fundación o hija de la Orden.
Historia
Antecedentes de la orden cisterciense
En Occidente, en el cambio entre el siglo XI y el siglo XII, eran numerosos los cristianos que buscaban «nuevas vías de perfección» espiritual. 6
La Regula Sancti Benedicti fue también, a finales del siglo
XI, una formidable fuente de inspiración para los movimientos que se
esforzaban en buscar la perfección espiritual al conjugar el ascetismo y
el rigor litúrgico rechazando la ociosidad en contraposición al trabajo
manual. Como la Orden de Grandmont o la Orden Cartuja, fundada por San Bruno en 1084,
la Orden Cisterciense estuvo marcada en su nacimiento por la necesidad
de reforma y la inspiración evangélica, de la misma forma que la
experiencia de Robert de Arbrissel, fundador de la Orden de Fontevraud en 1091, o la eclosión de los capítulos de canónigos basados en la regla de San Benito. 7
Los padres fundadores
La forma de vida cisterciense comenzó a fraguarse con la fundación de la abadía de Notre-Dame de Molesmes por Roberto de Molesmes en 1075, en la región de Tonnerre. 8
Roberto de Molesmes había nacido en Champaña
y estaba emparentado con la familia Maligny, una de las más importantes
de la región. Comenzó su noviciado a la edad de quince años en la
abadía de Moutiers-la-Celle, en la diócesis de Troyes,
donde llegó a ser prior. Imbuido del ideal de restauración de la vida
monástica tal como fue instituida por San Benito, abandonó el monasterio
en 1075
para ponerlo en práctica. Compartió la soledad, la pobreza, el ayuno y
la oración con siete ermitaños, cuya vida espiritual dirigió. Se
instalaron en el bosque de Collan, o Colán, cerca de Tonnerre. 9 Gracias a los señores de Maligny, el grupo se estableció en el valle del Laignes, en la localidad de Molesmes. 10 Adoptaron reglas similares a las de los camaldulenses, combinando la vida comunal de trabajo y el oficio benedictino con el eremitismo. 11
Esta fundación fue un éxito. La nueva abadía atrajo a numerosos
visitantes y donantes, religiosos y laicos. «Quince años después de su
fundación, Molesmes se asemejaba a cualquier abadía benedictina próspera
de su época.» 12 Pero las exigencias de Roberto y de Albéric fueron mal aceptadas. Se produjeron divisiones en el seno de la comunidad. En 1090,
Roberto, con algunos compañeros, decidió alejarse durante un tiempo de
la abadía y sus disensiones, estableciéndose con algunos hermanos en
Aulx para llevar una vida de ermitaño. 13 Sin embargo, fue obligado a regresar a la abadía que dirigía en Molesmes. 14
Sabía que no conseguiría satisfacer su ideal de soledad y pobreza en
Molesmes donde los partidarios de la tradición se oponían a los de la
renovación. Por ello, Roberto obtuvo la autorización de Hugues de Die,
legado del Papa, y aceptó un lugar solitario ubicado en el bosque
pantanoso de la baja región de Dijon para retirarse y practicar, con la mayor austeridad, la regla de San Benito. El lugar se lo propusieron el duque de Borgoña, Eudes I, y sus primos lejanos los vizcondes de Beaune. 15 Alberico y Esteban Harding, así como otros veintiún monjes fervorosos, lo acompañaban. Se instalaron el 21 de marzo de 1098 en el lugar conocido como La Forgeotte, alodio concedido por Renard, vizconde de Beaune, para fundar allí otra comunidad denominada durante un tiempo el novum monasterium. 16
El «nuevo monasterio»
El abaciado de Roberto
Los inicios del novum monasterium, 17
en edificios de madera rodeados de una naturaleza hostil, fueron
difíciles para la comunidad. La nueva fundación se benefició, no
obstante, del apoyo del obispo de Dijon. Eudes de Borgoña
también dio muestras de generosidad; Renard de Beaune, su vasallo,
cedió a la comunidad las tierras que lindaban con el monasterio. 18
La benévola protección del arzobispo Hugues permitió la edificación de
un monasterio de madera y de una humilde iglesia. Roberto tuvo el tiempo
justo de recibir del duque de Borgoña una viña en Meursault, ya que, tras un sínodo celebrado en Port d’Anselle en 1099 que legitimó la fundación del novum monasterium, se vio obligado volver a Molesmes, donde encontraría la muerte en 1111.
La historiografía cisterciense censuró durante algún un tiempo la
memoria de los monjes que regresaron a Molesmes. Así, los escritos de Guillermo de Malmesbury, y luego el Pequeño y el Gran Exordio,
se hallan en el origen de la leyenda negra que, en el seno de la orden,
persiguió a Roberto y a sus compañeros de Molesmes «a quienes no les
gustaba el desierto.» 19
El abaciado de Alberico
Roberto dejó la comunidad en manos de Alberico,
uno de los más fervientes partidarios de la ruptura con Molesmes.
Alberico, administrador eficaz y competente, obtuvo la protección del
papa Pascual II ( Privilegium Romanum) quien promulgó el 19 de octubre de 1100 la bula Desiderium quod.
Alberico, enfrentado a numerosas dificultades materiales, desplazó su
comunidad dos kilómetros más al sur, a orillas del Vouge, para encontrar
un suministro suficiente de agua. 20 Bajo sus órdenes se construyó una iglesia a unos centenares de metros del lugar inicial. El 16 de noviembre de 1106 Gauthier, obispo de Chalon,
consagró en este nuevo lugar la primera iglesia construida en piedra.
Alberico consiguió mantener el fervor espiritual en el seno de su
comunidad, a la que sometió a una ascesis muy dura. Pero Cîteaux
vegetaba, las vocaciones eran escasas y sus miembros envejecían. Los
años parecían difíciles para la pequeña comunidad ya que «los hermanos
de la Iglesia de Molesmes y otros monjes vecinos no dejaban de acosarlos
y de perturbarlos». 21
Sin embargo, la protección del duque de Borgoña, la de su hijo Hugo II, con posterioridad a 1102, y los clérigos surgidos del valor de la comunidad, permitieron un primer desarrollo. A partir de 1100 el monasterio atrajo a algunos neófitos; algunos novicios se incorporaron al grupo. 22
Durante su abaciado, Alberico hizo adoptar a los monjes el hábito de
lana cruda distinto del hábito negro de los monjes de la orden de Cluny. Ello les valdría a los cistercienses los apodos de «monjes blancos», 23 «benedictinos blancos» o «bernardinos», del nombre de san Bernardo, por oposición a los benedictinos o «monjes negros». 24
Alberico definió el estatuto de los hermanos conversos, religiosos
que no eran ni clérigos ni monjes, pero sujetos a la obediencia y a la
estabilidad y que llevaban a cabo el grueso de los trabajos manuales.
También hizo emprender el trabajo de revisión de la Biblia que sería
concluido bajo el abaciado de Esteban Harding. 25
El abaciado de Esteban Harding
Esteban Harding y el abad de Saint-Vaast d' Arras depositando su abadía a los pies de la Virgen. 26
En 1109, Esteban Harding se hizo cargo de los destinos de Cîteaux,
sucediendo a Alberico tras la muerte de este último. Esteban, noble
anglosajón de sólida formación intelectual, era un monje formado en la
escuela de Vallombreuse que ya había desempeñado un papel protagonista
en los acontecimientos de 1098. Mantuvo excelentes relaciones con los señores locales. La benevolencia de la castellana de Vergy
y del duque de Borgoña garantizaron el desarrollo material de la
abadía. La revalorización de las tierras garantizó a la comunidad los
recursos necesarios para su subsistencia. El fervor de los monjes
confirió a la abadía un gran renombre. En abril de 1112 o mayo de 1113, 27 el joven caballero Bernardo de Fontaine,
junto a una treintena de compañeros, hizo su entrada en el monasterio
cuyos destinos transformaría. Con la llegada de Bernardo, la abadía se
engrandeció. Los postulantes fluyeron, los efectivos crecieron e
impulsaron a Esteban Harding a fundar «abadías filiales».
La fundación de la orden
En 1113 se fundó la primera abadía filial en La Ferté, en la diócesis de Chalon-sur-Saône, seguida por la de Pontigny, en la diócesis de Auxerre, en 1114. En junio de 1115, Esteban Harding envió a Bernardo con doce camaradas a fundar la abadía de Claraval, en Champaña. El mismo día, una comunidad monástica partió de Cîteaux para fundar la abadía de Morimond.
Sobre este tronco de las cuatro filiales de Cîteaux, la orden se desarrolló y la familia cisterciense creció durante todo el siglo XII. A partir de 1120
la orden se estableció en el extranjero. Finalmente, junto a los
monasterios de hombres se crearían conventos de monjas. El primero se
estableció en 1132 por iniciativa de Esteban Harding en Tart-l'Abbaye, siendo el de Port-Royal-des-Champs uno de los más célebres.
Para Esteban Harding, organizador de la orden y gran legislador, la
obra que veía nacer era aún frágil y precisaba ser reforzada. Las
abadías creadas por Cîteaux necesitaban el vínculo que sería la marca de
su pertenencia a la aplicación estricta de la regla de San Benito y
hacer solidarias a las comunidades monásticas. La Carta de Caridad que él elaboró se convirtió en el cimiento que garantizaría la solidez del edificio cisterciense.
La Carta de caridad
Entre 1114 y 1118, Esteban Harding redactó la Carta Caritatis o Carta de caridad,
texto constitucional fundamental en el cual se basa la cohesión de la
orden. En ella estableció la igualdad entre los monasterios de la orden.
El cumplimiento de la unidad de observancia de la regla de San Benito tenía por objeto organizar la vida diaria e instaurar una disciplina uniforme en el conjunto de las abadías. El papa Calixto II la aprobó el 23 de diciembre de 1119 en Saulieu. La Carta fue objeto de diferentes actualizaciones.
Esteban Harding previó que cada abadía, aun conservando una gran
autonomía —en particular financiera—, dependiera de una abadía madre: la
abadía que la fundó o aquella a la que estuviese vinculada. Sus abades,
elegidos por la comunidad, controlarían la abadía a su criterio. Al
mismo tiempo, supo prever sistemas eficaces de control, evitando la
centralización. La abadía madre tenía derecho de fiscalización y su abad
debía visitarla anualmente.
Esteban Harding instituyó el Capítulo general en la cumbre de la
Orden como órgano supremo de control. El Capítulo general reunía, cada
14 de septiembre y bajo la presidencia del abad de Cîteaux que fijaba el
programa, a todos los abades de la orden, que estaban obligados a
asistir personalmente o, excepcionalmente, a estar representados. Todos
tenían el mismo rango excepto los abades de las cuatro ramas
principales.
Por otra parte, el Capítulo general decretaba estatutos y realizaba
las adaptaciones necesarias en las normas que regían la orden. Las
decisiones tomadas en estas asambleas se anotaban en registros llamados Statuta, instituta et capitula.
Este sistema, como subraya Dom J. M. Canivez, permitió «una unión,
una intensa circulación de vida y un verdadero espíritu de familia que
agrupaba en un cuerpo compacto a las abadías surgidas de Cîteaux».
Bernardo de Claraval y la expansión de la orden
Bernardo de Claraval
La orden debe el considerable desarrollo que conoció en la primera mitad del siglo XII a Bernardo de Claraval ( 1090- 1153), el más célebre de los cistercienses y a quien se puede considerar como su maestro espiritual. 28
Sus orígenes familiares y su formación, sus apoyos y sus relaciones, su
propia personalidad, explican en gran parte el éxito cisterciense.
Su familia era conocida por su piedad; su madre le transmitió su
inclinación por la soledad y la meditación. Decidió no abrazar el oficio
de las armas e intentó retirarse del mundo. Sin embargo, durante su
vida religiosa conservó un agudo sentido del combate. «Una vez
convertido en monje, Bernardo sigue siendo un caballero que alienta a
los que combaten por Dios». 29 Persuasivo y carismático, animó a muchos de sus parientes a seguirlo a Cîteaux, abadía próxima a las tierras de su familia. 30
Solamente tres años después de su entrada en la orden cisterciense, Bernardo, consagrado abad por Guillermo de Champeaux, obispo de Châlons-sur-Marne, se puso a la cabeza de la abadía de Claraval el 25 de junio de 1115.
«Durante diez años se entrega por entero a la comunidad de la que era [...] el padre. Después de Claraval, ya bien establecido y arraigado, a su vez prolífico, esparcida también su descendencia por todas partes, en Trois-Fontaines, en Fontenay, en Foigny, Bernardo habla solamente para los religiosos de su monasterio».
-
- — Georges Duby, Saint Bernard et l'art cistercien, op cit., p. 10.
Bernardo de Claraval enseñando en la sala capitular, Heures d'Étienne Chevalier, ilustradas por Jean Fouquet, museo Condé, Chantilly.
Sin dejar de ocuparse de Claraval, de donde seguiría siendo abad toda
su vida, Bernardo tuvo una influencia religiosa y política considerable
fuera de su orden. 31
Durante toda su vida se guio por la defensa de la orden cisterciense y
sus ideales de reforma de la Iglesia. Se lo encontraba en todos los
frentes y su vida fue rica en paradojas. Proclamó su deseo de retirarse
del mundo y, sin embargo, no dejó de mezclarse en los asuntos del mundo.
De buen grado impartía lecciones, pero, seguro de la superioridad del
espíritu cisterciense, abrumaba con sus reproches a sus hermanos
cluniacenses. 32
Tuvo muy duras palabras para fustigar a los clérigos y a los prelados
que sucumbían a las riquezas materiales y al lujo. No desdeñó la
picardía, la astucia, la mala fe o las injurias para abatir a su
adversario. El teólogo Pedro Abelardo sufrió en persona esta dura experiencia. 33 Estuvo en el Languedoc intentando frenar los progresos de la herejía. Recorrió Francia y Alemania movilizando a las muchedumbres tras la predicación de Vézelay, el 31 de marzo de 1146, para predicar la Segunda Cruzada. Intervino en la controversia entre dos papas elegidos simultaneámente consiguiendo hacer triunfar la causa de Inocencio II sobre Anacleto II) y llegó a ser referencia de soberanos pontífices. 34
Las fundaciones prosiguieron a un ritmo constante. La orden, con su base borgoñona, se extendió por el Dauphiné y el Marne; luego, en poco tiempo, todo el Occidente cristiano. No ha habido una nación católica, desde Escocia a Tierra Santa, de Lituania y Hungría a Portugal, que no haya conocido a los cistercienses en alguno de sus setecientos sesenta y dos monasterios. 35
De Claraval surgió, en suma, la mayor rama de la orden cisterciense:
trescientas cuarenta y una casas, ochenta de ellas filiales directas,
dispersadas por toda Europa; aún más que Cluny, que sólo contaba con alrededor de 300. 36
Así pues, gracias al número de sus filiales que sobrepasaba a las de
Cîteaux, el peso de la abadía de Claraval no dejó de crecer, en
particular en las decisiones tomadas en los Capítulos generales. 37
Al morir, el 20 de agosto de 1153, honrado por todo el mundo cristiano, convirtió a Cîteaux en uno de los principales centros de la cristiandad.
La organización de la orden
«Debemos ser unánimes, sin divisiones entre nosotros: todos juntos,
un solo cuerpo en Cristo, siendo miembros los unos de los otros»
- — San Bernardo, Sermon pour la Saint-Michel, I, 8.
La regla benedictina
solicita una síntesis entre exigencias opuestas: independencia
económica y actividad litúrgica, actividad apostólica y rechazo del
mundo. Los Statuts des moines cisterciens venus de Molesme ( Estatutos de los monjes cistercienses venidos de Molesmes),
redactados en los años cuarenta del siglo XII, son una propuesta de
normalización del ideal primitivo: estricta observancia de la regla
benedictina, búsqueda del aislamiento, pobreza integral, rechazo de los
beneficios eclesiásticos, trabajo manual y autarquía. Los primeros
abades de Cîteaux habían encontrado este equilibrio en la sencillez, en
la ascesis y el gusto por el cultivo. Los siglos XII y XIII, marcados
por los escritos de sus fundadores, debían permitir profundizar y
apuntalar estos principios de organización. Pero a partir del abaciado
de Esteban Harding, apareció una legislación bajo la forma La Charte de charité et d'unanimité ( La Carta de caridad y de unanimidad)
que regulaba las relaciones de las abadías madre, de sus filiales y
pequeñas filiales. La multiplicación de las fundaciones y la extensión
de este nuevo monacato exigían una nueva reflexión sobre su
administración. Para Philippe Racinet, «la organización cisterciense es
una obra maestra de construcción institucional medieval». 38
La exención de la jurisdicción episcopal permitió a la orden de Cîteaux
poner a punto dos instituciones que debían convertirse en su fuerza: el
sistema de visitas de los abades-padres y el Capítulo general anual. 39 Al mismo tiempo, muy probablemente entre 1097 y 1099, el abad Esteban hacía poner por escrito el relato de las fundaciones.
La «abadía madre» y sus filiales
Primeras filiales de Cîteaux en 1115 y máxima expansión de la orden a finales del siglo XIII.
Los recién llegados, integrados en establecimientos geográficamente
distantes, recibían formación apropiada en la casa que los acogía. Para
favorecer la cohesión, evitar discordias y fundar relaciones orgánicas
entre los monasterios, en 1114 Esteban redactó una Carta de unanimidad y de caridad. 40 Esta carta, en tanto que documento jurídico, « regula
el control y la continuidad de la administración de cada casa, [...]
define las relaciones de las casas entre ellas y asegura la unidad de la
orden». 41 No se completó hasta 1119; después, debido a nuevas dificultades, se modificó hacia 1170 para dar nacimiento a la Charte de charité postérieure ( Carta de caridad posterior).
Por su espíritu, se separaba del modelo cluniacense de «familia»
jerarquizada, ofreciendo amplia autonomía a cada monasterio. Cîteaux
permanecía como autoridad espiritual guardiana de «la observancia de la
santa regla» establecida en el «nuevo monasterio».
Cada monasterio, según el principio de caridad, tenía el deber de
socorro a las fundaciones más desamparadas, mientras que las abadías
madres garantizaban el control y la elección de los abades dentro de las
abadías filiales. El abad de Cîteaux, por medio de sus consejos y en
sus visitas, conservaba una autoridad superior. Cada abad debía ir a
Cîteaux todos los años, en torno a la fiesta de la Santa Cruz, el 14 de septiembre,
para el Capítulo general, como órgano supremo de gobierno y de
justicia, a resultas del cual se promulgaban estatutos. Este
procedimiento no era enteramente original puesto que se remontaba,
también, a los orígenes de la orden de Vallombreuse, pero la inspiración procedía del convenio entre Molesmes y Aulps, firmado en 1097 bajo el abaciado de Roberto. Desde finales del siglo XII, el Capítulo estuvo asistido por un comité de definidores nombrados por el abad de Cîteaux; era el Définitoire
(Definitorio). Los cistercienses aceptaron, sin embargo, el apoyo y el
control del obispo del lugar en caso de conflicto en el seno de la
orden. Así, a partir de 1120, en el plano jurídico y normativo, lo
esencial de lo que constituía la orden reposaba sobre principios sólidos
y coherentes.
Los lugares cistercienses
La abadía de Pontigny, establecida en el valle del Serein, en la frontera de los condados de Auxerre, Nevers y Tonnerre.
« Bernardus valles amabat», «Bernardo amaba los valles». La
elección del lugar cisterciense respondía con frecuencia a este
proverbio, como prueba la toponimia cisterciense: abadía de Císter,
Clairvaux, Bellevaux, Clairefontaine, Droiteval. 42
El valle arbolado debía contener, en extensiones amplias, todos los
ingredientes que respondiesen a las necesidades de la vida monástica,
sin encontrarse demasiado lejos de los ejes de circulación. 43
El lugar debía permitir el aislamiento, conforme a una vida fuera del
mundo; además, debían tenerse en cuenta las posibles relaciones con los
señores locales. En opinión de Terryl N. Kinder, los valles
«delimitaban un territorio “neutral” donde los nobles belicosos de las
dos orillas estaban en tregua, pero que, por su posición estratégica, no
servían para uso doméstico.» 44 Pero, sobre todo, los valles estaban disponibles, por lo que debían de ser poco atractivos.
Sin embargo, no conviene exagerar el carácter malsano de estos
lugares; los cistercienses no buscaban deliberadamente pantanos
insalubres. Las numerosas referencias a «lugares de horror» en los
documentos primitivos remiten a topoi bíblicos. El lugar debía
presentar ventajas y recursos suficientes y, a menudo, la elección
inicial no presentaba todas las características requeridas. Por ello,
las fundaciones fueron a menudo largas y peligrosas y la nueva abadía
solo se consagraba a condición de que el oratorio, el refectorio, el
dormitorio, el alojamiento y la portería estuviesen bien situados. 45
Según Kinder, si la elección de una fundación dependía de « una sabia mezcla hecha de piedad, política y pragmatismo, [...] el paisaje quizá desempeñó un papel en la formación de la espiritualidad de la nueva orden». 46
Cîteaux, vanguardia de la Iglesia
La espiritualidad cisterciense, de acuerdo con el ideal de pobreza en
boga en aquella época, atrajo numerosas vocaciones, en particular
gracias a la energía y al carisma de Bernardo de Claraval. La orden
recibió también numerosas donaciones tanto de gente humilde como de los
poderosos. Entre estos donantes se cuentan personalidades de primer
orden, como los reyes de Francia, Inglaterra, España o Portugal, el
duque de Borgoña, el conde de Champaña, obispos y arzobispos. 47
Esta evolución sostuvo el desarrollo de las filiales de la orden que,
a la muerte de Bernardo, contaba con trescientos cincuenta monasterios, 48 sesenta y ocho de ellos establecidos por Claraval. La expansión se produjo por diáspora, por sustitución o por incorporación.
La línea de Claraval llegó a contar con hasta 350 monasterios, la de
Morimond más de 200, la de Cîteaux un centenar, solamente una cuarentena
la de Pontigny y menos de veinte la de La Ferté. A partir de 1113, las primeras monjas se instalaron en el castillo de Jully. Se instituyeron en 1128 en la abadía de Tart, en la diócesis de Langres, y adoptaron el nombre de « Bernardines». Los monasterios del suburbio de Saint-Antoine, en París, y de Port-Royal-des-Champs eran los más famosos de los que las monjas ocuparon posteriormente.
- El desarrollo cisterciense en los siglos XII y XIII49
Periodos |
Número de establecimientos
integrados en la orden |
En territorio francés |
1151-1200 |
209 |
59 / (28%) |
1201-1250 |
120 |
13 / (11%) |
1251-1300 |
46 |
3 / (6,5%) |
1151-1300 |
375 |
75 |
Como consecuencia del crecimiento de la orden con la fundación de
centenares de abadías y la incorporación de varias congregaciones —las
de Savigny, que contaba con treinta monasterios, y la de Obazine en vida
de San Bernardo—, la uniformidad de las costumbres se alteró. En 1354 la orden contaba con 690 casas de hombres y se extendía de Portugal a Suecia, de Irlanda a Estonia y de Escocia hasta Sicilia. Nos obstante, la mayor concentración se dio en tierras francesas y más concretamente en Borgoña y Champaña. 50
Las monjas cistercienses
Hacia 1125
algunas monjas benedictinas abandonaron su priorato de
Jully-les-Nonnains y se instalaron en la abadía de Tart, solicitando la
protección del abad de Císter, Esteban Harding, que se la concedió en 1132.
Luego se crearon otros monasterios y se incorporaron a la orden. El de
Tart, la abadía madre, albergaba cada año el capítulo general de las
abadesas. Hacia 1200 se contabilizaban dieciocho monasterios de monjas cistercienses en Francia. En el siglo XII,
las monjas crearon abadías en Bélgica, Alemania, Inglaterra, Dinamarca y
España. Algunas de estas fundaciones españolas existen aún hoy, como el
Monasterio Real de las Huelgas de Burgos, creado en 1187 por Alfonso VIII de Castilla, y que sigue estando afiliado a la orden de Cîteaux. 51
El apogeo de los siglos XII y XIII
Con San Bernardo interviniendo de manera más o menos directa como
árbitro, consejero o guía espiritual en las grandes cuestiones del
siglo, la orden cisterciense adoptó el papel de guardián de la paz
religiosa. Con el apoyo del papado, de reyes y de obispos, la orden
prosperó y creció. Las autoridades laicas y eclesiásticas deseaban que
insuflase su espíritu en la Iglesia regular y secular. Por ejemplo,
Pedro, abad de La Ferté,
fue elevado a la dignidad episcopal hacia 1125. La orden parecía
destinada a desempeñar un nuevo papel en la sociedad, papel que había
rehusado asumir hasta entonces a lo largo del siglo.
En el siglo XII la orden cisterciense ejercía una gran influencia
política. Bernardo de Claraval influyó decisivamente en la elección del
papa Inocencio II en 1130, y luego en la de Eugenio III en 1145. 47 Este antiguo abad cisterciense predicó, a petición de la orden, la Segunda Cruzada que llevó a Tierra Santa a Luis VII y a Conrado II. Bernardo fue quien hizo reconocer la Orden del Temple. En el siglo XII la orden proporcionó a la iglesia noventa y cuatr obispos y el papa Eugenio III.
Esta expansión garantizó a los cistercienses un lugar preponderante
no sólo en el seno del monacato europeo sino también en la vida
cultural, política y económica. Bernardo, líder del pensamiento de la
Cristiandad, llamó a los señores a la reconquista de Tierra Santa el 16 de febrero de 1147; los cistercienses predicaron durante la Tercera Cruzada
(1188-1192) y algunos hermanos participaron en ella personalmente. La
orden se manifestó durante la evangelización de la región francesa de
Midi y en la lucha contra los cátaros,
cuya doctrina era condenada y combatida por la Iglesia. Arnaud Amaury,
abad de Cîteaux, fue designado Legado por el papa y organizó la cruzada contra los Albigenses. 47 Los cistercienses precedieron a los dominicos
en estos territorios, en los que garantizaron la predicación y
organizaron la represión de la herejía. Se les encargaron misiones de
cristianización y, protegidos por el brazo secular, penetraron en Prusia y en las provincias bálticas.
Defensores de los intereses de la Santa Sede, tomaron partido en la querella entre el Papa y el Emperador,
donde los cistercienses apoyaron los objetivos teocráticos del
pontífice. En el plano institucional, esta crisis reforzó a la orden que
trataba de ganar coherencia. Con el favor de estas nuevas
prerrogativas, « nace una nueva comunidad [...] que se aleja del modelo creado por los padres fundadores, pero que ni se pervierte ni es pervertida [...]; se trata de lo que podríamos llamar el segundo orden cisterciense». 52
En 1334, un cisterciense, antiguo abad de la Abadía de Fontfroide, accedió a la dignidad papal bajo el nombre de Benedicto XII.
Bajo su pontificado, la orden ganó en coherencia y trazó una nueva
organización en 1336, bajo la forma de la Constitución «Benedictina». 53
El Capítulo general ejercería en lo sucesivo un control más estrecho
sobre la gestión de las finanzas y bienes inmobiliarios de las abadías,
función que hasta ese momento dependía únicamente del poder del abad. De
este modo, en la primera mitad del siglo XIV,
y fiel al espíritu de los primeros tiempos, la orden gozó de un
ascendiente sobre el conjunto de la cristiandad. La Constitución subrayó
la importancia de su acción en el seno de la Iglesia.
«Brillante como la estrella de la mañana en un cielo cargado de
nubes, la Santa Orden cisterciense, por sus buenas obras y su edificante
ejemplo, comparte el combate de la Iglesia militante. Por la dulzura de
la santa contemplación y los méritos de una vida pura, se esfuerza en
escalar con María la montaña de Dios, mientras que, por una encomiable
actividad y piadosos servicios, intenta imitar los diligentes cuidados
de Marta [...] esta orden ha merecido extenderse de un extremo a otro de
Europa.»
- — Benedicto XII, Constitución Benedectina, 1335.54
A partir del siglo XIV: declive, encomiendas y congregaciones
Debido a las numerosas adhesiones y donaciones, y también a una
perfecta organización y un gran dominio técnico y comercial en una
Europa en plena expansión económica, la orden se convirtió rápidamente
en protagonista de todos los sectores. Pero el extraordinario éxito
económico de la orden en el siglo XIII acabaría por volverse contra
ella. Las abadías aceptaron numerosas donaciones que, a veces, eran
participaciones en molinos o en censos.
Las abadías recurrían, pues, de hecho, al arrendamiento rústico o a la
aparcería, mientras que originariamente la orden explotaba sus tierras
mediante el trabajo manual de los conversos. El desarrollo económico era
poco compatible con la vocación inicial de pobreza que dio lugar al
éxito de la orden en el siglo XII. Por ello, la disminución de las
vocaciones hizo cada vez más difícil reclutar conversos. Los
cistercienses recurrieron entonces de manera creciente a mano de obra
asalariada, en contradicción con los preceptos originales de la orden.
Si bien la orden conservaba en el siglo XIV un verdadero poder económico, se enfrentaba a la crisis económica que comenzaba y que empeoró con la Guerra de los Cien Años ( 1337- 1453).
Muchas abadías se empobrecieron. Aunque durante la Guerra de los Cien
Años algunos monasterios cistercienses se beneficiaron de su relativa
autonomía, el conflicto dañó a numerosos establecimientos. En
particular, el reino de Francia fue explotado por las compañías de
mercenarios, muy presentes en Borgoña y en sus grandes ejes comerciales.
En 1360, los hermanos de Cîteaux se vieron obligados a refugiarse en Dijon. El monasterio fu presa del pillaje en 1438. Golpeada por el desafecto y el hundimiento demográfico consecuencia de la guerra y de la Gran peste
que causó la muerte de la tercera parte de la población del continente
en el año 1348, la orden se enfrentó a la disminución de sus
comunidades. 55
También desde el siglo XIII
con el desarrollo de las ciudades y de las universidades, los
cistercienses, instalados principalmente en lugares remotos, perdieron
su influencia intelectual en favor de las órdenes mendicantes que
predicaban en las ciudades y que proporcionaban a las universidades sus
más grandes maestros. 56
El Gran Cisma de Occidente ( 1378– 1417)
asestó un gran golpe a la unidad de la orden. Por una parte, la
exacerbación de los particularismos nacionales perjudicó la unidad; por
otra parte, los dos papas competían en generosidad para garantizarse el
apoyo de los monasterios, lo que supuso «un perjuicio considerable a la
uniformidad de la observancia.» 57 Las consecuencias del Cisma y las guerras husitas fueron especialmente dolorosas para los monasterios situados en los confines orientales de Europa. Las abadías de Hungría, Grecia y Siria fueron destruidas durante las conquistas otomanas.
La celebración de un Capítulo general plenario en estas condiciones se
hacía cada vez más difícil a causa de los conflictos armados pero,
también, de las distancias que separaban a las distintas comunidades. 58
Pero según Lekai el sistema que impuso el Papa Gregorio XI ( 1370– 1378) con la encomienda
«infligió más daños materiales y morales que las guerras, los desastres
y la Reforma juntos». Este Papa con el pretexto de ser el tutor de las
órdenes monásticas impuso su derecho a nombrar a los abades. Los reyes
reclamaron también en sus concordatos sus derechos feudales de nombrar a
los abades. Para Lekai «a partir de ese momento, el sistema de elección
libre, obra maestra de las reformas monásticas de la Edad Media, fue
sustituido por el nombramiento, prevaleciendo la política sobre el
interés vital de la religión». Desde entonces la elección de abades de
personal de la corte real o de laicos fue habitual y pocos residían ee
el monasterio. Se preocupaban principalmente de los ingresos monetarios
del monasterio que se repartían entre el abad ( la mayor parte) y la
comunidad según un reparto por ley. Así en Francia en 1789 de los 228
monasterios que sobrevivían, 194 estaban en encomienda. Los resultados
más negativos de las encomiendas se dieron en Italia. Así el visitador
de la Orden dijo que en 1551 de las 35 abadías que estaban en régimen de
encomienda, 16 no tenían ningún monje en sus abadías y las otras 19
tenían un total de 86 monjes conuna media de 4 por monasterio. 59
En las regiones orientales de occidente y de la península ibérica no
se dio la misma situación. En los edificios de Bohemia, Polonia,
Baviera, España y Portugal se instauró un movimiento de reconstrucción
de inspiración barroca.
No obstante, algunas voluntades de reforma aparecieron en el reino de Francia. El Capítulo general de 1422 se pronunció claramente sobre la cuestión: « Nuestra
Orden, en las distintas partes del mundo donde se encuentra extendida,
parece deformada y decaída en lo que afecta a la disciplina regular y a
la vida monástica.» 60 Se restauró el sistema de visitas. La urgencia de la reforma se reveló pronto en toda la orden. En 1439 se promulgó una Rúbrica de definidores
para recordar las exigencias de la vida monástica, las distintas
prohibiciones de indumentaria y alimentarias y la necesidad de denunciar
las prácticas abusivas. 61
En ese contexto, un movimiento de reafirmación de la disciplina y las
exigencias espirituales se desarrolló en los Países Bajos, en Bohemia y
luego en Polonia, antes de conquistar toda Europa. Algunos monasterios
se reunían localmente, bajo el impulso de las comunidades o del poder
pontificio, para formar congregaciones cada vez más autónomas respecto
al Capítulo general. No obstante, aprovechando la reconquista de Borgoña por Luis XI, Jean de Cirey, abad de Cîteaux, recuperó su papel de jefe de la orden, papel que había perdido desde el Gran Cisma. 62 En 1494
reunió a los abades más influyentes en el colegio de los Bernardinos
donde se promulgaron los artículos reformadores llamados «de París».
Aunque fuero bien acogidos, la reforma fue sin embargo poco perceptible y
se debió a menudo a iniciativas individuales efímeras.
El movimiento de reforma protestante
conmocionó profundamente la situación. Un gran movimiento de deserción
afectó a las comunidades del norte de Europa y los príncipes ganados
para la Reforma confiscaron los bienes de la orden. Los monasterios
ingleses, luego los escoceses y finalmente los irlandeses lo fueron
entre 1536 y 1580. Más de doscientos establecimientos desaparecieron antes del final del siglo XVII.
El precedente del gran cisma de Occidente donde los cardenales
divididos eligieron dos papas provocó grandes divisiones en la Orden.
Así el Papa de Roma cesó al Abad de Císter por aceptar las directrices
de Aviñón. Los abades fueron obligados a reunirse en Capítulos
nacionales y cada Papa favoreció a las abadías que le eran leales.
Cuando el cisma acabó no cesaron los intentos de separatismo. La
celebración regular del Capítulo general instituido por la Carta de
caridad había sido la base para preservar la unidad. La imposibilidad
para los abades de mantener el viaje anual por las guerras, los cismas y
la relajación impidieron mantener la unidad. Así después de la Reforma
Protestante y con el crecimiento de los nacionalismos, los monasterios
de la Orden se fueron fragmentando por todo Europa en grupos nacionales
independientes del Capítulo general. 63
Las congregaciones que surgieron desde el siglo XV intentaron recrear
individualmente el espíritu cisterciense adecuandolo a los distintos
movimientos reformistas que iban surgiendo. Las congrecaciones más
importantes que surgieron fueron: en 1425 la Congregación de Castilla;
en 1497 la Congregación de San Bernardo en Italia; en 1567 la
Congregación de Portugal; en 1616 la Congregación de la Corona de
Aragón; en 1623 la Congregación Romana y también la Congregación de la
Alta Alemania; en 1806 la Congregación Helvética y en 1894 la
Congregación Suizo Alemana. 64
La orden durante la Contrarreforma
Con el movimiento de reforma católico,
la orden cisterciense se enfrentó a profundas modificaciones a nivel
constitucional. La organización se hizo provincial y se introdujeron
algunas modificaciones en la administración central. Algunas
congregaciones con vínculos tenues o inexistentes con la casa matriz y
el Capítulo general florecieron en toda Europa.
En Francia nació una reforma con un carácter original bajo el impulso
del abad Jean de la Barrière (1544-1600). El antiguo comendador del
monasterio de los Feuillants, en Alto Garona, fundó las congregaciones de los « feuillants», aprobada por Sixto V desde de 1586.
Estableció en su comunidad una tradición de una particular austeridad,
basada en una vuelta al primitivo ideal cisterciense, encontrando
imitadores en Italia y Luxemburgo. En estas condiciones, el Capítulo
general se convirtió en una institución caduca. No produjo más que una
reunión de 1699 a 1738.
En definitiva, este estado de cosas benefició al abad de Cîteaux, única
autoridad que ofrecía a los ojos del mundo una prueba de visibilidad y a
quien algunas fuentes describen a menudo como «abad general». 65 En 1601, se impuso un noviciado común para mantener una disciplina única y para paliar las dificultades de reclutamiento.
Retrato del abad Armand Jean le Bouthillier de Rancé, por Hyacinthe Rigaud. Museo Duplessis, Carpentras, Francia.
En el siglo XVII,
la historia de la orden se vio perturbada por un conflicto que la
historiografía recuerda bajo el nombre de «guerra de las observancias» y
que se extiendió desde 1618 hasta los primeros años del siglo XVIII,
suscitando numerosas y ásperas polémicas en el seno de la familia
cisterciense. Este conflicto concernía, al menos en apariencia, al
respeto a las obligaciones regulares, en particular la abstinencia del
consumo de carne. Más allá de esta cuestión, lo que estaba en juego no
era sino la aceptación o el rechazo del ascetismo. La controversia
aumentó con los conflictos locales entre monasterios rivales. Al
principio, siguiendo el ejemplo de Octave Arnolfini, abad de Châtillon, y
de Étienne Maugier, Denis Largentier introdujo en Claraval y en sus
filiales una reforma de una gran austeridad entre 1615 y 1618. Luego, ante el Capítulo general de 1618 se presentó una propuesta de generalización que fue adoptada.
Esta fue la partida de nacimiento de la Estricta Observancia. Gregorio XV
apoyó la iniciativa de los reformadores. Pero, tras le celebración de
una asamblea, la congregación provocó el descontento del abad de
Cîteaux, Pierre de Nivelle, que se empeñó en denunciar « a una pretendida congregación que tiende a la división, a la separación y al cisma, [y] que no puede ser tolerada de ninguna manera.» 66 En 1635, el cardenal Richelieu
convocó un capítulo «nacional» en Cîteaux, a resultas del cual Pierre
de Nivelle fue obligado a abdicar. Las dos partes terminaron por
disponer de estructuras administrativas propias; pero, aunque la Estricta Observancia conservó el derecho de enviar a diez abades al Definitorio, permaneció sujeta a Cîteaux y al Capítulo general.
Por su influencia, la experiencia de Armand Jean le Bouthillier de
Rancé en el monasterio de la Trapa, siguió siendo emblemática de la
exigencia de la estricta observancia y de las aspiraciones reformadoras.
Su influencia, tanto en el seno de su monasterio como en el mundo,
constituye un modelo de la vida monástica del «Gran Siglo». 67
Supresión de la Orden en varios países a partir de 1782
Ya se ha señalado que en Alemania la Reforma Protestante de Lutero y en Inglaterra e Irlanda la Reforma Anglicana de Enrique VIII
terminaron con la orden. Así en Alemania desde 1520 los príncipes
convertidos al protestantismo confiscaron las abadías. En Inglaterra
Enrique VIII suprimió las órdenes religiosas católicas que pasaron al
tesoro real entre 1536 y 1539. En Irlanda fueron las demoliciones
sistemáticas de Cromwell a que sometió la isla en 1649 las que acabaron con los cistercienses. 63
En 1782 en el Imperio de los Habsburgo, José II, partidario de la Ilustración,
declaró inútiles las órdenes contemplativas, disolviéndolas y
confiscando sus bienes. La mayoría de las abadías cistercienses
desaparecieron con el decreto imperial. 68
La Revolución francesa
declaró la libertad religiosa el 23 de agosto de 1789, confiscando los
bienes religiosos en noviembre de 1789 y poniéndolos en venta el 17 de
marzo de 1790. Después la revolución se extendió a toda Europa y la
mayoría de los países de Europa
imitó la medida francesa de venta de los bienes religiosos. Los
compradores transformaron los monasterios en canteras de extracción de
piedra, fábricas ó almacenes. En general, la mayoría acabó en ruina. 68
En España la venta de los bienes religiosos, se produjo con la ley de 1835, conocida con el nombre de Desamortización de Mendizábal. En Italia la supresión de la orden y la venta de sus propiedades estuvo ligada a la Revolución francesa en 1798, a procesos revolucionarios en varias repúblicas como la de República Cisalpina de 1799 y a un edicto de Napoleón en 1818. En Portugal la supresión y venta de sus bienes sucedió en 1854.
Siglo XIX: restauración y separación de la Estricta Observancia
Monjes y ejército Austríaco en Salem, 1804, por Johann Sebastian Dirr. Fotografía coloreada de un original desaparecido.
La Revolución Francesa y sus consecuencias acabaron casi totalmente
con los monasterios en Europa y las pocas comunidades que sobrevivieron
estaban aisladas. También la desaparición de Cister y de su último abad
general, la no celebración de capítulos generales, dejaron la Orden
desorganizada y sin dirección, lo que hizo aún muy difícil la
restauración de la Orden que precisaba de una dirección que aportara
uniformidad. Además después de la Revolución Francesa, el mundo había
cambiado radicalmente. Los monasterios sobrevivientes de comienzos del
siglo XIX ya no podían ser simples continuadores de las tradiciones
monásticas anteriores. La nueva posición humilde que los cistercienses
ocuparon contrastaba con los privilegios que la Orden tenía antes. 69
Para Leroux-Dhuys después de la Revolución Francesa ya nada podía ser
como antes y la Iglesia había perdido a sus aliados políticos
tradicionales. Los nuevos nacionalismos tampoco podían permitir en el
interior de sus fronteras unas órdenes religiosas con vocación
internacional. Para Leroux el renacimiento de las abadías cistercienses
en el siglo XIX se debió a iniciativas aisladas y poco coordinadas
persistiendo los viejos enfrentamientos entre ambas observancias. Así
cuando casi terminado el siglo XIX los monjes rehicieron sus estatutos
su única motivación era la religiosa desligada de los anteriores
intereses políticos o económicos que en los siglos precedentes habían
acompañado su compromiso espiritual. 70
Antes de la Revolución francesa muy pocas abadías seguían la
observancia que en la Trapa había establecido el abad Rancé. Durante la
Revolución Francesa, el maestro de novicios de La Trapa, Agustín de
Lestrange había huido con varios monjes a Suiza estableciéndose en una
cartuja abandonada en Valsainte,. Allí Lestrange elaboró para sus monjes
un nuevo reglamento mucho más severo que el de Rancé. Después de la
caída de Napoleón Lestrange y sus monjes trapenses volvieron a Francia
en 1815 restableciendo el monasterio de La Trapa. Al poco tiempo
abrieron otros cinco monasterios. 71
Durante la restauración trapense surgieron problemas entre ellos por
las observancias. Algunos monasterios volvieron a los antiguos
reglamentos de Rancé al estimar que las nuevas normas que Lestrange
estableció en Valsainte eran extremadas y no reflejaban las tradiciones
cistercienses. En 1825 seis abadías francesas seguía las
reglamentaciones de Lestrange, mientras que cinco habían vuelto a las
reglamentaciones de Rancé. 71
Pío IX en 1847 aceptó la existencia de dos congregaciones trapenses
independientes con normas disciplinares distintas. Las abadías que
seguían los reglamentos de Lestrange formaron la Nueva Reforma mientras
que a los que seguían las reglamentaciones de Rancé se les llamó la
Antigua Reforma. En 1864 la Nueva Reforma trapense se seguía en quince
abadías y mil doscientos veintinueve monjes, mientras la Antigua Reforma
trapense disponía de ocho abadías con cuatrocientos ochenta y tres
monjes. 71
Paralelamente en Italia el inicio de la restauración de la Orden
Cisterciense se produjo en Roma por indicación del Papa. Pío VII
restableció Casamari en 1814 y tres años después otras dos antiguos
monasterios en Roma. En 1820, siendo ya seis establecimientos, sus
representantes se reunieron en un capítulo. Decidieron llamarse
Congregación Italiana de san Bernardo, se impusieron la constitución de
la desaparecida Congregación de Lombardía y Toscana, reuniéndose a
partir de entonces cada cinco años en capítulos congregacionales y
eligiendo un Presidente general. 72
La restauración de la Común Observancia en Francia se produjo gracias
a León Barnouin en la antigua abadía cisterciense de Sénanque. La nueva
Congregación se afilió a la Congregación de San Bernardo de Italia.
Luego se independizó y decidió formar la Congregación de Sénanque en
1867. En unos años pudo establecerse en otros tres monasterios
abandonados. Ésta fue la única congregación de la Común Observancia que
mantuvo un tipo de vida contemplativo aunque con una disciplina no tan
severa como la que seguían los trapenses. 72
En el Imperio Austro-Húngaro trece abadías sobrevivieron a la
disolución del emperador José II: ocho en Austria, dos en Bohemia, dos
en Polonia y una en Hungría. Conservaban la mayoría de sus propiedades
del siglo XVIII. Estas comunidades monásticas fueron toleradas por el
gobierno pero debían ejercer la labor pastoral, o dedicarse a la
enseñanza o realizar otros trabajos. Se les prohibió relacionarse con el
Papa u otros superiores extranjeros y eran supervisados por los obispos
diocesanos. En 1854 en las trece comunidades había cuatrocientos
treinta y tres monjes. Las tareas pastorales impidieron a los monjes
dedicarse a la contemplación. 72
Se vio la necesidad de la independencia trapense en 1869 cuando
Teobaldo Cesari, abad de San Bernardo en Roma y Presidente General de su
congregación convocó un primer Capítulo General cisterciense desde
1786, al que solo llamó a abades de la Común Observancia. Ese Capítulo
General eligió un Abad General de la Común Observancia y le dio
jurisdicción sobre los trapenses. 71
En 1876, el capítulo trapense solicitó al Papa les concediera un abad
general trapense independiente. León XIII convocó un capítulo
extraordinario en Roma en 1892 en el que participaron representantes de
todas las congregaciones trapenses. Esta asamblea trató de la fusión de
las congregaciones trapenses, de la elección de un único superior
general independiente y acordaron observancias comunes. El
establecimiento de una rama totalmente independiente de la familia
cisterciense recibió la aprobación de León XIII en un Breve en 1893. La
nueva constitución trapense basada en la Carta de Caridad y las
tradicciones cistercienses, según la interpretación de Rancé, fue
publicada en 1894. En 1902 León XIII emitió una nueva constitución
apostólica donde llamó a la nueva rama «Orden de los cistercienses
reformados, o de la Estricta Observancia». 71
La expansión trapense en el siglo XIX siguió la siguiente cronología:
en 1815 volvieron a Francia y diez años más tarde habían fundado once
casas para monjes y cinco para monjas. En 1855, los monjes disponían de
veintitrés abadías de monjes y ocho casas de monjas, incluyendo cuatro
en Bélgica, dos en los Estados Unidos, una en Irlanda, una en Inglaterra
y una en Argelia. En 1894 los trapenses se habían extendido también a
Alemania, Italia, Austria, Hungría, Holanda, España, Canadá, Australia,
Siria, Jordania, Sudáfrica y China, tenían cincuenta y seis monasterios
con un total de tres mil monjes. 73
La orden en los siglos XX y XXI
En la dos primeras décadas continuó la expansión pero la Primera
Guerra Mundial afectó a muchas abadías y la Segunda Guerra Mundial fue
una época muchísimo más destructiva para la Orden. 74
Desde las décadas de los cincuenta y los sesenta se produjo en la
Orden un fuerte cuestionamiento de las normas y tradiciones recibidas y
también se ha producido una importante disminución y envejecimiento de
sus miembros. 74
Junto a los cistercienses incorporados oficialmente a cualquiera de
las dos ramas, son numerosas las comunidades de mujeres que viven en una
esfera de influencia espiritual cisterciense, ya sea en una orden o en
una congregación, como las bernardinas de Esquermes, las de Oudenaarde y
las de Suiza romanda.
La Estricta Observancia
Después de la segunda guerra mundial, los trapenses consiguieron
restablecerse con prontitud mostrando una importante vitalidad. Así, en
1947 tenían sesenta y cuatro casas y cuatro mil monjes. 74
Las consecuencias del Concilio Vaticano II llevaron consigo una
importante renovación en todos los aspectos: nuevas formas litúrgicas,
un replanteamiento de la disciplina y del gobierno de las abadías que
produjeron divisiones entre las comunidades monásticas. Las abadías
europeas no consideraban necesirio reformas radicales pero los monjes
americanos más progresistas encabezaron cambios profundos. En cuatro
Capítulos Generales sucesivos (de 1967 a 1974) se afrontó la renovación,
decidiéndose abandonar el gobierno centralizado, la uniformidad en las
observancias y cambios importantes en la Liturgia. El latín y el canto
gregoriano se convirtieron en opcionales manteniéndose en pocas
comunidades. 74
Se ha comenzado a revisar las Constituciones antiguas. Así al
principio de autoridad ha cambiado y la comunidad debe ser consultada
antes de la toma de decisiones. La duración del abadiato ya no es
vitalicio y los abades, incluso el Abad General, son elegidos por un
periodo determinado que se renueva si se estima conveniente. Sobre las
costumbres y observancias se ha eliminado el capítulo de faltas, se
flexibilizó la comida y el vestido, se abolió la obligación de dormir en
dormitorios comunes y se ha permitido dormir en celdas individuales.
Las normas relativas al silencio y separación del mundo se han
suavizado. 74
La Común Observancia
La Común Observancia, comenzó el siglo XX expandiéndose. En 1925 se
unieron al programa de misiones del Papa Pío XI para difundir el
catolicismo en otros países. Los cistercienses ya no ocuparon misiones
aisladas y establecieron centros de enseñanza en varios países. 74
En la Segunda Guerra Mundial la Orden sufrió en varios países
europeos. Lo peor sucedió en la postguerra en los países que cayeron el
la órbita comunista. Las comunidades de Checoslovaquia y Hungría fueron
secularizadas. En Polonia aunque estuvieron bajo control estatal
consiguieron sobrevivir. 74
En la Común Observancia, la renovación no supuso una revolución como
en la Estricta Observancia. La idea de pluralidad o autonomía local ya
era habitual en la mayoría de las Congregaciones. El Capítulo General se
ocupó de la renovación en 1968 y 1969 estableciendo una nueva
Constitución para el gobierno de la Orden. Esta nueva constitución
considera la Orden como una unión de congregaciones gobernadas por un
Capítulo General con la presidencia de un Abad General. El Abad General
es elegido por el Capítulo General por diez años y es asesorado por
cuatro miembros elegidos por el Capítulo. La reglamentación y el
ordenamiento de la vida en el monasterio es asunto interno de cada
congregación dirigida por su propio Abad Presidente y un Capítulo
congregacional. 74
La crisis vocacional que se inició en la década del 60 fue muy
negativa para varias comunidades. En 1974 eran mil quinientos cuarenta y
siete con una disminución del 10% respecto a 1950. 74
El Císter en España
En España existen dos «provincias» o «congregaciones»: la Congregación de San Bernardo de Castilla y la Congregación de Aragón.
Congregación de San Bernardo de Castilla
El siglo XVII fue la época de plata de la Congregación de Castilla, con cuarenta y cinco abadías.
En la actualidad solamente quedan monasterios femeninos en la Congregación de Castilla: 75
- Monasterio de Santo Domingo de Silos (el Antiguo) (Abbatia B.M.V. et S. Dominici de Silos) en Toledo.
- Monasterio de Santa María y San Andrés (Abbatia B.M.V. et S. Andreæ) en San Andrés de Arroyo, Palencia.
- Abadía de Nuestra Señora de la Anunciación (Abbatia Annuntiationis B.M.V.) en Santo Domingo de la Calzada, la Rioja.
- Monasterio de Santa Ana (Prioratus simplex B.M.V. et S. Annæ) en Málaga.
- Monasterio de San Benito (Abbatia B.M.V. et S. Benedicti) en Talavera de la Reina, Toledo.
- Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas (Abbatia B.M.V. Huelguensis Vallisoletani) en Valladolid.
- Monasterio de Nuestra Señora de Alconada (Residentia B.M.V. de Alconada) en Ampudia de Campos, Palencia.
- Monasterio de San Quirce y Santa Julita en Valladolid.
- Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad Bernarda (Abbatia B.M.V. a Pietate) en Madrid.
- Monasterio de la Asunción de Nuestra Señora "El Atabal" (Abbatia B.M.V. ab Assumptione) en Puerto de la Torre, Málaga.
- Monasterio de Santa Ana en Brihuega (Abbatia B.M.V. et S. Annæ in Brihuega) en Brihuega, Guadalajara.
- Monasterio del Santísimo Sacramento (Abbatia B.M.V. et SS. Sacramenti) en Boadilla del Monte, Madrid.
- Monasterio de la Santa Cruz (Abbatia B.M.V. et Sanctæ Crucis) en Casarrubios del Monte, Toledo.
- Monasterio de San Vicente el Real (Abbatia B.M.V. et S. Vincentii Segobiensis) en San Vicente, Segovia.
- Monasterio de Santa Ana (Abbatia B.M.V. et S. Annæ) en Lazcano, Guipúzcoa.
- Monasterio de Santa María de Barria (Abbatia B.M.V. de Barria) en Oyón, Álava.
Congregación de Aragón
Actualmente pertenecen a la Congregación de Aragón tres monasterios masculinos y otros dos femeninos 76
Monasterios masculinos:
Monasterios femeninos:
Presente
En España los trapenses, después de la secularización, se expandieron
en la década de 1920 en La Oliva, Huerta y Osera, y a continuación se
vieron afectados por la guerra civil de 1936-1939. Así Viaceli, en
Santander, fue bombardeada por los republicanos y algunos de sus
miembros asesinados. 74
La Común Observancia abrió en 1940 la primera casa española en la
abadía medieval de Poblet a través de la Congregación de san Bernardo de
Italia. En 1967 Poblet fundó una segunda casa en Solius. 74
La espiritualidad cisterciense
Los cistercienses marcaron la historia con su espiritualidad...hasta...irradiar a todos los sectores de la sociedad. 77
Son orantes que buscan observar la regla de San Benito y guiar a los
fieles hacia «la contemplación de Cristo encarnado y de su madre,
María». 78 Esta espiritualidad se basa en una teología que exige ascesis, paz interior y búsqueda de Dios.
La paz interior
El objetivo de la espiritualidad cisterciense es estar atento a la palabra de Dios e impregnarse de ella.
Al entrar en el monasterio el monje lo deja todo. Su vida está regida
por la liturgia. Nada debe perturbarlo en su vida interior. El
monasterio tiene como función favorecer este aspecto de la
espiritualidad cisterciense. Los rituales cistercienses están
codificados con precisión en los Ecclesiastica officia. La
arquitectura de los conventos debía responder a esa función siguiendo
las instrucciones precisas de Bernardo de Claraval. La vida cotidiana
del monje desarrollada de modo mecánica es la condición para su paz
interior y el silencio, propiciando la relación con Dios. «Todo debe
llevar a ello y no distraer de ello». 79
Así, los trapenses
miden el tiempo que conceden a la palabra. Si bien no hacen voto de
silencio reservan la palabra a la comunicación necesaria para el
trabajo, diálogos comunitarios y las entrevistas personales con el
supervisor y el guía espiritual. La conversación espontánea se reserva
para ocasiones especiales. Los trapenses, siguiendo a los Padres del
Desierto y a San Benito, consideran que hablar poco permite profundizar
la vida interior; el silencio es parte de su espiritualidad. Lo
importante para ellos es no dispersarse en palabras que alteren la
disposición del hombre a hablar, dentro de su corazón, con Dios y,
también, consideran que aquello importante que el monje tiene que decir
debe ser dicho y escuchado: de ahí la importancia de la llamada de los
hermanos en consejo 80
El camino hacia Dios
Buscando un mejor conocimiento del hombre y su relación con Dios, los cistercienses desarrollaron una nueva teología
de la vida mística alimentada por las Sagradas Escrituras y las
aportaciones de los Padres de la Iglesia y del monacato, especialmente
de San Agustín y San Gregorio Magno. Bernardo de Claraval, en su tratado De amore Dei ( Sobre el amor a Dios),
o Guillermo de Saint Thierry, primero abad benedictino y luego monje
cisterciense del siglo XII, fueron las fuentes de esta escuela
espiritual y desarrollaron una literatura descriptiva sobre los estados
místicos. 81
Para Bernardo de Claraval « la humildad es una virtud por la cual
el hombre se hace despreciable ante sus propios ojos, por la razón de
que él se conoce mejor». Este conocimiento de sí mismo debe lograrse a través del retorno a uno mismo. Por el conocimiento de su propensión al pecado,
el monje debe ejercer, como Dios, la misericordia y la caridad para con
todos los hombres. Aceptándose tal como es gracias a esa conducta de
humildad y trabajo interior, el hombre, que conoce su propia miseria, es
capaz de compartir la del prójimo.
Según Bernardo de Claraval, debemos llegar a amar a Dios por amor a
uno mismo y no solamente a Él. La toma de consciencia de que uno es un
don de Dios abre al amor de todo lo que es de Él. Para San Bernardo,
este amor es el único camino para amar al prójimo, porque permite amarlo
en Dios. Finalmente, después de este viaje interior, se llega al último
grado del amor, que es amar a Dios por Dios mismo y no por uno. 82
El libre albedrío
San Bernardo recibiendo la leche del pecho de la Virgen María. La escena ilustra una leyenda que supuestamente tuvo lugar en la catedral de Espira en 1146.
Para Bernardo de Claraval, el hombre, debido a su libre albedrío,
tiene la posibilidad de elegir, sin coacción, pecar o seguir el camino
que conduce a la unión con Dios. Por el amor de Dios le es posible no
pecar y alcanzar la cima de la vida mística, no queriendo ya otra cosa
más que a Dios.
El pensamiento de Guillermo de Saint-Thierry está en concordancia con
el de San Bernardo al considerar que el amor es la única manera de
superar la repugnancia que experimentamos por nosotros mismos. Llegado
al final del viaje interior, el hombre se halla reformado a imagen de
Dios, es decir, tal como era querido antes de la separación provocada
por el pecado original. 83
Lo que mueve el deseo de los cistercienses de abandonar el mundo y
entrar en el monasterio es la posibilidad de unión en el amor con el
Creador. Unión vivida por la Virgen María,
que es el modelo de la vida espiritual cisterciense. Esta es la razón
de que los monjes cistercienses le profesan una especial devoción. 83
Los cistercienses y el trabajo manual
La espiritualidad cisterciense es una espiritualidad benedictina con
una observancia más rigurosa en algunos puntos. El trabajo manual se
revaloriza mediante la explotación directa de la tierra y las
propiedades. Esta elección no se debe a consideraciones económicas, sino
a razones espirituales y teológicas: las Escrituras promueven la
subsistencia de cada uno mediante su trabajo; 84 los Padres del desierto trabajaban con sus manos, e insiste San Benito: « entonces
serán verdaderamente monjes, cuando vivan del trabajo de sus manos,
siguiendo el ejemplo de nuestros padres y de los Apóstoles». 85 Para el legislador de la vida monástica en Occidente, San Benito, « la ociosidad es enemiga del alma y los hermanos deben ocuparse en algunos momentos en el trabajo manual»... y en otros momentos, en la lectura de las cosas divinas. 86
A este carácter central, según los cistercienses, del trabajo manual en
el monacato se añade un problema: la gran riqueza de varias abadías de
la época convertía a sus monjes en pudientes y, a veces, incluso en
auténticos señores feudales bastante alejados de la pobreza evangélica
que parecía necesaria a los primeros monjes para buscar a Dios con un
corazón puro. Para los primeros cistercienses, se trataba no sólo de una
insistencia en la pobreza individual, sino también, según Louis Bouyer,
en un rechazo de la fortuna colectiva. 87
Pero la orden no pudo o no supo permanecer mucho tiempo apartada del
sistema feudal y de sus riquezas. Por ello, aquella carta de los
primeros cistercienses que es el Petit Exorde define al monje, por
oposición a quien cobra diezmos, como aquel que posee tierras y obtiene
de ella su sustento y el de su ganado. 88
Los cistercienses se las ingeniaban para mejorar continuamente los
resultados de su trabajo, y como gozaban de facilidades que aún no
tenían los demás campesinos de la época, tales como mano de obra y
capital para realizar las grandes obras de drenaje e irrigación,
libertad de circulación, posibilidad de tener almacenes de venta en las
grandes ciudades y de construir caminos y fortificaciones, etc.,
adquirieron con bastante rapidez una gran dominio técnico y tecnológico,
lo cual tuvo mucho que ver con sus éxitos económicos durante el siglo XII.
Los trapenses intentan perpetuar sus conocimientos técnicos
permaneciendo alerta en cuanto a los efectos nefastos que a lo largo de
la historia ha tenido el éxito económico de los cistercienses. Por esa
razón, los beneficios de las cervezas trapistas, por ejemplo, se reinvierten en obras de caridad.
Según ellos, el trabajo manual mantiene el corazón y el espíritu
libres para Dios: el cisterciense trata de ser un orante en todo
momento. Además, los trabajos al aire libre son predominantes y el
contacto con la naturaleza acerca al Creador. Así san Bernardo decía: « Se
aprenden muchas más cosas en los bosques que en los libros; los árboles
y las rocas os enseñarán cosas que no podríais oír en otro sitio». 89
Los autores que desarrollaron su espiritualidad
La espiritualidad cisterciense fue desarrollada por varios autores. Si bien San Bernardo es el más célebre, 90 91 también es muy conocido Guillaume de Saint Thierry, cuya Lettre aux chartreux du Mont-Dieu —la Lettre d’Or92 — es un destacado documento de la espiritualidad medieval. Sus Oraisons Méditatives93
presentan también sus reflexiones y oraciones cuando, siendo abad
benedictino de Saint-Thierry, aspiraba a renunciar a su cargo, lo que no
era frecuente en aquella época, para convertirse en simple cisterciense
y estar así más disponible para ocuparse de lo único que contaba para
él: la búsqueda de Dios, lo cual acabó haciendo, contra el consejo de su
amigo Bernardo de Claraval. En la misma época, Elredo, abad de Rievaulx, Inglaterra, escribió su obra sobre la Amistad Espiritual; 94 la preocupación por el amor fraterno se adivina también en su Miroir de la charité. 95 Después de Bernardo de Claraval, Gilbert de Hoyland continuo sus Sermons sur le Cantique,
descripción del itinerario del alma hacia Dios. Bauduin de Forde,
Guerric d’Igny e Isaac de l'Etoile siguieron la misma huella. En
Sajonia, Gertrudis de Helfta,
monasterio que seguía las costumbres cistercienses sin estar
jurídicamente afiliado a la orden, fue una de las primeras monjas en
transmitir por escrito sus experiencias en el Héraut de l’amour divin. 96
Los votos y la vida cotidiana en el monasterio
Monje leñador y un obrero. Dibujo a partir de un manuscrito ilustrado. Biblioteca Municipal de Dijon.
En el seno de la comunidad cisterciense se distinguían varios grupos
de hermanos según su dignidad y función, unidos por la oración común y
la autoridad del abad:
- los hermanos clérigos, es decir, los que saben leer latín. Entre los clérigos algunos son ordenados sacerdotes, diáconos, subdiáconos o acólitos,
- Los monjes llamados «laicos», que no saben leer (illiterati),
- los conversos, a menudo aislados geográficamente de los otros hermanos, y que llevan barba,
- los novicios, ya que la orden no acepta oblatos,
- los inválidos,
- los familiares agregados al monasterio.97
Tras un año de noviciado bajo la guía de un monje profeso capacitado y
elegido por el abad, en el curso del cual los novatos eson iniciados en
la vida en común según la Regla de San Benito, si lo solicitan
expresamente y la comunidad los aceptaba, eran admitidos en la
«profesión» de los votos monásticos: estabilidad en el monasterio,
obediencia según la Regla y conversión de vida. 98
Desde ese momento, toda la vida del monje está organizada de acuerdo
con la regla, observada tan al pie de la letra como sea posible. 99
Silencio, obediencia y frugalidad marcan la vida de los hermanos. Se
adoptan formas de comunicación no verbal, en particular un lenguaje de
signos. 100
A partir de los primeros decenios del siglo XII, la vida comunitaria
estuvo marcada por la organización de las tareas manuales, que emanaba
de una nueva concepción de la unidad territorial y del papel del trabajo
agrícola. La acumulación y la tenencia feudal,
características de las explotaciones benedictinas, fueron sustituidas
por las tierras legadas por los señores locales, revalorizadas
directamente por los hermanos. A menudo, las tierras estaban alejadas
del monasterio y subdivididas en parcelas autónomas: los graneros
incluían no solo el conjunto de los edificios agrícolas, sino también
las tierras y puntos de agua adyacentes. Su explotación se confiaba a
hermanos conversos, con el apoyo de trabajadores agrícolas y
eventualmente algunos monjes de coro, además de un « grangier»,
encargado del granero, y un capellán para que estos hermanos alejados de
la abadía no estuviesen privados de los sacramentos. Pero, de acuerdo
con la Regla, el conjunto de los monjes de coro solo participaba en el
trabajo del campo en la medida en que no entorpeciera la celebración del
oficio divino. 101
En la temporada de siega podía ocurrir que toda la comunidad estuviera
ocupada en la cosecha y que durante unos días ni siquiera se celebrasen
oficios, ni siquiera la misa, como revela el propio San Bernardo en una
de sus homilías. 102
La liturgia cisterciense
«Parece oportuno […] [que todos los hermanos] tengan el mismo modo de
vida, el canto y todos los libros necesarios para las horas diurnas y
nocturnas [...] de suerte que no haya ninguna diferencia en nuestros
actos, sino que vivamos en una sola caridad, bajo una sola regla y según
un modo de vida semejante.»
- —Charte de Charité.
El horarium benedictino entró en vigor en Cîteaux, regulando la vida de los hermanos desde el amanecer hasta la puesta del sol: es el Opus Dei, al que « nada será preferido». 103
Un hermano se encargaba de la tarea de despertar a los monjes para el
oficio nocturno. A las obligaciones litúrgicas se añadían el trabajo
manual y la Lectio Divina.
Esta lectura, en voz alta como toda lectura en la Antigüedad y la Edad
Media, se presentaba como una verdadera ascesis que debía transformar al
monje y alimentarlo. La distribución de los oficios —siete diurnos y
uno nocturno— obedecía las estaciones, pero también a las latitudes, y
se adaptaba a la condición de los hermanos conversos. Campanas, cymbalum o mazo llamaban a los hermanos a la oración. La vida cisterciense aparecía, así, como « una vida ritualizada, rítmica [...] en la que cada acción obedecía a reglas formales muy precisas y estaba acompañada por gestos rituales [...] o, cuando estaba permitida la palabra, por frases rituales». 104
El canto
El canto gregoriano,
componente importante del oficio monástico, no era ajeno a la búsqueda
cisterciense de la autenticidad de la tradición monástica y el
desposeimiento de las formas.
Los padres fundadores de Cîteaux llevaron consigo los libros
litúrgicos en uso en la abadía de Molesmes, el canto gregoriano de la
tradición benedictina. Esteban Harding que buscaba el texto más exacto
posible de la Biblia, en aras de la autenticidad, del respeto a la
regla, pero también de la posteridad y la unidad de la naciente orden
cisterciense, envió a sus copistas a Metz, sede de la tradición del canto carolingio, y a Milán para copiar las más antiguas fuentes conocidas de los himnos de San Ambrosio. 105
En el capítulo III de la Charte de Charité se precisa: « Todos
tendrán los mismos libros litúrgicos y las mismas costumbres. Y puesto
que acogemos en nuestro claustro a todos los monjes que vienen a
nosotros, y que ellos mismos, igualmente, acogen a los nuestros en sus
claustros, nos parece oportuno, y esa es nuestra voluntad, que tengan el
modo de vida, el canto y todos los libros necesarios para las horas
diurnas y nocturnas así como para las misas, conformes con el modo de
vida y los libros del Nuevo Monasterio, de suerte que no haya
discordancia alguna en nuestros actos.» 106
No obstante, estas directivas no encontraron adhesión por parte de
los monjes y especialmente de los monjes de coro, los cantores. De
hecho, las versiones melódicas de esas fuentes antiguas, entre San
Ambrosio y Carlomagno, parecían arcaicas a estos monjes cantores,
eruditos de principios del siglo XII.
Por ello, a partir de la muerte de Esteban Harding en 1134, se pidió a
Bernardo de Claraval que emprendiese la reforma del canto. Se rodeó
entonces de varios monjes y cantores para que adaptasen todo el
repertorio existente a los cánones y la teoría de la música de su
tiempo.
Las recomendaciones de Bernardo de Claraval sobre el canto están
llenas de una exigencia de armonía y equilibrio propia del arte
cisterciense. « Que esté lleno de gravedad, ni lascivo ni rudo. Que
sea dulce, sin ser ligero, que encante al oído a fin de emocionar el
corazón, que consuele la tristeza, que calme la ira, que no vacíe al
texto de su sentido sino que lo fecunde.» 107
Dentro del espíritu de desposeimiento, las fórmulas salmódicas,
cantadas a lo largo de los siete oficios del día y de la noche, se
reducían a las fórmulas más simples, sin entonación ornamentada.
Pero para los nuevos oficios y las nuevas fiestas, las piezas que se
compusieron estaban muy adornadas y muy próximas al lenguaje poético y
florido de San Bernardo o de Hildegarde von Bingen, contemporánea en estos inicios cistercienses.
Debido a la propia Charte de Charité y a la fuerte estructuración de la orden, todo ese repertorio adaptado o compuesto en el siglo XII
existe en muchos manuscritos diseminados por toda Europa, y su lectura
no plantea dificultad alguna. Esa es la razón de que los trabajos de
reedición de la abadía de Westmalle, a finales del XIX y hasta mediados
del siglo XX,
sean muy fieles a las fuentes manuscritas. Así pues, es este repertorio
cisterciense que se puede escuchar hoy en abadías como las de Hauterive (OCist) o Aiguebelle ( Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia) el que ha conservado la tradición del canto gregoriano. 108
Los cistercienses y la cultura
Los manuscritos
Biblioteca de la abadía de Salem, 1880.
Una de las principales actividades de las abadías era la copia de
manuscritos. La monjes blancos no eran una excepción. Existía una
auténtica red de intercambio que permitía a las abadías obtener los
textos que necesitaban para copiarlos. En las grandes bibliotecas
cistercienses de Cîteaux, Claraval o Pontigny se encuentran Biblias,
textos de los padres fundadores de la Iglesia, de escritores de finales
de la Edad Antigua o de principios de la Edad Media como Boecio, Isidoro de Sevilla o Alcuino y de algunos historiadores como Flavio Josefo. Se encuentran más raramente textos de autores clásicos.
Los monjes cistercienses desarrollaron una caligrafía redonda,
regular y muy legible. Inicialmente, los manuscritos se decoraban con
motivos florales, escenas de la vida cotidiana o del trabajo en el
campo, alegorías sobre el combate de la fe o sobre el misterio divino.
La Virgen está especialmente representada. Pero bajo el impulso de Bernardo de Claraval, movido por un ideal de austeridad, hacia 1140
apareció un estilo más depurado. Se caracterizaba por grandes iniciales
pintadas en claroscuro de un solo color, sin representación humana o
animal ni uso del oro. 109
Los cistercienses desarrollaron a partir de entonces un estilo sobrio,
aunque permaneció un cuidado por la estética. Por otra parte, fueron a
menudo muy exigentes en lo referente a la calidad de los soportes
utilizados, como el pergamino, y los colores, obtenidos frecuentemente a
partir de piedras preciosas, como el lapislázuli. 110
En los siglos XIV y XV, con el desarrollo de la imprenta de
tipografía móvil, los libros se hicieron omnipresentes dentro de las
abadías y las colecciones de obras aumentaron considerablemente. 111 En el siglo XVI, la biblioteca de Claraval contaba con 18 000 manuscritos y 15 000 impresos. 112
Una cultura dirigida hacia Dios
La orden primitiva nunca dio la espalda al estudio, pero se integró,
al principio, en una corriente de oposición a las ciudades, principales
centros del saber. De hecho, el intercambio intelectual en el seno de
las ciudades permitía una abundancia de ideas, algunas de las cuales
también eran provocaciones para el austero Bernardo de Claraval. Los goliardos, por ejemplo, criticaban abiertamente la sociedad tripartita y especialmente a los religiosos; 113
no dudaban en poner en cuestión el matrimonio, pregonando el amor libre
en el cual la mujer ya no es una mera posesión del hombre o una máquina
de hacer niños. 114
San Bernardo, al igual que Pierre de Celles, otro pensador
cisterciense, se opuso firmemente a las nacientes universidades; la vida
intelectual urbana podía distraer de la glorificación de Dios. San Bernardo y San Norberto fueron, por otra parte, los principales perseguidores de Abelardo.
«Huid de en medio de Babilonia, huid y salvad vuestras almas. Volad
todos juntos hacia las ciudades de refugio (los monasterios), donde
podréis arrepentiros del pasado, vivir en gracia para el presente y
aguardar con confianza el futuro. Encontrarás mucho más en el bosque que
en los libros. El bosque y las piedras te enseñarán más que cualquier
otro maestro.»
- —Bernardo de Claraval.115
A finales del siglo XII, a causa del compromiso pastoral y
predicador, algunas instituciones volvieron su mirada hacia el estudio
de las cuestiones de la época. Los cistercienses, sin embargo, siguieron
siendo a los ojos de las demás órdenes, incluyendo los dominicos,
gente «simple» poco versada en los estudios especulativos. Frente a
estos ataques, algunas abadías se aventuraron más en las ciencias
teológicas y surgieron bibliotecas cistercienses respetables, tales como
la de la abadía de Signy y la de Claraval. Se establecieron contactos
fructíferos con los medios universitarios parisienses y algunos hermanos
se instalaron en París para seguir cursos de teología. 116
Las universidades
Biblia de Esteban Harding.
Con el desarrollo de las universidades, creció el nivel cultural y
los cistercienses tuvieron que implicarse en la formación de sus jóvenes
monjes. También se hizo necesario alojarlos en las ciudades
universitarias. Los monjes blancos fundaron, entonces, colegios en
París, Toulouse, Metz y Montpellier. 117
En 1237,
la abadía de Claraval fue la primera en enviar hermanos jóvenes a
estudiar a París. Inicialmente se alojaban en una casa del Bourg
Saint-Landry, pero su número fue en aumento. En 1247 se establecieron en el barrio de Chardonnet y dos años más tarde emprendieron la construcción de un colegio. 118 Gracias al apoyo papal, se compraron las tierras insalubres próximas al Bièvre y en ellas se erigió un colegio. Se recompró en 1320 por el Capítulo general de la orden. Este Collège des Bernardins estaba abierto a los estudiantes del conjunto de la orden. 119 Originalmente planeado para dar cabida a veinte alumnos, el Collège des Bernardins
formó, entre los siglos XIII y XV, a varios miles de jóvenes monjes
cistercienses, la élite de su orden, venidos del norte de Francia, de
Flandes, de Alemania y de Europa central, para estudiar teología y
filosofía.
En 1334, Jacques Fournier, antiguo alumno del Collège Saint-Bernard, doctorado en teología hacia 1314, se convirtió en papa en Avignon bajo el nombre de Benedicto XII. El antiguo abad de Fontfroide promulgó en 1355 la Constitución Fulgens sicut Stella Matutina o Benedictina
que regulaba las relaciones que mantenía la orden con los estudios
intelectuales. Los monasterios de más de cuarenta hermanos debían enviar
a dos de sus miembros a los colegios de París, Oxford, Toulouse,
Montpellier, Bolonia o Metz. Los cistercienses se integraron en las
exigencias del reino de la escolástica.
En la época moderna, la cultura humanista conquistó los monasterios,
lo que provocó la oposición de los principales defensores de la reforma
del siglo XVII. Así, en el siglo XVIII, « numerosos novicios y monjes van a estudiar a las universidades y, de manera general, los religiosos se entregan a la lectura.» 120
El arte cisterciense
El arte cisterciense está en concordancia con su espiritualidad: debe
ser una ayuda para el camino interior de los monjes. En 1134, con
ocasión de una reunión del Capítulo general de la orden, Bernardo de
Claraval, que se hallaba en la cima de su influencia, recomiendó la
sencillez en todas las expresiones del arte. Desde ese momento, los
cistercienses desarrollaron un arte sobrio y a menudo monocromo.
En el Exordio del Císter y resumen de la Carta de Caridad121 que regulaba la vida de los monjes se ordenaba:
- Capítulo XXV: Lo permitido y lo prohibido respecto al oro, la plata, las joyas y la seda.
- Los paños de los altares y los vestidos de los ministros no serán
de seda, excepto la estola y el manípulo. La casulla será de un solo
color. Todos los ormamentos del monasterio, los vasos sagrados y demás
cosas que se usen, no tendrán oro, plata o joyas; pero el cáliz y la
cánula, y solo estas dos cosas, podrán ser de plata o doradas, pero de
ningún modo de oro.
- Capítulo XXVI: Esculturas, pinturas y cruces de madera.
- No está permitido tener esculturas en ningún sitio, y pinturas sólo en las cruces, que ellas mismas serán únicamente de madera.
La arquitectura cisterciense
El estilo constructivo cisterciense era austero. Precisamente en el origen de la orden estaba la denuncia de la suntuosidad de Cluny
y, por oposición a ella, la adopción de la sencillez y la sobriedad en
todos los aspectos de la vida monástica; también en las edificaciones
abaciales. En un principio las construcciones que componían las
dependencias monacales, iglesia incluida, solían ser de madera, adobe o
un humilde mampuesto. Las grandes realizaciones en sillería pétrea
formando recios muros y amplias bóvedas que han llegado hasta nosotros
son obras de la época más magnificente y, por ser más robustas son más
duraderas. Aun en estas se advierte la falta de ornamentación, la
carencia de elementos superfluos y la adusta desnudez de los paramentos;
nada debía haber que pudiera distraer a los monjes; ni pinturas, ni
esculturas, ni cromáticas vidrieras.
Las abadías cistercienses respondían a un vasto programa constructivo
que comprendía instalaciones tan diversas como la hospedería, la
enfermería, el molino, la fragua, el palomar, la granja, los talleres y
todo aquello que prestara servicio a una comunidad autosubsistente. El
núcleo monacal propiamente dicho lo componían las dependencias
residenciales y la iglesia. Formaban todas ellas lo que denominaban el
«cuadrado monástico» que solía estar integrado por:
Planta tipo cisterciense
1- Iglesia
2- Puerta del cementerio
3- Coro de conversos
4- Sacristía
5- Claustro
6- Fuente
7- Sala Capitular
8- Dormitorio de monjes
9- Dormitorio de novicios
10- Letrinas
11- Calefactor
12- Refectorio de los monjes
13- Cocina
14- Refectorio de los conversos.
- La iglesia: de una o tres naves con planta de cruz latina, cubierta con bóveda
de cañón u ojival; cabecera manifiesta al exterior y orientada al este,
formando un espacio rectangular liso o, más adelante, un ábside circular; ancho transepto
con capillas en el lado oriental de los brazos; santuario o presbiterio
elevado algunos peldaños para realzar la posición del altar; coro de
los monjes ocupando los primeros tramos de la nave central y, a veces,
parte del crucero; coro de conversos o legos, ocupando los tramos más occidentales, es decir, los más alejados del santuario; pórtico o nártex al pie de la nave para dar entrada ocasional a la iglesia a visitantes ajenos a la comunidad.
- El claustro: galería de cuatro lados formando normalmente un
cuadrado de entre 25 y 35 metros. Se adosaba siempre a la iglesia con la
que tenía comunicación directa; preferentemente se disponía junto al
lateral sur de la nave, aunque no es infrecuente encontrarlo anexo al
lateral norte. Abarcaba en su interior un patio al que se abría por arquerías de medio punto u ojivales, según la época de su construcción.
- La sala capitular: espacio generalmente cuadrado en el que se
celebraban las reuniones monacales bajo la presidencia del abad. Una
puerta central y dos ventanales dispuestos a uno y otro de los lados de
aquella proporcionaban acceso a las personas y a la luz desde la galería
oriental del claustro. En el perímetro interior de la sala se situaban
los asientos de los monjes y en posición presidencial el del abad. La
cubierta se resolvía con bóveda de arista o crucería sobre columnas exentas en el interior. En este recinto se expresaba la solemnidad de su dedicación.
- El dormitorio de los monjes: se solía ubicar en segunda planta y no
era sino una prolongada nave con separaciones de tabiquería baja. Dos
escaleras proporcionaban el acceso: la «escalera de día», que comunicaba
con el claustro, y la «escalera de maitines» que lo hacía con el
transepto de la iglesia para acudir directamente a la oración nocturna.
- La sala de los monjes: dotada de amplios ventanales se utilizaba no sólo como estancia sino como scriptorium
o lugar donde se escribían y copiaban los libros y documentos. Solía
ser el único lugar calefactado por una chimenea, por lo que también
recibía la denominación de «calefactorium».
- El dormitorio de los conversos: similar al de los monjes pero sin acceso a la iglesia.
- El refectorio: comedor de los monjes en el que se disponía un
púlpito para la lectura de obras piadosas durante la comida. Se
encontraba en planta baja con acceso desde el claustro y en comunicación
con la cocina.
Las vidrieras
Iglesia abacial de Aubazines, Corrèze, Francia
Abadía de Pontigny, Yonne, Francia. Vidriera.
En 1150, una ordenanza estipuló que las vidrieras debían ser « albae fiant, et sine crucibus et pricturis»,
blancas, sin cruces ni representaciones. Las únicas representaciones
eran motivos geométricos y plantas: hojas de palma, rejillas y
entrelazados que pueden recordar la exigencia de regularidad preconizada
por San Bernardo. Así, hasta mediados del siglo XIII las vidrieras
cistercienses fueron exclusivamente las llamadas «en grisalla»,
cuyos diseños se inspiran en los enlosados romanos. Dominan las
vidrieras blancas; al ser menos costosas, se corresponden también con un
uso metafórico, como algunos ornamentos vegetales. Las abadías de La Bénisson-Dieu (Loira), Obazine (hoy Aubazines, en Corrèze), Santes Creus ( Cataluña), Pontigny y Bonlieu son representativas de este estilo y estas técnicas. Existen hornos de vidrio entre las posesiones de los cistercienses del siglo XIII.
La aparición del vidrio decorativo figurativo en las iglesias
cistercienses coincide con el desarrollo del mecenazgo y las donaciones
de la aristocracia. En el siglo XV,
la vidriera cisterciense perdió su especificidad y confluyó, por su
aspecto, con la mayor parte de los edificios religiosos contemporáneos.
Las baldosas
Baldosa decorada procedente de los restos de la abadía de Tart, ( Côte-d'Or) 122
En los monasterios cistercienses, que vivían en una relativa autarquía, se impuso el uso de baldosas de arcilla, en lugar de un pavimento
de piedra o de mármol. Los monjes blancos desarrollaron un gran dominio
de este proceso, en la medida en que fueron capaces de fabricarlas en
masa gracias a sus hornos. A finales del siglo XII
aparecieron baldosas con motivos geométricos. La decoración se obtenía
mediante estampado: en la arcilla aún maleable se fijaba un tampón de
madera que imprimía el motivo en hueco. El relieve hueco se rellenaba
con una pasta de arcilla blanca y la baldosa se sometía a una primera
cocción. A continuación, se le colocaba un revestimiento vitrificable.
Este protegía la baldosa y realzaba los colores.
El ensamblaje de las baldosas permitía combinaciones complejas de
motivos geométricos. A veces, estos fueron juzgados como demasiado
estéticos en relación con los preceptos de sencillez y desposeimiento de
la orden. En 1205, el abad de Pontigny fue condenado por el Capítulo general
por haber hecho paredes demasiado suntuosas. En 1210, al abad de
Beauclerc se le reprochó haber permitido a sus monjes que perdieran el
tiempo en hacer un enlosado « revelando un grado inconveniente de descuido y un curioso interés». 123
La orden cisterciense, motor de las evoluciones técnicas
Desde el siglo XI al siglo XIII
tuvo lugar una verdadera revolución industrial en el Occidente
medieval. Se produjo por la creciente monetarización de la economía
desde la introducción del dinar de plata por los carolingios en el siglo VIII, que permitió la introducción de millones de productores y consumidores en el circuito comercial. 124
Los campesinos empezaron a poder vender sus excedentes, por lo que,
desde entonces, les interesaba producir más de lo necesario para su
subsistencia y el pago de los derechos señoriales. 125
Desde ese momento, resultó más rentable para los propietarios, clérigos
o laicos, imponer un canon a los campesinos a quienes habían confiado
la tierra que hacer cultivar esas tierras por esclavos o siervos, que
desaparecieron en Occidente. Para aumentar aún más esa productividad invirtieron en equipamientos que la mejoraban, proporcionando arados, construyendo molinos de agua para sustituir a los molinos de sangre y prensas de aceite o de vino para reemplazar la pisa. 126
Este fenómeno lo atestigua la proliferación de molinos, carreteras,
mercados y talleres de acuñación de moneda en todo Occidente desde el siglo IX. 127
Las abadías fueron, a menudo, la punta de lanza de esta revolución económica, pero para los cluniacenses
el trabajo manual era degradante y se consagraban lo más posible a
actividades espirituales. Por el contrario, en el espíritu de los
cistercienses, que se negaban a convertirse en rentistas de tierras, el
trabajo manual estaba valorado. 128
En lugar de confiar sus tierras a arrendatarios, ellos mismos
participaban en trabajarlas. Por supuesto, sus funciones litúrgicas
ocupaban gran parte de su tiempo, pero los suplían los hermanos
conversos que se encargaban específicamente de las tareas materiales. En
1200, una abadía como Pontigny contaban con 200 monjes y 500 conversos;
en Claraval, los monjes disponían de 162 sillas de coro y los conversos
de 328. 129
Dado que ellos mismos estaban implicados en el trabajo manual y que
tenían como ideal hacer la tierra más fértil, los cistercienses se las
ingeniaron para mejorar las técnicas en la medida de lo posible.
Los progresos se transmitieron entre abadías por medio de manuscritos
o a través del desplazamiento de los monjes. Los hermanos conversos,
una parte de los cuales vivía en los graneros, fuera de la abadía,
participaron en la difusión de las mejoras técnicas entre las
poblaciones locales: los cistercienses fueron vectores de importancia
fundamental en la revolución industrial de la Edad Media. La orden se
convirtió en una verdadera potencia económica. El verdadero despegue se
produjo entre 1129 y 1139,
y un dinamismo tal suscitó muchos problemas: la incorporación de
monasterios que conservaban costumbres que todavía no eran conformes con
el espíritu de la Carta de Caridad, la elección de lugares de
implantación difíciles, las dificultades de las abadías matrices para
poder efectuar las visitas anuales, el peligro de traslado demasiado
frecuente de monjes que agotaban a las abadías matrices.
Si bien los cistercienses fueron innovadores, también utilizaron a
veces técnicas muy antiguas. Numerosas iglesias cistercienses gozan de
una excelente acústica que no es casual: algunas, como Melleray,
Loc-Dieu, Orval, utilizan la técnica de los vasos acústicos descrita por
Vitruvio,
ingeniero romano del siglo primero a. C.; estudios contemporáneos han
demostrado que estos vasos, repartidos en los muros y bóvedas,
amplifican el sonido en la gama de frecuencias de las voces de los
monjes, y otros procesos reducen el eco.
Los progresos agrícolas
La mejora de los recursos agrícolas
Monjes cistercienses trabajando en el campo.
Los cistercienses ocupan solo una moderada cuota en los cambios que
marcaron el crecimiento económico y demográfico medieval. Se afanaban
más en dar valor a las tierras apartadas de las grandes aglomeraciones
nacientes, 130
haciéndose cargo de antiguas propiedades sin herederos. No dudaban en
comprar las aldeas preexistentes, incluso expulsando a sus ocupantes,
para reorganizarlas de manera diferente según sus propias reglas
explotación.
En general, explotaron mejor los recursos locales, dando valor a los
bosques en lugar de destruirlos. Sin embargo, hay abadías cuyos monjes
participaron en el gran impulso de cambio medieval. En los territorios
actuales de Austria y Alemania, hicieron retroceder el frente forestal
hacia el este; en la costa flamenca, la abadía de Dunes consiguió ganar
10 000 hectáreas al agua y la arena; transformaron pantanos en tierras
de pastoreo en la región de París, y en salinas en la costa atlántica.
Pero abrir camino no era su objetivo principal; era una forma más de
establecerse donde todavía había sitio para desarrollar una política de
autarquía económica. De este modo se convirtieron en pioneros en la
elaboración de las normas de explotación forestal en el siglo XIII. 131
De hecho, el bosque permitía abastecerse de leña para calefacción y
para la construcción, así como de frutas y raíces de todo tipo. Los
cistercienses desbrozaron y racionalizaron la poda y el crecimiento de
las especies. Por ejemplo, las encinas producían bellotas y permitían
pastar a los cerdos. 132
El granero cisterciense
Granero de la abadía de Maubuisson, cerca de Pontoise, Francia.
Los cistercienses no inventaron la rotación
bienal ni trienal de cultivos, ni las herramientas agrícolas, pero
mediante la observación de las prácticas de los campesinos supieron
crear un verdadero modelo de granja: el granero cisterciense. 133
Se trata de complejos rurales coherentes, con edificaciones de
explotación y vivienda, que agrupaban a equipos de conversos
especializados en una tarea y dependientes de una abadía matriz. 134
Los graneros debían estar situados a no más de un día de camino de la
abadía y la distancia que las separa era al menos de dos leguas —unos
diez kilómetros—.
Los graneros cistercienses desarrollaron la capacidad de producción
agrícola introduciendo la especialización de la mano de obra. Cada
granja era explotada por entre cinco y veinte hermanos conversos —lo que
constituye un número ideal en términos de gestión,
porque más allá de una treintena de personas el simple sentimiento de
pertenencia al grupo ya no es suficiente para motivar a toda la mano de
obra necesaria para la tarea—, ayudados en caso de necesidad por
trabajadores agrícolas asalariados y temporeros. La producción de los
graneros era mucho mayor que las necesidades de las abadías, que
revendían sus excedentes. Estos graneros, a menudo muy grandes —cientos
de hectáreas de tierras, pastos, bosques—, sumaban cerca de un millón de
hectáreas. Este sistema de explotación alcanzó en seguida un éxito
enorme. Un siglo después de la fundación de Cîteaux, la orden contaba
con más de un millar de abadías y más de seis mil graneros repartidos
por toda Europa.
La viticultura
En la Edad Media, el vino, por su contenido alcohólico, era a menudo más salubre
que el agua y, por lo tanto, tenía una importancia vital. Los monjes
blancos lo utilizaban para uso propio y, sobre todo, para la liturgia.
Debido a su uso sagrado, impusieron una gran exigencia en cuanto a su
calidad. 135
Los cistercienses consiguieron la cesión de una viña para cada abadía,
de manera que pudiera cubrir sus propias necesidades. Elegían suelos
aptos en laderas con una orientación que garantizase una buena
insolación y utilizaban, para hacer madurar sus vinos en isotermia, las
piedras de cantería talladas para la construcción de sus abadías. 136
Desarrollaron una producción de calidad que no se destinó al comercio hasta 1160, en regiones aptas para una producción masiva, como Borgoña. Su organización comercial, muy eficiente, les permitió exportar sus vinos hasta Frisia y Escandinavia. 137
La selección de las especies
Labranza con arado. Grabado a partir de una ilustración. 138
La ganadería era una fuente de productos alimentarios, como carne,
lácteos y quesos, pero también de fertilizantes y materias primas para
la industria del vestido, como la lana y el cuero, y de productos
manufacturados, como pergamino y cuerno. Bernardo de Claraval
encargó a algunos monjes de su abadía que trajeran búfalos del reino de
Italia para cruzarlos. La misma práctica se utilizó para la selección
de caballos que, al ser más ligeros, permitían trabajar el suelo de los
bosques en el cual el búfalo se hundía. De este modo, los cistercienses,
antes que nadie, convirtieron en cultivables tierras que hasta entonces
no se consideraban explotables. 139
Los cistercienses desempeñaron, igualmente, un papel primordial en la
reputación de la lana inglesa, que era la materia prima más importante
de la industria medieval. Era indispensable para los pañeros flamencos y
los comerciantes italianos, una de cuyas principales actividades era la
coloración de paños. En 1273,
los ganaderos ingleses esquilaron 8 millones de animales. El impuesto
sobre la lana era el primer recurso fiscal para el rey de Inglaterra.
Los compradores italianos y flamencos procuraban firmar contratos con
monjes cistercienses especializados en la cría de ovejas, porque sus
animales cuidadosamente seleccionados ofrecían todas las garantías de
calidad. Además, la organización extremadamente centralizada de los
monasterios cistercienses les permitía tener un solo interlocutor
incluso para volúmenes de transacción muy importantes. La abadía de
Fountains, en el condado de York, crio hasta 18 000, Rievaulx 14 000,
Jervaulx 12 000. 140
Puesto que su regla limitaba la cantidad de carne en la dieta, los
cistercienses desarrollaron la piscicultura en los miles de estanques
creados por las numerosas presas y diques que construyeron para regar
sus tierras y monasterios. La introducción de la carpa en Occidente es
paralela a la expansión de la orden. 141
Los monjes blancos dominaban el ciclo reproductivo de la carpa:
construyeron estanques poco profundos y sombríos destinados al
crecimiento de los alevines,
que luego eran trasladados a estanques más profundos donde se pescaban
al final de su crecimiento. La producción era ampliamente superior a las
necesidades de las abadías, por lo que una gran parte se vendía.
Los progresos técnicos
La ingeniería hidráulica
El puente acueducto del Cent-Fonts
El Cent-Fonts canalizado sobre el puente de los Arvaux.
Puente acueducto de los Arvaux sobre el Varaude.
La regla benedictina requería que cada monasterio dispusiera de agua y
de un molino. El agua se precisaba para beber, lavarse, evacuar los
residuos 142
y para abrevar el ganado. Además, la necesidad de agua respondía a
exigencias litúrgicas e industriales. Sin embargo, era preciso evitar el
riesgo de inundaciones, así que el lugar escogido estaba a menudo ligeramente alto y precisaba elevarse el agua. 143
Los cistercienses se establecieron en sitios apartados a los que había
que trasvasar el agua a lo largo de grandes distancias; o, por el
contrario, en zonas pantanosas que desecaban construyendo presas río
arriba. Se especializaron en ingeniería hidráulica, construcción de
embalses y canales. A partir de 1108,
el crecimiento de la población monástica de Cîteaux obligó a los
hermanos a desplazar la abadía 2,5 kilómetros, para establecerse en la
confluencia del Vouge y el Coindon. 144 En 1206, hubo que aumentar aún más el caudal hidráulico y se excavó un tramo de cuatro kilómetros.
Pero la capacidad del Vouge, que no era más que un pequeño arroyo, se
agotó rápidamente. Los monjes abordaron una obra aún más importante:
desviar el río Cent-Fonts, lo que garantizaría un caudal mínimo de 320
litros por segundo. 145 Los monjes debieron negociar el paso con el duque de Borgoña en el capítulo de Langres. La obra era enorme porque, además de la excavación del canal de 10 km, había que construir un acueducto
—el puente de los Arvaux— de 5 metros de altura, a fin de permitir el
paso del canal por encima del río Varaude. El resultado estuvo a la
altura del esfuerzo: el potencial energético de la abadía aumentó
considerablemente con un salto de agua de 9 metros. 146 Al menos un molino y una herrería se instalaron sobre el nuevo tramo. 147
La irrigación de los monasterios permitió instalar agua corriente,
transportada, si era necesario, por canales subterráneos incluso a
presión. Para ello, los monjes utilizaron canalizaciones de plomo,
terracota o madera. En algunas partes, el flujo podía ser interrumpido
por un grifo de bronce o de estaño. Algunas abadías como la de Fontenay
estaban equipadas con un sumidero. Al encontrarse en el fondo de los
valles, en muchas abadías había que evacuar eficazmente las aguas
pluviales; un colector alimentado permanentemente por el agua de una
presa que cortaba el valle, pasaba por debajo de la cocina y de las
letrinas y recibía todas las aguas residuales procedentes de
canalizaciones secundarias que descendían de los diferentes edificios.
En Cleeve o en Tintern,
los colectores, muy anchos, tenían compuertas a modo de cisternas que
permitían liberar un gran volumen de una sola vez y purgarlas. 148
Lavabo colectivo en la abadía del Thoronet, en la Provenza francesa.
El conocimiento de la hidráulica por parte de los cistercienses les
permitió transformar ríos sujetos a crecidas, en cursos de agua
regulados para las necesidades domésticas, energéticas y agrícolas de
los monjes. Esto permitió convertir en explotables grandes extensiones
de tierra hasta entonces abandonadas por falta de riego.
Debido al crecimiento económico y demográfico, y a las importantes
necesidades de la industria textil, se necesitaban más bóvidos y ovinos.
A partir del siglo XII, los terratenientes comenzaron a desecar las zonas pantanosas para ampliar la superficie de pastos disponibles. A finales del siglo XII,
las desecaciones alcanzaron su punto culminante. La madera era escasa y
se encareció. Además, se prestó mayor atención a la explotación
forestal, cuyo papel abastecedor seguía siendo fundamental.
Particularmente en Flandes,
donde la densidad de población estaba al límite, las abadías
cistercienses llevaron a cabo obras de encauzamiento como continuación
del trabajo comenzado a partir del siglo XI. En los siglos XII y XIII, la extensión del sistema de diques o pólder a gran escala en la marisma Poitevin se llevó a cabo por la asociación de abadías, creando planes sistemáticos de drenaje. 149 También organizaron la vegetación a lo largo de los ríos, por ejemplo, plantando sauces cuyas raíces afianzan la tierra de los diques y canales. 150
Abadía de Fontaine-Guérard, en Normandía, Francia.
Aunque los cistercienses fueron particularmente eficientes en la
gestión del agua, se inscribían dentro de una evolución global. Las
técnicas de riego habían pasado a Occidente a través de la España
musulmana y de Cataluña, donde la orden de Cluny tenía una fuerte
implantación. La abadía de Cluny
no habría podido desarrollarse sin acondicionar el valle del Grosne.
Del mismo modo, los condes de Champagne desviaron el Sena para desecar
los alrededores de Troyes y proporcionarle la energía hidráulica que necesitaba así como un sistema de evacuación de aguas. 151
La industria
El molino hidráulico se difundió durante todo el período medieval porque era una importante fuente de ingresos financieros para la nobleza y los monasterios
que, por ello, invirtieron en este tipo de equipamientos. El uso de la
fuerza hidráulica, en lugar de la animal o la humana, permitía una
productividad incomparable con la existente en la antigüedad: cada rueda de un molino de agua podía moler 150 kilos de trigo por hora, lo que equivalía al trabajo de 40 siervos. 152 Desde la época carolingia, los monasterios estaban en la vanguardia en este campo, porque la regla benedictina exigía que hubiera un molino en cada abadía. 153
Los monjes blancos utilizaban las técnicas en boga en sus regiones:
molinos de rueda vertical en el norte y de rueda horizontal en el sur. 154 Los ingenieros medievales del siglo XII desarrollaron también molinos de viento
de pivote vertical, que permitía seguir los cambios en la dirección del
viento, o de marea, que eran desconocidos en la antigüedad o en el
mundo árabe. 155 Con el desarrollo del árbol de levas en el siglo X, esta energía pudo ser utilizada para múltiples propósitos industriales. 156 Aparecieron, así, los batanes,
que se utilizaban para aplastar el cáñamo, moler la mostaza, afilar
hojas, prensar el lino, el algodón o los paños. En esta importante
operación en la fabricación de tejidos, el molino sustituía a cuarenta
bataneros. Se ha probado la existencia de sierras hidráulicas en el siglo XIII. 157
De todas estas innovaciones técnicas, que hábilmente utilizaban (se
encuentran entre los primeros en usar batanes hidráulicos), realmente
sólo se puede atribuir a los monjes cistercienses la creación del
martillo hidráulico, cuyo uso generalizaron en toda Europa. 158
Los cistercienses necesitaban, en efecto, herramientas agrícolas, pero
también de excavación, de construcción, clavos para la carpintería,
bisagras y cerraduras para las ventanas y, cuando evolucionaron las
técnicas de arquitectura, armazones de hierro para sus edificios.
Modificaron las técnicas tradicionales mecanizando algunas fases del
trabajo del hierro. 159
A partir del siglo XII,
las fraguas accionadas por energía hidráulica multiplicaron la
capacidad de producción de los herreros; el uso del martillo pilón
permitía trabajar piezas considerablemente mayores (los martillos de la
época podían pesar 300 kilogramos y dar 120 golpes por minuto) y más
rápidamente, con martillos de 80 kilogramos que golpeaban 200 veces por
minuto, y la insuflación de aire a presión permitía obtener acero de
mejor calidad, al elevar la temperatura del interior de los hornos a más
de 1.200° C. 160 Desde 1168, los monjes de Claraval vendían hierro. 161 Esta industria siderúrgica consumía mucha madera: para obtener 50 kilos de hierro se necesitan 200 kilos de mineral y 25 estéreos de madera; en 40 días, una sola carbonera tala un bosque en un radio de un kilómetro. 162
Los cistercienses también dominaban el arte del vidrio. Tenían hornos
para la fundición de vidrio plano. A pesar de las instrucciones de Bernardo de Claraval, que pregonaba una estricta sobriedad, desarrollaron un tipo de vidriera original: la grisalla.
Para las necesidades de sus construcciones, los cistercienses tenían
que fabricar cientos de millones de tejas. El horno de Commelle es un
perfecto ejemplo: permitía cocer entre 10 000 y 15 000 piezas a la vez.
Las tejas se introducían en el horno ordenadas al tresbolillo, sellando
el horno con ladrillos refractarios recubiertos de arcilla para
perfeccionar el aislamiento. El hogar se alimentaba durante tres semanas
y se tardaba el mismo tiempo para que el horno y las tejas se
enfriasen. 163 Estos hornos se utilizaban también para hacer las baldosas de las abadías.
Los cistercienses como agentes económicos de la Edad Media
El patrimonio inmobiliario
Mojón lindero cisterciense del convento de monjas de Tart ( Côte-d'Or)
Una activa política de adquisiciones, propiciada en sus inicios por
la popularidad del movimiento que obtuvo un gran número de cesiones y
donaciones, permitió a la orden convertirse en una importante
terrateniente. Añadieron valor a sus tierras graneros y bodegas, algunos
de los cuales estaban a veces muy alejados de la abadía.
Su estrategia de hacer explotables las tierras adquiridas, antes
frecuentemente baldías, no era casual; prestaron una particular atención
a la adquisición de ríos y molinos necesarios para su desarrollo.
Incluso llegaron a pagar un alto precio por el codiciado derecho de
acceso a los ríos. Así, por ejemplo, la abadía de Cîteaux tuvo que pagar
200 libras de Dijon en el Capítulo
de Langres para obtener el derecho de paso de una derivación del
Cents-Fonts. Algunos años más tarde, esta misma abadía se enfrentó a
problemas financieros. Desde ese momento, el control del agua se
convirtió en una prioridad para la orden. Mediante una hábil política de
adquisiciones, los monjes blancos se convirtieron en propietarios de
numerosos ríos. Esto les proporcionó un poder económico y político muy
importante; podían desecar las tierras que se hallaban río abajo y
privar de energía hidráulica a tal o cual señor. Los numerosos procesos
que enfrentaron a los cistercienses con dichos señores dan fe de la
frecuencia de los conflictos sobre la cuestión del acceso al agua. Esos
pleitos contribuyeron a la impopularidad de la orden, sobre todo porque
dicha política de adquisición de tierras se hizo a menudo en detrimento
de los habitantes que, a veces, fueron expulsados. 164
En la segunda mitad del siglo XII,
la orden intentó obtener beneficios financieros de su patrimonio e
invirtió masivamente en viñedos y salinas. De ese modo, Citeaux
incrementó sus posesiones con la adquisición de viñedos en las zonas de
Corton, Meursault y Dijon y se convirtió en dueña de un horno de sal en el yacimiento de Salins.
Cabe señalar que los cistercienses no explotaban por sí mismos las
salinas y, por tanto, no hicieron ninguna aportación técnica. De hecho,
su explotación estaba a cargo de salineros —no de conversos— que se
quedaban con dos tercios de la cosecha. La inversión necesaria para el
mantenimiento de las salinas —diques, pilotes— se asignaba a un burgués
inversor que recibía, a cambio, el tercio restante de la sal producida.
La cistercienses cobraban un censo sobre los ingresos de los salineros. 165
Su inversión en las salinas era, pues, puramente financiera; no por
ello era menos importante; los monasterios de Saint-Jean d’Anjely,
Redon, Vendôme y los de la región de Borgoña invirtieron masivamente en
las salinas de las costas atlántica y mediterránea o en las salinas del Franco Condado, de Lorena, de Alemania y de Austria, de explotación minera. 166
La potencia comercial
Implantación de los cistercienses en Borgoña en el siglo XII.
Más allá de su inmenso patrimonio inmobiliario, fue la instauración
de una excelente red de ventas lo que dio a los cistercienses un poder
económico de primer orden.
Desde el principio, las abadías ubicadas a lo largo de cursos de
agua, a su vez afluentes de los principales ríos, estuvieron situadas en
una posición ideal para vender todos sus productos a las ciudades. 167
Cîteaux y sus primeras filiales se situaron en Borgoña, es decir, en la
zona de unión entre las tres principales cuencas fluviales de Francia:
el Ródano, el Loira y el Sena. De hecho, Cîteaux se encuentra a orillas
del Vouge, a su vez afluente del Saona,
lo que permitía la unión entre el corredor del Ródano, uno de los
principales ejes comerciales entre el Mediterráneo y el norte de Europa,
la cuenca del Sena (París, con 200 000 habitantes a finales del siglo
XIII, era el principal centro de consumo de Occidente) y el Loira,
accesible por el Arnoux. La expansión de la orden en el Franco Condado le permitía no sólo controlar las salinas, sino también facilitar su acceso al Rin a través del Doubs. En estos ríos tranquilos bastaban simple barcas de fondo plano para transportar los productos.
Gracias a sus localizaciones, los cistercienses llegaban a todas partes a lo largo de estas rutas comerciales fluviales: en el Garona y el Loira
que conducían al Atlántico y, por tanto, a Inglaterra y el norte de
Europa; en el Sena y sus afluentes que conducían a París y luego a Ruan y al canal de la Mancha; en el Rin, el Mosela y el Meno hacia las regiones pobladas y comerciales controladas por la Liga Hanseática; en el Po, en el Danubio... Los cistercienses eran dueños de una red comercial que cubría toda Europa.
Los cistercienses usaban su poder político y económico para obtener
exenciones en los peajes. Controlando el cauce de los ríos mediante los
diques y canales que habían construido, podían influir sobre los
señoríos situados aguas abajo de sus posesiones (los señoríos
necesitaban agua para hacer girar sus molinos y regar sus tierras) y
negociar con ellos los derechos de tránsito o su apoyo político. Sabemos
que Pontigny podía introducir 500 hectólitros libres de impuestos en la
ciudad de Troyes, Vaucelle podía transportar 3000 en franquicia por el Oise y Grandselve 2500 por el Garona.
Obtenían exenciones fiscales en las rutas comerciales que utilizaban y
podían incrementar sus márgenes en los productos que comercializaban. 168
El volumen de vino vendido por los monjes blancos se contaba en miles
de hectolitros; Ederbach enviaba 2000 por el Rin a los comerciantes de Colonia y en la abadía se podían almacenar 7000 en el siglo XVI.
Aunque inicialmente situados en lugares remotos, los monjes blancos
adquirieron poco a poco posesiones en la ciudad. Estas eran útiles para
acoger a los monjes que viajaban entre abadías o por caminos de
peregrinación. Cuando se celebraban las reuniones generales de la orden,
había que poder albergar a cientos de abades. Pero los cistercienses
las transformaron en lugares comerciales en cuanto advirtieron su
necesidad a finales del siglo XII. Se trataba de verdaderos almacenes urbanos, pero también de lugares de descanso para los monjes que recorrían Europa. 169
En estos lugares se vendían productos de la orden: vino, sal, vidrio,
productos manufacturados de metal. Las casas de Cîteuax en Beaune y de
Claraval en Dijon, por ejemplo, desempeñaban el papel de bodegas, con
cubas, lagar y cava.
Los monjes abrieron albergues junto a los ríos que llevaban a zonas de intercambio comercial: París, Provins, Sens. En Auxerre, por ejemplo, había un albergue donde las mercancías procedentes del Saona se podían llevar, a través del Yonne, hasta el Sena (la orden poseía un albergue en Montereau, en la confluencia de los dos ríos 170
) y, por tanto, a París, Ruan e incluso Inglaterra. Los cistercienses
abrieron almacenes para vender sus productos en todas las ciudades donde
se concentraban los consumidores —como París, la ciudad más poblada de
Occidente— y en los núcleos comerciales, como Provins, donde tenían
lugar las ferias de Champagne, o Coblenza. 171 Los cistercienses estaban particularmente bien establecidos en las ciudades sede de las ferias de Champagne, que absorbían gran parte del comercio europeo en los siglos XII y XIII.
Este éxito económico contribuiría progresivamente a una
transformación radical de la orden, que se apartaba cada vez más de la
austeridad de Bernardo de Claraval. La transformación de los
cistercienses en diezmeros se produjo a partir de los años 1200. 172 Con ello, aquello que proporcionó popularidad a la orden en sus comienzos desapareció, y decayó en favor de las órdenes mendicantes. El reclutamiento se resintió. Según Duby, « la gente del campo es la primera en dar la espalda a la orden que le quita su tierra y la expulsa de sus aldeas». 173 Este fue el origen de algunas manifestaciones de rencor en el siglo XIII en Germania, donde a veces resultaron incendiados algunos graneros de la orden.
Véase también
Referencias
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- ↑ Coloquio exordium, « Les fondateurs du nouveau monastère»; la cronología de los primeros tiempos de Cîteaux está proporcionada por tres textos: el Petit Exorde, el Exorde de Cîteaux y el Grand Exorde; los relatos de esos episodios proceden a menudo de quienes fueron protagonistas de la iniciativa. Marcel Pacaut, Les moines blancs, op cit., p. 32-33.
- ↑ Lekai, Louis J., op. cit., p. 28-29.
- ↑ qui heremum non diligebant; Exordium cisterciensis coenobii, VII, 13, citado por Louis J. Lekai, op. cit., p. 31.
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- ↑ Exordium cisterciensis coenobii, XII, 5-6.
- ↑ Marcel Pacaut, op. cit., p. 51-53.
- ↑ Terryl N. Kinder, L'Europe cistercienne, op. cit. p. 30.
- ↑ Jean Chélini, Histoire religieuse de l'Occident médiéval, op. cit., p. 365.
- ↑ Jean Marilier, Histoire de l’Église en Bourgogne, op. cit. p. 84
- ↑ Al pie de la Virgen, el copista Oisbertus. Hiereniam prophetam, libro VI, verso 1125, Biblioteca municipal de Dijon, ms. 130, f° 104, detalle.
- ↑ La cronología no es segura.
- ↑ «San Bernardo no fundó la orden cisterciense. La hizo triunfar.» « Saint Bernard n'avait pas fondé l'ordre cistercien. Il avait fait son succès.» Georges Duby, Saint Bernard, l'Art cistercien, Champs, Flammarion, 1971, p. 9.
- ↑ Riché, Pierre,« Bernard de Clairvaux», Dossiers d'Archéologie, n.º 229, diciembre de 1997 - enero de 1998, p. 16.
- ↑ «Entonces,
la gracia de Dios envió a esta iglesia clérigos letrados y de alta
cuna, laicos poderosos en el siglo y no menos nobles en muy gran número;
de tal manera que treinta postulantes llenos de ardor entraron de golpe
en el noviciado». « Alors la grâce de Dieu envoya à cette église des
clercs lettrés et de haute naissance, des laïcs puissants dans le
siècle et non moins nobles en très grand nombre; si bien que trente
postulants remplis d'ardeur entrèrent d'un coup au noviciat.», Petit exorde de Cîteaux, citado por Georges Duby, Saint Bernard et l'art cistercien, Champs, Flammarion, 1979, p. 9.
- ↑ Sobre el lugar que ocupa Bernardo en el siglo XII véase Jacques Verger, Jean Jolivet, Le siècle de saint Bernard et Abélard, Perrin, Tempus, 2006.
- ↑ En 1125 publicó su Apologie,
dedicada a Guillaume de Saint-Thierry, donde contrapone las doctrinas
cisterciense y cluniacense, y arruina a sus adversarios. Se conocen de
él varios centenares de cartas.
- ↑ En particular con ocasión del concilio de Sens del 2 y 3 de junio de 1140
- ↑ Boitel, Philippe, « Voyage dans la France cistercienne», La Vie, Hors-série, n.º3, junio de 1998. p. 14.
- ↑ Marilier, Jean, Histoire de l’Église en Bourgogne, Éditions du Bien Public, 1991, p. 84.
- ↑ Revista Scriptoria, n.º1, Moyen-Âge, Hors série, Les Cisterciens, mayo-junio de 1998, p. 15.
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- ↑ Web oficial de la orden-monasterios en España (Congregatio Coronae Aragonum)
- ↑ Pacaut, Marcel, Les moines blancs, op. cit. p. 211.
- ↑ Idem, op. cit. p. 213.
- ↑ Auberger, Jean-Baptiste, «La spiritualité cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 44.
- ↑ «Todas
las veces que haya en el monasterio algún asunto importante que
decidir, el abad convocará a toda la comunidad y él mismo expondrá
aquello de que se trata… Lo que nos lleva a decir que hay que consultar a
todos los hermanos y que, a menudo, Dios revela a uno más joven lo que
es mejor». Regla de San Benito, 3, 1.3.
- ↑ Pacaut, Marcel, Les moines blancs, op. cit. pp. 215 - 218.
- ↑ Auberger, Jean-Baptiste, «La spiritualité cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 47.
- ↑ a b Auberger, Jean-Baptiste, «La spiritualité cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 49.
- ↑ Por ejemplo, en Actos
18,3 se muestra a San Pablo, durante un viaje de evangelización,
ganándose el sustento mediante su trabajo de fabricante de tiendas.
- ↑ Regla de San Benito, cap. 48, v. 8.
- ↑ Regla de San Benito, cap. 48, v. 1. Cf. también Jean-Baptiste Auberger, «La spiritualité cistercienne», Histoire et images médiévales n.º 12 (thématique), op. cit. p. 42.
- ↑ L. BOUYER, La spiritualité de Cîteaux, Flammarion, 1955, p. 18.
- ↑ Petit Exorde de Cîteaux, XV, 8.
- ↑ Bernardo de Claraval, Lettre 106, 2.
- ↑ Traité de l'amour de Dieu, los Sermons sur le Cantique, los Sermons para las diferentes fiestas litúrgicas; el Précepte et la dispense; De la considération, donde el abad de Claraval escribe a uno de sus hijos espirituales cistercienses, convertido en papa con el nombre de Eugenio III; los degrés de l'humilité et de l'orgueil, continuación de los grados de humildad enunciados por San Benito
- ↑ Éditions du Cerf, colección Sources chrétiennes.
- ↑ Cerf, colección Sources chrétiennes, 1975.
- ↑ Cerf, colección Sources chrétiennes, 1985.
- ↑ Editions Bellefontaine, 1994.
- ↑ Editions Bellefontaine, 1992.
- ↑ Cerf, colección Sources chrétiennes, 1967-1986.
- ↑ Berlioz, Jacques, (bajo la dirección de), Le Grand exorde de Cîteaux ou Récit des débuts de l'Ordre cistercien, Brepols/Cîteaux-Commentarii cistercienses, 1998, p. 411-413.
- ↑ Este último incluye, entre otros, castidad y pobreza. Cf. Regla de San Benito, cap. 58.
- ↑ Pacaut, Marcel, Les moines blancs, op. cit., pp. 74-75.
- ↑ Jean-Baptiste Lefèvre, Henri Gaud, Vivre dans une abbaye cistercienne (XIIe-XIIIe s.), éditions Gaud, 2003.
- ↑ Berlioz, Jacques, (dir.), Le Grand exorde de Cîteaux, op. cit., p. 413, pp. 426-7.
- ↑ Sermons sur le Cantique, 50, 5.
- ↑ Regla de San Benito, 43,3.
- ↑ Kinder, Terryl N., L'Europe cistercienne, op. cit., pp. 52-56.
- ↑ Esteban
Harding precisa en 1110, en el prefacio del libro de himnos,
recopilación de todos los himnos adoptados por los cistercienses:
«Hacemos saber a los hijos de la Santa Iglesia que estos himnos,
compuestos ciertamente por el bienaventurado arzobispo Ambrosio, los
hemos hecho traer de la iglesia de Milán, donde se cantan, a este lugar
que es el nuestro, a saber, el Nuevo Monasterio. De común acuerdo con
nuestros hermanos, hemos decidido que solo ellos y no otros serán
cantados por nosotros y por todos aquellos que vengan después de
nosotros. Pues son estos himnos ambrosianos, que nuestro bienaventurado
padre y maestro Benito nos invita a cantar en su regla, los que hemos
decidido observar en este lugar con el mayor cuidado.»
- ↑ Esteban Harding, Capítulo III de la Charte de Charité.
- ↑ Bernardo de Claraval, carta 398, citado por Georges Duby, Saint Bernard et l'art cistercien, op. cit., p. 89.
- ↑ Merton, Thomas, le Patrimoine cistercien.
- ↑ Delcourt, Thierry, « Les manuscrits cisterciens», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 41.
- ↑ Auberger, Jean-Baptiste, « La spiritualité cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 47.
- ↑ Kinder, Terry L., L'Europe cistercienne, op. cit., pp. 353-354.
- ↑ Pacaut, Marcel, Les moines blancs, op. cit., p. 334.
- ↑ Le Goff, Jacques, Les intellectuels du Moyen Age, Seuil, abril de 1957, pp. 35-36.
- ↑ Le Goff, Jacques, Les intellectuels du Moyen Age, op. cit. pp. 45.
- ↑ Le Goff, Jacques, op. cit, pp. 25.
- ↑ « Cîteaux, un idéal culturel»; Marcel Pacaut, op. cit. pp. 162-165, 220, 222.
- ↑ Cailleaux, Denis, « Les moines cisterciens dans les villes médiévales», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit., p. 79.
- ↑ Lekai, Louis J., Les moines blancs, op. cit., p. 83.
- ↑ Cailleaux, Denis, « Les moines cisterciens dans les villes médiévales», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit., p. 80.
- ↑ Pacaut, Marcel, Les moines blancs, op. cit. p. 335.
- ↑ «Exordio de Císter y Resumen de la Carta de Caridad». Monasterio Cisterciense de Santa María de Valdediós. Consultado el 17/11/2011.
- ↑ Orgeur, Magali, Les carreaux de pavement des abbayes cisterciennes en Bourgogne (fin XIIe-fin XIVe siècle). Tesis doctoral de la Universidad de Borgoña bajo la dirección de Daniel Russo, junio de 2004
- ↑ Descamps, Philippe, « Des tuiles par millions», Les Cahiers de Science & Vie, n.° 78, p. 102.
- ↑ J. Dhondt, « Les dernières invasions» extraído de Histoire de la France des origines à nos jours, bajo la dirección de Georges Duby, Larousse, 2007, p. 249.
- ↑ P. Noirel, L'invention du marché, p. 140.
- ↑ Philippe Contamine, Marc Bompaire, Stéphane Lebecq, Jean-Luc Sarrazin, L'économie médiévale, Collection U, Armand Colin, 2004, p. 65-67.
- ↑ P. Contamine, M. Bompaire, S. Lebecq, J.-L. Sarrazin, op. cit., p. 96.
- ↑ Mondot, Jean-François, « Moines noirs et moines blancs», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, diciembre de 2003, Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères-Les cisterciens changent la France, p. 16.
- ↑ Berlioz, Jacques (dir.), Le Grand Exorde, op. cit., p. 427.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, Agriculture, des travaux en bonne règle, Cahiers de Science & Vie, n.º 78 diciembre de 2003: Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères-Les cisterciens changent la France, p. 52.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, Agriculture, des travaux en bonne règle, Cahiers de Science & Vie, n.º 78 diciembre de 2003: Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères-Les cisterciens changent la France, p. 53.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, Agriculture, des travaux en bonne règle, Cahiers de Science & Vie, n.º 78 diciembre de 2003: Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères-Les cisterciens changent la France, p. 54.
- ↑ Véase, en particular, el estudio de uno de los poquísimos graneros medievales aún existentes in
Daniel Bontemps, « La grange de l'abbaye cistercienne de Chaloché
(Maine-et-Loire) ou de l'importance de l'étude de la charpente dans
l'étude d'un bâtiment médiéval», Archéologie médiévale, 1995, pp. 27-64.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, « Agriculture, des travaux en bonne règle», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, diciembre de 2003, p. 55.
- ↑ Chauvin, Benoît, « Les vignes et le vin», en Histoire et images médiévales « Les cisterciens», n.º 12 (thématique), febrero-marzo-abril de 2008, p. 27
- ↑ Chauvin, Benoît, « Les vignes et le vin», en Histoire et images médiévales « Les cisterciens», n.º 12 (thématique), febrero-marzo-abril de 2008, p. 30
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, « Crus de légende ou légendes de crus», dans Les Cahiers de Science et Vie « Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères-Les cisterciens changent la France», n.º 78, diciembre de 2003, p. 60.
- ↑ Ms. Add. 41230, Londres, British Library.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, Agriculture, des travaux en bonne règle, en Cahiers de Science & Vie, n.º 78, diciembre de 2003: Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères - Les cisterciens changent la France, p. 54.
- ↑ Jean Gimpel, La révolution industrielle du Moyen-Âge, Éditions du Seuil, 1975, p. 65.
- ↑ Rouillard, Joséphine, « L'hydraulique cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 14.
- ↑ Monnier, Emmanuel, « Des cours d'eau sous bonne conduite», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 70.
- ↑ Kinder, Terryl N., L'Europe cistercienne, op. cit., p. 83-85.
- ↑ Rouillard, Joséphine, « L'hydraulique cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 12.
- ↑ En el mes de agosto. En invierno, el caudal puede alcanzar los 4 metros cúbicos por segundo.
- ↑ Rouillard, Joséphine, « L'hydraulique cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 13.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, « Des moulins en série», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 66.
- ↑ Monnier, Emmanuel, « Un monde de tuyaux & de canaux», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 74.
- ↑ P. Contamine, M. Bompaire, S. Lebecq, J.-L. Sarrazin, L'économie médiévale, Collection U, Armand Colin, 2004, p. 220.
- ↑ Rouillard, Joséphine, « L'hydraulique cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 17.
- ↑ Benoît, Paul, « Les cisterciens et les techniques», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 19.
- ↑ Gimpel, Jean, La Révolution industrielle du Moyen Âge, Éditions Seuil, 1975, p. 149-150.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, « Des moulins en série», artículo citado, p. 64.
- ↑ Rouillard, Joséphine, « L'hydraulique cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 14.
- ↑ Gimpel, Jean, op. cit. pp. 28-32.
- ↑ Gimpel, Jean, op. cit. p. 18-20.
- ↑ Philippe Contamine, Marc Bompaire, Stéphane Lebecq, Jean-Luc Sarrazin, op. cit. p. 152.
- ↑ Testard-Vaillant, Philippe, « Des moulins en série», artículo citado, p. 67.
- ↑ Caillaux, Denis, « Comment les cisterciens inventent l'usine», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 89.
- ↑ Gimpel, Jean, op. cit. p. 41.
- ↑ Caillaux, Denis, « Comment les cisterciens inventent l'usine», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 92.
- ↑ Gimpel, Jean, op. cit. p. 79.
- ↑ Descamps, Philippe, « Des tuiles par millions», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 101.
- ↑ Rouillard, Joséphine, « L'hydraulique cistercienne», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 16.
- ↑ Rolland, Alice, « Les salines de Dieu», Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, op. cit. p. 81.
- ↑ Rolland, Alice, « Les salines de Dieu», op.cit. p. 80.
- ↑ En
la Edad Media, las principales vías comerciales era fluviales y
marítimas; había caminos que bordeaban los ríos o servían de enlace
entre cuencas fluviales, pero el tráfico que permitían era muy inferior.
- ↑ Chauvin, Benoît, « Les vignes et le vin», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 32.
- ↑ Cailleaux, Denis, « Les moines cisterciens dans les villes médiévales», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 75.
- ↑ Cailleaux, Denis, « Les moines cisterciens dans les villes médiévales», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 77.
- ↑ Chauvin, Benoît, « Les vignes et le vin», Histoire et images médiévales, n.º 12 (thématique), op. cit. p. 35.
- ↑ « Réalités et évolution de l'économie cistercienne dans les duché et comté de Bourgogne au Moyen-âge». Ensayo de síntesis, Flaran 3. « L'Économie cistercienne, géographie, mutations du Moyen-âge aux Temps Modernes», [Actes des] Terceras jornadas internacionales de historia, Abadía de Flaran, 16-18 de septiembre de 1981, Auch, 1983, p. 13-52.
- ↑ Duby, Georges, « Saint Bernard», op. cit., p. 122.
Bibliografía
Fuentes
- (en francés) Documentos cistercienses primitivos, Abadía de Scourmont.
- (en inglés) Vida de Roberto de Molesmes
- (en francés) Conrad d'Eberbach, Le Grande exorde de Cîteaux ou Récit des débuts de l'Ordre cistercien, Brepols/Cîteaux-Commentarii cistercienses, bajo la dirección de Jacques Berlioz, 1998.
- (en francés) Yolanta Zaluska, L'enluminure et le Scriptorium de Cîteaux au XIIe siècle, Cîteaux, Commentarii cistercienses, 1989.
Obras de referencia
- Jacques Berlioz, Moines et religieux au Moyen Âge, Seuil, 1994.
- Jean Chélini, Histoire religieuse de l'Occident médiéval, Pluriel, Hachette, 1991.
- Terry N. Kinder, L'Europe cistercienne, Zodiaque, 1999.
- Louis J. Lekai, Les moines blancs. Histoire de l'ordre cistercien, Le Seuil, París, 1957.
- Marcel Pacaut, Les moines blancs. Histoire de l'ordre de Cîteaux, Fayard, 1993.
- Marcel Pacaut, Les ordres monastiques et religieux au Moyen Âge, Nathan Université, 1993.
- Philippe Racinet, Moines et monastères en Occident au Moyen Âge, Ellipses, 2007.
- Jean Marilier, Histoire de l'Église en Bourgogne, Éditions du Bien Public, Dijon, 1991.
- Léon Pressouyre, Le rêve cistercien, Découvertes, Gallimard, París, 1990.
- Leroux-Dhuys, Jean-Francois (1999). Las Abadías Cistencienses. Köln: Könemann Verlagsgesellschaft mbH. ISBN 3-8290-3117-3.
Artículos y recopilaciones
- Les cisterciens de Languedoc (XIIIe-XIVe siècles), 410 p., Cahiers de Fanjeaux n.º 21, Ed. Privat, 1986.
- « Cîteaux, l'épopée cistercienne», Dossiers d'Archéologie, n.º 229, diciembre de 1997 - enero de 1998.
- Les Cahiers de Science & Vie, n.º 78, diciembre de 2003: Xe-XIIe siècle: la révolution des monastères- Les cisterciens changent la France, Excelsior Publications.
- «Les cisterciens», Histoire et images médiévales, n.º 12, febrero-marzo-abril de 2008, éditions Astrolabe.
- Baury, Ghislain, «Emules puis sujettes de l'ordre cistercien. Les
cisterciennes de Castille et d'ailleurs face au Chapitre Général aux XIIe et XIIIe siècles», Cîteaux: Commentarii cistercienses, t. 52, fasc. 1-2, 2001, p. 27-60.
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