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lunes, 2 de julio de 2012

Vacaciones tiempo para la reflexión


Se llamaba Íñigo de Loyola. Se autodenominó a sí mismo Peregrino en su autobiografía. Unos años más tarde fundó la Societate Iesu, la Compañía de Jesús.
 
Vacaciones tiempo para la reflexión
Vacaciones tiempo para la reflexión
El tiempo vacacional es o debiera ser un tiempo específico para el descanso corporal. Se asocia a calores, descansos físicos, diversiones, deportes, pocas tensiones en lo espiritual y ciertos asuetos incluso píos. Claro está referido siempre al ritmo occidental de nuestro primer mundo. Asociado a familias que no atraviesan durante esos concretos períodos estivales situaciones particulares de falta de trabajo, enfermedades, penurias económicas y fallecimientos de seres queridos.

Tendemos, o por lo menos tiendo yo, a generalizar en los demás desde la propia experiencia de vida. Lo deseable, para todos, es disponer de un tiempo de asueto para el descanso físico y mental de nuestras cotidianas actividades. No siempre es así y cada año es distinto en relación a los anteriores. Ponerse en el lugar del prójimo durante las vacaciones no es tarea fácil.

¿Y ponerse en la radicalidad del Evangelio? Destinar unos días a la propia reflexión -en la medida de lo factible- debiera ser prioritario. Hay muchos en el año para ir de excursión, para practicar deporte o para celebraciones lúdicas familiares, como también para cometidos apostólicos propios de laicos comprometidos.

¿Saben ustedes en qué consisten los ejercicios espirituales? En recogerse unos días en la intimidad del alma consigo misma para abrirla a Dios desde el silencio interior y el recogimiento exterior, mediante la reflexión meditativa y la oración contemplativa. Recomiendo a todo lector un tiempo para ejercicios espirituales. Y por si no tienen tiempo para ello les recuerdo a todas y a todos unas palabras que descubrí en mi juventud. He tardado unos treinta años en aprendérmelas de memoria, los mismos que he tardado en creérmelas.

Es el resumen -nada más empezar- de los ejercicios espirituales para vencerse a si mismo y ordenar la propia vida sin determinarse por ninguna afección desordenada. Son palabras de un hombre de posición social acaudalada sin estudios tocado por la gracia de Dios. Quiso peregrinar pobre a Tierra Santa en solitario para ingresar después en la cartuja. Cumplió la primera parte. Pero antes en una anónima Cueva (Manresa 1522-1523) vivió esa experiencia después de desposeerse voluntariamente de sus bienes. Empezó a estudiar en Barcelona a su regreso de Tierra Santa.

Se llamaba Íñigo de Loyola. Se autodenominó a sí mismo Peregrino en su autobiografía. Unos años más tarde fundó la Societate Iesu, la Compañía de Jesús.

El Principio y Fundamento reza así: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.
   

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