Gregorio Grassi y 25 compañeros, Santos | |||
Mártires en China, 9 de julio | |||
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Consagrado a la Virgen por su madre para que lo protegiera toda su vida. El 2 de noviembre de 1848 ingresó al noviciado en Montiano (Forlì). El 17 de agosto de 1855, terminados los estudios, fue ordenado sacerdote. Pidió ser enviado a las misiones. Dos años después estaba en el colegio misionero de San Bartolomé all’Isola en Roma, preparándose para las misiones de China, hacia donde partió hacia fines de 1860.
Visitó devotamente la Tierra Santa y llegó a Schang‑tong. Durante 40 años ejerció su dinámico apostolado, primero como misionero, luego, en 1876, como Obispo coadjutor con derecho a sucesión, y en 1891 como Vicario Apostólico del Shansi septentrional, donde dio notable desarrollo a la conquista misionera.
Hablaba perfectamente el chino. Fue rector del seminario indígena. Las visitas pastorales a las numerosas pequeñas comunidades cristianas distantes a veces hasta 450 kilómetros, hechas con diligencia, por caminos en extremo difíciles. En 1878 una terrible carestía, seguida de graves epidemias, con siete millones de víctimas, entre ellos 4.000 cristianos. También él sufrió el mal, infectado en la asistencia a los enfermos, pero se curó milagrosamente, y reinició sus recorridos apostólicos consolando, alentando, ayudando generosamente.
En 40 años de misión, construyó 60 iglesias, entre ellas el santuario de Santa María de los Angeles, a 2.000 metros de altura. Asiduo en el confesionario y en la catequesis de niños y adultos, en la asistencia a los pobres y necesitados y en la defensa y apoyo a los misioneros. Dedicaba largas horas a la oración y meditación.
Pensaba volver a Italia para recobrar las energías, pero otro viaje lo esperaba: el martirio. Tenía 67 años.
Martires chinos de la persecusión de los «Bóxer»
Aunque
pueden evocarse con el conjunto de los mártires de la evangelización en
China, las características propias de esta persecusión justifican
evocarlos por separado.
En este grupo:
La época moderna de las misiones de China comienza a mediados del siglo XIX, ya que el tratado de Nankín y otros acuerdos internacionales abrieron al mundo exterior las puertas de China y garantizaron la tolerancia del cristianismo en dicho país. Inmediatamente, empezó un período de gran actividad y expansión, tanto desde el punto de vista misional como comercial, ya que a fines del siglo, los ingleses tenían en su manos el ochenta por ciento del comercio exterior de China. Las autoridades chinas se alarmaron entonces ante la perspectiva de ver a su país en manos de los comerciantes europeos, como había sucedido a la India, y reaccionaron contra los «demonios extranjeros», a los que había sostenido hasta entonces el primer ministro Li Hungehang.
Con la ayuda de la emperatriz madre, Tzu-hsi, se formó una sociedad secreta para expulsar a los europeos. Los ingleses dieron el nombre de «Boxers» a los miembros de dicha sociedad. En 1900, los boxers se levantaron en armas, pusieron sitio a las legaciones de los países extranjeros y asesinaron a gran número de comerciantes y misioneros. Entre las víctimas había cinco obispos, veintinueve sacerdotes, nueve religiosas (todos europeos) y de veinte mil a treinta mil católicos. En Roma se estudia actualmente la causa de cerca de tres mil de esos mártires: veintinueve de ellos fueron beatificados en 1946, y varias decenas más lo fueron bajo el pontificado de SS Juan Pablo II, principalmente en la ceremonia del 1 de octubre del 2000; los beatificados en 1946 fueron canonizados también por SS Juan Pablo II. En la época del levantamiento de los boxers, el vicario apostólico de Shansi era san Gregorio Grassi, obispo titular de Ortosias. Mons. Grassi, que tenía entonces sesenta y siete años, era originario del Piamonte y pertenecía a la Orden de los Frailes Menores. Había trabajado como misionero en China durante cuarenta años. En 1900, se hallaba en Taiyuanfú, en el seminario de su vicariato. En mayo de ese mismo año, había sido nombrado gobernador de Taiyuanfú un tal Yu Hsien, enemigo declarado de los cristianos. La situación de éstos se hacía más peligrosa de día en día. Entre los frailes menores había un hermano lego de constitución hercúlea, llamado Andrés Bauer, de origen alsaciano, quien había formado parte del séptimo regimiento de coraceros de su patria. Dicho hermano había querido organizar la resistencia armada, junto con el mandarín cristiano Li Fu, pero sus superiores se lo habían prohibido. San Francisco Fogolla había respondido a san Andrés Bauer: «Si Dios quiere que seamos mártires, aceptemos su voluntad». Mons. Fogolla, que era coadjutor de Mons. Grassi, había nacido en Toscana en 1839 y era también franciscano.
El 27 de junio, los boxers atacaron las misiones protestantes de los alrededores. Aquella misma noche, Mons. Grassi clausuró el seminario y ordenó a los seminaristas que volviesen a sus casas. Sólo cinco de ellos no lo lograron; eran éstos los santos Juan Zhang, Patricio Tong, Felipe Zhang, otro Juan Zhang y Juan Wang. El de mayor edad tenía veintitrés años y el más joven dieciseis. Los cinco fueron arrestados en las puertas de la ciudad y conducidos ante el prefecto, quien los exhortó a abjurar del cristianismo. Los jóvenes se negaron firmemente. Después de algunos días de prisión, fueron trasladados al patio de la casa de Yu Hsien.
Entre tanto, Mons. Grassi estaba muy angustiado por la suerte de las misioneras franciscanas de María, una congregación fundada hacía poco tiempos, que estaban bajo su protección. Para conseguir que escaparan, les ordenó que vistiesen como las mujeres de la región. Pero las religiosas no tenían ningún deseo de escapar y dijeron al vicario apostólico: «No nos impidáis morir con vos, Monseñor; si somos demasiado débiles, Dios se encargará de darnos fuerzas». La superiora era santa María Herminia Grivot, nacida en Baume, en Borgoña, en 1866, que sólo llevaba quince meses en China. Los testigos afirman que el valor que mostró la superiora dio ánimo a todas las religiosas para soportar la terrible prueba. Entre las religiosas había dos italianas, María Giuliani y Clara Nanettt; dos francesas, María Saint Just Moreau y Natalia Kerguin; una belga, Amandina Jeuris, y una holandesa, Adolfina Dierkx. Todas tenían entre veinticinco y treinta y ocho años de edad. Mons. Grassi consiguió prestadas varias carretas y ordenó a las religiosas que trasladasen a los niños del orfanato a las casas de los cristianos; pero los soldados impidieron el cumplimiento de esa orden y, dos días después, sacaron por la fuerza a todos los niños huérfanos. Yu Hsien promulgó entonces un edicto por el que prohibía a los cristianos reunirse para el culto. La madre Herminia quería hacer algo para proteger a los huérfanos, pero las religiosas le aconsejaron que se tomase algún descanso. La superiora respondió: «¿Descansar? ¡Ya lo haremos en la eternidad!» Los soldados pusieron fuego a las casas vecinas, y el grupo de las religiosas con Mons. Grassi quedaron aislados del mundo exterior.
El 5 de julio, los dos obispos y las religiosas fueron trasladados a una casa contigua a la de Yu Hsien, junto con los padres franciscanos Elias y Teodorico y el hermano Andrés, del que hicimos ya mención. San Elías Facchini, que era ya anciano, había nacido en Bolonia y había sido profesor del seminario en Shansi durante más de treinta años. San Teodorico Balat, un francés originario de Albi, era un hombre de carácter bondadoso y reservado que conocía perfectamente el chino y había trabajado durante diez años en una alejada y difícil misión.
El 9 de julio, los boxers atacaron a los protestantes que se hallaban reunidos en una casa vecina (En ese ataque murieron treinta y tres protestantes) y los misioneros comprendieron que había llegado su última hora. En efecto, los boxers irrumpieron en el preciso instante en que Mons. Grassi daba la última absolución a su pequeña grey. No hubo ninguna clase de juicio. El mismo Yu Hsien decapitó al punto a los dos obispos. Entonces las monjas se arrodillaron a cantar el «Te Deum» y se descubrieron el cuello para recibir el golpe de la espada. La madre Clara, que había predicho su martirio desde tiempo atrás, fue la primera en morir. Los tres franciscanos y los cinco seminaristas chinos perecieron por la espada. Junto con ellos, dieron también la vida por Cristo nueve humildes criados de la misión, que habrían podido escapar. Sus nombres, inscritos por la Iglesia en el libro de los santos, son: Tomás Shen Jihe, Simón Chen Ximan, Pedro Wu Anpeng, Francisco Zhang Rong, Matías Feng De, Santiago Yan Guodong, Pedro Zhang Banniu, Santiago Zhao Quanxin y Pedro Wang Erman. Los seminaristas y las religiosas fueron respectivamente los protomártires de los seminaristas chinos y de las misioneras franciscanas de María. Los católicos chinos, con gran propiedad, dieron a la casa en que se llevó a cabo el martirio el nombre de «Mansión de Paz Celestial».
Unos días antes (4 de julio), en Hengchufú, de la provincia de Honán, otro franciscano, el P. Cesidio Giacomantonio, fue capturado por los boxers en el momento en que retiraba el Santísimo Sacramento del tabernáculo, antes de abandonar su iglesia. Tras de golpearle brutalmente, los boxers le bañaron en aceite y le quemaron a fuego lento. San Cesidio había llegado a China siete meses antes. Fue el primer mártir y el primer beato del colegio franciscano de San Antonio de Roma. En cuanto se enteró del martirio del P. Cesidio, el vicario apostólico del sur de Honán, Mons. Antonio Fantosati, se dirigió a Hengchowfú, acompañado del P. José Gámbaro. Los boxers los reconocieron cuando navegaban poi el río, los obligaron a desembarcar y los apedrearon en la orilla (7 de julio). San José murió primero. San Antonio agonizó durante dos horas, hasta que un golpe de lanza puso fin a su vida.
Para que las canonizaciones y beatificaciones pudiesen llevarse a cabo, había que probar que habían sido asesinados por causa de la fe (in odium fidei) y no simplemente por razones políticas o porque la mayoría de ellos eran extranjeros, coo puede parecer a una mirada rápida. La principal prueba fue un edicto del gobernador Yu Hsien, que decía textualmente: «La religión europea es cruel y malvada, desprecia al hombre y oprime al pueblo. Todos los cristianos (chinos) que no abjuren de su religión, serán ejecutados [...] ¡ Oíd, cristianos y temblad! ¡Renunciad a esa religión perversa! ¡Temed y obedeced! Los boxers no odian a ningún ser humano, lo que odian es la religión».
La ceremonia de la beatificación de los primeros mártires de 1900 tuvo lugar en la basílica de San Pedro de Roma, el 24 de noviembre de 1946. Entre los presentes se hallaban dos religiosas chinas de la congregación de las misioneras de María, que habían sido testigos de la ejecución de algunos de los mártires. Una de ellas, que tenía setenta años, había estado colgada durante una hora por los pulgares y en consecuencia, había perdido el uso de esos dedos; además, los boxers la habían obligado a beber la sangre de una de las víctimas. La otra religiosa era nieta de uno de los mártires.
Se conserva el testimonio escrito de varios testigos presenciales de la ejecución de estos mártires. En 1902, se publicó en Roma la «Vie de la Mere Marie-Hermine de Jésus et de ses compagnes», se trata de un volumen "in octavo" de 580 páginas, en el que se narra detalladamente la vida de las siete religiosas. M. T. de Blarer publicó en París, en 1946, un resumen de dicha obra (146 páginas). En ambos libros hay algunos detalles sobre los mártires franciscanos. Véase también Les vingt-neuf martyrs de Chine... (1946). En Missions de Scheut (1924), hay una lista completa de los misioneros europeos martirizados en China entre 1815 y 1923. Artículo del Butler-Guinea (México, 1964), 9 de julio: «Mártires de China II», con las correspondientes actualizaciones.
Il 1° ottobre del 2000, papa Giovanni Paolo II ha canonizzato un numeroso gruppo di 120 martiri in Cina; beatificati in precedenza in vari gruppi a partire dal 1746 con papa Clemente XIII, fino a Pio XII nel 1951.
E di questa folta schiera di martiri, che comprende vescovi, sacerdoti, catechisti, suore, religiosi, laici, che immolarono la loro vita per la fede, vittime dell’odio anticristiano, c’è un gruppo di 29, tutti appartenenti all’Ordine Francescano, uccisi dai fanatici ‘boxers’ il 9 luglio 1900 a Tai-yuen-fu.
Il gruppo capeggiato liturgicamente dal vescovo Gregorio Grassi, comprende 3 vescovi, 4 sacerdoti, 1 fratello religioso, 7 suore Francescane Missionarie di Maria, 11 laici cinesi del Terz’Ordine di s. Francesco e 3 laici fedeli cinesi; essi vennero beatificati il 27 novembre 1946 da papa Pio XII.
I ‘boxers’ erano un duplicato dell’antica e misteriosa associazione “Nenufaro bianco”, che era ostile alla dinastia Manciù e che durante il regno di Kia-king si credé di avere sterminato a furia di decapitazioni; invece i sopravvissuti poterono fuggire e rifugiarsi nella Cina del Sud, dove nel 1853 fondarono un breve regno durato solo 15 anni, chiamato “Regno celeste della pace”; defunto il loro primo sovrano si dispersero, continuando a provocare focolai rivoluzionari dovunque.
Alla fine del sec. XIX, nacque da essi la società del ‘Grande coltello’, dall’equivalente nome cinese, che finisce con il termine significante pugno, gli inglesi, riferendosi a questo termine ed agli esercizi fisici che facevano per acquistare agilità e potenza, li soprannominarono ‘Boxers’.
Detta società aveva come scopo la liberazione della Cina dagli stranieri e di conseguenza lo sterminio dei cristiani considerati loro complici. Nelle uccisioni preferivano i capi delle comunità cristiane, i catechisti, le maestre, i bambini anche di pochi giorni battezzati; con l’aiuto dei bonzi diffondevano contro i cristiani calunnie incredibili.
Con l’imperatrice madre Tz-Hsi i ‘Boxers’ poterono agire in piena libertà, specialmente nelle province intorno a Pechino; i cristiani per cercare di sfuggire alle aggressioni, si organizzarono in villaggi fortificati, ma i ‘boxers’ appoggiati a volte dalle truppe regolari, penetrarono dappertutto compiendo orrende carneficine, come nel villaggio di Tchou-kia-Ho dove furono massacrati migliaia di cristiani.
Di questa folla di martiri, la Chiesa ne ha beatificati una porzione, di cui si è potuto istituire delle pratiche con documentazioni: 85 in due gruppi nel 1946 e nel 1955, molti di loro come i 29 di cui parliamo, sono stati man mano canonizzati.
Gregorio Grassi il Vicario Apostolico dello Shan-si Meridionale, nacque il 13 dicembre 1833 a Castellazzo Bormida (Alessandria), da Giovan Battista Grassi e Paola Francesca Moccagatta, onesti borghesi e possidenti; al battesimo fu chiamato Pier Luigi.
Ad 11 anni ricevé la Prima Comunione, facendo il piccolo chierichetto nel Santuario della Madonna delle Grazie, molto venerata a Castellazzo e dintorni, e ai piedi di questo altare, sentì sbocciargli la vocazione religiosa, poi un incontro con due frati francescani venuti in pellegrinaggio al santuario da Bologna, gli fece prendere la decisione definitiva.
Nel 1848 con il consenso dei genitori, a 15 anni entrò nel Convento dei Frati Minori di Bologna; il 2 novembre dello stesso anno fu mandato a Montiano (Forlì) per il noviziato cambiando il nome di Pier Luigi in Gregorio Maria. Superato con forza e volontà il duro periodo del noviziato che in questo convento a sud di Cesena, era particolarmente rigido alla Regola, Gregorio Maria fece la sua professione il 14 dicembre 1849.
Da Montiano passò a Parma e poi a Bologna per completare gli studi liceali e teologici, avendo per compagni tanti futuri vescovi e missionari; nell’agosto 1856 venne ordinato sacerdote. Sentendo in lui sempre più forte l’ideale missionario, ottenne dai superiori di andare a Roma al fiorente Collegio Francescano per le Missioni.
Nel 1861 con un drappello di missionari figli di s. Francesco e con la benedizione di papa Pio IX, s’imbarcò per l’Estremo Oriente sostando per un certo tempo nella Palestina; ma arrivata a Porto Said una nave diretta al Tonchino, Gregorio corse a Suez ottenendo di far parte dell’equipaggio.
A fine ottobre 1861 egli giunse alla meta assegnatagli, lo Scian-tong, accolto da un suo lontano parente il Vicario Apostolico Moccagatta anch’egli di Castellazzo. Ma non restò molto nello Scian-tong, perché ebbe la disposizione di spostarsi nella lontana provincia cinese dello Scian-si con capitale Tai-yuen-fu, una delle città più celebri e antiche della Cina, a 780 metri sul mare. Per la sua conoscenza del cinese gli fu dato l’incarico di Rettore del seminario locale e confessore del numeroso orfanotrofio femminile, con la cura dei cristiani del circondario, cui si recava nelle feste principali per l’apostolato diretto.
Era particolarmente cultore del canto, che nelle modulazioni semplici dei cinesi, assumevano una struggente melodia, tutte le devozioni pubbliche in Cina sono accompagnate dal canto. Infondendo fra i suoi cari cinesi le energie di un’intensa attività giovanile, padre Gregorio Grassi trascorse i primi 12 anni, acquistando una preziosa esperienza dei luoghi e degli uomini, che sarà utilissima per la sua lunga carriera missionaria.
A 43 anni dopo la morte improvvisa di mons. Carnevale, coadiutore del Vicario Apostolico Moccagatta, molto anziano; padre Gregorio Maria Grassi fu scelto a succedergli e il 19 novembre 1876 venne consacrato vescovo titolare di Ortosia, con diritto di successione nello Shan-si, nella cattedrale di Tai-yuen-fu da parte del Vicario Apostolico di Pechino, che sostituì mons. Moccagatta gravemente ammalato.
Messosi subito all’opera, iniziò la visita pastorale nell’immenso territorio, basti dire che nell’aprile 1877 si recò nel distretto di Ta-tong-fu lontano ben 450 km. dalla capitale.
Mentre si raccoglievano i frutti di questa fervorosa attività, la Cina nel 1878 fu colpita da una di quelle spaventose carestie che spopolavano città e campagne; nel solo Shan-si la fame fece da 7 ad 8 milioni di vittime, la stessa Tai-yuen-fu ebbe 100.000 morti e dopo la carestia, come spesso accadeva, venne la peste e mons. Grassi fu uno dei primi ad essere colpito, mentre curava gli ammalati; stette sedici giorni fra la vita e la morte prima di riprendersi e scampare alla pestilenza.
Ripresasi dalla lunga convalescenza, si rimise in viaggio, prima sui “Monti Occidentali” poi alla Prefettura di Lu-ngan-fu; nel 1886 lo si trova al di là della Grande Muraglia, dappertutto visitando gli sperduti villaggi, ancora in preda alla miseria della passata carestia, confortando e confermando i cinesi cristiani che da tempo non vedevano un missionario, figuriamoci un vescovo.
La sua intensa, lunga attività missionaria è documentata dalla sua numerosa corrispondenza epistolare, dove racconta le conquiste apostoliche, la gioia delle conversioni, le tribolazioni subite, la consolazione di avere come collaboratori attivi missionari e buoni catechisti cinesi.
Il 6 settembre 1891 moriva il venerando mons. Moccagatta e quindi tutta la responsabilità del Vicariato dello Shan-si ricadde sulle spalle di mons. Grassi; il suo impegno aumentò e furono costruite Scuole di ogni tipo, ampliate quelle esistenti, consolidò il Seminario indigeno; facilitò e progettò il primo convento francescano nel 1891 a Tong-eul-kon.
Nei suoi 40 anni di missione, edificò, riparò o abbellì circa 60 chiese ed oratori; cominciò la costruzione del grande ospedale a Tai-yuen-fu, demolito durante la persecuzione; curò l’accoglienza e la crescita di oltre 200 orfanelle da lui affidate alle Suore chiamate ad aiutarlo.
Uomo integro e virtuoso, era di aspetto austero, magro, con barba veneranda e un parlare secco, amava la semplicità e povertà francescana; indossava la lunga tunica dei missionari cinesi, la croce pettorale di vescovo era di semplice ottone.
Il 27 giugno 1900, cominciarono a Tai-yuen-fu le avvisaglie della persecuzione operata dai ‘boxers’, comandati dal sanguinario viceré Yü-sien e scatenata dall’imperatrice settantenne Tz-hsi; furono bruciate le case e la chiesa dei Protestanti, i quali essendo più ricchi, furono attaccati per primi. Nonostante qualche tentativo non riuscito, di mettere in salvo i seminaristi e qualche sacerdote più anziano, il viceré l’indomani fece trasferire l’Orfanotrofio in una pagoda buddista.
Il 5 luglio i due vescovi Grassi e Fogolla che lo coadiuvava, i missionari, le suore, i seminaristi e dieci fedeli domestici cristiani, furono condotti con dei carri, scortati dai mandarini e dai soldati, che in teoria dovevano proteggerli, in un edificio-albergo, in pratica una specie di prigione, dove rimasero fino al 9 luglio 1900, quando con un inganno, furono tutti trasportati nel cortile del tribunale di Tai-yuen-fu verso le quattro del pomeriggio e lì a colpi di sciabolate vennero tutti massacrati e molti decapitati, per ultime le suore; anche i Protestanti subirono la stessa sorte.
I loro corpi mutilati, furono lasciati all’offesa della plebaglia pagana fino a sera, furono poi ammassati in una fossa comune alle mura della città, presso la Grande Porta Orientale, dove rimasero per tre giorni, in pasto ai cani ed agli uccelli rapaci. Poi per paura di una pestilenza, furono sepolti alla rinfusa fuori le mura, assieme alle ossa anonime di mendicanti e giustiziati. Solo con l’intervento delle Potenze Occidentali i ‘boxers’ vennero dispersi e a gennaio del 1901 vennero esumati i corpi per dare loro una onorevole sepoltura.
Gregorio Grassi
Gregorio Grassi | |
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Nacimiento | 13 de diciembre de 1823 |
Fallecimiento | 9 de julio del 1900 |
Beatificación | 27 de noviembre de 1946 |
Canonización | 1 de octubre de 2000 por el Papa Juan Pablo II |
Festividad | 9 de julio |
Grassi nació en Italia en 1833, ordanado sacerdote en 1856 y enviado a China cinco años después. Grassi fue nombrado Obispo de Shanxi. Con 14 misioneros más y 14 religiosos chinos, fue martirizado durante el corto pero sangriento Levantamiento de los bóxers de 1900. Por toda la China durante la rebelión, cinco obispos, 50 sacerdotes, dos hermanos, 15 monjas y 40.000 religiosos chinos fueron asesinados.
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