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Pedro To Rot, Beato |
Primer Beato de Papua Nueva Guinea
Angel To Puia, jefe respetado
y rico, vivía con su esposa, María Ja Tumul, una
mujer honrada y silenciosa, en la aldea de Rakunai, en
el extremo nororiental de Nueva Bretaña (hoy Papua Nueva Guinea).
Hombre de gran influencia entre los suyos, la tribu Gunantuna,
era considerado como padre y protector, cuyo consejo se buscaba
y cuyas opiniones contaban en orden a la vida de
la comunidad.
Tuvieron seis hijos. Los dos últimos murieron muy niños
aún. Eran adultos conversos que formaban parte de la primera
generación de católicos de la región.
Pedro era el tercero. Nació
en 1912. Se hizo notar enseguida por su docilidad y
obediencia, aunque estaba adornado de un carácter enérgico.
Su padre vió
en él a su futuro sucesor al frente de su
pueblo de Rakunai, lo que le indujo a no mimarle
nunca, aconsejarle, reprenderle, incluso castigarle en los fallos, aunque fueran
mínimos.
Comienza a frecuentar la escuela de la misión hacia
los siete años y no falta ni un sólo día,
a no ser por causa de enfermedad: Detalle significativo,
tanto del cuidado de sus padres, como del pundonor del
niño, en un pueblo en que no había obligación de
asistencia a la escuela, y, peor aún, en una tribu
que no se distinguía precisamente por su afición a las
ideas y costumbres cristianas. Los niños se sentían independientes, libres;
vivían con quien les apetecía, ya fuera con su padre,
ya con alguno de los tíos maternos, siempre bajo
el dominio consuetudinario de la madre, en una sociedad con
muchos elementos de matriarcado clásico.
To Rot era inteligente, captaba enseguida
los temas y acostumbraba a estar muy atento. “Era el
primero en responder a las cuestiones del maestro”, declara uno
de sus antiguos condiscípulos. Otro subraya su afición a aprenderse
pasajes de la Biblia y recitarlos sin equivocaciones. Disposiciones que
le valieron ser admitido a la primera Comunión en edad
muy temprana.
‑ “Todos conocíamos su actitud religiosa”, declara
el catequista To Labit, era humilde y muy devoto del
Santísimo. Algunos chicos iban a la iglesia sólo a mirar
a todos lados.., él, en cambio, venía porque Jesús estaba
en el Sagrario.
Era un jefe nato. Sus compañeros aceptaban de
buen grado su dirección en juegos y trabajos. Le obedecían
y sobre todos ejercía una saludable influencia: Les apartaba a
menudo de los hurtos a que tan aficionados son los
niños, pidiendo a los dueños permiso para coger algunos frutos
de los árboles y repartirlos entre todos. Es cierto que
en más de una ocasión participó en juegos un tanto
comprometidos y profirió palabras malsonantes; pero, en cuanto advertía que
el asunto revestía visos de gravedad, inmediatamente se aferraba a
sus principios cristianos y se alejaba.
Fué el primero en ofrecerse
cuando el Misionero buscó acólitos que asistieran con regularidad a
las funciones del templo. Nunca dejó de levantar su mano
en gesto afirmativo cuando en la escuela se preguntaba sobre
quién había hecho las oraciones de la mañana y de
la noche. Y cuando se pedía una relación de las
actividades del día anterior, la de To Rot comenzaba invariablemente
señalando su oración de la mañana, para anotar a continuación
el cumplimiento de las diferentes tareas que sus padres le
habían asignado.
Nadie crea que Pedro To Rot había nacido santo.
Sus travesuras merecieron en más de una ocasión la reprensión
y el castigo por parte de su padre. Un día
el maestro se enfadó con él y hubo de propinarle
un cachete. El compañero de escuela que lo narra no
recuerda el motivo. Otra vez, durante la clase de redacción,
escribió en su pizarra una fogosa carta de amor adolescente
y se la enseñó después de la escuela a Teresa
Ja Vinevel. Esta lo comunicó a sus propios padres. To
Rot lo reconoció enseguida y la borró para poder hacer
las cuentas.
En el otoño de 1930 ingresa a la Escuela
de Catequistas de Tililigap.
Frecuentaba con gusto la oración.
Rezaba con auténtico fervor. Pasaba por la iglesia antes de
ir al trabajo, también a la vuelta, y después de
las comidas, y varias veces a lo largo del día,
cuando las clases le dejaban algún tiempo libre. Sentía profundo
amor a Jesús Sacramentado. Comulgaba diariamente, percatándose de que Jesús
era la vida y fuerza de sus obreros.
En la Escuela
de Catequistas había tiempos dedicados al deporte y expansión. A
Pedro le gustaba. Participaba en el fútbol y en otros
juegos. Rehuía, empero las discusiones que se originaban. De temperamento
alegre y bromista, cuando dos compañeros se pegaban, les hablaba
bromeando, a fin de hacerles reír y lograr que el
enfado se fuera disipando. Si alguno le molestaban, ni siquiera
pasaba por su mente la idea de resarcirse.
No fue prolongada
su estancia en la Escuela. Su párroco le necesitaba y
le llamó antes de terminar el tercer año. Regresó a
casa para convertirse en le catequista más joven de la
zona de Rakunai. Era a principios de 1933.
Sus compañeros
catequistas recalcan, en sus recuerdos, la modestia y sencillez de
Pedro. Se dejaba guiar en su trabajo y aceptaba con
gusto los consejos de los veteranos. Bien pronto, sin embargo,
hubieron de reconocer su superioridad y acatar con gusto su
indiscutible liderazgo, aunque fuese el más joven de todos.
Su actitud
no sufrió cambios. Continuó modesto, amable, sencillo, de suerte que
logró que entre ellos no hubiera nunca disensiones, ni envidias,
ni resquemores.
Con frecuencia iba, por las tardes, a visitar a
su Párroco. Quería continuar su formación. Le planteaba las cuestiones
a las que él no encontraba respuesta.
No le importaba sólo
saber cosas: le importaba sobre todo, penetrarlas hasta el fondo,
lo que no era, a la verdad, fenómeno frecuente entre
los nativos.
La única fecha que, en la vida de Pedro
To Rot, puede señalarse como cierta y segura, es la
de su matrimonio canónico. Se casó con Paula Ja Varpit
el 11 de Noviembre de 1936 en la iglesia de
Rakunai. Paula había nacido el 27 de Junio de 1920
en Ramalmal; pero, a los catorce años había venido a
la granja de su madre en Rakunai. Asistía a la
escuela de la misión y fué así cómo se convirtió
en alumna de Pedro To Rot, su futuro marido.
El matrimonio
fué muy feliz, aunque, al principio tuvieran sus dificultades. Lo
cuenta Paula: “En lo comienzos tuvimos algunas peleas. La razón
era que yo era un poco dura de mollera". Pero
en situaciones de diferencia de opinión, era normalmente Pedro quien
cedía primero. Hacía por su esposa cuanto estaba en su
mano y acentuaba sus cuidados cuando le sobrevenía alguna ligera
enfermedad.
Nació su primer hijo el 5 de Diciembre de 1939.
Lo llamaron To Puya, en memoria del abuelo, ya difunto,
y en el bautismo le impusieron el nombre cristiano de
Andrés. Anota To Burangan, compañero de escuela de Pedro, que
éste rezaba muy a menudo por su esposa y por
sus hijos, especialmente por su primogénito. Le sacaba de paseo,
le cuidaba, jugaba con él, de suerte que Andrés pasaba
más tiempo con su padre que con su madre.
Dos años
más tarde, en 1942, cuando ya la ocupación japonesa había
comenzado, nació una niña, Rufina Ja Mama. No cabe duda
de que la vida de Pedro To Rot como esposo
y como padre fué ejemplar. Tenemos un testimonio espléndido en
la declaración de su tío, el jefe Tarúe: "To Rot,
afirma, era un hombre íntegramente bueno, que nunca decepcionó. Eran
sus palabras tan buenas como sus hechos. Pensaba sólo en
la religión. Su matrimonio fué para él sagrado y luchó
contra la secularización del vínculo, defendida por otros”.
Cuando prematuramente le
fué arrancado a los suyos y martirizado, su esposa creyó
enloquecer. Tenía, a la sazón, 25 años. A pesar de
su juventud, no quería oír hablar de nuevo matrimonio: "Nunca
encontraré un hombre como Pedro". Mas, a la vuelta de
algunos años, presionada por los parientes y para atender al
bien de sus tres hijos, tan pequeños, aceptó casarse de
nuevo.
En 1942 todos los misioneros y su personal fueron detenidos
por los invasores japoneses y encerrados en campos de concentración.
Pedro continuó dirigiendo los fieles de su pueblo lo
mejor que pudo, cuidando de los enfermos, bautizando, enseñando a
los fieles y ayudando a los pobres.
Cuando los japoneses comenzaron
a perder batallas en la guerra, se desquitaron reprimiendo a
los locales, prohibiendo el cristianismo, presionándolos para el regresen a
sus costumbres pre-cristianas, en particular a la poligamia.
Pedro
se opuso a ese retroceso y en 1945 fue detenido
por organizar reuniones religiosas.
El 7 de julio de 1945 murió
por envenenamiento y asfixia, esto ocurrió en el campo de
concentración en Rakunai.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el
17 de enero de 1995.
Si usted tiene información relevante para
la canonización del Beato Pedro, comuníquese a: Archdiocese
of Rabaul Vunapope, P.O. Box 357
Kokopo, Enbp. Papua New Guinea
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