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Mariano de Jesús Euse Hoyos, Beato |
Primer beato nacido en Colombia
Martirologio Romano: En la ciudad de
Angostura, en Colombia, beato Mariano de Jesús Euse Hoyos, presbítero,
quien, sencillo e íntegro, se entregó totalmente a la oración,
a los estudios y a la instrucción de los niños
(1926).
Etimológicamente: Mariano = Aquel consagrado o dedicado a la
virgen María, es de origen latino.El Beato Don Mariano de Jesús Euse Hoyos nació en
Yarumal, Colombia, en la diócesis de Antioquia, el 14 de
octubre de 1845. Era el mayor de siete hermanos. Sus
padres se llamaban Pedro Euse y Rosalía de Hoyos. Fue
bautizado al día siguiente, y confirmado cuando tenía tan solo
dos años. El apellido Euse es de origen francés, de
la Normandía. Desde allí había emigrado el bisabuelo de Mariano.
Los
padres de Mariano eran muy religiosos, por eso, desconfiando de
la escuela pública, que entonces se comportaba de mondo muy
hostil a la Iglesia, se ocuparon personalmente de la educación
de su primogénito. De ellos aprendió Mariano no sólo las
buenas costumbres sino también a leer, escribir y los rudimentos
de las ciencias. El empeño de los padres dio sus
frutos, y muy pronto, el muchacho comenzó a enseñar a
otros niños menos afortunados que él.
Por haber pasado su infancia
y adolescencia en el campo y entre campesinos, Mariano de
Jesús parecía un verdadero campesino. Esto le fue de grande
ayuda más tarde, cuando siendo ya sacerdote, ejerza su apostolado
entre la gente del campo.
Cuando, a los 16 años, manifestó
su deseo de ser sacerdote, fue confiado a la solicitud
de su tío Fermín Hoyos, párroco de Girardota, sacerdote de
reconocidas virtudes y de ciencia. A su lado, Mariano, con
grande ahínco y perseverancia, dio comienzo a su formación cultural
y espiritual. Acompañó a su tío cuando éste fue trasladado
a San Pedro como párroco y vicario foráneo. Mariano pasaba
su vida, sencilla e íntegra, entre la oración, el estudio
y el trabajo. En 1869, a los 24 años de
edad, entrò en el recientemente abierto Seminario de Medellín, donde
se preparó con mucho empeño al sacerdocio. El 14 de
julio de 1872 recibió la ordenación sacerdotal.
Inició su ministerio en
San Pedro, como coadjutor de su tío Don Fermín, quien
lo había solicitado del Sr. Obispo. Esta colaboración no duró
mucho, porque Don Fermín murió en enero de 1875, y
Don Mariano fue trasladado, siempre como coadjutor, primero a Yarumal
(1876) y luego a Angostura (1878). El párroco de Angostura
era Don Rudesindo Correa, anciano y de salud muy precaria.
Apenas tomó posesión de su cargo, Don Marianito, como era
llamado afectuosamente, se dio cuenta de las muchas y no
pequeñas dificultades que se le presentaban. Lo primero de todo,
la construcción del templo parroquial, que había comenzado, pero que
estaba parada por falta de fondos, por las dificultades técnicas
y por las amenazas de guerra civil en la región.
Después de un año de espera, con paciencia y perseverancia,
superadas las dificultades, pudo concluir la construcción. Durante la guerra
se vio obligado a esconderse varias veces en las montañas
o en las cuevas. Nombrado párroco de Angostura, permaneció en
su puesto hasta su muerte, siendo un pastor eximio y
solícito para todos sus fieles.
Su fama de santidad se difundió
en toda la región. Nada era capaz de frenarle en
su celo: ni los obstáculos de parte de la autoridad
civil, en aquel entonces muy contraria a la Iglesia, ni
las dificultades de tiempos y lugares. Su apostolado constante y
eficaz produjo muchos frutos, dejando entre la gente un profundo
efecto y un vivo recuerdo.
Supo insertarse totalmente en la vida
del pueblo, participando en las penas y alegrías de todos.
Para todos fue padre diligente, maestro y consejero de confianza
y testigo fiel del amor de Cristo entre ellos. Los
pobres, que él llamaba "los nobles de Cristo", eran sus
preferidos. No tenía ningún reparo en emplear sus propios bienes
para aliviar las penurias y la indigencia de los más
débiles. Visitaba con frecuencia a los enfermos, y para asistirles
estaba dispuesto a cualquier hora del día o de la
noche. Con infinita mansedumbre y sencillez se ocupaba de los
niños y de los jóvenes para guiarlos por el camino
de las buenas costumbres y de la prudencia.
Tenía un grande
amor por los campesinos, recordando que él mismo había sido
uno de ellos hasta los 16 años. Estaba muy atento
a sus necesidades espirituales y sociales, e incluso a las
económicas.
Conociendo como conocía a su gente, sabía hablarles al corazón.
Su predicación era muy sencilla, pero al mismo tiempo muy
eficaz. Difundía la buena prensa y enseñaba la doctrina cristiana
a todos, pobres y ricos, niños y adultos, hombres y
mujeres. En su parroquia promovió mucho la práctica religiosa: la
asistencia a la misa dominical y festiva, el rezo del
rosario en familia, la devoción al Corazón de Jesús, las
asociaciones católicas, la oración por las vocaciones santas...
Hizo además algunas
obras materiales: la conclusión de la iglesia parroquial, su propia
casa de habitación, el campanario, la ermitas de la Virgen
del Carmen y de San Francisco y el cementerio. Estas
obras contribuyeron mucho a despertar y sostener la vida cristiana
de los fieles.
Su vida era muy pobre, austera y mortificada.
Era muy constante en su vida de oración en la
que se hallaba la raíz de su apostolado y de
su vida sacerdotal. Era muy devoto de la Eucaristía, de
la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos.
Amaba sobre todo a Dios, por cuya gloria trabajó siempre.
De aquí nacía su afán por salvar las almas de
sus parroquianos y el mundo entero. Durante muchos años gozó de
buena salud. Eso le permitía practicar la mortificación con penitencias
y ayunos. Pero al fin le sobrevino una grave infección
de la vejiga y una fuerte inflamación de la próstata.
A mitad de junio de 1926 se vio obligado a
guardar cama. El 12 de julio tuvo un ataque de
enteritis. Era tan grande su pobreza que no tenía ni
la ropa necesaria para cambiarse. Los que le cuidaban tuvieron
que acudir a la caridad de la gente para poder
asistir al enfermo como convenía. Él dijo entonces: "Ya he
vivido bastante. Ahora mi deseo más grande es unirme a
mi Jesús".
Murió el 13 de julio de 1926, justo 46
años después de su ordenación sacerdotal. Fue sepultado en la
capilla de la Virgen del Carmen, que él mismo había
hecho construir. Su muerte fue muy sentida por el pueblo,
que participó en pleno en los funerales junto con varios
sacerdotes y las autoridades.
Ya en vida gozaba de fama de
santidad. Ahora, con el reconocimiento de sus virtudes en grado
heroico y la aprobación del milagro, la Iglesia corrobora lo
que el pueblo fiel había sentido y propagado.
Fue beatificado
el 9 de abril de 2000 por S.S. Juan Pablo
II
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