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Francisco Solano, Santo |
Presbítero Franciscano Evangelizador de América
Martirologio Romano: En Lima, capital del Perú,
san Francisco Solano, presbítero de la Orden de los Hermanos
Menores, que para salvar almas recorrió en todas las direcciones
América Meridional, enseñando con palabras y con milagros a los
indios y a los mismos colonizadores españoles la novedad de
la vida cristiana (1610).
Etimológicamente: Francisco = Aquel que porta
la bandera, es de origen germánico.Antiguamente se recordaba a San Francisco Solano el 18 de
abril, el Martirologio Romano actual lo festeja el 14 de
julio
Aquellos primeros misioneros que vinieron a nuestras tierras americanas junto
con los conquistadores son de una grandeza casi sobrehumana. Entre
ellos descuella la figura imponente de San Francisco Solano, el
de una vida apostólica inconcebible que hoy vamos a presentar.
¿Cómo es posible realizar tanto trabajo en sólo veinte años,
desde las costas de Panamá hasta las inmensidades peruanas, argentinas
y uruguayas, para finalizar sus días de nuevo en el
soñado Perú?...
Nace en Andalucía, ingresa en la Orden de
San Francisco, y es un religioso y sacerdote sabio y
santo. Pero España es un campo muy
estrecho para su celo apostólico, y a sus cuarenta años
solicita venirse para nuestra América, donde tantas almas están sedientas
de Dios. Se embarca, llega a Cartagena y Portobello, y
se detiene en Panamá durante cuatro meses, tan llenos de
males y de dificultades, que mueren dos de sus compañeros.
La vida del misionero empieza con grandes peligros, pero
él no se va a rendir.
Toma una nave para
el Perú, aunque el viaje se presenta difícil. Ante las
costas de Colombia se produce la tragedia. La nave se
parte en dos y en una lancha salvavidas pueden llegar
algunos náufragos a la playa. Francisco no intenta salvarse el
primnero y se queda en la nave para dar ánimos
a los que se ven del todo perdidos.
Vuelven las
lanchas, y todos logran llegar a la arena entre grandes
dificultades. El misionero es el último en abandonar el navío,
se ata el hábito a la cintura, se lanza al
mar, llega a la barca, y cuando alcanza la playa
no le queda cubriendo su cuerpo más que la túnica.
Decidido, se regresa a buscar su hábito, mientras dice a
los compañeros aterrados: - Voy por mi hábito. El Padre
San Francisco me lo dio y a él se lo
tengo que devolver. Ese pobre hábito será su orgullo mayor
y lo va a pasear con gallardía por aquellas tierras
vírgenes.
Dos meses largos permanecen los náufragos en la playa
inhóspita, comiendo sólo hierbas y los peces que llegan a
sacar del mar como pueden. Francisco infunde ánimos a todos:
-¡Tranquilos! Dios nos sacará de aquí de una manera u
otra.
Por fin, aparece una nave providencial, que recoge a
los náufragos y los deja en el norte del Perú.
Francisco sigue a pie su camino hasta la lejana Lima,
de donde arrancará ahora y donde acabará después su prodigioso
apostolado.
Se arrodilla ante su superior, y le suplica con
lágrimas casi en los ojos: - ¡Padre, mándeme, mándeme a
mí! Por amor a mi Señor Jesucristo, yo quiero ir
a las misiones más difíciles. El superior comprende que aquellos
impulsos tan vehementes hacia las misiones más arriesgadas vienen de
Dios, y autoriza todo: - ¡Vaya, pues, y que Dios le
acompañe siempre! Francisco escala los Andes, sube a las alturas
más encumbradas de Bolivia, desciende después hasta la Argentina y
llega al Tucumán, donde va a tener el centro de
su apostolado durante once años pro-digiosos, apostolado que se extenderá
hasta el Estero y Paraguay.
Estudia con ahínco las lenguas
de los indígenas, a los que trata con un amor
enternecedor. Y, cuando una vez se ve ante varias
tribus, sin conocer las lenguas de todos, confía en el
Espíritu Santo, que renueva con él aquella vez el prodigio
de Pentecostés. Todos sus oyentes lo han entendido, y exclaman
atónitos: - ¿Y cómo el Padre español habla a la
vez todas nuestras lenguas?... El caso de conversiones más famoso en
la vida de Francisco Solano se dio en La Rioja.
Cuarenta y cinco caciques se dan cita en ella, y
las autoridades se ponen al tanto, con los soldados a
punto de entrar en acción ante el primer peligro.
Era
Jueves Santo, y en la procesión, organizada por el santo
misionero, formaba un grupo de disciplinantes. Desnudos de la cintura
para arriba, y con el despiadado látigo en la mano,
iban dándose duros golpes en las espaldas, en memoria de
la flagelación de Jesús y haciendo así penitencia por los
pecados de todos. Los caciques indios se conmueven ante aquel
espectáculo. Abrazan la fe católica que predica Francisco, y se
hacen bautizar todos con muchos otros de sus tribus, después
de la rigurosa instrucción a que los somete el misionero.
Dicen que llegaron hasta nueve mil los que se fueron
bautizando después poco a poco, una vez recibida la debida
instrucción. Todo fue fruto de aquella procesión tan devota y
singular. Los caciques, que habían venido al acecho como fieras,
se habían convertido en corderitos mansos y obedientes... El infatigable
misionero, obediente a la voz de sus Superiores, regresa a
Lima, donde permanecerá haciendo prodigios de santidad y de conversiones
durante los seis últimos años de su vida.
Esta vida
tan preciosa del misionero acaba mientras el sacerdote alza la
Sagrada Hostia en la Misa que se celebra en su
presencia por el moribundo. Con el Cristo de la Hostia
se alzaba hasta el Cielo uno de los mayores apóstoles
que han recorrido nuestra América, tan prometedora...
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Francisco Solano, llamado "el
Taumaturgo del nuevo mundo", por la cantidad de prodigios y
milagros que obtuvo en Sudamérica, nació en 1549, en Montilla,
Andalucía, España. Su padre era alcalde de la ciudad, y
el jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad
en poner paz entre los que se peleaban. Cuando había
algún duelo a espada, bastaba que Francisco corriera a donde
los combatientes a suplicarles que no se pelearan más, para
que hicieran las paces.
Estudió con los Jesuitas, pero entró a
la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y
la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco.
Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con
gran provecho en el sur de España. Sus sermones no
tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban hasta
el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes
conversiones. Es que rezaba mucho antes de cada predicación.
Primer contagio.
Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco
y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a
los enfermos más abandonados. Buenaventura se contagió y murió (y
ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y
creyó que ya le había llegado la hora de partir
para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada,
quedó curado. Con eso se dio cuenta de que Dios
lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles.
Pidió a sus
superiores que lo enviaran de misionero al Africa, y no
le fue aceptada su petición. Pero poco después el rey
Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a
Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la
religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su
corazón.
Y sucedió que una terrible tempestad lanzó el barco contra
unas rocas frente a Panamá y se partió en dos.
No había sino una embarcación para volver a tierra firme,
y el misionero prefirió aguardar allá en esos escollos con
los esclavos negros que él había venido instruyendo durante el
viaje y acompañarlos hasta que llegara otra barca a salvarlos.
Y aprovechó esos tres días de terror y peligro, para
acabar de instruirlos y bautizarlos allí mismo. Varios de ellos
perecieron luego entre aquellas olas pero ya habían sido bautizados.
La
pequeña embarcación los llevó a unas costas inhospitalarias y allá
pasaron días terribles de hambre y peligros. Cuando los marineros
se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención
del Padre Francisco. Cuando había peleas, al único que le
hacían caso para dejar de pelear, era el Padre Solano.
Al fin lograron que un barco los recogiera y los
llevara a la ciudad de Lima.
Fray Francisco Solano recorrió el
continente americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios.
Pero su viaje más largo fue el que tuvo que
hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima
hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco
Paraguayo. Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo
confiando en Dios y movido por el deseo de salvar
almas.
Y le sucedió en aquel gran viaje misionero, que lograba
aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a
las dos semanas de estar con ellos. Y le entendían
todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente
de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de
Dios. Pero lo más admirable es que las tribus de
indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos,
recibían los sermones del santo con una docilidad y un
provecho que parecían increíbles. Dios le había concedido la eficacia
de la palabra y la gracia de conseguir la simpatía
y buena voluntad de sus oyentes.
Fray Francisco llegaba a las
tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo
recibían al son de batalla, después de predicarles por unos
minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos
empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se
hicieran bautizar por centenares y miles.
Un Jueves Santo estando el
santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de
que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la
población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a
la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en
la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes
y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran
muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron
del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados
en la religión católica.
El Padre Solano tenía una hermosa voz
y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra.
Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a
sus oyentes con sus alegres canciones. Un día llegó a
un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando
el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir
siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y
hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos
cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios.
San
Francisco Solano misionó por más de 14 años por el
Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa
Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables
indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su paso por cada
ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un
día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un
toreo, y el toro feroz se salió del corral y
empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al
santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal.
Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro
se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las
manos y se dejaba llevar por él otra vez al
corral.
A imitación de su patrono San Francisco de Asís, el
padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios.
Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una
voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente como
si estuvieran alabando a Dios.
Por orden de sus superiores, los
últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de
Lima predicando y convirtiendo pecadores. Entraba a las casas de
juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los
jugadores a los templos. En los teatros, en plena función
inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón
desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores.
En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de
Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas
conversiones.
Un día estando predicando en una misa empezó a temblar.
Las gentes quisieron salir huyendo, pero él les dijo: "Si
piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo". Todos
pidieron perdón y nada malo sucedió aquel día allí. Otro
día en pleno sermón exclamó: "Por las maldades de estas
gentes, todo lo que está a mi alrededor será destruido
y no quedará sino el sitio desde donde estoy predicando".
Y así sucedió años después. llegó un terremoto y destruyó
el templo y todos los alrededores, y el único sitio
que quedó sin que le pasara nada, fue aquel desde
donde el santo había predicado.
En mayo de 1610 empezó a
sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban
de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una
bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el
Padre Francisco exclamó: "Que Dios sea glorificado", y expiró. Desde
lejos las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación
durante toda la noche. San Francisco Solano: pídele a Dios
muchas bendiciones para América.
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