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Enrique, Santo |
Emperador
Martirologio Romano: San Enrique, emperador de los romanos, que, según
la tradición, de acuerdo con su esposa Cunegunda puso gran
empeño en reformar la vida de la Iglesia y en
propagar la fe en Cristo por toda Europa, donde, movido
por un celo misionero, instituyó numerosas sedes episcopales y fundó
monasterios. Murió en este día en Grona, cerca de Göttingen,
en Franconia (1024).
Etimológicamente: Enrique = Aquel que es jefe de
hogar, es de origen germánico.Nacido
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Enrique, Santo |
en el año 972 y fallecido en 1024. Nieto de
Carlomagno y sucesor de los tres Otones, fue el más
grande apóstol de la paz en el segundo decenio del
siglo XI y uno de los más destacados promotores de
la civilización occidental, colaborando a la labor del Papado y
de los monjes de Cluny, de cuyo abad San Odilón
fue gran amigo. -
Seguramente, a la primera impresión nadie
habría creído que bajo la pesada armadura de aquel caballero
que cabalgaba con sus numerosas tropas por las grandes llanuras
del imperio alemán, se escondía un santo. Pasada ya la
gloriosa restauración de Carlomagno, Europa, en el siglo x, vive
una época de dejadez y brutalidad. Empiezan a aparecer los
desastrosos efectos del feudalismo, la jerarquía eclesiástica está corroída por
las investiduras y por doquier impera la ley del más
fuerte. Parece imposible que aún vivan personas santas, y menos
aún que lo sea uno de los numerosos príncipes feudales.
Nos hallamos en la corte del duque de Baviera Enrique
el Batallador y de su esposa Gisela de Borgoña. En
el castillo ducal se celebran grandes festejos porque ha nacido
el príncipe heredero. Se le impone, como a su padre,
el nombre de Enrique. Los primeros años pasan plácidamente, pero
pronto es víctima de la persecución; su padre ha sido
vencido en una de las interminables guerras familiares y se
ha visto obligado a huir. Sin embargo, las cosas volverán
a su lugar; el padre recobrará el ducado con todas
sus posesiones y Enrique podrá dedicarse al cultivo de las
Letras, bajo la dirección de Wolfgang, el santo obispo de
Ratisbona. Wolfgang no sólo forma su inteligencia, sino también su
voluntad, dándole una esmerada educación cristiana y una sólida piedad.
A la muerte de su padre, hereda el ducado y
se convierte en uno de los príncipes de más porvenir
de Alemania. Con su carácter recto y justiciero atiende a
las necesidades de su pueblo, gobierna con mano al mismo
tiempo fuerte y suave. Sabe comprender y no es vengativo.
Prefiere perdonar que castigar y busca antes el provecho de
sus súbditos que sus propios intereses. En el año 1002,
los electores del Sacro Imperio Romano-Germánico le nombran para el
cargo imperial. Acaba de morir Otón III, sin sucesión directa.
La fama de Enrique, su sinceridad y nobleza, son reconocidas
por todos, y saben que será el emperador ideal. La
ascensión al trono imperial es para el duque de Baviera
una empresa difícil. Surgen contrincantes que ha de vencer, sublevaciones
para dominar, querellas entre los señores feudales, que ha de
sofocar, pero Enrique con su fiel ejército atiende a todo.
Vence al rey de Polonia, rechaza a los bizantinos, interviene
en los Estados Pontificios defendiendo los derechos de Benedicto VIII,
el legítimo sucesor de Pedro. Con su prodigioso genio militar
sabe triunfar, pero, diferente de muchos otros de su tiempo,
no abusa de la victoria. La justicia rige todos sus
actos. Su actividad se extiende también a la reforma espiritual
del clero. En el año 1007 convoca, de acuerdo con
las costumbres de su tiempo, un Concilio general en Francfort.
Acuden los numerosos obispos del Imperio, que dictan severas normas
disciplinarias. Después, Enrique procurará que se cumplan. Restablecido el orden
en el Imperio y protegidas las fronteras, Enrique empezó a
reinar con todo su poder. En el año 1014, junto
con su esposa, fue ungido y coronado rey por el
propio pontífice, en Roma. Seguramente pocos reyes tuvieron, ya en
vida, tan buena fama y muchos menos fueron venerados y
gozaron del amor de sus súbditos como este nieto de
Carlomagno. Muestra de su gran virtud es este ejemplo: Al
sentirse morir llamó junto a sí a los grandes del
reino y, tomando la mano de su esposa Cunegunda, también
santa, dijo a los padres de ésta: "He aquí a
la que vosotros me habéis dado por esposa ante Cristo;
como me la disteis virgen, virgen la pongo otra vez
en las manos de Dios y vuestras". Sus restos reposan
en la catedral de Bamberg. San Enrique realizó lo que
a muchos puede parecer imposible: ser emperador, vivir continuamente ocupado
en los problemas públicos y entre guerras, y llegar a
santo. Si Enrique de Baviera lo llevó a término fue
porque en el ejercicio de su cargo vio un servicio
al prójimo y a Jesucristo. La historia de Europa nos
ofrece pocas vidas tan bellas y útiles como la de
Enrique II, el Santo.
Fue canonizado el año 1146 por el
Papa Beato Eugenio III.
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