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El papel de los laicos en la vida de la Iglesia |
Un saludo cordial a todos los sacerdotes y fieles
laicos de la Arquidiócesis de Guadalajara. En esta ocasión, la
invitación es a reflexionar sobre la importancia del ministerio de
los laicos en la vida de la Iglesia.
El término “laico”
La
palabra «laico», es un derivado del término latino “laos” que
significa “pueblo”; fue acuñado muy temprano por el cristianismo y
nunca, en ninguna cultura, menos en el cristianismo, significó que
alguien no tuviera ninguna religión como se ha pretendido interpretar
este en nuestro país, por la influencia liberal y del
iluminismo francés con su connotación anticristiana. Esta interpretación desde luego
está equivocada y está en contra de las tres grandes
religiones monoteístas del mundo; por lo tanto, dar la interpretación
de laico como una realidad arreligiosa, en el fondo expresa
una ignorancia.
Los laicos y el clero
Cuando la Iglesia Católica pasó
a ser la religión oficial del Imperio Romano, en el
año 313, se especificó un poco más el término laico.
En esta coyuntura histórica estaba muy definida la diferencia entre
los miembros de la Iglesia cuyo primer nivel era el
“laos”, el pueblo, que en su mayoría eran personas que
no habían tenido acceso a la educación y que no
dominaban el latín, pero que participaban activamente en la vida
de la Iglesia sin ser sacerdotes, obispos o monjes. No
se debe entender con esto que el término fuera despectivo.
Otro
grupo o segundo nivel lo formaban los clérigos. “Cleros” es
una palabra latina que se traduce como separados, en referencia
a aquellos o aquellas que se separaban del pueblo y
adquirían un compromiso como diáconos, presbíteros, monjes o monjas. Así
fue que se formaron dos estilos de vida: los clérigos
(los cleros, separados) que se distinguían con el uso de
un “hábito”, y los laicos (que pertenecían al pueblo).
Entre los
clérigos ha existido una especificación importante. Hay un clero secular
y un clero regular. El clero secular, para derribar la
idea de que la Iglesia desprecia al mundo, es el
que está inmerso en las realidades terrenas; la palabra secular
viene del latín “saeculum” que se traduce como “siglo”, entonces
el clero secular es el que va con el siglo,
que no está bajo un reglamento, sino bajo la disposición
del Obispo y que vive en el mundo; tiene su
casa y su vida al lado del pueblo y también
es llamado clero diocesano, por pertenecer a una diócesis.
El
clero regular, en cambio, lo integran aquellos que viven total
o parcialmente en un convento. La palabra ‘regular’ tiene su
raíz en el latín “regula” traducido como regla. Sus miembros
viven bajo un estilo, un regla de vida muy específica.
Todo esto hay que especificarlo para que se entienda muy
bien el término laico(a). A mí me gusta mucho el
término que se acuñó como fruto del Sínodo dedicado a
los laicos en Roma y que es el título de
una reflexión Post-conciliar «Christifideles laici», que se traduce como «fieles
cristianos laicos. También es propio llamar al laico «seglar», que
son los que no llevan hábito, no están en un
convento.
El resurgimiento de los laicos en la vida de la
Iglesia
Uno de los aspectos negativos en el caminar de dos
mil años en la vida de la Iglesia ha sido,
en algunos momentos y en algunos lugares, creer y asumir
que la inmensa tarea pastoral depende únicamente del clérigo. Esto
es un grave error que tiene su recurrencia. En el
principio de la vida de la Iglesia el papel de
los laicos fue muy importante, tanto de los hombres como
de las mujeres. El primer impulso evangelizador de la Iglesia
se realizó a través de laicos.
Posteriormente, poco a poco
por la idea de que la perfección cristiana obliga a
retirarse del siglo y concentrarse más en la vida interior
y cambiar el modo de vestir y de actuar, se
fue haciendo la idea de que lo importante era el
estado clerical, y por lo tanto se requería vestir un
hábito y pertenecer a una orden, lo que contradecía los
inicios de la tradición cristiana donde la orden de las
viudas, de las vírgenes, entre otras, eran órdenes laicales.
En 1962,
en la celebración del Concilio Vaticano II, uno de los
temas obligatorios y centrales fue restituir al laico, al seglar,
su lugar imprescindible en la actividad de la Iglesia Católica,
para que los laicos no sólo fueran objeto de la
evangelización sino protagonistas y responsables de esta tarea; de ahí
surgió el Documento del Concilio llamado «Apostolicam actuositatem» que está
de dedicado al laico.
La vocación del laico en la Iglesia
Desde
la celebración del Concilio Vaticano II se ha venido perfilando
la vocación del laico como miembro de la Iglesia. Esta
vocación la presentamos el año pasado en el lema del
Congreso Diocesano de Laicos: «Hombres y mujeres de Iglesia en
el corazón del mundo»; esta es la vocación primera del
laico: hombres y mujeres en comunión con la Iglesia, seguidores
de Jesucristo, pero que no viven en el convento, que
no traen un hábito, sino que viven en el corazón
del mundo, y el corazón del mundo son las familias,
las fábricas, las oficinas, la política, le economía, el deporte,
las comunicaciones; ahí la vocación del laico es santificar el
ambiente.
Un buen ejemplo lo encontré en una noticia que recientemente
leí: en África, donde la conversión de un islámico al
cristianismo merece la muerte, muchos musulmanes se están haciendo católicos,
contrario a la creencia de que era imposible que un
islámico se convirtiera al cristianismo. Lo curioso es que como
los amenazan de muerte, huyen un tiempo de su lugar
de origen a un lugar donde ser católico no esté
penalizado, pero después de un tiempo de empaparse de Dios,
de la fe católica, vuelven a su tierra para ser
misioneros sin temor de dar la vida por su fe.
Aquí está la vocación esencial del laico, no separarse del
mundo sino vivir inserto en él, y desde él, evangelizar.
Protagonistas
de la evangelización
Los laicos, pues, deben ser los principales protagonistas
de la evangelización; ellos deben llegar a donde no llega
el sacerdote o la religiosa; ellos deben ser los evangelizadores
de avanzada. Esta es la hora del laico, de los
seglares conscientes que no deben separarse del mundo para realizar
su labor. Por lo mismo, no es correcto que cuando
a un laico de una parroquia lo llamen a ser
ministro o ministra de la Comunión le quieren imponer un
hábito o distintivo; lo más correcto es que mantengan su
vestimenta seglar. Que los laicos no se clericalicen y que
los clérigos no se laicisen.
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