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martes, 17 de julio de 2012

Áurea de Córdoba, Santa


Virgen y Mártir, 19 de julio
 
Áurea de Córdoba, Santa
Áurea de Córdoba, Santa

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santa Áurea, virgen, hermana de los santos mártires Adulfo y Juan, que, en una de las persecuciones bajo los musulmanes, llevada ante el juez negó, asustada, la fe, pero arrepentida de inmediato, se presentó al mismo magistrado y, repetido el juicio, se mantuvo firme, con lo que superó al enemigo en un nuevo combate con la efusión de su sangre. ( 856)
Santa Áurea nació en Sevilla, en una acomodada y noble familia en la que la mayor parte eran mahometanos, pero su madre Artemia, era cristiana de probada virtud, fue ella quien la educó en las santas verdades de los Evangelios, más tarde Áurea demostraría con su vida y gloriosa muerte el ser digna de gozar de la eterna gracia. Sus hermanos Adulfo y Juan, también alcanzaron el triunfo del martirio, en aquellos días Áurea vivía en el monasterio de Cuteclara (Córdoba) dando ejemplo de devoción y caridad.

Su elevada alcurnia y la dado que muchos de sus parientes seguían la religión de Mahoma, fueron los motivos por los que nadie se había atrevido a delatarla; pero habiendo llegado la noticia de su fe a oídos de sus allegados en Sevilla, usando como subterfugio su parentesco, fueron a visitarla para comprobar lo que habían escuchado.

Gobernaba por entonces el Califato de Occidente, Mahomet, hijo de Abdrrahman, célebre por la terrible persecución que había emprendido contra los cristianos. Los parientes Áurea descubrieron que ella no solo era cristiana sino una ferviente religiosa, y apasionados por la doctrina de sus creencias, procuraron convencerla de convertirse en seguidora del falso profeta.

Fue fútil todos sus intentos, sus palabras chocaban contra la inamovible fe que Áurea tan sinceramente profesaba. Fue tal su enojo que tomaron la decisión de delatarla al cadi. El juez ordenó la llevasen al tribunal, y al verla vestida con el hábito religioso se irritó de tal modo que la amenazó con los más terribles castigos. Invocó, el juez, la noble sangre mahometana que circulaba en sus venas y lo que su familia sufriría por culpa de ella. Le prometió en cambio que si aceptaba las creencias familiares borraría la mancha que afectaba su ilustre estirpe y se salvaría de los duros tormentos que la esperaban si no aceptaba.

Áurea guardó silencio un momento dejándose llevar tal vez por el miedo, o bien de la idea de disimular su fe —lo que no es lícito ni permitido a los cristianos en caso semejante—, y el juez juzgándola vencida le concedió la libertad.

Recapacitó Áurea sobre lo que había acontecido, y avergonzada por su debilidad decidió no regresar al monasterio prefiriendo quedarse en una casa, posiblemente de alguno de sus parientes cristianos, donde sumergida en tiernas lágrimas confesó su pecado. Pidió a sus hermanos intercedieran ante el Señor a fin de tener una posibilidad de demostrar al mundo cuan profunda era su fe en Cristo.

No tuvo que esperar mucho para que su místico anhelo se hiciera realidad, fue delatada nuevamente, y conducida por segunda vez ante el cadi, en esta ocasión ella respondió, con un valor y una fortaleza inspiradas por el Espíritu Santo. La firmeza de Áurea encendió el colérico corazón de su juez, ordenando la encerraran en la más lóbrega prisión y que al día siguiente fuera conducida al suplicio. Áurea fue decapitada y luego su cuerpo colgado de los pies en un palo donde, pocos días antes había sido ajusticiado un reo de homicidio, luego sus restos fueron arrojados, junto con los de varios malhechores, al Guadalquivir.

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