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viernes, 1 de junio de 2012

Solemnidad de la Santísima Trinidad




Solemnidad de la Santísima Trinidad

Dichoso el pueblo escogido por Dios
Escucha, Señor, nuestra oración
Antífona de Entrada
Bendito sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque nos ha mostrado un amor inmenso.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios Padre, que al enviar al mundo al Verbo de verdad y al Espíritu de santidad, revelaste a los hombres tu misterio admirable, concédenos que al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la unidad de su majestad omnipotente.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del
Deuteronomio (4, 32-34. 39-40)
En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo:
“Pregunta a los tiempos pasados, investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra. ¿Hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, una cosa tan grande como ésta? ¿Se oyó algo semejante? ¿Qué pueblo ha oído, sin perecer, que Dios le hable desde el fuego, como tú lo has oído? ¿Hubo algún dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio de otro pueblo, a fuerza de pruebas, de milagros y de guerras, con mano fuerte y brazo poderoso? ¿Hubo acaso hechos tan grandes como los que, ante sus propios ojos, hizo por ustedes en Egipto el Señor su Dios?
Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro. Cumple sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tu descendencia, y para que vivas muchos años en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 32
Dichoso el pueblo
escogido por Dios.
Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
Dichoso el pueblo
escogido por Dios.
La palabra del Señor hizo los cielos y su aliento, los astros; pues el Señor habló y fue hecho todo; lo mandó con su voz y surgió el orbe.
Dichoso el pueblo
escogido por Dios.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
Dichoso el pueblo
escogido por Dios.
En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti,Señor, hemos confiado.
Dichoso el pueblo
escogido por Dios.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(8, 14-17)
Hermanos:
Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.
El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es,que era y que vendrá.
Aleluya.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (28, 16-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo:
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
El Espíritu de Dios nos hace llamar a Dios Abba, Padre; por eso podemos orar con confianza filial y decir:
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que el Señor siga enviando discípulos suyos que anuncien el Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que Dios lleve al mundo a la plenitud y todos los hombres vivamos en auténtica fraternidad.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que Jesús, nuestro Salvador y Redentor, nos fascine y atraiga y nos haga testigos creíbles de su Reino.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que el Espíritu Santo que se nos ha dado, sea la fortaleza de los pobres, el consuelo de los desvalidos, la seguridad de los emigrantes y la vida de los hombres.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que la vida de la Trinidad resplandezca en el corazón de quienes han consagrado su vida a la alabanza divina y a la contemplación en el claustro.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que la celebración del Sacramento del amor nos acerque a la intimidad del Dios uno y Trino que nos habita.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.

Celebrante:
Padre, Tú que nos diste el Espíritu que nos hace hijos tuyos, y en Jesús nos mostraste el camino que conduce a Ti: escucha nuestras oraciones, fortalece nuestra fe y envíanos a anunciar el Evangelio y a hacer discípulos tuyos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor, estos dones que te presentamos y transfórmanos por ellos en una continua oblación a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio
El misterio de la Santísima
Trinidad
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola substancia.
Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, eso mismo lo afirmamos de tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción.
De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos a tres personas distintas, en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles, y todos los coros celestiales, que no cesan de aclamarte con una sola voz:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Porque sois hijos de Dios, Dios infundió en vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Padre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la recepción de este sacramento y nuestra profesión de fe en la Trinidad santa y eterna, y en su unidad indivisible, nos aprovechen, Señor, Dios nuestro, para la salvación del cuerpo y el alma.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.


La Santísima Trinidad
Lo original de esta fiesta es honrar específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo
 
La devoción a la Santísima Trinidad se inició en el siglo X, y a partir de esta época se fue difundiendo también su fiesta litúrgica, entrando en el calendario romano en 1331. Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, y el mismo Jesús habló de Dios como una comunión de amor y manifestó el misterio de las tres divinas personas, lo original de esta fiesta es honrar específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo. Tal como dice la oración colecta, se trata de "profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa".

A lo largo de tres ciclos de lecturas, las primeras (del AT) nos hablan de la revelación del Dios único de Israel; los Evangelios proclaman las palabras de Jesús en las que se refiere al Padre, se manifiesta a sí mismo como el Hijo igual a Él y anuncia el envío del Espíritu Santo.

Por último, las lecturas apostólicas recogen la experiencia profunda de la filiación divina adoptiva, por la que los cristianos pueden conocer el amor del Padre, la gracia que manifiesta y comunica el Dios y hombre Jesucristo, y la comunión del Espíritu Santo, vínculo de unidad en la intimidad de Dios y en la comunidad eclesial. La antigua ley hispánica, en los siglos V al VII, enseñó magníficamente la fe trinitaria, sobre todo en los Concilios de Toledo, y de su liturgia procede el prefacio propio de esta solemnidad. Es consolador saber que nuestro Dios es "uno solo, pero no solitario" (Concilio VI de Toledo, año 638), amor puro que sólo busca darse de forma creadora y llevarnos a participar de su unidad vital eterna.

CALENDARIO DE ESTA SOLEMINIDAD AÑOS 2000-2019

Ciclo A
Primera: Ex 34, 4b-6.8-9; Segunda: 2Co 13, 11-13; Evangelio: Jn3, 16-18

2002 - 26 de mayo
2005 - 22 de mayo
2008 - 18 de mayo
2011 - 19 de junio
2014 - 15 de junio
2017 - 11 de junio


Ciclo B
Primera: Deut 4, 32-34.39-40; Segunda: Rom 8, 14-17; Evangelio: Mt 28, 16-20

2000 - 18 de junio
2003 - 15 de junio
2006 - 11 de junio
2009 - 7 de junio
2012 - 3 de junio
2015 - 31 de mayo
2018 - 27 de mayo


Ciclo C
Primera: Prov 8, 22-13; Segunda: Rom 5,1-5; Evangelio: Jn 16, 12-15

2001 - 10 de junio
2004 - 6 de junio
2007 - 3 de junio
2010 - 30 de mayo
2013 - 26 de mayo
2016 - 22 de mayo
2019 - 16 de junio













 Un solo Dios en tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La Iglesia dedica el siguiente domingo después de Pentecostés a la celebración del día de la Santísima Trinidad,
Un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo que sólo podemos comprender cuando Dios nos lo revela.
El misterio de la Santísima Trinidad - Un sólo Dios en tres Personas distintas -, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en Sí mismo.
Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios.
Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos que cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas.
Con todo, las personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión: Dios Hijo-por quien son todas las cosas- es enviado por Dios Padre, es nuestro Salvador. Dios Espíritu Santo-en quien son todas las cosas- es el enviado por el Padre y por el Hijo, es nuestro Santificador.
Lo vemos claramente en la Creación, en la Encarnación y en Pentecostés
En la Creación, Dios Padre está como principio de todo lo que existe.
En la Encarnación, Dios se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.
En Pentecostés, el Padre y el Hijo se hacen presentes en la vida del hombre en la Persona del Espíritu santo, cuya misión es santificarnos, iluminándonos y ayudándonos con sus dones a alcanzar la vida eterna.
Para explicar este gran misterio, existen ciertos símbolos que son entendibles a nuestra razón: La Santísima Trinidad es simbolizada como un triángulo.
Cada uno de los vértices es parte del mismo triángulo y sin embargo cada uno es distinto
También podemos simbolizar a la Santísima Trinidad como una vela encendida: La vela en sí misma simboliza al Padre, la cera que escurre es el Hijo, que procede del Padre y la llama encendida es el Espíritu Santo. Los tres son "vela", pero son distintos entre sí. Hay quienes simbolizan a la Santísima Trinidad en forma de trébol. Cada una de las hojas es "trébol" pero son distintas entre sí.
¿Que hacemos al persignarnos? "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" Es costumbre de los católicos repetir frecuentemente estas palabras, principalmente al principio y al fin de nuestras acciones.
Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad.
- En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.
-...y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.
-...Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombre izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo a los mandatos de Jesucristo.
Algunas personas argumentan que no es verdad porque no podemos entender el misterio de la Santísima Trinidad a través de la razón. Esto es cierto, no podemos entenderlo con la sola razón, necesitamos de la fe ya que se trata de un misterio. Es un misterio hermoso en el que Dios nos envía a su Hijo para salvarnos.


Domingo 3 junio 2012, solemnidad de la Santísima Trinidad (año B).

SOBRE LITURGIA

Del Directorio sobre Piedad popular y Liturgia

En el Tiempo ordinario
La solemnidad de la santísima Trinidad
157.
El domingo siguiente a Pentecostés la Iglesia celebra la solemnidad de la santísima Trinidad. En la baja Edad Media, la devoción creciente de los fieles al misterio de Dios Uno y Trino, que desde la época carolingia tenía un lugar importante en la piedad privada y había dado origen a expresiones de piedad litúrgica, indujo a Juan XXII a extender en 1334 la fiesta de la Trinidad a toda la Iglesia latina. Este acontecimiento tuvo, a su vez, un influjo determinante en la aparición y desarrollo de algunos ejercicios de piedad.
Respecto a la piedad popular a la Santísima Trinidad, "el misterio central de la fe y de la vida cristiana", no es cuestión tanto de recordar tal o cual ejercicio de piedad, sino de subrayar que toda forma auténtica de piedad cristiana debe hacer referencia al verdadero y solo Dios Uno y Trino, "el Padre omnipotente y su Hijo unigénito y el Espíritu Santo". Tal es el misterio de Dios, el que se nos ha revelado en Cristo y por medio de Él. Tal es su manifestación en la historia de la salvación. Esta no es otra cosa que "la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos".
En efecto, son numerosos los ejercicios de piedad que tienen una impronta y una dimensión trinitaria. La mayor parte de ellos comienza con el signo de la cruz y "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", la misma fórmula con la que son bautizados los discípulos de Jesús (cfr. Mt 28,19) y comienzan una vida de intimidad con Dios, como hijos del Padre, hermanos del Hijo encarnado, templos del Espíritu. Otros ejercicios de piedad emplean fórmulas similares a la actual Liturgia de las Horas, y comienzan dando "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo". Otros concluyen con la bendición impartida en el nombre de las tres Personas divinas. Y no son pocos los ejercicios de piedad cuyas oraciones, siguiendo el esquema característico de la oración litúrgica, se dirigen "al Padre por Cristo en el Espíritu" y presentan formulas doxológicas inspiradas en los textos litúrgicos.
158. (...) la vida cultual es un diálogo de Dios con el hombre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Por esto, es necesario que el aspecto trinitario sea un elemento constante, también en la piedad popular. Tiene que quedar claro a los fieles que los ejercicios de piedad en honor de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos, tienen como término al Padre, del que todo procede y al que todo conduce; al Hijo, encarnado, muerto, resucitado, único mediador (cfr. 1 Tim 2,5) sin el cual es imposible tener acceso al Padre (Jn 14,6); al Espíritu, única fuente de gracia y de santificación. Es importante evitar el peligro de alimentar la idea de una "divinidad" que prescinda de las Personas Divinas.
159. Entre los ejercicios de piedad dedicados directamente a Dios Trino y Uno hay que recordar, junto con la pequeña doxología (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...) y la gran doxología (Gloria a Dios en el cielo...), el Trisagio bíblico (Santo, Santo, Santo) y litúrgico (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros), muy difundido en Oriente y también en algunos países, órdenes y congregaciones de Occidente.
El Trisagio litúrgico, que se inspira en otros cantos litúrgicos basados en el Trisagio bíblico – como el Santo en la celebración de la Eucaristía, el himno Te Deum, los improperios del rito de la adoración de la Cruz, el Viernes Santo, derivados a su vez de Isaías 6,3 y de Apocalipsis 4,8 – es un ejercicio de piedad en el que los que oran, en comunión con los ángeles, glorifican repetidamente a Dios Santo, Fuerte e Inmortal, con expresiones de alabanza tomadas de la Sagrada Escritura y de la Liturgia.

CALENDARIO

  + DOMINGO. SANTÍSIMA TRINIDAD, Solemnidad

Solemnidad de la Santísima e indivisa Trinidad, en la que confesamos y veneramos al único Dios en la Trinidad de personas, y la Trinidad de personas en la unidad de Dios (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la Solemnidad (blanco).
bl MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. II, lects. props. de la Solemnidad (año B):
- Dt 4, 32-34. 39-40. El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
- Sal 32. R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
- Rom 8, 14-17. Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).
- Mt 28, 16-20. Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Dios es misterio y cercanía. La fiesta de hoy proclama la fe en la verdadera y eterna Divinidad. Dios se reveló antiguamente a su pueblo como el único Dios viviente y liberador, cercano y fuente de felicidad (1 lect.). Dios se hace cercano al hombre cuando éste es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y guarda lo que Cristo ha mandado (Ev.). Pablo subraya la experiencia de la filiación divina adoptiva, que nos hace gritar: «Abba», «Padre» (2 lect.).

* DÍA PRO ORANTIBUS (dependiente de la CEE, obligatoria): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.
* Del Domingo IX del Tiempo Ordinario, nada.

Liturgia de las Horas: oficio de la Solemnidad. Te Deum.

Martirologio: elogs. del 4 de junio, pág. 348.
CALENDARIOS: Toledo: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Francisco Álvarez Martínez, arzobispo, emérito (1973).

TEXTOS MISA

Canto de entrada: Un solo Señor (CLN, 708);
o bien: Aclama al Señor (CLN, 611).
Salmo responsorial Sal 32: Dichoso el pueblo a quien Dios escogió como heredad.
Canto de comunión: Como brotes de olivo (CLN, 528);
o bien: Acerquémonos todos al altar (CLN, O 24).

Domingo después de Pentecostés
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Solemnidad
Dominica I post Pentecosten
SANCTISSIMAE TRINITATIS
Sollemnitas
Antífona de Entrada.
Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.
Antiphona ad introitum
Benedíctus sit Deus Pater, unigenitúsque Dei Fílius, Sanctus quoque Spíritus, quia fecit nobíscum misericórdiam suam.
Se dice Gloria.
Dicitur Gloria in excélsis.
Oración colecta
Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio; concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa. Por nuestro Señor Jesucristo.
Collecta
Deus Pater, qui, Verbum veritátis et Spíritum sanctificatiónis mittens in mundum, admirábile mystérium tuum homínibus declárasti, da nobis, in confessióne verae fídei, aetérnae glóriam Trinitátis agnóscere, et Unitátem adoráre in poténtia maiestátis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la solemnidad de la La Santísima Trinidad. Año B.

PRIMERA LECTURA
El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

Moisés habló al pueblo, diciendo:
- «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?
Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22
R.
 
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Beátus populus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Beátus populus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió. R.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Beátus populus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Beátus populus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Beátus populus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

SEGUNDA LECTURA
Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-17

Hermanos:
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritan «¡Abba!» (Padre).
Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ALELUYA
Ap 1, 8
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Glória Patri, et Filio, et Spiritui Sancto, Deo qui est, et qui erat, et qui venturus est.

EVANGELIO
Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
+
Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les habla indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
- «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Catecismo de la Iglesia Católica
Párrafo 2 EL PADRE
I "EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO"
232 Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: "Fides omnium christianorum in Trinitate consistit" ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad") (S. Cesáreo de Arlés, symb. ).
233 Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en "los nombres" de estos (cf. Profesión de fe del Papa Vigilio en 552: DS 415), pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.
234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos" (DCG 47).
236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la "Theologia" y la "Oikonomia", designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios - Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la "Oikonomia" nos es revelada la "Theologia"; pero inversamente, es la "Theologia", quien esclarece toda la "Oikonomia". Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas, La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.
237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los "misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.
El dogma de la Santísima Trinidad
253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las personas divinas son realmente distintas entre si. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).
256 A los catecúmenos de Constantinopla, S. Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:
Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje… Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero… Dios los Tres considerados en conjunto… No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo… (0r. 40, 41: PG 36, 417).
IV LAS OBRAS DIVINAS Y LAS MISIONES TRINITARIAS
257 "O lux beata Trinitas et principalis Unitas!" ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas) Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1, 9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en él" (Ef 1, 4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rm 8, 29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rm 8, 15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2Tm 1, 9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).
259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6, 44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rm 8, 14).
260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17, 21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama - dice el Señor - guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14, 23).
Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad).
Se dice Credo. Dicitur Credo.
Oración sobre las ofrendas
Por la invocación de tu santo nombre, santifica, Señor, estos dones que te presentamos y transfórmanos por ellos en ofrenda perenne a tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Super oblata
Sanctífica, quaesumus, Dómine Deus noster, per tui nóminis invocatiónem, haec múnera nostrae servitútis, et per ea nosmetípsos tibi pérfice munus aetérnum. Per Christum.
Prefacio: El misterio de la Santísima Trinidad
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, que no cesan de aclamarte con una sola voz:
Santo, Santo, Santo...
Praefatio: De mysterio Sanctissimae Trinitatis.
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui cum Unigénito Fílio tuo et Spíritu Sancto unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónae, sed in uníus Trinitáte substántiae. Quod enim de tua glória, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine discretióne sentímus.
Ut, in confessióne verae sempiternaeque Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in maiestáte adorétur aequálitas.
Quem laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim, qui non cessant clamáre cotídie, una voce dicéntes:
Sanctus, Sanctus, Sanctus...
PLEGARIA EUCARÍSTICA III. PREX EUCHARISTICA III.
Antífona de Comunión Gal 4, 6
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá! Padre.
Antiphona ad communionem Ga 4, 6
Quóniam autem estis fílii, misit Deus Spíritum Fílii sui in corda vestra clamántem: Abba, Pater.
Oración después de la comunión
Al confesar nuestra fe en la Trinidad santa y eterna y en su Unidad indivisible, concédenos, Señor y Dios nuestro, encontrar la salud del alma y del cuerpo en el sacramento que hemos recibido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Post communionem
Profíciat nobis ad salútem córporis et ánimae, Dómine Deus noster, huius sacraménti suscéptio, et sempitérnae sanctae Trinitátis eiusdémque indivíduae Unitátis conféssio. Per Christum.

MARTIROLOGIO
Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros (Estos son sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.), todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos (1886).
2. En Cartago, san Cecilio, presbítero, que convirtió a la fe en Cristo a san Cipriano (s. III).
3. En Carcasonne, en la Galia Narbonense, san Hilario, considerado como primer obispo de esta ciudad, en cuyo tiempo los godos difundieron la herejía arriana (s. IV).
4. En Tours, en la Galia Lugdunense, santa Clotilde, reina, por cuyas oraciones su esposo, Clodoveo, rey de los francos, abrazó la fe cristiana, y al enviudar se retiró a la basílica de San Martín, deseando no ser considerada como reina sino como sierva de Dios (545).
5. En Meung-sur-Loire, en el territorio de Orleans, también en la Galia, san Lifardo, presbítero, que en dicho lugar llevó vida solitaria (550).
6. En Anagni, de la Campania, santa Oliva, virgen (s. VI/VII).
7*. En Glendalough, en Hibernia (hoy Irlanda), san Coemgeno (Kevin), abad, que fundó este monasterio en el que vivieron muchos monjes, de los que fue padre y guía (622).
8*. En Arvernia, en Aquitania, san Genesio, obispo de Clermont, quien fundó en Manglieu un monasterio con un hospicio, en cuya iglesia recibió sepultura (c. 650).
9. En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, san Isaac, mártir, que, siendo monje, en tiempo de la dominación musulmana, llevado por un impulso no humano sino divino, salió del monasterio de Tábanos para presentarse ante el juez y hablarle acerca de la verdadera religión, y por esta razón fue decapitado (851).
10. En la ciudad de Luca, en la Toscana, san Divino, el cual, armenio de nacimiento, vendió todos sus haberes para ser peregrino por Cristo, visitando los Santos Lugares y los sepulcros de los apóstoles, hasta que, habiendo enfermado, descansó en el Señor (1051).
11*. En la aldea de Altkirch, en la región de Basilea, entre los helvecios, san Morando, monje, oriundo de Renania, que siendo presbítero peregrinó a Compostela y al regreso entró en el monasterio de Cluny, fundando más adelante el cenobio en el que terminó su santa vida (c. 1115).
12*. En Spello, de la Umbría, beato Andrés Caccioli, que, siendo presbítero, entró en la Orden de los Hermanos Menores, donde recibió el hábito de manos de san Francisco, al que asistió en el lecho de muerte (1254).
13*. En el cenobio de Santa María de Cardossa, en Lucania, san Cono, monje, el cual, con la protección de Dios, llegó a la perfección de las virtudes mediante la observancia monástica y la inocencia de vida, muriendo cuando era aún joven (s. XIII).
14*. En York, en Inglaterra, beato Francisco Ingleby, presbítero y mártir, alumno del Colegio de los Ingleses de Reims, que por haber ejercitado el sacerdocio en su patria fue condenado a muerte durante el reinado de Isabel I (1580).
15. En la ciudad de Jerez, en la región española de Andalucía, san Juan Grande, religioso de la Orden de San Juan de Dios, insigne por su dedicación hacia los cautivos, abandonados y rechazados, que al cuidar de los apestados durante una epidemia, falleció por haberse contagiado (1600).
16*. En el brazo de mar ante el puerto de Rochefort, en Francia, beato Carlos Renato Collas du Bignon, presbítero de la Sociedad de San Sulpicio y mártir, rector del Seminario Menor de Bourges, que durante la Revolución Francesa, por el hecho de ser sacerdote, fue encarcelado en una nave-prisión, muriendo a consecuencia de la enfermedad que allí contrajo (1794).
17. En la ciudad de Au Thi, en Tonquín, san Pedro Dong, mártir, padre de familia, que prefirió sufrir crueles torturas antes que pisar la cruz, e hizo de modo que en su frente se escribiese «verdadera religión» en lugar de «falsa religión», como se pretendía, siendo degollado en tiempo del emperador Tu Duc (1862).
18*. En la localidad de Bellegra, en los alrededores de Roma, beato Diego (José) Oddi, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, eximio por su vida de oración y simplicidad (1919).
19*. En Roma, beato Juan XXIII, papa, cuya vida y actividad estuvieron llenas de una singular humanidad y se esforzó en manifestar la caridad cristiana hacia todos, trabajando por la unión fraterna de los pueblos. Solícito por la eficacia pastoral de la Iglesia de Cristo en toda la tierra, convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II (1963).

Santísima Trinidad

 La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra.

Domingo despues de Pentecostés
La Santísima Trinidad
3 de junio de 2012

La homilía de Betania

1.- EL DIOS AMOR QUE INTERVIENE EN MI VIDA
Por José María Martín OSA
2.- UNA SOLA NATURALEZA Y TRES DIVINAS PERSONAS
Por Antonio García-Moreno
3.- NUESTRO DIOS ES ÚNICO PERO NO SOLITARIO, PORQUE ES UN DIOS AMOR
Por Gabriel González del Estal
4.- DIOS ES ÚNICO PERO NO SOLITARIO
Por Pedro Juan Díaz
5.- ¿QUÉ SABEMOS NOSOTROS DE DIOS?
Por José María Maruri, S.J.
6.- EL AMOR, SÓLO EL AMOR
Por Javier Leoz
7.- EL CONCEPTO DE TRINIDAD
Por Ángel Gómez Escorial

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

MISTERIO


1.- EL DIOS AMOR QUE INTERVIENE EN MI VIDA

1.- Dios es comunidad. Como culminación de los misterios de nuestra fe celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Sirve de muy poco que intentemos explicar en términos filosóficos o matemáticos lo que es un misterio que nunca vamos a comprender del todo. Reconociendo que vemos estas cosas en espejo y en enigma, como dice San Agustín, "se nos presenta en el Padre el origen, en el Hijo la natividad, en el Espíritu Santo del Padre y el Hijo la comunidad, y en los tres la igualdad". Dado que es un misterio que no podemos comprender del todo, lo que importa es cómo actúa Dios en nuestra vida. Nuestra experiencia de fe nos dice que Dios es Padre amoroso, que cuida de sus hijos y les protege, porque es "auxilio y escudo" (Salmo); que está a nuestro lado, que dialoga con nosotros y nos ayuda, que respeta nuestras diferencias, pero que nos quiere a todos por igual. Dios es Hijo, que nos ama hasta el extremo de dar su vida por nosotros, que quiere darnos a conocer que sólo es feliz aquél que es capaz de darse al otro y de perdonar. Dios es Espíritu, que nos fortalece y nos da su aliento para que sigamos caminando hacia su encuentro. Pero lo que más nos importa es saber que Dios es Amor, pero amor entre personas, Dios es comunidad.
2.- Jesús nos encomienda una misión: “Id y haced discípulos”. La Iglesia vive para evangelizar. Ese es el encargo que recoge Mateo. El mundo es nuestra responsabilidad y los hombres son nuestros interlocutores. La Iglesia no es un círculo de creyentes, sino un movimiento de acercamiento a todos para que puedan creer. Lo importante de la Iglesia no es ella, sino Jesús, y la misión confiada por Jesús. Y esa misión es evangelizadora, animadora, motivadora. Frente a tanta mala noticia, el hombre necesita más que nunca la Buena Noticia. No se trata de censurar a los otros, ni de condenar a nadie, sino de hacer posible y gozosa la salvación de todos, ayudando a todos a descubrir en el mundo y en la vida la huella de Dios. En la Iglesia y a través de ella podemos encauzar nuestras iniciativas y encontrar aliento en nuestros esfuerzos. Solos podemos hacer bien poco, pero como Iglesia y en la Iglesia podemos hacer muchísimo. La estructura y las organizaciones y movimientos eclesiales pueden y deben ser los vehículos que canalicen todos nuestros esfuerzos. No podemos hacer todos, todo; pero entre todos, con todos, podemos hacer todo lo que Jesús nos ha encomendado. Si estamos bautizados, ¿por qué no estamos dispuestos a realizar la tarea de la fe? ¿Por qué no pasamos del rito al reto de la construcción del Reino?
4.- “Contempladlo y quedaréis radiantes” No es casualidad que la Iglesia celebre este día la “Jornada Pro-Orantibus”. El lema de este año es: “Contempladlo y quedaréis radiantes” (Sal 34, 6). En la vida de los monjes y monjas se cumple lo que anuncia el salmista y lo que es una auténtica experiencia de Dios. La vida contemplativa es epifanía, en la que podemos contemplar el rostro de Cristo, como Pedro, Santiago y Juan en el monte Tabor, La contemplación llena de belleza a los orantes e inunda de hermosura el ambiente que envuelve al que ora: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!. Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (Mt 17, 4). Todos necesitamos la contemplación para fortalecer nuestra fe. Que vivamos la experiencia de sentir al “Dios amor”, que actúa en nuestra vida.

2.- UNA SOLA NATURALEZA Y TRES DIVINAS PERSONAS

1.- DIOS INFINITO.- El Señor invita a los suyos a que pregunten por doquier si se ha visto en algún lugar tanta grandeza y maravilla como ellos han contemplado, tan grande amor como ellos han experimentado. Por eso la ira de Dios se enciende contra su pueblo, porque a pesar de lo que han visto le han abandonado. No han comprendido aún que "Yahvé es fuego abrasador, un Dios celoso".
Misterio profundo de Dios que se nos escapa por mucho que nos esforcemos en comprehenderlo. Misterio que hay que aceptar al margen de la razón, de esa lógica que los hombres usamos en nuestro pensar y en nuestro obrar. Dios que ama hasta los celos, siempre, también cuando el pueblo le traiciona o le olvida, le desprecia o le vuelve la espalda. Ese pueblo de dura cerviz que con sus claudicaciones insistentes no logra apagar la capacidad infinita de perdón que el Señor tiene. Incluso su castigo terrible, todo el daño que sobreviene al pueblo, no es otra cosa que una tentativa más para beneficiar a su pueblo. Ese pueblo del que también nosotros formamos ahora parte, repitiendo con nuestros pecados e infidelidades la historia triste del pueblo elegido.
Haz que lo sepamos, Señor, y lo meditemos en lo más profundo de nuestro corazón. Es tu misterio tan grande que supera nuestra corta capacidad de entendimiento. Saber lo que tú eres, saberlo de verdad, con todas sus consecuencias, con todas sus implicaciones prácticas. Es algo que está por encima de las fuerza humanas. Por eso te rogamos, Señor, que nos concedas saber de veras que tú eres Dios y que fuera de ti no hay nada ni nadie que pueda colmar las ansias del hombre.
Dios Uno y Trino, inmensamente bueno, y justo, y poderoso. Pobre mente y pobre corazón, cuánta estrechez para dar cabida a tanta amplitud. Y, sin embargo, sólo él colmará esa sed ardiente de plenitud que nos devora. Sólo Dios. En definitiva lo nos queda es escuchar la voz del Señor y esforzarnos en cumplirla: "Guarda las leyes y mandamientos que yo te prescribo hoy para que seas feliz tú y tus hijos después de ti y vivas largos años en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da".
Hay que fiarse de Dios, hay que atender a lo que nos dice y luchar por ponerlo en práctica. Hemos de tener fe en él, aunque a veces no comprendamos ni veamos con claridad el camino que se nos abre. Hemos de pensar, incluso, que esa grandeza y ese misterio de Dios es una razón más para creer en él y amarle con toda el alma. Siendo como somos tan limitados, es lógico que el Señor sobrepase nuestra capacidad de entendimiento.
2.- CONFIDENCIA SUPREMA.- Un monte es de nuevo el escenario propicio para el encuentro del hombre con Dios... En el silencio de las alturas es más fácil escuchar la palabra inefable del Señor, en la luz de las cumbres es más asequible contemplar la grandeza divina, sentir su grandiosa majestad. En esta ocasión que nos relata el evangelio, Jesús se despide de los suyos y antes de marchar les recuerda que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Esto supuesto los envía a todo el mundo para que hagan discípulos de entre todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Podríamos afirmar que en ese momento la revelación de los divinos misterios llega a su plenitud: se desvanecen los celajes que durante milenios habían cubierto los secretos de Dios. Su Corazón movido por su infinito amor se abre a todos los hombres su más íntima confidencia, su misterioso y sorprendente modo de ser, su inefable esencia una y trina: Una sola Naturaleza y tres divinas Personas, distintas entre sí e iguales al mismo tiempo en grandeza y soberanía.
Ante este rasgo de confianza suprema por parte de Dios, nos corresponde a los hombres un acatamiento rendido, un acto de fe profunda y comprometida para con este Dios y Señor nuestro, único y verdadero, muy por encima de nuestra corta capacidad de conocimiento y de amor. Creer firmemente en él, esperar también contra toda esperanza su ayuda y su perdón. Tratar sobre todo de amarle y servirle con todas las fuerzas de nuestro ser.
Hoy es un buen día para remozar las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Fomentar además nuestro trato en intimidad y confianza con las tres divinas Personas. Con el Padre que hizo el cielo y la tierra. Con el Hijo que dio su vida por nosotros y se nos ha quedado cercano y asequible en la Eucaristía. Con el Espíritu Santo que en todo momento nos impulsa hacia Dios, la Luz que alegra nuestra vida entera.

3.- NUESTRO DIOS ES ÚNICO PERO NO SOLITARIO, PORQUE ES UN DIOS AMOR

1.- Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Los cristianos, que hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, creemos en un Dios trinitario, es decir, en un Dios único pero no solitario. Así lo afirma literalmente el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 254. Los que han acusado a los católicos de predicar una religión politeísta no tienen razón, porque los católicos creemos en un solo Dios. Cuando decimos que el Padre es Dios y el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios no queremos decir que haya tres dioses, sino que nuestro único Dios, como Padre es nuestro creador, como Hijo es nuestro redentor y como Espíritu Santo nos da espíritu y vida. Creemos, en definitiva, en un Dios que nos ha creado, nos ha redimido y nos ha dado su Espíritu. Por supuesto, que una explicación teológica del misterio de la Santísima Trinidad exigiría explicar más ampliamente lo que tan sucintamente acabamos de decir. Pero aquí no pretendemos dar un curso de teología dogmática sobre el misterio de la Trinidad de Dios; nos basta con creer lo que nos dice el catecismo: que Dios es único, pero no solitario. El hecho de que creamos en un Dios único, pero no solitario, lo deducimos del hecho de que nuestro Dios es un Dios Amor. Esto debe llenarnos de santa alegría. El ser humano es un ser de relaciones; nos relacionamos con otras personas desde el momento en el que nacemos. Sin relaciones el individuo humano nunca hubiera llegado a ser el que es. Lo que tenemos que procurar es que nuestras relaciones nos ayuden a perfeccionarnos y para eso nada mejor que tratar de imitar a nuestro Dios trinitario, basando todas nuestras relaciones siempre en el amor. Precisamente nuestro Dios no es un Dios solitario porque es un Dios amor, como nos dice el apóstol San Juan. Creer, pues en un Dios trinitario es creer en un Dios amor. En este sentido, celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad es celebrar la fiesta de un Dios Amor. Por eso, esta fiesta debe llenarnos de gozo y esperanza.
2.- Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti. En este texto del Deuteronomio, Moisés dice a su pueblo que su Dios es el único Dios y que ellos deben sentirse orgulloso de tener un Dios tan grande y tan cercano a ellos. Ningún otro dios, les dice, se ha preocupado tanto de su pueblo, le ha protegido y acompañado tan de cerca, como lo ha hecho nuestro Dios. Ningún otro dios ha amado tanto a su pueblo como nuestro Dios. Si ellos guardan la ley que les da ahora, los preceptos y mandamientos que les prescribe, serán felices, porque Dios sólo quiere su felicidad. No deben entender la ley y los preceptos como una carga, sino como una ayuda para encontrar la felicidad. También nosotros, los cristianos, podemos decir hoy que el mandamiento de Jesús, el mandamiento del amor, no es una carga, sino un camino, una ayuda, para alcanzar la felicidad. El Dios trinitario en el que creemos es un Dios que nos ama y, por tanto, no puede querer para nosotros otra cosa que no sea nuestra felicidad.
3.- Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Estas palabras del apóstol Pablo en su carta a los Romanos bien podría haberlas firmado también el apóstol Juan. El Espíritu de Dios es el amor de Dios: el Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y la relación entre ambos es puro Amor. Somos hijos del Amor porque somos hijos de Dios. Vivir como hijos de Dios es vivir relacionándonos con los demás en el amor. El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, el que no ama no es de Dios. Ser hijos de un Dios trinitario, único pero no solitario, es ser hijos de un Dios Amor; vivamos, pues, en el Amor y viviremos como auténticos hijos de Dios.

4.- DIOS ES ÚNICO PERO NO SOLITARIO

1.- Esta celebración de la Santísima Trinidad nos sitúa en el centro mismo de nuestra fe. En el Catecismo, lo primero que se nos dice de la Trinidad es que es un “misterio”, que es el misterio de Dios en sí mismo y la fuente de todos los otros misterios de la fe. Y también me ha gustado leer, haciendo referencia a este “misterio” que “Dios es único pero no solitario”. Creo que esta definición nos puede acercar más a este “misterio” que hoy celebramos: que Dios es familia, comunidad de personas. Y por tanto, nuestra fe en Él ha de ser necesariamente familiar y comunitaria.
2.- La Trinidad está muy presente en nuestras celebraciones, en los gestos y oraciones que hacemos, empezando por el primero que hacemos al comenzar cualquier celebración: santiguarnos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. A veces nos pasan desapercibidos estos gestos o palabras, pero nombramos a la Trinidad en muchas ocasiones: en la doxología, al terminar la plegaria eucarística, cuando decimos: “por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo…”, hemos nombrado a las tres personas. También en la bendición final, o incluso en el final de alguna oración, cuando decimos: “por nuestro señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo (con el Padre) en la unidad del Espíritu Santo…”. Fuimos bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El sacerdote nos absuelve de los pecados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Quizá ahora estamos cayendo en la cuenta de lo muy a menudo que expresamos nuestra fe trinitaria casi sin darnos cuenta.
3.- La fe en la Santísima Trinidad parte de una fe monoteísta (un solo Dios), que ya vivía y expresaba el pueblo de Israel (como hemos escuchado en la primera lectura) y que compartimos con el Judaísmo y el Islam. “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro”. Este Dios único es el Dios creador del cielo y de la tierra, y también de las personas. Es un Dios comunicativo, que nos habla a través de su Palabra, que es Jesús. En Jesús hemos escuchado la Palabra definitiva y verdadera de Dios, lo que quiere comunicarnos a las personas. Jesús es la Palabra de Dios. Y esa Palabra tiene una voluntad salvadora, es decir, que Dios quiere que las personas nos salvemos, que vivamos felices, y para eso nos da unas normas y unos mandamientos y nos dice: “guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti…”. Jesús nos ha mostrado a un Dios que es “Abba” (papá). Esa paternidad nos habla de un Dios cercano, familiar, en quien podemos confiar plenamente, como en un buen padre, como en una buena madre.
4.- Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos. ¿Cómo se produce esto? San Pablo lo explica en la segunda lectura diciendo que la manera de ser hijos es por el Espíritu Santo: “los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”. Dios nos ha hecho hijos suyos gracias a la acción del Espíritu Santo que habita en nosotros y transforma nuestras vidas. La condición necesaria para esto es dejarse hacer, dejarse transformar por ese Espíritu de Dios.
5.- Ese mismo Espíritu Santo es el que Jesús da a sus discípulos para que formen la Iglesia, la familia de los hijos y las hijas de Dios, la comunidad de los seguidores de Jesús resucitado. Con ese Espíritu, la comunidad cristiana realiza en encargo de anunciar a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. Es una tarea misionera: hacer discípulos. También es una tarea comunitaria: mostrarles a un Dios que es familia (Padre, Hijo y Espíritu Santo), e incorporarlos a esa familia a través del Bautismo. Y es, sobre todo, una tarea evangelizadora: hay que enseñarles a vivir el evangelio, mostrarles que Dios quiere nuestra felicidad por encima de todo. Eso es lo que Jesús nos ha enseñado durante tres años.
6.- Y lo más importante: Jesús les dice a sus discípulos, y también a nosotros, que nunca van a estar solos en esta tarea, que Él siempre estará acompañándoles y alentándoles “todos los días”. Jesús, con su presencia, hará que el Evangelio no caduque, sino que se actualice permanentemente y que siempre sea Buena Noticia para las personas de todas las generaciones que quieran acogerlo. Hoy nos sigue enviando a hacer discípulos. Es una tarea misionera que nos encomienda a todos, como parroquia, como familia, como comunidad cristiana. Contamos con Él y Él cuenta con nosotros. Vivamos con alegría este día de fraternidad, de encuentro, de oración, de acción de gracias.

5.- ¿QUÉ SABEMOS NOSOTROS DE DIOS?

1.- Estamos rodeados de misterios. Y el misterio nos desazona y al tiempo nos atrae. ¿Y nos atrae el misterio precisamente porque procedemos, como imagen y semejanza del gran misterio de Dios, y regresamos a ese gran misterio? Pues sí. Y nos atraen todos esos otros misterios grandes o pequeños, que voy a tratar de enumerar:
--Los abismos del mar, sus grutas, sus corrientes, han espoleado al hombre hasta hacerle posible sumergirse y descubrir una mínima parte de sus misterios.
--Cualquier cavidad que nos abre la posibilidad de conocer las entrañas de la tierra nos hace soñar y hasta exponer la vida para descolgarse a la profundidad.
--La atmósfera, los astros de nuestro sistema, las galaxias han avivado el ingenio que ha dado alas al hombre haciéndole llegar a Luna y ponerse en contacto con otros astros, pero quedándose –como quien dice—en el país vecino, dejando en la oscuridad la inmensidad del misterio.
--El hombre investiga los elementos constitutivos de la materia y ha llegado a conocer los efectos de su disgregación, sin llegar a conocer la misma esencia de esa materia.
--Nos zambullimos dentro de nosotros mismos y dentro de nuestra psicología, de nuestro subconsciente, nos tropezamos con mil misterios
Y si en este caminar por la orilla de lo pequeño, limitado y material nos vamos dejando jirones de misterio a nuestro paso, ¿qué misterios no nos dejaremos en la otra orilla de lo infinito, de lo temporal, de lo impalpable, de lo divino?
No era necesario que Dios fuera un solo Dios y Tres Personas para ser un misterio. ¿Qué sabemos nosotros de Dios? “Dios no le ha visto nunca nadie, nos dice San Juan.
2.- Pero lo importante no es lo que nosotros sabemos o sentimos de Dios, sino lo que Él es en si mismo y lo que siente por nosotros.
--El misterio de Dios Trino nos dice que Dios no pudo ser un Ser solitario, sino que siendo AMOR tuvo que ser como un hogar. No fue un solterón satisfecho de Sí mismo, fríamente sentado en el trono de su
--Que por ser amor se le escapó ese amor hacia y fuera y creó el universo para poner en él al hombre, hecho a su imagen y semejanza, necesariamente amor y formador de hogar, social por esencia, para quien el egocentrismo es la negación de su propio ser.
--Y ese Dios misterioso (y tanto más misterioso cuanto más se preocupa del hombre) por volver a encaminar al hombre al buen camino, envía a su propio Hijo, y permite que la maldad humana lo mate, como los viñadores al hijo del dueño de la Viña.
--Y ese Hijo de Dios, libremente, asume que “yo doy mi vida y la tomo de nuevo”. Hecho amigo nuestro da su vida por nosotros. Nadie tiene más amor que el que da la vida por el amigo
--Y ese mismo Dios Espíritu Santo, Espíritu de amor se derrama sobre nosotros para que esa imagen y semejanza nuestra a Dios sea perfecta uniéndonos unos a otros en un mismo amor de hijos de un mismo Padre Dios y por tanto hermanos entre sí.
Esto es lo que Dios siente por nosotros, independientemente de lo que nosotros pensamos o sintamos por Él.
3.- Los vislumbres del misterio de Dios en la noche de la Fe, y sus reflejos en la Eucaristía, lo plasma así San Juan de la Cruz:
Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida.
Su origen no lo sé, pues no lo tiene
mas sé que todo origen de ella vine
Aunque es de noche
La corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente.
La corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede.
Bien sé que tres en sola una agua viva
residen y una de otra deriva
Aunque es de noche
Aquesta eterna fonte es escondida
en este vivo pan por darnos vida
Aquesta viva fonte que deseo
en este pan de vida yo la veo
Aunque es de noche

6.- EL AMOR, SÓLO EL AMOR

El amor hace posible lo aparentemente increíble, funde lo humano y lo divino y, a Dios mismo, siendo tres personas tan distintas nos lo presenta único, irrepetible, indivisible. Siempre será misterio pero, en el amor, podremos encontrar pistas para hacer más comprensible esta gran Solemnidad que celebramos de la Santísima Trinidad: ¡Dios es amor y, en esa casa que es el amor, habitan tres personas!
1.- Tal vez es uno de los Misterios más impresionantes, impactantes y bonitos de nuestra creencia cristiana. Nos persignamos en su nombre. Sentimos, la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu, desde el momento de nuestro Bautismo, cada vez que entramos en un templo, al emprender un viaje o tomar un avión. Nada, de la Santísima Trinidad, nos es indiferente: nacimos a la fe en su nombre y, en su nombre, quisiéramos marcharnos de este mundo. Poco nos importa que, nuestro Dios, sea “tres y uno a la vez”. Creemos, nos quedamos admirados, aprendemos la gran verdad que hay de fondo (el amor trinitario) y seguimos avanzando, viviendo, amando, progresando implorando su protección.
2.- ¿Qué es el Misterio de la Trinidad? Preguntaba un niño a su profesor de religión. Éste le contestaba: no te diré como se descifra, eso sí, te diré que se sostiene en el amor, que por amor conviven y que por amor se desviven. Lo que les une a las tres personas es precisamente eso: el Dios amor (I Jn 4,8). Hoy al celebrar la Santísima Trinidad contemplamos asombrados el inmenso amor (gratuito, generoso, bello, radiante, puro y desinteresado) que destella esta gran familia. Porque, la Trinidad, es eso: familia que comparte, siente, piensa y vive lo mismo. Orientadas, las tres personas, a la salvación de la humanidad. Volcadas de lleno, las tres personas, al servicio del hombre. No descifraremos este Misterio pero, al acercarnos hasta él, se intuye el aroma que desprenden y el secreto que encierran: el amor habita en el corazón trinitario.
3.- A punto de comenzar el Año de la Fe (12 de octubre) qué bueno sería redescubrir el gesto de la señal de la cruz. El llevar hasta nuestras catequesis la positiva enseñanza de persignarnos cuando pasamos por delante de una iglesia, cuando nos sentamos a comer, cuando los futbolistas salen al campo de futbol o cuando, ante una tormenta de granizo o espiritual, sintiésemos la protección de la Trinidad que sale a nuestro encuentro.
Tenemos que dar a conocer, a los demás, el amor que Dios nos tiene. Se echan en falta, y muy especialmente en el mundo católico, gestos que denoten nuestra pertenencia a la Iglesia, nuestro afecto por las cosas de Dios, la síntesis de nuestra fidelidad al Padre cada vez que nos santiguamos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Seremos capaces de transmitirlo a las nuevas generaciones? ¿Daremos testimonio, del amor trinitario, cada vez que nos subimos a un medio de transporte, nos enfrentamos a un examen, ingresamos en un hospital o incluso al arrodillarnos en una iglesia? Porque, si de la abundancia del corazón, hablan nuestros labios ¿no deberían también verse un poco más y hablar un poco más nuestros gestos cristianos? ¿O es que, tal vez, no tenemos claro el gigantesco amor que Dios nos tiene en el Padre, el Hijo o el Espíritu?
4.- AMOR QUE TE DESCUBRE
Amor que, siendo Padre, se despliega en el Hijo
y que, acariciando con las manos del Hijo,
se hace eco, susurro y soplo en el aliento del Espíritu.
¿Cómo lo haces, oh Dios?
¿Cómo consigues ser tres y uno a la vez?
¡Dinos dónde encontrar el secreto de tal misterio!
¡Dinos cómo comprender lo que, al entendimiento,
resulta tan lejano, inaccesible e imposible?
Amor, sí; amor que funde al Padre con el Hijo en el Espíritu
Amor, sí; amor que construye una única casa
donde habitan, comparten y disfrutan, por amor,
el Dios Único con el Padre, el Hijo y el Espíritu
Amor, sí; amor que, cuanto más ama,
con más amor nos aguarda
¿Cómo lo haces, oh Dios?
¿Cómo llegas a tal comunión íntima y perfecta?
¿Cómo, sin perder naturaleza alguna
te presentas de formas tan distintas
y, a la vez, tan armónicamente unidas?
Amor; sí; amor que busca el bien y la felicidad divina
Amor; sí; amor que disfruta entregándose
Amor; sí; amor que es secreto de la grandeza trinitaria
Amor; sí; amor que asombra y nos acerca a este Misterio
Amor; sí; amor que irradia el núcleo del corazón trinitario
Amor; sí; amor que exige ser también UNO con Dios
como, el Hijo y el Espíritu son también con el Padre.
Amén

7.- EL CONCEPTO DE TRINIDAD

1.- Jesús de Nazaret quiso dar a la religión judía su camino inicial de amor. El Dios, creador del mundo, “perseguía” a su pueblo para que volviese a Él. Pero este pueblo, obstinado, siempre estaba huyendo. O buscaba otros caminos. En tiempos de Jesús, el culto oficial a Dios tenía más de ejercicio administrativo que de acción de amar. Se ha dicho que los judíos de entonces habían metido a Dios en una jaula de oro, para disponer de Él a su antojo. Yo diría que, realmente, le habían dado despacho en un ministerio, con su subsecretario, sus directores generales, con sus ordenanzas y mensajeros. Realmente, aunque la imagen sea muy negativa para las actividades de cualquier administración del Estado, parece que eso era la religión oficial judía en tiempos de Jesús: un enorme aparato ministerial y administrativo donde todo estaba previsto, salvo el amor de Dios y la libertad de sus hijos para buscar el autentico rostro de Dios.
2.- A veces he pensado que la persecución de la religión oficial judía a Jesús de Nazaret no se producía, tanto porque se proclamara hijo de Dios. La especial espiritualidad de los judíos no tenía lejos este concepto, ni era considerado blasfemo. El Antiguo Testamento en muchos lugares habla de los hombres como hijos de un Padre que los ha creado. Creo que el gran choque fue en torno al mensaje de revelación de cómo era en realidad Dios. Para una religión en la que se ingrediente piramidal era la autoridad se necesitaba un Dios autoritario, lejano, juez, castigador y eso es lo que habían creado como concepto de Dios. Desconocían los múltiples pasajes de la Escritura en la que ese Dios tan poderoso mendiga un poco de cariño y de su fidelidad de sus hijos. Y así, un Dios al que cada persona pudiera llamar papaíto (Abba) era un algo totalmente contrario a las tesis autoritarias, administrativistas y totalmente jerarquizadas de la religión judía de entonces. Pensarían, entonces, que un Dios cariñoso, amante y perdonador continuo de sus hijos tendería a provocar anarquía, ya que –según ellos—es el miedo lo único que entiende el pueblo.
3.- Y este largo exordio no tiene otro significado que la realidad más notable de la Trinidad Santísima no es otra cosa que el Amor como substancia fundamental de Dios. La idea de que Dios Padre engendrara a Dios Hijo por un acto de supremo amor, pleno de belleza, y que el hilo conductor de ese sublime amor sea el Espíritu Santo es, intelectualmente, muy atractiva. A partir del amor se entiende o se acepta. Si la establecemos, solo, como dentro de que el enorme poder divino puede hacer cualquier cosa por ingente, grande o incompresible que sea, pues no tendría sentido y sería mucho más difícil de entender. Es el amor lo que hace “posible” para nosotros la Trinidad. Y así vamos reforzando, más y más, el concepto de “Dios es amor”, columna vertebral de nuestras creencias y que no debe estar ausente, ni un segundo, de todas nuestras meditaciones o indagaciones sobre Dios.
4.- El concepto de Trinidad estuvo siempre presente en la realidad cristiana. El Evangelio de San Mateo nos enseña hoy que Jesús envía a sus discípulos a bautizar a los hombres y mujeres de todos los pueblos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Los signos externos del cristiano, sus bendiciones, sus saludos se hacían en el nombre de las Tres Personas. Pero es a partir del siglo X cuando el pueblo inicia una devoción a esas Tres Personas Unidas. En 1331 se convirtió en fiesta litúrgica y se incluyó en el calendario romano. Pero como es obvio la presencia de las Tres Personas en el concepto de Dios Único tropezó con no pocos escollos. Es posible que la dificultad estuviera agravada por esa falta de conocimiento –o de aceptación—de que Dios es amor. En fin pero desde antiguo se habían ido dando los pasos para construir una teología de la realidad trinitaria. A mi me gusta recordar la conclusión del Concilio VI de Toledo que, en 638, definía a Dios “como uno pero no solitario”. La idea de la soledad, de la lejanía, de la “frialdad” de Dios es muy negativa, terrible.
5.- La fiesta de la Santísima Trinidad, que guarda una clara relación con la de Pentecostés, celebrada el domingo pasado, es el principio del Tiempo Ordinario. Alguna vez he definido a ese tiempo como la “velocidad de crucero” o la “normalidad” del tiempo litúrgico. En realidad también podríamos llamarlo “Tiempo del Espíritu Santo”, porque, con su ayuda, recorremos esa veintena de domingos que al recibir la descripción de la biografía de Jesús, configuramos la realidad básica de nuestra religión cristiana y de la Iglesia. Serán un tiempo de formación y crecimiento que nos acompañará hasta el 2 de diciembre, fecha del Primer Domingo de Adviento.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

MISTERIO

Por desgracia, es de triste actualidad, la crisis económica. Es una realidad con la que topamos en cualquier situación que nos encontremos. Para unos representa dificultades y abstenciones, pero, a trancas y barrancas, se va tirando. Otros en cambio, la sufren trágicamente. El pagar el piso, la corriente eléctrica y el agua, son imperativos cuyo importe es muy superior a los ingresos. En estas estábamos hablando con un amigo, que afortunadamente no sufre estas angustias, pero que no dejan de preocuparle por su sentido de solidaridad, humana y cristiana, cuando derivamos al concepto del dinero. ¿Qué es el dinero? Cuando yo era pequeño, circulaban los ochavos morunos, las monedas de 5 cts. (perras chicas las llamábamos) las de 10 (perras gordas) las 25 (carabas) y, al llegar a la peseta, era un papel que nos explicaban correspondía al oro que guardaba el banco central en su cámara acorazada y que nos facilitaba no tener que llevar, como los antiguos, una bolsa pesada de acuñaciones en oro o plata. Ahora, el dinero es un misterio, ya no tiene equivalencia con lingotes.
¿Qué es un electrón? Después de muchas disquisiciones llegaríamos a la misma conclusión: es un misterio que manejamos en el ámbito de la energía. Pese a que no los entendamos, lo aceptamos en nuestro habitual lenguaje.
¿Qué es el cuerpo humano? Un saco de agujeros, entre los átomos constituidos en moléculas, que tampoco sabemos exactamente lo que son, pero son palabras de uso frecuente. La realidad de nuestro cuerpo, en continuo intercambio pasajero, es un misterio. Son simples ejemplos.
Reconocer la existencia del misterio, es una demostración de humanidad. Para los animales no hay misterios. Y aquí quería llegar, mis queridos jóvenes lectores. Para aquel que reduce su vida a comer, dormir y… (Omito la palabra para ser correcto) no existen los misterios, o no los admite. Su mente no tiene dificultades al respecto, podrá experimentar el placer y la ambición, pero no experimentará la felicidad plena de cuerpo, espíritu y alma.
Espero no haberos aburrido con esta introducción. Pretendía que entendierais que si de la Santísima Trinidad decimos que es un misterio, no nos debe molestar, antes bien: alegrarnos.
Es difícil imaginar, menos comprender o pretender ver, esta realidad. Como es imposible ver de una ojeada, estando nosotros fijos, una esfera y, pese a ello, aceptamos como será su cara oculta. Las definiciones que nos pueda proporcionar la geometría, nunca nos satisfarán del todo.
Dios es único. El hombre en su progresiva evolución, y ayudado por la Divinidad, ha ido pasando de la intuición de que algo sublime, bello, bueno y verdadero, existe, a enterarse de que es único, personal y comunicable. El encuentro de Abraham con Dios en el lugar santo de Siquem y el sacrificio que le ofrece en la encina de Moré, es importantísimo. Cuando lo visito, está a poca distancia de Nablus, siento una gran emoción, pues me encuentro en el lugar mismo donde empezó la Historia de la Salvación. Proseguirá el hombre avanzando y perfeccionándose desde allí y a partir de este encuentro. El monoteísmo se afianzará más tarde. Finalmente, la creencia en la total espiritualidad de Dios, la expresará el pueblo hebreo en la vaciedad del lugar Santísimo, situado en el corazón del Santuario, en su Templo de Jerusalén. Allí, a diferencia de los templos de otras culturas, no habrá ningún ídolo. No habrá nada visible, pero sí la presencia divina trascendente.
Llegó la plenitud de los tiempos y nada más podía el hombre aprender con sus únicas fuerzas. Vino Jesús, primero enseñó a vivir, demostró su honradez y bondad. Después habló de sí mismo y del Padre. Más tarde de la necesidad de que su Espíritu nos encontrara. Todo ello es señal de que confiaba en nosotros, que se confiaba a nosotros. La mayor prueba de cordialidad, es dar a conocer su intimidad, pese a que el que recibe la confidencia, sea incapaz de entenderla del todo. Que en la individualidad de Dios, haya Paternidad, Filiación y Espíritu Defensor, nunca lo hubiéramos logrado descubrir, ni siquiera vislumbrar. Él se ha dignado decírnoslo.
No sabemos lo que es específicamente el dinero, pero nos alegramos de tenerlo. No sabemos lo que es el cuerpo, pero somos conscientes de que nos permite el gozo personal. Pese a desconocer lo que es un electrón, la corriente eléctrica nos resulta imprescindible.
Reconocer el misterio y aceptarlo, no es una carga. Lo repito de nuevo, es un signo de humanidad, marcador sublime, que nos diferencia de los animales, más que las distinciones que se puedan encontrar en el código genético.
Si poseer un libro dedicado por el autor nos enorgullece, recibir una carta cariñosa de alguien importante que nos dice que nos aprecia, nos llena de ilusión, o recoger un premio aumenta nuestra felicidad, que se nos haya dicho que Dios es Padre, Hijo y Espíritu, pese a que no nos sirva para nada, es el mejor regalo de amor que podemos recibir de Él. Aquí radica la grandeza de la fiesta que hoy los cristianos celebramos, que debe llenarnos de gozo.


La Santísima Trinidad
 
Solemnidad
Domingo después de Pentecostés

"Un  sólo Dios, un solo Señor"

 
El dogma fundamental, del que todo fluye y al que todo en el cristianismo viene a parar es el de la Santísima Trinidad. De ahí que, después de haber recordado uno tras otro en el curso del Cielo a Dios Padre, Hijo, autor de la Redención, y a Dios Espíritu Santo, autor de nuestra santificación, la Iglesia nos incita hoy a la consideración y rendida adoración del gran misterio que nos hace reconocer y adorar en Dios la unidad de naturaleza en la trinidad de personas.

"Apenas hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, cantamos la fiesta de la Santísima Trinidad en el Oficio del Domingo que sigue, escribía San Ruperto en el siglo XII, y este lugar está muy bien escogido, porque tan pronto como hubo bajado el Espíritu Santo, comenzó la predicación y la creencia; y, en el bautismo, la fe y confesión en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo."
Afirmaciones del dogma de la Trinidad, se ven continuamente en la Liturgia. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, así empieza y termina la Santa Misa y el Oficio divino, y se confieren los Sacramentos. Igualmente A los salmos sigue el Gloria Patri ...; los himnos tradicionales acaban con la doxología y las oraciones con una conclusión en honor a las Tres Divinas Personas.   
La devoción a la Santísima Trinidad se inició en el siglo X, y a partir de esta época se fue también difundiendo su fiesta litúrgica, entrando en el calendario romano en 1331. Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, y el mismo Jesús habló de Dios como una comunión de amor y manifestó el misterio de las tres divinas personas, lo original de esta fiesta es el honrar específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo. Se trata de "profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa".
La antigua iglesia hispánica, en los siglos V al VII, enseñó magníficamente la fe trinitaria, sobre todo en los concilios de Toledo, y de su liturgia procede el prefacio propio de esta solemnidad. Es consolador saber que nuestro Dios es "uno sólo, pero no solitario" (Concilio VI de Toledo, año 638), amor puro que sólo busca darse de forma creadora y llevarnos a participar en su unidad vital eterna.
Notas Adicionales /  Expresión artística y arquitectónica
El dogma de la Trinidad resplandeció también en nuestras iglesias. Nuestros padres gozaban viendo en la altura, anchura y largura admirablemente proporcionadas de esos edificios un símbolo de la Trinidad; lo mismo que en sus divisiones principales y en las secundarias: las tres entradas, las tres puertas, los tres ventanales y a menudo también las tres torres. Por doquier, hasta en los detalles ornamentales, el número tres repetido sin cesar obedece a una idea, a la fe en la Trinidad.
También la iconografía cristiana tradujo de mil maneras este mismo pensamiento. Hasta el siglo XII a Dios Padre se le representó por una mano, que sale de las nubes y bendice. En esa mano se significa la divina omnipotencia. En los siglos XIII y XIV se ve ya la cara y luego el busto del Padre, en el cual desde el siglo XV es representado como un venerable anciano vestido con ornamentos papales.
Hasta el siglo XII Dios Hijo fue primero representado por una cruz, por un cordero o bien por un gallardo joven semejante al Apolo de los gentiles. Desde el siglo XII al XVI vemos ya representado a Cristo en la plenitud de la edad y con barba. A partir del siglo XIII lleva la cruz y también aparece en figura de cordero.
Al Espíritu Santo se le representó a lo primero por una paloma, cuyas alas extendidas tocaban a veces la boca del Padre y del Hijo, para demostrar cómo procede de entrambos. Ya desde el siglo XI aparece con la figura de un niñito, por idéntico motivo. En el siglo XIII es un adolescente y en el siglo XV un hombre hecho y semejante al Padre y al Hijo, pero con una paloma sobre sí o en la mano, para distinguirle así de las otras dos divinas personas. Mas desde el siglo XVI la paloma torna a asumir el derecho exclusivo de representar al Espíritu Santo.
Para representar a la Trinidad se adoptó la figura del triángulo. También el trébol sirvió para figurar el misterio de la Trinidad y lo mismo tres círculos enlazados con la palabra Unidad en el espacio central que queda libre por la intersección de los círculos.
El Misterio
El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que Dios es uno solo y en Él hay tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El misterio de la Santísima Trinidad nos ha sido revelado por la Persona, palabras y acciones de Jesucristo. Después de haber hablado por los Profetas, Dios envió a su Hijo, Jesucristo, quien nos dio la Buena Nueva de la salvación. Este es el mensaje de l Nuevo Testamento. Con sus palabras y acciones, y especialmente en su sagrada Persona, Jesús nos dio a conocer las más profundas verdades acerca de Dios. La Trinidad es el misterio más profundo.
Jesús nos ha revelado los secretos del Reino de los Cielos. La suprema de sus enseñanzas es el secreto de Dios mismo. Nos ha hablado de la vida de Dios. Nos enseñó que Dios, siendo uno solo, hay en El tres Personas iguales. Nos dijo sus nombres: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Jesucristo se presentó a Sí mismo como el eterno y divino Hijo de Dios. Afirmó que es el Hijo, el Unigénito del Padre, igual al Padre.
Jesús nos reveló más plenamente al Padre. Siempre hablaba de su Padre llamándole por este nombre. Nos enseñó a amar a nuestro Padre celestial porque nos ama. Él quiere ayudarnos en todas las necesidades de alma y cuerpo. Quiere llevar a sus hijos a su hogar del Cielo.
Jesús reveló la tercera Persona divina, el Espíritu Santo. El Padre y el Hijo, después de la Resurrección, lo enviaron a la Iglesia. Jesús había prometido enviar la tercera Persona, Dios igual que El mismo y el Padre.
Jesús, el Divino Maestro, habló a sus discípulos acerca del verdadero Dios y los llamó a ser hijos de Dios por el don del Espíritu.
Honramos a la Santísima Trinidad siempre que tomamos conciencia de que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo están presentes en nuestra alma. Le honramos asimismo cuando tratamos de entender con la ayuda de la fe que por el Bautismo estamos llamados a íntima unión de amor con las tres divinas Personas. 
El Catecismo
«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».  (Mt 28, 19)

El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu

243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Credo de Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípulos y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14, 16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16, 13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.
244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.
245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio ecuménico en el año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y el origen de toda la divinidad" (Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: "El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza: Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).  
246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu "procede del Padre y del Hijo (filioque)". El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: "El Espíritu Santo tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración...Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente" (DS 1300-1301).
247 La afirmación del filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa S. León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 (cf. DS 284) antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el concilio de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción del Filioque en el Símbolo de Nicea-Constantinopla por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.
248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como "salido del Padre" (Jn 15,26), esa tradición afirma que este procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice "de manera legítima y razonable" (Cc. de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en tanto que "principio sin principio" (DS 1331), pero también que, en cuanto Padre del Hijo Unico, sea con él "el único principio de que procede el Espíritu Santo" (Cc. de Lyon II, 1274: DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.


III.  La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe
 

La formación del dogma trinitario

249 La verdad revelada de la Santa Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Cor 12,4-6; Ef 4,4-6).
250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.
251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana" (Pablo VI, SPF 2).
252 La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza") para designar el ser divino en su unidad; el término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

El dogma de la Santísima Trinidad
253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).
256 A los catecúmenos de Constantinopla, S. Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:  Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje...Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero...Dios los Tres considerados en conjunto...No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo...(0r. 40,41: PG 36,417).


IV.  Las obras divinas y las misiones trinitarias

257 "O lux beata Trinitas et principalis Unitas!" ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas) Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rom 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rom 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).
258 Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación (cf. Cc. de Constantinopla, año 553: DS 421). "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): "uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Cc. de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.
259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom 8,14).
260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).
 Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad)
Resumen
261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios.
263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".
264 "El Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el don eterno de este al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión" (S. Agustín, Trin. 15,26,47).
265 Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, SPF 9).
266 "La fe católica es esta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad" (Symbolum "Quicumque").
267 Las personas divinas, inseparables en lo su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.
Oración 1.                                                                         Beata Isabel de la Trinidad
¡Oh Dios mío, trinidad adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en ti!
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos lo movimientos de tu alma; que me sustituyas, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como adorador, como reparador y como salvador...
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como encarnación del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve todo su misterio.
Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto todas tus complacencias.
¡Oh mis tres, mi todo, mi dicha, soledad infinita, inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como una presa; sepultaos en mi para que yo me sepulte en vos, en espera de ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.
 
Oración 2.                                                                               Santa Catalina de Siena
¡Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuanto más te encuentro, más te busco todavía. De ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está hambrienta de ti, Trinidad eterna; siempre está deseosa de ver tu luz en tu luz. Como el ciervo suspira por el agua viva de las fuentes, así mi alma ansía salir de la prisión tenebrosa del cuerpo, para verte de verdad...

¿Podrás darme algo más que darte a ti mismo? Tú eres el fuego que siempre arde, sin consumirse jamás. Tú eres el fuego que consume en sí todo amor propio del alma; tú eres la luz por encima de toda luz...
Tú eres el vestido que cubre toda desnudez, el alimento que alegra con su dulzura a todos los que tienen hambre. ¡Pues tú eres dulce, sin nada de amargor!
¡Revísteme, Trinidad eterna, revísteme de ti misma para que pase esta vida mortal en la verdadera obediencia y en la luz de la fe santísima, con la que tú has embriagado a mi alma!
 
Oración 3.  
Creo en Ti, Dios Padre,
Creo en Ti, Dios Hijo,
Creo en Ti, Dios Espíritu Santo,
pero aumentad mi fe.

Espero en Ti, Dios Padre,
Espero en Ti, Dios Hijo,
Espero en Ti Dios Espíritu Santo,
pero aumentad mi esperanza.
Te amo Dios Padre,
Te amo Dios Hijo, mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Te amo Dios Espíritu Santo,
pero aumentad mi amor.
Gloria al Padre,
Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo,
Gloria a la Santísima e indivisa Trinidad,
como era en el principio, ahora y siempre,
por todos los siglos de los siglos. Amen.
Padre omnipotente, ayuda mi fragilidad y sácame del abismo de mi miseria.
Sabiduría del Hijo, endereza todos mis pensamientos, palabras y obras de este día.
Amor del Espíritu Santo, sé el principio de todas las obras de mi alma,
para que sean siempre conformes con la Voluntad del Padre.

A Ti, Padre Ingénito,
A Ti, Hijo Unigénito,
A Ti, Espíritu de Santidad,
Un solo Dios en Trinidad,
De todo corazón te confieso,
te bendigo , te alabo.

A Ti, Trinidad Santísima se te dé siempre, todo honor,
gloria y alabanza por toda la eternidad.

Amén.

Acto de Ofrecimiento
¡Oh beatísima Trinidad!, os doy palabra de procurar con todo esfuerzo y empeño salvar mi alma, ya que la creasteis a vuestra imagen y semejanza y para el cielo. Y también por amor vuestro procuraré salvar las almas de mis prójimos.
Para salvar mi alma y daros gloria y alabanza, sé que he de guardar la divina ley. Os doy palabra de guardarla como la niña de mis ojos, y también procuraré que los demás la guarden.
Aquí, en la tierra, me ejercitaré en alabaros, y espero que después lo haré con más perfección en el cielo; y por esto, con frecuencia rezaré el Trisagio y el verso: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Y también procuraré que los demás os alaben.  Amén.
V.  Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo.
R.  Alabémosle y ensalcémosle en todos los siglos.
Omnipotente y sempiterno Dios, que concediste a tus siervos el conocer la gloria de tu eterna Trinidad en la confesión de la verdadera fe y el adorar la Unidad en tu augusta Majestad; Te rogamos, Señor, que por la fuerza de esa misma fe nos veamos siempre libres de todas las adversidades. Por Cristo, Señor nuestro.
Amén.

En adoración de la  Santísima Trinidad y en
súplica a la Santísima Virgen María por su intercesión
A Dios Padre

Un
Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción á los cielos.

***
A Dios Hijo

Un
Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

***
A Dios Espíritu Santo

Un
Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amántísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima proteccion de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.
***
Oración en súplica a la Santísima Virgen María por  su intercesión  
Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencione aquí la gracia).
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Amén.


 

DOMINGO DE LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (ciclo B)


La constitución dogmática Dei Verbun de Concilio Vaticano II dice: “Quiso Dios en su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1,9); por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Ef 2,18; 2 Pe 1,4. En esta revelación, Dios invisible (cf. Col 1,15; 1 Tim 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15,14-15), trata con ellos (cf. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía…(DV 2).
  1. 1.      Oración a la Santísima Trinidad
¡Oh Dios mío, trinidad adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en ti!
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos los movimientos de tu alma; que me sustituyas, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como adorador, como reparador y como salvador…
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como encarnación del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve todo su misterio.
Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto todas tus complacencias.
¡Oh mis tres, mi todo, mi dicha, soledad infinita, inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como una presa; sepultaos en mi para que yo me sepulte en vos, en espera de ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas. (Sor Isabel de la Trinidad)

2.      Textos y comentario

2.1.Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

Moisés habló al pueblo, diciendo: – «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»
A lo largo de todo el cap. 4 el autor intenta comentar e inculcar la primera palabra del Decálogo: “No tendrás otros dioses frente a mí”. Para el escritor el Señor no es una momia del pasado sino un Dios muy cercano que puede verse y palparse; sólo es necesario que el hombre abra de par en par sus ojos a los acontecimientos históricos: “Pues, ¿qué nación… tiene un Dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo invocamos?” (v. 7).
Y estas palabras están dirigidas al pueblo de Israel que conoce la dura experiencia del destierro de Babilonia (a. 587 a.C.) por su perversión (vs. 25-26). Según la concepción de aquellos pueblos el triunfo de los babilonios implicaba la victoria de sus dioses sobre el Dios de Israel. Por eso los israelitas se preguntan ¿dónde está ese dios tan cercano que permite nuestra derrota político-militar? El Dios de Israel parece enmudecer, ¿qué ha ocurrido?.
¿Por qué Dios calla y permite el triunfo de los dioses babilonios? El autor intenta responder a todas estas preguntas a lo largo de todo el capítulo estructurándolo de forma muy sencilla:
1) Percepción; abrir los ojos-ver-preguntar-oir y reflexión; reconocer “vuestros ojos han visto…” (vs. 3,4), “… los sucesos que vieron tus ojos…” (vs. 9 ss.), “pregunta… a los tiempos antiguos…” (vs. 32 ss) etc. La experiencia que Israel tiene de su Dios abarca todos los tiempos y espacios, no sólo se apela a la historia del pasado sino también al hoy histórico. En el v. 32, el autor se sitúa al término de una larga historia e invita a Israel a contemplar la historia universal en su más amplio espacio temporal (desde la creación del hombre) y geográfico (de un extremo a otro del cielo). Nada de lo acaecido en el mundo se puede parangonar con las gestas de Dios en la historia de Israel.
La conclusión es evidente. Israel ha de reconocer “hoy” que nada de lo que ha acontecido en la historia puede parangonarse con las gestas del Dios de Israel. Por eso han de reconocer que el Señor es único y no admite competencias (vs. 35, 39). Los otros pueblos podrán tener sus dioses pero Israel sólo debe reconocer a su Dios. Por escoger a otras divinidades Israel ha servido como esclavo en Babel. La culpa no es de Dios (vs. 23-38).
2) Cumplimiento (guardar, cuidarse bien de, observar…) Dios se ha elegido en exclusividad a Israel; en consecuencia Israel deberá servir exclusivamente al Señor. Y si el Dios de Israel se ha revelado en los acontecimientos históricos la respuesta que se exige al pueblo no es exclusivamente mental sino existencial: con mente, sentimientos, quereres… La historia de Dios con el pueblo aún no ha terminado (vs. 29-31); las grandes obras realizadas en el pasado no lo fueron en vano. Si Israel reconoce sólo y exclusivamente al Señor su Dios, aún es posible la esperanza. La promesa a los padres (v. 37) prevalecerá sobre la maldición de la Alianza que pesa sobre los desterrados.
2.2. Salmo responsorial Sal 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22 1 2b)
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos, porque él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
2.3.Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-17
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Los versículos de la lectura litúrgica del día de hoy describen los ejes fundamentales en que se basa esta existencia.
a) La primera dimensión de esta existencia es la de hijo de Dios (vv. 14-15). Dios ha dado al hombre su Espíritu para que este acceda a la casa paterna. Por tanto, el hombre no debe dejarse dominar por un espíritu de temor sino vivir unas relaciones filiales que, por sí mismas, ahuyentan el temor. El privilegio del hijo de Dios consiste en poder llamar a Dios Padre (Abba alude, quizá, a la oración de Padre Nuestro, que quizá algunos de los interlocutores de Pablo conocían en arameo: v. 15). El hijo de Dios no tiene que fabricarse una religión en que, como sucede en la religión judía, sería necesario contabilizar los esfuerzos ante un Dios-Juez, o, como en la religión pagana, acumular los ritos para ganarse la benevolencia de un Dios terrible. El cristiano puede llamar Padre a su Dios, con todo lo que esto supone de familiaridad y, sobre todo, de iniciativa misericordiosa por parte de Dios.
b) La segunda dimensión de esta existencia es la de heredero de Dios (v. 17). Al ser hijo, el hombre tiene derecho a una vida de familia y dispone de los bienes de la casa. El término “heredero” no debe comprenderse aquí en el sentido moderno (el que dispone de los bienes del padre, después de la muerte de este), sino en el sentido hebreo de “tomar posesión” (Is 60, 21; 61, 7; Mt 19, 29; 1 Cor 6, 9). El pensamiento de Pablo se asocia a la concepción que el Antiguo Testamento se hacía de la herencia, pero la completa al unirla a la idea de la filiación. Los hombres adquieren de ahora en adelante la herencia, en relación a su unión al Hijo por excelencia, el único que goza, efectivamente, de todos los bienes divinos, por su naturaleza. Efectivamente, el hijo de Dios hereda la gloria divina, irradiación de la vida de Dios en la persona de Cristo. Pero la herencia sólo se obtiene mediante el sufrimiento. Se hereda con Cristo si se sufre con El. El sufrimiento conduce a la gloria, no como condición meritoria, sino como signo de vida-en-Cristo, prenda de herencia de la gloria con El.
Por tanto, toda la Trinidad actúa en la justificación del hombre: el Padre aporta su amor para hacer de los hombres hijos suyos; el Espíritu viene a cada uno de ellos a dominar su miedo e iniciarlos paulatinamente en un comportamiento filial; finalmente, el Hijo, el único Hijo por naturaleza, el único heredero de derecho, viene a la tierra a hacer de la condición humana y del sufrimiento el camino de acceso a la filiación, revelando así a sus hermanos las condiciones de la herencia.
Este nuevo estado del hombre, hijo y heredero, elimina todos los temores alienantes (v. 15). No se trata solamente del temor de los judíos ante la retribución de un juez, o del pánico de los paganos ante las fatalidades y los determinismos: la condición de hijo permite al cristiano vencer todos los miedos actuales, modernos, y rechazar las falsas seguridades que ellas originan: las seguridades de las instituciones y de las fórmulas hechas, las del poder y de las jerarquías.
El miedo desaparece por la presencia del Espíritu que inspira a cada uno el amor a los hermanos y lo hace capaz de triunfar sobre su propio miedo cuando están en juego la vida y la libertad de otro. Porque el Espíritu libera al hombre de la autosuficiencia y le da las armas para luchar victoriosamente contra las obras de la “carne”. La venida del Espíritu está asociada a los sufrimientos y a la resurrección de Jesús. Precisamente porque es el Hijo de Dios, este hombre ha respondido perfectamente a la iniciativa previsora del Padre y ha decidido enviar al Espíritu sobre todos aquellos a quienes Dios llama a la adopción filial. En la vinculación viva con Jesucristo, que le ofrece la Iglesia, el hombre se convierte en hijo de Dios y obtiene una participación en los bienes de la familia del Padre propuestos en la Eucaristía.
2.4.Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: – «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

Mateo 28, 16: La primera y última aparición de Jesús resucitado a los Once discípulos. Jesús aparece antes que a nadie a las mujeres (Mt 28,9) y, a través de las mujeres, hace saber a los hombres que debían andar a Galilea para verlo de nuevo. En Galilea habían recibido la primera llamada (Mt 4, 12.18) y la primera misión oficial (Mt 10,1-16). Y es allá, en Galilea, donde todo comenzará de nuevo: ¡una nueva llamada, una nueva misión! Como en el Antiguo Testamento, las cosas importantes acontecen siempre sobre la montaña, la Montaña de Dios.
Mateo 28, 17: Algunos dudaban. Al ver a Jesús, los discípulos se postraron delante de Él. La postración y la posición del que cree y acoge la presencia de Dios, aunque ella sorprende y sobrepasa la capacidad humana de comprensión. Algunos, por tanto, dudaron. Todos los cuatro evangelistas acentúan la duda y la incredulidad de los discípulos de frente a la resurrección de Jesús (Mt 28,17; Mc 16,11.13.14; Lc 24,11.24.37-38; Jn 20,25). Sirve para demostrar que los apóstoles no eran unos ingenuos y para animar a las comunidades de los años ochenta d. de C. que tenían todavía dudas.
Mateo 20,18: La autoridad de Jesús. “Me ha sido dado todo poder sobre la tierra”. Solemne frase que se parece mucho a esta otra afirmación: “Todo me ha sido dado por mi Padre” (Mt 11,27). También son semejantes algunas afirmaciones de Jesús que se encuentran en el evangelio de Juan: “Sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos” (Jn 13,3) y “Todo lo que es mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn 17,10). La misma convicción de fe con respecto a Jesús se vislumbra en los cánticos conservados en las cartas de Pablo (Ef 1,3-14; Fil 2,6-11; Col 1,15-20). En Jesús se manifestó la plenitud de la divinidad (Col 1,19). Esta autoridad de Jesús, nacida de su identidad con Dios Padre, da fundamento a la misión que los Once están por recibir y es la base de nuestra fe en la Santísima Trinidad.
Mateo 28, 19-20ª: La triple misión. Jesús comunica una triple misión: (1) hacer discípulos a todas las naciones, (2) bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y (3) enseñarles a observar todo lo que había mandado.
a) Llegar a ser discípulos: El discípulo convive con el maestro y aprende de él en la convivencia cotidiana. Forma comunidad con el maestro y lo sigue, tratando de imitar su modo de vivir y de convivir. Discípulo es aquella persona que no absolutiza su propio pensamiento, sino que está siempre dispuesto a aprender. Como el “siervo de Yahvé”, el discípulo, él o ella, afinan el oído para escuchar lo que Dios ha de decir (Is 50,4).
b) Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
La Buena Noticia de Dios que Jesús nos ha traído es la revelación de que Dios es el Padre y que por tanto todo somos hermanos y hermanas. Esta nueva experiencia de Dios, Jesús la ha vivido y obtenido para nuestra bien con su muerte y resurrección. Es el nuevo Espíritu que Él ha derramado sobre sus seguidores en el día de Pentecostés. En aquel tiempo, ser bautizado en nombre de alguno significaba asumir públicamente el empeño de observar el mensaje anunciado. Por tanto, ser bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, era lo mismo que ser bautizado en el nombre de Jesús. (Hch 2,38) y lo mismo que ser bautizado en el Espíritu Santo (Hch 1,5). Significaba y significa asumir públicamente el compromiso de vivir la Buena Noticia que Jesús nos ha dado: revelar a través de la fraternidad profética que Dios es Padre y luchar porque se superen las divisiones y las separaciones entre los hombres y afirmar que todos somos hijos e hijas de Dios.
c) Enseñar a observar todo lo que Jesús ha ordenado:
No enseñamos doctrinas nuevas ni nuestras, sino que revelamos el rostro de Dios que Jesús nos ha revelado. De aquí es de donde se deriva toda la doctrina que nos fue transmitida por los apóstoles.
Mateo 28,20b: Dios con nosotros hasta el final de los tiempos.
Esta es la gran promesa, la síntesis de todo lo que ha sido revelado desde el comienzo. Es el resumen del Nombre del Dios, el resumen de todo el Antiguo Testamento, de todas las promesas, de todas las aspiraciones del corazón humano. Es el resumen final de la buena Noticia de Dios, transmitida por el Evangelio de Mateo.
En la liturgia de este día Dios se revela como único y, al mismo tiempo, como Padre de misericordia que ha puesto en nosotros el Espíritu de su Hijo. Es decir, se revela como trinidad. La economía de la redención nos muestra el vértice más alto de la revelación de Dios. Dios Padre de misericordia, se compadece de sus criaturas y las llama a una intimidad inimaginable para el hombre: llegar a formar parte de la familia de Dios. No hemos recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace clamar Abba! (Padre). Así pues, somos con toda verdad “hijos de Dios”, somos “herederos de Dios” de sus bienes, de su amor y misericordia. Co-herederos con Cristo. ¿Habremos meditado en toda profundidad lo que esto significa en la vida del hombre, en la vida de cada uno de nosotros. El Dios de majestad, creador de cielo y tierra, omnisciente, omnipotente, trascendente, se inclina a la tierra (Cf. Salmo 144). Dios envía a su propio Hijo a revelar plenamente su amor y concedernos la filiación adoptiva. Por Cristo, con Él y en Él tenemos acceso al Padre y nos convertimos en templos de la Trinidad Santísima. Si bien, por una parte, el misterio de la Trinidad escapa a nuestra comprensión humana, por otra parte, la realidad de este misterio es de tal suavidad y de tales consecuencias para nuestra pobre existencia que casi es imposible creerlo. «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”.

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Fiesta de la Santísima Trinidad



El próximo domingo la Iglesia celebra la fiesta de la Santísima Trinidad. Este es el misterio más sublime y, al mismo tiempo, el más profundo e incomprensible para la razón humana.
La fe nos enseña que el verdadero Dios es una Trinidad. En una sola naturaleza divina hay tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Estas tres personas, realmente distintas entre sí, son perfectamente iguales, por tener una sola e idéntica naturaleza. Tres Personas distintas en un sólo Dios, como aprendimos en el catecismo.
Las palabras "naturaleza" y "persona", no se toman aquí en el sentido corriente de los términos, sino de acuerdo con el lenguaje filosófico, que es más preciso. La naturaleza o esencia de los seres es aquello que hace que las cosas sean lo que son; el principio que las capacita para actuar como tal (por ejemplo, la naturaleza del hombre es ser animal racional compuesto de alma y cuerpo). La persona, en cambio, es el sujeto que actúa (por ejemplo un hombre concreto con un nombre: Pedro, que actúa de acuerdo a su naturaleza: piensa, quiere, trabaja, etc.). Así es claro que en cada hombre hay una sola naturaleza y una sola persona. En Dios, en cambio, no ocurre así: una sola Naturaleza sustenta a una Trinidad de Personas.
Las tres personas son coeternas. El Padre existe eternamente por la perfección infinita de su substancia y engendra eternamente a su Hijo; el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo como de un principio único.
El entendimiento humano no es capaz de comprender la esencia divina, no puede penetrar en el misterio de la vida íntima de Dios, sólo puede conocer lo que Dios revela y asumirlo con la fe; "Si lo comprendes, no es Dios", dijo San Agustín
Si quisiéramos identificar a la Santísima Trinidad por sus "misiones" en el tiempo, o atribuciones, diríamos que: el PADRE es el Principio de Vida, de quien todo procede. Se le atribuye la Creación. El HIJO procede eternamente del Padre, como engendrado por Él, y asumió en el tiempo una naturaleza humana por nuestra salvación. Se le atribuye la Redención. El ESPÍRITU SANTO es enviado por el Padre y el Hijo, como también procede de ellos, por vía de voluntad, a modo de amor; se manifestó primero en el Bautismo y en la Transfiguración de Jesús y luego el día de Pentecostés sobre los discípulos; habita en los corazones de los fieles con el don de la caridad (Cf. Ef 4,30). Se le atribuye la Santificación.
Este misterio se halla insinuado en el Antiguo Testamento; pero clara y explícitamente enunciado en el Nuevo. Uno de los textos en que se nombra a las tres divinas personas es el relato del bautismo de Cristo. El Padre dejó oír su voz desde el cielo: "Este es mi Hijo muy amado; escuchadle -. El Hijo era bautizado por San Juan. Y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma (cfr.Mt.3,17).
Las palabras confiadas por Jesús a los Apóstoles al concluir su misión terrena: "Id y enseñad a toda la gente, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"(Mt.28,19), tienen un significado particular porque han consolidado la verdad sobre la Santísima Trinidad, poniéndola en la base de la vida sacramental de la Iglesia. La vida de fe de todos los cristianos comienza en el bautismo, con la inmersión en el misterio del Dios vivo.
El dogma de la Trinidad ha sido siempre creído por la Iglesia, enseñado por todos los doctores y se halla resumido en esta frase del símbolo de San Atanasio: "La fe católica quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en la Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la substancia divina".
La fiesta de la Santísima Trinidad nos muestra que nuestro Dios es «don» total al hombre: el Padre se nos regala por Cristo en el Espíritu Santo, urgiendo en el hombre, en cuanto imagen de Dios, a una vida de «don». El cristiano ha de vivir como hijo de Dios, buscando en todo la voluntad del Padre y asumiendo los mismos sentimientos de Cristo, que hizo de su preciosa existencia un «don hasta la muerte y muerte de cruz». Siempre dócil a la acción del Espíritu Santo. Toda vida cristiana se ha de realizar en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, buscando siempre la mayor gloria de la Santísima Trinidad.
«A la Iglesia -a cada cristiano- toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre, a su Hijo encarnado con la continua renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo» (GS 21,5).


Oraciones a la Santísima Trinidad:

Una de las oraciones más antigua y recitada desde los primeros siglos del cristianismo es el Gloria . Basado acaso en el mandato del Cristo: "Bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", fue fórmula de profesión de fe contra las herejías de Arrio (negaba la divinidad del Hijo) y de Macedonio (negaba la divinidad del Espíritu Santo).
Otras oraciones a la Trinidad, que rezamos habitualmente son: el Credo de los Apóstoles y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano.
Un antiguo himno de alabanza a la Trinidad es el Gloria a Dios. Compuesto en el siglo II, toma su frase inicial del evangelio de San Lucas (2:14), cuando los ángeles anuncian a los pastores el nacimiento de Cristo. Era recomendado como oración diaria matutina y a partir del siglo V comenzó a formar parte de la Misa.

Gloria a Dios en el Cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias.
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre:
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros:
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.


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Santísima Trinidad

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La Trinidad es el dogma central sobre la naturaleza de Dios de la mayoría de las iglesias cristianas. Esta creencia afirma que Dios es un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas o hipóstasis:
Algunas confesiones minoritarias —como las iglesias unitarias, los testigos de Jehová y los pentecostales unicitarios, entre otros— rechazan esta creencia. Los mormones afirman creer en la Trinidad pero tienen una interpretación específica y radicalmente diferente del dogma mayoritariamente aceptado.

Contenido

Origen

Antecedentes

Existen triadas de dioses desde la antigüedad histórica, tal vez por el carácter místico que algunas culturas tienen del número tres.1 En la India existe un concepto parecido, el trimurti[cita requerida]. Por su parte, el filósofo griego Platón concibió una cosmología compuesta por tres realidades:
  • Dios, ser absoluto y causa primera.
  • Logos, o razón universal y
  • Anima Mundi, alma universal emanada de Dios que anima y gobierna el mundo visible; en otras ocasiones, la trinidad platónica es descrita como las ideas de Bien, el resto de ideas inteligibles que proceden del Bien, y las ideas materializadas o mundo visible.2

Terminología

En el año 215 d. C., Tertuliano fue el primero en usar el término Trinidad (trinitas). Anteriormente, Teófilo de Antioquía ya había usado la palabra griega τριάς trias (tríada) en su obra A Autólico (c. 180) para referirse a Dios, su Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia).3 Tertuliano diría en Adversus Praxeam II que «los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de substancia».4

Perspectivas históricas

La fórmula fue adquiriendo forma con el paso de los años y no fue establecida definitivamente hasta el siglo IV:
La definición del Concilio de Nicea, sostenida desde entonces con mínimos cambios por las principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era consustancial (ὁμοούσιον, homousion, literalmente ‘de la misma sustancia que) el Padre. Esta fórmula fue cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta que la «fe de Nicea» fue reafirmada en Constantinopla en 381.5

Concilios

En Nicea toda la atención fue concentrada en la relación entre el Padre y el Hijo, inclusive mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; y no se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero, en Constantinopla (381) se indicó que éste es adorado y glorificado junto con Padre e Hijo (συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον), sugiriendo que era también consustancial a ellos. Esta doctrina fue posteriormente ratificada por el Concilio de Calcedonia (451), sin alterar la substancia de la doctrina aprobada en Nicea.6
Escudo de la Trinidad.

Exposición

Análisis general

La escritura y doctrina cristiana descansa en el monoteísmo (un solo Dios), por lo tanto había que ajustarla a lo que decía la Escritura con respecto al Padre, al Hijo y el Espíritu, sin caer en el politeísmo, ni tampoco modificando la Escritura por conveniencia (Eisegesis). Los teólogos de los primeros siglos del Cristianismo elaboraron explicaciones que generaron varias corrientes de pensamiento y una intensa polémica. Esta polémica se acentuó durante el reinado del emperador Constantino I, cuando los dirigentes de la Iglesia comenzaron a contar con el apoyo imperial y tuvieron que precisar cuál debía ser la doctrina compartida por las diversas comunidades cristianas. En contraposición tanto frente a las posiciones subordinacionistas (principalmente los partidarios de Arrio) como a las modalistas, algunos teólogos llegaron a la conclusión de que, si estas tres personas compartían diferentes cualidades y características divinas exclusivas de Dios (señorío, eternidad, omnisciencia, omnipresencia, santidad, etc.), se tendría que utilizar la formula matemática 1x1x1=1 en vez de 1+1+1=3, ya que ésta rompe el monoteísmo de Dios y se convierte en politeísmo o henoteísmo.

Citas bíblicas

En la Biblia se encuentran alusiones tanto al Padre como al Hijo y al Espíritu Santo que se han presentado como menciones implícitas de la naturaleza trinitaria de Dios.
  • Citas del Tanaj (Antiguo Testamento) en las que aparecen referencias a Dios en plural:
    • «Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza...”» (Gn 1,26)
    • «El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal.» (Gn 3,22).
    • «Y dijo Yahvé: “Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan. Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros”» (Gn 11,6-7)
    • «Yo oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Yo respondí: “¡Aquí estoy: envíame!”» (Is 6,8).
    • También se presenta como argumento la utilización de la palabra Elohim, que es plural, para referirse a Dios (por ejemplo, en Gn 20,13 o 2 Sam 7,23).
  • Citas del Nuevo Testamento en las que se identifica a Jesús con Dios:
    • El inicio del Evangelio de Juan: «En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn 1,1);
    • El reconocimiento de Tomás hacia Jesús con la expresión: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28);
    • El reconocimiento de la omnisciencia de Jesús, atributo de Dios (Jn 21,17; Jn 16,30);
    • «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9);
    • «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11);
    • «Todo lo que tiene el Padre es mío» (Jn 16,15);
    • La acusación de los judíos de hacerse Jesús igual a Dios (Jn 5,18);
    • La capacidad de Jesús de perdonar los pecados (Mc 2,5-10).
  • Citas del Nuevo Testamento en las que se menciona a las tres entidades:
    • El bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19);
Además de la polémica sobre la naturaleza de Jesús —si era humana, divina, o ambas a la vez—, de su origen —si eterno o temporal— y de cuestiones similares relativas al Espíritu Santo, el problema central del dogma trinitario es justificar la división entre "sustancia" única y triple "personalidad". La mayoría de las iglesias protestantes, así como las ortodoxas y la Iglesia Católica, sostienen que se trata de un misterio inaccesible para la inteligencia humana.

La Iglesia católica

La Iglesia católica dice: “La Trinidad es el término con que se designa la doctrina central de la religión cristiana [...] Así, en las palabras del Símbolo Quicumque: ‘el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres Dioses, sino un solo Dios’. En esta Trinidad [...] las Personas son co-eternas y co-iguales: todas, igualmente, son increadas y omnipotentes. [...]"(The Catholic Encyclopedia).

La Iglesia ortodoxa griega

La Iglesia ortodoxa griega dice de la Trinidad lo siguiente: «Dios es trino y uno. [...] El Padre es totalmente Dios. El Hijo es totalmente Dios. El Espíritu Santo es totalmente Dios» (Our Orthodox Christian Faith).
The Catholic Encyclopedia afirma que es un dogma y a la vez un misterio como sigue: «Un dogma tan misterioso presupone una revelación divina».

Las iglesias evangélicas

Las Iglesias Cristianas Evangélicas definen: Dentro de la unidad de un Único Dios existen tres distintas personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los tres comparten los mismos atributos y la misma naturaleza, por lo tanto estos tres constituyen el único Dios.

Personas de la Trinidad

Según esta doctrina:
  • El Padre. Es increado e inengendrado.
  • El Hijo. No es creado sino engendrado eternamente por el Padre.
  • El Espíritu Santo. No es creado, ni engendrado, sino que procede eternamente del Padre y del Hijo (según las iglesias evangélicas y la iglesia católico-romana) o sólo del Padre (según la Iglesia católica-ortodoxa).
Según el Dogma católico definido en el Primer Concilio de Constantinopla (381), las tres personas de la Trinidad son realmente distintas pero son un solo Dios verdadero. Esto es algo posible de formular pero inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un misterio de fe. Para explicar este misterio, en ocasiones los teólogos cristianos han recurrido a símiles. Así, Agustín de Hipona comparó la Trinidad con la mente, el pensamiento que surge de ella y el amor que las une[1]. Por otro lado, otros teólogos clásicos, como Guillermo de Occam, afirman la imposibilidad de la comprensión intelectual de la naturaleza divina y postulan su simple aceptación a través de la fe[2].

Perspectiva de Tomás de Aquino

Tomás de Aquino usaba una imagen para ilustrar el misterio de la Trinidad:[cita requerida]
  • Todo ungido presupone por lo menos tres elementos: El que unge, el ungido y la unción.
  • Siendo Jesús el Mesías, el Cristo, es decir, el ungido de Dios, podemos hacer referencia a tres personas:
  1. El que unge: sería Dios Padre.
  2. El ungido: sería Dios Hijo.
  3. La unción: sería Dios Espíritu Santo.

Referencias

  1. Joseph Campbell The Mythic Dimension
  2. Zeferino González, Historia de la Filosofía, Vol. I, RED Ediciones, Barcelona, 2012, págs. 199-201.
  3. Gabino Uríbarri Bilbao, Monarquía y Trinidad, Univ. Pontificia de Comillas, 1996, págs. 127-28.
  4. La palabra τριάς (de la cual el latín trinitas es una traducción) se encuentra primero en Teófilo de Antioquía para 180 A.C. Él habla de «la Trinidad de Dios, Su Palabra y Su Sabiduría» (Ad Autolycum, II, 15, P.G., VI, 1078). Por supuesto, el término puede haberse estado usando antes de su tiempo. Poco tiempo después aparece en su forma latina trinitas en Tertuliano (De pudicitia, c. xxi, P.G., II, 1026). En el siglo siguiente la palabra tiene uso general.— The Catholic Encyclopedia, tomo 15: Trinidad, LA BENDITA, I. EL DOGMA DE LA TRINIDAD, Pág.: 47.
  5. Cfr Boff (1986), La Trinidad, la sociedad y la liberación, p. 88
  6. Textos originales en The oecumenical documents of the faith, T. Erbert Bindley, 4.ª ed. rev. F. W. Green, Londres.

Bibliografía

Véase también

Enlaces externos


EL DOGMA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - TRES PERSONAS UN SOLO DIOS

1.-En Dios hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y cada una de ellas posee la esencia divina que es numéricamente la misma..
La más antigua fórmula magisterial de fe en la Trinidad es el símbolo apostólico, que es su forma romana sirvió desde el siglo II para la enseñanza de los catecúmenos, y como profesión de fe en la administración del Bautismo, este símbolo está construido sobre la fórmula bautismal de Mateo 28, 29; Dz 1-12.
El símbolo niceno puso de manifiesto la divinidad del Hijo y su consustancialidad con el Padre; Dz 54.
El símbolo Quicumque, tiene una forma estructurada de la doctrina trinitaria de la Iglesia, en contra del sabelianismo y el triteísmo.
La formulación más perfecta de la doctrina trinitaria en la época patrística la constituye el símbolo del Concilio XI de Toledo (675), compuesto de textos de Padres de la Iglesia; Dz 275-281.
El Concilio IV de Letrán condenó el error triteísta de Joaquín de Fiore (Dz 428), y el Concilio de Florencia, que en el Decretum pro Iacobitis, presentó un compendio sobre la Trinidad. En su bula Auctorem fidei, el Papa Pío VI declara como acertada expresión referente a la Trinidad: “Deus unus in tribus personis discinctis”; Dz 1596.
Génesis 1:26, Éxodo 3:2-14, Lucas 1:35, Mateo 3:16, Juan 1:32, etc.
San Clemente Romano a los Corintios (46, 6); San Ignacio de Antioquia (Magn 13, 1; Eph 9, 1); San Justino (Apol. 1, 13); Atenágoras (Suppl.10); Tertuliano (Adv. Prax.).
2.-En Dios hay dos procesiones divinas inmanentes.
Los símbolos de Fe nos hablan de dos procesiones inmanentes en Dios: la generación del Hijo y la procesión del Espíritu Santo; cf Dz 86.
Juan 8:42, , Juan 15:26.
3.-El sujeto de las procesiones divinas inmanentes (en sentido activo y pasivo), son las personas divinas, no la naturaleza divina.
El Concilio IV de Letrán defendió la doctrina de Pedro Lombardo contra los ataques del abad Joaquín de Fiore, declarando “Illa res (sc. substantia divina), non est generans neque genita nec procedens, sed est Pater, qui generat, et Filius, qui gignitur, et Spiritus Sanctus, qui procedit”; Dz 432.
La Sagrada Escritura aplica sólo a las personas los verbos engendrar y proceder.
4.- La segunda persona divina procede la primera por generación y guarda con ella la relación de Hijo a Padre.
El símbolo Quicumque confiesa: “Filius a Patre solo est, non factus, nec creatus, sed genitus”, Dz 39; cf el símbolo niceno (Dz 54).
Juan 5:18, Romanos 8:32, Juan 4:9, Mateo 3:17, Romanos 8:29, Salmo 2:7, Hebreos 1:5.
5.-El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, como de un solo principio y por medio de una única espiración.
El segundo Concilio Universal de Lyon (1274), declaró contra el sínodo constantinopolitano ortodoxo: “Fideli ac devota professione fatemur, quod Spiritus Sanctus aeternaliter ex Patre et Filio, non tanquam ex duobus principiis, sed tanquam ex uno principio, non duabus spirationibus, sed unica spiratione procedit”; Dz 460, fc. El símbolo del Concilio Toledano del año 447 (Dz 19), el símbolo Quicumque (Dz 39), el símbolo del Concilio XI de Toledo en el año 675 (Dz 277), el Caput firmiter del Concilio IV de Letrán (Dz 428) y el Decretum pro Graecis e igualmente el Decretum pro Iacobitis del concilio unionista de Florencia (Dz 691, 703). La primera vez que el aditamento “et Filio” aparece introducido en el símbolo niceno-constantinopolitano es en el Concilio III de Toledo del año 589
Mateo 10:20, Gálatas 4:6, Hechos 16:7, Romanos 8:9, Filipenses 1:19, Juan 15:26.
Tertuliano (Adv.Prax.4), San Hilario (De Trin.XII, 56), San Ambrosio (De Spiritu Sancto 1, 120), San Agustín (In Ioan .tr.99,6; De Trin.XV,27,48).
6.-El Espíritu Santo no procede por generación.
El símbolo Quicumque confiesa, refiriéndose al Espíritu Santo: “nec genitus, sed procedens”; Dz 39; cf Dz 277, 303.
La Escritura y la Tradición sólo hablan de un Hijo Unigénito, y la Tradición ya negó explícitamente que el Espíritu Santo proceda por generación: San Atanasio (Ep. Ad Serap 1, 16), San Agustín, C. Maxim II 14, 1.
7.-Las relaciones en Dios se identifican realmente con la esencia divina.
El símbolo de Reims (1148), declaró contra Gilberto de Poitiers, que en Dios no hay realidades, bien sean relaciones o propiedades o singularidades o unidades o lo que fuere, que existan desde la eternidad y no sean idénticas con Dios (“quae non sint Deus&rdquoGuiño; Dz 391. La proposición positiva es: “Quidquid in Deo est, Deus est”. El Concilio unionista de Florencia declaró “In Deo omnia sunt unum, ubi non obviat relationes oppositio”; Dz 703.
8.-En Dios todo es uno, mientras no exista oposición relativa.
El llamado principio fundamental trinitario, formulado primero por San Anselmo de Cantorbery (De processione Spiritus S.2) y confirmado después solemnemente por el Concilio de Florencia en el Decretum pro Iacobitis (1441): “In Deo omnia sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio” (Dz 703).
9.-Las tres divinas personas in-existen entre sí o están la una en las otras (pericóresis trinitaria).
El Concilio de Florencia, en el Decretum pro Iacobitis enseñaba con San Fulgencio (De fide ad Petrum 1, 4): “Propter hanc unitatem Pater est totus in Filio, totus in Spiritu Sancto; Filius totus est in Patre, totus in Spiritu Sancto; Spiritus Sanctus totus est in Patre, totus in Filio”; Dz 704.
Juan 10:30; 10:38, Juan 14:9ss, 1Corintios 2, 10ss.
San Juan Damasceno (De fide orth. 1 8;I 14;III 5).
10.-Todas las operaciones de Dios ad extra son comunes a las tres divinas personas.
El Concilio IV de Letrán (1215), enseña en el capítulo Firmiter que las tres divinas personas constituyen un único principio de todas las cosas (“unum universorum principium”; Dz 428). El Concilio de Florencia declara en el Decretum pro Iacobitis (1441): “Pater et Filius et Spiritus Sanctus non tria principia creaturae, sed unum principium”, Dz 704, cf. Dz 254, 281, 284.
Juan 5:19, Juan 14:10

Dogma de la Santísima Trinidad


El Dogma de la Santísima Trinidad es la creencia central sobre la naturaleza de Dios de la mayoría de las iglesias cristianas, siendo rechazada por algunas confesiones minoritarias como las iglesias unitarias, los Testigos de Jehová y los Pentecostales unicitarios, entre otros. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) afirma creer en la Trinidad pero tiene una interpretación específica y radicalmente diferente del dogma mayoritariamente aceptado.
Por El Greco, entre 1577 y 1579.
Este dogma afirma que Dios es un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Citas

  • "El Señor Jesús, cuando ruega al Padre que 'todos sean uno, como nosotros también somos uno' abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás"
    • Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 24
Representación de 1697
  • "Conocer el misterio de la Santísima Trinidad, nos involucra y compromete para adquirir ciertas actitudes en las relaciones humanas:
"la perfectísima unidad de las tres Personas divinas, es el vértice trascendente que ilumina toda forma de auténtica relación y comunión entre nosotros, seres humanos"
Cerca de 1786.
  • “El cristianismo no destruyó el paganismo; lo adoptó. [...] De Egipto vinieron las ideas de una trinidad divina”.
    • Will Durant, The Story of Civilization: Part III, tal como se cita en la publicación: ¿Debería usted creer en la Trinidad?; capítulo: ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinidad?.
  • “Los teólogos egipcios estaban muy interesados en la trinidad [...] Se combina y trata a tres dioses como si fueran un solo ser, a quien se habla en singular. De ese modo la fuerza espiritual de la religión egipcia muestra un enlace directo con la teología cristiana”.
    • Siegfried Morenz, en el libro Egyptian Religion.; tal como se cita en la publicación: ¿Debería usted creer en la Trinidad?; capítulo: ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinidad?.
  • “En la religión de la India, por ejemplo, nos encontramos con el grupo trinitario de Brahma, Siva y Visnú; y en la religión egipcia con el grupo trinitario de Osiris, Isis y Horus [...] Tampoco es únicamente en las religiones históricas donde se considera a Dios una Trinidad. Uno recuerda en particular el punto de vista neoplatónico de la Realidad Suprema o Final”, que “se representa como una tríada”.
    • James Hastings, en la Encyclopædia of Religion and Ethics; tal como se cita en la publicación: ¿Debería usted creer en la Trinidad?; capítulo: ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinidad?.
“No podemos hallar la historia de esta doctrina ni descubrir su fuente en la revelación cristiana, sino en la filosofía platónica [...] La Trinidad no es doctrina de Cristo ni de sus Apóstoles, sino una ficción de la escuela de los platónicos posteriores”. Andrews Norton, en el libro A Statement of Reasons (Declaración de razones); tal como se cita en la publicación: ¿Debería Usted creer en la Trinidad?; capítulo: ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinida

EL DOGMA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO



La Santísima Trinidad en los primeros cristianos


 Los padres de la Iglesia primitiva ya utilizaban el término “Trinidad”


¿Evolucionan los dogmas en la Iglesia? Teniendo en cuenta el desarrollo histórico de la Iglesia, podríamos decir que si bien no evolucionan en cuanto a su contenido (la verdad es la misma ayer, hoy y mañana), se desarrollan en cuanto a la conciencia que de ellos va adquiriendo la Iglesia. Así, el tiempo ha permitido que la terminología vaya enriqueciéndose para expresar de forma más precisa, lo que la Iglesia ha creído siempre.

El dogma de la Santísima Trinidad, Masacio
Respecto al dogma sobre la unidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ya en los primeros cristianos surge el término “Trinidad”, como una forma de definir el misterio de que hay un solo Dios en Tres Personas distintas que tienen una misma naturaleza o sustancia.
Aunque algunas personas defienden que la doctrina Trinitaria fue “inventada” bajo la influencia del paganismo sobre el cristianismo, nada mejor que estudiar el testimonio de los primeros cristianos anteriores al Concilio de Nicea (año 325) para conocer cuál fue el verdadero desarrollo de la doctrina Trinitaria a lo largo de la historia. 
El Testimonio de los primeros cristianos

1. La Didaché

La DidachéLa Didaché es un excelente testimonio del pensamiento de la Iglesia primitiva, y lo mencionamos por incluir un testimonio de cómo la fórmula bautismal Trinitaria era utilizada por la Iglesia Primitiva.
“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva.  (Didaché, VII, 1)
 2. El Martirio de Policarpo (155 d.C.)
San Policarpo

Es una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Filomeno donde se narra el martirio de San Policarpo, discípulo directo del apóstol San Juan y obispo de Esmirna. Es uno de los escritos apostólicos que hace uso de las bellas doxologías Trinitarias que expresan tan claramente el dogma Trinitario.
“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.” (Martirio de Policarpo, XXII, 3)
3. Arístides de Atenas(mitad del siglo II)
Dejó una apología de la fe dirigida al emperador Adriano César. En dicha apología Arístides utiliza la fórmula Trinitaria mencionando a las tres Personas Divinas.
“Este tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro Dios fuera de éste.(Arístides, Apología XV, 2)
4. Atenágoras de Atenas (178 d.C.)

Atenágoras aún sin usar el término Trinidad es bastante explícito al definirla. He aquí su forma de explicar la Trinidad:
“Así, pues, suficientemente queda demostrado que no somos ateos, pues admitimos a un solo Dios increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo por la inteligencia a la razón comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden? (Atenágoras de Atenas, Súplica en favor de los cristianos)
5. San Ireneo de Lyon(140 d.C.- 202 d.C.)
San Ireneo
 En su célebre tratado “Contra las Herejíasexpresa con claridad la fe Trinitaria de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo. Jesucristo es para los cristianos “Señor y Dios y Salvador y Rey”. Particularmente importante es el testimonio de San Ireneo sobre que dicha doctrina es predicada y creída por todas las Iglesias del orbe, cual si tuvieran una sola boca o un solo corazón, ya que este testimonio es bastante anterior al concilio de Nicea.
 “Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con el Padre, de múltiples maneras lo hemos demostrado. Y que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con El antes de la creación.”  (Ireneo de Lyon, Contra las herejías IV,20,3)
6. Teófilo de Antioquía  (180 d.C.)
San Teófilo
Así como Tertuliano sería el primero en utilizar el vocablo latino Trinitas, San Teófilo sería el primero en utilizar la palabra griega Τριας (trinitas) para expresar la unión de las tres Divinas Personas en Dios.
“Los tres días que preceden a la creación de los luminares son símbolo de la Trinidad, de Dios, de su Verbo y de su Sabiduría.” 
“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo El por ministro de su creación y por su medio hizo todas las cosas….Este se llama principio, pues es Príncipe y Señor de todas las cosas por Él fabricadas.”  (Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,15)
7. Tertuliano(160 – 220 d.C.)
Tertuliano
 Fue el primero en aplicar el vocablo latino Trinitas (Trinidad) a las tres divinas Personas. En “De pudicitia” escribe:
“..Para la misma iglesia es, propiamente y principalmente, el Espíritu mismo, en el cual es la Trinidad de Una Divinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo.”  (Tertuliano, Sobre la modestia, 21)
En “Adversas Praxean” da una explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa.  Afirma que el Hijo es “de la substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de substantia Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”: Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per Filium.
Si la pluralidad en la Trinidad te escandaliza, como si no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te pregunto: ¿cómo es posible que un ser que es pura y absolutamente uno y singular, hable en plural: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”?
Tertuliano se sirve del término “persona” para explicar que la Palabra (lógos) es distinto del Padre en “en el sentido de persona, no de substancia, para distinción, no para división” y la cual aplica también al Espíritu Santo a quien llama “la tercera persona”.
8. Orígenes(185 – 254 d.C.)
OrígenesOrígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad y que el Hijo procede el Padre, y dado que Dios es eterno, sigue que este acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no tiene principio y no hubo un tiempo en que Él no existiera. 
De este modo, se opone con antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría posteriormente lo opuesto: que hubo un tiempo en que el Hijo no existía.

9. Justino Mártir(165 d.C.)
San Justino
En su primera apología distingue claramente y por orden a las Tres Personas Divinas:
“Y luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el Hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos en segundo lugar, así como al Espíritu profético tenemos en el tercero.” (Justino Mártir, Apología I, 13,3)

10. Cipriano de Cartago(205 – 258 d.C.)
San Cipriano
 Nació hacia el año 205, probablemente en Cartago. Se dedicó en su juventud a la retórica. En 248, San Cipriano fue elegido obispo de Cartago.
Cipriano de Cartago declara la divinidad de Cristo numerosas veces, y afirma que quien niegue que Cristo es Dios no puede ser templo de Dios.
“Después de la resurrección, cuando el Señor envió los apóstoles a las naciones, Él les ordenó bautizar a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Cristo mismo ordenó que las naciones sean bautizadas en la completa y unida Trinidad.  (Cipriano de Cartago, Carta 73,18)
11. Dionisio de Roma (Siglo III)

Siendo Papa desde el 259 al 268 combatió el modalismo y el subordinacionismo. En la carta a Dionisio de Alejandría el Papa dice Es necesario, sin embargo, que la palabra divina [Jesucristo] esté unida con Dios del Universo; y el Espíritu Santo debe respetar y morar en Dios. Por tanto la Trinidad Divina debe ser reunida en Una, una cumbre, como si fuera – quiero decir, el Dios Omnipotente del Universo.”
“Ni entonces podemos dividir en tres cabezas divinas la maravillosa y divina monarquía, ni desacreditar llamando “obra” la dignidad y excelente majestad de nuestro Señor, pero debemos creer en Dios, el Padre Todopoderoso, y en Jesús su Hijo , y en el Espíritu Santo, y sostenemos que a el Dios del universo la Palabra está unida.”  (Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría)
   
Conclusión

Después de haber estudiado los principales testimonios patrísticos anteriores al Concilio de Nicea (325 d.C.) no es difícil darse cuenta que la doctrina Trinitaria no es ninguna novedad y mucho menos un invento del paganismo. La Iglesia fue fiel en reconocer que hay un solo Dios, siendo el Padre Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo Dios, y esta verdad era comprendida y enseñada con mayor o menor claridad en la Iglesia de los primeros cristianos.
Es claro también que la mayoría de ellos rechazaban abiertamente tanto el arrianismo (que afirmaba que Jesucristo era un dios menor creado subordinado al Padre y que alguna vez no existió) y el modalismo (que afirmaba que había una sola Persona Divina en Dios, siendo el Hijo el Padre y viceversa, pero manifestados de manera diferentes).
Ciertamente algunos padres no comprendieron en su totalidad el misterio Trinitario, cosa totalmente comprensible en una materia de tanta complejidad. Han sido precisamente conflictos tan graves como el arrianismo y otras herejías, las que han dado oportunidad a la Iglesia para profundizar en estas verdades de fe.



Dios Uno y Trino.

1) Introducción. 2) Personas trinitarias. 3) Procesiones divinas. 4) Relaciones en Dios. 5) Misiones Trinitarias. 6) Apropiaciones o Atribuciones en Dios.7) Conclusión: La Trinidad en nuestra vida.

1. - INTRODUCCIÓN.

Está en el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), entre los números 232 a 267.
En el 234 dice que es el MISTERIO CENTRAL de la vida del cristiano. Es la primera y más importante afirmación de fe.
Esto nos remite a que hay una Jerarquía en las verdades de fe, y da razón al denodado esfuerzo de Juan Pablo II, del que es partícipe todo cristiano, por el ecumenismo, es decir, la reunión en una sola Iglesia de todos los que creemos en Jesús, en la Santísima Trinidad, tenemos un solo bautismo y la misma revelación en la Biblia.
En el 235 trata del esquema de exposición: cómo se revela el Misterio de la Sma. Trinidad (I) (nros. 237-241.243.244), la doctrina de la Iglesia sobre ella (II) (242.245-248) y la Misiones Divinas (III).
En el 236 llama Teología a las misiones de Dios dentro de Sí Mismo, y Oikonomia las que realiza fuera de Sí. La primera se refiera a Dios en Sí Mismo, y la segunda a su Plan de Salvar.
El nro. 25l trata sobre algunos términos filosóficos que nos ayudan a comprender este Misterio.

2. - PERSONAS DIVINAS.

Son 3 Personas Distintas en una Sola Naturaleza Divina.
En el Catecismo, esto está explícitamente en los números 232.233 y 252.253.254.
Se distinguen por su origen. El Padre es tal porque de nadie procede y engendra al Hijo, desde toda la eternidad. Del Padre y del Hijo, por vía de amor, procede el Espíritu Santo.
Los tres se inhabitan. Donde está el Padre están los otros Dos, y así con cada uno. A esto se lo llama “pericóresis” o “circumincesión”: Los Unos están en el Otro y viceversa con cada Uno.
239: El Padre es origen, autor. Se puede expresar también mediante la imagen de la maternidad.
242: El Hijo es engendrado por el Padre desde toda la eternidad por vía de generación intelectual. Se conoce y admira en Él.
243-245: El Espíritu Santo.
246.247: Procede del Padre “y” del Hijo (filioque).
248: La tradición oriental: El Espíritu Santo procede del Padre “por” el Hijo.

3. - PROCESIONES DIVINAS.
Pertenece a lo llamado en el número 236 “Theología” (palabra griega), es decir, al conocimiento de Dios en Sí Mismo.
Partamos de que en Dios hay Inteligencia y Voluntad, Conocimiento y Amor. También podríamos agregar según San Juan de la Cruz: Memoria y Vida.
Hay dos procesiones en el Seno de la Santísima Trinidad:
1. - El Hijo procede del Padre por el camino de la generación intelectual, por medio del conocer de Dios (vía intelectiva).
2. - El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por el camino de la generación por el Amor, que es el camino volitivo, de la Voluntad Amorosa del Padre y del Hijo, y ese Amor se transforma en la tercera Persona Divina.
Estas relaciones se descubren en el catecismo entre los números 238-248, en especial el 242 y el 246.

4. - RELACIONES EN DIOS.

También pertenece a la “Teología”, al Dios en Sí Mismo.
Hay 4 relaciones en Dios, que se dan mediante la oposición relativa de las Personas, lo que no rompe su Unidad de naturaleza ni la pericóresis o circumincesión, por la que donde está Una de Ellas están también las otras Dos.
1- La Paternidad. Del Padre con referencia al Hijo. Es la primera relación.
2- La Filialidad. Del Hijo con referencia al Padre, de Quien procede desde toda la eternidad por vía de conocimiento intelectual.
3- La Espiración Activa. El Padre y el Hijo se aman de tal manera que generan una Nueva Persona, el Espíritu Santo, por vía volitiva, “espiran activamente” el Amor.
4- La Espiración Pasiva. Es el Amor espirado por el Padre y el Hijo contemplado desde el Espíritu Santo. Desde Él, que recibe y es generado, la espiración del Padre y del Hijo es recibida, por lo tanto es una “espiración pasiva”.
Esto también se descubre en el Catecismo, principalmente al final del número 252, y en los números 254 y 255.

5. MISIONES TRINITARIAS.

Las Misiones pertenecen a lo que el número 236 denomina “Oikonomia”, del griego, que significa “Economía de Salvación”, al Plan que Dios tiene para salvar.
Por lo tanto, éstas suceden hacia fuera del Seno Trinitario, apuntan al Plan de Salvación y presuponen un Envío.
Hay 2 Misiones “hacia fuera”:
1. - La del Hijo enviado por el Padre. Es la encarnación redentora.
2. - La del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, para dar testimonio de Jesús Resucitado, recrear la Iglesia y santificar a los hombres.
El Padre no es enviado, pero viene al alma en gracia, tal como leemos en Jn. 14,23 y Ap. 3,20.
En el Catecismo, esto lo descubrimos principalmente en los números 257 y 258 al final.
(De todas maneras, las operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, por el misterio ya visto de la circumincesión o pericóresis).

6. APROPIACIONES O ATRIBUCIONES DIVINAS.

Tal como decíamos al fin del bloque anterior, las operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, porque donde está Una de Ellas están también inhabitándose las Otras Dos. Están “como Una metida dentro de las Otras” (la pericóresis o circumincesión). La Trinidad tiene “una sola y misma operación”.
Por lo tanto, crean las Tres, redimen las Tres y santifican las Tres.
Pero, por Apropiación o Atribución, se adjudica a alguna de Ellas determinada Obra: Por ejemplo, la Creación se “atribuye” al Padre. La Redención, al Hijo. La Santificación, al Espíritu Santo.
En el Catecismo, encontramos este tema en los números 257.258.259.

7. CONCLUSIÓN: LA TRINIDAD EN NUESTRA VIDA.

En el número 3 de la exposición dijimos que Dios es Inteligencia y Voluntad según Santo Tomás de Aquino. San Juan de la Cruz le agrega Memoria también, la cual Santo Tomás la hace surgir de la Inteligencia y la Voluntad.
Para esta aplicación espiritual tomaremos la división de San Juan de la Cruz, que nos facilitará las cosas.
Arrancamos de los números 259 y 260 del Catecismo, donde dice que toda la vida cristiana es “comunión con las Tres Divinas Personas”, y que el fin último de toda la Economía Divina (del Plan de Salvación)”es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad”, citando para ello a Jn. 17, 21-23.
Nosotros, que somos imagen y semejanza de Dios, también tenemos inteligencia, voluntad y memoria, que son las facultades superiores del hombre y hacen que nos distingamos por ellas de los animales y que nos podamos unir a Dios.
1.- Nuestra inteligencia se une al Conocer de Dios en Jesús, que es el conocimiento del Padre. La inteligencia, conociendo, busca la Verdad. Y la Verdad es Jesucristo. Y lo hace por medio de la virtud teologal de la Fe. (Las virtudes teologales son aquellas que nos unen directamente con Dios, que alcanzan directamente a Dios). -Cf. Rom. 5, 2ª. Por lo tanto, nuestra inteligencia se une a Jesús, Hijo del Dios Vivo, por medio de la Fe.
2.- Lo propio de la voluntad es amar, el amor. El Amor en Dios es el Espíritu Santo. -Cf. Rom. 5,5. Por lo que nuestra voluntad se une a Dios Espíritu Santo por medio de la virtud teologal de la caridad, amando a Dios sobre todas las cosas, que es el primero y el principal de los mandamientos.
3.- En la memoria recreamos la vida. Pero para unirnos a Dios tenemos que dejarlo todo y seguirlo. Por lo tanto, tenemos que dejar entrar en ella la Vida de Dios, el Padre, que viene del futuro, y no tener las imágenes y situaciones de nuestra historia enfermiza. Más allá de las cosas y de las personas, está la Vida de Dios. Ésta es ya Vida Eterna, y nos sana, nos cura, nos reconcilia y nos libera. Por lo tanto, nuestra memoria, haciendo el “vacío” de todo lo creado, se une al Padre por medio de la virtud teologal de la Esperanza, que nos hace penetrar en la Vida Eterna de Dios y hace que ella penetre en nosotros ya desde ahora.
¿Cómo lograr todo esto? Sin duda, el camino es la oración, sin descartar todo lo demás. Tiempo y tiempo ante Dios Sólo y solos ante Dios. Lo demás, resultará muy fácil. Serás santo y podrás realizar la misión que Dios quiere de ti en esta vida.
Pero si no estás unido a Dios, podrás hacer muchas cosas, pero serán como golpes en el vacío, y llenas de vanidad y de nada.




Diálogo sobre la Santísima Trinidad

La Santísima Trinidad
Nota previa: Este diálogo está basado en un debate real sostenido en un foro de Internet, del cual participé. Si bien soy responsable de la forma definitiva del escrito, debo agradecer a quienes participaron en ese debate (principalmente a Felix y Palermo), porque sus opiniones inspiraron buena parte de este diálogo. Además agradezco los valiosos aportes del Lic. Néstor Martínez y del Pbro. Dr. Miguel Barriola, que enriquecieron notablemente este escrito.
Tabla de contenidos.
I. El dogma trinitario no es irracional.
II. El dogma trinitario no es antibíblico.
III. El dogma trinitario pertenece a la Divina Revelación.
I. El dogma trinitario no es irracional
Felipe y Pablo se han encontrado para debatir sobre el dogma de la Santísima Trinidad. Felipe es testigo de Jehová y Pablo es católico. Ambos se han preparado para este encuentro.
Felipe: Tengo tres grandes objeciones contra el dogma católico de la Trinidad:
  • La primera es que es irracional, porque es absurdo pensar que tres seres son un solo ser. Es obvio que tres es distinto de uno.
  • La segunda es que hay muchos textos bíblicos que lo contradicen, como veremos luego.
  • La tercera es que es una doctrina meramente humana, sin fundamento bíblico. Ningún texto de la Biblia dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios.
Pablo: Consideremos tus tres objeciones una a una, comenzando por la primera. Tu acusación de irracionalidad contra el dogma de la Santísima Trinidad se basa en una grave incomprensión. El dogma trinitario sería efectivamente irracional si dijera que tres seres distintos son un mismo ser, o que tres es igual a uno; pero no dice eso, sino que hay una única substancia, esencia o naturaleza divina (un solo Dios) y tres subsistencias, hipóstasis o personas divinas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Si "esencia divina" fuera sinónimo de "persona divina", tendrías razón; pero como no lo es, estás equivocado.
Felipe: ¿Cuál es entonces, según la doctrina católica, la diferencia entre "esencia divina" y "persona divina"?
Pablo: El concepto de "esencia divina" responde a la pregunta "¿Qué es Dios?" Dios es el Ser absoluto, necesario, infinito, perfectísimo, simplicísimo... Estos atributos y otros semejantes pertenecen a la única esencia divina.
En cambio el concepto de "persona divina" responde a la pregunta "¿Quién es Dios?" El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, pero no son tres dioses, sino un solo Dios. Las tres personas divinas son lo mismo (Dios), pero lo son de tal modo que no son el mismo: El Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo, el Hijo no es el Padre ni el Espíritu Santo, el Espíritu Santo no es ni el Hijo ni el Padre.
La única sustancia divina subsiste en tres distintas "subsistencias". Con una expresión un poco audaz, pero en el fondo justificable, podríamos decir que subsiste "de tres maneras distintas", como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Las tres personas divinas tienen todo en común, salvo sus relaciones de origen (o de oposición):
  • Paternidad: El Padre engendra eternamente al Hijo.
  • Filiación: El Hijo es engendrado eternamente por el Padre.
  • Espiración activa: El Padre y el Hijo espiran eternamente el Espíritu Santo.
  • Espiración pasiva: El Espíritu Santo es espirado eternamente por el Padre y el Hijo.
Estas relaciones de origen (salvo la espiración activa, que corresponde a dos personas) constituyen las tres personas divinas. De acuerdo con esto, el Padre se caracteriza también por ser el origen sin origen de las otras dos personas divinas.
La vida íntima de la Trinidad es una incesante danza de amor infinito. El Padre entrega eternamente al Hijo toda su sustancia divina. El Hijo le responde entregándole a su vez todo su ser divino (igual al del Padre). El amor del Padre y del Hijo es fecundo; es la persona-don, el Espíritu Santo.
Es importante notar que el concepto de "persona", aplicado a las personas divinas y a las personas humanas, tiene un sentido analógico, no unívoco. Si pensáramos que en el dogma trinitario la palabra "persona" tiene exactamente el mismo sentido que en el lenguaje moderno, afirmaríamos la existencia de tres individuos divinos, cada uno con su conciencia, su inteligencia y su voluntad separadas y así caeríamos en el absurdo del triteísmo. Por eso hoy es más necesario que nunca que los cristianos no nos limitemos a repetir las formulaciones tradicionales del dogma trinitario, sino que intentemos explicarlas, manteniendo su sentido.
Felipe: Entonces reformularé mi primera objeción. La doctrina que has expuesto contradice el principio de "identidad comparada": Si A es C y B es C, entonces A es B. Si el Padre es Dios y el Hijo es Dios, entonces el Padre es el Hijo y el dogma trinitario es falso.
Pablo: Esta nueva versión de tu primera objeción es más sutil que la anterior, pero también es errónea.
Hay tres clases de identidad:
  • identidad real pero no conceptual, como entre "un hombre" y "mi padre";
  • identidad conceptual pero no real, como entre "triángulo" y "polígono con tres lados";
  • identidad real y conceptual, como entre "hombre" y "animal racional".
Es evidente que el principio de identidad comparada tiene validez general cuando las tres identidades consideradas son identidades reales y conceptuales y también cuando las tres son sólo conceptuales. En particular el primer caso se presenta cuando A, B y C son tres realidades absolutas. Tu refutación sería correcta si las frases "el Padre es Dios", "el Hijo es Dios" etc. plantearan identidades entre dos realidades absolutas; pero no es así, porque en Dios hay una única realidad absoluta (la sustancia divina) y tres realidades relativas (las personas divinas, constituidas por sus relaciones opuestas). Si consideráramos a las personas divinas como realidades absolutas, afirmaríamos la existencia, no de la Trinidad, sino de una herética "cuaternidad" en Dios.
Por la revelación sabemos que entre cada una de las personas divinas y la sustancia divina existe identidad real y distinción conceptual y que entre las personas divinas existe distinción real y conceptual (más aún, oposición conceptual).
Ahora bien, no es cierto que el principio de identidad comparada tenga validez general cuando las identidades entre A y C y entre B y C son reales pero no conceptuales. Podemos dar el siguiente contraejemplo tomado de la filosofía aristotélica: Sea A la acción, B la pasión y C el movimiento. Entre A y C y entre B y C hay identidad real pero no conceptual; pero entre A y B hay distinción real y oposición conceptual.
Por consiguiente no es posible demostrar que el principio de identidad comparada es válido en el caso en cuestión.
Felipe: Todo lo que has dicho es muy interesante, pero incomprensible.
Pablo: Es que estamos hablando nada menos que del sublime misterio de Dios. Y Dios es el misterio absoluto, en última instancia incomprensible. Pero después de lo dicho debes reconocer que tu objeción no es concluyente. El dogma trinitario (al igual que todos los demás dogmas cristianos) no contiene ni implica ninguna irracionalidad, ninguna contradicción. No obstante este dogma sí es suprarracional, porque no puede ser comprendido plenamente por nuestras inteligencias finitas. Si no fuera así, no se trataría del misterio de Dios.
Felipe: Todavía debes responder mis otras dos objeciones y cualquiera de ellas es letal para el dogma trinitario.
Pablo: Antes de pasar a responder tu segunda objeción, quisiera explicar un poco más qué dice la doctrina cristiana sobre la Trinidad, comparándola con los tres principales errores teológicos en esta materia:
  • Un error muy burdo consiste en considerar que las tres personas divinas son tres sustancias divinas diferentes, o sea tres dioses. Este triteísmo es evidentemente contrario a la razón filosófica (que demuestra la unicidad de Dios) y al monoteísmo bíblico. El cristianismo es una religión tan monoteísta como el judaísmo y el islamismo, pero con una noción de Dios mucho más rica. Actualmente el error triteísta se da en la religión de los mormones.
  • Otro error consiste en considerar que sólo el Padre es Dios, mientras que el Hijo y el Espíritu Santo son criaturas excelsas, pero no divinas en sentido propio. Este subordinacionismo fue sostenido en el siglo IV por herejes como Arrio y Macedonio y se da actualmente en cierto modo en la religión de los testigos de Jehová.
  • Un error más sutil consiste en considerar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres modos de manifestación de Dios en la historia de salvación, pero que al interior de Dios existe una sola persona, el Padre. Este modalismo fue sostenido en el siglo III por Sabelio y otros herejes.
Estos tres grandes errores tienen un origen común: El intento de dominar racionalmente el misterio de Dios lleva a aceptar algunos de sus aspectos y a rechazar otros. Así la teología se vuelve más comprensible, pero se traiciona el misterio de Dios revelado por Cristo.
II. El dogma trinitario no es antibíblico.
La Santísima Trinidad

Felipe: Ahora me queda más claro qué es lo que la doctrina católica dice y qué es lo que no dice. Pero, pasando a mi segunda objeción, te demostraré que la verdad acerca de Dios está en la línea de lo que llamas "subordinacionismo".
Me bastará citar dos textos bíblicos:
  • 1 Corintios 8,6: "Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros."
Por lo tanto sólo el Padre es Dios. No existe Dios Hijo ni Dios Espíritu Santo. Jesucristo es simplemente "Señor", alguien superior a nosotros, a quien debemos obedecer, pero distinto de Dios.
  • Efesios 1,17: "Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo perfectamente."
De este texto se deduce que el Padre es el Dios de Jesús, que Él controla al Espíritu Santo y que la finalidad del don del Espíritu es conocer perfectamente sólo al Padre.
Pablo: Permíteme dar un rodeo introductorio antes de responder directamente tu segunda objeción. Dios es el Ser infinito e inmutable y por lo tanto el misterio de Dios revelado por Cristo es una verdad infinita e inmutable. Sin embargo los hombres, destinatarios de la Divina Revelación, somos seres finitos y mutables, que se desarrollan en la historia. Teniendo esto en cuenta, fácilmente se comprenden estas dos cosas:
  • Que la autorrevelación de Dios a los hombres en la historia ha debido ocurrir a través de un largo proceso histórico, gradual y progresivo;
  • y que, incluso después que la historia de la revelación alcanzó su plenitud objetiva en Cristo, todavía ha de darse en la Iglesia una historia de la comprensión subjetiva de la revelación, un desarrollo de la doctrina cristiana.
Por lo tanto no ha de sorprendernos que en la Tradición de la Iglesia e incluso dentro de la propia Sagrada Escritura podamos comprobar una evolución del dogma y de la teología. Esto representa el cumplimiento de una promesa hecha por Jesús en la Última Cena: El mismo Espíritu Santo recuerda las palabras de Jesús a sus discípulos congregados en la Iglesia, les enseña su verdadero sentido y los guía hasta la verdad completa (cf. Juan 14,26; 16,13).
Teniendo en cuenta esta introducción podremos comprender el hecho de que en el Nuevo Testamento la palabra "Dios" designa generalmente (aunque no siempre) al Padre y que, sin embargo, esto no implica en modo alguno negar la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. Como veremos en la respuesta a tu tercera objeción, hay muchas excelentes razones para afirmar que la doctrina trinitaria está contenida implícitamente en la Divina Revelación transmitida por escrito en la Biblia y que por lo tanto la formulación explícita del dogma trinitario no es una corrupción sino un desarrollo auténtico de la doctrina cristiana. En este punto me basta mostrar que tu argumento no es concluyente.
En 1 Corintios 8,6 (como en muchísimos otros pasajes del Nuevo Testamento) Jesucristo es llamado "Señor", un título que indica claramente su carácter divino. El equivalente hebreo del griego "Kyrios" (Señor) es "Adonai", la palabra que utilizaban los judíos, al leer las Escrituras, para sustituir el tetragrama sagrado (YHWH), el impronunciable nombre de Dios.
Felipe: Si crees que Jesús es Dios porque la Biblia lo llama "Señor", entonces deberías creer que David es Dios, ya que en 2 Samuel 16,9 Abisay llama a David "mi señor". En realidad la palabra "señor" es aplicada en la Biblia no sólo a Dios, sino también a reyes, caudillos, etc.

Pablo: Por ahora no estoy intentando demostrar la divinidad de Jesús, sino sólo de mostrar la ineficacia de tu razonamiento. En este punto me basta con establecer la posibilidad de que "Señor" sea una forma de dirigirse a Dios, cosa que tú mismo admites.
De todos modos subrayo que nuestro texto designa a Jesús como el único Señor, dando a entender que su señorío no es el de un "señor" cualquiera, sino la ilimitada soberanía del único Dios. Esta interpretación, que resulta obligatoria cuando se considera el Nuevo Testamento en su conjunto, es reforzada aquí por el paralelismo planteado entre la relación del Padre con el mundo y los hombres y la relación del Hijo con el mundo y los hombres.
En cuanto a Efesios 1,17, el dogma de la Encarnación permite sostener que, aunque el Padre sea el Dios de Jesucristo (el Hijo de Dios encarnado), el Hijo es Dios como el Padre (consustancial al Padre). Por otra parte, tus afirmaciones sobre el Espíritu Santo no se pueden inferir con certeza a partir de este texto.
Felipe: Ya que aún no te he convencido, te citaré varios textos bíblicos más que prueban que que el Hijo no es Dios:
  • Proverbios 8,22: "Yahveh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas."
Quien habla aquí es la Sabiduría de Dios. Según 1 Corintios 1,24 Cristo es la Sabiduría de Dios. Por lo tanto Cristo fue creado y no puede ser Dios.
  • 1 Corintios 15,28: "Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo."
Según Salmos 110,1 el que somete al Mesías todas las cosas es Yahveh. Por lo tanto el Hijo se somete a Yahveh. Esto implica que el Hijo no es Dios.
  • Colosenses 1,16: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él"
Este texto dice que todas las cosas fueron hechas por medio de Cristo. Por lo tanto Cristo fue el último ser creado directamente por Dios.
  • Apocalipsis 3,12:
"Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo."
Quien habla aquí es Jesús. Por lo tanto Jesús no es Dios.
  • Apocalipsis 3,14:
"Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios."
Aquí Jesús dice que él fue el primer ser creado. Por lo tanto Jesús no es Dios.
Pablo: Consideremos en primer lugar tu cita del libro de los Proverbios. Lo que hemos dicho acerca del carácter gradual y progresivo de la revelación nos permite comprender el hecho de que en el Antiguo Testamento no haya una abierta revelación del misterio de Dios uno y trino sino nada más que indicios de dicho misterio, que sólo pueden ser apreciados como tales a la luz del Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento presenta a Dios como el misterio absoluto, que sin embargo se automanifiesta por medio de su "Palabra" y de su "Espíritu". La revelación del Nuevo Testamento nos permite identificar estas dos "mediaciones" con las personas divinas del Hijo y del Espíritu Santo, respectivamente.
La "Sabiduría" es otro de los atributos divinos que en algunos pasajes del Antiguo Testamente aparecen personificados, insinuando la doctrina de la Trinidad. Así ocurre por ejemplo en Proverbios 8,22. Sin embargo, no es correcto utilizar en forma anacrónica y acomodaticia este versículo como prueba decisiva de que el Hijo de Dios es una criatura. Con igual (falta de) derecho se podría usar otros dos versículos del mismo capítulo (Proverbios 8,24-25) para demostrar que el Hijo fue engendrado, no creado. El sentido literal de estos textos no se refiere a la procesión de la segunda persona de la Trinidad.
Pasando ahora a tus citas del Nuevo Testamento, haré dos comentarios de orden general.
En primer lugar, tus argumentos están basados en textos en los cuales Dios aparece como el Dios de Jesús. En este sentido podrías haber reforzado tu posición mencionando que Jesús oraba a su Padre Dios. La refutación de estos argumentos es relativamente simple si se toma en cuenta el dogma de la Encarnación. Tus objeciones serían válidas si estuvieras discutiendo con monofisitas (herejes que negaban la naturaleza humana de Cristo y creían que Él tenía una sola naturaleza, la naturaleza divina). Pero los católicos (y todos los verdaderos cristianos) creemos que Cristo es una sola persona (el Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad, persona divina) con dos naturalezas reales y completas, humana y divina, sin mezcla ni confusión, sin división ni separación (como dice la fórmula dogmática del Concilio de Calcedonia, del año 451). Es decir que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. En la Encarnación el Hijo se hace hombre sin dejar de ser Dios. A la única persona que recibe los nombres de Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor etc. se le pueden aplicar tanto las propiedades que corresponden a su naturaleza divina como las que corresponden a su naturaleza humana. Esto se denomina en el lenguaje teológico "comunicación de idiomas" (hoy se podría hablar de "comunión de propiedades"). Por esto podemos decir por ejemplo que el hombre Jesús hizo milagros (algo que sólo Dios puede hacer) o que, en Cristo, Dios murió en la cruz (algo que sólo le puede pasar al hombre); también por esto podemos decir, con el Concilio de Éfeso (del año 431), que María es la Madre de Dios, puesto que es la Madre (según la generación humana) de Uno que es personalmente Dios.
Todo esto permite comprender que haya en el Nuevo Testamento algunos textos que aparentemente sugieren una subordinación del Hijo al Padre, mientras que otros manifiestan la igualdad del Padre y el Hijo. En unos casos se considera el punto de vista de la humanidad de Jesús y en otros casos se considera el punto de vista de su divinidad. Ambos enfoques son complementarios, no contradictorios.
En segundo lugar, el hecho de que las tres personas divinas posean en común todos los atributos de la divinidad y reciban una misma adoración y gloria no implica que ellas sean intercambiables, por así decir. De lo que hemos dicho sobre las relaciones de origen surge que hay un orden en la Trinidad: El Hijo procede del Padre por generación y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por espiración. Así pues, el Padre es la primera persona de la Trinidad, el Hijo la segunda y el Espíritu Santo la tercera. Según la fe cristiana, el don de Dios en la historia de la salvación viene del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo y conduce en el Espíritu Santo por Cristo al Padre.
Volviendo ahora a 1 Corintios 15,28, vemos que el Hijo sale del Padre y vuelve al Padre, pero vuelve trayendo consigo la humanidad redimida, habiendo cumplido su misión de reconciliar al mundo con Dios.
Felipe: Tu réplica está basada en el dogma de la Encarnación, pero no has demostrado que ese dogma sea verdadero.
Pablo: Eso es cierto, pero también es cierto que no necesito demostrarlo, porque aquí sólo intento probar que tus argumentos bíblicos no son concluyentes. Tú eres quien debería probar que el dogma de la Encarnación es falso, para que tus objeciones contra la Trinidad fueran eficaces.
Felipe: No creo que logres fundamentar tu fe en la Encarnación. Pero me queda una duda sobre la doctrina católica: ¿Dices que hay dos Jesús, uno de naturaleza humana y otro de naturaleza divina?
Pablo: No. La división de Jesús en dos sujetos o personas, una de naturaleza humana y otra de naturaleza divina, es la herejía llamada "nestorianismo" (enseñada por Nestorio en el siglo V). El dogma católico de la Encarnación establece que Jesucristo es una sola persona (divina) con dos naturalezas (humana y divina).
Además, los católicos creemos que la encarnación del Hijo de Dios no fue provisional. Él asumió la naturaleza humana para siempre. Jesucristo no sólo fue verdadero Dios y verdadero hombre durante su vida terrena sino que lo es también hoy. En su resurrección, Cristo no dejó de ser hombre y se convirtió en ángel; sigue siendo un hombre (con cuerpo y alma), pero ahora es un hombre exaltado, que vive unido al Padre en el seno de la Trinidad. Ahora mismo Jesús, un hombre verdadero, reina glorificado en el abrazo del Padre, en la perfecta felicidad del cielo.
III. El dogma trinitario no es antibíblico.
La Santísima Trinidad
Felipe: Sigue en pie mi tercera objeción. Ningún texto de la Biblia enseña el dogma trinitario, de lo cual deduzco que éste es una mera invención humana.
Pablo: Antes de pasar a refutar tu tercera objeción, por favor explícame qué creen los testigos de Jehová acerca de la naturaleza del Hijo y del Espíritu Santo.
Felipe: Los testigos de Jehová creemos que el Hijo es un ser divino, pero no es Dios, sino el arcángel San Miguel, la principal creatura de Dios. Y también creemos que el Espíritu Santo no es una persona, sino la fuerza activa de Dios.
Pablo: Mi respuesta a tu tercera objeción mostrará que tus afirmaciones sobre el Hijo y el Espíritu Santo son contrarias a la revelación. Pero antes quiero destacar que ambas afirmaciones son también contrarias a la razón:
  • Si el Hijo es verdaderamente un ser divino, entonces su esencia es la esencia divina y por lo tanto es Dios. La idea de un "ser divino distinto de Dios" es autocontradictoria.
  • Si el Espíritu Santo es verdaderamente el Espíritu de Dios, entonces no puede ser una fuerza impersonal. Toda persona es espíritu y todo espíritu es persona. La idea de un "espíritu impersonal" es autocontradictoria.
Felipe: En lugar de responder a esos argumentos, escucharé ahora lo que tengas que decir a favor de la credibilidad del dogma trinitario.
Pablo: Bien. Procederé de la siguiente manera:
  • Daré por supuestas las siguientes verdades, ya que tú también las aceptas: La verdad de la Biblia en general y las de la unicidad de Dios y la divinidad del Padre en particular.
  • Demostraré con base en la Sagrada Escritura que Dios se manifiesta en la historia de salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • Concluiré que Dios es en sí mismo Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Felipe: De acuerdo. Intenta pues mostrarme que Dios se manifiesta en la Biblia como Trinidad.
Pablo: Habría muchísimo para decir sobre esto, pero en bien de la brevedad me limitaré en un primer momento a señalar que el Nuevo Testamento contiene bastantes fórmulas trinitarias, y haré hincapié particularmente en dos de ellas:
  • Mateo 28,19: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
  • 2 Corintios 13,13: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros."
Felipe: La Biblia no contiene fórmulas trinitarias trinitarias. El hecho de que aparezcan las palabras "Padre", "Hijo" y "Espíritu Santo" en una sola frase no significa que sean un solo Dios. De lo contrario los tres hijos de Noé serían una trinidad, puesto que sus nombres figuran en Génesis 5,32.
Pablo: El primer texto que cité es precisamente el final del Evangelio de Mateo. Cristo resucitado manda a sus discípulos ir por todo el mundo, predicar el evangelio a todos los pueblos y bautizarlos "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Es inconcebible que en este final solemne, en esta fórmula que enseguida empezó a ser utilizada en la liturgia bautismal, se haya asociado a Dios con dos simples creaturas (como si dijéramos, en el nombre de Dios, de San Pedro y de San Pablo). Es claro que esta fórmula bautismal ubica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el mismo nivel. Los tres (evidentemente distintos entre sí) pertenecen igualmente a la realidad de Dios.
El segundo texto que cité es precisamente el final de 2 Corintios. Este solemne saludo paulino es semejante al texto anterior, puesto que sitúa en un mismo nivel (dentro de la realidad de Dios) los dones de las tres personas divinas: Dios (el Padre), el Señor Jesucristo (Dios Hijo) y el Espíritu Santo. Destaco que esta hermosa oración a la Trinidad es rezada en cada Santa Misa por el celebrante.
Felipe: Este argumento me parece una pura especulación. Nos has demostrado que la Biblia diga explícitamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios.
Pablo: Es cierto que en la Biblia no figura explícitamente esa proposición. La cita que suelen aducir algunos grupos protestantes fundamentalistas (1 Juan 5,7-8) no corresponde al texto auténtico, puesto que la mención de la Trinidad proviene de una interpolación tardía.
Pero también es cierto que esa proposición está contenida implícitamente en la Biblia. Hemos visto ya que en la revelación bíblica aparecen tres "personas" vinculadas a la realidad de Dios. No cabe ninguna duda de que el Padre es Dios. Probaremos ahora a partir del Nuevo Testamento que el Hijo es Dios y más adelante que el Espíritu Santo es Dios.
Con respecto a la divinidad de Jesucristo, hay muchas formas de mostrar que está implícita en todo el Nuevo Testamento:
  • Un enfoque muy eficiente, que no necesito desarrollar aquí, surge de considerar que la resurrección de Jesús confirmó con testimonio divino su pretensión, corroborada también por sus obras y palabras, de ser el portador absoluto de la salvación (o "Reino de Dios") y de ser igual a Dios.
  • Otro enfoque importante es el centrado en los milagros de Jesús: También éstos proporcionan una perspectiva privilegiada para reconocer su divinidad.
Felipe: Si crees que Jesús es Dios porque hizo milagros, también deberías creer que Eliseo es Dios. Eliseo, al igual que Jesús, resucitó a un muerto, multiplicó panes y curó a un leproso (2 Reyes 4-5).

Pablo: El caso de Jesús es diferente al de Eliseo, pero no necesitamos introducirnos en esa discusión ahora. Ya que aceptas la inerrancia de la Biblia, seguiré el camino más simple, el de la prueba escriturística directa: Si la Biblia enseña siempre la verdad y si enseña que el Hijo es Dios, entonces verdaderamente el Hijo es Dios.
Para no extenderme demasiado, mencionaré sólo siete textos que explicitan claramente que el Hijo es Dios:
  • Juan 1,1: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios."
  • Juan 20,28: "Tomás le contestó: `Señor mío y Dios mío´."
  • Romanos 9,5: "y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén."
  • Filipenses 2,5-11: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre."
  • Tito 2,13: "aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo".
  • Hebreos 1,8: "Pero del Hijo: `Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos´"
  • Apocalipsis 1,8: "Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir´, el Todopoderoso."
Felipe: Ninguno de esos siete textos prueba que el Hijo sea Dios. Veámoslos uno a uno.
  • Juan 1,1: "la Palabra era Dios" es una mala traducción. La traducción correcta es "la Palabra era divina" o "la Palabra era un ser divino".
  • Juan 20,28: "Señor mío" se refiere a Jesús y "Dios mío" se refiere a Dios (el Padre).
  • Romanos 9,5: "Dios bendito por los siglos" no se refiere a Cristo, sino a Dios (el Padre).
  • Filipenses 2,5-11: Este texto dice que Jesús tenía "forma" de Dios, no que fuera Dios.
  • Tito 2,13: La expresión "del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo" es una mala traducción. La traducción correcta, según Pablo Bessom, es: "del gran Dios y del Salvador nuestro, Jesucristo". Hay aquí (como en Tito 1,4 y otros textos bíblicos) una distinción entre "Dios" y "el Salvador".
  • Hebreos 1,8: La expresión "Tu trono, ¡oh Dios!" es una mala traducción. La traducción correcta, según Wescott, es "Tu trono está en Dios". Hay aquí (como en Hebreos 1,9 y otros textos bíblicos) una distinción entre "Dios" y "el Hijo".
  • Apocalipsis 1,8: Quien habla aquí no es Jesús sino, como dice el mismo texto, "el Señor Dios" (Yahveh, es decir el Padre).
Pablo: En tres de los siete casos propones una nueva traducción y en los restantes cuatro casos propones una nueva interpretación del texto sagrado.
  • En lo que respecta a las traducciones, hay un amplio consenso entre los expertos acerca de que la versión de la Biblia utilizada por los Testigos de Jehová (la llamada "Traducción del Nuevo Mundo") ha introducido numerosas adulteraciones y tergiversaciones del texto bíblico, para tratar de ocultar las discordancias entre éste y la doctrina de la secta.
  • En cuanto a la exégesis, cabe subrayar que los Testigos de Jehová interpretan la Biblia fuera de toda la Sagrada Tradición de la Iglesia, guiados únicamente por las autoridades de la secta, las cuales desde Charles Russell en adelante se han considerado a sí mismas (sin ningún fundamento) como únicos intérpretes autorizados de la Palabra de Dios.
Podríamos proseguir la discusión acerca de los siete textos, pero para no alargar demasiado este debate te propongo concentrarnos en un problema de traducción (el texto de Juan 1, la afirmación más directa de la divinidad del Hijo) y un problema de exégesis (el texto de Filipenses, el más expresivo acerca de nuestro tema). Estos dos textos bastan y sobran para probar la divinidad del Hijo.
Felipe: De acuerdo.
Pablo: Veamos primero Filipenses 2,5-11. Este texto magnífico, que sintetiza todo el misterio de Cristo, contiene un himno que muy probablemente es anterior a la obra escrita de San Pablo. Aquí se enuncian claramente, además de la preexistencia y la encarnación del Hijo, las siguientes afirmaciones:
1) Que Cristo es de condición divina (es decir, que es Dios).
2) Que Cristo es igual a Dios (el Padre); por lo tanto Cristo es Dios como el Padre (no otro Dios sino el mismo Dios).
3) Que Dios (el Padre) concedió a Cristo "el Nombre que está sobre todo nombre" (el santo e inefable nombre de Dios); por ende, Cristo es Dios.
4) Que toda rodilla se debe doblar ante Cristo y toda lengua debe confesar que Él es el Señor (Dios). Las alusiones a Isaías 45,23 ("toda rodilla se doble", "y toda lengua confiese"), donde lo mismo se dice de Yahveh), subrayan aún más el carácter divino (de por sí evidente en este contexto) del título "Señor".
Felipe: Daré respuesta a tus cuatro argumentos:
  • El texto que citaste prueba que Jesucristo tiene naturaleza divina, pero no que es Dios. Según 2 Pedro 1,4, cuando nosotros aprendemos de Dios también nos hacemos "partícipes de la naturaleza divina". Si nosotros, que no somos Dios, tenemos naturaleza divina, el hecho de que Jesús tenga naturaleza divina no prueba que sea Dios.
  • Si Jesús era igual a Dios, entonces ¿por qué dice el texto bíblico que su forma de Dios no era algo de lo quisiera apoderarse? Si Jesús era Dios, entonces nunca siquiera debió querer serlo, porque ya lo era.
  • Filipenses 2,9 dice "Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre". Si Jesús es Dios, entonces ¿por qué necesita que lo exalten? Dios lo exaltó, pero por debajo de Sí mismo. Aunque Dios dio a Jesús un nombre que está sobre todo otro nombre, no se dice que este nombre esté sobre el nombre de Dios.
  • Todos los títulos aplicados por la Biblia a Jesucristo también se aplican a otras personas que no son Dios. Por ejemplo, a Nabucodonosor se le llamó "rey de reyes" (Daniel 2,37) y aunque este título es muy importante, Nabucodonosor no es Dios. Lo mismo vale para el título "Señor".
Pablo: He aquí mis réplicas a tus débiles objeciones:
  1. 2 Pedro 1,4 y la subsiguiente teología cristiana utilizan el concepto de "participación" en el sentido preciso que este término tenía en la antigua filosofía griega. Por ello es necesario distinguir entre "ser" de naturaleza divina y "participar" de la naturaleza divina. Ser de naturaleza divina es idéntico a ser Dios. En cambio, decir que el cristiano "participa" de la naturaleza divina significa que, por un don libérrimo y gratuito de Dios, de un modo oculto ya en la tierra y de un modo manifiesto en el cielo, él puede conocer y amar como Dios conoce y ama, sin dejar de ser una creatura de Dios. En la óptica cristiana (muy distinta de la panteísta) la unión mística del ser humano con Dios no anula la infinita diferencia existente entre ambos.
  2. Filipenses 2,6 dice que Cristo, "siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios". Es decir que, a pesar de ser de naturaleza divina (o sea, de ser Dios), el Hijo renunció a manifestar visiblemente su igualdad con Dios al asumir la naturaleza humana en la Encarnación.
  3. Obviamente Filipenses 2,9 no dice que el Nombre de Jesús está sobre el Nombre de Dios. Esto sería totalmente absurdo. Lo que dice es que Dios "le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre". Es evidente que este Nombre es el Nombre de Dios, no un nombre por encima del Nombre de Dios. Tú dices que "el Nombre que está sobre todo nombre" está debajo del nombre de Dios, pero eso es exactamente lo contrario de lo que dice el texto bíblico.
  4. No respondes a mi argumento, que consiste en interpretar aquí "Señor" como "Dios", con claro fundamento bíblico.
Felipe: Según los eruditos, la traducción correcta de Juan 1,1 es: "En el principio era la Palabra y la Palabra era hacia el Dios y la Palabra era un ser divino".
  • El "Dios" con quien está la Palabra es "tòn Theón" ("el Dios", con artículo).
  • El "dios" que es la Palabra es "theòs" ("dios", sin artículo).
Como este último "theòs" no tiene artículo determinado, entonces resulta que el "Logos" (la Palabra) no es "Theòs", sino que tiene cualidades de "theòs". Es un ser divino, pero no es Dios. Si quieres una explicación erudita, lee el Journal of Biblical Literature, volumen 92.

Pablo: Mi respuesta tendrá tres momentos:
  • En primer lugar no puedo admitir que apoyes tu tesis en la autoridad de "los eruditos". La inmensa mayoría de los eruditos, a lo largo de dos milenios, a pesar de sus diversas tendencias religiosas y filosóficas, ha apoyado la traducción tradicional, que es una clara afirmación de la divinidad de Jesucristo, Hijo de Dios Padre; de modo que no te refieres en realidad a "los eruditos", sino a los eruditos de tu tendencia "unitaria" (antitrinitaria).
  • En segundo lugar quiero destacar que nuestro versículo no presenta ningún problema de crítica textual, por lo cual nuestra discusión se reduce estrictamente a un simple problema de traducción.
Entre los miles de manuscritos antiguos del Nuevo Testamento que se conservan no figura ninguna variante del texto griego de Juan 1,1. Esto se puede comprobar en cualquier buscador de Internet utilizando las palabras clave "Greek New Testament Critical Edition" u otras semejantes, lo cual da como resultado un material abundantísimo.
En tercer lugar, pasaré a refutar tu tesis. Dado que mis conocimientos de griego bíblico son muy escasos, me limitaré a:
  • mostrar que las traducciones del prólogo del Evangelio de Juan de los Testigos de Jehová no son coherentes con tu tesis;
  • dar un argumento de tipo histórico-teológico;
  • consultar a un experto en griego bíblico.
Consideremos la coherencia interna de tu tesis. Es importante notar que dentro del mismo prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18) se nombra a Dios sin artículo otras cuatro veces (1):
  • 1,6: "Hubo un hombre, enviado de Dios, de nombre Juan": "ápestalménos parà Theoû".
  • 1,12: "A los que lo recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios": "tékna Theoû genésthai".
  • 1,13: "Sino de Dios, son nacidos": "ek Theoû égennéthesan".
  • 1,18: "A Dios nadie lo vio nunca": "Theòn oúdeìs èóraken pópote".
Ahora bien, las ediciones del Nuevo Testamento de los Testigos de Jehová emplean en estas cuatro ocasiones la palabra "Dios", lo cual es correcto pero incompatible con tu tesis. Es pues evidente que el principio de traducción en que te basas es una invención ad hoc para acomodar el texto de Juan 1,1 a la doctrina de los Testigos de Jehová.
Consideremos ahora un segundo argumento. El prólogo del Evangelio de Juan termina en Juan 1,18: "A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado." Sin embargo en la tradición de los manuscritos antiguos existe una variante: En algunos manuscritos se lee "un Dios Hijo único" en lugar de "el Hijo único". Pues he aquí que el texto griego que indiqué concuerda con esa versión minoritaria: Allí se lee, en el versículo 18, "monogenès Theòs". Ahora bien, ¿cuál de estas dos explicaciones de esta variante parece más plausible?:
  • En el seno de la primitiva comunidad cristiana, compuesta por prototestigos de Jehová, había unos pocos católicos que ya desde entonces se dedicaban a adulterar los textos bíblicos para hacerlos compatibles con su herejía trinitaria.
  • Los dos textos expresan con distintas palabras una de las creencias básicas de la comunidad cristiana primitiva.
Consideremos finalmente la opinión de un Doctor en Sagrada Escritura. En estos apuntes que te dejo para que los estudies detenidamente queda demostrada la falsedad de la traducción de Juan 1,1 que tú utilizas (2).
En conclusión: Si bien es cierto que por lo común la palabra "Theòs" en el Nuevo Testamento designa al Padre, es también claro que Juan 1,1 es una de las excepciones. Evidentemente Juan 1,1 no puede significar que el Hijo es el Padre, sino que el Hijo es Dios como el Padre (un mismo Dios, no un segundo Dios).
Felipe: Aunque tu traducción fuera correcta, no demostraría la divinidad del Hijo. En Salmo 82,6 el mismo Yahveh llama "dioses" a los hombres que son "hijos del Altísimo". Aunque a estos hombres se les llame dioses, ninguno de ellos es Yahveh. Lo mismo vale para Jesús.
Pablo: No es serio comparar ese texto, en el cual el salmista equipara a los príncipes y jueces de Israel con los miembros de la corte celestial, con un texto como Juan 1,1, que identifica de la manera más formal posible a la Palabra (el Hijo) con Dios.
Pasando ahora al tema del Espíritu Santo, te diré que:
  • Su divinidad se manifiesta por ejemplo en 1 Corintios 2,10: "el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios" (esto es algo que sólo Dios puede hacer).
  • Su personalidad se manifiesta por ejemplo en Hechos 15,28: "Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables" (los entes impersonales no pueden tomar decisiones).
  • Él es el "otro Paráclito" enviado por el Padre (cf. Juan 14,16). Si el primer Paráclito (el Hijo) es una persona divina, como hemos demostrado, el segundo también lo es.
En conclusión: Dios se manifiesta en la historia de salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo (tres personas divinas y un solo Dios vivo y verdadero). Esto implica necesariamente que Dios es en Sí mismo Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque de lo contrario no habría verdadera autorrevelación y autocomunicación de Dios al hombre. Inversamente, si Dios, que es eternamente Padre, Hijo y Espíritu Santo, decide libremente manifestarse en la historia, necesariamente debe manifestarse como lo que Él es en Sí mismo: El Dios unitrino.
El dogma de la Santísima Trinidad pertenece a la revelación de Dios en Cristo. Si alguien no cree en la Trinidad (ni en la Encarnación) no es cristiano (objetivamente).

Notas:
(1) Por razones prácticas cito aquí el texto griego en caracteres latinos. Los lectores pueden cotejar estas citas con el verdadero texto griego (en caracteres griegos) haciendo click sobre el link indicado más arriba.
(2) Reproduzco aquí una nota del Pbro. Dr. Miguel A. Barriola, de fecha 27/02/2003:
Estimado amigo:
Se ve que los "Testigos", fuera de toda tradición, lo único que persiguen es mantener, cueste lo que cueste, sus propios modos de interpretar. Porque, en anteriores presentaciones de "su" Biblia traducían "La Palabra era «un» Dios" , con tal de escapar a la versión más obvia: "era Dios".
Querían fundamentarla científicamente, basados en el (supuesto) uso de la lengua griega. Decían que, faltando el artículo para el sustantivo "Theós" (cosa que no acontecía en la primera vez: "prós ton Theón" (el Verbo se dirigía hacia el Dios), interpretan esa omisión como una variación en el segundo empleo del término (Theós).
Ahora, en esta nueva traducción llegan a adjetivizar un claro sustantivo en el texto original (la Palabra era divina).
Pero el hecho es que el Lógos no es llamado "théios" ( = divino), con un adjetivo, ni "Théos tis" (=un dios), en sentido helenístico, sino: Dios, simplemente, un sustantivo.
Se ha de aclarar que el predicado, por lo general, no va acompañado de artículo. Si se dice: "Simón es pescador", se quiere expresar que el sujeto pertenece a la categoría de los que ejercen ese oficio. Él no lo agota ni acapara. En cambio, si se desea dar énfasis, expresando, por ejemplo: "Juan es ho Theólogos" (= "el" teólogo), el atributo articulado indica algo especial, descollante en el género. Se trata de un "teólogo por excelencia". Así la pregunta de Pilato: "¿tú eres rey? (Jn 18,37) está indagando sobre la condición que Jesús diría compartir con otros monarcas. En cambio, en Jn 19,19: "Jesús ho nazaráios, ho basiléus ton ioudáion" (= el nazareno, el rey de los judíos), los artículos que preceden a los atributos están señalando que se trata de un personaje bien determinado y único.
En el mismo Prólogo tenemos un atributo con artículo, pero que, justamente destaca la singularidad total, fuera de serie, inigualable del sujeto al que se le endosa: (1, 9): Én fós alethinón (= era la luz, la verdadera"); no cualquier tipo de luz, sino la única auténtica. (Por otra parte, en igual sentido, sólo que con una negación, el v. 8° había descartado que el Bautista fuera "la" luz).
En 1, 1, la omisión del artículo ante el sustantivo "Theós", por consiguiente, quiere decir que la Palabra pertenece a la categoría de Dios, es Dios. Lo cual, evidentemente no hay que entenderlo al modo de "género - individuo", porque otros lugares bíblicos aportan las precisiones sobre el único Dios, con el cual, sin embargo, se identifican tres personas distintas, que ni lo dividen ni lo multiplican en un politeísmo.
Por lo demás (como señala H. Hébert, Los testigos de Jehová - Su historia y su doctrina, Madrid 1977, p.- 173), el mismo contexto se opone a comprender "Theós" sin artículo bajo una luz diferente, pues, según un procedimiento muy semítico, la segunda y tercera proposiciones del versículo comienzan por la palabra última de la frase precedente:
"En el principio era el Lógos
y el Lógos estaba dirigido a Dios
y Dios (atributo) era el Lógos".



 
La Santísima Trinidad[1]
EL PADRE
I "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"
232 Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: "Fides omnium christianorum in Trinitate consistit" ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad") (S. Cesáreo de Arlés, symb.).
233 Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en "los nombres" de estos (cf. Profesión de fe del Papa Vigilio en 552: DS 415), pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.
234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos" (DCG 47).
235 En este párrafo, se expondrá brevemente de qué manera es revelado el misterio de la Bienaventurada Trinidad (I), cómo la Iglesia ha formulado la doctrina de la fe sobre este misterio (II), y finalmente cómo, por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre realiza su "designio amoroso" de creación, de redención, y de santificación (III).
236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la "Theologia" y la "Oikonomia", designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la "Oikonomia" nos es revelada la "Theologia"; pero inversamente, es la "Theologia", quien esclarece toda la "Oikonomia". Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas, La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.
237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los "misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

II La revelación de Dios como Trinidad

El Padre revelado por el Hijo
238 La invocación de Dios como "Padre" es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como "padre de los dioses y de los hombres". En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Cf. Dt 32,6; Ml 2,10). Pues aún más, es Padre en razón de la alianza y del don de la Ley a Israel, su "primogénito" (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf. 2 S 7,14). Es muy especialmente "el Padre de los pobres", del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf. Sal 68,6).
239 Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios.
240 Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, el cual eternamente es Hijo sólo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27).
241 Por eso los apóstoles confiesan a Jesús como "el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios" (Jn 1,1), como "la imagen del Dios invisible" (Col 1,15), como "el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia" Hb 1,3).
242 Después de ellos, siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer concilio ecuménico de Nicea que el Hijo es "consubstancial" al Padre, es decir, un solo Dios con él. El segundo concilio ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó "al Hijo Unico de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre" (DS 150).
El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu
243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Credo de Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípul os y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.
244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.
245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio ecuménico en el año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y el origen de toda la divinidad" (Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: "El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza: Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).
246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu "procede del Padre y del Hijo (filioque)". El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: "El Espíritu Santo tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración...Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente" (DS 1300-1301).
247 La afirmación del filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa S. León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 (cf. DS 284) antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el concilio de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción del Filioque en el Símbolo de Nicea-Constantinopla por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.
248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como "salido del Padre" (Jn 15,26), esa tradición afirma que este procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice "de manera legítima y razonable" (Cc. de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en tanto que "principio sin principio" (DS 1331), pero también que, en cuanto Padre del Hijo Unico, sea con él "el único principio de que procede el Espíritu Santo" (Cc. de Lyon II, 1274: DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.

III La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe

La formación del dogma trinitario
249 La verdad revelada de la Santa Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Cor 12,4-6; Ef 4,4-6).
250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.
251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana" (Pablo VI, SPF 2).
252 La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza") para designar el ser divino en su unidad; el término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

El dogma de la Santísima Trinidad

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).
256 A los catecúmenos de Constantinopla, S. Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:
Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje...Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero...Dios los Tres considerados en conjunto...No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo...(0r. 40,41: PG 36,417).

IV Las obras divinas y las misiones trinitarias

257 "O lux beata Trinitas et principalis Unitas!" ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas) Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rom 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rom 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).
258 Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación (cf. Cc. de Constantinopla, año 553: DS 421). "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): "uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Cc. de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.
259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom 8,14).
260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).
Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad)

Resumen

261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios.
263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".
264 "El Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el don eterno de este al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión" (S. Agustín, Trin. 15,26,47).
265 Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, SPF 9).
266 "La fe católica es esta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad" (Symbolum "Quicumque").
267 Las personas divinas, inseparables en lo su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo


[1] Tomado del Catecismo de la Iglesia catolica
 

La Santísima Trinidad


Jesús nos muestra que existe una clara distinción entre El mismo y el Padre. Efectivamente se refiere a sí mismo y al Padre en la primera persona del plural: "nosotros". También se refiere al Espíritu Santo de la misma manera, el Ayudante prometido por él para que nos guíe y asista. La Enciclopedia Católica define así el dogma de la Trinidad:
"La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra. De este modo, en palabras del Credo Atanasiano: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios y sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo." En esta Trinidad de Personas, el Hijo proviene del Padre por una generación eterna y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo y a pesar de esta diferencia, en cuanto al origen, las Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación en relación a la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo a entregarla al mundo: y la cual, la Iglesia, propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático."
A través de la historia han surgido varias impugnaciones a este dogma. Expondremos aquí algunos textos bíblicos que muestran a las claras la unicidad de la naturaleza divina en tres personas distintas.
Juan 14, 23 — Jesús le respondió: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.
Jesús hace la distinción entre Padre e Hijo. Para aquellos que creen que Dios es una misma persona que se manifiesta de diferentes formas, esta frase de Jesús es un obstáculo insalvable. En la enseñanza de Cristo se hace obvio que el Hijo y el Padre son personas distintas. Nadie se refiere a sí mismo en su papel de empleado, padre, ciudadano, etc. como "nosotros".
Juan 17, 3 — Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.
La oración de Jesús nos enseña que Cristo y el Padre tienen una vida glorificada como personas distintas, en la eternidad que precede a la creación del mundo.
Juan 14, 25-26 — Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
En este pasaje Cristo se refiere claramente a la Trinidad—Padre, Hijo y Espíritu Santo—haciendo distinción de tres personas diferentes. El Padre envía a Cristo, el Hijo viene en Cristo y el Espíritu Santo enseña e inspira. La divina sabiduría ha condensado en este pasaje las características esenciales de la Trinidad.
Juan 6, 44 — Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae y yo le resucitaré el último día.
¿Quién sino Dios puede levantar a los muertos? Aun en el Antiguo Testamento, los profetas que levantaron a los muertos siempre pidieron la ayuda de Dios. Sin embargo Cristo expresa aquí que es él mismo quien levantará a los muertos en el último día.
Romanos 8, 14 — En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
El Espíritu Santo impulsa a los hijos de Dios
Hechos 2, 3-4 — Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
El Espíritu Santo está activo inteligentemente en la inspiración y renovación de la Iglesia y no es simplemente una fuerza o actitud especial, es una persona. Eso se demuestra en el momento en que se establece la Iglesia en el Pentecostés. Es evidente que los temerosos apóstoles nunca se hubieran atrevido a declarar la fe tan abiertamente en Jerusalén a pocas semanas de la muerte de Cristo. El Espíritu Santo comenzó a guiarlos supliendo la valentía que les faltó en el Calvario tan solo unas pocas semanas antes.
Mateo 3, 16-17 — Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia El. Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección."
Otra clara referencia a la Trinidad. Se describe a cada una de las personas en forma concisa. El Padre aprueba al Hijo y el Espíritu desciende sobre el Hijo tal como luego descenderá sobre la Iglesia.
Hechos 8, 14-17 — Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
La existencia de un solo Dios en tres personas no se declara en ninguna religión anterior al cristianismo. Si bien pueden encontrarse tríadas de dioses en las antiguas religiones de Oriente (Horus, Isis, Osiris en Egipto, por ejemplo) la idea de un solo Dios en tres Personas Divinas es original del cristianismo. Eso no es sorprendente pues el propósito de la venida de Cristo es principalmente revelar al Padre en la persona del Hijo y enviar a la Iglesia el Espíritu Santo para que la guíe y santifique. En Mateo 28, 18 Cristo comisiona a la Iglesia a declarar el Evangelio con estas palabras: Acercándose, Jesús les dijo:
"Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Id, entonces y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado. Y yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo."
Es obvio que estas tres Personas que hemos visto claramente definidas en diversos pasajes de la Escritura, tienen un solo nombre que las identifica, de otra manera Cristo debiera haber usado el plural "en los nombres" y no el singular "en el nombre". El nombre que Cristo vino a revelar a la Iglesia es ese; Padre, Hijo y Espíritu Santo tal como Jesús mismo lo afirma en la oración de Juan 17, 28:
"Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos."
 
DIOS TRINO Y UNO (Dogmas)
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1.-Dios, nuestro Creador y Señor, puede ser conocido con certeza a la luz de la razón natural por medio de las cosas creadas.
El Concilio del Vaticano definió: “Si quis dixerit, Deum unum et verum, creatorem et Dominum nostrum, per ea quae facta sunt naturali rationis humanae lumine certo cognosci non posse, a.s.” Dz 1806; cf. 1391, 1785
2.-La existencia de Dios no sólo es objeto del conocimiento de la razón natural, sino también objeto de la fe sobrenatural.
El símbolo de fe católico (Credo), comienza diciendo “Credo in unum Deum”. El Concilio del Vaticano enseña: “Sancta católica apostólica romana Ecclesia credit et confitetur, unum esse Deum”; Dz 1782. El mismo Concilio condena como herejía la negación de la existencia de Dios; Dz 1801.
3.-La esencia de Dios es incomprensible para los hombres.
El Concilio IV de Letrán (1215), y el Concilio del Vaticano llaman a Dios “incomprensible” (incomprehensibilis); El Concilio de Letrán le llama “inefable” (ineffabilis); Dz 428, 1782.
4.- Los bienaventurados en el Paraíso gozan de un conocimiento inmediato e intuitivo de la esencia divina.
S.S. Benedicto XII proclamó en la constitución dogmática Benedictus Deus (1336): “Vident (sc, animae sanctorum) ,divinam essentiam visione intuitiva et etiam faciali, nulla mediante creatura in ratione objecti visi se habente, sed divina essentia inmediate se nude, clare et aperte eis ostendente”. (Las almas de los bienaventurados ven la esencia divina en visión intuitiva y cara a cara, sin que se interponga criatura alguna como medio de la visión, sino mostrándoseles la divina esencia con toda inmediatez, diafanidad y claridad); Dz 530. El Concilio unionista de Florencia (1438/45), precisó así cuál era el objeto del conocimiento de Dios que poseen los bienaventurados: “intueri (sc. animas sanctorum) clare ipsum Deum trinum et unum, sicuti est” (las almas de los bienaventurados intuyen claramente al Dios trino y uno tal como es); Dz 693.
5.-La visión inmediata de Dios supera la natural capacidad cognoscitiva del alma y es, por tanto, sobrenatural.
El Concilio de Vienne (1311/12), condenó los errores de los begardos y beguinos: “Quod anima non indiget lumine gloriae ipsam elevante ad Deum videndum et eo beate fruendum”; Dz 475.
6.-El alma necesita la luz de la gloria para ver inmediatamente a Dios.
Dz 475.
7.-La esencia de Dios es también incomprensible para los bienaventurados del cielo.
Dz 428, 1782.
8.-Los atributos divinos se identifican realmente tanto con la esencia divina como entre sí.
El sínodo de Reims (1148) desaprobó la doctrina de Gilberto de Poitiers, “Credimus et confitemur simplicem naturam divinitatis esse Deum, nec aliquo sensu católico posse negari, quin divinitas sit Deus et Deus divinitas…credimus, nonnisi ea sapientia, quae est ipse Deus, sapientem esse, nonnisi ea magnitudine, quae est ipse Deus, mágnum esse”; Dz 389. El Concilio unionista de Florencia declaraba en el Decretum pro Iacobitis (1441): “En Dios todo es uno, siempre que no obste una oposición relativa”; Dz 703.
9.-Dios es absolutamente perfecto.
El Concilio del Vaticano enseña que Dios es infinito en cada perfección (“omni perfectione infinitus”); Dz 1782.
10.-Dios es actualmente infinito en cada perfección.
El Concilio del Vaticano dice de Dios que “es infinito en entendimiento y voluntad y toda perfección” (intellectu ac voluntate omnique perfectione infinitus); Dz 1782.
11.-Dios es absolutamente simple.
El Concilio IV de Letrán y el Concilio del Vaticano enseñan que Dios es sustancia o naturaleza absolutamente simple (“substantia seu natura simples omnino”); Dz 428, 1782.
12.- No hay más que un solo Dios.
El símbolo niceno-constantinopolitano profesa “Credo in unum Deum”; Dz 54, 86. El Concilio IV de Letrán declara “Unus solus est verus Deus”; Dz 428; cf 1782. Se oponen a este dogma básico el politeísmo de los paganos y mormones, y el dualismo gnóstico-maniqueo.
13.-El único Dios es verdadero Dios en sentido ontológico.
El Concilio IV de Letrán y el Concilio del Vaticano llaman a Dios “Deus verus” (Dios verdadero), pues Él sólo responde perfectamente a la idea de Dios.
14.-Dios posee una inteligencia infinita.
El Concilio del Vaticano muestra a Dios dotado de un entendimiento infinito (intellectu infinitus); Dz 1782. De ahí que Dios no pueda de modo alguno incurrir en error (“qui nec falli… potest”); Dz 1789.
15.-Dios es absolutamente veraz.
El Concilio del Vaticano dice que Dios no puede engañar (“qui nec falli… potest”); Dz 1789, cf. Dz 1782: “omni perfectione infinitus”.
16.- Dios es absolutamente fiel.
Cf. Dz 1789, 1782.
17.- Dios es la bondad ontológica absoluta, en sí y en relación con los demás.
El Concilio del Vaticano dice de Dios que “es infinito en entendimiento y voluntad y toda perfección” (intellectu ac voluntate omnique perfectione infinitus); Dz 1782, y que en la creación difundió sus bienes entre las criaturas (“per bona, quae creaturis impertitur”, Dz 1783)
18.- Dios es la absoluta bondad moral o santidad.
Dz 1782.La liturgia ensalza la santidad de Dios en el Sanctus de la Misa.
19.- Dios es absolutamente benigno.
Dz 1782.
20.-Dios es absolutamente inmutable.
El Concilio IV de Letrán y el Concilio del Vaticano enseñan que Dios es inmutable (inconmmutabilis); Dz 428, 1782.
21.- Dios es eterno.
El símbolo Quicumque profesa: “Aeternus Pater, aeternus Filius, aeternus Spiritus Sanctus et tamen non tres aeterni, sed unus aeternus”; Dz 39.
El Concilio IV de Letrán y el Concilio del Vaticano asignan a Dios el predicado de “eterno”; Dz 428, 1782.
22.-Dios es inmenso.
El símbolo Quicumque enseña: “Immensus Pater, immensus Filius, immensus Spiritus Sanctus, sed tamen non tres immensi, sed unus immensus”; Dz 39. El Concilio IV de Letrán y el Concilio del Vaticano aplican a Dios el atributo de “inmenso”; Dz 428, 1782.
23.- Dios se encuentra presente en todo espacio creado (Dios es Omnipresente)
Contenido en el Dogma de la Inmensidad Divina como la parte en el todo.
24.-El conocimiento de Dios es infinito.
El Concilio del Vaticano dice que Dios es infinito en su inteligencia (“intellectu infinitus”); Dz 1782.
25.-Dios conoce todas las cosas puramente posibles.
Dz 1782.
26.-Dios conoce todo lo real que ha existido en el pasado, existe en el presente y existirá en el futuro.
Dz 1782.
27.-La voluntad de Dios es infinita.
El Concilio del Vaticano enseña que Dios posee una voluntad infinita (voluntate infinitus); Dz 1782.
28.-Dios quiere y se ama a sí mismo necesariamente, y a las cosas distintas de sí libremente.
El Concilio del Vaticano declaró: “Si quis dixerit Deum non voluntate ab omni necesítate libera, sed tam necesario creasse, quam necesario amat seisum, a.s.”; Dz 1805.
29.- Dios es Omnipotente.
El símbolo apostólico confiesa: “Credo in Deum Patrem omnipotentem”, cf. Dz 428, 1782.
30.-Dios es Señor de cielos y tierra.
Dz 1782.
31.- Dios es infinitamente justo.
Dz 1782.
32.- Dios es infinitamente misericordioso.
Dz 1782.


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DIOS TRINO EN PERSONAS (Dogmas)
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1.-En Dios hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y cada una de ellas posee la esencia divina que es numéricamente la misma..
La más antigua fórmula magisterial de fe en la Trinidad es el símbolo apostólico, que es su forma romana sirvió desde el siglo II para la enseñanza de los catecúmenos, y como profesión de fe en la administración del Bautismo, este símbolo está construido sobre la fórmula bautismal de Mateo 28, 29; Dz 1-12.
El símbolo niceno puso de manifiesto la divinidad del Hijo y su consustancialidad con el Padre; Dz 54.
El símbolo Quicumque, tiene una forma estructurada de la doctrina trinitaria de la Iglesia, en contra del sabelianismo y el triteísmo.
La formulación más perfecta de la doctrina trinitaria en la época patrística la constituye el símbolo del Concilio XI de Toledo (675), compuesto de textos de Padres de la Iglesia; Dz 275-281.
El Concilio IV de Letrán condenó el error triteísta de Joaquín de Fiore (Dz 428), y el Concilio de Florencia, que en el Decretum pro Iacobitis, presentó un compendio sobre la Trinidad. En su bula Auctorem fidei, el Papa Pío VI declara como acertada expresión referente a la Trinidad: “Deus unus in tribus personis discinctis”; Dz 1596.
Génesis 1:26, Éxodo 3:2-14, Lucas 1:35, Mateo 3:16, Juan 1:32, etc.
San Clemente Romano a los Corintios (46, 6); San Ignacio de Antioquia (Magn 13, 1; Eph 9, 1); San Justino (Apol. 1, 13); Atenágoras (Suppl.10); Tertuliano (Adv. Prax.).
2.-En Dios hay dos procesiones divinas inmanentes.
Los símbolos de Fe nos hablan de dos procesiones inmanentes en Dios: la generación del Hijo y la procesión del Espíritu Santo; cf Dz 86.
Juan 8:42, , Juan 15:26.
3.-El sujeto de las procesiones divinas inmanentes (en sentido activo y pasivo), son las personas divinas, no la naturaleza divina.
El Concilio IV de Letrán defendió la doctrina de Pedro Lombardo contra los ataques del abad Joaquín de Fiore, declarando “Illa res (sc. substantia divina), non est generans neque genita nec procedens, sed est Pater, qui generat, et Filius, qui gignitur, et Spiritus Sanctus, qui procedit”; Dz 432.
La Sagrada Escritura aplica sólo a las personas los verbos engendrar y proceder.
4.- La segunda persona divina procede la primera por generación y guarda con ella la relación de Hijo a Padre.
El símbolo Quicumque confiesa: “Filius a Patre solo est, non factus, nec creatus, sed genitus”, Dz 39; cf el símbolo niceno (Dz 54).
Juan 5:18, Romanos 8:32, Juan 4:9, Mateo 3:17, Romanos 8:29, Salmo 2:7, Hebreos 1:5.
5.-El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, como de un solo principio y por medio de una única espiración.
El segundo Concilio Universal de Lyon (1274), declaró contra el sínodo constantinopolitano ortodoxo: “Fideli ac devota professione fatemur, quod Spiritus Sanctus aeternaliter ex Patre et Filio, non tanquam ex duobus principiis, sed tanquam ex uno principio, non duabus spirationibus, sed unica spiratione procedit”; Dz 460, fc. El símbolo del Concilio Toledano del año 447 (Dz 19), el símbolo Quicumque (Dz 39), el símbolo del Concilio XI de Toledo en el año 675 (Dz 277), el Caput firmiter del Concilio IV de Letrán (Dz 428) y el Decretum pro Graecis e igualmente el Decretum pro Iacobitis del concilio unionista de Florencia (Dz 691, 703). La primera vez que el aditamento “et Filio” aparece introducido en el símbolo niceno-constantinopolitano es en el Concilio III de Toledo del año 589
Mateo 10:20, Gálatas 4:6, Hechos 16:7, Romanos 8:9, Filipenses 1:19, Juan 15:26.
Tertuliano (Adv.Prax.4), San Hilario (De Trin.XII, 56), San Ambrosio (De Spiritu Sancto 1, 120), San Agustín (In Ioan .tr.99,6; De Trin.XV,27,48).
6.-El Espíritu Santo no procede por generación.
El símbolo Quicumque confiesa, refiriéndose al Espíritu Santo: “nec genitus, sed procedens”; Dz 39; cf Dz 277, 303.
La Escritura y la Tradición sólo hablan de un Hijo Unigénito, y la Tradición ya negó explícitamente que el Espíritu Santo proceda por generación: San Atanasio (Ep. Ad Serap 1, 16), San Agustín, C. Maxim II 14, 1.
7.-Las relaciones en Dios se identifican realmente con la esencia divina.
El símbolo de Reims (1148), declaró contra Gilberto de Poitiers, que en Dios no hay realidades, bien sean relaciones o propiedades o singularidades o unidades o lo que fuere, que existan desde la eternidad y no sean idénticas con Dios (“quae non sint Deus”); Dz 391. La proposición positiva es: “Quidquid in Deo est, Deus est”. El Concilio unionista de Florencia declaró “In Deo omnia sunt unum, ubi non obviat relationes oppositio”; Dz 703.
8.-En Dios todo es uno, mientras no exista oposición relativa.
El llamado principio fundamental trinitario, formulado primero por San Anselmo de Cantorbery (De processione Spiritus S.2) y confirmado después solemnemente por el Concilio de Florencia en el Decretum pro Iacobitis (1441): “In Deo omnia sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio” (Dz 703).
9.-Las tres divinas personas in-existen entre sí o están la una en las otras (pericóresis trinitaria).
El Concilio de Florencia, en el Decretum pro Iacobitis enseñaba con San Fulgencio (De fide ad Petrum 1, 4): “Propter hanc unitatem Pater est totus in Filio, totus in Spiritu Sancto; Filius totus est in Patre, totus in Spiritu Sancto; Spiritus Sanctus totus est in Patre, totus in Filio”; Dz 704.
Juan 10:30; 10:38, Juan 14:9ss, 1Corintios 2, 10ss.
San Juan Damasceno (De fide orth. 1 8;I 14;III 5).
10.-Todas las operaciones de Dios ad extra son comunes a las tres divinas personas.
El Concilio IV de Letrán (1215), enseña en el capítulo Firmiter que las tres divinas personas constituyen un único principio de todas las cosas (“unum universorum principium”; Dz 428). El Concilio de Florencia declara en el Decretum pro Iacobitis (1441): “Pater et Filius et Spiritus Sanctus non tria principia creaturae, sed unum principium”, Dz 704, cf. Dz 254, 281, 284.
Juan 5:19, Juan 14:10
San Agustín (De Trin. 1 4, 7; Sermo 213, 6, 6).







  
OFICIO VOTIVO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
 
 
 
 Invitatorio
Ant. Venid, adoremos al Dios verdadero, uno en la Trinidad y trino en la Unidad.
O bien:
Ant. Venid, adoremos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El salmo invitatorio como en el Ordinario. 
Oficio de lectura
HIMNO I
Todo aquello que reúne
del Edén el huerto ameno,
todo confiesa como único
Señor, al Padre Supremo
y al Espíritu Paráclito
con el engendrado Verbo.
 
Trinidad Santa, qué modo
das de un vivir tan supremo,
que, sin que nadie lo note
tu presencia sacia el pecho
de los santos que te ofrecen
perenne gozo acento.
 
Te cantan que Tú creaste
las cosas del universo,
y que todo lo creado
riges con fulgor eterno,
y que el fuego del amor
enciende todos los pechos.
 
En el espíritu unidos
a la multitud del cielo
asociamos nuestros himnos
al santo coro de aquéllos
por los cuales esperamos
recibir el gozo eterno. Amén.
II
Digna de ser venerada
por todo fiel corazón,
oh Trinidad adorada,
hoy has de ser alabada
en nuestra humilde canción.
 
Los habitantes del cielo
te alaban, Trinidad Santa,
y unidos al mismo anhelo
los habitantes del suelo
te aclamen con su garganta.
 
En tres personas divinas
eres un Dios verdadero.
Tú todo el orbe dominas
y todo lo determinas
con orden fiel y certero.
 
Es uno y trino en verdad,
trino y uno simplemente
unidad en trinidad,
trinidad en unidad
en el pecho y en la mente.
 
Gloria, alabanza y honor
resuenen eternamente
al Padre que es creador,
al Hijo que es redentor
y al Espíritu igualmente. Amén.
 
 
III
Trinidad sacrosanta,
que riges lo que creas,
que das día al trabajo
y das la noche que repone fuerzas.
 
Te cantamos al alba,
y cuando el sol se acuesta;
por la noche y el día
mantennos en tu gracia y gloria eterna.
 
He aquí que tus siervos
están en tu presencia;
al himno de tus santos
nuestros dones y súplicas agrega.
 
Danos, Padre piadoso,
tu amor y tu clemencia,
con tu Hijo y tu Espíritu,
tú que con ambos por los siglos reinas. Amén.
 
 
IV
¡Oh Trinidad loable,
unidad admirable y admirada,
poder que permanece
en única sustancia ilimitada!
 
Eres amor, pureza,
Tú eres la paz y la inmortalidad;
poderoso el eterno
resplandor de la Santa Trinidad.
 
Amor, que eres corona
de aquel que con piedad en ti confía;
quita el pecado al alma
del pobre que en ti busca la alegría.
 
Te pedimos, oh Padre,
a ti, Cristo, y a ti, Espíritu Santo,
que apliquéis el oído
a los ruegos que encierra nuestro canto. Amén.
 
Las antífonas, salmos, verso y primera lectura con su responsorio, se toman de la feria correspondiente.
 
SEGUNDA LECTURA
 
De las Cartas de San Atanasio, obispo
(Carta 1 a Serapión, 28-30. PG 26, 594-595-599)
 
Luz, resplandor y gracia en la Trinidad y por la Trinidad
 
Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia , de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya merece el nombre de tal. Existe, pues, una Trinidad, santa y perfecta, de la cual se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que no tiene mezclado ningún elemento extraño o externo, que no se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora, es consistente por naturaleza y su actividad es única. El Padre hace todas las cosas a través del que es su Palabra, en el Espíritu Santo. De esta manera queda a salvo la unidad de la Santa Trinidad. Así, en la Iglesia se predica un solo Dios, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente; lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en el Espíritu Santo.
San Pablo, hablando a los corintos acerca de los dones del Espíritu, lo reduce todo al único Dios Padre, como al origen de todo, con estas palabras: Hay diversidad de dones, pero un mismo Señor; hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
El Padre es quien da, por mediación de aquel que es su Palabra, lo que el Espíritu Santo distribuye a cada uno. Porque todo lo que es del Padre es también del Hijo; por esto, todo lo que da el Hijo en el Espíritu es realmente don del Padre. De manera semejante, cuando el Espíritu está en nosotros, lo está también la Palabra , de quien recibimos el Espíritu, y en la Padra está también el Padre, realizándose así aquellas palabras: El Padre y yo vendremos a fijar en él nuestra morada. Porque donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde está el resplandor, allí está también su eficiencia y su gracia esplendorosa.
Es lo que nos enseña el mismo Pablo en su segunda carta a los Corintos, cuando dice: La gracia de Jesucristo el Señor, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo esté con todos vosotros. Porque toda gracia o don que se nos da en la Trinidad se nos da por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Pues así como la gracia se nos da por el Padre, a través del Hijo, así también no podemos recibir ningún don si no es en el Espíritu Santo, ya que, hechos partícipes del mismo, poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la participación de este Espíritu.
 
RESPONSORIO
 
R. Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo. Ensalcémoslo con himnos por los siglos.
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo; digno de gloria y alabanza por los siglos. Ensalcémoslo.
 
O bien:
 
De los Libros de San Fulgencio de Ruspe, obispo, a Mónimo
(Lib. 2, 11-12: CCL 91, 46-48)
 
La Trinidad , sacramento de unidad y de caridad
 
La edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se realiza mediante la caridad (ya que, como dice San Pedro, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo), esta edificación espiritual, digo, nunca es pedida con más oportunidad que cuando el mismo cuerpo de Cristo, que es la Iglesia , ofrece el cuerpo y la sangre de Cristo en el sacramento del pan y del cáliz, pues el cáliz bendito que consagramos es la comunión de la sangre de Cristo, y el pan que partimos es la comunión del cuerpo del Señor. Y, puesto que es un solo pan, somos todos un solo cuerpo; ya que todos participamos de ese único pan.
Y por esto pedimos que la misma gracia que ha hecho que la Iglesia fuera el Cuerpo de Cristo haga también que todos los miembros, vinculados por la caridad, perseveren en la unidad del cuerpo; porque la santa unidad, igualdad y caridad que posee por naturaleza propia la Trinidad , que es un solo Dios verdadero, santifica a los hijos de adopción con el don de la unanimidad.
Por esto afirma la Escritura : El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que es nos ha dado.
El Espíritu Santo, en efecto, que es el Espíritu único del Padre y del Hijo, realiza en aquellos a los que ha otorgado la gracia de la adopción divina lo mismo que realizó, según el libro de los Hechos de los apóstoles, en aquellos que habían recibido este mismo Espíritu. Acerca de los cuales encontramos escrito: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y una sola alma; la causa de esta unanimidad de los creyentes era, en efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, que es con ellos un solo Dios. De ahí que el Apóstol enseña que ha de ser conservada con toda solicitud esta unidad espiritual con el vínculo de la paz, como dice en su carta a los Efesios: Así, pues, yo, el prisionero de Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellavaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu. Dios, al conservar en la Iglesia la caridad que ha sido derramada en ella por el Espíritu Santo, convierte a esta misma Iglesia en un sacrificio agradable a sus ojos y la hace capaz de recibir siempre la gracia de esa caridad espiritual, para que, pueda ofrecerse continuamente a Él como ofrenda viva, santa y agradable.
 
RESPONSORIO                                                                   Jn 17, 20. 21.22. 18
 
R. Por ellos ruego, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti; les di a ellos gloria que me diste, Para que sean uno, como nosotros somos uno.
V. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Para que sean uno.
 
O bien:
 
De la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano segundo.
(NN 5-6)
 
Sobre la economía de la salvación
 
Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas, cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual, Mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino.
Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la antigua alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. Por este misterio, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera.
Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él; reciben el espíritu de adopción de hijos por el que clamamos: Abbá, Padre, y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor, proclaman su muerte hasta que vuelva. Por eso el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, los que recibieron la palabra de Pedro fueron bautizados. Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración…, alababan a Dios, gozando de la estima general del pueblo. Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el mismo pascual: leyendo cuanto a él se refiere en toda la Escritura , celebrando la Eucaristía , en la cual se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su muerte, y dando gracias al mismo tiempo a Dios por el don inefable en Cristo Jesús, para alabar su gloria, por la fuerza del Espíritu Santo.
 
RESPONSORIO                                                                   1 Jn 4, 9; Jn 3, 16
 
R. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, Para que vivamos por medio de Él.
V. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Para que vivamos.
 
O bien:
 
De la Constitución dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia , del Concilio Vaticano segundo
(NN. 2-4)
 
Dios nos renueva y santifica en el Hijo por el Espíritu Santo
 
El Padre Eterno creó el mundo universo por un libérrimo y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad; decretó elevar a los hombres a la participación de su vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles siempre su ayuda, en atención a Cristo Redentor, “que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura”. A todos los elegidos desde toda la eternidad el Padre “los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que este sea el primogénito entre muchos hermanos”. Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia , que fue ya prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo Testamento, constituida en los últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos descendientes de Adán, “desde Abel el justo hasta el último elegido”, se congregarán delante del Padre en una Iglesia universal.
Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió en Él antes de la creación del mundo, y nos predestinó a la adopción de hijos, porque se complació en restaurar en Él todas las cosas. Cristo, pues, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y efectuó la redención con su obediencia. La Iglesia , o reino de Cristo, presente ya en el misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios. Comienzo y expansión manifestada de nuevo tanto por la sangre y el agua que manan del costado abierto de Cristo crucificado, cuanto por las palabras de Cristo alusivas a su muerte en la cruz; “Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí”. Cuantas veces se renueva sobre el altar el sacrificio de la cruz, en que nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada, se efectúa la obra de nuestra redención. Al propio tiempo en el sacramento del pan eucarístico se representa y se reproduce la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo. Todos los hombres son llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos.
Consumada, pues, la obra, que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que indeficientemente santificara a la Iglesia , y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de la vida, o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna, por quien vivifica el Padre a todos los muertos por el pecado hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales. El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos sus frutos a la Iglesia , a la que guía hacia toda verdad, y unifica en comunión y misterio. Hace rejuvenecer a la Iglesia , la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: “¡Ven!”.
Así se manifiesta toda la Iglesia como “una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
 
RESPONSORIO                                                                   Ga 4, 6; 3, 26; 1 Gn 3, 1
 
R. Como sois hijos Dios envió a vuestros corazones el espíritu de su Hijo, que clama: Abbá (Padre).
V. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Dios envió.
 
O bien:
 
Del Tratado de Dídimo de Alejandría sobre la Santísima Trinidad.
(Lib. 2, 12. PG 39, 667-674)
 
El Espíritu Santo nos renueva en el bautismo
 
El Espíritu Santo, en cuanto que es Dios, junto con el Padre y el Hijo, nos renueva en el Bautismo y nos retorna de nuestro estado deforme a nuestra primitiva hermosura, llenándonos de su gracia, de manera que ya nada nos queda por desear; nos libra del pecado y de la muerte; nos convierte de terrenales, esto es, salidos de la tierra y del polvo, en espirituales; nos hace partícipes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios Padre, conformes a la imagen de su Hijo, coherederos y hermanos de éste, para ser glorificados y reinar con él; en vez de la tierra nos da el cielo y nos abre generosamente las puertas del paraíso, honrándonos más que a los mismos ángeles; y con las aguas sagradas de la piscina bautismal apaga el gran fuego inextinguible del infierno.
Hay en el hombre un doble nacimiento, uno natural, otro del Espíritu divino. Acerca de uno y otro escribieron los autores sagrados. Yo voy a citar el nombre de cada uno de ellos, así como su doctrina.
Juan: A cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, dio poder de llegar a ser hijos de Dios, los cuales traen su origen no de la sangre ni del deseo carnal ni de la voluntad del hombre, sino del mismo Dios.
Todos los que creen en Cristo, afirma, han recibido el poder de llegar a ser hijos de Dios, esto es, del Espíritu Santo, y de llegar a ser del mismo linaje de Dios. Y, para demostrar que este Dios que nos engendra es el Espíritu Santo, añade estas palabras de Cristo en persona: Te aseguro que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
La piscina bautismal, en efecto, da a luz de manera visible al cuerpo visible de la Iglesia , por el ministerio de los sacerdotes; pero el Espíritu de Dios, invisible a todo ser racional, bautiza espiritualmente en sí mismo y regenera, por ministerio de los ángeles, nuestro cuerpo y nuestra alma.
Juan el Bautista, en relación con aquella expresión: De agua y de Espíritu, dice, refiriéndose a Cristo: Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Ya que nosotros somos como una vasija de barro, por eso necesitamos en primer lugar ser purificados por el agua, después ser fortalecidos y perfeccionados por el fuego espiritual (Dios, en efecto, es un fuego devorador); y, así necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y renovación, ya que este fuego espiritual es también capaz de regar, y esta agua espiritual es capaz de fundir como el fuego.
 
RESPONSORIO                                                                   Cf. Jn 15, 15; 14, 26; 15, 14
 
R. Ya no os llamo siervos; a vosotros os llamo amigos, porque os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado. Recibid el Espíritu Santo, el Paráclito, que os enviará el Padre.
V. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Recibid el Espíritu Santo.
 
La oración como en Laudes
 
Laudes
HIMNO
 
I
Trinidad, astro que brillas
en lo más alto del cielo,
escucha el ardiente anhelo
de nuestras voces sencillas.
 
Padre, creador de todo,
haz con tu sumo poder
que, además de en ti creer,
de amarte hallemos el modo.
 
Hijo, resplandor feliz,
Tú que nos llamas hermanos,
haznos sarmientos lozanos
de ti, que eres nuestra vid.
 
Espíritu, de amor brasa,
danos tu luz esplendente
que, renovando la mente,
nuestro corazón abrasa.
 
Oh dulce huésped del alma,
Trinidad, Tú que gobiernas
con amor, glorias eternas
danos de infinita calma. Amén.
 
 
II
Trinidad en unidad,
luz eterna, te rogamos
en nuestra debilidad,
nos ames más que te amamos.
 
Pongo en ti, Padre, mi fe
y en tu Hijo, que es Redentor,
y en el Paráclito que
os estrecha con su amor.
 
Oh verdad, oh caridad,
haz que amemos y creemos;
oh fin, oh felicidad,
que esperando consigamos.
 
Tú que principio y fin eres
y fuente de toda cosa,
tú que ordenas lo que quieres,
haz nuestra vida dichosa.
 
A ti, hacedor de las cosas,
te pedimos con apremio
que por sendas luminosas
nos lleves hasta tu premio.
 
Oh Dios, a quien adoramos,
Dios uno y personas tres,
por lo que te suplicamos
pon un poco de interés. Amén.
 
 
III
¡Oh Trinidad gloriosa,
unidad admirable y admirada,
poder que permanece
en única sustancia ilimitada!
 
La santidad Tú eres,
Tú, la divina e inmensa eternidad,
Tú, el misterio más grande,
Tú eres la luz y la inmortalidad.
 
Enviado en el tiempo,
el Hijo por el Padre es engendrado
y de ambos el Espíritu
procede, antes del tiempo ser creado.
 
Todo el Padre en el Hijo,
todo el Hijo en el Padre, en ellos dos
el Paráclito se halla
y los tres son un solo y sumo Dios.
 
Oh Trinidad siempre una,
oh unidad siempre trina, oh gran misterio,
Tú eres nuestra esperanza
y de nuestras heridas el cauterio.
 
La gloria sea al Padre
que en su único Hijo se recrea,
y al Espíritu Santo
por los siglos sin fin la gloria sea. Amén.
 
 
IV
¡Oh Dios, que de nadie vienes,
oh Dios, que naces de Dios,
Dios que sobrepasas todo,
ayúdanos con tu amor!
 
Seas Tú nuestro destino,
nuestro gozo y nuestro don,
esté en ti nuestro deseo
te dice humilde mi voz.
 
Padre, señor de las cosas,
tu Hijo es nuestro salvador,
de ambos procede el espíritu,
dadnos los tres vuestro amor.
 
Trinidad Santa, recuerda
lo que tu bondad creó;
lo que creó con deseo,
con sangre lo redimió.
 
La unidad fue creadora,
luego el Hijo con amor,
padeciendo en una cruz,
el perdón nos alcanzó.
 
A la Santa Trinidad
gozo, paz, poder, amor,
la gloria, la omnipotencia,
la alabanza y el honor. Amén.
 
La antífonas y los salmos, de feria.
 
La lectura breve con el correspondiente responsorio se toma de una de las siguen:
 
LECTURA BREVE                                                                                       2Co 13, 13
 
La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos vosotros.
 
RESPONSORIO BREVE
 
R. A ti la alabanza y la gloria, Oh Santa Trinidad. A ti.
V. A ti la acción de gracias por los siglos de los siglos. Oh Santa Trinidad. Gloria al Padre. A ti.
 
O bien:
 
LECTURA BREVE                                                                                       Ap 7, 12
 
Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 
RESPONSORIO BREVE
 
R. Bendito tu nombre santo y glorioso, Oh Santísima Trinidad. Bendito tu nombre.
V. Alabando y ensalzado por los siglos. Oh Santísima Trinidad. Gloria al Padre. Bendito tu nombre.
 
O bien:
 
LECTURA BREVE                                                                                       Ga 4, 4. 5-6
 
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para liberarnos de la sujeción a la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios. Y la prueba de que sois hijos es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: “Abba”, es decir, “Padre”.
 
RESPONSORIO BREVE
 
R. Te invocamos, te alabamos, te adoramos, Oh Santa Trinidad. Te invocamos.
V. Tú eres nuestra esperanza, nuestra salvación y nuestro honor, oh Santa Trinidad. Oh Santa Trinidad. Gloria al Padre. Te invocamos.
 
Para el cántico del Benedictus se toma una de las siguientes antífonas:
 
1. Bendita sea, ahora y por siempre, y por todos los siglos, la Santa y Única Trinidad, que ha creado y gobierna todas las cosas.
2. Gloria y honor a Dios en la unidad de la Trinidad : al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por todos los siglos.
3. Toda boca cante alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
4. A Ti, Santa Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, alabanza y gloria por los siglos de los siglos.
5. A Ti el honor y el imperio, a Ti la gloria y el poder, a Ti la alabanza y la aclamación por los siglos, oh Santa Trinidad.
 
PRECES
 
Llenos de alegría, adoremos y glorifiquemos al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
 
Padre santo, a nosotros, que no sabemos pedir lo que nos conviene, dígnate darnos el Espíritu Santo, para que venga en ayuda de nuestra debilidad e interceda por nosotros según tú.
 
Hijo de Dios, que pediste al Padre que diera a tu Iglesia el Defensor, haz que el Espíritu de la verdad esté siempre con nosotros.
 
Ven, Espíritu Santo, y comunícanos tus frutos: el amor, la alegría, la paz, la comprensión, la servicialidad, la bondad, la lealtad, la amabilidad, el dominio de sí, la sobriedad, la castidad.
 
Padre todopoderoso, que enviaste a nuestros corazones el Espíritu de tu Hijo, que clama: ¡Abba, Padre!”, haz que nos dejemos llevar por el Espíritu, para que seamos herederos tuyos y coherederos con Cristo.
 
Cristo, que enviaste el Defensor, que procede del Padre, para que diera testimonio de Ti, haz que también nosotros demos testimonio de Ti ante los hombres.
 
O bien:
 
Gloria y honor al Padre, que ha pactado una nueva y eterna alianza con su pueblo en la sangre de Cristo y nos renueva sin cesar en el Espíritu Santo, pidámosle humildemente:
Bendice a tu pueblo, Señor.
 
Padre, que nos revistamos de Jesucristo nuestro Señor, y nos llenemos del Espíritu Santo.
 
Señor Jesús, que viniste a nosotros desde el Padre, llénanos con tu Espíritu, y enséñanos el camino que conduce al Padre.
 
Espíritu Santo, Padre de los pobres y consolador de los afligidos, da libertad a los cautivos y alegría a los tristes.
 
Señor, renuévanos con la efusión de tu Espíritu Santo, haznos santos e irreprensibles en el seguimiento de tu Hijo.
 
Padre santo, guíanos hoy con el Espíritu de Cristo, y que caminemos siempre como verdaderos hijos tuyos.
 
Padre nuestro.  

Oración
 
Se toma una de las siguientes:
 
1. Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. Por nuestro Señor Jesucristo.
2. Oh Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
3. Oh Dios, autor de nuestra libertad y salvación, escucha nuestras súplicas, y haz que cuantos han sido redimidos con la sangre de tu Hijo y ungidos por el Espíritu Santo, vivan siempre por ti y gocen en ti la eterna felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
4. Omnipotente y eterno Dios, que enviaste al mundo a Cristo, tu amado Hijo, para nuestra redención, concédenos a nosotros, tus hijos de adopción, renacidos por el agua y el Espíritu Santo, perseverar constantemente en tu voluntad, y vivir siempre en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
5. Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo.
6. Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
Vísperas
HIMNO
 
I
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
la Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor, Dios nuestro.
 
Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.
 
Oh Palabra del Padre, te escuchamos;
oh Padre, mira el rostro de tu Verbo;
oh Espíritu de amor, ven a nosotros;
Señor, Dios nuestro.
 
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
haced de nuestras almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
Fuente de gozo pleno y verdadero,
Al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.
 
 
II
En las lenguas de todos, por el orbe,
al Dios que es Trinidad, un himno suene;
como a Dios verdadero y Señor nuestro
debidamente honremos.
 
El Dios que es Uno y Trino, en todas partes
está y todo lo llena con su vida;
reina en los astros y organiza el mundo
con sus horas diversas.
 
Este Padre supremo es increado,
el Hijo es engendrado por el Padre,
y del Padre y el Hijo, el Santo Espíritu
juntamente, procede.
 
El Padre es creador de toda cosa,
el Hijo, Redentor es de los hombres,
tomado carne frágil en el seno
de una virgen sin mancha.
 
Alabanza y honor al Padre sea,
al Hijo y al Espíritu igualmente.
Todas las cosas te veneren siempre,
oh Trinidad excelsa. Amén.
 
 
III
Ya el sol firmamento se retira,
mas tu fuego, Señor, alumbra siempre;
en nuestros anhelantes corazones
derrama, oh Trinidad, tu amor perenne.
 
Contentos te servimos en el día,
y fervientes ahora suplicamos
asocies nuestras almas y canciones
al coro de tus ángeles y santos.
 
La honra y alabanza sempiterna
tributamos al Padre y a su Hijo
y a Ti, divino Espíritu de entrambos,
la gloria por siglos infinitos. Amén.
 
 
IV
Sea propicio tu nombre,
Trinidad en unidad,
que eres principio sin fin
de toda la inmensidad.
 
El ejército celeste
te da adoración y alaba;
del mundo la inmensa máquina
de bendecirte no acaba.
 
Hoy tus siervos te adoramos
de rodillas en el suelo;
que nuestra voz suplicante
al himno se una del cielo.
 
Creemos que Tú eres luz
una y trina, que adoramos;
Tú que eres Alfa y Omega,
a Ti todos te alabamos. Amén.
 
Las antífonas y salmos del día correspondiente.
 
LECTURA BREVE                                                                           Rm 11, 33-36
 
¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus decisiones e inescrutables sus caminos! Porque: ¿Quién conoce el pensamiento del Señor? ¿Quién le ha prestado algo para pedirle que se lo devuelva? De Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por siempre. Amén.
 
RESPONSORIO BREVE
 
R. Bendigamos al Padre, y al Hijo con el Espíritu Santo, Ensalcémoslo con himnos por los siglos. Bendigamos al Padre.
V. Al único Dios honor y gloria. Ensalcémoslo con himnos por los siglos. Gloria al Padre. Bendigamos al Padre.
 
O bien:
 
LECTURA BREVE                                                                           Ef 4, 3-6
 
Mostraos solícitos en conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu. Uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como también es una la esperanza que encierra la vocación a la que habéis sido llamados; un solo Señor, una fe, un bautismo; un Dios que es Padre de todos, que está sobre todos, actúa en todos y habita en todos.
 
RESPONSORIO BREVE
 
R. Los serafines se gritaban uno a otro, diciendo: Santo, santo, santo. Los serafines.
V. Después de esto oí como una voz de muchedumbre inmensa que cantaba: Santo, santo, santo. Gloria al Padre. Los serafines.
 
O bien:
 
LECTURA BREVE                                                                           Tt 3, 5b-7
 
Dios nos salvó, por medio del bautismo regenerador y la renovación del Espíritu Santo, que derramó abundantemente sobre nosotros por Jesucristo nuestro Salvador. De este modo, salvados por su gracia, Dios nos hace herederos conforme a la esperanza que tenemos de alcanzar la vida eterna.
 
RESPONSORIO BREVE
 
R. Confesamos que Tú eternamente subsistentes, vives y conoces, Oh Santísima Trinidad. Confesamos que Tú.
V. Líbranos, sálvanos, vivifícanos. Oh Santísima Trinidad. Gloria al Padre. Confesamos que Tú.
 
Para el cántico del Magnificat se toma una de las siguientes antífonas:
 
1. Gracias a Ti, oh Dios, gracias a Ti, verdadera y una Trinidad, una y suprema Divinidad, una y Santa Unidad.
2. A Ti, Dios Padre no engendrado, a Ti, Hijo único, a Ti, Espíritu Santo Defensor, Santa e indivisible Trinidad, te confesamos con el corazón y con la boca, te alabamos y te bendecimos; a Ti la gloria por los siglos.
3. Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te cantan sin cesar: Santo, santo, santo.
4. A Ti la Iglesia santa, extendida por toda la tierra, te proclama: Padre de inmensa majestad, Hijo único y verdadero, digno de adoración, Espíritu Santo, Defensor.
5. Bendita sea la Santa Trinidad e indivisible Unidad; proclamamos que ha tenido misericordia de nosotros.
 
PRECES
 
El Padre, al dar por el Espíritu Santo a la carne de Cristo, su Hijo, la hizo fuente de vida para nosotros. Elevemos, pues, al Dios Uno y Trino nuestro canto de alabanza:
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
 
Padre, Dios todopoderoso y eterno, envía en nombre de tu Hijo el Espíritu Santo Defensor sobre la Iglesia , para que la mantenga en la unidad de la caridad y de la verdad plena.
 
Manda, Señor, trabajadores a tu mies para que hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y les den firmeza en la fe.
 
Ayuda, Señor, a los perseguidos por causa de tu Hijo, ya que Él prometió que Tú les darías el Espíritu de la verdad para que hablara por ellos.
 
Padre todopoderoso, que todos los hombres reconozcan que Tú, con el Verbo y el Espíritu Santo, eres uno, para que crean, esperen y amen al Dios único.
 
Padre de todos los que viven, haz que los difuntos tengan parte en tu gloria, en la que tu Hijo y el Espíritu Santo reinan contigo en íntima y eterna unión.
 
O bien:
 
Demos gracias a Dios Padre, que nos ha dado a su Hijo unigénito, y mediante la acción del Espíritu Santo, purifica nuestros corazones y los confirma en la caridad. Pidamos humildemente:
Señor, acrecienta en nosotros la caridad.
 
Padre santo, acrecienta en nosotros que seguimos a Cristo, la fe y la caridad, y llénanos siempre de tu Espíritu Santo.
 
Haz que reconozcamos la dignidad de todos los hombres que Cristo ha redimido con su sangre y el Espíritu Santo los ha vivificado con su amor, para que sepamos respetar la libertad de conciencia de nuestros hermanos.
 
Oh Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos, ven y revélanos que somos de tu linaje.
 
Concédenos, Señor, espíritu de oración y de penitencia, para que ardamos en tu amor y en el amor a los hombres.
 
Que los difuntos lleguen a la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y a la total redención de su cuerpo.
 
Padre nuestro.
 


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