La Cruz de
Cristo fue encontrada en el siglo cuarto por Santa Elena, la madre
del Emperador Constantino. Luego fue tomada por los persas, mas en
el siglo séptimo el Emperador Heraclio la recuperó, y en esta
oportunidad fue elevada (o exaltada) en la Iglesia de la Santa
Resurrección en Jerusalén. Son estos dos grandes acontecimientos
históricos lo que conmemora la fiesta de la Exaltación de la Santa
Cruz, celebrada el día catorce de Septiembre. Desde su elevación en
Jerusalén en el siglo séptimo, la “elevación universal” de la cruz
de Cristo fue celebrada anualmente en todas las Iglesias del imperio
cristiano.
El día de la
Elevación de la Cruz llegó a ser como una fiesta nacional para el
Imperio Cristiano Oriental, de modo similar a la celebración del 9
de Julio en Argentina, el 18 de septiembre en Chile o el 7 de
septiembre en Brasil. La Cruz, emblema oficial del Imperio, era
colocada en todos los edificios públicos y en los uniformes de las
personas, y elevada en oficios litúrgicos por los obispos y
sacerdotes. Bendecían los cuatro puntos cardinales con la Cruz,
mientras los fieles cantaban “Señor, ten piedad,” una y otra vez.
Hasta el día de hoy, todavía celebramos este mismo ritual en
nuestras Iglesias después de la solemne presentación y elevación de
la Cruz, después de la Gran Doxología de Matutinos o bien, en
algunas parroquias, al finalizar
la Divina Liturgia.
El tropario de
la fiesta era, se podría decir, como el himno nacional que se
cantaba en todas ocasiones públicas de los Imperios Cristianos de
Bizancio y de Rusia, originalmente rogaba a Dios a salvar al pueblo,
concederles la victoria en las guerras, y a conservar el Imperio
“por el poder de la Santa Cruz.” Sin embargo, hoy en día, este
tropario tal como todos los demás himnos del día son
“espiritualizados”; los “enemigos” ahora se refieren a los
espiritualmente malos, incluyendo al Demonio y todas las fuerzas del
mal, y, en lugar de pedir por los gobernantes del estado
individualmente, se pide ahora por todos los “cristianos ortodoxos,”
y el mundo entero.
Himno de la
Cruz - Salva, oh Señor, a Tu Pueblo, y bendice a Tu Heredad. Concede
a Tu Iglesia la victoria sobre sus enemigos. Y protege al mundo por
Tu Santa Cruz.
Kontakion - Oh Tú que,
por Tu propia Voluntad, fuiste levantado sobre la Cruz, concede Tu
Compasión a Tu pueblo nuevo, llamado por Tu Nombre, Oh Cristo Dios.
Alegra Con Tu Poder a nuestros files gobernantes, dándoles victoria
sobre sus enemigos; Que les sea Tu Cruz una arma de paz y una
victoria invencible.
La fiesta de la
Elevación de la Santa Cruz, a pesar de que obviamente tuvo un origen
político, goza hoy de gran significado en la Iglesia. Es un día de
ayuno y de oración, un día en el que recordamos que la Cruz es el
único signo o símbolo digno de toda nuestra lealtad, y que nuestra
salvación viene, no por ninguna clase de victoria terrenal, sino por
la única verdadera y duradera victoria de la Crucifixión de Cristo y
nuestra co-crucifixión con Él.
Cuando elevamos
la Cruz y nos postramos ante ella en veneración y en adoración a
Dios, proclamamos que pertenecemos al Reino que no es de este mundo,
y que nuestra única ciudadanía verdadera, que perdura por siempre,
es con los santos en la “ciudad de Dios”. (Efesios 2,19; Hebreos
11,10; Apocalipsis 21-22)
La primera
lectura del Antiguo Testamento indicada para el oficio de Vísperas
habla del “árbol” que cambia las aguas amargas en dulces: símbolo
del Árbol de la Cruz. (Éxodo 15,22-16,1) La segunda lectura
nos recuerda que el Señor reprocha y corrige a quienes ama y que la
Divina Sabiduría es “árbol de vida a los que de ella echan mano, y
bienaventurados son los que la retienen.” (Proverbios 3,11-18)
Nuevamente representa una referencia a la Cruz la cual es, tal como
proclama la lectura de la Epístola del día, “para los llamados, …
poder de Dios y sabiduría de Dios.” (I Corintios 1, 18-25)
La tercera
lectura del Antiguo Testamento es de la Profecía de Isaías que habla
de la “Ciudad del Señor” en donde habitan juntos gentiles y judíos y
“vendrán humillados” y se prosternarán a los pies de Dios y
conocerán que “yo el Señor soy el Salvador tuyo y el Redentor tuyo”,
el Fuerte de Jacob.” (Isaías 60, 11-16) Aquí encontramos la
referencia directa a la Cruz delante de la cual nos prosternamos. El
mismo tema se expresa en el versículo del salmo que se repite
constantemente en estos oficios y que nos llama a “postraos ante el
estrado de sus pies” (Salmos 99, 5; 110, 1, etc.)
Ante Tu Cruz
nos postramos, oh Señor, y Tu Santa Resurrección glorificamos.
(Himno de la Veneración de la Santa Cruz)
Este himno,
fundamental en la celebración de la fiesta de la Cruz, es cantado
una y otra vez durante los ocho días de su celebración en la
Iglesia. Reemplaza al Trisagion en la Divina Liturgia. En el oficio
de Matutinos, el Evangelio es de San Juan, en el que Cristo afirma
que cuando sea elevado en la Cruz, atraerá a todos hacia él. (Juan
12, 28-36) La lectura del Evangelio para la Divina Liturgia es
del largo relato de la pasión de Cristo, también tomada del
Evangelio según San Juan.
Así, en la
Elevación de la Santa Cruz, los cristianos vuelven a dedicarse al
Señor crucificado y prometen su lealtad absoluta a Él, mediante su
veneración de la Vivificadora Cruz y su adoración de Cristo
Crucificado. Esto es el significado que tiene esta fiesta
eclesiástica, día de ayuno y arrepentimiento, en la Iglesia hoy día.
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