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Isaac, Santo |
Asceta
Etimológicamente significa “sonriente”. Viene de la lengua hebrea.
Este santo dio
un salto capital en su vida. Pasaba sus años felices
como ermitaño en el desierto de Siria.
Pero, ante la voz
del emperador, tuvo que abandonar su soledad, su mortificación y
su penitencia, para trasladarse a Constantinopla. Nadie se podía imaginar
que un ermitaño pudiese desempeñar el papel que llevó a
cabo junto al emperador.
Se sabe que esta metrópolis quedó sin
monasterios por causa de la herejía arriana. Y en aquel
tiempo –como ocurre hoy– no se concebía una vida cultural,
moral y religiosa sana sin la existencia de estos
lugares santos.
Por eso, el cometido fundamental de Isaac consistió en
restaurar los monasterios.
Su influencia en este terreno fue muy grande.
Tan es así que los monjes le honraban como a
su padre.
Era un asceta ejemplar. Pero cometió el error de
ponerse en contra de san Juan Crisóstomo, arzobispo de la
capital.
Arrepentido por lo que había hecho, se retiró a un
monasterio, para nunca más en su vida inmiscuirse en asuntos
políticos y eclesiásticos.
Murió en el año 406.
¡Felicidades a quien lleve
este nombre!
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